en las invasiones inglesas
Por Roberto L.
Elissalde
La Prensa,
10.08.2024
Desde antes de las
invasiones inglesas, los indios visitaban pacíficamente la ciudad de Buenos
Aires. Un testimonio de 1803, dice: “Es tanto lo que va incrementando el
comercio de los indios pampas, que apenas pasa día en que no los veamos entrar
a esta ciudad con cargas de pieles, plumeros, tejidos y otras varias cosas
apreciables”.
En el momento en
que los ingleses invadieron la ciudad, había de visita 27 indios que vendían
sus productos; inmediatamente huyeron a sus tolderías y según manifestaron
buscaron organizarse para colaborar en la reconquista.
El 17 de agosto de
1806 pesar de ser domingo, día en que se guardaba la observancia del descanso y
el culto a Dios; los miembros del Cabildo decidieron reunirse para seguir
tratando los numerosos asuntos, que la ocupación inglesa y reciente desalojo
les había complicado la rutinaria tranquilidad a que estaban acostumbrados.
Se apersonó en el
Cabildo el indio pampa Felipe, acompañado por don Manuel Martín de la Calleja
y, por medio de un intérprete, ofreció en nombre propio y de dieciséis caciques
gente, caballos y cuanto fuese necesario “contra los Colorados, cuyo nombre dio
a los ingleses”.
Para el traslado
de los prisioneros al interior disponía de gente “que con mucho gusto se
ocuparía contra unos hombres tan malos”. El Cabildo se mostró agradecido por la
oferta y obsequio al cacique con tres barriles y un tercio de yerba.
La Plaza Mayor,
que en esos días se encontraba poblada por muchos esperando novedades, sin duda
tenía mayor afluencia de público por tratarse de un domingo. Los porteños
debieron observar con interés la presencia de tan importante comitiva de
indios, con sus vistosos atavíos y ponchos. El 29 esta noticia ya se conocía en
Montevideo y el cronista precisaba que el cacique había ofrecido “mil hombres
armados con... y 211 caballos para auxiliar a los españoles en defensa de la
patria y si era preciso de otras naciones de Chile con quienes estaban en paz”.
El 15 de
septiembre se presentó ante el Cabildo el cacique pampa Catemilla, acompañado
por el indio Felipe en calidad de intérprete, y mediante los servicios de don
Manuel Martín de la Calleja que ofició de introductor. Expresó el cacique el
dolor que habían tenido por la pérdida de la ciudad y el regocijo por su
recuperación y ofreció en su nombre y en el otros dieciséis caciques, gente y
caballada para combatir a “los colorados”. También manifestó que habían hecho la
paz con los ranqueles los que se ofrecían a cuidar los terrenos desde las
Salinas hasta Mendoza, ante una eventual invasión. Él por su parte se disponía
a hacer lo mismo por las costas del sur hasta Patagones. La visita fue
retribuida por el Cabildo con los presentes acostumbrados.
Un anónimo
soldado, que llevaba un diario de los sucesos más importantes, el 8 de octubre
de 1806 escribió: “Los caciques de los indios de la costa del sur y medianías
de la punta de San Luis, se han presentado a ofrecer seis mil indios y varios
lotes de caballos en caso de necesitar auxilio para contrastar al enemigo de la
casaca colorada, que les temen mucho; vendrán con sus armas que son lazos,
bolas, chuzas, flechas envenenadas. Creo que mucho se le ha agradecido
admitiendo solo la caballada y el ganado para comer, que también han ofrecido
traerlo y se le comprará”.
El 4 de noviembre
llegaron 15 indios de Carmen de Patagones, acompañando a un soldado dragón que
trajo un pliego de parte del comandante del lugar, que informaba haber entrado
a ese puerto un buque inglés “todo estropeado. Dijo era americano pero parece
ser inglés y el comandante sospecha que dicho buque se había empleado en
sondear y reconocer aquellas costas y haber entrado en el puerto a reconocerlo.
El caso es muy sospechoso a lo que el comandante determinó quitarle el timón y
hacerlo prisionero”. El soldado comentó que los “indios lo habían conducido por
unos caminos que ellos solos podían salir de semejantes desiertos, no hay duda
que los indios quieren mal a los ingleses, y están furiosos por ayudarnos”.
El 22 de
diciembre, cuando los ingleses habían enviado un nuevo contingente de
efectivos, volvieron diez caciques al Cabildo. Según se lee en el acta
respectiva les recomendaron la “vigilancia de nuestras costas, para que los
ingleses nuestros enemigos y vuestros a quienes llamáis colorados, no os
opriman ni priven de vivir con la tranquilidad que disfrutáis, y os ha
proporcionado el Superior Gobierno conforme a la sensibilidad y amor que os
profesan”.
El 29 de
diciembre, concurrieron al Cabildo los caciques capitanes Epugner, Errepunto y
Turuñanqun, quienes enterados de lo tratado por los indios que ya habían
concurrido a la Sala Capitular, capitanes Chuli, Laguini, Paylaguan,
Cateremilla, Negro y los caciques Marciuris, Lorenzo, Guacalam, Peñascal, Luna,
Quintay, presentaban el siguiente ofrecimiento: “Epugner dos mil ochocientos
sesenta y dos de sus soldados, gente de guerra bien armados de chuza, espada,
bolas y honda con sus coletos de cuero, que mantenían en la Cabeza del Buey,
donde los sostendría a su costa hasta el primer choque, o hasta que le avisasen
ya no ser precisos, pues querían pelear unidos con los nuestros; y los otros
dos caciques Errepunto y Turuñaqun hicieron igual oferta por siete mil soldados
que mantenían en Tapalque armados como los anteriores. Los S.S. admitieron la
oferta, los abrazaron como lo habían ejecutado con los anteriores, les hicieron
varias demostraciones de cariño y gratitud, y comisionaron al Caballero Síndico
Procurador General para que los gratificase y obsequiase a satisfacción y a
todos los de su comitiva, mandando se les diese a los caciques un escudo con
las armas de la ciudad en fe de la unión que les juran, y en señal de haberla
admitido, cuyo escudo se dé también a los anteriores caciques”.
Cuando los
británicos habían tomado la Banda Oriental, se presentó al Cabildo el 18 de
febrero de 1807, el cacique Loncoy, ofreció gente y caballos para la defensa de
la ciudad. Fue gratificado con 87 pesos y 7 reales. En la misma sesión de
ordenó pagar 36 pesos “importe de unas medallas de plata con las armas de la
ciudad, para dar y estimular a los indios caciques que cumpliesen sus ofertas y
subsistiesen en unión”. Esta medalla indudablemente fue acuñada más no se
conoce ningún ejemplar, es de suponer que era semejante a la acuñada para los
que actuaron en Perdriel.
DESCONFIANZA
Corresponde
señalar que la cantidad de efectivos que podían aportar los caciques era muy
importante, pero también implicaba el riesgo de la imposibilidad de
contenerlos, tanto en el triunfo como en la derrota. Por esa circunstancia no
fueron empleados en las jornadas de 1807, y se habría guardado esa reserva para
el caso de una tercera invasión. Otro factor era la poca confianza que se podía
tener en ellos, en la sesión del 4 de mayo de 1807 se trató un oficio de la
Real Audiencia, en el que informaba “que dos caciques pampas intentan asaltar
dos guardias en la frontera, y que ese Cabildo ha procurado atraerlos con
dádivas y gratificaciones y han prometido auxiliarnos. Solicita aquietar esos
movimientos, excitándolos al cumplimiento de su palabra”. José Bernabé del
Mármol fue designado para que sin pérdida de tiempo pasara a tratar con los
caciques “y les haga entender que en la ocasión necesita su auxilio y espera
cumplan su palabra contra los otros verdaderamente enemigos, de este Cabildo, a
quien han prometido su amistad y ayuda”.
Reiteradamente se
presentaron durante el año 1807 al Cabildo distintos caciques, que siempre
fueron recompensados. Miguel de Belgrano dio a conocer una composición
titulada: Rasgo poético a los habitantes de Buenos Aires en obsequio del valor
y lealtad con que expelieron a los ingleses de la América Meridional, el 5 de
Julio de 1807. La obra fue publicada en 1808 por la imprenta de los Niños
Expósitos. En la misma alude a los “bravos querandíes” y en una nota, al final,
que corresponde a una llamada informa, que tales eran “una de las naciones más
feroces de los indios conocidos vulgarmente bajo el nombre de Pampas”.
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