MATES CON HISTORIA


 el canal que revisa el pasado por fuera del dogmatismo laico de la corrección política

 

Claudia Peiró

 

Infobae, 26 de Noviembre de 2022

 

“Mates con historia” es una idea que a Pablo Yurman le inspiró la pandemia. “Durante el encierro, me parecía que todo el mundo tenía un canal de Youtube”, dice y así decidió trasladar las charlas de sobremesa producto de inquietudes de sus hijos adolescentes sobre acontecimientos y protagonistas de la historia argentina y universal a ese formato.

 

Abogado y profesor de Historia Constitucional Argentina en la Universidad de Rosario, Yurman se dedica desde hace varios años a la divulgación histórica, a través de libros y artículos en medios santafesinos y nacionales. La larga cuarentena iniciada en 2020, le presentó el desafío de un nuevo medio: el video. Así nació el canal de Youtube “Mates con Historia”, que ya ha producido títulos como “Julio A. Roca: del patriciado a la oligarquía”, “Obligado, la arenga de Mansilla, todavía vigente”; “El calendario gregoriano, en base a cálculos españoles”; “Juan Lavalle, la espada sin cabeza” o “De Ricardo Corazón de León a Windsor S.A.”, entre muchos otros.

 

“Mates” tiene un antecedente editorial: el libro Instantes decisivos que marcaron la historia argentina (Imago Mundi, 2018), en el que Yurman sostiene que la enseñanza de la historia debe ser “una herramienta para discernir lo principal de lo accesorio, lo trascendente de lo meramente superfluo” y que la historia “constituye acaso una suerte de botiquín de emergencias para interpretar el presente, máxime cuando éste se presenta por momentos indescifrable y confuso”.

 

En esta entrevista con Infobae, habla del publico de sus mateadas, de sus referentes en Historia, de las falsificaciones a designio y las lagunas en nuestro pasado, el carácter de la colonización hispana y por qué se la cuestiona hoy, y cuenta una anécdota imperdible sobre el derrotero de una investigación histórica bendecida por Bartolomé Mitre cuyo resultado fue el contrario al buscado.

 

— ¿Cuándo y cómo surgió “Mates con historia”?

 

— Empezó en plena pandemia. En pleno encierro, con hijos adolescentes, empezó a hacerse más masivo el tema de YouTube. En la mesa familiar, mientras almorzamos o cenamos, no hay pantallas, entonces a veces se dan sobremesas interesantes. Y la historia siempre es un tema. Como además de abogado, soy profesor de historia argentina en la Facultad, surgían preguntas, desde la Revolución de Mayo y el Cruce de los Andes hasta el gobierno de Perón… ¿es verdad papá que tal cosa? Ahí surgió la idea. ¿Qué impide que uno ponga un canal de YouTube para hablar de historia? Lo que no tenía en mis cálculos era la difusión, la trascendencia que tuvo, porque me parecía que la historia era algo que no concitaba mucho interés. Lo veo como docente. En general los alumnos desconocen mucho de la historia. Así empezó. De a poquito, con la ayuda de mis hijos, que editan los videos, con pocos suscriptores. Fue creciendo. Y la gente se va enganchando mucho. Nos damos cuenta por los comentarios y las visualizaciones.

 

— Mates con historia, una charla que dura el tiempo de una mateada…

 

— Claro. Aunque nos hemos ido extendiendo un poco. Al principio yo quería videos de no más de 15 minutos porque me daba la sensación, quizás influenciado por hijos adolescentes, de que algo que dura más de 15 minutos en general no se mira. Ahora nos estamos extendiendo porque había gente que me decía “te quedaste corto con tal tema, este tema daba para más”. Pero la idea es esa. Porque uno podría hacer una conferencia, una clase magistral, una cosa más profesional, llamémosle así, pero la idea era llevar a YouTube esas charlas de sobremesa, en las que las cosas se hablan así, a calzón quitado, con más sencillez, con más pasión y no tanto raciocinio y cálculo frío. Por supuesto que uno habla desde una posición. Pero la idea es que sea desacartonado y al mismo tiempo serio, riguroso. Trato de recomendar libros. A veces me piden algunos temas sobre los que tengo que estudiar antes de hablar. Aunque sea para emitir una opinión, no quiero que esa opinión aparezca como de trinchera. De eso hay mucho y no me gustaría caer en eso.

 

— Cuando cursé Historia, parecía que había un abismo entre la academia y la divulgación. Como si tuvieras a los historiadores “serios” en la Universidad, que los leen especialmente los estudiantes porque están obligados, y después, como se puso de moda la divulgación histórica, hay una abundante producción muchas veces muy superficial o de trinchera, como decías, todo leído forzadamente con categorías de la actualidad. Por ejemplo, “San Martín dio el primer golpe de Estado en la Argentina”. Es un anacronismo. O caen en el chisme histórico, son paparazzi del pasado. Creo que se puede hacer historia de divulgación seria y que encontraste el tono para contar la historia sin caer en algo que no se entienda y a la vez evitar el macaneo.

 

— Es verdad que, en general, hablo por los países hispanoamericanos, la academia es un lugar selecto llamémosle así. Veo difícil que alguien que viene del revisionismo histórico pueda tener un sitial en la academia.

 

— Sí, pero cuando yo digo academia no me refiero a la Academia de la Historia, me refiero a las Universidades, a lo académico.

 

— A lo académico, exactamente. Hay un problema con lo académico, y me ha pasado con mi tesis doctoral en Derecho, que es que uno tiene que caer en el estudio pormenorizado, acabado, erudito, de un micro tema. Entonces uno se especializa en una parcela. Pero si uno se queda en esa parcela se pierde visión de conjunto y la historia sin una visión de conjunto es como evaluar tu vida por lo que te pasó en un día.

 

— No se entiende nada.

 

— Podés ahogarte en un vaso de agua. Tuve la suerte de tener un gran profesor de historia en el colegio secundario…

 

— ¿Quién era?

 

— Luis D’Aloisio. Falleció recientemente. A uno lo marcan esos profesores que en sus clases dan una visión de conjunto. Porque con una visión macro, uno sí puede ir luego y ver en concreto desde las Invasiones Inglesas, la Vuelta de Obligado, o el Cruce de los Andes, y darle una interpretación a un hecho puntual en una situación que es una película y no una foto. También hay un desafío que es cómo transmitirle a los jóvenes la historia. Pero ellos tienen que hacer un esfuerzo propio. A mis alumnos de Historia Constitucional Argentina, primer año de Abogacía, les digo miren, me parece bien que vayan a ver los videos, ahor,: nadie se recibe de abogado viendo videos. Eso no existe.

 

— Que lástima… (risas)

 

— Hay que leer y hay que leer a los autores. El hábito de lectura ha sido bastante relegado y estamos pagando las consecuencias. Yo no le tengo miedo a otros formatos. El libro es un formato que tiene un período histórico y quizás ahora vuelva a ser como hace siglos reservado a una minoría. Bueno, hay otros formatos. Un canal de YouTube hace 20 años no existía, ahora existe y tiene una gran ventaja que es que lo puede ver cualquiera.

 

— ¿Tenés idea de cómo es tu público, quiénes te ven?

 

— Puedo jactarme de que es muy heterogéneo. Porque a mí me siguen, por los comentarios y por los mensajes, desde el nacionalismo católico hasta la izquierda nacional. Hay liberales que en tono muy respetuoso difieren conmigo respecto de Sarmiento, de la Generación del 80 y del proceso de Mayo. Hay peronistas ortodoxos. Hay kirchneristas. Y todos ponderan, digamos, la ecuanimidad, si bien uno habla desde un punto de vista.

 

— ¿Y desde el punto de vista etario?

 

— Hay profesores de historia. Hay personas mayores. Pero el otro día iba caminando en Rosario por la peatonal Córdoba y me cruzo con un chico que tenía uniforme de un colegio secundario y el chico vuelve sobre sus pasos y me pregunta: “Perdón, ¿usted es el del canal de historia?”

 

— ¿Cuál ha sido tu tema más taquillero?

 

— A veces uno tiene la expectativa con el tema de esa semana, en general grabamos semanalmente, y a lo mejor pasa sin pena ni gloria. En cambio nos ha sorprendido la repercusión de otros, por ejemplo, uno que le dedicamos a la Batalla de Ituzaingó, una batalla desconocida en su contexto. O quizás conocida por esto de que la “Marcha de Ituzaingó” es la marcha presidencial, la que se toca cuando aparece el presidente de la República, o se tocaba, y que era una partitura de autor desconocido que se toma como trofeo de guerra en la victoria de Ituzaingó. Ese “Mates con Historia” generó muchos comentarios, hasta de brasileños. Y de uruguayos, que reconocen en los comentarios que buena parte de la historia uruguaya es inescindible de la historia de cuando Uruguay era la Banda Oriental y Artigas tenía un proyecto verdaderamente integrador. El llamado Padre de la Patria uruguaya, José Gervasio de Artigas, es uno de los padres fundadores de nuestra nacionalidad y el autor doctrinario del federalismo rioplatense. Estos mates con historia son realmente un desafío. A veces toco temas de historia internacional o española o europea, de la Segunda Guerra mundial, y la gente se engancha y se enganchan personas que no son de Argentina sino de otros países.

 

— ¿Interesa o no interesa la historia? ¿Depende de los temas o de cómo se los presenta?

 

— Un día, me acuerdo de esa clase como si fuera ayer, este profesor que nombré antes, que era revisionista, nos dijo “yo tengo la respuesta de por qué no les interesa la historia”. Porque nuestra historia ha sido edificada sobre una buena parte de mentiras o verdades a medias. Falsificaciones a designio, son palabras que usó Sarmiento, que tenía la gran virtud de ser muy franco. No se guardaba nada y lo ponía por escrito, como si hoy tuviéramos los whatsapp de Sarmiento. En una carta escribió: “Usted sabe, no tome lo que hemos escrito de la historia como oro de buenos quilates porque hemos dicho de todo con tal de sepultar a Rosas”. Ante una historia hecha sobre verdades a medias, que es una forma de mentir, yo creo que los jóvenes intuyen eso cuando les meten un perro, cuando hay algo que no cierra.

 

— Me acuerdo de una encuesta muy graciosa en televisión. Le preguntaban a la gente qué pasó el 25 de Mayo. “Nació la patria”, decían, por ejemplo. ¿Y el 9 de julio?... También… (risas)

 

— Nacimos dos veces.

 

— Siguió un período durante el cual nos matamos entre nosotros y no está explicado. Creo que uno de los motivos del éxito del libro Revolución y guerra de Tulio Halperín Donghi es que trata de explicar qué pasó en ese período tan confuso y convulsionado. Las luchas civiles, las discusiones, los proyectos. Porque la historia se enseña fraccionada y así no se entiende qué pasó. Por qué llevó tanto tiempo organizarnos como nación.

 

— Fragmentada y hasta no hace mucho tiempo también había vacíos, por ejemplo, el período de Rosas…

 

— En el colegio nunca llegaba a Rosas, siempre terminaba el año sin que viéramos ese período…

 

— Se lo sintetiza como la tiranía. Eso tuvo un efecto que sigue hasta hoy que es que desconocemos que acá hubo una guerra, que podríamos denominar la Guerra del Paraná, que durante cinco años la Argentina resistió a las dos principales potencias del momento, Inglaterra y Francia juntas. Y que si bien comienza con una derrota militar, la Vuelta de Obligado, esa guerra continúa y termina con dos tratados de paz en los que estas dos potencias reconocen la soberanía argentina. O sea, les ganamos a ellos. Y eso está oculto. Yo vivo en Rosario, y a 40 kilómetros de Rosario tuvo lugar la batalla de Punta Quebracho, el 4 de junio de 1846. Parecido a lo que pasó cuando nuestra Fuerza Aérea hundió como cinco naves británicas en la Guerra de Malvinas. No hay países en el mundo que logren eso.

 

— Es la misma razón por la cual el exilio de San Martín estuvo silenciado por años. Nadie explica por qué un general victorioso y supuestamente reconocido por todos se va, deja su patria por 20 años y muere en el exilio. Se habla además de un retiro silencioso. Lo cual es falso, porque San Martín intervino varias veces en los asuntos del Río de la Plata. Una vez precisamente por esta guerra.

 

— Por eso Mitre, que es el primero en hacer la historia de San Martín, y el primero que tuvo acceso a su archivo, necesita presentar a las generaciones posteriores un San Martín que es un genio militar, lo cual era cierto, pero despojado totalmente de ideas políticas. El San Martín mitrista es un San Martin apolítico. Una gran falacia, es algo mentiroso. Pero decir que no tenía ideas políticas es de alguna manera decir que no tenía enemigos políticos. Debemos preguntarnos si alguien que recorrió todo el continente durante quince años, que estuvo en contacto con todos los estamentos sociales y políticos de su época, podía no tener un coranzoncito político…

 

— Lo quisieron presentar como una espada sin cabeza.

 

— Una máquina de hacer guerra…

 

— Que no pensaba.

 

— Claro que tenía sus ideas, tenía sus proyectos, que diferían del proyecto de otros que son los que ganan esa guerra civil.

 

— Esto de las fechas fundacionales deforma la historia. Cuando ingresé a la facultad, había una materia “Argentina colonial”. Aparecieron los deconstructores que dijeron “no existía la Argentina en la época colonial”. Formalmente es cierto, pero eso lleva a creer que la historia argentina empezó el 25 de mayo de 1810 y que todo lo anterior, la impronta castellana, la colonización hispana, no incide en lo que es la Argentina hoy. La Argentina apareció de repente el 25 de Mayo. Vos en cambio decías que Isabel la Católica es un personaje de nuestra historia, no sólo de la historia española.

 

— Claro, claro. A Isabel la Católica deberíamos pensar seriamente en considerarla la madre de Hispanoamérica. Es la madre que nunca pisó este continente pero que quizás lo imaginó. Pero ella fue muy clara, cuando dicta su testamento es muy enfática al pedirle a sus sucesores, y esto esencialmente lo tomará su nieto Carlos, que traten a los naturales de América, a los indios, como sus vasallos. Hoy quizás la palabra vasallo suene fea pero en esa época era casi como decir cuídenlos como si fueran mis hijos.

 

— Además los equiparaba con el resto de los españoles.

 

— Por eso los dos primeros siglos España no va a tener en su léxico la palabra colonia. Es una palabra que viene de Francia dos siglos después. Estos territorios eran llamados Reinos de Indias. Limeños, mexicanos, correntinos y porteños gozaban de los mismos derechos y obligaciones que un toledano o que un madrileño. Después sí, con los Borbones en el trono español, a partir de 1700, se va a trastocar y desdibujar la relación y va a pasar a ser una relación asimétrica metrópoli colonia. Esto va a ir generando una olla a presión. Pero eso no fue la situación de los dos primeros siglos de la colonización ni era así cómo pensaban América desde España Fernando el Católico e Isabel.

 

— De hecho, la política borbónica, que buscó apretarles las clavijas a las colonias, provocó también las revoluciones, contribuyó a generar todo el movimiento independentista.

 

— En la propia Francia esa política termina como vimos que terminó. Porque era una monarquía absolutista para la que el pueblo era un convidado de piedra. Desde la teoría se lo justificaba con autores que hablaban del origen divino de la monarquía. Eso era ajeno a la España que nos parió como cultura, que dio origen a Hispanoamérica, en donde se predicaba desde el 1500 que el pueblo era un actor protagónico, no un mero espectador en el origen del poder. Y sobre las revoluciones, hay que decir que no siempre los revolucionarios tuvieron por objetivo que la independencia de la metrópoli supusiese, como terminó siendo, la balcanización en veinte repúblicas. De hecho, hay documentos que hablan de un San Martín que apuesta a que por lo menos se conserve la unidad de los virreinatos, porque sabe que contra un poder emergente como va a ser la Inglaterra que logra vencer a Napoleón es muy poco lo que puede hacer un país pequeño como muchos de los que se crearon a partir del proceso de 1820.

 

— ¿Qué historiadores son tus referentes?

 

— Empecé leyendo historia argentina con José María Rosa, un autor bastante conocido dentro del revisionismo histórico. Su historia argentina en 13 tomos llegaba hasta el 17 de octubre de 1945. Luego de su muerte, Fermín Chávez y otros autores completaron esa obra. Pero para mí lo más documentado es la Historia argentina de Vicente Sierra. Llega hasta la Batalla de Pavón. Son nueve o diez tomos en los que se encuentra a alguien que realmente se pasó la vida buscando en archivos y uno agradece tanto que haya habido gente que fue la contracara de aquellos que vos mencionabas al comienzo, gente que no estaba en el chisme historiográfico. Un trabajo serio, documentado. Una obra titánica. Por supuesto con un sesgo, con una impronta nacionalista e hispanista. Hasta no hace mucho tiempo rescatar la obra de España era bastante común en los historiadores porque es tan visible y evidente la impronta que dejó en un continente con universidades que aún hoy funcionan, hospitales, infraestructura y sobre todo una cultura artística, que es muy difícil denostar de un día para el otro. Es muy difícil. Pero lo están haciendo.

 

— ¿Qué pasa actualmente en los colegios con la enseñanza de la historia?

 

— Lo sé por mis hijos que incluso van a un colegio privado pero en esto no hay demasiada diferencia con los públicos. En la escuela pública se asume como un dogma, por ejemplo, se sintetiza que España cometió un genocidio y que no hay nada más que discutir. Básicamente el mensaje se reduce a eso. Colón llegó a una América que era una suerte de Edén, era idílico, no había combates entre tribus, en fin.

 

— ¿Se está instalado eso como una verdad?

 

— A lo sumo algún docente puede dar una visión algo distinta, pero la corriente, la línea que se baja a nivel Ministerios, es esa. En el ámbito privado podés tener alguna disidencia puntual pero también ha calado mucho esto de la dictadura de lo políticamente correcto. Porque ahora hay una forma más sutil (de censura) que en otras épocas, que es lo políticamente correcto, aquello que se supone que hay que decir y opinar y de lo cual los centinelas ideológicos no te permiten apartarte, bajo pena de linchamiento. Eso genera un miedo que se traduce en autocensura que es la peor de todas porque el que está del otro lado ni siquiera tiene que levantar el dedo. Eso ha calado mucho, ha entrado mucho. Por supuesto que hay excepciones. Por supuesto que hay resistencia. Y por supuesto que puede cambiar de un día para el otro porque en el fondo esas políticas educativas las hacen los políticos que cada dos años elegimos.

 

— ¿Eso pasa únicamente en Santa Fe o es a nivel nacional? Sospecho que debe estar bastante extendido…

 

— No puedo hablar más allá de la realidad que me toca vivir pero intuyo que sí. No hay 12 de Octubre en el que los medios oficiales de comunicación se priven de decir lo mismo. Y no cambia demasiado según el color político que gobierne. A lo sumo puede haber un matiz más moderado, pero en general, como con otras cuestiones, lo políticamente correcto es como un dogmatismo laico que todos asumen, de distintos ámbitos del arco político. Tiene que venir alguien que realmente hable con la verdad, que no tenga temor. Pero eso cuesta.

 

— De la producción actual, ¿hay algo que valga la pena?

 

— Por supuesto. Yo sigo a autores, según la temática. Ahora hay una revitalización de la cuestión de la hispanidad. En España se ve que ha calado mucho esto de los centenarios entonces ha habido autores como la española María Elvira Roca Barea [Imperiofobia], o Marcelo Gullo [Madre Patria], amigo y rosarino como yo, que siendo argentino ha tenido mucho éxito en España.

— En el tema de la conquista y colonización de América.

 

— Sobre todo de la conquista y de la colonización, de la formación de nuestros pueblos, de la conciencia hispanoamericana, de la cual somos herederos, y de cómo eso juega en la política internacional de hoy. Ese es un dato clave. Uno va a la historia no tanto con nostalgia por un pasado que ya no existe o para buscar piezas ocultas y exhibirlas en una vitrina sino para encontrar respuestas. Es como ir a la historia personal de cada uno. Cuando uno se pregunta de dónde vengo, quién soy, cuál es mi identidad. Pero sobre todo para utilizarla como una herramienta con proyección a futuro. A ver, al día de hoy en Estados Unidos están tirando abajo las estatuas de Colón. Eso tiene que obedecer a algo. No es casual ni gratuito. Cuando la historia documentada nos dice, por ejemplo, que California fue evangelizada por los franciscanos y que la verdadera masacre demográfica y el genocidio lo cometen los anglosajones en el siglo XIX. Y lo mismo en Texas. Pero cuando te están fogoneando que el culpable es Colón…

 

— Colón o Junípero Serra, el superior de los franciscanos que colonizó la zona. Fundaron todas las ciudades de la costa oeste. Por eso tienen nombres de santos. San Diego, San Francisco, Santa Mónica, Santa Bárbara...

 

— Exactamente. Por eso rescatar la hispanidad es también una herramienta útil para la lucha ideológica del hoy. Por algo quieren que sigamos con este complejo de inferioridad y esta eterna culpa. Pedido de disculpas que se le exige cada 12 de Octubre a España y que no se les exige a las actuales autoridades alemanas, belgas, francesas u holandesas.

 

— Los belgas, en el Congo… Si hubo genocidio fue el de los belgas.

 

— En pleno siglo XIX. Ya no era el siglo XVI, era el siglo XIX. Y los belgas no creo que tengan demasiado complejo de culpa. No hay una idea de que Bélgica tiene que dar cuentas de nada en su historia. En cambio sobre nosotros pesa esa condena injusta.

 

— ¿Los temas de los Mates con Historia los decidís en función de tus gustos, de lo que te pide la gente, lo que sugieren tus hijos?

 

— A veces respetamos ciertas efemérides. Por ejemplo, el 20 de noviembre, la Vuelta de Obligado. Cada 25 de Mayo, cada 9 de Julio, siempre algo rememoramos, porque hay aspectos puntuales que conviene que no queden en el tintero. También hay pedidos de la gente que uno procura atender. A veces son temas que no dan para un video porque son quizás muy pequeños, anecdóticos. Y en otros me tengo que poner a estudiar porque uno no puede conocer al detalle toda la historia argentina, que es muy rica y es muy extensa.

 

— ¿Qué período te atrae más?

 

— En el siglo XIX, la figura central de Juan Manuel de Rosas me sigue atrapando como cuando era adolescente. Creo que hay muchos documentos por descubrir que den sentido a algunas cosas que en ese período de unos 20 años aparecen como oscuras o poco estudiadas.

 

— ¿Quién es un buen biógrafo de Rosas? ¿Es a Saldías que Mitre le encarga la tarea y después no le gusta el resultado? Esa anécdota es muy buena.

 

— La obra de Adolfo Saldías es un caso único. Él nace en Buenos Aires en 1852, el año que es derrotado Rosas, y es criado y educado escuchando pestes sobre él. Rosas es una figura mítica, legendaria, él lo dice, una especie de monstruo devorador de sus enemigos. La crueldad hecha gobernante. Saldías crece, estudia abogacía, era un liberal. Para la juventud porteña, Bartolomé Mitre era un ídolo viviente. La contracara de aquel ogro siniestro. Entonces Saldías le dice, mire general, me parece que hay que hacer una historia de Rosas, porque usted estudió a San Martín, a Belgrano, hay que estudiar de modo serio y documentado el período de Rosas, porque tenemos las Tablas de sangre de Rivera Indarte pero eso es para asustar criaturas; los alumnos universitarios no pueden estudiar todo en base a decapitaciones de opositores... Y Mitre, que era un apasionado de la historia documentada, lo impulsa y le dice muy bien Adolfo, tiene mi aprobación, vaya. En esa época todavía los archivos permanecían en manos de los descendientes de los protagonistas. Saldías contacta a la hija de Rosas y le pide el archivo.

 

— ¿Ella se lo cede?

 

— Sí, Manuelita lo pone a disposición. Al exilio Rosas se va con poca plata, con lo justo, pero se lleva los papeles de su gobierno, todas las constancias de un período en el cual habíamos estado en guerra casi permanentemente. Saldías empieza a escribir su historia argentina de cuatro tomos. En el primer tomo habla de Rivadavia que para él es un ídolo. El visionario en lucha contra los bárbaros salvajes del interior. Pero cuando llega a la época de Rosas, se vuelve rosista. Es decir, presenta la historia en base a documentos, como se había comprometido a hacer. Y en su ingenuidad, aunque esto habla de su honestidad intelectual, le envía el tomo a Mitre, su mentor y le dice “general, se ha cometido una gran injusticia contra este hombre porque no era lo malo que se nos dijo; tenía cosas malas y tenía cosas de patriota”. Y Mitre, que sabía perfectamente bien quién había sido Rosas, no tiene mejor método que apercibirlo o amonestarlo desde las páginas de su diario, que leía todo Buenos Aires. En una carta abierta dirigida a Saldías lo reprime como un maestro al alumno díscolo y le dice que hay cosas que no conviene revisar en la historia. En 1852 en Caseros se derribó la tiranía y, por si hubieran quedado dudas, en 1861, en Pavón, sus resabios quedaron definitivamente sepultados. Lo de Saldías deberíamos tenerlo mucho más presente.

 

— Hay que rescatarlo, está un poco olvidado.

 

— Sí. Cuando lo no podía creer lo que estaba viendo. En general uno ya tiene un posicionamiento y sale a la palestra a fundamentar y a documentar lo que uno piensa.

 

— Acá es al revés.

 

— Sí, Saldías es un ejemplo de alguien que, mientras va descubriendo los documentos, se va rectificando. Me encanta un personaje así.

LA EPOPEYA DE HIPÓLITO BOUCHARD

 


 y la increíble historia de cuando California fue argentina por una semana

 

Adrián Pignatelli

 

Infobae, 24 de Noviembre de 2022

 

El 24 de noviembre de 1818 se izó la bandera argentina en el fuerte de Monterrey gracias a la intrepidez del famoso corsario que dio la vuelta al mundo en el buque “La Argentina”, armado con 34 cañones

 

La ceremonia se repite invariablemente todos los 9 de julio desde 1983. En Bormes les Mimosas, un pueblito cercano a Saint Tropez, se canta el himno argentino en una plazoleta donde está el busto de uno de sus hijos, que se hizo conocido en la América y en los mares del mundo, Hipólito Bouchard.

 

Este marino, que se llamaba André Paul, que cambió por el de Hipólito -en homenaje a un hermano muerto- fue el responsable de que California fuese argentina durante una semana.

 

Era un francés irascible, de carácter fuerte y a veces intolerante, aunque de proceder justo y bondadoso. Cuando llegó a Buenos Aires por 1809 ya había peleado en el mar por su país natal. En 1811 fue uno de los protagonistas de la incipiente escuadra patriota que se había formado a los ponchazos. Incorporado al Regimiento de Granaderos a Caballo, su papel en el combate de San Lorenzo fue relevante. Mató al abanderado español y se apoderó del estandarte enemigo, al punto que José de San Martín lo destacó en el parte de batalla. “Y le arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipólito Bouchard”. Esta acción le valió que la Asamblea del Año XIII le otorgase la ciudadanía.

 

En 1812 se había casado con María Norberta Merlo Díaz, una porteña hija de un marino veterano de Trafalgar.

 

En septiembre de 1815 obtuvo la patente de corso, con la que comandó la corbeta “Halcón”, y con la que haría campaña junto al almirante Guillermo Brown. Como ayudante de piloto, nombró a Tomás Espora, un joven marino de 15 años que también haría historia.

 

Nuevamente en Buenos Aires, se propuso dar la vuelta al mundo y hostigar a los buques españoles que se le cruzasen en el camino. Así, en sociedad con el armador Vicente Anastasio Echeverría, armó “La Argentina”, un buque de 34 cañones, con los calibres que pudo encontrar en una Buenos Aires económicamente exhausta. Reunió 180 hombres, entre marinos e infantes.

 

El 27 de junio de 1817 zarpó de la Ensenada de Barragán y, entre sus papeles, llevaba varias copias de la declaración de la independencia. Puso proa al Atlántico, pasó por el cabo de Buena Esperanza, estuvo en Tamatave, Madagascar y ya en el Pacífico, cuarenta de sus hombres habían muerto víctimas del escorbuto, por la falta de frutas y verduras. Ante la desesperación, alguien propuso enterrar a los enfermos, dejando solo su cabeza descubierta. Que la tierra se ocupase de la cura. Algunos fallecieron pero la mayoría sobrevivió a ese extraño tratamiento.

 

Luego de una escala en Java, en la zona de Las Filipinas capturó 16 barcos mercantes y en marzo de 1818 rumbeó para las islas Sandwich, que luego cambiaría su nombre por la de Hawaii. En una de ellas, se sorprendió al saber que el rey Kamehameha I se había adueñado de la corbeta “Santa Rosa”, también conocida como “Chacabuco”. Su propia tripulación, amotinada, se la había vendido y muchos de ellos estaban desperdigados por la zona. Luego de una trabajosa negociación, Bouchard logró la devolución del buque -que así se incorporó a su campaña- y suscribió con el monarca local una suerte de tratado de unión para la paz, la guerra y el comercio, que algunos interpretan como el reconocimiento tácito de una nación extranjera a la independencia de las Provincias Unidas.

 

El 21 de octubre de 1818 partieron hacia California. El corsario ignoraba que un mercante español ya había llevado la alarma a la guarnición española cuando advirtió de la probable llegada de los corsarios rioplatenses.

 

La extensa bahía de Monterey cobijaba el Presidio Real de San Carlos y una aldea de unos 400 habitantes. Cuando el 20 de noviembre los buques corsarios aparecieron en el horizonte, el gobernador Pablo Vicente Solá ordenó evacuar a mujeres, ancianos y niños, tomó los caudales reales y puso prudente distancia de los atacantes, y esperó en el Rancho del Rey, actualmente la ciudad de Salinas. En la guarnición quedaron 65 soldados al mando del sargento Manuel Gómez a aguantar lo que se venía.

 

Bouchard ordenó al “Santa Rosa”, de menor calado que “La Argentina”, que se acercara a las murallas de la fortificación, a fin de hostigar las defensas y desembarcar. Pero el barco fue acribillado a disparos durante quince minutos y el teniente primero Guillermo Shepperd no tuvo más remedio que rendirse.

 

Llamó la atención que lo españoles no abordasen la nave rendida. Cuando el marino comprendió que no disponían de barcos para hacerlo, armó un operativo de rescate del barco -a merced del enemigo por la falta de viento- que se hizo exitosamente. Detrás de las murallas se escuchaba el festejo por el rechazo al ataque.

 

“Yo formé en este momento el designio de acabar con su alegría”, escribiría el francés. Y con 200 hombres, en la madrugada del 24 de noviembre, desembarcó a una legua del fuerte. Lo hizo en nueve botes y llevó un cañón. Los españoles que les salieron al encuentro no pudieron detenerlos y cuando escalaron los muros de la fortificación, los defensores huyeron despavoridos por el portón principal.

 

Se izó la bandera argentina y durante seis días, en los hechos fue territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se apropiaron del ganado que serviría como comida para el viaje; los animales que no pudieron llevar fueron sacrificados. Luego de liberar a los prisioneros, incendiaron el fuerte, la residencia del gobernador -que esperó inútilmente refuerzos- y las casas de los españoles. Por orden de Bouchard, tanto las iglesias como los domicilios de los americanos no fueron tocados. También inutilizaron los cañones.

 

El 29 dejaron Monterrey. Fueron al rancho El Refugio, cercano a Santa Bárbara, propiedad de la familia Ortega, contraria a los movimientos independentistas mexicanos. Nuevamente, se apropiaron de todo lo que pudieron llevarse y el resto lo quemaron y destruyeron. El 16 de diciembre, en San Juan de Capistrano, una misión fundada por el padre Junípero Serra en 1776, ofrecieron pagar por bolsas de papas, de trigo y por animales. Los españoles se negaron y escaparon luego de una breve resistencia. Los corsarios se reaprovisionaron de víveres y destruyeron las casas de los peninsulares.

 

Se movían rápido, porque en ese raid cuando las tropas españolas llegaban, las de Bouchard ya habían partido. El 17 de enero de 1819 bloquearon el puerto mexicano de San Blas y el 4 de abril atacaron El Realejo, un puerto clave del comercio español ubicado en la actual Guatemala. Finalmente, el 9 de julio de 1819, en el tercer aniversario de la independencia, Bouchard fondeó en el puerto de Valparaíso.

 

Lejos de ser recibido como un héroe, por orden del almirante Cochrane fue acusado de piratería y encarcelado. El 9 de diciembre de 1819 fue declarado inocente. Cuando recuperó sus barcos, éstos habían sido despojados de sus cañones, de sus velas y sus bodegas estaban vacías.

 

Quiso regresar a Buenos Aires, pero José de San Martín le pidió que se quedase unos meses en el Perú. En 1828 abandonó la marina y el congreso peruano lo premió con las haciendas de San Javier y San José.

 

Fue asesinado a cuchilladas el 4 de enero de 1837 por sus esclavos, cansados de los malos tratos de ese marino taimado que pasaría a la historia por hacer que California fuera argentina por una semana.

ALFONSO BORREGO

 


 el bisnieto del apache Gerónimo que dice que no hubo genocidio bajo el dominio español

 

Claudia Peiró

 

Infobae, 24 de Noviembre de 2022

 

Alfonso Borrego, bisnieto de Gerónimo, el legendario líder apache del que Hollywood se ha ocupado mucho y bastante mal, es un ardiente defensor del legado de la colonización española y del mestizaje étnico y cultural que la caracterizó.

 

Como historiador y como presidente de la Sociedad del Patrimonio Cultural del Camino Real de Tierra Adentro dedica buena parte de su tiempo a desmontar la Leyenda Negra de la Conquista. En una de esas charlas, Borrego habló del origen del Día de Acción de Gracias que se conmemora en los Estados Unidos todos los años, el tercer jueves de noviembre.

 

Borrego contó cómo fue el encuentro con los aborígenes de aquellos primeros colonos ingleses que llegaron a Plymouth Rock, en lo que hoy es Massachusetts, en 1620. La tribu local, los wampanoag, los ayudaron a sobrevivir, a superar el invierno, les enseñaron a cultivar. Los colonos les retribuyeron invitándolos a una comida que incluía el famoso pavo, hoy tradicional en esa fiesta. Una comida de celebración por las buenas cosechas y de agradecimiento.

 

Pero en esa región ya no hay indios a los que agradecer, explicó Borrego. “¿Dónde están los wampanoag?”, preguntó. “No hay ni uno, No hay. ¿Saben por qué? Porque la diferencia entre un inglés y un español es que los ingleses mataron a todos los indios”.

 

Alfonso Borrego hizo una comparación impactante: “Es muy fácil: si vas a los estados de nombre español, Montana, Colorado, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah [N. de la R: deriva de Yuta, pronunciación española de la palabra apache yudah], California, Texas, Florida; en esos estados están las reservaciones de los indios. Hoy. Pero no hay reservación en Iowa, Ohio, Alabama, Mississippi, North Carolina, Virginia… nada. ¿Saben por qué?”

 

El historiador tejano agrega algo que es evidente y que sólo está siendo negado por el indigenismo, cuya finalidad, antes que la defensa de los derechos de los pueblos aborígenes es buscar argumentos en el pasado para ahondar la fragmentación social y nacional en el presente: “Esa diferencia no es sólo en Estados Unidos. Vamos a las naciones de nombre español. México: ahí están los indios. Puedes irte a Centroamérica, Nicaragua, Belice, Panamá, Costa Rica; te puedes ir a Perú, puedes irte a Chile, puedes irte a Venezuela, Uruguay, Paraguay: están los indios. Puedes irte a Brasil, a Argentina, ahí están los indios. Puedes brincarte a Puerto Rico, a Cuba, ahí están. Puedes irte a República Dominicana, donde primero llegaron los españoles, ahí están los indios”.

 

¿Qué pasa en cambio en las zonas que fueron de dominio inglés o de otras potencias aparte de España? “Vamos a las Islas Vírgenes, Virgin Islands, ni un indio. Bahamas, ni un indio. Bonaire, ni un indio. Aruba, Jamaica, Islas Caimán”, enumera Borrego.

 

Su conclusión es lapidaria: “Donde estaban los ingleses, no hay ningún indio, esa es la diferencia. Y eso es lo que queremos decirle al mundo, abran los ojos: ¿quién mató a los indios? ¿Quién? Los ingleses. No los españoles”.

 

Sin embargo, está de moda en Estados Unidos voltear, decapitar o vandalizar estatuas de Cristóbal Colón. En algunos estados han cancelado los festejos por el Columbus Day (12 de octubre). En Argentina, la iconoclasia anti hispana promovida por las eternas usinas de la leyenda negra desembocó en el desplazamiento del monumento a Cristóbal Colón del predio de la Casa Rosada para disimularlo en la costanera.

 

Otro absurdo son los ataques contra la figura de fray Junípero Serra, el franciscano que creó las misiones en la costa oeste de los Estados Unidos y que dieron origen a las principales ciudades de esa región y por eso tienen nombres religiosos: San Francisco, San Diego, Santa Mónica, Santa Bárbara, Sacramento, Los Ángeles…

 

“Las tribus te dicen que los españoles cometieron muchas atrocidades y lo robaron todo, pero no tienen nada escrito, nada consistente, simplemente es una historia que está en la tradición oral y así se cuenta generación tras generación. Y la gente no piensa, no se hace preguntas, solo repite lo que ha oído”, dijo Alfonso Borrego, a la prensa española al participar en las jornadas sobre “Leyenda Negra. Fake news en la conquista española”, en Granátula de Calatrava (Castilla), el pasado 12 de octubre. En realidad, fueron los colonos estadounidenses, durante la expansión hacia el oeste, los que barrieron a los indios, explicó.

 

Borrego rechaza que los españoles deban “pedir perdón”. Y subraya una diferencia esencial entre la colonización española y otras: “Cuando los españoles llegaron aquí se mestizaron con los indígenas. Son dos culturas combinándose y creando cosas. Eso para mí es una cosa maravillosa y bonita”.

 

La sola existencia de las naciones hispanoamericanas, con su alta proporción de población mestiza e indígena, confirman lo que dice Borrego: “Realmente no hubo genocidio en los estados de nombre español, porque todavía están los indios. Si quieren decir que hubo genocidio en el resto de los Estados Unidos, díganlo, pero ¿quién fue? No estaban los españoles ahí”.

 

Como destaca la historiadora española María Elvira Roca Barea, autora de Imperiofobia y Leyenda Negra, los ataques de hoy en nombre del indigenismo van dirigidos especialmente contra figuras o símbolos del mundo hispanocatólico, mientras que no sucede lo mismo con los del protestantismo anglosajón que, en el caso de los indígenas de Estados Unidos, si de juicio retroactivo se trata, tienen mucha más responsabilidad en su triste destino. Sin embargo, de esos mismos sectores proviene la leyenda negra de la conquista española, que nació en el siglo XVI, en el marco de la sublevación protestante en los Países Bajos contra el dominio español, y desde entonces fue siempre promovida por los competidores coloniales de Madrid.

 

Fray Junípero Serra “nunca tuvo esclavos ni mató a nadie”, dice Roca Barea. Pero los españoles fueron y son señalados como chivos expiatorios de la exterminación de los indios.

 

“Si hoy California es la más poblada y rica de las regiones de Estados Unidos, debe reconocer su origen en Junípero Serra y admitir, como proclama el arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, que los verdaderos padres fundadores de Estados Unidos fueron católicos e hispanohablantes”, decía un artículo de Religión en Libertad (22/6/2022).

 

Por si no bastara con la evidencia presente, tenemos el testimonio, a fines del siglo XVIII, de Alexander Von Humboldt, el hombre que relevó la geografía y estudió la realidad social y demográfica de América y la comunicó a sus contemporáneos, desmintiendo los mitos que circulaban por toda Europa.

 

Entre 1799 y 1804, el prusiano Humboldt recorrió Venezuela, Cuba, Colombia, el actual Ecuador, Perú, México y los Estados Unidos de América del Norte.

 

Siendo director del Centro de Investigaciones hispanoamericanas de la Universidad de París X, Nanterre, el profesor Charles Minguet escribió, en La América de Humboldt: “En México, Humboldt cuenta 70.000 españoles puros, 1 millón de criollos considerados como blancos y un millón quinientos mil mestizos declarados (o sea el 25 por ciento)”.

 

A Humboldt le impresiona el desarrollo de las instituciones culturales españolas en América. Por ejemplo, dice Minguet, “nota que los establecimientos científicos y culturales de México (Colegio de Minería, Jardín Botánico, Academia de Bellas Artes, Universidad) son tan importantes como los de los Estados Unidos”. “Ningún gobierno europeo ha sacrificado cantidades más considerables para fomentar el conocimiento de las plantas, como el gobierno español”, dice Humboldt.

 

Pero Humboldt es, además, el primero en desmentir el genocidio indígena, dice Minguet: “Los datos esenciales que da Humboldt son (...) de tipo estadístico, y gracias a las cifras que produce, la Europa culta, ensordecida, durante todo el siglo XVIII, por los gritos de horror de los indianistas lacrimosos, se entera de que existen, en las posesiones españolas de América, 7 millones y medio de Indios, a los que cabe añadir 5 millones y medio de mestizos, sea un total de 13 millones de indios y mestizos o mulatos, que representan el 80 por ciento de la población total de Hispanoamérica”.

 

“Estas cifras -concluye Charles Minguet- significan que, a fines del siglo XVIII, la población amerindia había alcanzado o sobrepasado la cifra supuesta en vísperas de la Conquista. Si Humboldt no se olvida de subrayar las enormes pérdidas provocadas por los abusos de ciertos colonos y las enfermedades europeas importadas a América, es el primer europeo no español en anular la convicción de sus contemporáneos de una total destrucción de la población indígena por los españoles”.

 

Alfonso Borrego dice que es muy difícil desmontar las falsedades sobre la colonización española porque este relato anti hispánico está instalado en el sistema educativo en Estados Unidos. La realidad no es muy diferente en la Argentina, donde se está tratando de convertir en historia oficial la fake news del genocidio aborigen.