A TRIUNFAR O MORIR

 


el sacrificio de un gobernador en la Batalla de Pago Largo y la cruel matanza de los prisioneros

 

Adrián Pignatelli

 

Infobae, 31 Mar, 2024

 

Genaro Berón de Astrada intuyó que no regresaría vivo de la batalla. Este militar y político correntino de 38 años, algo retacón, robusto, de cabellera rubia y ojos azules vivía con sus hermanas Bernarda y Margarita en la casa paterna frente al río en la que años después sería la calle Plácido Martínez, en la ciudad de Corrientes. Antes de partir, encargó al artista Juan Francisco Paysen un retrato por si no volvía y así sus hermanas podrían tener aunque sea un recuerdo suyo.

 

Sabía que para Juan Manuel de Rosas era una piedra en un zapato. Como gobernador desde el 12 de diciembre de 1837, Genaro Berón de Astrada, para hacer frente a una difícil situación económica, había abierto los puertos correntinos al comercio y eso contrariaba a la política centralista de puerto y aduana única que desde Buenos Aires imponía Rosas. Cuando fue el bloqueo francés al Río de la Plata, Astrada envió emisarios para ponerse de acuerdo con esas fuerzas y con el general oriental Fructuoso Rivera para poder acceder a otros mercados.

 

Actuaría en consonancia con el santafecino Domingo Cullen quien, luego de fracasar en su intento de lograr un acuerdo entre Rosas y los franceses, intentó un arreglo unilateral con éstos últimos. Se valió de que, en el ínterin, la legislatura de su provincia lo había nombrado gobernador luego de la muerte de Estanislao López. Perseguido militarmente por Rosas y por el gobernador entrerriano Pascual Echagüe, debió huir y refugiarse primero en Córdoba y luego en Santiago del Estero. Ante la presión de Rosas, su gobernador lo entregó y enviado a Buenos Aires. Apenas estuvieron en territorio bonaerense, Cullen fue fusilado al pie de un ombú.

 

Faltaba arreglar cuentas con Berón de Astrada, quien actuaba en la misma sintonía que Cullen y ya había establecido contacto con los unitarios exiliados en Montevideo.

 

Rosas envió al gobernador Pascual Echagüe a someterlo. Echagüe, de 41 años, era un fiel aliado al gobernador bonaerense que además manejaba las relaciones exteriores que había asumido como gobernador en marzo de 1832 y que, gracias a su buena gestión, había sido reelecto en dos oportunidades.

 

Le tocó encabezar las fuerzas que debía reprimir a los correntinos, quienes se habían pronunciado contra Rosas el 28 de diciembre de 1838 y habían osado declararle la guerra.

 

El gobernador correntino estaba en apuros. El oriental Rivera no había cumplido su palabra de enviarle cuatro mil hombres para engrosar sus filas, que estaban conformadas mayoritariamente por gauchos e indígenas con poca experiencia militar. Uno de los pocos oficiales valiosos con los que contaba era el coronel Manuel Olazábal, quien se había formado con San Martín y sus granaderos. Era su jefe de estado mayor.

 

Echagüe iba al frente de 6000 hombres, la mayoría de ellos de caballería y un par de piezas de artillería. Estaba urgido para evitar que Berón de Astrada se uniese con sus aliados de Montevideo. Los correntinos contaban con 4500 jinetes y unos 500 infantes.

 

Luego de algunos movimientos de sus tropas, Berón de Astrada esperó a Echagüe a orillas del arroyo Pago Largo, al sur de Curuzú Cuatiá.

 

La batalla fue el domingo 31 de marzo de 1839. Berón de Astrada recorrió la primera línea de sus hombres arengándolos. En un principio, los correntinos lograron golpear primero cuando su infantería desarmó el centro de Echagüe, pero la experiencia de la caballería entrerriana, comandada por Justo José de Urquiza, fue la que volcó la suerte de la batalla cuando arremetió con fiereza en uno de los flancos de las fuerzas correntinas.

 

Cuando el resultado era inevitable, a Berón de Astrada le habría propuesto retirarse del campo de batalla, pero se negó. Que él había ido a triunfar o a morir, dicen que respondió. Otros sostienen que en su huida su caballo terminó boleado. Terminó con 17 heridas de lanza cuando estaba en tierra. Los enemigos se ensañaron con su cuerpo, que habría sido desmembrado. Una leyenda asegura que un entrerriano le quitó una lonja de piel de su espalda desde el cuello hasta el muslo, con la que mandó a hacer una manea.

 

La pérdida de documentación y de partes de batalla dieron lugar a que la falta de información se complementase con historias incomprobables. Un cura se apiadó de los maltratados restos de Berón de Astrada y los rescató del campo de batalla.

 

Pero el drama no había concluido. En el campo quedaron 1900 muertos correntinos y casi un millar de derrotados se internaron en el monte para esconderse y escapar de la furia de los vencedores. Durante dos días los entrerrianos se ocuparon de llamarlos, hablándoles en guaraní para parecer amistosos. En definitiva, muchos de los que habían peleado para Berón de Astrada no lo habían hecho del todo convencidos por sus simpatías federales.

 

Cuando finalmente reunieron a los fugitivos, cerca de 800 terminaron degollados, mientras una banda militar tocaba sin parar para ahogar los gritos de los que se enfrentaban a la muerte. El que salvó su vida de milagro fue Olazábal, quien había huido del lugar a todo galope.

 

Rosas mandó acuñar medallas para los vencedores y la legislatura entrerriana una especial para Echagüe.

 

De noche, por temor, el sacerdote entró a la ciudad de Corrientes. Junto a las hermanas del muerto, acomodaron sus despojos en un ataúd y, lejos de miradas indiscretas, lo enterraron en la tumba de la madre María Paula, que había fallecido en noviembre de 1837. Antes de colocarlo en el ataúd, cortaron pequeños mechones de su cabello. Actualmente sus restos descansan en la Catedral de Corrientes.

 

Para el fin del siglo XIX, solo quedaban escasísimos sobrevivientes de aquella batalla. Uno era Juan José Urquiza, un esclavo africano que había sido criado por los Urquiza, y Victorio Gauna, un carpintero que ese campo regado en sangre de Pago Largo se juramentó que algo haría para honrar la memoria de los correntinos que allí habían caído si vivía para contarla. Cuando Rosas había caído, construyó una cruz usando madera de ñandubay. Era de unos cuatro metros de alto y la clavó en el lugar donde los prisioneros habían sido ejecutados. Colocó la leyenda “Aquí yacen las cenizas de las víctimas de Pago Largo, el día 31 de marzo de 1839, a cuya memoria dedica este recuerdo su compañero Victorio Gauna”.

 

Gauna falleció el 24 de agosto de 1899 y esa humilde cruz quedó como un triste recuerdo de una guerra civil donde lo único que lograron fue la de matarse entre hermanos.

CORNELIO SAAVEDRA

 


 el rico comerciante que se negaba a ser el presidente de la Primera Junta y su triste final

 

Adrián Pignatelli

 

Infobae, 29-3-2024

 

Había sido uno de los comerciantes más ricos de Buenos Aires, el elegido casi por aclamación por los propios soldados para que fuera el jefe de los Patricios y también el poderoso presidente de la Primera Junta. El destino se empeñó en ponerlo en la impensable situación de cruzar la cordillera a las apuradas tanto a la ida hacia Chile, cuando era perseguido por las autoridades porteñas, como a la vuelta, cuando lo buscaban los españoles para fusilarlo.

 

Cornelio Judas Tadeo de Saavedra nació en Potosí el 15 de septiembre de 1759 en el seno de una familia de la elite local que, cuando contaba 8 años, todos se mudaron a Buenos Aires. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego se dedicó al comercio. Tenía 28 años cuando se casó con María Francisca Cabrera, su prima hermana y cuando ésta falleció, volvió a casarse en 1801 con Saturnina Bárbara de Otárola y de Rivero, de 29 años, hija del coronel José Antonio de Otárola, un rico comerciante. Con ella tuvo siete hijos, tres de los cuales fallecieron de corta edad.

 

Ocupó diversos cargos en el cabildo, como alcalde de segundo voto y juez de menores.

 

Tenía 49 años cuando tuvo el honor de ser elegido, por los propios soldados, como jefe de la Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires, una unidad de milicia urbana creada a instancias de Santiago de Liniers luego de que los criollos echasen por primera vez a los ingleses de Buenos Aires. En sus memorias, admitió que ese fue el origen de su carrera militar.

 

El 18 de mayo de 1810 estaba en San Isidro cuando recibió una esquela del sargento mayor de Patricios Juan José Viamonte, instándolo a que fuese a la ciudad lo más rápido posible: se había conocido la noticia de que había caído la Junta de Sevilla, la última resistencia a la invasión francesa y España estaba en poder de Bonaparte.

 

En la casa de Viamonte acordaron que el momento había llegado. Se le encomendó que, junto a Belgrano, fueran a solicitarle a Juan José Lezica, alcalde de primer voto y a Julián de Leyva, síndico procurador, para que convocaran a un cabildo abierto. Los funcionarios vieron que ambos hablaban en serio y dieron curso al pedido.

 

Pero el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, con el propósito de estirar lo máximo posible lo inevitable, pidió conocer la opinión de todos los jefes militares antes de firmar la autorización. En la reunión celebrada al día siguiente a las siete de la tarde, el virrey les dijo que en la península aún no estaba todo perdido y quería saber si contaba con el apoyo de las armas, tal como lo habían hecho con Liniers en 1809. Como nadie hablaba, Saavedra le respondió que las épocas eran distintas, y que si bien aún resistían Cádiz y la isla de León, el jefe de los Patricios afirmó que no querían ser dominados por los franceses y que deseaban ejercer el derecho de gobernarse por ellos mismos, y que como el rey español estaba preso de Napoleón el virrey dejaba de tener autoridad. Cerró diciendo que no contase con los Patricios. Cisneros debió ceder.

 

El cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 dispuso la separación del virrey y, luego de intentos de los españoles en armar una junta de cinco miembros con mayoría española, el 25 se conformó lo que pasó a la historia como la Primera Junta.

 

Cuando se lo propuso como presidente, intentó excusarse. No quería aparecer que había participado de semejante movimiento solo por interés propio, pero sus compañeros de ruta insistieron. Se cuenta que era el miembro de la Junta con mayor fortuna personal. Vivía en la actual calle Reconquista, entre Corrientes y Lavalle.

 

En la Junta no todos vieron con buenos ojos que Saavedra se moviera con el carruaje que había pertenecido al virrey Cisneros, y se quejaban de la diferencia de sueldos. Mientras don Cornelio, que se hizo ascender a brigadier ganaba 8 mil pesos, los otros percibían tres mil. Hubo otros, como Azcuénaga, que donó su sueldo, así como hizo con los anteriores puestos que había ocupado en el Estado y Belgrano pidió rebajarse el suyo. Además no caía bien que su esposa se moviera por la ciudad con escolta militar.

 

Francisco Javier de Elío, el último virrey del Río de la Plata, dijo sobre Saavedra que era “un zorro astuto” y que encubría “la ambición más desenfrenada”.

 

El 11 de junio el moderado presidente fue nombrado brigadier y contó con el apoyo de la mayoría de los diputados del interior, a quienes conocía a partir de sus vínculos comerciales. Cada vez era más notorio el contraste con la posición más radical de Moreno y Castelli.

 

Aborrecía tanto los que sostenían los principios de la Revolución Francesa como los que eran afectos a una alianza con los británicos. La grieta no demoró en profundizarse con el sector morenista. Aludía al secretario de la Junta como “el malvado Robespierre”.

 

El festejo en el cuartel de Patricios por el triunfo de Suipacha fue otro detonante. En el banquete, el capitán Atanasio Duarte, un poco pasado de copas, tomó una corona hecha de azúcar y declaró a Saavedra algo así como emperador de América, lo que llegó a oídos de Mariano Moreno y disparó el famoso decreto de supresión de honores, que ponía en un mismo nivel de igualdad a todos los miembros de la junta, el mando militar del presidente pasaba a todo el gobierno, se excluía de cualquier privilegio a las esposas de los miembros del cuerpo gubernativo, y al infeliz de Duarte que, seguramente cuando se le pasó los efectos del alcohol, no recordaría lo que había dicho, se lo condenó a destierro.

 

La incorporación de los diputados del interior al gobierno motivó la cerrada oposición de Moreno, quien sostenía que debía respetarse que dichos representantes debían ejercer labores legislativas, como había sido acordado. En la sesión del 18 de diciembre, la mayoría de la junta votó su incorporación al gobierno. Moreno estaba en minoría, ya que Belgrano y Castelli estaban en campaña. El secretario renunció y en misión diplomática a Gran Bretaña, encontró la muerte en alta mar.

 

Los morenistas no se dieron por vencidos, formaron la Sociedad Patriótica y French y Beruti, al mando del regimiento de la Estrella, idearon un golpe que fue descubierto y desbaratado por las fuerzas militares la noche del 5 de abril de 1811, cuando Joaquín Campana y el alcalde Tomás Grigera movilizó a la plebe, provocando el fracaso del golpe. Todos los morenistas fueron destituidos y se creó un Tribunal de Vigilancia para perseguir a los opositores.

 

Saavedra aseguró que, si bien se mantuvo al margen de estos sucesos, fue el principio del fin de su carrera política. Quiso renunciar, pero no lo aceptaron. El 20 de agosto lo enviaron al norte a hacerse cargo del ejército que había sido derrotado en Huaqui y cuando llegó a Salta se enteró de la disolución de la Junta, que Pueyrredón había sido nombrado jefe del ejército y que él era desterrado en San Juan.

 

Los morenistas lo tenían en la mira. El Primer Triunvirato lo encerró y la Asamblea del Año XIII lo sometió, junto a otros compañeros de ruta, un juicio de residencia. Le costó hallar quien pudiera representarlo. Lo acusaban de querer ejercer el poder total y de una supuesta connivencia con los españoles. No fue incluido dentro del perdón dictado por Gervasio Posadas el 5 de febrero de 1814 y decidió escapar a Chile junto a su hijo de diez años y se estableció en Coquimbo. El cruce fue desesperado y estuvieron a punto de morir congelados. En el país vecino fue considerado un asilado político mientras en Buenos Aires continuaba su juicio, se pedía un escarmiento y ni medio miramiento de piedad.

 

La mala suerte lo acompañaba. Luego del desastre de Rancagua del 1 y 2 de octubre de 1814, cuando los realistas recuperaron Chile, pretendieron encerrarlo y juzgarlo sumariamente. Sabía que si permanecía en el país terminaría frente a un pelotón de fusilamiento.

 

Fue su esposa Saturnina quien le suplicó a José de San Martín, gobernador de Cuyo, que ayudase a su marido a volver. San Martín, haciendo caso omiso al gobierno porteño, lo ayudó y lo confinó nuevamente en San Juan.

 

En 1815 se reunió con el director supremo Carlos María de Alvear y lo único en que insistió fue en su rehabilitación. Cuando consiguió que le devolviesen el grado militar y los honores perdidos, el nuevo director Alvarez Thomas se los quitó. Recién en 1818 se lo declaró inocente, se le devolvió el grado de brigadier general y se dispuso una indemnización.

 

Volvió al ruedo aplicando un plan para controlar a los indios ranqueles y cuando su antiguo compañero Martín Rodríguez asumió como gobernador, en 1822 pidió el retiro, aunque cuando estalló la guerra contra el Brasil ofreció sus servicios, pero lo rechazaron por su edad.

 

En su estancia de Zárate “Rincón de Cabrera”, herencia de su suegro, se dedicó a trabajar la tierra y a escribir sus memorias. Un ataque al corazón lo sorprendió la noche del 29 de mayo de 1829. Su viejo subordinado Viamonte, gobernador de Buenos Aires, dispuso que fuese enterrado en el cementerio de la Recoleta con honores, y sus memorias -dedicadas a sus hijos- fueron depositadas en la biblioteca pública.

 

Cuando se levantó un monumento a su memoria, se lo instaló en la plaza Primera Junta. Un ilustre descendiente, Carlos Saavedra Lamas -premio Nobel de la Paz 1936- movió sus influencias para que fuera trasladado a la céntrica esquina de Callao y Córdoba, donde ya estaba la estatua de Azcuénaga quien, de buenas a primeras, lo llevaron al pedestal que Saavedra había dejado vacío.

 

Así moría el viejo comandante de Patricios que, cuando asumió al frente de la Primera Junta, lo hizo con la justificación de otros habían querido que fuera presidente.

RECREAR LA HISTORIA

 

 para honrar el pasado

 

Mariana Badeni

 

La Prensa, 26-3-2024

 

La Asociación Civil Americana de Recreacionistas Históricos está conformada por decenas de aficionados. Con pasión y amor, replican grandes batallas de San Martín y Belgrano.

 

La Recreación Histórica es una actividad que busca representar de manera auténtica un evento significativo del pasado, en el cual un grupo de personas encarna los roles y escenas pertinentes. Este ejercicio pretende honrar la memoria de aquellos que sacrificaron sus vidas por la Patria, empleando equipos y elementos históricos a fin de recordar con fidelidad los acontecimientos relevantes para la comunidad.

 

“Buscamos traer la historia a la vida y también difundir hechos de nuestro pasado. Es una forma de ponerse en los zapatos de quienes vivieron otras épocas. No solamente se replican vestimentas, sino también elementos de trabajo y armas de guerra”, resaltó a La Prensa Alberto Buchanan, fundador y apoderado de la Asociación Civil Americana de Recreacionistas Históricos (ACARHi), una entidad conformada por más de un centenar de integrantes de diferentes agrupaciones.

 

Descendiente de inmigrantes escoceses que llegaron a la Argentina a mediados del siglo XIX,  Buchanan participa desde hace muchos años en la recreación de batallas históricas. “La Guardia Escocesa de Buenos Aires es un cuerpo de ceremonial para actuar en las embajadas de Nueva Zelanda, de Australia, de Canadá y de Gran Bretaña cuando vienen jugadores de fútbol, equipos de rugby, entre otros visitantes. Dentro de la iglesia escocesa se había creado este cuerpo ceremonial”, señaló el historiador.

 

Luego agregó que “el Ejército Argentino vio que había un cuerpo de ceremonial escocés y ellos hacían las recreaciones históricas sin enemigo que los enfrentara. Entonces nos pidieron si podíamos empezar a participar con la ropa británica y escocesa en los eventos históricos que desarrollaban en el Cabildo. Así empezamos a colaborar”.

 

De esta manera fue “primero la guardia escocesa, después la Banda de Gaitas de la Ciudad de Buenos Aires y los blandengues de Barragan. Luego siguieron los Corsarios del Plata y así se fueron sumando muchísimos entusiastas que representaban regimientos criollos. Hoy debe haber 40 grupos o más, porque de cada unidad se fueron separando y creando nuevas formaciones, ya no tan grandes como antes sino de 8 a 16 personas. Tenemos Húsares de Quilmes, se han sumado algunos participantes de Entre Ríos, Santa Fe, Mendoza, entre otras provincias. También se ha hecho algún intercambio con Chile, con Uruguay siempre se van sumando. El Ejército Argentino nos ha ayudado mucho, sobre todo el Regimiento de Patricios”.

 

DETALLES

Por otra parte, el entusiasmo por replicar detalles de la vestimenta de la historia argentina motivó que “en muy poco tiempo se perfeccionó y se empezaron a emular los uniformes de 1806 y 1807.Tuvimos la ayuda de la sastrería militar donde se hicieron muchos uniformes británicos y los escoceses de aquella época. Además, replicamos las armas que se usaban en aquella época”.

 

La dedicación con la que los aficionados replican ellos mismos los uniformes sólo se puede entender por el entusiasmo con que participan en cada encuentro. “Cuando se ve a los recreacionistas hay que pensar que su vestimenta, más las armas, tiene un valor de arriba de 1 millón y medio de pesos como mínimo”, señaló el especialista que recalcó las armerías argentinas que han “logrado un gran detalle. Osvaldo Gatto logró fabricar la primera réplica de un arma de un prócer argentino, nada menos que la de Manuel Belgrano. Sólo hay una diferencia de 22 gramos con la original”.

También en los eventos se suman grandes cañones que emulan a los de 1800 “que se tiran con pólvora negra que lo único que hacen es ruido”.

 

HAZAÑAS

Más allá de estos detalles estéticos, los recreacionistas viven en carne propia situaciones similares a los verdaderos soldados. “Creemos mucho en los héroes y en todo el esfuerzo que hicieron. Si uno se pone el uniforme y ve lo que cargaban para lograr un fin en aquella época, se toma conciencia de la hazaña que realizaron con tan pocas ventajas como las que tendríamos hoy en la vida moderna. Uno no tiene idea del martirio que era para esta gente poder ir a defender un territorio, porque el peso del mosquete, un sable, los cinturones, los gorros, sombreros o morrones y las cartucheras con las municiones, entre otros elementos, son kilos que había que ir cargando mientras caminaban durante días. Nosotros lo comprobamos, por ejemplo, tres días en Ensenada de Barragán mientras hacíamos en un encuentro recreaciones, acampando e intentando replicar lo más cercano a lo que ellos vivieron y, realmente, fue durísimo”.

En tanto, la fecha del 31 de julio se celebra como Día del Recreador Histórico en homenaje a San Ignacio de Loyola, primer general español de la Compañía de Jesús. El motivo de esto es que fue quien se dedicó a hacer una rigurosa reconstrucción en vivo de un hecho histórico.

 

ENCUENTROS

La participación en un recreación histórica se realiza sólo por invitación. A veces son emitidas para participar en museos o cementerios cuando se quiere homenajear a un prócer o figura histórica de importancia.

 

Pero también se desarrollan en mega eventos como las réplicas por las invasiones inglesas o de la época de la independencia.

En el mes de mayo el Regimiento de Patricios organiza en su playón un encuentro destinado a las escuelas en que se organizan réplicas de batallas famosas de la historia del país. “Son invitados cerca de 7.500 chicos y desfila la Banda Militar Tambor de Tacuarí del Regimiento de Patricios. Después hacemos una recreación histórica entre los soldados verdaderos y nosotros que participamos, a veces, en los dos lados. En mi caso sólo lo hago en el ejército escoses. Las armas son casi el 95% copias fieles de aquella época y el humo y estruendo que sale de los cañones les encanta a los chicos”.

 

En ese evento el vínculo que se crea con los pequeños observadores provoca muchas emociones en los recreacionistas. “Poder hablar con los chicos y contarles historias sobre lo que hacemos es muy conmovedor. Somos todos apasionados de la historia argentina y tratamos de transmitir desde lo que hemos aprendido y leído, no de libros de historia, sino de relatos de viajeros que son los que mejores relatan los acontecimientos de la época. Nosotros no queremos tener una mirada política y la mayoría de los historiadores la tuvieron”, concluyó el especialista que en su vida laboral es maestro mayor de obra, pero con una profunda vocación por la historia argentina.

LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA


 según la visión de Rosas desde su exilio en Southampton

 

POR PABLO A. VÁZQUEZ

 

La Prensa, 13.03.2024

 

La figura de Juan Manuel de Rosas ha tomado algún protagonismo en estos días, sea por las referencias negativas que el actual presidente de la Nación realizó sobre él en los finales de la campaña electoral con vistas al balotaje; los módicos debates surgidos por notas y declaraciones de una prestigiosa historiadora realizando una comparación del estilo de gobierno del Restaurador con estos primeros tres meses de gestión del primer mandatario argentino; y su invisibilización en el promocionado ‘Salón de los Próceres’ en la Casa Rosada, donde por iniciativa de la Secretaria General de la Presidencia, la señorita Karina Milei, se trocó el destino del ‘Salón de las Mujeres’y se lo reperfiló para que sólo aparezcan varones ilustres y destacados de nuestra historia, hecho realizado simbólicamente el 8 de marzo pasado, fecha del Día Internacional de la Mujer, y donde expresamente no se incluyó al primer Jefe de la Confederación Argentina.

 

CONFLICTO BELICO

 

Aprovechando esas circunstancias, y ante un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Juan Manuel de Rosas, acontecido el 14 de marzo de 1877 en Southampton, Inglaterra, traigo al presente las opiniones del jefe federal exiliado en Gran Bretaña sobre el desenlace de la guerra franco-prusiana. Conflicto bélico del siglo XIX, de enorme importancia para entender los sucesos que cambiaron el equilibrio de poder en Europa y desencadenarían con los años la Primera Guerra Mundial, se desarrolló entre 1870 y 1871, con la consiguiente derrota francesa, decantándose en el fin del Segundo Imperio y el inicio de la Tercera República, y la victoria del Reino de Prusia, la que se patentizó en la culminación de la unidad alemana bajo su mando y en la instauración del Imperio Alemán (Segundo Reich), con el mando del Kaiser Guillermo I, proclamado -para humillación francesa- en el salón de los Espejos del palacio de Versalles, y la muñeca política de su Canciller Otto Von Bismarck.

 

LAS CARTAS

 

Rosas siguió de cerca el desenlace de dicha conflagración, tal como se lee en las cartas que remitió en esos años a Josefa ‘Pepa’ Gómez. Según Raúl Fradkin y Jorge Gelman en ‘Juan Manuel de Rosas: La construcción de un liderazgo político’ (2015): “Josefa Gómez, amiga de la familia y fidelísima admiradora del gobernador caído en desgracia, fue una de las pocas personas que sostuvieron una correspondencia asidua con él hasta su muerte, así como organizó la recolección de la ayuda que algunas personas enviaban a Rosas desde Buenos Aires”.

 

Según lo investigado por Andrea Reguera en ‘Las relaciones epistolares de Juan Manuel de Rosas en el destierro (1852–1877): amistad, abandono y lamento’ (2016): “María Josefa Gómez conoció a Juan Manuel de Rosas a través de su hija Manuelita, de la que si bien fue amiga nunca formó parte de su círculo íntimo. Nacida en la ciudad de Buenos Aires, provenía de una familia de origen español. Era propietaria de varios establecimientos de campo... Estuvo casada con Antonio Elías Olivero, comerciante, quien murió asesinado en 1839. Al enviudar, se fue a vivir, como ama de llaves, a lo de Felipe Elortondo y Palacio, deán del Cabildo Eclesiástico Metropolitano, diputado de la Sala de Representantes (1831 -1838 y 1839 - 1851), director de la Biblioteca Pública, administrador de varias parroquias vacantes, como la de San Ignacio, párroco de La Merced y canónigo de la Catedral…”.

 

Volviendo al intercambio epistolar, el Caudillo de Los Cerillos, en carta del 2 de marzo de 1871, fechada meses antes de la firme del Tratado de Fráncfort del 10 de mayo de ese año que patentizaría el fin de la guerra, le escribirá a Pepa Gómez: “Triste: verdaderamente triste es considerar que las desgracias presentes sean causadas por los funestos errores y descuidos de los primeros hombres de las naciones de la civilización, incluso los de la Corte de Nuestro Santo Padre… Los verdaderos interesados no son Prusia, ni Francia. Son la Religión, la humanidad, la civilización, la paz y el porvenir de las Naciones de la Cristiandad”.

 

CONTRA EL KAISER

 

Seguidamente arremete contra el Kaiser: “Su Majestad, el Rey Guillermo, con su ministro, sigue su camino de Ambición, embriagado en sus triunfos, con la cabeza desnuda de toda sana razón. Así, no conoce, el mal que se hacen, y hacen a las Naciones de ambos Mundos, al someter, y apocar la Francia, y crearse un poder tan terrible, tanto más, al aceptar la Soberanía Imperial de Alemania… Así, pues, será perdido, como su primer Ministro (Bismarck), según lo enseña la Historia se perdieron todos los hombres que se han encontrado en casos parecidos”.

 

Resultó paradójico que la otrora adversaria de Rosas, tanto en el bloqueo francés (1838–1840) efectuado contra el puerto de Buenos Aires, como en la intervención armada junto a fuerzas británicas que desencadenaron la guerra del Paraná (1845 – 1846), cuente con la piedad del exiliado y condene la actitud prusiana.

 

SU POSTURA

 

También es crítico del discurso de S. M. la Reina Victoria, la que aceptó la situación impuesta por el Kaiser, al que felicita por su coronación como Emperador. Rosas señaló que “la trama armada por Mr. Bismarck, de orden de su soberano, de acuerdo con el de Rusia, ha dado por resultado la reunión de la conferencia en Londres, (por los representantes de los Gobiernos que firmaron los tratados en 1856)”, -refiriéndose el Restaurador a las naciones firmantes de los documentos que pondrían fin a la guerra de Crimea y el reordenamiento geopolítico europeo-, sumándose “la indicación al gobierno Norteamericano en las actuales circunstancias, de una comisión mixta, que arregle las muchas cuestiones, que aún siguen sin resolución…”.

 

Rosas advierte que “la opinión del Pueblo Británico en contra de los procederes de S. M. el Rey Guillermo y en favor de la Francia, está ya pronunciado desde que aquel Soberano habiendo obtenido victorias… siguió la guerra, hasta humillar, y apocar de todo punto, el poder de la Francia”. Suma una nota de igual tenor del 8 de marzo de 1871, donde lamenta el destino de la ‘Asamblea en París’, que tendrá repercusiones en Europa y América, ya que “no debemos, no podremos olvidar, con la concurrencia del amor a la paz en el equilibrio de las naciones. Sí: otra vez; y así únicamente aseguremos sus libertades, y derechos”. Para luego, el 11 de septiembre de ese año, protestar sobre las acciones contra la religión de la “república” francesa, el accionar de la “Sociedad Internacional de Trabajadores” que “proclama en alto, los principios sin ejemplo anárquicos de rebelión”, y el “incendio en París”, ya que la preocupación de Rosas se dirigió a los efectos de la Comuna de París, del 18 al 28 de mayo de 1871, y sus efectos “socializantes” y “anárquicos” del orden de la época.

 

LOS ULTIMOS DIAS

 

En una nota pasada rescaté una nota del último mes de 1969 de la revista ‘Panorama: Testigo de nuestro tiempo’, donde en su edición N° 136 en los primeros días de diciembre publicó: ‘Los últimos días de Rosas: exclusivo desde Southampton’, como nota de tapa, con una imagen de la tumba del Restaurador y un relato a cargo de su corresponsal Tomás Eloy Martínez, quien un par de años después dirigirá dicha publicación. Dicha crónica señaló que Rosas fue un anciano quejoso de su pobreza, y que sólo le interesó las faenas rurales, reclamar por sus bienes confiscados y redactar en infinitas versiones su testamento.

 

Sin embargo a través de testimonios de visitantes a su propiedad y de las cartas que el remitió a Josefa Gómez y otros personajes de su entorno, se descubre que estuvo muy al tanto de la situación política rioplatense, analizándola desde su experiencia como jefe de la Confederación Argentina, y de los sucesos que se desarrollaron en el viejo continente, ya que fue un lector perseverante lector de los periódicos londinenses, al punto que no perdió oportunidad de verter sus opiniones políticas ante el cardenal Wiseman y el primer ministro Lord Palmerton, en especial sobre las consecuencias políticas de la guerra franco-prusiana.

 

 

Pablo A. Vázquez

*Licenciado en Ciencia Política; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.

SE CUMPLEN 245 AÑOS

 

 del natalicio del General José de San Martín y Matorras

 

POR GABRIEL CAMILLI

 

La Prensa, 25.02.2024

 

El General José de San Martín, hijo de José Francisco de San Martín y Matorras y nacido el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú (Virreinato del Río de la Plata, Imperio Español) es el héroe de la historia argentina, que lo ha proclamado padre la patria, es el vencedor de una campaña ejemplar, la de los Andes, que lo colocó en la cúspide de la historia militar del continente y le permitió llegar a ser el Libertador de tres naciones.

 

“Sabemos que la Iglesia nos coloca a los santos delante de la vista, como intercesores –afirma el P. Alberto Ezcurra–.  Es decir, son amigos de Dios en el Cielo que le ruegan a Dios por los que aquí en la tierra todavía estamos en lucha y en camino.  Pero sobre todo cuando la Iglesia canoniza a los santos, nos pone a los santos como ejemplos, los pone como modelos de vida.  (…). Pues bien, lo que pasa con los santos de la Iglesia, pasa con los héroes de la Patria.  Los héroes no están solamente para que nosotros los recordemos y les rindamos homenaje, o dediquemos a su memoria discursos que tantas veces son palabras huecas, palabras vacías.  Los héroes están puestos también como ejemplo y como modelo de la vida.  Son los dos ejemplos que puede tener el hombre y el cristiano: el santo y el héroe.”

 

El héroe es el resumen de todas las virtudes humanas, del coraje, del heroísmo, de la generosidad, del desinterés, del servicio del Bien Común.  El santo es el resumen de las virtudes divinas, de las virtudes sobrenaturales, de las virtudes teológicas.  No son dos cosas separadas, porque ser santo es heroico. El héroe cristiano también es santo.  Aun cuando en su vida se haya dedicado al servicio de valores humanos, como la justicia, como la verdad, como la familia, como la Patria, si lo ha hecho con espíritu cristiano, en esos valores él estaba sirviendo a Dios.

 

Nos dice el Grl Diego Soria “El general San Martín fue un conductor militar excepcional, y cuando las circunstancias lo obligaron a ejercer el gobierno se mostró como un gran estadista. Pero si hay algo que debemos resaltar es su ética. Fue un hombre virtuoso, con una total armonía entre su conducta pública y su vida privada. Y en esto, sin duda, tuvo gran influencia la educación y el ejemplo que recibió en su hogar”.

 

Para conocer en profundidad a un personaje, es necesario penetrar en su genealogía.

 

Para cumplir este cometido, emprendimos un viaje para conocer los orígenes del Libertador. Visitamos Cervatos de la Cueza, un municipio​ y localidad española de la provincia de Palencia, en la comunidad autónoma de Castilla y León. Juan de San Martín, el padre del Libertador, nació el día 3 de febrero de 1728 en esta localidad de Castilla la Vieja. Era hijo de Andrés de San Martín y de Isidora Gómez. Ellos conformaban una familia hidalga de clase media cuya casa se conserva en el número 27 de la calle Las Solanas de Cervatos de la Cueza, conocida actualmente como Casa-museo del General San Martín. Se destaca la sala de honor. Allí se guardan recuerdos y testimonios de la amistad de España con la República Argentina.

 

Creemos que el padre del héroe de nuestra patria es digno de ser conocido. Don Juan de San Martín fue un labrador nacido en un hogar hidalgo, pero humilde. La historia de España fue hecha por hidalgos humildes y dignos. De esa estirpe fueron los conquistadores que llevaron a cabo una de las hazañas más grandes de la historia: integrar el Nuevo Mundo a la cultura europea y a la fe de Cristo. Don Juan de San Martín se convirtió en soldado e inició su carrera militar en el nivel más bajo del escalafón. Con honrada ambición y afán de gloria, como lo mandaban las ordenanzas, logró llegar a oficial y alcanzar la jerarquía de capitán. Su actuación en territorio americano fue administrativa con espíritu castrense. Es importante destacar, en su trayectoria, su aporte a la preparación de la defensa del Virreinato a través de sus dotes de organizador e instructor de milicias, cualidades que heredó su hijo, el Libertador.

 

Todo esto esta excelentemente relatado en un libro de un camarada, el Tcnl Daniel Castiglioni, Juan de San Martin, un Capitán del Río de La Plata (EUDE, Buenos Aires, 2018). Allí nos cuenta: “Debemos considerar que se desempeñó permanentemente en la conflictiva frontera con el Brasil, desde donde los portugueses presionaban para extender sus dominios hasta el Río de la Plata. “

 

En Cervatos de la Cueza fuimos recibidos por la alcaldesa María Inmaculada Malanda Fernández quien muy gentilmente nos mostró el patrimonio cultural que hermana a España y Argentina.

 

Vistamos el exterior e interior de la Casa de la familia San Martin, dos torres de ladrillo de las antiguas iglesias parroquiales de Santa Columba y San Miguel (de estilo mudéjar), la Iglesia parroquial de Santa Columba y San Miguel, de estilo colonial (Construida en el Siglo xx bajo el patrocinio de la República Argentina, en honor al General José de San Martín)​

 

Visitamos la “Casa del General San Martín”, donde nació Juan de San Martín, padre del Libertador. Fue declarada bien de interés cultural en el año 2000 y se convirtió en museo. El 17 de agosto de 2021 se inauguró en su interior el primer Patio Federal Argentino en el mundo, un espacio que cuenta con los escudos de todas las provincias y de la República Argentina.

 

Participamos de la celebración de una Misa con las imágenes de San Roque y de la Virgen de Luján traída de un monasterio cercano. “Pedimos que muchos argentinos nos visiten para seguir cultivando esos lazos de hermandad”, concluyó la alcaldesa de Cervatos de la Cueza.

En este típico pueblo español pudimos también entender y meditar acerca del verdadero espíritu que acompañó la vida del Libertador.

 

UNA FAMILIA DE SOLDADOS

Como bien nos relata el Coronel Santiago Rospide en su libro El sueño frustrado de San Martin:

 

“Una familia de soldados, en la familia de San Martín todos fueron soldados: su padre y sus hermanos, Manuel Tadeo, Juan Fermín, Justo Rufino y, desde luego, nuestro héroe.  Por las venas de los San Martín corría sangre castrense, puesta a prueba en un sinnúmero de acciones militares, demostrando todos sus integrantes ejemplo de hidalguía, amor a Dios, a la patria y a su rey, como buenos y leales hijos del Imperio español. Todos ellos hicieron honor al escudo familiar bajo cuyo lema se podía leer: " Por la católica ley, y por servir a mi rey vida y estado pondré”. Y porque en las familias de antes -que aún subsisten cual oasis en medio de la Modernidad- las acciones de estos futuros héroes están como amalgamadas con la espiritualidad recibida en el hogar. No es exageración decir entonces que se vivía en esa época una simbiosis entre fe y la milicia, entre la religiosidad y el heroísmo. Por ello la familia misma se constituía en pilar de la educación espiritual y en una cierta piedad y reverencia hacia la divinidad: "Lo que une a los miembros de la familia antigua es algo más poderoso que el nacimiento, que el sentimiento, que la fuerza física: es la religión del hogar y de los antepasados”

 

(Ver: El sentido de la lucha en Grecia y Roma del Dr Antonio Caponnetto, Gladius nro18).

 

Para ello rescatamos la admirable mente poética de Roque Raúl Aragón en La política de San Martín:

 

“…llegó a ser un héroe de América por amor a España o, como se dice hoy, de la Hispanidad; como quiso salvar aquí una tradición que parecía haber sucumbido, por la derrota y la traición, en la España ultramarina Como americano que era, tenía a su alcance la única manera de prolongar hasta un punto que pudiera recobrar la grandeza perdida: combatir por todo en América, salvar a España en América. Su decisión (de agosto de 1811), pues no significó una ruptura con su pasado personal. Significó, al contrario, la ratificación de éste cuando las circunstancias adversas lo presentaban como concluido y cuando, por otra parte, un ancho horizonte abría de nuevo sus perspectivas, como en los días de Cortés y de Pizarro, para los corazones alentados”.

 

La idea de José de San Martín era “salvar a España en América ". América como la heredera legítima de Castilla, "la ancha y la bravía”, España se perdía en Europa pero renacía en América. Hispanoamérica del dolor (Jaime Eyzaguirre), fue también el Continente de la Vida y la Esperanza (Rubén Darío) Esperanza de Grandeza.  ¿Cuándo, cómo? En un tiempo futuro, en que se habrán de cantar nuevos himnos: "La latina estirpe verá la gran alba futura, Y en un trueno de música gloriosa, millones de labios saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente. Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva, la eternidad de Dios, la actividad infinita.  Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros. ¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!” (Rubén Darío)

 

¡Esto fuimos a buscar a Cervatos de la Cueza! Traer al Libertador a la Patria.