HOMENAJE INGLÉS A LA BANDERA ARGENTINA

 


27 de febrero de 1850

 

Francia y Reino Unido impusieron en 1845 un bloqueo naval de cinco años de duración a la Confederación Argentina gobernada por Juan Manuel de Rosas, cerrando el puerto de Buenos Aires al comercio naval. La armada anglofrancesa ingresó a las aguas interiores de la Argentina, con el fin de vender sus productos, cuando Rosas mantuvo una política proteccionista.

Un compromiso clave en el bloqueo fue la batalla de la Vuelta de Obligado, donde una flota británica y francesa combinada forzó su camino en el río Paraná a pesar de la feroz resistencia de las fuerzas argentinas. Aunque las fuerzas británicas y francesas aplastaron las fuerzas argentinas, causando muertes espantosas, el daño a la flota anglo-francesa fue tan extensa que permaneció 40 días en Obligado haciendo reparaciones. La expedición también resultó ser un fracaso comercial, ya que Paraguay demostró ser menos rico de lo esperado y los buques mercantes se vieron obligados a regresar con muchos de sus bienes sin vender. A su regreso la flota nuevamente enfrentó una feroz resistencia con varios buques mercantes hundidos por fuego de cañón.

Mientras que el comandante británico William Gore Ouseley pidió fuerzas adicionales para apoyar una campaña continua, una serie de factores obligó a los británicos a romper con sus aliados franceses. El resultado de la expedición, así como el costo de la victoria y las oportunidades comerciales limitadas cambiaron las actitudes británicas. Argentina tenía una deuda sustancial con Baring Brothers y suspensión de pagos debido a las preocupaciones financieras que había causado el bloqueo. A su vez, el periódico The Times había publicado una alegación de que Ouseley tenía intereses financieros personales en el bloqueo, provocando un escándalo político.

Las noticias de los combates entre argentinos y los anglo-franceses en el río Paraná llegaron a Europa en 1846. Causaron una gran desilusión, y obligaron a los gobiernos de las potencias atacantes a cambiar de estrategia. En una discusión en la Cámara de los Lores, declaró lord Palmerston:

Todos sabemos que el comercio inglés ha sufrido considerablemente con motivo de las medidas adoptadas por el gobierno inglés para poner término a la guerra entre Buenos Aires y Montevideo. El lenguaje del gobierno cuando se lo ha interrogado sobre estos negocios ha sido de paz; pero los actos de nuestras autoridades en aquellos puntos han sido ciertamente actos de guerra. En primer lugar un bloqueo; en segundo lugar desembarcaron fuerzas inglesas en territorio argentino y asaltaron baterías; hubo después captura de buques de guerra argentinos y un aviso para la venta de esos buques como tomados en una guerra. Quiero saber, pues, si estamos actualmente en guerra o no con Buenos Aires. Si estamos en guerra con Buenos Aires, este hecho no se ha comunicado. Si estamos en paz con Buenos Aires, ¿Cómo pueden conciliarse estas medidas de guerra? ¿Las ha aprobado Su majestad?

El gobierno británico ordenó a su escuadra abandonar el Paraná, medida que fue imitada por el gabinete francés. El primer ministro Robert Peel envió a Buenos Aires a Thomas Samuel Hood, que años atrás había sido cónsul británico en Montevideo, para reiniciar discusiones pacíficas. También el gobierno francés lo nombró su representante.

Hood se entrevistó con Rosas el 13 de julio de 1846, y le presentó las instrucciones de Lord Aberdeen y François Guizot: suspensión de hostilidades, desarme de los extranjeros en Montevideo, retirada de las tropas argentinas del Uruguay, levantamiento del bloqueo, devolución de Martín García y de los buques apresados, reconocimiento de la soberanía plena de la Argentina en el Paraná, elecciones libres en Uruguay, y amplia amnistía. En caso de que las autoridades de Montevideo rechazaran estas condiciones, Francia y Reino Unido las abandonarían a su suerte.

La revolución que llevó a la Segunda República en Francia separó nítidamente los intereses internacionales de ese país y el Reino Unido. En todas sus empresas coloniales comenzaron a tener conflictos. La pretensión de Londres de que esta revolución haría más prudente y menos ambiciosa a Francia resultó completamente defraudada, ya que las nuevas autoridades intentaron mostrar un intenso interés en las conquistas en Asia y en África.

El gobierno británico decidió que los sucesivos fracasos de su política en el Río de la Plata, con su pésimo efecto sobre sus intereses comerciales en esa región, debían ser solucionados con urgencia. Solo entonces parecieron descubrir que estaban pretendiendo mediar ante un gobierno argentino con el que no tenían relaciones diplomáticas oficiales, desde la retirada del entonces embajador británico John Henry Mandeville, tres años antes.

Para ocupar el cargo de embajador en Buenos Aires fue nombrado sir Henry Southern, que tenía gran experiencia y que conocía perfectamente el idioma español, ya que había sido embajador en Madrid durante varios años.

El nuevo embajadador llegó el 5 de octubre de 1847 a Buenos Aires, y presentó sus credenciales al Ministro Felipe Arana. Pero Rosas ordenó a éste no recibirlas, hasta que el Reino Unido accediera a firmar un acuerdo, sobre las bases Hood. Southern se dio cuenta de que, si se negaba, habría navegado 9.000 millas para fracasar el primer día. Cedió de palabra a todo, suplicó que se le permitiera residir en Buenos Aires, se entrevistó varias veces con Manuelita Rosas, a quien trató como una amiga. Logró por el momento residir en Buenos Aires. En diciembre, tras cursar una nota por demás halagadora para el gobernador, ofreciendo tratar todo el conflicto sobre las bases Hood, logró finalmente ser recibido por Rosas en carácter de agente diplomático. Inmediatamente escribió a Londres, presentando el fruto de sus cesiones como un triunfo.

A principios de 1849, Southern recibió orden de llegar a un acuerdo final, sobre las bases que aceptara Rosas. La negociación fue muy larga, más que nada por la tendencia del gobernador a detenerse en detalles nimios. Pero, finalmente, el 24 de noviembre, se firmó la Convención para restablecer las perfectas relaciones de amistad entre la Confederación Argentina y Su Majestad Británica, también conocido como el Tratado Southern-Arana.

Por el mismo, se reconocía a la Confederación Argentina la plena soberanía sobre sus ríos interiores, incluido el río Uruguay en común con la República Oriental. Además se reconocía el derecho de la Argentina de solucionar sus diferendos con el gobierno uruguayo por vías pacíficas o bélicas sin intervención extranjeras, incluyendo el derecho a bloquear los puertos enemigos. También se le devolvían la flota capturada y la isla Martín García, y habría un desagravio de la bandera argentina por la flota británica.

El Reino Unido se reconocía vencido. El tratado es visto como un triunfo considerable para Rosas, ya que era la primera vez que los países sudamericanos emergentes fueron capaces de imponer su voluntad a dos imperios europeos.

El 27 de febrero de 1850, el Almirante Reynolds por orden de Su Majestad izó al tope de la fragata insignia de la flota británica la bandera argentina, y le rindió homenaje con 21 cañonazos.

 

(Fuente: Wikipedia)

 

LOS GRANADEROS EN CHACABUCO

 


la victoriosa­ batalla que coronó el éxito del Cruce de los Andes­

POR CAROL VITAGLIANO *­

La Prensa, 11.02.2021

 

­El 12 de febrero de 1817, la victoria de Chacabuco coronó una operación única ejecutada por el General José Francisco de San Martín y su Ejército de forma minuciosa y brillante: el cruce de la Cordillera de los Andes.­

 

Es justo recordar que nada de lo alcanzado fue al azar, que cada logro del General San Martín y su tropa fue el resultado de una exhaustiva planificación, de una permanente instrucción, de un gran sacrificio y por sobre todo de una férrea voluntad.­

 

Hacía apenas días que el Libertador había logrado con éxito lo inesperado: sostener un frente de operaciones de 800 km abasteciéndose de las provisiones trasladas desde el Plumerillo, en total ausencia de población que pudiera auxiliarlos, atravesando cadenas montañosas de 350 km de ancho, encontrando en su camino sólo valles áridos, desafiando desfiladeros, nieves eternas y llegando a una altura de 5000 metros con todo lo que eso conlleva para la tropa y el ganado sobre el cual se transportaba la totalidad de lo necesario para la campaña.­

 

Tan importante fue la hazaña del cruce que el propio Libertador no dudó en incluirla en el parte de batalla con estas palabras: "Al Ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo; concluimos con los tiranos, y dimos la libertad a Chile".­

 

­LOS PREPARATIVOS­

 

Pero volviendo a un nuevo aniversario de la Batalla de Chacabuco, los preparativos comenzaron el día 11 de febrero cuando la información remitida por la inteligencia patriota informaba que el Jefe realista Rafael Maroto, tomaría la cima de la Cuesta de Chacabuco.­

 

El Ejército de los Andes comenzó la marcha a las dos de la mañana bajo la luz de la luna. El jefe realista, había ubicado a sus hombres en la Cuesta Vieja con la intención de descender a degüello con las primeras luces del alba. La posición de la columna del general Soler le permitió avanzar sigilosamente sin ser vista; en cambio, la columna del general O'Higgins estaba más expuesta y debía entrar en acción antes de lo previsto, ocupando la cumbre del cerro, pero la lucha se complicó y en poco tiempo las tropas enemigas se recompusieron. Ante esa situación, San Martín decidió lanzarse al combate seguido por su escolta, en el momento en que llegaba la columna de Soler.­

 

­FEROZ ENFRENTAMIENTO­

 

La pelea fue feroz, todos desde el Jefe hasta el último soldado participaron en el combate, que finalizó con la derrota del enemigo y un saldo de cuatrocientos muertos, seiscientos prisioneros -entre ellos treinta oficiales realistas-, más de mil fusiles, dos piezas de artillería y una inmensa cantidad de municiones.­

 

Una parte fundamental de la gloria alcanzada en esa jornada -donde los muertos patriotas no alcanzaron a ser cincuenta- fue atribuida al desempeño de sus Granaderos, de acuerdo a lo que San Martín escribió años más tarde a Guillermo Miller: "La Batalla de Chacabuco puede decirse es la obra de los Granaderos a Caballo...".­

 

El Regimiento de Granaderos no era una Unidad más, era el Cuerpo donde el Libertador en el Cuartel del Retiro se dedicó a instruir uno a uno a sus integrantes en el uso de las armas y a forjar su conducta y coraje, sabiendo de las cualidades del soldado que necesitaría para una empresa tan compleja y ambiciosa como la Campaña Libertadora de medio continente.­

 

Indudablemente, los valores que San Martín le había enseñado a cada uno de sus Granaderos hacía varios años, y redactado en un Código de Honor, y la arenga al Ejército antes de la batalla, habían calado muy hondo en cada uno de esos valientes al escucharlo decir: "¡Soldados! Todos y cada uno de ustedes conocen el esfuerzo y las dificultades por las que hemos pasado. Llegar hasta aquí es bastante, pero nunca es suficiente. El enemigo espera, y espera bien armado, señores. Son la esperanza de la América, cada uno de ustedes lleva consigo lo más importante, ¡la libertad!...". Y lo dijo porque sabía con seguridad que por la Libertad cada uno de los que formaban en sus filas estaban dispuestos a darlo todo.­

 

Era un momento crucial para el cual se habían preparado, donde no había lugar para la duda ni el temor, y por eso no sólo no se rindieron sino que lograron vencer de una forma admirable, ya que según el propio Libertador: "...los Escuadrones mandados por sus intrépidos Comandantes, y Oficiales cargaban del modo más bravo, y distinguido; toda la Infantería enemiga quedó rota, y desecha; la carnicería fue terrible, y la victoria completa y decisiva".­

 

Al respecto Gerónimo Espejo quien participó en la batalla, al redactar sus memorias en la obra "El Paso de los Andes" aseveró: "Los estragos que causaron los sables de los granaderos se conservarán tanto cuanto dure el recuerdo de su nombre", y hoy podemos confirmar que son totalmente ciertas sus palabras porque aún después de más de dos siglos se siguen recordando cada una de las acciones de los Granaderos y su nombre sigue tan vigente como antaño por sus valores, coraje y por la admiración que siguen causando por su gloriosa historia y su intachable presente.­

 

­AL FRENTE DE SUS GRANADEROS­

 

Algo que el propio Libertador omitió de los acontecimientos de esa fecha, fue que él mismo se colocó al frente de sus granaderos y revirtió todo el curso de la batalla, tal como lo explica el testimonio del mismo Rufino Guido al decir: "Vimos llegar a nuestro General con la bandera de los Andes en la mano y a la infantería (Batallones 7 y 8) que formaban en columnas de ataque, los que como el Regimiento (de Granaderos a Caballo), recibimos la orden de cargar al enemigo. Todos la cumplimos inflamados de valor y entusiasmo, tal era la confianza que teníamos en quien la ordenaba, y a pesar de la resistencia del enemigo, por sus fuegos al emprender nuestra carga, fue completamente derrotado, no pudiendo resistir sino muy poco tiempo la carga por su frente y el ataque simultáneo que recibía por su flanco izquierdo dado por el valiente Necochea de la división del general Soler".­

 

Una de las primeras felicitaciones por la victoria de Chacabuco la recibió del General Manuel Belgrano, quien a través de una carta escrita en Tucumán y fechada el día 26 de febrero de 1817 le decía que: "Los Pueblos y Ejército de mi mando, llenos de júbilo y contento, ven en Vuestra Excelencia el Libertador de Chile, y le dan las gracias por el beneficio que deben a sus nobles esfuerzos, felicitándolo conmigo, igualmente que a sus compañeros de armas, que han sabido seguir las huellas que Vuestra Excelencia les trazó para cubrirse de glorias las armas de la Nación, sacar de la opresión a nuestros hermanos, y afianzar para siempre la independencia de la América del Sud".­

 

DISTINCIONES­

 

Es por todo lo ocurrido y particularmente por la decisiva acción del Libertador y la bravura de su Ejército en esta memorable batalla, que sus actos heroicos fueron distinguidos por el Gobierno. El General San Martín recibió un escudo especial de paño azul, bordado de realce en oro y adornado con brillantes-rayos y picos de estrellas-con la leyenda: "La Patria en Chacabuco - Al vencedor de los Andes y Libertador de Chile", que se aprecia claramente en el retrato del Libertador pintado en 1817 por el artista peruano José Gil de Castro que se encuentra expuesto en el Museo del Regimiento.­

 

Sin lugar a dudas, los reconocimientos a los vencedores fueron otorgados considerando las palabras del Padre de la Patria que al respecto mencionó que todos los prósperos sucesos que permitieron esa primera victoria en suelo chileno fueron consecuencia de la disciplina y constancia que habían manifestado los Jefes, Oficiales y tropa, y de acuerdo a su opinión todos ellos eran dignos merecedores del aprecio de sus conciudadanos.­

 

Por eso, en esta fecha tan significativa dentro de historia de la emancipación americana, es menester recordar que los valores y la valentía que San Martín les infundió a sus Granaderos fueron demostrados cabalmente en cada uno de los campos de Batalla donde cumpliendo con su deber y blandiendo sus sables montados en sus nobles corceles dieron trascendentales muestras de su coraje e hidalguía.­

 

* Licenciada. Directora Museo del Regimiento de Granaderos a Caballo "General San Martín".­

UN GUERRERO DE LA INDEPENDENCIA

 


 muy poco conocido: Comandante Escalada

Jorge Mones Ruiz   

La Prensa, 07.02.2021

 

El 3 de febrero, conmemoramos un aniversario más del combate de San Lorenzo, única acción militar librada por el Libertador General San Martín en suelo argentino y bautismo de fuego de sus granaderos a caballo.

 

¿Quién no conserva en sus retinas y en su imaginación pinturas y filmaciones evocativas de esa famosa carga de la caballería patriota a orillas del Paraná, surgida fantasmagóricamente desde un convento para sorpresa y pesar de los realistas? ¿Quién no se emociona con las estrofas de la Marcha de San Lorenzo, considerada como una de las cinco composiciones musicales militares más ponderada del mundo?

 

En este combate se destacaron dos jóvenes oficiales del Cuerpo, Manuel y Mariano de Escalada, hermanos de Remedios, esposa del Libertador. Uno de ellos, meses antes en los cuarteles de Retiro y abusando de la confianza que creía tener por ser pariente de nuestro máximo prócer nacional, trató demasiado familiarmente a su ilustre cuñado, mereciendo del jefe de regimiento la siguiente reprimenda: "¡Alto ahí, Señor Escalada, pico con pico, ala con ala, yo no me casé con usted sino con su hermana!".

 

Pero quiero a referirme a otro Escalada, protagonista importante en esa gloriosa jornada de febrero.

El mismo día, 28 de enero de 1813, que el coronel San Martín sale de Buenos Aires hacia Rosario al frente de 120 granaderos, una escuadrilla española penetra en las bocas del Guazú, pasando frente a San Nicolás. Frente a Rosario pretenden desembarcar, pero las cosas se complican ya que los santafesinos, organizados por el Comandante Militar de la Villa del Rosario, Celedonio de Escalada, impidieron esa acción y las naves prosiguieron su curso rumbo al norte, fondeando en la mañana del 31 de enero frente al Convento de San Carlos Borromeo en San Lorenzo.

 

Un destacamento de 100 hombres, aproximadamente, desembarcó, exigiendo la entrega de víveres, pero en momentos en que empezaba la requisición a los frailes y vecinos, avistaron desde el sur un contingente de jinetes que a rienda suelta avanzaba rumbo al convento. Era Escalada que, anoticiado del desembarco, acudía al encuentro con su cañón de montaña y sus cincuenta hombres medio armados. Eran las siete y media de la mañana. Los españoles se replegaron para reembarcarse y los cañones de los buques obligaron a los criollos a desistir.

 

Horas más tarde, alejado el enemigo, llega a las proximidades del convento el coronel San Martín.

 

El comandante Escalada se presentó inmediatamente poniéndose a sus órdenes y comenzando su eficaz colaboración le cedió sus caballos y otros que llevaba de tiro, con el fin de que los granaderos pudieran cambiar sus exhaustos montados luego de tan larga jornada.

 

En la madrugada del 3 de febrero de 1813 el coronel San Martín y sus bravos granaderos obtienen un resonante triunfo sobre las fuerzas realistas. Vale destacar el testimonio del prisionero Francisco Guillot, quien afirma en su obra Episodios de la Independencia que Escalada y los milicianos ocuparon el centro "de las fuerzas comandadas por San Martín" y que cuando el jefe de los realistas gritó""¡Viva el Rey!", Escalada gritó "¡Viva la Revolución!", dando inicio al combate.

 

Cuando llegan a una distancia prudencial Escalada dispara su cañoncito y suena su fusilería. Las columnas realistas, apoyadas eficazmente por la artillería de sus buques, avanzaron con rapidez, ya que apenas eran molestadas por el fuego del pequeño cañón. El enemigo ha mordido el anzuelo. La pieza de los milicianos retrocede, y los invasores continúan avanzando, en orden de combate y "a paso redoblado". Los españoles, por su parte, disparan sus armas; hecho esto, comienzan a cargar nuevamente sus fusiles. En este preciso instante San Martín da el grito de ataque y el clarín toca a degüello, apareciendo las dos columnas por los costados del convento, donde se hallaban ocultas. Sin órdenes, los gauchos de Escalada atacan por el centro.

 

San Martín, en su segundo parte del 6 de febrero recomienda "al comandante Celedonio de Escalada y al teniente Felizandro Piñero, por haber prestado cuantos servicios han sido necesarios", y que esa "compañía armada de 22 fusiles, y el resto de chusa y algunos sablecitos y pistolas. y 30 hombres más, también armados de chusas, y algunas pistolas... y cañoncitos de montaña", combatieron en San Lorenzo.

 

Otro testimonio es el parte confeccionado por el comandante realista el Capitán General Rafael Ruiz y Ruiz, al jefe de la Plaza de Montevideo, en el cual menciona a combatientes milicianos con un cañón de campaña en el medio de la refriega.

¿Pero quién fue el Comandante Celedonio de Escalada?

Emeterio Celedonio de Escalada y Palacios nació el 31 de agosto de 1762 en Rincón del Soto, Provincia de Logroño, Castilla la Vieja, España. Su estirpe se remonta a principios del Siglo XV.

 

Pedro Alonso de Escalante, Capitán de la Casa de Escalante, fue el primero que puso en la Torre de Antequera, castillo en poder de los moros, el estandarte de Castilla. Al afirmar aquella enseña en dicha torre el 16 de octubre de 1410, exclamó ""Escalada está la torre"". Lo hizo ante Fernando (de Antequera), regente y tío del rey. Estas alegóricas palabras dieron motivo a que el Rey Juan II concediera que los descendientes del autor de la hazaña, se apellidaran Escalada.

 

Durante tres siglos las ramas de esta familia se diseminaron en la península ibérica y en el nuevo mundo. En el Río de la Plata, a mediados del Siglo XVIII arriba a Buenos Aires Manuel de Escalada, fundador del primer linaje y abuelo de Remedios de Escalada, esposa del Libertador.

Celedonio de Escalada llega a la Banda Oriental a los 18 años, en 1780, y se radica en la Villa de Soriano, y es el fundador de otro linaje en el Río de la Plata.

 

Contrae matrimonio con María Teodora Gadea, hermana de Lázaro Gadea., sacerdote que confesara a Gutiérrez de la Concha antes de su ejecución junto a Santiago de Liniers. Otro hermano fue el Teniente Santiago Gadea, uno de los 33 Orientales de Lavalleja y Oribe.

 

En 1797 se le expidió el título de Teniente del Regimiento de la Colonia y dos años después fue ascendido a Capitán de Caballería por medio de un despacho del rey Carlos IV suscrito en Aranjuez el 24 de abril de 1803.

 

El 28 de febrero de 1811 se produce el Grito de Asencio y los miembros del Cabildo de Soriano designaron a Escalada comandante militar, incorporándose así a la revolución como jefe y a la cabeza de una serie de vecinos, entre los que se encontraban los Gadea.

 

Luego de varias acciones militares en la Banda Oriental a órdenes del General Manuel Soler y luego de ser autorizado por Rondeau, el 20 de octubre de 1811 se traslada con su familia a Buenos Aires.

 

Quiso incorporarse al Regimiento de Dragones de la Patria, pero no pudo por falta de vacantes. El 20 de enero de 1812 recibió la orden de sumarse al Regimiento 5 de Infantería a órdenes del General Manuel Belgrano, unidad conformada por los ex Patricios.

 

Considerando el creador de nuestra bandera la edad (50 años) de Escalada y su experiencia como comandante de campaña lo recomienda y propone para Comandante Militar de Rosario.

 

Será en este cargo que conocerá al Libertador y lo acompañará aquel glorioso 3 de febrero de 1813 en el combate de San Lorenzo, acción paradigmática de la caballería patriota.

 

El 24 de mayo de ese año, luego de demoler las baterías de Rosario Libertad e Independencia, que estuvieron a su cargo, entrega la Comandancia a Pedro Cavia, para ocupar ese mismo cargo en San Nicolás de los Arroyos hasta 1816.

 

Finalmente es designado Comandante General del Parque de Artillería en Buenos Aires, cargo en el que rinde su vida el 15 de septiembre de 1819 a los 57 años de edad.

 

He querido con estas líneas rendir un modesto y justo homenaje a un guerrero de la independencia, que como muchos no son muy conocidos, y otros considerados simplemente como héroes anónimos.

 

Además, no puedo dejar de recordar a mi padre, don Pedro Mones Ruiz y Escalada, tataranieto de Celedonio, quien en mi niñez solía contarme esta historia con sano orgullo por su antepasado y como una forma de hacernos conocer a sus hijos la gran historia de nuestra Nación, para así amarla y defenderla con patriótico fervor.

 

(*) Miembro del Centro de Estudios Salta (CES)

Jorge P. Mones Ruiz

Licenciado en Estrategia y Organización y ex Mayor del Ejército Argentino

LOS MERCENARIOS

 

 


Alemanes y Argentinos

 

           Por Adolfo Dante Loss

 

El Gran Americano, luego de las victorias sobre Inglaterra (tratado del 24 de septiembre de 1849) y Francia (tratado del 30 de agosto de 1850), podía abocarse de lleno a plasmar su gran política continental. Pero el Imperio del Brasil comprendía bien lo que esto significaba para su destino: la división, como en Centroamérica, en republiquetas independientes y enemigas entre sí; o, en el mejor de los casos, ser una potencia de segundo orden a la zaga de la Confederación Argentina.

 

La lúcida clase dirigente brasileña y su hábil diplomacia -que constituía lo más selecto de ella- se encargarían de vertebrar la gran confabulación internacional en contra de la Confederación y su Jefe, con resultados conocidos.

 

El escritor e historiador alemán Albert Schmid, en su trabajo titulado Die Brummer -traducido al portugués, prologado y anotado por el general de división brasileño Bertoldo Klinger, publicado en la separata de A Defensa Nacional Nos. 431 a 438, editado en Río de Janeiro en 1951-, es expresivo en el sentido apuntado más arriba. El subtítulo de esta obra explica su contenido: Una legión extranjera alemana al servicio del Brasil en la guerra contra Rosas. Escribe el historiador germano en la parte introductoria al tema: “Las disputas tuvieron eclosión bélica cuando el dictador argentino Rosas (1830-1852) entró a obrar en el sentido de reconstituir el antiguo Virreynato del Río de la Plata (Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia) por medio de una Confederación de Estados del Plata. Por estas maquinaciones de Rosas sintióse amenazado el Brasil en su frontera sudoeste; por ello, el 29 de marzo de 1851 celebró con el Uruguay y el rebelado general Urquiza un tratado contra Rosas”.

 

Pedro II, consciente de la gravedad que significaba una confrontación militar con la Confederación Argentina, envía a fines de 1850 al teniente coronel Sebastiáo do Rego Barros a Hamburgo; la misión de éste consistía en reclutar mercenarios alemanes para la lucha que, sin lugar a dudas, tendría que librar el Imperio contra la Argentina. Luego de seis meses de tratativas, saboteadas en parte por los agentes de la Confederación, logra contratar 1.800 hombres, incluidos 50 oficiales, la mayor parte con antecedentes militares en África, Polonia, España y la India. Una cláusula del contrato estipulaba que su vigencia sería de cuatro años, pudiendo el gobierno brasileño rescindirlo a los dos; tiempo que, de acuerdo a la marcha de las negociaciones para contratar al Gran Mercenario Urquiza (tratado del 21 de noviembre de 1851, en que el Brasil acuerda 100.000 patacones mensuales al Traidor), bastaría para derrotar a la Confederación Argentina.

Los mercenarios alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como artilleros, zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda Oriental. Producida la invasión, parte de la Legión permaneció con Caxias en Colonia, y el resto se sumó a los 4.000 brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando de Marqués de Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.

 

El 3 de febrero, a pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la fusilería mercenaria: con modernas armas de tiro rápido y preciso producirían bajas en la artillería argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano Chilavert- que se constituyó en el principal obstáculo de la Brigada Internacional.

 

Schmid resume: “A vitoria dos aliados foe absoluta y devida, em primeira plana, á modelar atuasáo das tropas brazileiras”. Y el general Klinger completa: “Dos 56 canhóes tomados, 34 o foram pelos brazileiros; e dos 7000 prizioneros, 2000 os fizemos nós”. Más adelante, para que no haya dudas reitera el prologuista: “Malposto melindre patriotico tem feito ce a maeoria dos argentinos calem o nóso papel desizivo na derrubada de Rózas”.

 

Urquiza, en carta dirigida al Marqués de Souza (que transcribe Klinger), agradece la actuación brasileña en estos términos: “Cuando la historia trazando el horrible cuadro de la dictadura argentina, tribute su merecido elogio a los libertadores de esta tierra, el nombre de V. S. y el de sus valientes compañeros de armas ocupará un honroso lugar que les compete como dignos aliados de la Civilización y de la Libertad”.

 

Los mercenarios alemanes volverían al Brasil después de cumplido su cometido, y más tarde serían disueltos. Algunos se radicarían allí en tareas agrícolas; otros retornarían a su país con poca plata y con algunas desilusiones, no muchas.

 

En cuanto a los otros mercenarios, los nacidos en la Argentina, aparte de la paga brasileña se quedaron con el país como botín. Claro que éste ya no era la gloriosa Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas que marcaba rutas en América y donde las palabras Soberanía y Patria guardaban su pristino sentido. La Nación había sido puesta de rodillas por una potencia extranjera por primera vez; y, desde entonces, pagamos esa derrota con la supeditación en lo interno y lo externo al imperialismo de turno.

 

 

Justo José de Urquiza como jefe de los mercenarios argentinos, y todos ellos y sólo ellos, merecen con estricta justicia el dicterio constitucional de infames traidores a la Patria.

 

Publicado en el Boletín Nº 3 (Año I, Segunda época Octubre-Noviembre de 1968) del “Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas”