HACE 200 AÑOS

 

 Buenos Aires rechazaba las invasiones inglesas


 

La invasión del imperio inglés al Virreinato del Río de la Plata y la posterior reconquista de Buenos Aires, hace doscientos años, ocurrió por la unión de una ciudad frente a un enemigo externo, coinciden historiadores de renombre, quienes destacan la importancia de esos sucesos para el nacimiento de la Nación Argentina.

 

"Lo más importante, como recuerda Mitre en su biografía sobre Manuel Belgrano, es la inclusión de los criollos en el ejército y la unión de todos para combatir a un externo común", consideró en diálogo con DyN Miguel Angel De Marco, presidente de la Academia Argentina de Historia.

 

Similar postura aportó la historiadora Graciela Gómez de Aso, quien afirmó que las invasiones "fueron repelidas por un pueblo que vislumbró su propia fortaleza ante una metrópoli lenta, arcana y más preocupada por los caudales que obtenía de parte del pueblo de Buenos Aires, que por la integridad física de los colonos entre los cuales también había hispanos".

 

Fue el accionar de "todos los que vivían en la ciudad, junto con grupos leales a la realeza española, indios y mestizos", los que hicieron posible la reconquista de Buenos Aires, aseguró De Marco, que prefirió tomar distancia de la "vieja teoría", según la cual la clase acomodada porteña dio una cálida bienvenida a las tropas británicas.

 

El papel de las elites durante la invasión atrajo la atención del autor Pacho O' Donnell, quien afirma que la llegada de las tropas inglesas fueron rechazadas por la "acción patriótica" del segmento inferior de la sociedad, según asegura en textos sobre la temática, posición resurgida por revisionistas modernos.

 

El profesor Felipe Pigna, por ejemplo, recreó la invasión en "Algo habrán hecho por la historia argentina", donde da cuenta de que la tradición de la reconquista es "muy diferente" a la realidad sucedida, y destaca, en este sentido, la pobreza material y la firmeza de las tropas criollas.

 

Las cercanías del bicentenario de la Revolución de Mayo logró destacar el papel de las invasiones, y muchos expertos coinciden en que nunca se le dio la merecida importancia.

 

Para Gómez de Aso, "tras la reconquista y la posterior defensa de Buenos Aires en 1807, los rioplatenses tuvieron conciencia de sus propios valores militares. Supieron que desde aquellos aciagos días algo había cambiado y que, ante el menor escollo español, un pueblo podía reasumir su propio gobierno".

 

"Tras este primer paso de la identidad rioplatense se perfiló una futura nación con rasgos propios e instancia decisorias defendidas con orgullo y entereza, valores que perfilan a los pueblos jóvenes en el camino hacia la independencia, al menos política", dijo a DyN la historiadora.

 

De Marco, al respecto, aseguró que la invasión inglesa "es determinante para nuestra historia", y dio pruebas: "La mayor parte de los que participan en la reconquista, desde un Saavedra hasta un Belgrano, van a ser partícipes luego en la Revolución de Mayo", finalizó.

 

Fuente: Infobae, 25 de Junio de 2006

 

EL ORFEBRE JOSÉ BOQUI


 espía del General San Martín en el Perú

 

POR ROBERTO L. ELISSALDE

 

La Prensa, 28.07.2022

 

José Boqui resulta un personaje curioso y casi desconocido, natural de Parma en Italia donde vio la luz hacia 1771 en el hogar de Pietro Antonio Boqui (o Bocchi) y de Isabella Giboli. Dotado de talento para el arte y el manejo del buril, hizo sus primeros estudios en su ciudad natal, pero muy joven se trasladó a Madrid, donde obtuvo el título de platero en el Real Colegio de Plateros. Parece que adquirió fama trabajando algunas custodias encargadas seguramente por pudientes cofradías tanto en Madrid como en Barcelona.

 

Se dice que en 1790 pidió licencia para pasar a América y se instaló inicialmente en Buenos Aires. La mayoría de los investigadores han ubicado su llegada a la capital del virreinato entre 1790 y 1796 sin mayores especificaciones, mientras que el peruano Eguiguren afirma que fue 1789.

 

Como para poner fin a las especulaciones, afortunadamente hemos encontrado el documento en el Archivo de Indias que comprueba que lo hizo con licencia del 11 de diciembre de 1794 en la numerosa comitiva que acompañó al virrey don Pedro Melo de Portugal, en la que también aparece su hermano Antonio también natural de Parma. A poco de llegar casó en Buenos Aires con la criolla Úrsula Gutiérrez, con la que en 1796 tuvo una hija Josefa Felipa de San Antonio, bautizada en la iglesia de la Merced el 4 de mayo, con el madrinazgo de Juana Rafaela Segueira. En el mismo templo el 26 de mayo de 1799 fue bautizado otro hijo Manuel José Benito, del que fue madrina Manuela Escalada y el 6 de mayo de 1800 Vicente Ramón Celestino del que madrina "una vieja''.­

 

En 1796 le fue encomendada la tasación de un gabinete de física experimental que poseía en su quinta Los Olivos en el barrio de la Recoleta don Martín de Altolaguirre, entre las piezas había termómetros, máquinas eléctricas, neumáticas, etc., y una importante biblioteca. Boqui dijo ser "maestro titulado en Madrid del arte de platería, fundiciones, sendas y alineaciones, tirado a hilo, o lámina torno, buril, cincel, pulimentos, e inventor y fabricante de matrices de bronce para fundir de dibujo, vasos, roscas y tuercas''.

 

Su fama como platero hizo que el Convento de Santo Domingo le encargara dos custodias y realizara otros trabajos, lamentablemente me informa fray Alberto Saguier Fonrouge O.P., que una de las custodias desapareció durante las invasión británica y la otra en la noche del 16 de junio de 1955 cuando el ataque a los templos porteños.­

 

EN LIMA­

­Durante la invasión británica a la ciudad, colaboró en la reconquista y defensa e inventó un obús y un aparato para asegurar la puntería. En ese momento se hallaba trabajando en una custodia de grandes dimensiones. Dispuesto a viajar a Lima pasó por Córdoba donde el 11 de enero, el ex virrey Santiago Liniers, que mucho lo estimaba, le extendió una recomendación para el virrey Abascal al frente del gobierno del Perú, destacando sus calidades como artista a la vez que le sugería la posibilidad de encontrar un comprador para la custodia, ya que en Buenos Aires no había quien sufragara su alto precio.

 

A poco de llegar se vio envuelto en una conspiración contra Abascal, pero fue absuelto aunque se le ordenó dejar la ciudad en ocho días. Volvió a Lima por 1814 según Ricardo Palma con dos cajas en su equipaje que contenían un aparato de su invención para desaguar minas y en la otra una custodia con incrustaciones de piedras preciosas, una verdadera joya. Instaló en su casa el mecanismo que había inventado y que era extraer agua de un pozo mediante un movimiento de barriles.

 

Elevó un memorial al virrey de la Pezuela que en caso de tener éxito se comprometía a enseñar gratuitamente; elevado al secretario de Hacienda, obtuvo del Consulado un crédito de 40.000 pesos dejando como garantía la famosa custodia; después que el Tribunal de Minas destacara lo beneficioso del emprendimiento. Se instaló en la provincia de Huarochiri para ponerlo en práctica y de los éxitos de la empresa daban cuenta los periódico limeños. Tanto fue que el mismo Rey el 3 de enero de 1817 por Real Cédula, le agradeció a Boqui su ofrecimiento con el calificativo de "desinteresado vasallo''.

 

Claro que la mina de oro tardaba en dar rédito y Boqui debió recurrir a préstamos de particulares para subsistir. Era fácil obtenerlos porque era comensal habitual en la mesa del virrey o en la de los generales Canterac y Valdés, además de muchos otros vinculados a la causa realista. Pero todo tiene un límite y estaba a punto de ir a la cárcel, cuando en julio de 1821 hizo San Martín su entrada en Lima. Se libró de ella al descubrirse que era uno de los principales agentes secretos del Libertador. Éste lo distinguió haciéndolo vocal de la Junta destinada a calificar el mérito de los que habían hecho servicios a la causa patriota y primer director de la Casa de la Moneda del Estado del Perú.

 

Como artista se encargó de fabricar medallas, con incrustaciones de piedras preciosas y otros adornos, destinadas a los condecorados con la Orden del Sol (que él también recibió entre los diez primeros) utilizando alhajas tomadas a los realistas y depositadas en la Casa de la Moneda.

 

LAS DEUDAS­

­Mientras tanto el proceso por sus deudas, sacada la custodia a remates no hubo postores y el Consulado pretendió adjudicársela en los 40.000 pesos de la deuda original, pero para Boqui el valor ascendía por lo menos a 90.000 pesos.

 

Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas afirma: "Cuando en junio de 1823, Canterac con una fuerte división se aproximó a Lima, creyó prudente el gobierno, en previsión de un desastre dada la inferioridad numérica de las fuerzas republicanas, embarcar en el Callao la plata labrada y alhajas de los conventos, así como la celebérrima custodia de Boqui, que el Consulado conservaba en el depósito, junto con sesenta barras de plata que existían en la Casa de la Moneda. Boqui fue comisionado para embarcar, ese tesoro en una fragata mercante por él contratada, la cual, terminado el embarque, anocheció y no amaneció en el puerto. Don José Boqui dijo al capitán: `-¡Velas, buen tiempo y hasta Génova!'. Enseguida dirigió una mirada a la playa e hizo un soberano corte de manga al Perú y a los cándidos peruanos''.

 

Este comentario en las tradiciones de Palma y otro semejante de Manuel de Mendiburu en su Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, lo hacen aparecer como un pícaro deshonesto. Un documento del general Juan Gregorio de Las Heras, en poder de su descendiente el académico Sergio Martínez Baeza en Chile, nos permite tener otra imagen.­

 

EL AGENTE 180­

­Se trata de un testimonio que solicitó Boqui en marzo de 1823 al escribano de la Casa de la Moneda, de algunos informes y oficios que conservaba en su poder. Estaban destinados al general las Heras para que en Buenos Aires le obtuviera las gracias correspondientes a su mérito.

 

El general Arenales daba cuenta que el número del espía era el 180 y que "ha sido del más alto mérito y su influencia en la consecución de la libertad del Perú es incalculable''. Otro oficio del Libertador de noviembre de 1821 le agradecía el plan para premiar a los que cooperaron por la libertad, a la vez que el marqués de Torre Tagle afirmaba que "antes que nadie pensase en Lima en dar el grito sagrado de Libertad, ya él luchaba por la causa''. En mayo de 1823 el general Tomás Guido se extendía largamente en los merecimientos de Broqui, y afirmaba que debía ser considerado siempre entre los "hijos predilectos de esta República''.­

 

Al evocar el día siguiente de la Independencia del Perú, el novelesco perfil de José Boqui, trazado por Palma y Mendiburu, queda desvirtuado cuando San Martin y muchos de sus ilustres camaradas le reconocieron méritos a este italiano que luchó por la libertad de América, además de regalar su arte en la platería de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en estas tierras.­

EL ÚLTIMO AGRAVIO A SAN MARTÍN

 La Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones lanza su propia línea de cervezas en homenaje a la Gesta Sanmartiniana

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Acabamos de conocer la noticia que se publica a continuación. En este sitio, en la etiqueta "San Martín y la masonería", puede consultarse abundante documentación que desmiente la afirmación de que nuestro héroe máximo perteneció a dicha institución, condenada por el papa Clemente XII, en 1738. 


Baste mencionar que dos presidentes argentinos, incluidos en la lista de prominentes ciudadanos que cita la Gran Logia: Sarmiento y Mitre, ambos poseedores del grado 33 -máxima jerarquía- reconocieron que San Martín no fue masón.

La Revista Masónica Americana, en su N° 485, de 1973, publicó la nómina de las logias en todo el mundo hasta 1972, y en ella no figura la Lautaro.

Ninguna mentira, aunque se reitere, se convierte en verdad. 

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AIRE DIGITAL, 18-7-2022

 

La Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones lanzó su propia línea de cervezas desde la ciudad de Santa Fe para todo el país. Se trata de una edición limitada que consta de un estuche con tres latas en homenaje a la gesta de la libertad en América del Sur durante el siglo XIX. La nueva colección se presentará el próximo 17 de agosto, en un nuevo aniversario de la muerte de José de San Martín.

 

Con esta iniciativa se busca acercar los valores de la cultura masónica al gran público a través de un producto de consumo masivo. “Es la primera vez que se hace esto a nivel nacional y tiene que ver con una mirada de apertura hacia la sociedad de parte de la Masonería”, explicó a AIRE Iván Trossero, uno de los socios del Almacén de Cervezas a través del cual se comercializarán las latas especiales. "La Cerveza Masónica surge de la necesidad que tenía la Gran Logia de armar un producto de llegada masiva para transmitir algunos símbolos y difundir la historia de la Masonería. La cerveza es el soporte, pero lo que se busca es mostrar que la Gran Logia está cerca y activa", agregó Trossero. En la misma línea, el empresario mencionó otras movidas como la apertura de la Logia Armonía N°99, ubicada en 9 de Julio 2454 de la ciudad de Santa Fe para la Noche de los Museos, ciclos de conferencias y otras actividades de visibilización de la Masonería.

 

Características y estilos de la Cerveza Masónica

Bajo el nombre comercial Cerveza Masónica, las latas se pondrán a la venta el próximo 17 de agosto y se podrán adquirir a través de Instagram. Antes, la semana que viene, se realizará una preventa exclusiva de 500 estuches que se informará al público por el mismo medio. Esta es la segunda tanda de productos especiales en lo que va del año. La primera, en homenaje a los presidentes argentinos que fueron masones, se produjo hace dos meses en una cervecería de Avellaneda, provincia de Santa Fe. Ahora, por una cuestión de logística y costos, se hará en una cervecería de Buenos Aires. La nueva edición es conmemorativa de la Gesta Sanmartiniana, desde el punto de vista de la Masonería. El estuche especial contiene tres latas de 473 cc. de los siguientes estilos: Golden Ale, Scottish Ale y Robust Porter. Sus nombres de fantasía: Lapis Reprobatus, VITRIOLVM y Lapis Exillis, respectivamente. Los estilos de las cervezas se diferencian entre sí, pero parten de la misma base: los lúpulos utilizados son todos de origen americano, frutos de la misma tierra.

 

En los diseños de las tres latas se destacan algunos símbolos masónicos como las inscripciones en las piedras y las cadenas. Como curiosidad también se destaca que la composición de los tres diseños intenta emular la bandera argentina, en conmemoración al lugar de nacimiento de José de San Martín, prócer nacional y reconocido masón. Además de la posibilidad de adquirir las lata por internet, habrá tres puntos de venta en la ciudad de Santa Fe: los dos locales del Almacén de Cervezas, Exquisitos Placeres y Brauerland-Tierra de Cerveceros.

 

Los masones consideran que actúan en el mundo a través de sus hombres, que son como eslabones de una misma cadena, y que estos han contribuido de manera activa en esta gesta. Las tres latas representan la ruptura de esas cadenas que condicionaban la libertad de los pueblos americanos, con la consecuente formación de una cadena dorada que representa la fraternidad entre los individuos, regidos por la división de poderes bajo una misma ley. “Se ha elegido un cóndor como representación de la libertad en América y se rinde tributo a la Logia Lautaro fundada por el mismo San Martín, que es considerado por la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones como su Gran Iniciado”, explicaron los responsables de la iniciativa.

 

.Además de San Martín, sostienen que el lanzamiento de la colección de cervezas es un homenaje a otros grandes protagonistas de la historia nacional que también fueron masones. Entre ellos: Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen, Agustín Pedro Justo y Raúl Alfonsín, el más reciente.

 

La Masonería tiene además una rica historia en la provincia de Santa Fe. Sus referentes más conocidos fueron el gobernador Nicasio Oroño, promotor de la ley de matrimonio civil y creador del Registro Civil; Ángel Casanello, un importante empresario impulsor del Puerto de Santa Fe; y Pedro Marangoni (alias Gaston Gori), escritor e historiador santafesino.

LA ESTATUA ECUESTRE DE SAN MARTÍN

 

Hoy es parte familiar del paisaje urbano y de nuestra idiosincrasia, pero la inauguración del monumento al Libertador venía a poner fin a una “larga y tenebrosa noche de ingratitud y de olvido”

 

Martín Blanco y Roberto Colimodio*

Infobae, 13 de Julio de 2022

 

La iniciativa chilena a instancias del historiador Benjamín Vicuña Mackenna de erigir una estatua ecuestre en Santiago de Chile y la prédica encendida de Sarmiento fueron dos poderosos antecedentes que coadyuvaron a movilizar en Argentina la concreción de una estatua que glorifique al Gran Capitán.

 

Será la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires la encargada de llevar adelante las diligencias y los gastos necesarios para materializar en el bronce el homenaje que a lo largo del país, y por diversos factores, todavía estaba inconcluso.

 

Esa Corporación tenía entre sus proyectos trabajar en el embellecimiento del Paseo de Marte [actual Plaza San Martín], así lo indican las Memorias Municipales de los años 1856 y 1857 de convertir esa plaza en un paseo público .

 

Recién en 1860 se formó una Comisión destinada a tal fin, compuesta por los Sres. Joaquín Cazón (Presidente); Constant Santa María (Vicepresidente); Santiago Albarracín (Tesorero); Leonardo Pereira (Secretario); Hilarión Medrano y Manuel Aguirre, que dispuso que: “En la parte alta y central del paseo, además de las hileras de árboles, bancas y pequeños jardines de ornato laterales, habrá una esplanada que facilitará una hermosa perspectiva (…) habrá una fuente y dos estatuas ecuestres de bronce . Una de ellas será la del General D. José de San Martín …”

 

Se encargó la escultura al francés Louis Joseph Daumas, el mismo que ya estaba moldeando la solicitada por Chile con algunas diferencias; aquí el escultor optó por representar a San Martín con su brazo derecho extendido hacia la Cordillera y “apuntando con el dedo el punto por donde llevó sus legiones a la victoria”.

 

En 1861 se verificaron importantes progresos en el proyecto municipal, así surge de la Memoria: “Lo que más mérito dará a este paseo es la magnífica estatua ecuestre del general San Martín, que debe llevar en su centro, y cuya hermosa base de mármol blanco, está ya depositada en el local inmediato al lugar donde debe erigirse el monumento”.

 

La estatua (desarmada) llegó a Buenos Aires el 13 de abril de 1862 y se la inauguró sobre el pedestal de mármol blanco mirando hacia el este. El grupo ecuestre en bronce tiene 3,5 metros de alto y 3,5 toneladas de peso .

 

Últimos preparativos

 

El 9 de julio de 1862, la Comisión de Fiestas del Municipio cursó la correspondiente invitación al General Mitre, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y Encargado del Poder Ejecutivo Nacional, señalando el día 13 de julio de 1862 como el elegido para la solemne inauguración.

 

A medida que se aproximaba la fecha inaugural de la magistral escultura, la Municipalidad tomaba las disposiciones del caso, entre ellas se designó al Gral. Matías Zapiola como padrino de ceremonia, que a la postre y por razones de salud debió ser reemplazo por el Gral. Enrique Martínez el día 13.

 

Un día después, se envió una Circular a los Generales y otros Jefes de la Guerra de Independencia indicándose como punto de reunión el Cuartel del Regimiento de Artillería en la Plaza de Marte.

 

Con todo ya dispuesto, y a fin de dar toda la solemnidad que correspondía al acto de la inauguración de la estatua del fundador de tres Repúblicas, el 11 de julio de 1862 el gobierno nacional dictó un decreto que entre otras cosas ordenaba:

 

“3° Descubierta la estatua, será inmediatamente saludada con música, dianas, vivas y una salva de 21 cañonazos.

 

4° Concluida la ceremonia, las tropas se retirarán a sus cuarteles, quedando desde este momento establecido un centinela al pie de a estatua que lo dará la guardia de los cuarteles vecinos”..

 

Al decir del historiador y cronista de estos acontecimientos, Don Juan María Gutiérrez:

 

“Todas estas disposiciones se cumplieron con la mayor exactitud. La Municipalidad por su parte, se esforzó por contribuir a la solemnidad de aquella ceremonia, representando dignamente al pueblo de Buenos Aires.

 

La antigua plaza del Retiro estaba adornada con banderas patrias y de todas las Naciones (…) La estatua estaba cubierta con un velo azul y blanco: un viento fuerte y frio que venia desde las Cordilleras lejanas, quería a cada momento desgarrarle, como para satisfacer la impaciencia que manifestaba el pueblo para contemplar la figura del héroe…” .

 

Disposición de la comitiva

 

Ubicados en un tablado levantado para la ocasión para la comitiva y los concurrentes oficiales, estuvieron presentes entre otros: el Brigadier General Bartolomé Mitre, Dr. Cosme Beccar, representante de la Municipalidad de Buenos Aires, el Ministro Plenipotenciario del Perú, Buenaventura Seoane; Brigadier General Enrique Martínez; los Señores Ministros de Gobierno y de Guerra; y quien fuera dilecto amigo del Libertador, el Gral. Tomás Guido.

 

Alrededor de las 13.hs de aquella memorable jornada, tuvo lugar un notable discurso del General Bartolomé Mitre del cual extractamos las siguientes sentencias:

 

“La justicia póstuma de los pueblos ha comprendido al fin en el gran Capitán y el hábil político, al hombre superior a las ambiciones vulgares, que supo dirigir la fuerza con inteligencia y con vigor, y usó del poder con moderación y con firmeza, para hacer servir todo al triunfo de la grande y noble causa a que había consagrado su espada, su corazón y su cabeza (…) Al fin, señores, después de aquella larga y tenebrosa noche de ingratitud y de olvido, la gloria de San Martín se ha levantado como una estrella del cielo americano.

 

“La República del Perú la primera que le decretó en vida una estatua, ha glorificado dignamente su memoria, y ha atendido generosamente a sus descendientes.

 

“Chile, que durante parte de su destierro lo consideró como el generalísimo de su ejército, abonándole el sueldo que su patria no se creía en el deber de darle, ha sido la primera que ha realizado el pensamiento de erigirle una estatua, que inmortalice su memoria para los presentes y para los venideros.

 

“Y Buenos Aires, por último, presidida por su Municipalidad, asociada al Pueblo y al Gobierno en representación de su patria agradecida, ha erigido también una estatua ecuestre, cincelada en el bronce, para perpetuar dignamente el recuerdo de sus altos hechos, y presentarlo a la admiración de los presentes y de los venideros, montando un caballo del metal de sus cañones que no se fatigará jamás de llevarlo sobre sus hombros, como no se fatigará jamás el genio y la gloria, de levantar en alto su corona cívica y militar de luces y laureles”.

 

Mitre no desaprovechó la oportunidad para resaltar que aún quedaba pendiente la concreción del deseo de San Martin para que su corazón descansara en Buenos Aires:

 

“El breve espacio que llena ese soberbio pedestal de mármol será el único pedazo de tierra que San Martín ocupará en esta tierra libertada por sus esfuerzos, mientras llega el momento en que sus huesos ocupen otra pedazo de tierra en ella”.

 

Como bien lo indicó el historiador Enrique Mario Mayochi, posiblemente hayan sido muy pocos los que entendieron el mensaje existente en lo mas hondo de aquellas palabras.

 

Finalizado el discurso de Mitre, se descorrió el velo que cubría la estatua del prócer, lo que dio lugar a un saludo con salvas de artillería, conjuntamente de un repique general de campanas, acompañado de la música castrense.

 

A continuación tomó la palabra el general Enrique Martínez, padrino de ceremonias quien sirviera bajo las órdenes del Libertador, pronunció: “Los pueblos que estiman sus glorias, jamás olvidan los servicios de aquellos ciudadanos que han contribuido a conquistar su independencia. La prueba de lo que acabo de indicar es que, hoy se hace la inauguración de esta majestuosa estatua, a la vez que se prepara otra para el ilustre General Belgrano”

 

Llegó el turno de don Tomás Guido, que hizo uso de la palabra ante la mirada emocionada de los concurrentes: “¡Que no me sea dado el poseer el divino don de la elocuencia para usarle en este momento con toda la vehemencia de mi alma, empezando por animar esta estatua al resplandor de los gloriosos recuerdos que ella inspira!. (…) De aquí: de esta misma plaza, donde la multitud palpitante de emoción y de santa alegría, contempla la imagen del General San Martín, partieron adiestrados por él en el noble ejercicio de las armas, la segunda falange de guerreros, destinados a llevar adelante la empresa de emancipar un mundo. Eran los granaderos a caballo”, y concluyó “inclinémonos con respeto a la presencia de ese bronce que simboliza tanta gloria, modelado por la más bella de las artes. Queda la amistad misma eclipsada y silenciosa ante las manifestaciones entusiastas del pueblo ansioso de conocer a nuestro General hasta en sus facciones varoniles y en su gallarda apostura; y que ese recuerdo sirviendo de perpetuo estímulo al patriotismo y al honor, venga a sustituir y a borrar la palabra ingratitud en el libro de oro de la República Argentina”.

 

Esta iniciativa de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires no sería la última para honrar al prócer, varios años después, más precisamente el 15 de febrero de 1878, en el marco de la preparación de los festejos por el centenario del natalicio del Gran Capitán, una Comisión especial conformada en el seno de dicha Corporación, resolvió por medio de una ordenanza que la entonces Plaza de Marte se denominase en adelante “Plaza General San Martín”, tal y como la conocemos en la actualidad.

 

*[Extracto del 1er capítulo del libro Repatriación de los restos del general San Martín. Un largo viaje de 30 años (1850-1880), Edición de autor. Buenos Aires, 2019]

 

215 AÑOS

 

de la Segunda Invasión Inglesa


El 5 de julio de 1807, desde plaza Once diversas columnas británicas se adentraron en las calles donde la gente estaba dispuesta a resistir. Vecinos en techos, azoteas y barricadas fueron los grandes vencedores de la jornada

 

Adrián Pignatelli


Infobae, 5 de Julio de 2022

 

Los ingleses decidieron desembarcar en Ensenada por sus aguas profundas, que permitían maniobrar a sus barcos. Lo hicieron en 28 de junio de 1807, sin oposición. Por la avenida 122 se dirigieron hacia la actual ciudad de La Plata, donde acamparon. Continuaron viaje hacia la zona de Quilmes y pasaron la noche en la casa de Santa Coloma, actual Bernal. Alcanzaron luego la avenida hoy Eva Perón en Temperley y volvieron a descansar en Banfield, cerca del estadio de fútbol. De ahí se dirigieron hacia la zona de lo que hoy es Puente de la Noria.

 

Otra columna de Quilmes fue para Sarandí y terminaron cruzando el río por el actual Puente Alsina, en esos tiempos conocido como Paso de Burgos.

 

El gobierno puso al frente de ese ejército al teniente general John Whitelocke, de 50 años que, al decir de Groussac, “probablemente el jefe más inepto del ejército inglés; en todo caso, el menos autorizado y prestigioso”. El rey Jorge III no era de la misma opinión: el militar había ingresado al ejército en 1778, cinco años después ya era coronel. Peleó en Santo Domingo al mando de 700 hombres y tomó Puerto Príncipe en 1794. Luego cumplió tareas en India, Egipto y Cabo de Buena Esperanza.

 

El 10 de mayo Whitelocke llegó a Montevideo, en poder inglés, y fue ungido como gobernador y comandante en jefe de las fuerzas británicas en Sudamérica.

 

Sin tomar en cuenta a los jefes, oficiales y marineros, los efectivos que desembarcaron en Ensenada fueron 7822 hombres. Los unía el hecho que estos jefes y unidades nunca habían peleado juntas.

 

En Buenos Aires era todo convulsión. El 5 de septiembre del año anterior Santiago de Liniers -con la enseñanza que le había dejado la primera invasión- llamó a enrolarse a todo hombre en capacidad de disparar un fusil. La convocatoria empezó el miércoles 10 de septiembre con los catalanes; el 11 los vizcaínos; el 12 los gallegos y asturianos; y los andaluces, castellanos y patricios el 15, en todos los casos a las dos y media de la tarde.

 

Se instalaron fábricas de balas y de armas blancas y se construyeron fortificaciones con baterías en Retiro, la Residencia, Barracas y Quilmes para hacer frente un posible desembarco. Vinieron como caídos del cielo los fusiles capturados a los ingleses en agosto del año anterior y se repararon las viejas armas existentes. Del interior llegaron barriles de pólvora y todo objeto de metal era transformado en un proyectil.

 

En la tarde del 24 de junio de 1807 Liniers pasó revista a los efectivos que defenderían la ciudad. Partió a Barracas con la mayoría de su ejército y el 2 de julio formó en batalla a sus hombres en la orilla del Riachuelo. Veía a la vanguardia inglesa al mando del mayo general Levinson Gower. Este, con menores fuerzas, rehuyó el enfrentamiento y cruzó el río mucho más arriba, con el agua que les llegaba el pecho, por donde hoy se ubica el Puente de la Noria, y acampó en los corrales de Miserere, Plaza Once. Un parte del ejército defensor volvió a la ciudad y el resto, al mando de Liniers, fue hacia los corrales. Allí fue atacado por los ingleses y sufrieron 200 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros.

 

Fue clave el papel de Martín de Alzaga quien le dio ánimo a Liniers; tenía oculto armamento, reunió gente y organizó la defensa. Mandó levantar barricadas, organizó a los vecinos, hizo iluminar la ciudad para trabajar sin parar. Y convocó a Liniers para que se pusiese al frente de los hombres.

 

No se entendió por qué los británicos no persiguieron hasta la ciudad a los que se desbandaban. Gower permaneció en los corrales; ignoraba lo que ocurría en la ciudad, donde todo era desánimo al conocer la derrota. De todas formas, primó la idea de resistir.

 

Al día siguiente, los criollos rechazaron dos intimaciones, una verbal y otra escrita, en la que los británicos otorgaban media hora para rendirse. Aun así no ingresaron a la ciudad. Sí lo hizo Liniers con sus tropas. En un radio de cinco o seis cuadras del Cabildo armó una línea de defensa, con trincheras y barricadas. El día 4 tampoco pasó nada. Los británicos decidieron asaltar la ciudad en la madrugada del domingo 5.

 

Los 6128 hombres fueron divididos en 12 columnas, cada una marcharía por una calle: ocho al norte de la catedral y cuatro al sur. Cangallo, Cuyo (Sarmiento), Corrientes, Lavalle, Tucumán, Viamonte, Córdoba y Paraguay. Las del sur ingresaron por Moreno, Belgrano, Venezuela y México. El plan era la de atravesar la ciudad de oeste a este, llegar al río y tomar los edificios más importantes. La orden era la de no disparar a civiles.

 

La columna que debía entrar por Paraguay se equivocó e ingresó por la actual Marcelo T. de Alvear y al llegar al Retiro recibió certeros disparos de dos cañones, instalados a la altura de Paraguay y Florida. Los ingleses debieron desviarse por Córdoba, tomaron un edificio e hicieron un centenar de prisioneros. En el convento de Santa Catalina de Siena, en Viamonte y San Martín, improvisaron un hospital de sangre para atender a sus heridos.

 

La Residencia, el cuartel de Retiro y las Catalinas cayeron en manos inglesas, no así la Plaza de Toros, en la actual Plaza San Martín, defendida por un millar de hombres.

 

A las columnas que entraban por el sur no les fue bien. Quisieron apoderarse de la iglesia de San Miguel y muchos fueron muertos por cargas de fusilería. Los que habían entrado por la calle Cuyo debieron rendirse.

 

De las terrazas y techos, hombres y mujeres les arrojaba piedras, agua hirviendo y todo lo que tenían a mano. Se usaron las piedras del empedrado y Whitelocke recordaría después que les arrojaban “recipientes con fuego”.

 

El jefe inglés escribió: “Cada propietario, con sus negros, defendía su vivienda, cada una de las cuales era una fortaleza en sí misma; y quizás no sea exagerado decir que toda la población masculina de Buenos Aires se ocupó en su defensa”.

 

Hubo un encarnizado combate en la zona de Corrientes y Reconquista, donde la brigada de Craufurd la pasó mal. El teniente coronel Denis Pack tomó la calle Moreno y otro grupo lo hizo por Belgrano. Les llamó la atención el silencio reinante en las calles, aunque percibían murmullos y movimientos dentro de las casas.

 

Cuando doblaron hacia San Francisco y otra columna que iba por Moreno encaró hacia Perú, recibieron una terrible descarga de fusilería que los hizo retroceder. Eran los Patricios que desde las alturas de los techos y balcones los acribillaron. Los británicos se refugiaron en la casa de Rafaela de Vera y Mujica, futura suegra de Bernardino Rivadavia, en Belgrano y Perú, donde resistieron durante tres horas. Las crónicas destacan la sangre que corría por las paredes del frente, por los británicos muertos en los techos de esa vivienda.

 

Otro grupo inglés, en Defensa y Venezuela fueron sorprendidos por el fuego criollo y se refugiaron en el convento de Santo Domingo. Fueron cercados por voluntarios cántabros y por los vecinos del barrio. Desde la casa de Francisco Telechea, en Defensa y Moreno, instalaron un cañón y dispararon contra la única torre que entonces tenía la iglesia. Los ingleses quisieron romper el cerco varias veces pero debieron entregarse.

 

El fuego cesó. Los ingleses eran dueños del cuartel de Retiro y de la Residencia, aunque sus mejores tropas ya se habían rendido. Las bajas británicas ascendían a 2500, entre muertos y prisioneros, entre éstos 105 oficiales incluido Craufurd; cinco coroneles, dos hijos de milores y Denis Pack, que en la invasión de 1806 había jurado no volver a tomar las armas contra Buenos Aires. “Usando nuestra piedad no le quitamos la vida”, escribió Beruti en sus Memorias Curiosas. Del bando de los defensores murieron 300.

 

Al día siguiente, comenzaron las negociaciones entre Liniers y Whitelocke, mientras se escuchaban disparos aislados. Liniers le ofreció, por carta, liberar a todos los prisioneros -incluso los tomados en la primera invasión- si desistía de realizar más ataques a la ciudad. Y le advirtió que por el estado de exasperación de la gente no podía responder por la seguridad de los prisioneros. Whitelocke aceptó.

 

Los ingleses se comprometían a abandonar el Río de la Plata en 6 meses; Liniers insistió en que fuera en dos y que entregasen Montevideo. El 7 al mediodía se firmó el armisticio. Las campanas de las iglesias sonaron al unísono, avisando que todo había concluido.

 

Cada una de las partes devolvería a los prisioneros. Al día siguiente, los invasores comenzaron a embarcarse. El 9 de septiembre partió, desde Montevideo, el último barco inglés.

 

“Nada extraño tiene que una población como la de Buenos Aires, animada por su primera victoria y por su odio al enemigo, haya podido resistir el golpe de mano. Cada casa era una fortaleza y cada calle una trinchera. Un pueblo como éste debe ser invencible”, publicó un diario inglés.

 

El 28 de enero de 1808 Whitelocke fue sometido a un consejo de guerra. Enfrentó cuatro cargos: que emprendió acciones mal calculadas que provocó la reacción de los propios vecinos de Buenos Aires; que no tomó medidas adecuadas para defenderse de la población; que no se esforzó en coordinar acciones de sus fuerzas en el combate callejero y que, dominando parte de la ciudad, inclusive los arsenales, pactó la rendición. El 18 de marzo fue encontrado culpable de todos los cargos, menos en el referido al no atacar a la población. Fue destituido, dado de baja y declarado totalmente inepto e indigno de ocupar ningún empleo militar de ningún tipo al servicio de Su Majestad.

 

A miles de kilómetros de distancia, todo era júbilo, fiestas y homenajes. Hasta la ciudad se dio el lujo de tener su propio conde: era Santiago de Liniers, el héroe del momento.