En los fogones de América se hablaba del coronel
Pringles
Jorge David Cuadrado
La Nación, Rincón Gaucho, 16 de junio de 2018
Lucio V. Mancilla escribió que "...el fogón es la
tribuna democrática..." y fue en ese ámbito donde se tejió la leyenda de
quien fue por 45 días gobernador y capitán general de San Luis, el coronel Juan
Pascual Pringles. Veamos algo de él:
Ya en Perú, una parte del ejército del general San
Martín en su campaña libertadora estaba bajo las órdenes del general Alvarado,
quien comisionó al teniente Pringles al frente de unos 20 granaderos para
acompañar a un emisario que se conectaría con el Batallón Numancia del ejército
enemigo, que pretendía pasarse a las fuerzas nuestras.
El jefe enemigo, Gerónimo Valdés, que conocía bien el
terreno, advirtió el movimiento. Disponía de una fuerza de 1000 hombres y se
empeñó en tomar a todo el grupo para moralizar al ejército con el primer
encuentro feliz con San Martín.
El 17 de noviembre de 1820 Pringles es sorprendido por
los realistas en Playa de Pescadores, cerca de Chancay. Consultó a los
granaderos qué hacer y todos dispusieron atacar, aunque tenían órdenes
terminantes de que, ante la presencia del enemigo, debían retirarse.
Pringles, de 25 años, tal vez menos, desenvainó su
espada y aquellos bravos granaderos hicieron una carga sobre un gran grupo de
enemigos pasándolos por encima, dejando el tendal. Al poco tiempo hicieron lo
mismo con otro grupo, y al ver que era inútil seguir dispusieron retirarse. El
jefe enemigo les cortó la retirada con una descomunal fuerza, por lo que
Pringles, que había inutilizado a 26 enemigos entre heridos y muertos y a un
oficial, dispuso lanzarse al mar de a caballo, antes que rendirse. Pringles
tenía tres granaderos muertos y 11 heridos. Valdés fue al lugar donde estaba
Pringles, que se internaba cada vez más en el mar, de a caballo, con la espada
en lo alto. En ese momento, escuchó a los oficiales que le gritaban:
"Ríndase, señor oficial. Le garantizamos la vida".
Pringles, que nació para ser querido y recordado, cayó
muy bien a los oficiales realistas que lo visitaban y se interesaban en saber
por qué había actuado así, por qué no se había rendido ante una lucha tan
desigual; a lo que contestaba: "Hemos venido a pelear, no a rendirnos...".
Así, los soldados enemigos supieron cómo había preparado San Martín a su gente,
y esto fue muy favorable a la campaña libertadora.
San Martín salvó a Pringles del consejo de guerra por
desobedecer la orden recibida y lo premió con un escudo que decía "Gloria
a los vencidos en Chancay".
En el campo de batalla de las guerras intestinas fue
ascendido a coronel por el general Paz, y en esos campos también, solo porque
se le cansó el caballo, esperó al enemigo después de poner a salvo a su gente,
fue baleado y al saber que su herida era de muerte se dejó caer sobre su espada
desnuda, quebrándola, pero jamás rindiéndola a un indigno de su grandeza
humana. Así empezó a morir en doloroso martirio. A las pocas horas moría, el 19
de marzo de 1831.
Durante tres cuartos de siglo se habló de Pringles en
los fogones y en los salones de toda América.