BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ

 


 San Martín y el Imperio de los Incas

Por la académica sanmartiniana de número profesora Florencia Grosso

 

Pocos pueblos del mundo se sienten tan fraternalmente unidos como el de Perú y Argentina. Ese noble sentimiento se lo deben en gran medida a la benéfica influencia que la obra de José de San Martín derramó en ambas tierras americanas, a quienes hermanó en su corazón y su voluntad.

 

El 28 de julio de 1821, en la plaza mayor de Lima, capital del Perú, el general San Martín declaró su independencia, proclamando al mundo: “El Perú, desde este momento, es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa, que Dios defiende”. De ese histórico y fausto día, conmemoramos hoy el glorioso acontecimiento.

 

El 13 de noviembre de 1818, desde Santiago de Chile, San Martín anuncia a los peruanos el pronto arribo a sus playas y lo hace así: “Yo no voy a entrar en ese territorio para destruir, el objeto de esta guerra es el de conservar y facilitar el aumento de la fortuna de todo hombre pacifico y honrado. Vuestra suerte feliz está ligada a la prosperidad e independencia de la América”.

 

Con la Expedición Libertadora convergiendo sobre el Perú, San Martin despliega su genio con visión humanística. De estricta formación castrense, general victorioso, llevó la guerra a tierras hermanas para darles la libertad y luego retirarse sin ser su caudillo ni su opresor. Estadista, organizador de pueblos, multiplica su acción para consolidar la independencia y conformación institucional de la nueva república, con actos de civismo, ética y justicia que ganan para siempre el corazón de los peruanos.

 

El 8 de octubre de 1820, junto a su Estado Mayor desembarca en la Bahía de Paracas. Establecido su cuartel general en Pisco, ese mismo día dicta un decreto fundamental, destinado especialmente a su ejército, en el que encontramos un verdadero código moral. Dice: ”Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino y solo falta que el valor consuma la obra de la constancia: pero acordaos que vuestro gran deber es consolar a la América, y que no venís a hacer conquistas, sino liberar a los pueblos que han gemido 300 años bajo este bárbaro derecho. Los peruanos son nuestros hermanos y amigos, abrazadles como tales y respetad sus derechos como respetasteis los de los chilenos después de la batalla de Chacabuco.

 

La ferocidad y violencia son crímenes que no conocen los soldados de la libertad, si contra todas mis esperanzas, alguno de los nuestros olvidase sus deberes, declaro desde ahora que será inexorablemente castigado”. Seguidamente establece los castigos a administrar según los delitos y termina: “¡Desgraciado el que quebrante sus deberes.Yo lo castigaré de un modo terrible y desaparecerá de nosotros con oprobio e ignominia!"   

 

Asume su Protectorado el 3 de agosto de 1821, aclarando que lo hace: “por imperio de las circunstancias” “hasta tanto se reúnan los representantes de la Nación Peruana y determinen sobre su forma y modo de gobierno”. Desde ese momento, se erige en custodio  de la independencia del Poder Judicial con este veredicto tan determinante y de absoluta  vigencia: “Mientras existan enemigos en el país, y hasta que el pueblo forme las primeras nociones del gobierno de sí mismo, yo administraré el poder directivo, legislativo y ejecutivo, pero me abstendré  de mezclarme jamás en el solemne ejercicio de las funciones judiciarias, porque su independencia es la única y verdadera salvaguardia de  la libertad del pueblo; y nada importa que se ostenten máximas exquisitamente filantrópicas, cuando el que hace la ley o el que la ejecuta, es también el que la aplica…”.

 

El será en el Perú “el hombre del Partido Americano”, el educador lancasteriano, el que establece la libertad de vientres para hijos de esclavos y devuelve a “los indios y naturales” la dignidad de peruanos. Como humanista, es compasivo e igualitario, enemigo del despotismo y la opresión.

 

Circunstancias políticas ajenas a su voluntad lo alejarán dolorido del Perú. En 1822 renuncia al mando supremo, transfiriéndolo al Congreso General Constituyente que él mismo convoca. No claudica, se retira por el bien de América. Su mandato fue breve, intenso y de indeleble memoria..

 

A José Bernardo Tagle le escribe el 20 de septiembre de ese año: “Como lo digo en mi ultima  proclama, estoy y estaré hasta la muerte pronto a sacrificar mi vida por los intereses del Perú”.

 

Es nuestra intención en esta magna fecha para el hermano pueblo del Perú y para América, evocar su profundo sentido democrático, que le impulsó a emprender una acción educativa de carácter popular sin exclusiones, que a la vez que brindaba conocimientos universales, incorporaba como valores trascendentes los propios de América, especialmente los de las antiguas civilizaciones que en ella florecieron. Su plan de educación  no fue improvisado ni oportunista, fue meditado y coincidente con el movimiento de educación popular en la Europa del S. XIX  y la búsqueda empírica de métodos pedagógicos, acordes con las ideas de pluralidad y  libertad que habrían de reemplazar obsoletos sistemas escolásticos.

 

San Martin no solo fue Libertador, fue pedagogo y civilizador. Pedagogo, entre otros significados, tiene el de ser “conductor, el que acompaña y dirige”, civilizador, el que abre el pensamiento, enseña para crecer, cultiva para recoger. Ambos términos le caen bien a San Martin,  entre las prioridades de su acción de gobierno, estaba la de reformar la educación popular, adecuándola al nuevo régimen independiente, de manera gradual y extendida al mayor número de personas posible. Eligió para las escuelas, el para entonces moderno Método Lancaster, que fuera introducido previamente en el Río de la Plata por el pastor ingles Diego Thompson. San Martin lo invitó a trasladarse a Lima para considerar la conveniencia de aplicar el sistema en el Perú. Interpretaba que: “A los pueblos hay que facilitarles todos los medios de acrecentar el caudal de sus luces y fomentar su civilización “. “ La ignorancia es la columna más fuerte del despotismo”

 

Adolfo Espínola, en su obra “El Libertador y el Libro”, transcribe palabras del propio Thompson al conocer al Protector: “Vosotros, los que habéis llegado alguna vez ante el “hombre principal” para comunicar una iniciativa de bien público y habéis soportado la antesala, la incomprensión y la indiferencia y cosechado nueva decepción, tendréis otro motivo para admirar a este “Todo un hombre”, Don José de San Martín, “Esperaba toda clase de ayuda para nuestro objeto de su parte y no he sufrido desengaño. Todas mis esperanzas se han realizado. San Martin es un gran amigo de la educación general universal. Por haber venido al Perú a promover este objeto, he recibido de él toda clase de respetos y atenciones personales, lo mismo que alientos para proseguir mi obra”. El 6 de julio San Martin crea la primera Escuela Normal, estableciendo: “El sistema de  enseñanza mutua Lancaster, bajo la Dirección de Diego Thompson“. En Perú se celebra en esa fecha el “Día del Maestro”.

 

El sistema elegido, ágil, sencillo y rápido, consistía en la elección por parte del maestro, de los alumnos más aventajados, denominados monitores. Se los instruiría y serían enviados preferentemente a villas alejadas o aldeas andinas, de difícil acceso, con población indígena o mestiza, cuya  instrucción era de especial interés de San Martin, donde impartirían enseñanzas elementales, leer, escribir y contar. Entre estos alumnos, se elegirían a su vez  los que podrían repetir esta labor en otros pueblos, lo que multiplicaría rápida y eficazmente los agentes de enseñanza.  

 

Nunca  fue su titulo de Protector mas autentico y justiciero que cuando dicta decretos que amparan los derechos del hombre, protegiéndolo de la esclavitud y todo servicio de explotación, crueldad y abuso. San Martin sabía que su obra debía ser determinada a consolidar un nuevo sistema, por lo que resultaba fundamental establecer cambios radicales y diferencias entre las normas y leyes existentes de un pueblo sometido al absolutismo, a las de una nación de ciudadanos libres, dueños de su destino, para que tomaran conciencia que no cambiaban un amo por otro. Convocó al pueblo a apreciar la libertad obtenida, mediante sus decretos y proclamas. A la vez, nuevas normas, nuevas reglas, regidas por la equidad,  la fraternidad y una justicia independiente, deberían ser establecidas y acatadas por la nueva sociedad a constituir. Ese fue su deber histórico, y en menos de dos años lo cumpliría.

 

De alto impacto, diríamos hoy, fueron los decretos  dictados  para proteger la vida y la dignidad de los hombres que desde el momento de su asunción al poder fueron su compromiso y responsabilidad. Nunca menospreció  San Martin a individuos que aún después de los derechos proclamados por la Revolución Francesa y difundidos en el mundo, eran considerados por su raza como inferiores por pueblos ilustrados y progresistas, que de reconocer la igualdad pregonada, se verían privados de los  servicios y pingues ganancias que les generaba el inhumano comercio de la esclavitud. Es su  voluntad civilizadora la que  devuelve la dignidad a los descendientes de aquellos desdichados que fueron obligados a abandonar su tierra y su cultura para ser insertados en una ajena que los reducía a degradante servidumbre.

 

El 28 de julio de 1821, día de la solemne Declaración de la Independencia del Perú, dicta la libertad de vientres de los hijos de esclavos que nacieran a partir de ese día. El correspondiente Decreto del 12 de agosto ratifica la histórica medida, expresando: “Cuando la humanidad ha sido altamente ultrajada, y por largo tiempo violados sus derechos, es un grande acto de justicia, sino resarcirlos enteramente, al menos dar los primeros pasos al cumplimiento el mas santo de todos los deberes. Una porción numerosa de nuestra especie ha sido hasta hoy mirada como un efecto permutable y sujeto a los cálculos de un tráfico criminal: los hombres han comprado a los hombres y no se han avergonzado de degradar la familia a la que pertenecen, vendiéndose unos a otros. Las instituciones de los siglos bárbaros apoyados con el curso de ellos, han establecido el derecho de propiedad en contravención al más augusto que la naturaleza ha concedido….Por lo tanto, declaro lo siguiente  1º) Todos los hijos de esclavos que hayan nacido y nacieren en el territorio del Perú desde el 28 de julio del presente año, en que se declaró su independencia, comprendiéndose los Departamentos que se hallen ocupados por el enemigo y que pertenecen a este Estado,  serán libres y gozarán de los mismos derechos que el resto de los ciudadanos peruanos, con las modificaciones que se harán en un Reglamento separado. Era un gesto atrevido de grandeza y valentía, existían en el Perú 40. 000 esclavos cuyos dueños  reaccionarían negativamente y darían  batalla ante el audaz decreto, él lo sabía, pero sabia también que era hora de tomar decisiones osadas para cumplir con la intima promesa que se hizo a sí mismo de ser agente de libertad y justicia para los pueblos americanos. El paso dado por San Martin abrió camino a una gradual abolición de la esclavitud, que se concretó formalmente por decreto del presidente Ramón Castilla el 3 de diciembre de 1854.

 

El 28 de agosto de 1821 decreta la fundación de la Biblioteca Nacional de Lima, que se inauguró el 17 de septiembre de ese año, día que pronuncia estas palabras:”Todas las formas de opresión requieren una masa ignorante, manteniendo su pensamiento encadenado se impide que el hombre adquiera el conocimiento de su dignidad “… “La Biblioteca es destinada a la ilustración universal, mas poderos que nuestros ejércitos para mantener la independencia”.

 

Antes de  los actos precedentemente mencionados relacionados con la educación, San Martin se ocupó de su integridad física y moral. Entre los inhumanos castigos que se acostumbraba a impartir en la sociedad colonial, estaba  la pena de azotes, que se aplicaba tanto a delincuentes consumados  como a inocentes escolares para estimular el aprendizaje. El 16 de julio de 1821, San Martin decreta: “La humanidad, cuyos derechos han sido tanto tiempo hollados en el Perú, debe reasumirlos bajo la influencia de leyes justas, a medida que el orden social, trastornado por sus mayores enemigos, comienza a renacer. Las penas aflictivas que con tanta liberalidad se imponían sin exceptuar sexo ni edad, y cuyo solo recuerdo estremece a las almas sensibles, lejos de corregir al que las sufre, le endurece en el crimen. Por tanto  y deseando de desarraigar los abusos que degradan la dignidad del hombre,  procede a abolir la pena conocida con el nombre de azotes,  declara que será castigado severamente todo juez, maestro o cualquiera que aplique ese castigo, nadie podrá azotar a un esclavo y un juez territorial solo podrá aplicar castigos correccionales moderados como encierros, prisiones y otra clase de privaciones.

 

Condenando todo acto de tortura, ordena tapiar los sótanos de la Inquisición y demoler los calabozos y subterráneos, llamados también infiernillos, en los que se atormentaba a los presos. 

 

Por otra parte, pero con el mismo criterio humanitario, los nativos americanos merecieron del Libertador  una especial atención. Eran estos excluidos de su propia tierra de beneficios de los que gozaba el hombre blanco. Para poner fin a esta discriminación, como Protector del Perú, país que contaba con una población mayoritariamente indígena o mestiza, firma el 12 de agosto de 1821un decreto cuyo artículo 4º dice: “En adelante no se llamarán mas los aborígenes indios o naturales, ellos son ciudadanos del Perú, y con el nombre de peruanos deben ser conocidos”. El 28 de agosto de ese año dispone:” Queda extinguido el servicio que los peruanos, conocidos antes con el nombre de indios o naturales, hacían bajo la denominación de mitas, pongos, encomiendas, yanaconazgos y otras clases de servidumbre personal, y nadie podrá forzarlos a que sirvan contra su voluntad.  

 

Sin duda para San Martin el Imperio de los Incas debió ser motivo de interés desde que se propuso liberar su territorio ancestral. Su historia no le sería ajena, y hay antecedentes que lo muestran sugestionado por su pasado. Según Cesar Francisco Macera en su libro sobre San Martín en Perú, “Varios testigos han dejado testimonio de la profunda admiración de San Martin por las huellas del pasado incaico”. Hace mención al encuentro de San Martin con una dama inglesa que no fue precisamente su amiga, nos referimos a Mary Graham, confidente incondicional de Lord Cochrane, que fue oponente  declarado del Libertador, a pesar de lo cual ella dejo escrito en un  libro de memorias: “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, en el que describe aspectos de la vida política y privada de los chilenos de esa época,  publicado en Londres en 1824, el momento en que conoce a San Martin y narra con cierta benevolencia la favorable impresión que le causa, a pesar de la innegable influencia negativa hacia su persona, recibida del Almirante. Nos ha dejado algunos datos interesantes. El 15 de octubre de 1822, Zenteno,  gobernador de Valparaíso, llega a su casa a saludarla acompañado, dice la autora, “de un hombre muy alto y de buena figura, vestido sencillamente todo de negro, a quien me presentó como el General San Martin…”.  “Sus ojos son oscuros y bellos...Su rostro es verdaderamente hermoso, animado, inteligente, pero no abierto “.

Con este último juicio, tal vez se arrepintió de tanto elogio. Tomaron te, siempre en animada conversación según afirma, alternando en su relato juicios amables con otros desfavorables, como si no quisiera dejarse vencer por la buena impresión que le causa su huésped. Hablaron de religión, de Luis XIV  y su siglo como causante verdadero de la Revolución Francesa, de filosofía, medicina,  lenguas, climas, del descubrimiento de América, “y por último, -  comenta - sobre antigüedades,  especialmente del Perú”. La admiración que muestra San Martin por las reliquias arqueológicas incas es destacada  por Mary, que prosigue: “Refirió a este respecto algunas maravillosas historias de familias de los antiguos caciques e incas que se enterraron vivas en tiempos de la invasión española y que habían sido encontradas en perfecto estado de conservación “. Por entonces, ya San Martin como Protector había expedido en Lima el 2 de abril de 1822, el siguiente decreto que se publica al día siguiente en la “Gaceta del Gobierno de Lima Independiente”. Comienza con estas consideraciones:

 

”Los monumentos que quedan de la antigüedad del Perú son una propiedad de la Nación, porque pertenecen a la gloria que  deriva de ellos. Las preciosidades de que abundan nuestros minerales, aunque puedan circular libremente en el país y mudar de dominio, el gobierno tiene un derecho a prohibir su exportación cuando felizmente ha llegado el tiempo de aplicar a un uso nacional todo  lo que nuestro suelo produzca de exquisito en los tres reinos de los naturaleza.  Con dolor se han visto vender hasta aquí objetos inapreciables y llevarse donde es conocido su valor, privándonos de las ventaja de poseer lo nuestro. En precaución de esto, se  ha resuelto lo que sigue:

 

”He acordado y decreto

 

1°) Se prohíbe absolutamente la extracción de piedras minerales, obras antiguas de alfarería, tejidos y demás objetos que se encuentren en las huacas, sin expresa y especial licencia del gobierno, dada con alguna mira de utilidad pública. Ya se anuncia además que se creará un Museo Nacional.

 

2°) El que contraviniere el artículo anterior, incurrirá en las penas de perdimiento de la especie, sea poco o mucho su valor, la que se aplicará al Museo Nacional, y a más mil pesos de multa aplicados a los fondos destinados a la instrucción pública. Los administradores de aduana y comandantes de resguardo, quedan encargados de velar la observancia de este  decreto  bajo su responsabilidad. 

 

El 16 de mayo del mismo año, la Gaceta anuncia la fundación del Museo, al que, expresa: “Todos los ciudadanos amantes de la honra de su país contribuirán a enriquecer con cuantos objetos posean dignos de rareza…los venerables restos que nos han quedado de las artes que poseían los súbditos del antiguo gobierno de los Incas, merecen reunirse en aquel establecimiento, antes de que acaben de ser exportados fuera de nuestro territorio“. Con este decreto, creemos que San Martin se convierte en América en temprano precursor de la preservación de sus patrimonios nacionales, no conociendo una actitud similar anterior en territorio americano, al tiempo que  restituye al pueblo la conciencia de la dignidad y grandeza de su cultura ancestral, fundada sobre las bases del antiguo incario. Este Museo fue el origen del que hoy es el más importante del Perú en arqueología, no solo por su desbordante y refinada exhibición de  plata, oro, piedras y expresiones artísticas, sino  por su poderosa impronta en riqueza identitaria.

 

En el vasto imperio de los Incas, las maravillas se sucederían en profusión para quienes  transitaban entre fecundas terrazas de cultivo. Era un mundo de edificios colosales, de enormes piedras esculpidas que se amoldan aun hoy a la perfección sin asistencia de mortero, y monumentos representativos de  reyes y dioses. Han quedado para la admiración sus templos y palacios, sus pirámides truncas y espacios ceremoniales, sus carreteras de perfecto trazado y como joya perdurable, el majestuoso Cuzco o Cosco, al que llamaron ombligo del mundo, aunque hoy su significado lo discutan los lingüistas por su posible origen pukuina, el misterioso y elusivo idioma  que es tema de estudios eruditos.

Cuzco era el corazón del Tawantinsuyo de las cuatro regiones, civilización avanzada de prolija administración que dominó gran parte de América del Sur, territorio conquistado por tenaces guerreros, al que el Inca  impuso su cultura, religión y política. A la monumentalidad y contundencia edilicia de sus grandes arquitectos, se contraponen con elegancia minuciosa, las obras de sus artesanos, artífices de deliciosas obras de arte, que trabajaban maravillosamente los metales, los textiles, las piedras, los corales, los spondylus o mullu. Eran poblaciones enteras de  orfebres exquisitos, denominados mitmas,  la mayoría instaladas cercanas al Cuzco, de las que existen evidencias probadas de haber sido trasladadas desde la costa central por la excelencia de sus trabajos, para ser los  proveedores de los objetos requeridos por una elite de nobles, generales y sacerdotes por  originales y valiosos. Los teleros eran  artífices refinados, autores de mantas, camisas, tapices, algunos adornados por plumas multicolores y diseños geométricos policromos denominados tocapus, de gran calidad y belleza..   

 

En época del Imperio, los plateros se establecían en las cercanías de Potosí, fabricando  vasos,  vasijas y toda clase de vajilla de oro y plata, ornato de templos y aposentos del Inga o Inca, ámbitos que  le servían de alojamiento en sus viaje por sus dominios y que estaban alhajados para recibirlo. Eran especialmente estos preciosos objetos, fáciles de manipular y sustraer los que San Martin desea proteger como bien patrimonial de los peruanos. (Bolletin de l’Institute dÈtudes  Francais Andines)

 

¡Cuánto de todo este mundo fantástico habrá disfrutado San Martin allá en el Perú y cuanto debió lamentar no conocer el Cuzco, convertido en baluarte realista! Es evidente que el tema le interesaba vivamente, lo demuestran la conversación mantenida con Mary Graham y sobre todo el extraordinario decreto acerca de la protección de esos bienes deslumbrantes que despertaban la codicia o el deseo de posesión de los europeos, sentimiento que él conocía y cuyo comercio deseaba erradicar en beneficio de la nación que estaba construyendo y cuya identidad tanto lo preocupaba, a la que otorgó  sus primeros símbolos soberanos, la bandera, el escudo, el himno. Y con esta remembranza del legendario incario, retrocedamos en el tiempo y viajemos idealmente a encontrar a San Martin en la provincia de Córdoba, donde  ha ido a curar sus males desde junio a agosto de 1814.

Mientras se repone, diseña planes de liberación americana, con Perú como meta estratégica. Vive en Saldán en la estancia de su amigo Eduardo Pérez Bulnes, que sería diputado al Congreso de Tucumán en 1816. Lo acompaña como edecán el Capitán de Granaderos Juan Miguel del Río. Su presencia atrae a las figuras más representativas de la intelectualidad de Córdoba, ciudad prolífica en personalidades ilustres, togadas o tonsuradas. Buen contertulio cuando el tema lo amerita, San Martin las recibe con placer. Un bálsamo debían ser esas conversaciones intelectuales para el hombre que leía a los clásicos y conocía de filosofía, saberes adquiridos por propia voluntad y esfuerzo. Se debatían proyectos trascendentes para el destino de la patria, no solo referidos a la guerra, sino a las ideas que favorecieran la construcción de una nueva y mejor sociedad.

 

En uno de esos encuentros, el nombre de Garcilaso de la Vega, el Inca y su renombrado libro “Los Comentarios Reales”,  cuya denominación Reales no tiene connotación de Realeza, sino de realidad, de verdad, surge, con su mágica evocación de la América antigua, desde la Córdoba andalusí a la Córdoba rioplatense. Se comentan pasajes de la obra y debaten, a la par que el literario, su gran un interés político, sobre todo como reacción a la censura que España ejerció sobre la misma, prohibiendo su lectura en el Río de la Plata en 1782, temerosa que los recuerdos infantiles que publica el autor en el S. XVII,  exaltando las hazañas de sus ancestros incas, movieran a los pueblos de etnia americana a una rebelión emancipadora. Recordemos que San Martin decretaría el 13 de octubre de 1821 la Libertad de Imprenta en el Perú.

 

Garcilaso había nacido en el Cuzco en 1539, con el nombre de Gómez Suarez Figueroa,  provenía de  progenie noble por su madre, la Ñusta o princesa, Isabel Chimpú Ocllo Palla, sobrina carnal del Inca Huayna Capac y por lo tanto, prima hermana de Atahualpa y Huáscar, los últimos gobernantes incas del Perú. Por su padre, el Capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, tenía sangre española, de la que no renegó. Por el contrario, se reconocía vasallo de la corona española y practicaba activamente la fe católica.  Estaba emparentado con el Marqués de Santillana, con  Garcilaso de la Vega, su homónimo,  representante del Siglo de Oro Español y con el gran  Jorge Manrique, por lo que es fácil saber de que rama heredó su don de literato. Con orgullo se llamaba a sí mismo mestizo, hombre de dos mundos y culturas. Vivió en España muchos años y en ella falleció en 1616. Allí tomó el nombre que lo haría famoso, el de su padre, pero con jerarquía de Inca, el Inca Garcilaso de la Vega, que lo diferencia también de su pariente el poeta.

 En lengua castellana, que era también suya, escribió su libro inmortal. De prosa elegante, erudito en humanidades, historia y filosofía, el autor es un autentico representante del renacimiento español. En su obra, que es una exaltación de la sangre que corre por sus venas, las dos mitades de su yo se complementan en un armónico todo histórico, social y cultural. Sin embargo, tal vez sin advertirlo, revela también el drama íntimo que significaba en su época ser hijo natural y mestizo a pesar de los altos estratos de su nacimiento, pues su padre, aunque lo reconoció, educó y cuidó de él, no estaba casado con la Ñusta Isabel. Por otra parte, su ascendencia de nobleza incaica, le confería cierto exotismo y fue carta de presentación  prestigiosa en el mundo de las letras  hispanas.

 

Con el obsesivo y legítimo propósito de afirmar identidad, escribe un extenso y curioso epitafio destinado a precisar su tumba, elegida por él en la Capilla de las Animas de la Catedral de Córdoba,  que es  exaltación de su propia grandeza.  Dice así: “El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria, ilustre de sangre, perito en letras, valiente en armas, hijo de Garcilaso de la Vega de casas ducales de Feria e Infantado, y de Isabel Palla, sobrina de Huayna Capac, último Emperador de Indias. Comentó La Florida, tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios Reales. Vivió en Córdoba con mucha religión, murió ejemplar, dotó esta capilla, enterróse en ella, vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del Purgatorio. (“El Inca Garcilaso “Remedios Mataix. Universidad de Alicante.) 

 

Su obra testimonial fue planteada en dos partes. En la primera describe el mundo inca, que fuera el suyo por nacimiento, en el que vivió sus primeros años, a cuya historia ancestral accedió por relatos de su madre y parientes, que recordaban por tradición las prodigiosas hazañas y las memorias de las conquistas que permitieron a sus antepasados crear su inmenso imperio. José de la Riva Agüero, en su “Elogio de Garcilaso“, extracta de la obra textualmente estas palabras: “de las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes: lloraban a sus reyes muertos, enajenado su imperio y su acabada república. Y con la memoria del bien perdido, siempre acababan con lagrimas y llantos, exclamando: trocòsenos el reinar en vasallaje”.

 

En la segunda parte, según el peruano Aurelio Miró Quesada, Garcilaso relata; “las hazañas del descubrimiento del Perú y el épico resonar de su conquista, como un tributo a su padre el capitán y a la voces lejanas y gallardas de sus ancestros españoles”.

 

En la asamblea mencionada, es San Martin quien propone una idea que le parece un acto justiciero luego de escuchar a los asistentes debatir con entusiasmo, la de reeditar la obra del egregio mestizo que honró en sus crónicas la gloria del incario. Puesto a consideración, todos los asistentes adhieren con entusiasmo, levantándose un Acta Prospecto, en la que se testimonia lo tratado en dicha reunión, elogiando la calidad literaria y la riqueza del contenido de la obra, deplorando a la vez la censura impuesta por España a su lectura y difusión y  mencionando  la escasez de ejemplares que existían de la misma. Son 38 los firmantes, cuyos nombres honran la tradición doctoral cordobesa. La única fuente documental de esta reunión se debe al historiador cordobés Monseñor Pablo Cabrera, en su obra:”La Segunda Imprenta de la Ciudad de Córdoba “de 1930. Los presentes se distribuyeron las tareas a realizar y deciden su reedición en Londres, por no contar con una imprenta en condiciones de hacer un buen trabajo, ya que querían que este fuese “del mayor lujo posible”. Sería costeada con una contribución de tres pesos por suscriptor. El  magnífico proyecto, sin embargo, no se llevó a cabo, no han quedado testimonios de la  razón por la que no se realizó. Tal vez por resultar muy cara la reedición, en tiempos en que se necesitaba todo el dinero posible para la formación de los ejércitos, o porque al marcharse San Martin a Mendoza, el proyecto murió con su partida.

 

El mencionado historiador manifiesta que: “la obra del Inca Garcilaso no era de ataque, sino de integración y  creación”. Este debió ser precisamente el objetivo de San Martin al proponer su  reedición.  Como estadista y civilizador, comprendía que era necesario unir a la nueva sociedad conformada por el mestizaje de la cultura americana con la greco latina, preparándolo para circunstancias más homogéneas, que permitieran a las generaciones futuras una gobernabilidad política fluida y sin escollos.  Fue significativa muestra de la autentica vocación americanista de fusión y encuentro que inspiraba a San Martin y los suyos.

 

No olvidemos que en el Congreso que declaró la Independencia el 9 de julio en Tucumán, el General Manuel Belgrano propuso como forma de gobierno una monarquía temperada ejercida por un descendiente de los Incas. San Martin escribió a Godoy Cruz en la ocasión: “Soy un americano republicano por principios e inclinación, pero sacrificaría esto mismo en bien de la patria”. Apoyó el proyecto, considerando que debía postergar su intención republicana, hasta que las nuevas naciones, mediante una monarquía constitucional no absolutista, establecieran un gobierno sólido, con garantía de estabilidad para decidir su futuro.

 

Pasaron los años, gobernaba el Perú el Gran Mariscal Ramón Castilla, soldado de la independencia, artífice de la Constitución de 1860. Esta ilustre figura alivió económica y moralmente el exilio del héroe, ordenando que sus sueldos atrasados de Generalísimo peruano sean reconocidos como deuda nacional, remitiéndole además regularmente los que le fueron asignados por el Congreso Constituyente de 1822. En agradecimiento, San Martín le escribe una carta el 11 de septiembre de 1848 que es el inicio de una franca amistad, valiosa porque en ella el Libertador entrega a su destinatario lo que él llama un: “extracto” autobiográfico que aclara puntos de interés no manifestados hasta entonces. En respuesta, el gobernante le diría: “Con gusto vería la elección que hiciera usted del Perú para pasar en él, de un modo tranquilo y en medio de verdaderos amigos, el último tercio de su vida, si se resolviese a dejar la Europa…”.      

 

Las cartas intercambiadas entre ambos constituyen un sólido corpus documental de gran valor histórico y simbólico. La amistad verdadera no obliga, no negocia, no condiciona, nace espontánea en el alma de los hombres y de los pueblos. Entre argentinos y peruanos, este singular sentimiento surge desde el fondo de la historia común, el eco del pasado nos manda a perpetuarla y el futuro a acrecentarla. El 28 de julio de 1821desde Lima y al mundo, José de San Martin proclamó la independencia del Perú cimentando nuestra hermandad.  Hagamos votos porque esta entrañable e infrecuente relación fraterna perdure para siempre, cumpliendo así el mandato moral del Libertador de ambas naciones.

 

Fuente: Instituto Nacional Sanmartiniano, 29-7-2021

POR QUÉ FRACASARON

 


las ofensivas contra la imagen de Julio A. Roca

Rosendo Fraga

Infobae, 25 de Julio de 2021

 

A fines del año pasado, el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, del Frente de Todos, hizo retirar el monumento que recordaba a Julio A. Roca en una avenida central de la ciudad.

 

Se encontraba allí desde 1941 y conmemoraba cuando, a comienzos de 1899, ejerciendo la Presidencia de la Nación por segunda vez, visitó la ciudad en su viaje para encontrarse con el presidente chileno, Federico Errázuriz, en el Estrecho de Magallanes. El objetivo era crear un canal directo de comunicación y generar un gesto simbólico para neutralizar el riesgo de guerra entre los dos países, que entonces planteaban los conflictos limítrofes no resueltos.

 

En el monumento está la efigie de cuerpo entero de Roca, vestido de civil, con imágenes esculpidas del encuentro y de símbolos de la paz a sus espaldas. Ante las protestas que generó la remoción del monumento en concejales opositores y vecinos, la Intendencia primero dijo que había sido para repararlo. Frente a la reiteración de las críticas, luego sostuvo que era un retiro transitorio para permitir la ampliación de la avenida donde estaba ubicado el monumento. La escultura habría quedado en un depósito municipal, sin más explicaciones.

 

Néstor Kirchner llegó a la Intendencia de Río Gallegos en 1987 y ejerció la gobernación entre 1995 y 2003, y luego, a partir de ese año, la presidencia. Su esposa lo hizo luego dos períodos consecutivos, entre 2007 y 2015. Durante este largo periodo, nunca intentaron remover la estatua de Roca, aunque en la primera década del siglo XXI se intensificó la campaña para sacar nombres e imágenes que simbolizaran y recordaran al dos veces presidente electo de la Nación, quien estableció las bases del Estado nacional, en lo político, educativo, económico, territorial y militar.

 

Meses después, el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay, del PRO, dispuso quitar el nombre de “Conquista del Desierto” a un parque de la ciudad, que tiene 74 hectáreas. Estableció para ello que el nuevo nombre fuera elegido en una consulta popular por los vecinos de la zona, la que tuvo lugar en julio. El nombre más votado fue el de “Julio A. Roca” y el segundo “Conquista del Desierto”, es decir, que siga como está. Por orden decreciente, los siguientes nombres fueron Raúl Alfonsín, Barranca de los Loros y César Milstein.

El intendente, en principio, se ha negado a aceptar el resultado de la consulta popular que él mismo convocó. El 16 de julio no llegó a reunirse el jurado, integrado por cuatro funcionarios, tres de Juntos por el Cambio y uno del Frente de Todos, para reconocer el resultado. El representante de esta última fuerza política decidió retirarse por no estar de acuerdo con la metodología utilizada. El concejal de Juntos por el Cambio, Marcos Streitenberg, dijo que el proyecto volvía al Concejo Deliberante para que se revean algunas cuestiones y así seguir avanzando.

 

La extensión del Estado nacional a la Patagonia fue obra del primer gobierno de Roca, así como el inicio de la presencia nacional en la Antártida, al finalizar el segundo. Desde esta perspectiva, no tendría lógica el cuestionamiento a su figura en esta amplia región. Ni en Bahía Blanca ni en Río Gallegos hay grupos de pueblos originarios que reclamen la propiedad de tierras.

 

Los dos hechos no parecen conectados entre sí en cuanto a su origen, pero en alguna medida reflejan la vigencia de una campaña que en realidad apunta a cuestionar la creación del Estado argentino.

 

La decisión del intendente de Río Gallegos ha sido argumentada con planteos contradictorios y formalmente carentes de intencionalidad política, los que han sido poco claros. En cambio, el proyecto del intendente de Bahía Blanca -que paradójicamente pertenece a una fuerza de centroderecha y gobierna una ciudad socialmente conservadora- sí tuvo argumentos de tipo político.

 

Pero lo más importante es que en ambos casos hubo críticas de los vecinos, que en Bahía Blanca se manifestaron concretamente a través de una consulta popular que expresó la voluntad de optar por el nombre de Roca. En los dos casos, las respectivas autoridades municipales están a tiempo de corregir lo hecho hasta ahora, y sería bueno que lo hagan.

 

La Historia puede generar interpretaciones diferentes, pero remover nombres o monumentos no es una forma de discutirlo, sino al contrario, es la manera de intentar imponer un relato hegemónico.

LAS IDEAS POLÍTICAS

 

del General San Martín en Cuyo (1814-1816)

 

Prof. Lic. Alejandro Darío Sanfilippo

 

A juzgar por lo que nos dice la historiografía liberal argentina y nuestras maestras, la vida, obra y pensamiento del Capitán General José Francisco de San Martín son tan simples como absurdas. Recorrió medio mundo a los sablazos, expuso su tranquilidad material y espiritual por su tierra natal, cuando en realidad vivía en ella. Es más, cuando anduvo por América no visitó nunca su entrañable Yapeyú, actitud propia de esas tiernas almas románticas que pueblan el mundo, a excepción de los ejércitos y sus cuerpos de oficiales, lugares por donde transitó su existencia.

 

San Martín no es un tema fácil históricamente hablando, y esta es nuestra primera afirmación. En él concurren los más altos intereses políticos de nuestra nacionalidad y por ello, históricos culturales, sometiéndolo a un forcejeo que no hubiese tolerado en vida. El material existente sobre su persona es casi infinito, hay de todos los tamaños y pelajes, radicando allí una importante dificultad. Se comienza a leer, consultar e investigar y en vez de ingresar en un recto y caudaloso río, lo hacemos a un delta de innumerables cursos, para desembocar finalmente en un inmenso océano, donde desaparece a primera vista cualquier posibilidad de síntesis. Fundamentalmente se transforma en costosa empresa dar una conclusión categórica para un trabajo como el presente, donde la extensión debe compatibilizarse con el interés de una lectura numerosa.

 

Como inicio, establezcamos los límites del trabajo: este se focaliza en los años en que San Martín fue Gobernador Intendente de Cuyo (1814-1816); basándose en los escritos autógrafos y éditos que se hallan en la colección DOCUMENTOS DEL ARCHIVO DE SAN MARTIN, Tomo V, Comisión Nacional del Centenario, 1910, Buenos Aires, existente en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en los cuales hace mención de su pensamiento político en dicha oportunidad y circunstancia.

 

Desde el primer momento debemos sostener que lo aquí expresado se halla sujeto a revisión. Pues, habiendo sido realizado el presente con la mayor de las seriedades, conciencia y aplicación, es honesto, intelectualmente, confesar que el campo abierto supera el punto de vista actual del autor. Creemos profundamente, que se trata de un vacío historiográfico nacional la cuestión San Martín, no solo de quien suscribe, aunque parezca un contrasentido frente a la cantidad.

 

Cuando un grande en todos los campos (menos en lo militar), como lo fue el General Bartolomé Mitre, hace y escribe historia transfiere, haciendo extensiva su grandeza a ella, así falte a la verdad intencionalmente o solo se equivoque de modo involuntario. Bartolomé Mitre dejó un San Martín que se ha transmitido escolar y masivamente a todos los argentinos. Desde su manejo directo y exclusivo en primer momento de los archivos del personaje, contra la voluntad del propio prócer, ordenados por este con esmero e intencionalidad, como la desaparición de las memorias que afirmaba haber escrito, prometiéndoselas a su escudero amigo Tomás Guido, el Divus Bartolus construyó un San Martín de muy fácil comercialización y muy difícil desguace.

 

Sesudos autores de nuestra historiografía han trabajado sobre él, pero no se han visto coronado por el éxito como el General que escribía historia y no ganaba ninguna batalla. Una cantidad de puntos oscuros rodea al Gran Capitán de Los Andes, aún frente a los ríos de tinta que su figura ha producido y produce. La primer pregunta sobre San Martín desata el problema prematuramente: ¿Por qué vino a América?. Raúl Roque Aragón, al igual que el Dr. Enrique Díaz Araujo dicen que lo hizo para salvar la tradición hispana, la religión católica y su cosmovisión y con esa precisa afirmación, Bartolomé Mitre, casi saliendo de su tumba, no pararía de gritar ¡Blasfemia! San Martín vino a realizar una revolución republicana, liberal y democrática. A.J. Pérez Amuchástegui sostiene que llegó para alcanzar la independencia y unidad de un país poderoso, rico y prometedor, como era la América española, cuyas relaciones comerciales interesaban positivamente a la Gran Bretaña, tarea común de los cofrades de la Gran Reunión Americana. El Dr. Rodolfo Terragno, por su parte, sumará a este último el plan continental (fraude heurístico de Fidel López) diseñado por Maitland en 1800. Así como estos, podríamos citar tantos otros autores y sus respuestas, únicamente para la primer pregunta, que el mismo protagonista cuando tuvo que satisfacerla dijo: “Con destino a Lima, a arreglar mis intereses”. Es decir, si en la más elemental de las preguntas el bulto le gana a la claridad, imaginemos el resto, como el tema de la masonería, sus medios y modos de vida en Europa, etc.

 

En definitiva, el General San Martín era un hombre austero, sencillo y honesto, pero es difícil para la historia porque en ella aparece enigmático, reservado y como remate cúlmine de una construcción por él forjada y conducida. Reiteremos que la documentación original, tal cual la había ordenado y prometido, nos llegó tras la intervención o filtrado indebida de Mitre, de cuyos intereses políticos muchos desconfían pero nadie duda.

 

Para el presente trabajo, como se tiene dicho, trabajaremos a partir de las expresiones documentadas, manifestadas durante la Gobernación Intendencia de Cuyo. Recurriremos a otras, para auxiliar las referidas a los años 1814-1816, realizadas anterior o posteriormente que son las más al respecto, solo cuando sea estrictamente necesario.

 

Empecemos por la llegada a Cuyo, más precisamente a la ciudad de Mendoza. Gracias al gran embuste de Fidel López, acerca de la apócrifa carta de San Martín a Rodríguez Peña en la cual le transmite confidencialmente “su secreto”, se ha generalizado la creencia que vino a ejecutar su premeditado (o plagiado a Mr. Maitland, según Terragno) Plan Continental. Luego de los debates entre Mitre y López e incorporado a la obra liminar de la historiografía argentina, sino fuese por el trabajo esclarecedor de Pérez Amuchástegui, continuaríamos creyendo en dicha carta.

 

A juzgar por los hechos, la documentación y la bibliografía más reciente, San Martín luego de organizar defensivamente el territorio norteño, Salta, Jujuy y Tucumán, con el Ejército del Norte y los gauchos de Güemes, se retiró a Córdoba a restablecer su quebrantada salud, porque los generales a veces también se enferman. Según algunos autores sus dolencias, hemorragias incluidas, derivaban de la herida recibida en Cádiz cuando el atentado al general Solano. Como fuere que haya sido, se trasladó a Córdoba en busqueda de descanso y recuperación, que le brindaría el clima serrano. Su estadía en el territorio cordobés fue escasa y partió para Cuyo, gracias al nombramiento de Gobernador Intendente fechado el 10 de agosto de 1814. Recapitulemos entonces, a fines de enero de 1814 fue nombrado Jefe del Ejército del Norte, el 25 de abril del mismo año sufre sus primeras indisposiciones graves y el 29 de mayo iba llegando a los límites de Córdoba, buscando altura y menor humedad ambiente. El 10 de agosto del mismo 1814 se lo nombró Gobernador Intendente de Cuyo “... a solicitud suya con el doble objeto de continuar los distinguidos servicios que tiene hechos al país y el de lograr la reparación de su quebrantada salud en aquella deliciosa temperatura.” Es decir, si el plan continental de F. López no existe documentalmente, si se retiró por enfermedad y buscaba altura y sequedad, podemos decir, que a Mendoza llego buscando salud. No existía todavía el afamado Plan Continental. Se lo nombró Gobernador Intendente para que siguiese aportando a la revolución, para no marginarlo, pues, el ascenso alvearista se consignaba a pasos agigantados y podía mal interpretarse, provocando reacciones o desequilibrios en el seno de la Logia y por ende, en el gobierno, mientras que el lugar asignado le permitía un protagonismo público distendido (Cuyo contaba con 40.000 almas apenas, según Mitre) junto a las menores preocupaciones, mayor altura y sequedad. San Martín se reponía, sin perderse, en la “ínsula Cuyana”.

 

Con la caída de la revolución en Chile y la llegada masiva de emigrados transandinos, los rumores y temores de invasión ultramontana, San Martín se vio obligado, como Gobernador Intendente y soldado a prever y organizar la defensa de Cuyo, primero, y la de la sobreviviente revolución platense, frente a la caída del resto y el amago fernandino. En ese momento comenzó la organización militar, pero más defensiva que ofensiva. Debió llegar el año 1816 para encontrar una carta que tenga origen en “Campo de instrucción en Mendoza. 19 de enero de 1816”, frente al resto de las enviadas que encabeza con “Mendoza” y diga que retornó la actividad en El Plumerillo. A la vez que solicita esfuerzos a Pueyrredón y su autorización para la invasión a Chile y luego, unidos los americanos de ambos lados de la cordillera, al Perú.

 

Fue durante su estancia en Cuyo, producto de la caída del Director Supremo Carlos María de Alvear y su círculo, junto a la influyente presión sanmartiniana, cuando se convocó a Congreso en Tucumán, tan nombrado como inexactamente conocido e intencionalmente deformado. Reunido el Congreso, este elige como Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón, diputado a la sazón por la ciudad de San Luis, por lo tanto representante de Cuyo y a Narciso Laprida como presidente del propio Congreso, casualmente diputado por la ciudad de San Juan, también componente de la misma gobernación de intendencia. O sea, la casualidad obraba a favor de San Martín o este trabajaba con eficacia a partir de la nueva situación política en el único reducto revolucionario que todavía sobrevivía. Para militar sin aspiraciones políticas, como lo tipifica Mitre, le salía todo al revés. El Gobernador Intendente de Cuyo también se daba tiempo por esta época para mantener una profusa y clarificadora correspondencia con estos afortunados de la política, donde poco es azar, para expresarles sus ideas políticas del momento. Quizá, como muchas otras personas en todo tiempo y lugar, las haya mudado luego o tal vez poseía otras anteriormente, pero lo cierto es que las cartas remitidas desde Cuyo en general, ocasionalmente desde Córdoba, entre los años 1814 a 1816, y especialmente durante 1816, año en que ya sesiona el congreso, manifestaban la sistemática pretensión de declaración de la independencia sudamericana y la preferencia por el sistema monárquico de gobierno.

 

Sobre la necesidada de declarar la independencia se lo hacía conocer así al Dr. Tomás Godoy Cruz, su vocero en el congreso:

“¡Hasta cuando esperamos declarar nuestra independencia! No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos. ¿Qué nos falta para decirlo? ... Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos... Veamos claro, mi amigo, si no hace el congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito.”

(Carta de San Martín a Godoy Cruz. Mendoza, 12 de abril de 1816.)..

 

“Ha dado el congreso el golpe magistral con la declaración de la Independencia...”

(Carta de San Martín a Godoy Cruz. Córdoba, 16 de julio de 1816.).

 

Con respecto al sistema de gobierno más apropiado para las circunstancias bélicas, culturales y fundamentalmente políticas de la América española, no dudará un momento en sostener el gobierno monárquico, o de uno como regente hasta se materializan los proyectos en danza para coronar algún príncipe americano o europeo:

“Ya digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un inca a la cabeza, las ventajas son geométricas, pero por la patria les suplico no nos metan en una regencia de personas; en el momento que pase de una todo se paraliza y nos lleva el diablo; al efecto, no hay más que variar de nombre a nuestro director y queda un regente: esto es lo seguro para que salgamos a puerto de salvación”

(Carta de San Martín a Godoy Cruz. Córdoba, 22 de julio de 1816.)

 

A título de excepción, solo cabría destacar la epístola del 24 de mayo de 1816, que dice:

“... un americano republicano por principios e inclinación, pero que sacrifica estas mismas por el bien de su suelo...” “1º Los americanos de las Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando del fierro español y pertenecer a una nación.” “2º ¿Podremos constituirnos República sin una oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena vecina para un país monárquico) sin artes, ciencias, agricultura, población y con una extensión de tierra que con más propiedad puede llamarse desierto?” “3º ... gobierno puramente popular,... tiene este una tendencia a destruir nuestra religión...”

(Carta de San Martín a Godoy Cruz. Mendoza, 24 de mayo de 1816.)

 

Si los principios e inclinación republicanas eran reales, como afirma en esta, los sacrifica por la independencia, que suplica se declare y por el orden, que añora para las Provincias Unidas y mantiene en Cuyo. Por el contexto de la carta, por lo inmediatamente anterior y posterior, aparentemente fue una concesión discursiva efectista, destinada a realzar su opinión con un renunciamiento íntimo y principista. Pero aún cuando fuese verídico, hizo renuncia al republicanismo “por el bien de su suelo”.

 

En síntesis y a modo de conclusión, digamos que el padre de la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, tal como se declaró solemnemente aquel 9 de julio de 1816, por lo menos mientras fue Gobernador Intendente de Cuyo se confesó independentista y monárquico. En cuanto al gobierno de la jurisdicción a su cargo, siguiendo lo dicho por el General Bartolomé Mitre, no alteró el sistema de Gobernación de Intendencia, con injerencia en las cuatro causas, heredada de la tradición virreinal y monarquista por concepción filosófica. A excepción del duro esfuerzo al que sometió al pueblo cuyano y a la fisonomía cuartelera que adquirió Mendoza cuando la expedición libertadora de Chile se confirmó, el resto parece encuadrarse dentro de la tradición hispana de las Gobernaciones de Intendencias. Posiblemente con mayor dinámica que otras gobernaciones cuyanas anteriores, pero sin alteración de la estructura vertical jerárquica del gobierno. San Martín era un político y un militar de profesión, no un ideólogo. Vino a Cuyo a reponerse sin ausentarse de escena y aquí, al compás de las necesidades, de su objetivo que era la independencia y de los hechos, gobernaba, dando nacimiento a un plan político militar, que pasó de lo defensivo a lo ofensivo.

 

Si con anterioridad, el Libertador apreció cualidades más propicias en otra forma de gobierno o si más tarde desistió de la monarquía excede a los límites de este trabajo, aunque no al interés de quien suscribe.

 

(Fuente: Crítica revisionista)

BIBLIOGRAFIA DOCUMENTOS DEL ARCHIVO DE SAN MARTIN, Tomo V: Comisión Nacional del Centenario. 1910. B.Aires.

RAMOS PEREZ, DEMETRIO: “España en la independencia de América”. Ed. MAPFRE. Madrid. 1996. ARAGON, RAUL ROQUE: “La política de San Martín”. Universidad Nacional de Entre Ríos. 1982.

PEREZ AMUCHATEGUI, A.J.: “Ideología y acción de San Martín”. Abaco. 3º edición. B.Aires. 1979. STEFFENS SOLER, Carlos: “San Martín en su conflicto con los liberales”. Huemul. B.Aires. 1983. CONTE, Margarita Beatriz: “Ideario político de San Martín”. Archivo Histórico de Mendoza. Mendoza. 1997.

TERRAGNO, Rodolfo H.: “Maitland & San Martín”. Universidad Nacional de Quilmes. 2º edición. Bernal. 1999.

MITRE, Bartolomé: “Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana”. Peuser. B.Aires. 1952.