MARÍA KODAMA

 

 pone en perspectiva a Rosas con un valioso aporte a la verdad histórica

 

Pacho O'Donnell

 

Infobae, 28 de Diciembre de

 

Cuando recibí la invitación para la presentación de un libro de María Kodama en el CCK auspiciada por el Ministerio de Cultura cuyo título es La divisa punzó no pude menos que recordar el poema “Rosas” de Borges:

 

“(…) La imagen del tirano

abarrotó el instante,

no clara como un mármol en la tarde, 

sino grande y umbría

como la sombra de una montaña remota

y conjeturas y memorias

sucedieron a la mención eventual

como un eco insondable.

Famosamente infame

su nombre fue desolación en las casas,

idolátrico amor en el gauchaje

y horror del tajo en la garganta (…)”

 


Dominado por el prejuicio, deduje que sería una detracción más, seguramente inteligente, contra el Restaurador. Grande fue mi alegre sorpresa al leerlo y comprobar que se trata de un libro de jerarquía histórica que rescata personajes, comentarios, circunstancias, opiniones de una gran objetividad y calidad literaria, que tratándose de alguien con quien nuestra historia oficial liberal se ensañó hasta la obscenidad, es un valioso aporte para la verdad histórica. Además, rescata al Restaurador del escarnio vengativo por haber mantenido a la oligarquía porteñista fuera del poder durante veinte años y lo propone como objeto de debate inteligente y desprejuiciado. “Estas páginas son el resultado de los interrogantes surgidos en ese largo viaje hacia Rosas y sus circunstancias como del deseo de compartir con otros nuestra larga conversación y de ayudar a matizar en lo posible las posiciones extremas y los desencuentros que surgen, de modo indefectible, cuando dialogamos sobre el pasado colectivo”. Y ese objetivo de la Kodama, en coautoría con Claudia Farías, se cumple.

 

El libro comienza con el recorrido de tres autores que tempranamente se ocuparon de Rosas y su tiempo. Comenzando por Antonio Saldías, amigo de Mitre e integrante por cuna de la oligarquía que regía los destinos argentinos que se vio sorprendida e indignada cuando el resultado de sus honestas investigaciones fue una publicación que cumplió con su enunciación del prólogo “No se sirve a la libertad manteniendo los odios del pasado”. El prolijo recorrido que las autoras hacen de las páginas de la “Historia de la Confederación Argentina” nos permite adentrarnos en los hitos fundamentales de la vida y obra de Rosas y de las circunstancias sociales, económicas y políticas, nacionales e internacionales, que les dieron sustento y razón: la alianza con López, la guerra contra Lavalle, la Campaña del Desierto, el Pacto federal, la guerra contra Bolivia, el bloqueo francés, la épica Vuelta de Obligado, el permanente conflicto con la Banda Oriental, Camila O´Gorman, la anunciada derrota de Caseros, Southampton, testamento.

 

Luego vendrá la exposición y el análisis de la obra de Ernesto Quesada, “La época de Rosas”, quien tuvo el privilegio de participar de una larga entrevista de su padre con el Restaurador que recogió en su libro. A continuación “Vindicación y memorias de don Antonino Reyes”, de Manuel Bilbao, sobre quien fuera edecán y mano derecha de don Juan Manuel durante muchos años. El contacto con su entrevistado hace que el autor corrija la versión sostenida en una primera publicación que recogía todos los infundios echados a correr sobre el Restaurador y que merecería su indignación al leerlo. Cuatro años después su compromiso con la verdad que le devela Reyes lo mueve a otra publicación que corrige la primera.

 

Las páginas de La divisa punzó recogen la riquísima correspondencia entre San Martín y Rosas, ambos patriotas y hombres de orden, que culminó con la cesión testamentaria del sable libertador, reconocimiento poderoso que nunca pudo ser absorbido por el unitarismo liberal y por su versión consagrada de nuestra historia. Las autoras en su capítulo “Rosas y el mundo” enlistan y presentan extranjeros que tuvieron participación en su vida, entre ellos Woodbine Parish, Charles Darwin, Henry Mandeville, Henry Southern y otros. Capítulo aparte para Mary Tyler Mann, esposa del célebre educador Thomas Mann y prologuista del Facundo.

 

Es muy interesante, quizás por ser menos conocido, el capítulo que lleva el título de “Words, words, words” y que nos presenta al Rosas escritor. Una vocación postergada y que hasta entonces sólo se había manifestado en las largas cartas que solía escribir con bella caligrafía. Un ejemplo está en este mismo libro en la carta a Facundo Quiroga desde la hacienda de los Figueroa.

 

La referencia literaria a cargo de las autoras, ambas escritoras, comienza con “la libreta” manuscrita donde a lo largo de años Rosas anotaba fragmentos de libros que le llamaban la atención y composiciones de su autoría. En su precipitada huida luego de Caseros no atinó a recogerla y esperó con ansiedad que su amigo Terrero se la hiciese llegar a su destierro en Southampton. Consta de 458 entradas ordenadas y numeradas por mi querido y admirado historiador revisionista Fermín Chávez.

 

Las anotaciones del Restaurador no siguen un orden temático y parecen escritas impulsivamente, muchas veces con carácter ejemplarizador o moralizante que hoy consideraríamos algo ingenuo:

 

Un alma insensible es como un piano sin cuerdas, del cual en vano se procuraría sonido (8)

 

Una mujer discreta al lado de un necio es uno de los seres que me inspira más comprensión (10)

 

También da cuenta de opiniones sobre la vida y los seres humanos, como frutos de su experiencia:

 

Sería demasiado castigar a una mujer, hacerla amar a un sabio y casarla con un tonto (12)

 

Generalmente los hombres que atavían mucho, tienen un aire embustero. La verdad es sencilla y modesta (14)

 

Era de carácter que unía a grandes talentos, todos los vicios de un ambicioso (32)

 

En ocasiones echa mano a la poesía:

 

Si pretendes acabar

la obra que te has propuesto,

has de comenzar a obrar:

que lo difícil en esto

se ha vencido al comenzar (424)

 

 

¡Oh! ¡Cómo todos se jactan,

de ser agradecidos!

¡Y qué pocos en efecto

se acuerdan del beneficio!

Cuando esperan un favor

los más se muestran rendidos;

pero apenas lo reciben

Los más lo echan al olvido (423)

 

Algunas observaciones, señalan las autoras, parecen ser autorreferenciales o alusivas a personas próximas:

 

Aunque debo lisonjearme de tener tan nobles progenitores, nunca he desconocido que la verdadera nobleza empieza donde empieza el verdadero mérito (39)

 

Fueron la escoria de la nación. Sus depravadas costumbres, unidas a un coraje determinado y un orgullo mezclado de bajeza, los hacía capaces de hazañas grandes, y de grandes maldades (40)

 

En algún caso, aunque la libreta no consigna ningún nombre propio, puede adivinarse la referencia: el fusilamiento de Dorrego, que tanto lo afectó, haciendo que su primer acto de gobierno fuera un gran homenaje al mártir de Navarro.

 

En uno de esos momentos de enajenación, en que el hombre no es dueño de sí mismo, mandó que fuese fusilado sin otra forma legal, que su cruel voluntad, su ambición y su envidia (42)

 

No ahorra su experiencia en el Gobierno:

 

El menosprecio de la opinión pública, es vicio en un particular, y crimen en un gobernante (6)

 

Pero qué puede la justicia lejos del trono? (30)

 

Son a veces más poderosos los resortes de la política que los de la fuerza acreditada (46)

 

La prudente cautela es una de las armas de un diestro general (52)

 

No está ausente algo parecido al humor:

 

El hombre a los diez años es conducido por cualquier bagatela; a los veinte por una amante; a los treinta por los placeres; a los cuarenta por la ambición; desde los cincuenta en adelante, por la avaricia, pero rara vez por la razón y la sabiduría (7)

 

El segundo texto que Kodama y Farías rescatan del Rosas literato es un cuento, Desespera y muere, frase cuyo origen Rosas no aclara aunque lo hacen las autoras: es de Ricardo III, de Shakespeare. Es un relato romántico en inglés que trata sobre el amor desdichado entre María y Andrés escrito por Rosas durante su exilio y en edad bastante avanzada.

 

“En 1858, en las cercanías de Fontainebleau entraron en una casa de huéspedes una señora y un caballero, que se proponían pasar en el campo una temporada.

 

En los primeros tiempos salían juntos todas las mañanas, y no volvían hasta la hora de comer.

 

La noche la pasaban leyendo en su cuarto.

 

Esa fue su vida durante el estío.

 

Cuando llegó el tiempo de la caza, el joven salía temprano y volvía tarde.

 

Ella nunca salía esos días. Parecía muy triste. Andrés hizo conocimiento en la caza con algunos; después al poco tiempo llevó a varios a la casa, comieron juntos y se divirtieron, bebiendo y hablando muchas horas de la noche. Por la mañana, Andrés se fue con ellos y pasó algunos días sin volver.

 

Luego estas ausencias se repitieron a menudo. María pasaba esos días cerca de la ventana o de la lumbrera, trabajando o leyendo, cuando no lloraba. A fines del invierno Andrés se marchó, dejando pago el gasto que podía hacer la joven durante su ausencia, que anunció debía ser bastante larga.

 

Transcurrieron dos meses después de su salida, y María ninguna carta recibió. La joven estaba tan triste, que luego se enfermó”.

 

La historia, “una sentencia tristísima” según su autor, se resuelve trágicamente como era habitual en el romanticismo de entonces, en una segunda parte escrita en primera persona:

 

“12 de octubre. Amigo mío: me has amado mucho, y todavía te lo agradezco. Unos meses de tal felicidad valen más que una vida larga, atravesada siempre por sinsabores, sean cuales fueren la posición y la fortuna. Adiós para siempre, Andrés; tengo que cerrar estas páginas antes de que la fría mano de la muerte arranque la pluma de mis manos.

 

¡Adiós!


Nada puede añadirse. La historia es cierta: los que visiten el bosque de Fontainebleau podrán ver en la gruta los nombres de Andrés y María y debajo la inscripción “Desespera y muere”.

 

Por fin, la tercera de las obras literarias analizadas por las autoras es el “Diccionario pampa”, redactado por Rosas para una mejor comunicación con los pueblos originarios, demostración de su sensibilidad social. Que se puso también de manifiesto en su conquista del desierto basada en los acuerdos y negociaciones con los indígenas y no con su exterminio, como sucedería más tarde. Cabe agregar la campaña antivariólica que promovió con su ejemplo entre los pampas, tehuelches y ranqueles que los rescató de una peste que provocó muchas muertes, campaña que mereció el premio de la “Sociedad Jenneriana”, fundada por el inventor de la vacuna contra la viruela, Edward Jenner. El diccionario, de considerable extensión, como lo revelan las autoras del libro que comento, consta de varias partes. Por él nos enteramos que ALI-Co quiere decir agua, y RUMEN-CO, agua que pasa, que PICHi significa pequeño, CUYEN, luna, PUQUEN, invierno. Registra también el nombre de numerosos caciques, como ANGUE-PANGI, cara de león o vivir, MOGENo GURRU-NAMON zorro y piedra, recogiendo características de cada uno. Asimismo el diccionario se ocupa de palabras usuales como ¿QUÉ? Chem, vivir MOGEM, EPU dos PATACA cien. Es interesante que CHE quiere decir indio, gente.

 

Don Juan Manuel le dio gran importancia a su diccionario y lo pulió y lo amplió hasta el fin de sus días. Tanto fue así que en la cláusula 24ª. de su testamento declara: " El Diccionario y gramática Pampa manuscritos, los dejo a Manuelita, por su muerte, a Máximo, su esposo, y por muerte de este, a sus hijos, por escala de mayor edad”.

 

No termina aquí La divisa punzó, pero la extensión de este comentario me obliga a concluirlo.

 

Mi opinión del libro de Kodama y Farías es muy favorable, y cumple con el propósito de corregir lo que denuncia uno de sus acápites, cita de Carlos Pereyra: ”A Rosas no se le ha historiado, se lo ha novelado. Y se lo ha novelado en folletín” . Al folletín las autoras de La divisa punzó oponen la verdad histórica convertida en bella literatura.

DE LA ESPADA DE BOLIVAR

 

 a la de San Martín

 

 Por: Iris Speroni

 

Crítica revisionista, 7 de diciembre de 2022

 

El 11 de agosto EL MANIFIESTO publicó “La Espada” de Sertorio, autor por quien siento admiración y respeto. Sin embargo, mi visión sobre el proceso que nosotros los americanos, denominamos “La Independencia” y que los españoles peninsulares ven, con justa razón, como el desmoronamiento de un Imperio, necesariamente discrepa.

 

Debo aclarar que mi opinión es la mayoritaria, con matices, entre todos los historiadores profesionales y aficionados argentinos. Aquellos que añoran el dominio español son pocos y no muy bien vistos. En general, estamos muy orgullosos de nuestra gesta emancipadora del tirano Borbón.

 

Discrepo en la importancia dada a la injerencia inglesa en general y la influencia que pudo llegar a tener la Leyenda Negra en particular. Se denomina así a la propaganda creada por Inglaterra y Holanda, mayormente para uso interno, con poco asidero fáctico. Resultaba poco creíble para quienes vivían en América a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, quienes sí tenían bien en claro cómo eran las relaciones con indígenas, negros, mulatos, mestizos y zainos en esos tiempos. Gente pragmática que jamás compraría fantasías insustanciales. Esta fábula, como todo lo whig, fue retomada por el marxismo, el cual nunca se caracterizó en ser apegado a los hechos. En Argentina, la Leyenda Negra entró en circulación a partir de la segunda mitad del siglo XX de la mano de intelectuales universitarios de izquierdas. La acompañan con una Segunda Leyenda Negra sobre la Conquista de la Patagonia (Conquista del Desierto).

 

La Guerra por la Independencia fue una guerra civil. De español contra español. La divisoria de aguas era si se renovaba la lealtad al monarca o no, luego de la vergonzosa abdicación ante Napoleón. Los sustentos ideológicos principales fueron la teoría de la reversión de la soberanía al pueblo del padre jesuita Francisco Suárez y los iluministas franceses. Recomiendo la obra de José Carlos Chiaramonte, "Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846)", Editorial Ariel, Buenos Aires, 1997.

 

¿Por qué nos quisimos divorciar de los Borbones?

 

Voy a hablar únicamente por el Virreinato del Río de la Plata. Mi conocimiento de Bolívar es mínimo por lo que me limitaré a lo que me apasiona que es la historia de mi Patria. Nosotros, quienes admiramos a los Generales Don José de San Martín, Martín Miguel de Güemes y al Almirante Guillermo Brown miramos con cortesía y cierta condescendencia al prócer de Colombia y Venezuela. Prosigo.

 

El final de la Casa de los Austrias fue trágico para América. Las reformas que implementó Carlos III - que, convengamos, fue el mejor de todos los Borbones - fueron devastadoras para los españoles en América. Enumeraré los errores principales:

 

Apoyo a la Independencia de los Estados Unidos. Fue costoso para los reinos de Francia y España. Para Francia, significó la bancarrota y finalmente la pérdida del trono. Para España, una sangría de dinero que solventó América, reforma impositiva mediante.

El decreto real que diferencia a los españoles nacidos en América y en la Península. Durante los Austrias, los súbditos nacidos en América tenían la misma jerarquía que los nacidos en Europa. Era razonable. Los servidores reales desarrollaban una carrera burocrática en diferentes ciudades del Imperio. Ejemplo: cuatro años en Manila, cuatro en El Callao, cuatro en Cartagena de Indias y así. Eran hombres casados cuyos niños nacían en el camino. Muchos, de adultos, entraban al servicio del Rey como sus padres. La incomprensible decisión de Carlos III dejaba fuera de la carrera profesional a decenas de miles nacidos a donde el Rey había enviado a sus padres. En términos modernos equivaldría a negarle a los hijos de un ejecutivo de una multinacional nacido azarosamente en Singapur poder ingresar a una universidad de la Ivy League y luego hacer carrera en Wall Street.

 

La expulsión de los jesuitas. Creo que ésta es la más fuerte de todas. Los jesuitas formaron a la mayoría de las élites españolas en América. Pusieron el cuerpo en la colonización de enormes áreas, los peores lugares a donde el resto no quería ir. Si el Rey le dio la espalda a quien le fue tan fiel (según ojos americanos), ¿por qué no lo haría con el resto de sus fieles súbditos? Más aún cuando, se supuso, fue una decisión tomada por pedido del Borbón francés.

 

El Virreinato del Río de la Plata

La historia nuestra es particular, respecto a otros virreinatos. Para empezar, éramos pobres - comparados con Manila, Nueva España o Perú -.

 

Parte del territorio del Virreinato estaba bajo la administración de los jesuitas sin perjuicio de las concesiones a muchas otras órdenes religiosas y a particulares. Especial mención las Misiones Jesuíticas Guaraníticas, al Noreste de la hoy Argentina. Eran una barrera de contención contra los intentos imperiales de Portugal. Al punto que el Rey dio dispensa legal para armar y entrenar a los indios guaraníes —cosa prohibida—, quienes derrotaron una voluminosa expedición portuguesa (Guerra Guaranítica 1754-1756). Así mismo administraban amplias extensiones en Córdoba y Salta, colegios secundarios y universidades en Córdoba y en el Alto Perú.

 

La expulsión de los jesuitas fue avisada con antelación al rey de Portugal quien preparó una invasión luego de que la decisión real fuera efectiva. El Imperio de Brasil se apoderó de kilómetros cuadrados que hoy integran el sur de ese país (actualmente Río Grande del Sur), además de apresar miles de guaraníes como esclavos y matar otros tantos. Dicho de otra forma: el rey abandonó a sus súbditos a manos de un imperio extranjero. Porque antes, cuando los Austrias, los guaraníes eran súbditos que merecían la protección real (remito al testamento de Isabel la Católica).

 

En 1806 una flota militar británica toma Ciudad del Cabo al sur de África luego de una batalla encarnizada en la cual miles de boers perecieron. Luego de aprovisionarse zarpa para la desembocadura del Río de la Plata. El virrey abandonó la ciudad con el fin de proteger el tesoro (no está mal). La tropa real era escasa y no pudo defender la plaza la cual cayó rápidamente ante el invasor. El comportamiento inglés fue nefasto. Pillaje en conventos, iglesias, comercios y casas de familia, violaciones de mujeres, vejación de monjas de clausura. Lo usual. Tras 47 días de violencia y abusos, tropas venidas del interior junto a civiles armados retomaron la ciudad con un alto costo en sangre. Lo llamamos La Reconquista. Las banderas apoderadas al 71º Regimiento de Highlanders son exhibidas desde entonces hasta la actualidad en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario y Convento de Santo Domingo, de la orden dominica, en Buenos Aires.

 

Existe una segunda invasión en 1807, El lapso entre ambas expediciones fue empleado por los porteños para entrenar milicias civiles y pertrecharse. La rendición de los ingleses tras el segundo desembarco fue inmediata.

 

Estos hechos aunados conforman en la población la convicción de que al rey no le importa la protección de sus súbditos, única obligación de un monarca absoluto.

 

La invasión de la Península por el ejército napoleónico

 

¿Qué puede esperar un pueblo de un rey que deja ingresar a su territorio a un ejército extranjero y de tal forma poner el patrimonio y la vida de sus súbditos y la virtud de sus súbditas a riesgo? ¿Qué clase de persona es? ¿Por qué alguien querría ser vasallo de un monstruo traidor semejante?

 

El gobierno de Cádiz a partir de 1808 más la resistencia que duró seis años fueron financiados desde América, en particular desde el Perú. Uno a uno los virreinatos decidieron autogobernarse mientras el Rey estuviera en Valençay, con excepción de Perú que respondía a la Junta de Cádiz.

 

Fernando VII, reinstaurado al trono por potencias extranjeras, se negó a jurar la Constitución de 1812. Ordenó fusilar a quienes se lo pedían, a pesar de haber cuidado el reino en su nombre y resistido al invasor, cosa que él no hizo. Mandó ejércitos a América a recuperar su territorio. Resistimos, cual aldea de Astérix, las Provincias Unidas del Río de la Plata con sede en Buenos Aires. También Asunción (la cual se había emancipado en 1810). Hasta Montevideo había caído.

 

La Independencia de las Provincias del Río de la Plata se declara en 1816. Fue luego de largas negociaciones entre nuestra máxima autoridad Don Juan Martín de Pueyrredón y el embajador del rey. Nuestra única exigencia para renovar la lealtad era que Fernando VII aceptara la Constitución de Cádiz. Meses se demoró la Declaración de la Independencia a la espera de estas tratativas. El rey no dio el brazo a torcer. Nosotros nos divorciamos el 9 de julio de 1816 de la Corona Española y diez días después de toda potencia extranjera.

 

Nos peleamos con el ejército realista durante diez años. En la frontera norte, en el Río de la Plata (Batalla de Montevideo). El Ejército de los Andes liberó Chile y Perú. Guerreamos contra los portugueses (a quienes les ganamos en Ituzaingó y Carmen de Patagones), rechazamos invasiones francesas e inglesas que bloquearon el Río de la Plata intermitentemente durante dos décadas.

 

Estamos orgullosos de nuestra herencia católica, de nuestro idioma y de nuestro acervo todo. Nuestra constitución reza: “Artículo 2º.- El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”. Su preámbulo “....invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia…”. Y no hace falta enumerar las contribuciones argentinas a la lengua castellana en los últimos doscientos años.

 

Nos hemos peleado con los ingleses todas las veces que fue necesario y lo volveremos hacer hasta recuperar nuestras Islas Malvinas.

 

Creo que los historiadores modernos españoles recargan las tintas sobre los ingleses porque es autoexculpatorio. Es fácil echarle la culpa de todos los pesares a los ingleses y hacer la vista gorda a los errores propios. “El imperio no se desmoronó por los Borbones, sino porque Gran Bretaña es mala”. Muy fácil.

 

¿Quiso Inglaterra medrar con el Imperio Español? Seguro que sí. ¿Aprovechó las luchas civiles americanas? Sí. ¿Trató que América fuera su mercado luego de perder Estados Unidos? Sí. ¿Contribuyó a la Revolución francesa? Probablemente. Eso no quiere decir que hayan podido hacer mucho. No pusieron ni plata ni hombres ni dinero, excepto en situaciones marginales (Cochrane en Chile y con plata chilena). Sí tuvimos contribución por parte de oficiales napoleónicos en el exilio, pero eso es otra historia. La Independencia fue financiada por nosotros, bañada con nuestra sangre, por decisión nuestra. Porque creímos y creemos que cualquier suerte es mejor que estar bajo un Borbón.

 

Nos habrá ido bien, mal o regular, pero estamos orgullosos de nuestra costosa elección. Subo la apuesta: Argentina volverá a crecer y ser una nación orgullosa bajo la faz de la tierra. Seremos, una vez más, el refugio de todo cristiano, quienes serán perseguidos en Europa cuando ésta caiga indefectiblemente en el paganismo si continúa el actual derrotero.

 

Porque así, ahora como antes, seremos un lugar de resistencia, integrado por hombres y mujeres bravos.

 

En cuanto a España, no soy yo quien para decir qué está bien o mal. Pero a Fernando VII debieron decapitarlo cuando volvió. La Casa de Borbón ha sido la promotora de la disolución general, con la pérdida de Florida, Puerto Rico, Cuba y la disgregación actual de la Península. Cuanto antes se desentiendan de esa gente, mejor.

MARTÍN FIERRO


 y la concordia argentina

 

Por Franco Ricoveri

 

La Prensa, 19.12.2022

 

El Martín Fierro es nuestro gran poema nacional y nos llena de orgullo. Esta afirmación, aunque es bien común entre los argentinos, contradice todo el artículo que Ezequiel Adamovsky publicó en La Prensa el pasado 21 ("Martín Fierro y el desacuerdo argentino").

 

Me disculpo por no contestar cada una de sus afirmaciones, porque en estos 150 años de vida que tiene la obra hernandiana, ya mostró de sobra sus quilates para defenderse sola. Pero es cierto que desde su misma aparición tuvo admiradores y detractores. Los argumentos que esgrime Adamovsky no son nuevos. Sobre todo aquella vieja tesis borgeana que señala al "Facundo" de Sarmiento como su contracara supuestamente positiva. Que el

 

"Facundo" sea una obra llena de falsedades, lo dice el mismo autor justificándolas con su intencionalidad política ("el relato" diríamos hoy). Y que Fierro sea portador de verdades, es lo que forjó su sitial en la Historia grande de la Patria como verdadero Poema nacional. Es cierto que para alcanzar ese lugar primero tuvo que hacerse paso entre aquellos detractores que mencionáramos. ¿Cómo? Primero con un gran éxito popular: el gauchaje se sabía presente en esa historia. Después sí vino el aplauso creciente de la crítica, refrendado cuando desde afuera hablaron admiradores de la talla de Unamuno o Menéndez y Pelayo, que lo destacaban como algo único. Nuestro gran poeta Leopoldo Lugones también jugó su papel, pero es injusto decir, como afirma Adamovsky que "esperaba convertir al poema de Hernández en la piedra angular de un culto nacionalista y autoritario". Injusto, anacrónico y es más, agraviante a la memoria de Lugones y al espíritu de sus conferencias tituladas "El payador", pero no hace al tema (al interesado lo remitiría a un libro imprescindible de José Isaacson: Martín Fierro. Cien años de crítica). El problema aquí es más grave.

 

Cuando pensamos que el gaucho es nuestro "arquetipo nacional" no estamos cayendo en ideologismos y miradas tendenciosas, no caemos en un relato más, desligado de las realidades argentinas, por el contrario, nos inclinamos a ver el rostro sufriente y real de nuestra Patria crucificada, como se ha dicho. Son las miradas ideologizadas, desatentas a la realidad argentina histórica y actual, aquellas que nos dividen y destruyen. Destruyeron la vida política, cultural, nuestra educación, hasta nuestra religiosidad. Y desde 1810 hasta nuestro triste presente. Siempre. Y desde ya que no es una división que creó "el gaucho", si no que la sufrió en su propio cuero y ahí, ante la injusticia, apareció Hernández que le dio voz. Pero el gaucho era más viejo que Hernández y supo llegar con su canto al corazón del pueblo para despertarlo.

 

La palabra "gaucho" que en tiempos "pre-Fierro" era fuertemente despectiva, fue rescatada por nuestro poeta y, a partir de entonces, es sinónimo de lo mejor que tenemos los argentinos. No es una "construcción" social o literaria, es una realidad profunda y multirracial (empapada tanto en sangre española como indígena). Encarna la trágica (y feliz) realidad de lo que significa ser argentinos. No es casualidad que en la frágil memoria popular, lo primero que brote son aquellos versos que nos llaman a la unidad ("los hermanos sean unidos."), pero partiendo de un "rumiar" nuestra realidad, no mirando para otro lado. Aunque duela. Pero hay que advertir que para entenderlo hace falta un corazón cristiano y criollo, que sepa perdonar y crea en la conversión.

 

En parte eso es lo que le faltaba a Borges cuando proponía que nuestro modelo hubiese debido ser el Facundo sarmientino. Lejos de creer que "el emblema gaucho encapsula nuestros desacuerdos y enfrentamientos políticos, de clase, étnicos y raciales", como afirmaba Adamovsky, el gauchaje que adoptó a Fierro como maestro sabe abrirse al misterio profundo de la realidad humana. Misterio cristiano que como nadie Fierro explica en esta estrofa: "Junta experiencia en la vida / hasta pa"dar y prestar / quien la tiene que pasar / entre sufrimiento y llanto, / porque que nada enseña tanto / como el sufrir y el llorar." Misterio al fin que sólo se acepta desde la fe (aunque la Historia termina comprobándolo).

 

ARQUETIPO

 

Martín Fierro no es el arquetipo que nace perfecto, sino aquél que se redime a pesar de los maltratos y vejaciones que ha sufrido por parte de "los que mandan", es el que sabe perdonar y reconocer que el camino al bien (personal y social) no pasa ni por el odio, ni por la lucha estéril, pasa primero por" vencerse a sí mismo", para parafrasear al gran arquetipo de los argentinos, el Libertador General de San Martín.

 

Adamovsky señalaba que el gaucho era para él un "emblema de lo imposible", y que "no funciona como emblema de unidad, sino más bien de desunión".

 

Creo sinceramente que en el espíritu de los lectores, la palabra "gaucho" despierta lo contrario: sus mejores sentimientos. Hernández no sólo supo que era una realidad, sino también una bandera "posible", aunque no para todos... Para otros representaba una realidad que había que exterminar. Recordemos la famosa frase de Sarmiento en carta a Mitre que exteriorizaba lo que fue una política planificada: "No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos".(20-9-1861). Había que cambiar el componente racial de Argentina y para ello, el gaucho era un obstáculo. Por muchas razones el espíritu del gaucho es todavía un enemigo al que hay que aniquilar.

 

Martín Fierro, el gaucho, es un abanderado de la Argentina profunda y por eso molestaba y sigue molestando. Abanderado de una tierra que, humillando el poder del invasor inglés, supo expulsarlo repetidas veces; de la que cruzó los Andes para liberar América; la misma que dejó su sangre en Malvinas y sigue luchando por la tierra de sus padres, de sus hijos y nietos. Es el abanderado de una Argentina que, a pesar de sus dirigentes, "no sabe rendirse", porque aprendió que los males que nos tocan vivir, sirven para fortalecernos, y nunca, jamás, para quebrarnos. Lo es del que trabaja feliz, pero también del enfermo que sufre, sabiendo que ese sufrimiento tiene sentido. Por eso en Fierro está el poeta que canta, el niño que sueña, el padre que cuida, la madre que espera. Y su gauchaje es bandera de servicialidad, de hidalguía, de generosidad, fortaleza, coraje., y de todo lo bueno que llevamos adentro los argentinos. ¡tantas cosas lleva en su bandera que nos emociona sólo pensarlo!

 

Pero, ¿eso alcanza para alcanzar la "unidad" a la que estamos llamados? Y la respuesta es que obviamente no, porque hay dos Argentinas opuestas. Cuando el gran Capitán nos decía: "Serás lo que debas ser, si no, eres nada", también nos mostraba una grieta inconciliable entre los que aspiran y batallan para "ser lo que debemos ser" y los otros.

 

Es cuestión de "ser o no ser", de elegir una bandera y obrar en consecuencia. Y si la bandera tiene un alférez gaucho y cantor, ¡qué más podemos pedir!