SANTIAGO DE LINIERS


el fusilamiento del “Conde de la Lealtad” y la lucha entre sus hijos por los restos

 

Omar López Mato

Médico, historiador y autor del sitio Historia Hoy

 

Infobae, 26 de Agosto de 2022

 

 

La vida de Santiago Antonio María de Liniers y Bremond podría resumirse en el título nobiliario con el que fue honrado después de defender al virreinato del ataque británico. Liniers fue leal a la corona por más que existiesen recelos por su origen francés y lo fue hasta las últimas consecuencias, no solo ante las amenazas externas sino también cuando la insurgencia criolla aspiró a separarse de España, dividida por la invasión napoleónica.

 

Por ser el cuarto hijo de nueve hermanos, el título familiar de Conde de Liniers, lo recibió su hermano mayor Jacques Louis Henri quien, además, fue caballero de la Real Orden de San Luis y socio de su hermano en varios emprendimientos en el Río de la Plata.

 

Por pactos entre España y Francia, Santiago pudo ponerse al servicio de la corona peninsular y ser admitido a la Orden de Malta con solo 12 años.

 

Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires, Santiago de Liniers era dueño de una extensa foja de servicios a la corona: había servido como teniente de caballería y capitán de navío de la Real Armada Española. Después de una breve campaña contra los piratas berberiscos, viajó en 1776 al virreinato del Río de la Plata donde intervino en la toma de Colonia del Sacramento, por entonces bajo el dominio portugués.

 

Vuelto a España, se destacó en varios enfrentamientos en el Mediterráneo contra los ingleses. Por estos actos de servicio llegó a capitán de fragata.

 

Casado con Juana Úrsula de Menvielle y Latourrete volvió al Río de la Plata donde, desgraciadamente, mueren su esposa y su único hijo.

 

El 3 de agosto de 1791 contrajo nupcias con María Martina de Sarratea y Altolaguirre, miembro de una adinerada familia porteña, hermana a su vez de Martín de Sarratea, de destacada actuación en nuestros primeros gobiernos patrios, quien terminaría su carrera como diplomático en Europa del gobierno de Juan Manuel de Rosas.

 

En 1802 el virrey Joaquín del Pino nombró a Liniers gobernador interino de las misiones guaraníes. En 1804 volvió a Buenos Aires y una vez más la desgracia cruzó su destino: su esposa Martina Sarratea murió después de dar a luz al octavo hijo del matrimonio. Días más tarde moriría también su hijo Francisco de Paula, de tan solo dos años.

 

Fue después de este doloroso episodio, cuando se unió a su hermano en el proyecto de establecer una fábrica de “pastillas de carne condensada” para proveer a las naves que paraban en Buenos Aires, pero el negocio fue un completo fracaso.

 

El momento de gloria llegó en 1806 cuando ante la huida del virrey Sobremonte, Liniers organizó la reconquista de Buenos Aires desde Montevideo. Esta victoria lo convirtió en héroe y caudillo. Su figura dio lugar al primer acto de autodeterminación criollo, la consagración de Santiago de Liniers como virrey del Río de la Plata.

 

En vistas de un nuevo ataque británico, Liniers militarizó a la ciudad con milicias organizadas según el lugar de origen de sus integrantes. Así surgieron los Arribeños, los Patricios y los grupos combatientes de distintas provincias ibéricas. A pesar de la preparación, el desembarco de diez mil efectivos británicos puso en jaque a las tropas porteñas que fueron derrotadas en el Combate de Miserere (1807). Liniers pensó en capitular pero la resistencia organizada por Martín de Alzaga logró vencer completamente a los británicos quienes también se vieron obligados a entregar Montevideo. Fue entonces cuando el virrey fue honrado con los títulos de mariscal de campo y “conde de Buenos Aires”. El Cabildo de la ciudad rechazó esta denominación y lo reemplazó por el de Conde de la Lealtad que honró hasta el último de sus días.

 

Lamentablemente los negocios turbios de su hermano mayor alzaron voces acusatorias de nepotismo, cohecho y peculado. Su relación sentimental con madame Marie Anne Périchon (una noble francesa de agitada vida social y erótica, además de supuestas actividades como espía) no mejoró la reputación de don Santiago, quien también fue acusado de traición por haber recibido al marqués de Sassenay, un enviado de Napoleón.

 

Javier de Elio alzó la ciudad de Montevideo contra Liniers y no tardó Martín de Alzaga en insubordinarse y pedir la destitución del virrey en Buenos Aires. Gracias al apoyo de Cornelio Saavedra y sus patricios –la tropa porteña más numerosa– logró derrotar la conjura y desterró a Martin de Alzaga a Carmen de Patagones.

 

A pesar de los reconocimientos, la Junta de Sevilla prefirió un virrey español en estas costas y lo nombró a Baltazar Hidalgo de Cisneros, un marino español de extensa carrera que se había comportado como un valiente durante el desastre de Trafalgar.

 

El nuevo virrey a su llegada a Buenos Aires, se reunió con Liniers quien, entre otras cosas, le recomendó no deshacer las milicias porteñas. Sin saberlo, el ex virrey estaba firmando su acta de defunción y la del fin del dominio español sobre este virreinato.

 

Liniers se instaló en Córdoba y cuando se enteró de la Revolución de Mayo, junto al obispo Orellana y otros españoles decidieron hacer frente al ejército porteño. A su criterio, la aviesa conducta de la Primera Junta era “una puñalada al régimen español” a quien había jurado fidelidad.

 

La contrarrevolución fue un fracaso y Liniers junto a las otras autoridades pro-españolistas fueron capturados, maltratados y sus bienes robados.

 

La Primera Junta ordenó el fusilamiento de los cabecillas, pero el comandante Francisco Ortiz de Ocampo, quien había sido subordinado de Liniers, se negó a cumplir el mandato y decidió remitir a Liniers y demás contrarrevolucionarios a Buenos Aires.

 

La Junta, conociendo la popularidad del exvirrey, ordenó la inmediata ejecución de Liniers y demás cabecillas (hecha la excepción del obispo), acto que se ejecutó el 26 de agosto de 1810, en Cabeza de Tigre (Córdoba).

 

Allí, el héroe de la reconquista, fue desnudado y arrojado a una fosa común. Por años el exvirrey fue olvidado hasta que el presidente Santiago Derqui designó una delegación para localizar los restos de los ejecutados. Uno de los testigos del fusilamiento identificó el lugar del entierro y allí se hallaron los restos del virrey junto a los demás fusilados. Liniers pudo ser identificado por un botón con una corona.

 

Las cenizas fueron trasladadas primero a Rosario y después a Paraná para ser homenajeados (recordemos que entonces esa ciudad era sede del poder ejecutivo). Dos hijos de Liniers, que vivían en España, agradecieron este “acto de justicia” y pidieron en 1862 al general Mitre (por entonces presidente de la República) que los restos fuesen trasladados a España.

 

Una de las hijas se opuso y los restos de Liniers fueron al cementerio de la Recoleta, al panteón familiar. Sin embargo, los hijos españoles, dolidos por el destrato que había sufrido su padre, insistieron y lograron que sus restos fuesen trasladados a España y sepultados en Cádiz, en el Panteón de los Marinos Ilustres.

 

El gobierno argentino colocó una placa que reproduce la frase final de la biografía de Santiago de Liniers, escrita por Paul Groussac: “Los últimos héroes de la Patria vieja fueron las primeras víctimas de la Patria nueva”

GÜEMES


 Primer Gobernador Autónomo de Salta y su lucha por la Patria Grande

 

Prof. Jorge E. Camacho Ruiz

 

El Gral. Martín Miguel de Güemes, luego de derrotar al ejército realista en Puesto del Marqués en 1815, fue aclamado gobernador de la Intendencia de Salta un 6 de mayo de ese mismo año, convirtiéndose así  en el primer gobernador autónomo elegido por el pueblo de Salta, ya que  hasta entonces los gobernadores eran designados en Buenos Aires.

 

Un año antes el Director Supremo Gervasio Posadas, había dividido la Gobernación de Salta del Tucumán, en dos Intendencias: la de Salta, que abarcaba, Salta, Jujuy, Tarija y la parte occidental del Chaco y Formosa; y la del Tucumán que comprendía Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca.

 

Junto al cargo de Gobernador, Güemes, ejerció el comando de las fuerzas armadas de la Intendencia hasta su muerte ocurrida seis años más tarde; por lo que tuvo que lidiar con la realidad acuciante en tiempos de guerra y carestía, lo que lo obligo a tomar medidas poco simpáticas, puesto que afectaron a estancieros y comerciantes, resintiendo la economía de la antes esplendida Intendencia, alimentando así la a sus opositores y los enemigos de la causa patriótica.

 

Entre esas medidas odiosas estaban: la prohibición del comercio con el Alto Perú (que favorecía a los realistas que se abastecían de mulas en territorio salteño), medida impuesta anteriormente con el acuerdo del Gral. Manuel Belgrano; la eximición del pago del arriendo a los gauchos que no cobraban sueldo y estaban al servicio de la Patria (“estos pagan con su sangre decía” Güemes); y la implementación e incremento del tipo de monto de contribuciones obligatorias a favor de la causa Patriota.

 

Pero volviendo sobre las circunstancias en las cuales fue elegido Gobernador. El Directorio debió aceptarlo pues no tenía más alternativa, dadas las tempestades políticas del momento. Tengamos en cuenta que en ese momento se presentaba un cierto vacío de poder político a nivel nacional. El Director Supremo Alvear había sido depuesto un 10 de abril de 1815, asumiendo transitoriamente el gobierno, el Cabildo de Buenos Aires, hasta el nombramiento del nuevo Directorio como sucesor, designándoselo a Rondeau y a su remplazante Álvarez Thomas, por encontrarse el primero al frente del ejército del norte. Tampoco podemos obviar la influencia de San Martín en la actitud de Güemes y de un Álvarez Thomas, quién fuera éste el promotor de la sublevación de Fontezuela, contra Alvear opositor político de San Martín, en inteligencia con un “partido vecinal” en donde uno de sus participantes fue el señor Escalada, suegro de San Martín.

 

Además tengamos presente que bajo esas circunstancias los directoriales porteños, también se vieron forzados a aceptar a gobernadores autónomos como José Javier Díaz en Córdoba o Francisco Candioti en Santa Fe. Esa etapa de las autonomías versus centralismo fue anterior a lo que como resultado de esa confrontación haría su aparición seguidamente dos sectores políticos irreconciliables, el federalismo y el unitarismo, y por la cual tanta sangre se derramaría.

 

La elección de Güemes como gobernador, no sólo fue popular, esto es con el apoyo de todo el pueblo salteño en general, sino también con el respaldo de la gente más distinguida, entiéndase bien, no se trataba de un sufragio mediante las urnas como en la actualidad, no. Eran los representantes del Cabildo los electores, pero en esta ocasión con la algarabía de un consenso generalizado.

 

Güemes, una vez en el ejercicio del gobierno se dispuso a buscar el consenso de una ciudad hostil como Jujuy y finalmente lo logró. Posteriormente, durante los intensos debates en torno al congreso de Tucumán, Güemes en sintonía con San Martín, y en esos momentos, apoyó la monarquía constitucional; como también luego y desde su autonomía provincial apoyó la Constitución de 1819 y la unión nacional, a pesar de que muchos gobernadores de las provincias la rechazaran por centralista, Güemes lo hizo, por razones pragmáticas, ante la urgencia y la importancia de la unión, a los efectos de que no mermaran los recursos y los apoyos logísticos necesario para nutrir a las fuerzas del norte, tan necesario para la lucha contra los invasores realistas.

 

Al respecto entre los historiadores se desato un gran debate, entre los que sostuvieron que Güemes estableció así su adhesión al unitarismo y los que lo afiliaban con el federalismo.

 

No cabe duda que Guemes al aceptar su cargo como gobernador autónomo, tiene un ineludible vínculo con el federalismo y en absoluto con el unitarismo. Pero Güemes concibió un federalismo desde su propia coyuntura, es decir en el contexto de la lucha por la independencia. O sea que para entenderlo debemos ahondar en su percepción política, puesto que siempre combatió el anarquismo rioplatense, sea este de tendencia unitaria o federal que ponía en peligro la causa de la independencia. Ocurre que desde el lugar geopolítico en el cual se encontraba,  para Guemes era más urgente y fundamental terminar la guerra con España y conservar el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata en forma íntegra, que la definición por la forma federal o unitaria de gobierno; y esto lo pone a la altura de los sueños de un Belgrano y un San Martín, por consolidar la Patria Grande y evitar la disgregación pergeñada por la inteligencia del imperio británico de lo cual contaba con información reservada.

 

Pero ¿de dónde le procedía esa fuente de información? De su ministro de hacienda Pedro de Cevallos, éste era hijo del creador del Virreinato del Río de la Plata, nada menos; y por herencia familiar y una tenaz labor investigativa, se lo consideraba el más entendido sobre los proyectos y ambiciones lusitanas y británicas. De todo esto nos da cuenta un informe geopolítico del año 1816 del tratadista Miguel José Lastarria y Villanueva (1). Pero además Güemes quién había tenido su bautismo de fuego combatiendo durante las invasiones inglesas en 1806 y 1807 estaba totalmente compenetrado de quiénes eran nuestros históricos enemigos.

 

Si Güemes con su ejército hubiese logrado unirse con San Martín en el Perú, como estaba planificado, muy difícilmente se habría disgregado las Provincias Unidas del Río de la Plata, y la Patria Grande se hubiera preservado. Curiosamente, cuatro  días antes de que Güemes emprendiera la marcha hacia el Perú, fue herido de muerte, triste fue su destino, el de su familia, y así también se consumieron los sueños de una gran Nación Bioceánica.

 

Finalmente cabe señalar respecto al Federalismo de Güemes, lo que el historiador Atilio Cornejo en su Historia de Güemes, expresa: “El federalismo de Salta consistía en el respeto que exigía de sí misma como integrante de las Provincias Unidas. Aspiraba a colaborar en la dirección de los destinos de la Nación y en su grandeza, no como Salta en sí misma, sino como la Argentina. No era un espíritu local el que la animaba, sino nacional. Más se preocupó de la Patria grande que de la Patria chica; más de la Nación, que de sí misma. Por ello también, de ella se olvidaron y permaneció tanto tiempo pobre y abandonada; pero, siempre, guardando celosamente sus tradiciones y sus glorias en cerrado cofre, junto con el perfume típico de su personalidad que la distingue. Y así como Salta fue firme columna de la libertad, como reza la leyenda de su escudo, fue también columna de la unidad nacional” (2).

 

Crítica revisionista, 10 de agosto de 2022

 

Notas:

1.       En Estrategia Nº 58, mayo – junio 1979, El Cid Editor: Un Informe Geopolítico del Dr. Miguel de Lastarria en 1816.

2.       2da. edición, Artes Gráfico S. A., Salta, 1971, p. 171.

MANUEL DE OLAZÁBAL


 un soldado de San Martín

 

POR ROBERTO L. ELISSALDE

 

La Prensa, 18.08.2022

 

En silencio pasó hace pocos días el sesquicentenario del fallecimiento del general Manuel de Olazábal, ocurrida en Buenos Aires el 22 de julio de 1872 y cuyos restos descansan en el cementerio de la Recoleta. ­

 

Había nacido el 30 de diciembre de 1800 en el hogar del comerciante vasco Benito José de Olazábal y de Matilde de San Pedro Llorente. Tercer hijo de los ocho que tuvo el matrimonio, se educó con las comodidades propias de su clase y fue testigo durante setenta y dos años de nuestra historia en el siglo XIX.

 

En enero de 1813, un mes antes del combate de San Lorenzo, ingresó como cadete al Regimiento de Granaderos a Caballo y si bien no participó de esa acción lo hizo en el sitio de Montevideo. Pasó al Ejército de los Andes, estuvo en Chacabuco donde además de la medalla  que se le otorgó, guardó para siempre en su cuerpos las heridas que sufrió. Estuvo en la campaña del Sur de Chile, en Maipú y volvió al sur donde mereció la recomendación del coronel Rudecindo Alvarado. ­

 

Obtuvo licencia para regresar a Mendoza en marzo de 1819 y el 3 de agosto se casó con Laureana Ferrari, muchacha de una familia local, muy vinculada a la causa patriota; ya que junto con otras damas patricias fue la que bordó la Bandera de los Andes.

 

Siguió su carrera en San Juan y Mendoza, y participó de la batalla del Médano en la que fue derrotado el general chileno José Miguel Carrera, luego fusilado. Sobre este episodio escribió en 1858 un folleto refutando algunas apreciaciones del historiador trasandino Benjamín Vicuña Mackenna. Participó en la campaña del Brasil y vuelto al país en el combate de Navarro que culminó con el trágico fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego.

 

TERRIBLE MATANZA­

 

­Se desempeñó en diversos destinos, hasta 1835 en que fue dado de baja por Rosas. Opositor a éste, pasó a Corrientes con su familia y participó en la terrible matanza de Pago Largo, donde murió el gobernador de esa provincia don Genaro Berón de Astrada. Pasó a la Banda Oriental y estuvo en Cagancha, donde tuvo Mitre su bautismo de fuego. Al final del gobierno de Rosas volvió a Buenos Aires, donde fue dado de alta en noviembre de 1850 con el grado de coronel y prestó después de Caseros algunos servicios a la Confederación. Por ley del 24 de setiembre de 1868, el presidente Sarmiento incluyo el nombre del benemérito Olazábal, entre los guerreros de la Independencia.­

 

Fue el primer argentino que saludó a San Martín, al pie de los Andes cuando en 1823 volvía al país. Dejo de ese instante una magnífica descripción en sus Memorias, tal era el afecto que le profesaba el Libertador que lo llamó "hijo'' al darle el abrazo. Volvió a estar con San Martín en Montevideo, después de contemplar melancólicamente Buenos Aires sin desembarcar.

 

Don Adolfo P. Carranza recordó en un folleto que trajo a la memoria Raúl de Labougle que en la casa paterna de la calle Florida se organizaba una simpática tertulia de la que eran habitués Bernardo de Irigoyen y su mujer Carmen Olascoaga, Luis Sáenz Peña y la suya Cipriana Lahitte y que el coronel Olazábal que jugaba al tresillo con el poeta José Mármol.

 

PROCLAMA­

 

­En 1871 Olazábal estaba en Mercedes en la provincia de Buenos Aires, y se encontró de casualidad con los Carranza, que ya empezaba a declinar físicamente, su mujer había muerto el año anterior después de medio siglo juntos.

 

En el aniversario de Maipú escribió esta proclama que es una síntesis acabada de su vida: "A través de 54 años que se cumplen hoy de ese gran día, de tanto batallar desde los muros de Montevideo hasta el Ecuador para dar libertad a un mundo, de guerra civil, de guerra con el Imperio del Brasil, y la lucha fratricida porque ha pasado la República Argentina, apenas quedamos de pie, diez de los generales, jefes, oficiales, y tropa, de los que con el primer criollo de la América tuvimos la gloria de mostrar el pabellón de Mato, desde las cumbres que sirven de mansión al Cóndor''.

 

El matrimonio Olazábal fue padre de ocho hijos, que llegaron cuando el matrimonio se estableció desde 1828 y nacieron en Buenos Aires, Corrientes y la Banda Oriental, lo que habla de la abnegación de esas mujeres corriendo la suerte de sus maridos; continuada en una destacada descendencia.

 

Una calle de Buenos Aires lleva el nombre de Olazábal por ordenanza del 27 de noviembre de 1823 y es un homenaje conjunto a Manuel y a sus hermanos Félix, Gerónimo y Benito que sirvieron a las órdenes de San Martín a la vez que una plazoleta recuerda a quien evocamos en su sesquicentenario.

 

Bien lo definió Carranza a Olazábal junto a los héroes de su tiempo: "Una generación de gigantes''.­

 

Roberto L. Elissalde

Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

EL GENERAL


 contra la Santa Alianza

 

POR PABLO A. VÁZQUEZ

 

La Prensa, 16.08.2022

 

­­Las monarquías de Austria, Prusia y Rusia se erigieron como una nueva amenaza contra las naciones repúblicas sudamericanas. Allí el general José de San Martín operó como diplomático extraoficial y experto en inteligencia, elevando informes a sus contactos en Perú y Argentina, amén de vincularse con los sectores liberales europeos antiabsolutistas.­

 

Casi como un título de la saga de Star Wars, lo cierto fue que la partida de Buenos Aires de `El Gran Capitán', luego de años de luchas por la independencia sudamericana, no tendría como objetivo final la mera crianza de Mercedes.­

 

 El Libertador tuvo otros planes, que excedieron el plano familiar -lo cual, es cierto, no le impidieron ser un noble padre y abuelo-, sino operar políticamente en pos de reafirmar la independencia de estas tierras.­

 

Tras tolerar gobiernos liberales, en octubre de 1823 "Los Cien Mil Hijos de San Luis", en realidad las tropas francesas, bajo el auspicio de la Santa Alianza, restablecieron la monarquía absoluta y el señorío pleno a Fernando VII. Ante ello la llegada de San Martín a Francia no pasó inadvertida para sus autoridades, quienes lo vigilaron a sol y sombra. Máxime cuando fue una de los enemigos declarados de los Borbones que les hizo perder la mitad de un subcontinente. El servicio policial galo lo siguió de cerca, pasando informes puntillosos a sus pares en Madrid.­

 

Dando crédito a lo dicho por A. J. Pérez Amuchástegui en "Ideología y acción de San Martín" (1966) el Libertador arribó al viejo continente a fines de abril de 1824, primero a Le Havre, Francia, para luego continuar camino el 4 de mayo al puerto inglés de Southamponton (nombre invariablemente ligado a la figura de Juan Manuel de Rosas en su posterior exilio).­

 

PRETENSIONES EUROPEAS­

 

Ya el 7 en Londres, empezaron las reuniones buscando información sobre las pretensiones europeas en reconquistar el suelo americano. Más allá de tensiones con Alvear y Rivadavia, toda la comunidad hispanoamericana en Gran Bretaña, amén de supuestos agentes oficiosos del primer ministro Canning, y el reencuentro con su hermano Justo de San Martín, entablaron conversaciones con el héroe argentino y analizaron la situación de la época.­

 

Mención especial fue el encuentro con el ex emperador de México, Agustín de Iturbide, quien le expresó su intención de retomar el poder "con el objeto de resistir cualquier agresión o maquinación de la Santa Alianza", aunque San Martín "no tomó demasiado a pecho las eventuales propuestas de Iturbide".­

 

Según Pérez Amuchástegui: "San Martín estaba mucho más al tanto que Iturbide de lo que ocurría en los gabinetes europeos. advirtió que la presión de Inglaterra era lo suficientemente fuerte como para asegurar que los ímpetus absolutistas se morigeraran. Y desde el puerto francés escribió a Guido manifestándole su esperanza de que los soberanos aliados se quedarían con las ganas de intervenir en los asuntos americanos y que la contienda se resolvería solo con los españoles: `¡Qué oportunidad para los americanos -exclamaba allí San Martín- si tenemos juicio!'. Veintitrés días más tarde, el 17 de mayo, escribió San Martín a Molina una larga carta, confirmando esta impresión, y concluyendo en que la no intervención de la Santa Alianza en Hispanoamérica sería consecuencia directa del mayor interés por la independencia de estos pueblos, expresado en los empréstitos al Perú, Colombia y México. Por consiguiente, el objetivo que se proponía alcanzar San Martín en Inglaterra era, concretamente, averiguar la opinión del pueblo y gobierno con respecto a la América".­

 

Su estadía en Bruselas tuvo como justificación una mejor acumulación de información. En carta a Molina del 4 de febrero de 1825 dirá: "La enérgica declaración de Inglaterra sobre las Américas ha hecho tal impresión en la Santa Alianza que en sus papeles ministeriales se quejan altamente de lo que llaman agresión del gobierno británico''. Advertía en seguida que las actitudes de Prusia... eran menos terminantes... mientras que Suecia, Dinamarca, y los Países Bajos, en tanto recibían "una influencia directa del gabinete inglés, miraban con simpatía el reconocimiento''.­

 

El visado de su pasaporte entre 1825 a 1830, existente en el Archivo del Libertador en el Museo Mitre, según asentó Amuchástegui, dio cuenta de la incansable travesía de Don José por Londres, Bruselas, Marsella París, Amberes, Ostende y demás puertos europeos. Una sola excepción se dio el 7 de octubre de 1828, ya que de Londres partió a Buenos Aires. Los posteriores sucesos del asesinato de Manuel Dorrego lo convencieron de permanecer en Montevideo y no tomar parte de las luchas fratricidas.­

 

Hasta se le ofreció en Europa, en el marco de la revolución francesa de 1830 y de su contraparte en Bélgica, liderar militarmente la independencia belga, honor que declinó, pero no sin antes sugerir un conductor para el hecho de armas, tal como investigaron José Pacífico Otero y Vicuña Mackenna.­

 

Para San Martín la lucha contra la Santa Alianza y los Borbones tuvieron a Inglaterra como aliada, sin ser óbice que frente a la agresión británica de 1845/46 se puso incondicionalmente al servicio de nuestra Nación. Y utilizó todo su conocimiento en el campo de la información e inteligencia al servicio de la causa americana.­

 

­UN NOTA DISONANTE­

 

Hubo una nota disonante, en lo personal, que fue el enojo con Manuel Moreno, representantes de las Provincias Unidas, al difundir éste que Don José quería ir a España para gestionar el reconocimiento de la independencia de los países sudamericanos a cambio que éstos adoptasen un régimen monárquico afín a los Borbones. El infundio pudo venir o por insidias del diplomático boliviano Casimiro Olateña o por chismes que tomó el propio Moreno, sin consultar al Libertador. Acciones de contrainteligencia que ya había sufrido, sea en época de la lucha contra los realistas o en sus peleas con Rivadavia, tal como le escribió a Rosas el 5 de agosto de 1838, refiriéndole que Don Bernardino "me formó un bloque de espías, entre ellos a uno de mis sirvientes, (y) me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción".­

 

Según Patricia Pasquali, en "San Martín confidencial" (2000): "La idea de retornar a su país fue diluyéndose... Mariano (Balcarce) había sido separado del empleo de primer oficial de la secretaría de negocios extranjeros; aunque a pesar de ello, San Martín no había mirado con disgusto la caída de Balcarce y en adelante se mostraría conforme con la evolución política que llevó a la instauración de la dictadura rosista".­

 

­LA RELACION CON ROSAS­

 

La relación del Libertador con el Restaurador de las Leyes, cruzó todo el período final de la existencia de San Martín. Del bloqueo francés de 1838 a la Guerra del Paraná, entre 1845 a 1846, dio cuenta en sus cartas tanto a Rosas como a los habituales interlocutores del anciano general. La unión de ideas y sentimientos entre ambos hombres fue férrea, al punto que el 23 de enero de 1844 el testamento del Gran Capitán asentó, en su artículo 3°, le entrega su glorioso sable a Rosas, el que posteriormente fue donado al Museo Histórico Nacional por la hija del Restaurador, doña Manuelita Rosas de Terrero, llegando al país el 4 de marzo de 1897.­

 

La ceguera, producto de la catarata, y el aneurisma latente dieron la estocada final a su cuerpo. Pero su alma siguió firme, al punto de ofrecerse a Rosas en combatir si hiciese falta contra los invasores europeos. Hasta el último minuto pensó en su tierra y en su libertad. "Esta es la fatiga de la muerte''. Fueron sus últimas palabras el 17 de agosto de 1850, que fue cuando entró en la inmortalidad.­

ATAQUES ABORÍGENES

 

 y lucha contra la correntada: la audaz expedición de un marino por los ríos patagónicos

 

Luis Furlán

 

Infobae, 6 de Agosto de 2022

 

Hacia 1872, la línea militar de la frontera Sur con el aborigen se desplegaba por el Sur de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, pasando por el Norte, Oeste, Centro, Sur y Costa Sur de la provincia de Buenos Aires hasta Bahía Blanca y Carmen de Patagones. En el Norte, existía una línea militar contra los aborígenes del Gran Chaco.

 

Los aborígenes ubicados fuera de aquellas líneas mantenían inestables relaciones con autoridades nacionales y fronterizas. Para mantener la paz, los gobiernos debían someterse a una humillante y extorsiva política clientelar con los aborígenes, por la cual, a través de tratados, se entregaban a los caciques artículos y beneficios para que no invadieran fronteras y provincias.

 

Los aborígenes atacaban estancias y poblaciones para apoderarse de ganado, capturar personas, saquear y depredar. Esas acciones desprestigiaban a los gobiernos; debilitaban la defensa fronteriza; afectaban la integridad territorial; y perjudicaban la colonización, el progreso económico y los proyectos modernizadores. Para el general Bartolomé Mitre, el problema aborigen se solucionaría en 300 años…

 

Los aborígenes aprovecharon el olvido por las fronteras internas debido a la guerra del Paraguay (1865-1870) y los conflictos del Litoral (1867-1871). A través de caminos bien definidos (“rastrilladas”), los aborígenes llevaban ganado robado en la provincia de Buenos Aires para venderlo en Chile, situación que instalaba la tensión con nuestros vecinos.

 

El cacique más poderoso fue el mapuche-araucano Calfucurá, nacido en Chile e instalado en Salinas Grandes (La Pampa) desde 1834. Formó y lideró la Confederación aborigen de Salinas Grandes, y fue amo y señor del vasto desierto pampeano-patagónico hasta 1873. Su prestigio se extendió a los aborígenes de Chile.

 

Político astuto, hábil conductor militar y gran conocedor del territorio y sus “rastrilladas”, mantuvo la iniciativa en las relaciones con nuestros gobiernos y aprovechó los conflictos de época para forzar tratados. Apoyó su estrategia en el triángulo Salinas Grandes (residencia, cuartel general y área de valor económico por sus recursos salineros); Carhué (zona de pastos para alimentar ganado robado); y Choele Choel (encrucijada de caminos y paso clave de la “rastrillada” a Chile en el río Negro). Con o sin tratados, invadía especialmente la provincia de Buenos Aires, abundante en ganado, pastos y aguadas.

 

En 1867 el Congreso Nacional aprobó una Ley para trasladar la lucha contra el aborigen y nuestra frontera Sur hasta el río Negro, y se adquirían buques a vapor para explorar ese río y demás vías fluviales patagónicas, a fin de auxiliar y complementar el avance terrestre del Ejército.

 

La acción conjunta Armada-Ejército debía fundar fortines y poblaciones sobre las costas de aquellos ríos para extender la frontera y afirmar la soberanía. Para ello, la lejana población de Carmen de Patagones, en el extremo Sur de la provincia de Buenos Aires y cercana a la desembocadura del río Negro, constituía un núcleo operativo y logístico fundamental.

 

Nuestros conflictos postergaron el avance sobre el río Negro, pero en 1869 la Armada efectuó algunas expediciones por aquel río. Una de ellas llegó a la isla Choele Choel, pero nuestras fuerzas se retiraron ante la presión de Calfucurá al mismísimo presidente Sarmiento: estaba claro que el todopoderoso señor de Salinas Grandes veía en peligro uno de los vértices de su triángulo estratégico y sus comunicaciones a Chile.

 

El 21 de febrero de 1872 el gobierno nacional decidió una nueva expedición a los ríos del Sur, y ordenó a un prestigioso y experimentado oficial de nuestra Armada, el teniente coronel de marina Martín Guerrico (1838-1929), explorar los ríos Negro, Neuquén y Limay y sus afluentes hasta la mayor altura posible; realizar estudios y planos sobre esas vías fluviales y determinar los pasos de aquellos ríos.

 

Nacido en San Isidro, Guerrico luchó para el Estado de Buenos Aires en la guerra contra la Confederación Argentina (1853-1861), participó en la guerra del Paraguay (1865-1870) y combatió montoneras del Litoral (1870-1873). Fue director de la Escuela Naval Militar, destacado cartógrafo y explorador y científico de la Patagonia. Se retiró como contraalmirante.

 

Martín Guerrico debía verificar la navegabilidad y las características de los ríos patagónicos, a fin de establecer un sistema de comunicaciones fluviales para transportes y abastecimientos a fortines y poblaciones que se fundarían alrededor de sus costas. Dichas tareas incluían apoyar el avance del Ejército. Para ello se le asignó el pequeño vapor “Río Negro”.

 

A fines de febrero de 1872, Guerrico llegó a Carmen de Patagones, donde asumió como jefe de la Escuadrilla del Río Negro, creada para efectuar operaciones navales y auxiliar al Ejército en la zona de los ríos patagónicos.

 

El desafío que esperaba a Guerrico era enorme, pues debía explorar ríos con grandes dificultades y peligros para navegar: el escaso conocimiento de su hidrografía y topografía; la fuerza de sus corrientes; las permanentes bajantes y crecidas de las aguas; sus pronunciadas y sinuosas curvas; los troncos arrastrados por las corrientes que cerraban la navegación; costas boscosas que entorpecían maniobras desde tierra; y la constante presencia de aborígenes acechando la navegación. A ello se agregaron problemas logísticos y operativos que habrían de hacer todavía más difícil la expedición.

 

Los problemas para Guerrico comenzaron ya en Carmen de Patagones, pues el vapor “Río Negro” tardó cuatro meses en llegar, pero no permaneció inactivo y con la lancha a vapor “Neuquén” reconoció la desembocadura del río Negro (marzo de 1872). Regresó a Carmen de Patagones tras comprobar que esa embarcación era incapaz de enfrentar la fuerte correntada del río Negro.

 

El 8 de marzo de 1872 se produjo el combate de San Carlos, donde fuerzas del Ejército y aborígenes aliados derrotaron a Calfucurá y a sus hordas de Salinas Grandes, y rechazaron la más importante invasión realizada hasta el momento sobre la provincia de Buenos Aires, lo cual inició la declinación del poder de Calfucurá.

 

Frustrado el primer intento de remontar el río Negro, Guerrico no se dio por vencido. Para cumplir su misión y, según sus palabras, “evitar gastos superfluos al Estado”, proyectó otra exploración. Con seis hombres salió de Carmen de Patagones, avanzó por tierra bordeando el río Negro hasta “China Muerta”, efectuó un plano de esos reconocimientos y regresó a Carmen de Patagones (abril-mayo de 1872).

 

El 7 de junio de 1872, Martín Guerrico zarpó desde Carmen de Patagones, ya al mando del vapor “Río Negro”. En fortín “Invencible” comprobó la gran bajante del río Negro. Señaló que el río se hallaba “sembrado de troncos que obstruían los pasos”, muy peligroso para “un vapor de construcción tan débil como la del Río Negro”. Como la crecida de las aguas demoraría unos dos meses, regresó por tierra a Carmen de Patagones para coordinar nuevas exploraciones.

 

En Carmen de Patagones Guerrico contrató al cacique Inacayal para una nueva expedición por el río Negro: viajar por tierra bordeando sus costas con un bote montado sobre dos ruedas para botarlo al río en el máximo punto que se lograra alcanzar, descender con esa embarcación para reconocer el río y posteriormente remontarlo con el vapor “Río Negro”.

 

Como Inacayal demoraba su apoyo, Guerrico contrató al jefe aborigen Mariano Linares. La exótica y pintoresca fuerza se integró con Antonio Rodríguez (aspirante a oficial naval), dos marineros y ocho aborígenes. El 20 de junio de 1872 partieron de Carmen de Patagones, trasladando el particular bote sobre ruedas.

 

Atravesaron las pampas del Sur del río Negro y llegaron a Valcheta (30 de junio). El territorio áspero, pedregoso y con frondosos y cerrados bosques dificultaba el transporte del bote rodado. Tres días trabajaron para abrir un camino y apenas avanzaron 5 kilómetros. La rotura del eje de las ruedas obligó a ocultar el bote en la costa para utilizarlo posteriormente. Continuaron la marcha y Guerrico decidió construir una balsa en el punto máximo del río Negro que pudieran alcanzar.

 

El 4 de agosto de 1872, la pequeña fuerza de Martín Guerrico llegó a la isla Choele Choel. Allí construyeron una balsa para cruzar el río y explorar la isla y sus canales. Esa embarcación, con víveres y municiones a bordo y remolcada por un aborigen nadador, cedió ante la fuerza de la corriente y se perdió arrastrada por las aguas. Al día siguiente construyeron otra balsa. Con sus observaciones, Guerrico realizó un croquis de la zona. El peligro de ser rodeados y atacados por aborígenes de Salinas Grandes que respondían a Calfucurá, forzó la retirada.

 

Martín Guerrico, el aspirante Rodríguez y los dos marineros abandonaron la isla Choele Choel el 9 de agosto. En Valcheta encontraron el bote que habían escondido: Guerrico y un marinero regresaron por río, y Rodríguez y el otro marinero por tierra. El 16 de agosto llegaron a Guardia Mitre.

 

El 30 de agosto de 1872 Martín Guerrico, al mando de vapor “Río Negro” zarpó para desafiar una vez más al río del mismo nombre. El 8 de septiembre fondearon en fortín “General Conesa”, donde descubrieron que la mayoría del carbón para la expedición estaba en pésimo estado y apenas servía para alcanzar la isla de Choele Choel.

 

Guerrico solicitó a las autoridades de Carmen de Patagones que enviaran carbón por vía terrestre, pues las aguas estaban bajando. Caprichos burocráticos y roces con aquellas autoridades dificultaron la logística y demoraron el envío durante dos meses.

 

En el fortín “General Conesa”, el inquieto Guerrico trazó un plano y, con el escaso carbón disponible, exploró los canales del río y llegó a Valcheta. Los expedicionarios fueron rodeados y atacados por aborígenes de Calfucurá, quienes el 12 de septiembre mataron al aspirante Antonio Rodríguez.

 

El 1 de noviembre recibieron el tan preciado carbón y el vapor “Río Negro” continuó la travesía. La difícil navegación obligó a Guerrico a adelantarse por tierra, reconocer los puntos alcanzados y luego avanzar con el vapor. Llegaron al extremo Oeste de la isla Choele Choel. Por faltar carbón, utilizaron una embarcación menor para navegar “a la sirga” (arrastrada desde tierra con sogas por marineros).

 

Avanzaron por el río Negro 25 kilómetros más allá de Choele Choel. Como los tupidos bosques costeros dificultaron las maniobras desde tierra, regresaron a Carmen de Patagones el 24 de diciembre de 1872. Como carecían de carbón, quemaron leña, que no generaba suficiente potencia a la caldera, por lo cual el vapor fue impulsado por la fuerza misma de la corriente del río Negro.

 

El 2 de enero de 1873 fondearon en Carmen de Patagones. Guerrico señaló que el vapor “Río Negro” no era apto para navegar el río por el escaso poder de su máquina. Tras distinguir a sus marinos, informó que, si los resultados de la expedición “no han sido altamente satisfactorios, será sin duda, a consecuencia de mi falta de aptitudes, pero no del empeño y buena voluntad que he puesto para su mejor resultado”. Martín Guerrico realizó un plano de los tramos recorridos y un completo estudio sobre distintos aspectos del río Negro.

 

La expedición del teniente coronel de marina Martín Guerrico constituyó la contraofensiva naval y la proyección hacia el escenario fluvial del importante triunfo de las armas nacionales en el combate de San Carlos (8 de marzo de 1872). Justamente, aquella expedición amenazó por retaguardia y desde el río Negro a la isla Choele Choel, baluarte Sur del triángulo estratégico de Calfucurá y clave en las comunicaciones con Chile.

 

La acción de Martín Guerrico y sus valientes marinos, y la apertura de un frente naval sobre el flanco Sur de la Confederación de Salinas Grandes, significaron una contribución de la Armada Argentina en la preparación de nuevos proyectos del gobierno nacional en materia de fronteras y lucha contra el aborigen, a la vez que crearon las condiciones para la decisiva campaña sobre el desierto pampeano-patagónico del general Julio A. Roca a partir de 1879.