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El ejercicio del mando en San Martín

Sostiene Bartolomé Mitre[1] que el genio de un hombre se asemeja a un reloj que tiene su estructura, y entre sus piezas, un gran resorte. Descubrir este resorte permite deducir un principio fundamental que es el motor de todas sus acciones. Consideramos que San Martín fue un hombre nacido para el mando; ese fue su gran resorte.
Mandó, no por ambición, sino por necesidad y por deber, y mientras consideró que el poder era en sus manos un instrumento útil para la tarea que el destino le había impuesto. Abdicó el mando supremo en medio de la plenitud de su gloria, sin debilidad, sin cansancio y sin enojo, cuando comprendió que su misión había terminado, y que otro podía continuarla con más provecho de la América.
[2]
Mandar es integrar y coordinar la actividad de los miembros de un grupo, de modo que al cumplir las tareas respectivas, se satisfagan los objetivos grupales con la mayor eficacia. Esta acción puede realizarse de diversas maneras, según la personalidad del jefe, las características del grupo y los objetivos que se persigan.
De allí que sea importante analizar cual fue el estilo del mando en el Libertador, que, además, transmitió a los hombres que formó para integrarlos al ejército que organizó en el país. El mando, en San Martín, asumió cuatro elementos fundamentales que podemos describir.

1) El honor.Su sentido del honor queda reflejado en esta frase suya: ante la causa de la América está mi honor, yo no tendré Patria sin él, y no puedo sacrificar un don tan precioso por cuanto existe en la tierra. Este concepto se manifiesta en plenitud en el Código de Honor que redactó personalmente para regir la conducta de sus oficiales. La base de sus preceptos, sin duda, la obtuvo de su propio aprendizaje. En efecto, las Reales Ordenanzas del Ejército Español -del año 1768- en donde se formó como militar, señalan
que: El oficial cuyo propio honor y espíritu no lo estimulan a obrar bien, vale muy poco en el servicio.
El legado sanmartiniano se ha transmitido al actual Reglamento de los Tribunales de Honor de las Fuerzas Armadas, bastando citar lo que expresa en su Capítulo I
El honor es la cualidad moral que obliga al más severo cumplimiento del deber respecto de los demás y de sí mismo. Es algo que está por sobre la misma vida y los valores sustanciales, porque la primera termina con la muerte y lo material es cosa transitoria. En cambio el honor sobrevive y trasciende como legado a través de las generaciones, configurando el magno patrimonio espiritual de familias, instituciones y pueblo.
El llamado código sanmartiniano continuará siendo el faro que permita evaluar si la conducta actual de quienes comandan las Fuerzas Armadas argentinas respetan o no las normas morales fijadas por el gran Capitán.

2) La disciplina. Consiste en la obediencia que un subordinado debe prestar a un superior jerárquico. San Martín la impuso, procurando que se entendiera que la disciplina se logra mejor cuanto mayor es el ascendiente moral del jefe respecto de sus subordinados. A sus oficiales les enseñaba que, además de su capacidad profesional, la confianza de sus subalternos se acrecentaría al comprobar en su comportamiento la hombría de bien y la capacidad de mando.

3) El espíritu de cuerpo. Supone un estado emocional en la organización, que no consiste solamente en la suma de la moral de los individuos que la constituyen, sino en la existencia de sentimientos que mueven a los mayores sacrificios para obtener el éxito y la gloria de la unidad de la que se forma parte. Para consolidarlo es necesario fomentar, como lo hizo San Martín, la solidaridad, un ideal común,el cariño por la institución a la que se pertenece, y el amor a la Patria.
Fue ese espíritu el que sostuvo a los integrantes del Ejército de los Andes frente a la fatiga prologada y en los momentos críticos de las batallas, cuando las líneas de ataque accionaban bajo el fuego del enemigo.

4) La ética. Es la ciencia de los actos humanos, que enseña a distinguir el bien del mal. San Martín se esforzó por hacer comprender a los oficiales: que lo que ordenaran debía estar dirigido a cosa lícita y que no era ético exigir obediencia sobre algo ilegal o fuera de la ley. La ética se manifiesta en la práctica de las virtudes. Recordemos que virtud es la disposición constante del alma que nos incita a obrar bien y evitar el mal.
San Martín practicó y enseñó las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, como podemos comprobar con algunos ejemplos.

-La prudencia: es la virtud que permite prever y evitar fallas y peligros. Supone buen juicio, cordura y discernimiento; se caracteriza por la moderación, la precaución y la sabiduría.
Esta virtud estuvo presente la noche del 20 de setiembre del año 1822, cuando el Libertador se dirigió al puerto de Ancón, abandonando el Perú, con la frustración que le produjo la entrevista de Guayaquil, pero admitiendo que su retiro de la vida pública era necesario para completar la independencia, que no podía realizarse sin la intervención de Bolivar.

-La justicia: disposición constante de dar a cada uno lo suyo. Un episodio revela que el general aplicaba la justicia con sus subordinados. El 2º jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, Tcnel. Melián, acostumbraba a montar a caballo como los indios, de un salto, lo que mereció que San Martín le manifestara que estaba vulnerando el reglamento y merecía una sanción. Debido a que se preparaba la batalla de Chacabuco, se dejó en suspenso el arresto, pero debido al desempeño heróico de dicho oficial, San Martín le manifestó que le levantaba la sanción en premio a su bravura y le regalaba unos estribos que había usado en Bailén: sirvase de ellos en mi obsequio y verá que para cercenar cabezas godas nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre los estribos.

-La fortaleza: de la que deriva el valor y la abnegación en las resoluciones a tomar y permite vencer el temor y huir de la temeridad.
San Martín demostró poseer esta virtud, cuando el 9-1-1820, se produce la sublevación del Batallón 1 de Cazadores de los Andes, acantonado en San Juan, unidad que se perdió definitivamente para la causa de la independencia. A dos de los cabecillas del motín, el Capitán Mendizábal y el Teniente Morillo, que fueron capturados, San Martín ordenó que fueran juzgados por sendos consejos de guerra y fusilados.

-La templanza: que permite moderar los apetitos naturales y supone moderación y continencia en el uso de las cosas lícitas. Encontramos un ejemplo en las palabras que dirije a los peruanos en su despedida: La presencia de un militar afortunado por más desprendimiento que tenga es temible a los Estados que de nuevo se constituyen. En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas como en lo general de las cosas dividirán sus opiniones y los hijos de estos darán el verdadero fallo... . En esa forma San Martín, voluntariamente abandonaba el poder, sin caer en la tentación de usar la fuerza para disputar la preeminencia política, a la que legítimamente podía aspirar.

En conclusión, el General San Martín ejerció el mando -civil y militar- con honor,disciplina, espíritu de cuerpo y ética, al servicio de la misión que la providencia le asignó.

Fuente:
Torres, Juan Lucio. “Los cuatro pilares de San Martín. Una visión ética”; en San Martín, órgano oficial del Instituto Nacional Sanmartiniano, Junio 2006, pgs. 23/27.

[1] Mitre, Bartolomé. “Las cuentas del gran Capitán”; en: Comisión Nacional Ejecutiva de Homenaje al Bicentenario del nacimiento del General San Martín. “San Martín en la historia y en el bronce”; Instituto Nacional Sanmartiniano, 1978, pgs. 180.
[2] op. cit., pg. 181.