Biografía

San Martín nació en Yapeyú, actualmente en la provincia argentina de Corrientes, a la vera del caudaloso río Uruguay, el día 25 de febrero de 1778. Su padre, don Juan de San Martín, era el gobernador del departamento; su madre, doña Gregoria Matorras, era sobrina de un conquistador del Chaco. En 1786 se traslada a España con su familia, donde estudia primero en el Seminario de Nobles de Madrid y luego, en 1789, inicia su carrera militar en el regimiento de Murcia.

Sirve en las filas de España durante las guerras contra los franceses y en 1808 combate en la batalla de Baylén contra los ejércitos de Napoleón que habían invadido la Península. En Cádiz conoce a otros militares de América del Sur y se enrola en las logias que promovían la independencia.

En 1811 renuncia a su carrera militar en España y se embarca desde Inglaterra hacia el Río de la Plata en la fragata George Canning, donde arriba el 9 de marzo de 1812 acompañado por otros patriotas.

El gobierno independiente de Buenos Aires acepta los servicios de San Martín, reconoce su grado de teniente coronel y le encarga crear un cuerpo de combate que luego sería el glorioso regimiento de Granaderos a Caballo. En ese mismo año se casa con María de los Remedios de Escalada, que pertenecía a una distinguida familia del país y crea la logia Lautaro, cuyo objetivo era liberar América del Sur del yugo español.

En octubre de 1812, los miembros de la logia encabezan un movimiento que tiene por objeto remover algunos miembros del Primer Triunvirato. Entonces, pacíficamente, el Cabildo nombra al Segundo Triunvirato, quienes, al poco tiempo, llaman a una asamblea de delegados de las provincias con el fin de dictar una constitución.

El 3 de febrero de 1813 los Granaderos a Caballo vencen en un combate, en las barrancas de San Lorenzo, a las fuerzas de desembarco realista que arribaron con varias naves desde el puerto de Montevideo.

En enero de 1814 San Martín toma el mando del ejército del Norte, de manos de Belgrano que regresaba derrotado del Alto Perú —hoy la república de Bolivia—. Se encuentran en la Posta de Yatasto y desde entonces los dos patriotas entablan una larga amistad. Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán, se dio cuenta que era imposible llegar a Lima, que en ese momento era el centro del poder realista, por el camino terrestre del Alto Perú.

Fue entonces que el Coronel concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la cordillera y atacar la Ciudad de los Virreyes por el mar. Una enfermedad lo obliga a pedir licencia y consigue que lo nombren Gobernador de Cuyo, y parte para Mendoza, al pie de la cordillera de los Andes. Allí se repone y comienza a preparar un ejército para cruzar la cordillera.

En 1816 envía, por la provincia de Cuyo, delegados al congreso que se reunía en Tucumán con órdenes expresas de insistir en la declaración de la independencia. La declaración de la independencia de España se aclamó el 9 de julio de ese año. Desde Mendoza prepara con escasos medios un ejército. Todo el pueblo contribuye con su trabajo y con sus bienes para realizar la peligrosa expedición. Insiste ante el gobierno de Buenos Aires a que autorice a sus tropas el cruce de la cordillera.

En enero de 1817 comienza el cruce del ejército, alrededor de 4000 hombres, la caballería, la artillería de campaña y las provisiones para un mes. Cruzaron divididas en dos columnas por el paso de Los Patos y por el de Uspallata, y se encontraron en Santa Rosa de los Andes.

El 12 de febrero de 1817, pocos días después del paso de la Cordillera, el ejército de los Andes vence a los realistas en la batalla de Chacabuco y a los pocos días el Libertador entra en la ciudad de Santiago. El Cabildo se reunió el día 18 y designó a San Martín como Director Supremo, pero éste renunció al honor y entonces fue electo para el cargo el general Bernardo O´Higgins.

En los primeros días de 1818, un ejército realista desembarcado del Perú, avanzaba sobre la capital de Chile. El 19 de marzo, en un ataque nocturno, los realistas derrotan a los patriotas en la batalla de Cancharrayada y O´Higgins resulto herido. El ejército Unido argentino chileno se rehace y el 5 de abril derrotan completamente a los realistas en la batalla de Maipú, que puso fin a los esfuerzos españoles para dominar el país.

El camino hacia Lima por mar estaba abierto, pero era necesario crear una flota que no existía. Con algunos barcos capturados al enemigo y otros comprados a los Estados Unidos e Inglaterra se crea la marina chilena que estuvo al mando de Blanco Encalada y luego del almirante inglés Lord Cochrane.

El 20 de agosto de 1820, parte el ejército expedicionario argentino chileno del puerto de Valparaíso hacia el Perú. En el mes de julio de 1821, San Martín entra triunfante a Lima, proclama la independencia, es designado Protector del Perú y ejerce el gobierno.

El 26 de julio de 1822 San Martín se entrevista con Simón Bolívar en la ciudad de Guayaquil, hoy Ecuador. Se reúnen los dos libertadores de Sudamérica, del norte y del sur. Conferencian en secreto por más de cuatro horas. San Martín regresa a Lima la noche del 26. El 20 de setiembre de ese año se reúne en Lima el primer Congreso del Perú y el Protector renuncia a su cargo. El mismo día se embarca para Chile y meses más tarde cruza a Mendoza.

El 3 de agosto de 1823 muere su esposa en Buenos Aires. El 10 de febrero de 1824, disgustado por las guerras civiles en que estaban envueltas las Provincias Unidas del Río de la Plata, se embarca para Francia con su hija Mercedes.

En europa se ocupa de la educación de su hija y escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía de vida. Reside en Europa hasta su muerte el 17 de agosto de 1850 en la ciudad de Boulogne Sur Mer.

Cronologia de San Martín

José Luis Busaniche

1778
25 de febrero: nace en Yapeyú José Francisco de San Martín, hijo de Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras.

1783
Se embarca con sus padres para España. En la península inicia la carrera militar.

1797/1798
El teniente José de San Martín lucha como tripulante de barcos españoles contra la escuadra inglesa del Mediterráneo.

1801
Lucha en la guerra contra Portugal.

1804
Es promovido a capitán.

1808
Luego de la abdicación del rey de España, Carlos IV, entra en Madrid José I (Bonaparte) impuesto en el trono español por Napoleón.
El 7 de julio, San Martín es nombrado Mayor general de las tropas de su mando, por la Junta de Sevilla.
El 18 de julio participa de la batalla de Bailén, donde las fuerzas españolas vencen a las francesas.

1810
Los franceses dominan prácticamente todo el territorio español. América queda convertida de hecho en territorio independiente al no poder ejercer la metrópoli su soberanía.
Revoluciones de Caracas y Buenos Aires.

1811
San Martín pide su retiro del ejército español y se embarca para Londres.
Desastre de Huaqui.

1812
9 de marzo: Llega a Buenos Aires para ponerse a las órdenes del nuevo gobierno patriota. Éste lo comisiona para la formación de un escuadrón de caballería de línea.
24 de setiembre: Batalla de Tucumán.
8 de octubre: Caída del Primer Triunvirato. Se instala el Segundo Triunvirato que convoca a la Asamblea llamada del Año XIII.
12 de noviembre: Se casa con Remedios de Escalada.

1813
3 de febrero: Batalla de San Lorenzo.
20 de febrero: Batalla de Salta.
Octubre y noviembre: Derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Se pierde el Alto Perú. San Martín reemplaza a Belgrano en el mando del Ejército del Norte.
Diciembre: Tratado de Valencay; Fernando VII es restaurado en el trono de España.

1814
17 de mayo: Brown destruye a la flota realista frente a Montevideo.
20 de junio: El general español Vigodet capitula en Montevideo, ante Alvear.
San Martín es nombrado Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo.
Napoleón abdica.

1815
Renuncia del Director Posadas. Asume Alvear que es derrocado de inmediato por la oposición que adquiere caracteres de guerra civil. Cae la Asamblea del Año XIII. El ejército patriota al mando de Rondeau sufre una derrota en Sipe-Sipe (Alto Perú).

1816
Marzo: Se reúne en Tucumán el soberano Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata que declara la independencia el 9 de julio de ese año.
24 de agosto: Nace Mercedes Tomasa, hija del general San Martín.

1817
Enero: El Ejército de los Andes inicia el cruce de la cordillera.
12 de febrero: Batalla de Chacabuco.

1818
Se declara la independencia de Chile.
18 de marzo: Cancha Rayada.
5 de abril: Batalla de Maipú.

1819
Constitución unitaria en el Río de la Plata.

1820
Sublevación del ejército del Norte en Arequito.
Batalla de Cepeda. Anarquía.
Se inicia la campaña del Perú.

1821
Entrevista de Punchauca.
San Martín entra en Lima.
Se declara la independencia del Perú.

1822
Entrevista de Guayaquil entre San Martín y Bolívar.
San Martín reúne el Congreso en Lima y delega el mando.

1823
San Martín en Mendoza. Muere en Buenos Aires, su esposa Remedios.

1824
San Martín parte rumbo a Europa con su pequeña hija. Luego de una corta estadía en Londres establece su residencia en Bruselas.

1829
Vuelve al Río de la Plata a ofrecer sus servicios ante la guerra con el Brasil. La situación confusa lo lleva a partir nuevamente, esta vez para siempre.

1830
Se instala en París.

1842
Muere Alejandro Aguado, benefactor y amigo de San Martín.

1848
Revolución en Francia. Se traslada con su familia a Boulogne-sur-Mer.

1850
Muere en Boulogne-sur-Mer el 17 de agosto.

1880
Sus restos son repatriados y depositados en la Catedral de Buenos Aires.

Comienzo del destierro

Anibal Jorge Luzuriaga

EL COMIENZO DEL DESTIERRO: LONDRES Y BRUSELAS.

El 10 de febrero de 1824, el general San Martín le escribe a su amigo y compadre, el coronel Brandsen: "Dentro de una hora parto para Europa con el objeto de acompañar a mi hija para ponerla en un colegio y regresaré a nuestra patria en todo el presente año, o antes, si los soberanos de Europa intentan disponer de nuestra suerte."

Con la mente puesta en su país y en el futuro de su pequeña hija, partía espartanamente hacia la vieja Europa el hombre que más laureles y glorias había prodigado a la tierra de su nacimiento. Atrás quedaban los recelos, los odios y las diatribas de los pequeños en méritos pero de grandes bocas frente al coloso de la historia.

Cuando San Martín comprendió, frente a Bolívar, que los dos no cabían en América del Sur, y que el escenario y el fruto de sus triunfos peligraban frente a posibles o seguras disensiones, tuvo la abnegación yç el mérito sublime de posponer sus derechos y sus concepciones estratégicas y políticas para que la única causa, que había abrazado y defendido con eficacia y con gloria, no sufriera tropiezos. Su causa, como lo dijera muchas veces, era "la causa de la libertad de América y la dignidad del género humano."

Había regresado del Perú con la íntima convicción de que su "ínsula cuyana" le depararía la tranquilidad y quietud a que aspiraba; que podía colgar su sable legendario y transformarse en un sereno observador del acontecer humano y en un eficaz agricultor de la tierra que tanto amaba. Su obra ya estaba en marcha y en vísperas de su eclosión definitiva. Sus palabras proféticas, dichas al virrey La Serna en la conferencia de Punchauca, estaban grabadas en su mente: "Sus ejércitos se batirán con la bravura tradicional, pero serán impotentes ante la determinación de millones de hombres a ser independientes." Bolívar y sus compañeros cerrarían inevitablemente este capitulo que él había iniciado y, sin duda alguna, ambicionado terminar. Mitre señaló con verdad y con justicia: "Sin Chacabuco y sin Maipú no hubiesen tenido lugar ni Boyacá, ni Carabobo, ni Ayacucho."

No era, pues, ese balance lo que turbaba la tranquilidad del héroe. Su destino, que el había elegido, estaba echado. Lo que torturaba su alma era la ingratitud, la perfidia y la traición de quienes más le debían, de aquellos a quienes había colmado de honores y abierto las puertas de la posteridad. No volvía derrotado y disminuido en su prestigio, como no venía tampoco huyendo de ningún fantasma ni de ningún remordimiento, como echaron a rodar sus adversarios mediante la cobardía del libelo anónimo o del pasquín irresponsable. No era verdad que la sociedad porteña lo recibiera con frialdad o con disgusto, como no es verdad que su familia política le negara su apoyo o su adhesión, como se comprueba fácilmente a través de numerosos testimonios.

Su llegada a Mendoza, en enero de 1823, fue causa de afectuosos y emotivos encuentros con sus antiguos camaradas y amigos. Su chacra estaba lista para recibirlo y a ella se dirigió, antes de proseguir su viaje a Buenos Aires y reintegrarse a su familia. Allí experimentó los primeros sinsabores y tropiezos al verse vigilado en sus movimientos, violada o sustraída su correspondencia, rodeado, en fin, por los sicarios al servicio delgobierno. En esas condiciones no pudocontinuar su viaje a la capital, pues se exponía a cualquier ultraje o atropello en el camino.

El 3 de agosto de 1823 fallecía en Buenos Aires su esposa y amiga Remedios de Escalada, sin que el Libertador pudiera ofrecerle el aliento de su presencia y su postrera despedida. El 20 de noviembre, San Martín inicia su viaje a la capital, arribando, sin escolta ni aparato alguno, el día 4 de diciembre. La calumnia volverá a ensañarse contra su persona y Carlos María de Alvear lanzará un libelo atacando su honradez y su entereza.

Qué podía esperar el Libertador de un gobierno que cobijaba a los envidiosos de su gloria, y que, a todas luces le rehuía y le temía? Solo cabía expatriarse. Pedidos los pasaportes -y no los sueldos que se le debían desde 1819- se ausentó hacia Europa a bordo del barco francés "Le Bayonais". Zarpó de Buenos Aires el 10 de febrero de 1824, en compañía de su pequeña hija Mercedes, rumbo al puerto de El Havre en Francia. Dos meses más tarde, el 24 de abril, arribó la nave a destino. La presencia de San Martín despertó sospechas y múltiples consultas entre las autoridades francesas y las cancillerías amigas de los Borbones. Sus papeles fueron incautados y prolijamente revisados, pues sus antecedentes revolucionarios y republicanos le hacían persona no grata al régimen imperante. Sus documentos, que según los funcionarios estaban impregnados de un republicanismo exaltado, le fueron devueltos y el 4 de mayo San Martín se embarcó con su hija hacia Southampton, estableciéndose provisionalmente en Inglaterra.

El mencionado puerto ingles era a la sazón refugio de numerosos exiliados políticos. Allí se encontró con su antiguo camarada Mac Duff - Lord Fiffe- quien lo introdujo en la alta sociedad, presentándolo como conquistador de las libertades de América y émulo digno de Washington. Por esos días, se celebró un banquete en conmemoración de la independencia norteamericana, al que concurrió especialmente invitado. Se encontró con antiguos amigos: García del Río, Paroissien y Alvear, entre otros. A los postres, el primero ofreció una demostración y San Martín, alzando la copa, brindó por su amigo Bolívar y por la feliz culminación de la campaña.

Esta actitud del prócer fue motivo para que Alvear reiniciara su tarea difamatoria, informando al gobierno de Buenos Aires que San Martín conspiraba con el general mejicano Agustín de Iturbide, apoyando su lucha para imponer el sistema monárquico en América. Circuló, por entonces unlibelo titulado "La vida del general San Martín", cuya autoría se atribuyó a Alvear, como también una caricatura del Libertador que lo mostraba con la corona del Perú escapándosele de las manos. En cuanto a la entrevista con Iturbide –que este sí le pidió por carta- nunca se supo si efectivamente se realizó, pues el político mejicano regresó a su patria con el objeto de derrocar al régimen del general Guadalupe Victoria, siendo capturado y fusilado en Padilla.

Es muy poco lo que se conoce de las actividades de San Martín en Inglaterra. Se sabe,ciertamente, que permaneció allí desde mayo hasta diciembre de 1824, viajando por distintas partes del país, principalmente por el norte de Escocia donde, por gestión de Lord Fiffe, fue distinguido con la ciudadanía honoraria de Banff, principal localidad vecina a las heredades del ilustre amigo inglés. Este episodio no debe sorprender si tenemos en cuenta que Inglaterra recibió con gran beneplácito a los próceres sudamericanos y que San Martín cultivaba otras amistades con nobles ingleses que había conocido durante las campañas contra la invasión napoleónica en España.

El Libertador seguía aferrado a los problemas americanos. En Londres intervino en las gestiones para adquirir dos fragatas que reforzaran la armada peruana. La maledicencia le atribuyó planes intervencionistas lo cual despertó la indignación de Bolívar al creer, de buena fe, tamaños infundios. Tomás Guido informará a la posteridad los acontecimientos vividos en Lima con ese motivo.

San Martín intentó radicarse en Francia, pero fueron infructuosas las gestiones de su hermano Justo, que vivía en París, para que el conde de Corbiere accediese a ello. Resolvió, entonces, viajar a los Países Bajos. Obtenida su admisión a ese reino, retiró a su hija de la pensión en que la había confiado y, a fines de 1824, se estableció en una casa del arrabal de la ciudad de Bruselas.

Bruselas y La Haya eran las dos ciudades más importantes de los Países Bajos y ambas se destacaban por la cultura y laboriosidad de sus habitantes. La liberalidad de las costumbres, la sensación de seguridad y lo barato de la vida, con respecto al resto de Europa, las señalaban como las más indicadas para residir en ellas. No en vano fueron refugio para numerosos extranjeros que, por una u otra causa, debían exiliarse. San Martín eligió Bruselas.

Desconocemos como consiguió radicarse en ese país y que gestiones previas realizo. José Pacífico Otero efectúo numerosas investigaciones al respecto, con resultado negativo. En cuanto a la casa que habitó, pudo establecerse que estaba ubicada en Rue de la Fiancee Nº 1422. Se sabe que en el centro de la ciudad, en una pensión inglesa, había alojado a su pequeña Mercedes, que entonces tenía ocho años de edad.

En cartas a Guido y a otros amigos, los temas dominantes de este período son la política y la educación de su hija, contento de esto último al notar sus notables progresos. Confiesa que se considera en cierta medida feliz, aunque extraña sobremanera su tierra y sobre todo Mendoza. Por su casa, con tres habitaciones y un gran jardín, paga mil francos anuales, suma que considera increíblemente barata. En ella hospedó, durante un tiempo, a su antiguo subordinado y amigo, el general Miller, y le proporcionó valiosos datos para concretar su biografía. Esa era también la casa que ofreció a Guido para "compartir un puchero".

Las viscisitudes económicas, no obstante, le agobiaban. Del Perú se alejó con un modesto haber y sólo cuando se tuvo la certeza de su viaje al exterior, se le adelantaron dos años de la pensión votada por el Congreso. El gobierno de Rivadavia, permitió que se fuese sin abonarle un peso de sus sueldos atrasados. La caída de los valores en Londres; la quiebra de la casa en la que su amigo Alvarez Condarco había depositado parte de sus ahorros; la depreciación del cambio; la falta de rentas sobre algunas propiedades -excepto la casa de Buenos Aires; todo, en fin, configuraba un panorama nada halagüeño. No debe extrañar esto, por cuanto para San Martín el vil metal no es un fin, sino un medio. El desinterés constituía, para el, una virtud dinámica y primordial.

En 1830 el pueblo belga se levantó contra la opresión holandesa y ofreció a San Martín, según una versión repetida, la conducción del movimiento revolucionario. El Libertador rehusó la propuesta, indicando que se hiciera cargo de esa tarea un hijo del país. Atento a las convulsiones sociales que sobrevinieron, San Martín decidió llevar a su hija a un colegio de París y luego, debido a una epidemia de cólera que asoló Bruselas y solucionados los anteriores problemas de residencia en Francia, resolvió trasladarse a París, previo paso temporario en la ciudad termal de Aix-en- Provence.

El hombre que, lejos de la patria, la extrañaba y la seguía sirviendo con denuedo; el hombre que no había querido ser el verdugo de sus conciudadanos, diciéndole a Lavalle, después de rehusar el mando que le había ofrecido en 1829: "... en la situación en que Ud. se halla, una sola víctima que pueda economizar a su país, le servirá de consuelo inalterable, sea cual fuere el resultado de la contienda en que se halle usted empeñado, porque esta satisfacción no depende de los demás sino de uno mismo"; ese hombre de excepción, que para gloria de los siglos se llamó José de San Martín. continuaba su peregrinación, esta vez en Francia.

[Instituto Nacional Sanmartiniano]

Su destierro

LOS RECURSOS - Horacio Labougle

Don Antonio José de Escalada (padre de Remedios, esposa digna y fiel del Gral. San Martín) falleció en su ciudad natal el 16 de noviembre de 1821. El día 10 de octubre había otorgado su testamento ante el Escribano Público y de Cabildo don Justo José Núñez, dejando por herede rosa sus seis hijos legítimos: Don Bernabé y doña María Eugenia de Escalada y Salcedo, y don Manuel, don Mariano, doña Remedios y doña Nieves de Escalada y Quintana. Nombró albaceas a su esposa doña Tomasa de la Quintana, a sus hijos don Bernabé y don Manuel de Escalada, y a su hermano don Francisco Antonio de Escalada en el lugar y grado citados.

Ausente en Manila don Bernabé de Escalada, que desempeñaba allí el cargo de Ministro Contador General de Ejército y Real Hacienda de las Islas Filipinas, se ocupó de todos los trámites que demandó la testamentaría, don Manuel de Escalada. Éste hizo un prolijo detalle del cuerpo general de bienes, con razón de los créditos y activos y pasivos. En la adjudicación de las fincas, les tocó a doña Remedios y a don Mariano, en condominio, la casa mortuoria, sita en lo que es hoy la esquina de San Martín y Cangallo, que se tasó en $ 60.084, 5 reales y 1 cuartillo. Andando los años y habiendo perdido totalmente su fortuna el Teniente Coronel don Mariano de Escalada, como consecuencia de malos negocios, el general San Martín le compró su parte, con seguridad antes del año 1830, en que aquel ya no poseía ningún bien. La parte de cada uno, doña Remedios y don Mariano, era pues, de $ 30.342, 2 reales y 3/4. Además, le correspondía a cada uno de ellos, la sexta parte de los muebles, cuadros, plata labrada, libros, y otros bienes inventariados, que se puede calcular dada la posición social de la familia, en $ 10.000 más, o sea, en total, unos $ 40.000, para cada uno de los indicados herederos. A ello debía agregarse la parte que proporcionalmente les tocaba de los créditos activos, cuyo total ascendía a $ 411.460, de los que el albacea cobró $ 33.697, considerando el resto incobrable, no obstante lo cual seguiría sus gestiones. Sumada la sexta parte de la suma percibida, que se indica, a los $ 40.000, da un total de $ 46.500, más o menos. De la deuda que tenía la testamentaría al hacerse el reparto y que era de $ 19.637con 4 reales, le correspondió pagar a doña Remedios $ 3.272 con 7 reales y 1/3, de suerte que su haber hereditario se redujo a unos $ 43.000, para hacer cifras redondas. En 10 de diciembre de 1823 firmó de conformidad con las cuentas rendidas por el albacea don Manuel de Escalada, el General San Martín, por sí y por su hija Mercedes como herederos de doña Remedios de Escalada, que había fallecido el 3 de agosto de 1823, en Flores, en la quinta de su hermano mayor don Bernabé de Escalada, donde residía desde su llegada de Mendoza, en abril de 1819, ya atacada de la cruel enfermedad que puso fin a sus días. Hasta su intervención directa, citada anteriormente, el General San Martín estuvo representado por su cuñado don Manuel de Escalada a quien había otorgado poder el 29 de agosto de 1823, en Mendoza. La sucesión de don Antonio José de Escalada tramitó en el Juzgado del Doctor don Roque Sáenz Peña, actuando de Escribano don Marcos Leonardo Agrelo.

La tasación, cuenta de división y partición de los bienes, fue aprobada el 27 de enero de 1824. El mismo día fue notificado el General don José de San Martín. De la lectura del expediente sucesorio se desprende que el interés corriente en esos años era del 9 % anual. Don Antonio José de Escalada poseía trece criados, a cada uno de los cuales, por vía de limosna, dejó seis pesos, e hizo treinta y dos legados, por diferentes cantidades, estando entre los favorecidos los conventos de Santo Domingo, La Merced, San Francisco y Recoleta, y las monjas capuchinas y catalinas.

Fue sepultado en la Catedral de Buenos Aires.

Es curioso que, en su testamento, don Antonio José de Escalada mencionara seis veces a su yerno don José de María y ninguna a su otro yerno, el General San Martín. Recibieron, pues, como herencia, el General San Martín y su hija Mercedes de San Martín y Escalada, niña de siete años en ese entonces, cuarenta y tres mil pesos ($ 43.000).

El 10 de febrero de 1824, se embarcaron para Europa en el navío francés Le Bayonnais.

San Martín había contraído matrimonio con doña Remedios de Escalada, el 12 de septiembre de 1812, en Buenos Aires, escribe Mitre, "en señal de que constituía para siempre su hogar en la tierra de su nacimiento" , y ello desvaneció la desconfianza que despertara al llegar, por no tener en el país, ni antepasados ni parientes, y sí solo muy pocas relaciones, de lo cual se quejó en alguna de sus cartas. No era al llegar, como ha escrito erróneamente un gran historiador argentino "hombre oscuro y desvalido, que no tenía más fortuna que su espada", porque los genios no pueden jamás estar en esa triste situación.

San Martín traía fama bien ganada de militar eximio y valeroso, y su extraordinaria personalidad no pasó nunca desapercibida. Desde el primer momento demostró su calidad impar.

El General don José de San Martín es, sin disputa, nuestro prócer máximo y el más grande hombre de América.

Además de la herencia mencionada precedentemente, San Martín poseyó otros bienes en Mendoza, Chile, Perú, Buenos Aires, y Francia.

El 18 de diciembre de 1816 le habían sido dadas en propiedad por el gobierno de Mendoza, accediendo a su pedido, cincuenta cuadras y otras doscientas cuadras a su hija; formando esas doscientas cuadras la chacra "Los Barriales", donde tuvo casa habitación, en la que residió a su regreso del Perú; tierras que dedicó a la siembra de trigo con sus correspondientes molinos, y a la cría de caballos. Para dicha explotación, celebró contrato con el vecino de Mendoza don Pedro Advíncula Moyano, el 17 de agosto de 1818. Moyano se obligó a cuidar y administrar la chacra por el término de ocho años, debiendo las utilidades que se produjeran, deducidos los gastos, ser partibles entre ambos, como así también las que resultasen de la cría de ovejas, engorde de ganado y de varias pulperías.

El 10 de octubre de 1818, compró San Martín a don Antonio de la Puente, dos sitios contiguos, en la Alameda ( Mendoza ), el uno de 26 varas de frente por 57 de fondo, y el otro, de 19 varas por 57; o sea, un terreno de 45 varas de frente por 57 de fondo, en la suma total de $ 1.170 de a ocho reales, que pagó al contado. En este terreno, emprendió de inmediato la construcción de una casa y fue el citado Moyano a quien encomendó el correr con la obra, acopiando materiales y utensilios, facilitando operarios, peones, y cuanto fuere menester, hasta su conclusión. En el año 1823, por escritura de fecha 14 de julio, San Martín convino con su lindero de " Los Barriales ", don José Ahumada, en que éste le cediese el terreno que era de su propiedad y ocupaba la acequia que surtía de agua al molino propiedad de San Martín, a cambio de poner éste cerco en toda su extensión al referido terreno.

El 22 de agosto de 1819, debiendo ausentarse de Mendoza, encargó del cuidado y administración de sus bienes, así muebles como raíces, que poseía en la ciudad y su jurisdicción, a don Pedro Núñez, natural y vecino de ella, "sujeto de su confianza". Más tarde en el año 1826, su apoderado don Salvador Iglesias le aconsejó se desprendiese del terreno de la Alameda y de la chacra "Los Barriales", de la que le informaba era valiosa y que con el producto de su venta, se podía adquirir una estancia. Agregaba que los molinos daban ganancia y buen resultado la cría de caballos. Seguía a su frente don Pedro Núñez.

El 29 de julio de 1823, hizo donación de 50 cuadras, situadas en la " Villanueva de San Martín ", al general don Tomás Guido, por el mucho afecto que le profesa, y, asimismo la buena armonía con que se ha conducido en todo el tiempo que han sido compañeros de armas, con todas sus entradas y salidas, aguas, usos, costumbres, derechos y servidumbres, cuantas dichas tierras tengan. En la escritura de donación, San Martín deja constancia de que en su poder reserva " cuadruplicados bienes ".

En todos los instrumentos notariales, San Martín es calificado "Excmo. Señor".

El 2 de abril de 1823, en Mendoza, San Martín otorgó nuevamente poder a don Pedro Advíncula Moyano, para que cancelara las cuentas que tenía en Chile pendientes con don Nicolás Peña (Rodríguez Peña), procedentes de la administración que este señor había tenido en la chacra "La Chilena", sita a dos leguas y media de la ciudad de Santiago, autorizándole a venderla o arrendarla. Dicha finca le había sido donada por el gobierno de Chile y de ella había tomado posesión en julio de 1817, asignando a Mendoza la tercera parte de lo que produjera, para el fomento del hospital de mujeres que en esa ciudad existía y dotación de un vacunador con el fin de librar a la provincia epónima de los estragos de la viruela. "La Chilena" le dio muchos sinsabores y fue causa de un pleito con sus arrendatarios.

Corresponde ahora determinar los bienes que eran propiedad de San Martín en el Perú.

El 21 de noviembre de 1821, la Municipalidad de Lima acordó que se repartiesen entre los jefes y oficiales del Ejército Unido Libertador los $ 500.000 que importaban las fincas confiscadas a los españoles realistas y que a los soldados se les diese tierras en las provincias que ellos eligieran para su residencia, en el caso de que expresaran deseo de quedar en el Perú.

San Martín, a pedido de aquélla, remitióle la lista de los que consideraba merecían recibir premio. En la misma, figuran, entre otros, Juan Gregorio de las Heras, Bernardo Monteagudo, Juan Antonio Alvarez de Arenales, Toribio de Luzuriaga, Diego Paroissien, Guillermo Miller y Tomás Guido.

A su vez, San Martín, en su carácter y atribuciones de Protector del Perú, obsequió al Director Supremo de Chile, General don Bernardo O'Higgins, las haciendas de Montalván y Cuiba, en el Valle de Cañete, que habían sido confiscadas a la familia del Regente de la Real Audiencia de Lima, don Manuel de Arredondo. Esos fundos, valían más de $ 500.000. En 1832, doña Ignacia Novoa, mujer del Mariscal de Campo don Manuel de Arredondo, que estaba en España, entabló juicio al prócer chileno pidiendo se declarase nula la donación y, por tanto, reivindicando las mencionadas haciendas, el que no prosperó.

No ha sido posible todavía establecer la fecha en que el gobierno del Perú donó a San Martín la casa conocida por "Jesús María", en la ciudad de Lima, y la hacienda sita en La Magdalena,pueblo cercano a dicha capital, donde pasó en compañía del general don Tomás Guido, su amigo entrañable y tío político, las últimas horas que estuvo en el Perú; pero es evidente que le pertenecían, y que debían ser valiosas, teniendo en cuenta los premios a que he hecho referencia anteriormente.

En efecto, en carta del 28 de julio de 1823, de su apoderado don Salvador Iglesias éste le da noticias del estado de ambas; y con respecto a la casa, "que está bien aderezada", y a cuyo cuidado San Martín dejara un sirviente llamado Pedro Cabrera, individuo del cual el Libertador tenía tan buen concepto que le había donado uno de los molinos de «Los Barriales", le pedía instrucciones. Más tarde, informado San Martín de que Cabrera resultó ser pendenciero y ebrio consuetudinario, revocó la dicha donación, por escritura pública del 14 de junio de 1823. Desocupada la casa, en ella se alojaron transitoriamente O'Higgins y su familia, cuando llegaron a Lima, en 1823, desterrados de su patria. El gobierno del Perú dio al Libertador el grado de Generalísimo de sus ejércitos y le concedió una pensión vitalicia de $ 9.000 anuales. Al llegar a Chile, camino del ostracismo voluntario que se impuso, llevaba consigo 120 onzas de oro y recibióallí, a fines de 1822, del gobierno peruano,una libranza de $ 2.000, a cuenta de sus sueldos. Llegado a Mendoza, se alojó en su chacra de "Los Barriales", por la que tuvo siempre especial predilección y en la que pensó alguna vez alejarse del mundo y terminar su vida.

Allí permaneció hasta noviembre de 1823, mes en que se vino a Buenos Aires. El 4 de diciembre ya estaba en esta capital, en casa de su suegra doña Tomasa de la Quintana de Escalada, o sea, en la finca que tocara a su mujer doña Remedios en la partición de los bienes sucesorios, a que me he referido anteriormente.

El Congreso Nacional, en su sesión del 21 de abril de 1818 tomó en consideración la moción presentada por el Diputado por Charcas doctor don José Mariano Serrano, proponiendo se acordase un premio al General en Jefe del Ejército Unido de los Andes. Designóse para su estudio y redacción del proyecto de Decreto, a una Comisión formada por los diputados Vicente López y Planes, Juan José Passo y Luis José de Chorroarín, quienes lo presentaron en la sesión del 2 de mayo, en la que, luego de detenida y prolija discusión, quedaron aprobados sus dos primeros artículos, siendo igualmente aprobados los otros dos que restaban, en la sesión del 4 de mayo. Es interesante transcribir el texto del artículo 3º, que reza: "La brillante conducta militar del Ejército de los Andes ha excitado en el ánimo del Congreso los sentimientos más vivos de gratitud y complacencia; por tanto, declara a sus jefes, oficiales y tropa, "Heroicos Defensores de la Nación" ordenando que sus nombres se inscriban en un Registro Cívico de Honor que se conservará en el Archivo del Cuerpo Representativo y en el de cada una de las Municipalidades del territorio del Estado. Se comisiona al Diputado de este Gobierno residente en Chile para que a nombre de la Nación les de las gracias más expresivas, siendo del resorte del Superior Gobierno Ejecutivo distribuir a los de este Estado los premios militares a que se hayan hecho acreedores."

El artículo 4 disponía que "se comunicará este Decreto al Supremo Director del Estado, encargándole su publicación y cumplimiento en la forma que más estime conveniente." Por separado, se trató después del premio que se pudiese asignar al General San Martín y se acordó que, con dicho objeto se le hiciese donación de alguna de las fincas importantes del Estado, y que se comunicase lo resuelto al Director Supremo para su cumplimiento.

La casa que le fue donada por el Estado, era la, situada en la Plaza de la Victoria al embocar la calle de La Plata, y lindera por su frente con dicha plaza, al oeste con Ignacio Freire, al sur con casa que fue del Seminario Conciliar, a la sazón Departamento de Policía, y al norte, calle de La Plata de por medio, con N.P. Porras y otra casa de Freire. Tenía 21 varas de frente al Este -o sea, la Plaza de la Victoria- y 66 de fondo hacia el Oeste. Hoy día, es la esquina de Rivadavia y Bolívar, donde se encuentra la Municipalidad de Buenos Aires. El título le fue librado por el Director Supremo General don José Rondeau, el 16 de agosto de 1819.

Esa casa, el 11 de febrero de 1825, el coronel don Manuel de Escalada, como apoderado de su cuñado don José de San Martín, ausente en Europa, la vendió a don Miguel de Riglos y Lasala, en la suma de $ 20.000, pagaderos al contado. A dicha cantidad debe agregarse la de $ 5.000 queel Gobierno entregó como compensación de lo que el vendedor gastara en sus refacciones. El comprador concluyó de refaccionar el edificio, que fue conocido desde entonces por "El Balcón de Riglos", pues era de planta baja y piso alto, y fue famoso porque su propietario hizo de él un centro de alta cultura en su época.

Además de los bienes que se han detallado, San Martín era titular de un crédito hipotecario constituido entre 1824 y 1829, sobre la estancia "El Rincón de López", propiedad de don Braulio Costa, cuyo importe era de $ 30.000. Dicho campo fue vendido por Costa a don Gervasio Ortiz de Rozas, hermano de don Juan Manuel, que redimió la hipoteca, cancelando la deuda, el 12 de junio de 1833, según escritura pública que suscribió como apoderado de San Martín, don Gregorio Gómez Orcajo, que investía esa representación desde el 28 de febrero de 1829, en virtud de escritura pasada ante el Escribano Bartolomé Domingo Vianqui, en la ciudad de Montevideo. Por ese instrumento, había sido nombrado apoderado, en segundo lugar, el doctor don Vicente López y Planes. Todo esto fue descubierto por el Escribano don Oscar E. Carbone y hecho público en la conferencia que pronunciara el 10 de agosto de 1959, en el MuseoHistórico Nacional. Ahora bien, si se suma el valor de la casa donada por el Congreso Nacional y el Directorio, a lo recibido como herencia de doña Remedios de Escalada, su esposa, y al préstamo en hipoteca a don Braulio Costa - luego a don Gervasio Ortiz de Rozas- nos encontramos con que San Martín poseía en bienes raíces y el referido crédito, un total de $ 98.000. Si se atribuye al terreno de la Alameda y a la chacra de "Los Barriales", de Mendoza, $ 12.000 como valor, y solamente $ 10.000, en conjunto, a la casa de "Jesús María", y la hacienda de "La Magdalena", en Lima, resulta un total de $ 120.000, que en francos, al cambio del año 1830, da unos 320.000 francos, más o menos. Calculando la renta de ese capital al 7 %, término medio -hemos visto que el corriente en 1824, era el 9 %- se obtiene la cantidad de 22.400 francos anuales. Aceptando que los libramientos que se le hacían, pagados por Baring Brothers y Cía. -de Londres- sufrían un quebranto del 10 % queda un saldo de 20.000 francos anuales de renta, suma que excede en 6.000 francos a la de 14.000 francos, que era la retribución que percibía anualmente en Francia, por esos años, un Consejero de Estado o un Director General de Ministerio, que eran los sueldos más altos de la Administración en ese país.

Todavía debe agregarse a esa renta que le producían sus bienes raíces y el crédito hipotecario, las cantidades que, con cierta frecuencia, hasta el año de 1832 y después de 1848, le enviaba el gobierno del Perú. Sabido es que éste había nombrado a San Martín, Generalísimo de sus Ejércitos, asignándole además una pensión vitalicia de $ 9.000 anuales, que se redujo a la mitad en 1832, aunque en ese año se le hiciera figurar en el Presupuesto del Ejército, restableciéndose la primitiva de $ 9.000 en 1836, si bien sin hacerse efectiva. Más tarde, en 1849, el Presidente del Perú, Mariscal don Ramón Castilla, gran admirador del Libertador, dispuso laliquidación de su pensión desde el 19 de enero de 1832 hasta diciembre, inclusive, de 1845.

Antes de l832, San Martín recibió del gobierno peruano, las siguientes cantidades:

En 1822, $ 15.000, como liquidación de sus haberes, que le dio el Congreso peruano, en una letra de crédito sobre Londres, y un anticipo sobre sueldos futuros, de $ 2.680.

En 1830, $ 15.000 contra el empréstito del Perú.

En 1831, $ 1.000 que, al cambio de ese año, eran 187 libras con diez chelines. Lepagó, igual que las anteriores libranzas, Baring Brothers y Cía., de Londres.

En 1832, $ 3.000 en billetes de Aduana, en concepto de sueldos atrasados, que cobrópor intermedio de Baring Brothers y Cía., sin quebranto alguno. A fines de 1824 había recibido el importe de sus sueldos vencidos hasta marzo de ese año, según carta de Salvador Iglesias, de 30 de abril de 1825. No he podido establecer su monto.

Es decir, que recibió del Perú, desde 1822 hasta 1832, por lo menos, la suma de $ 24.000, dado que no se puede fijar aquella a que se refiere Iglesias, en 1825. Esta cantidad se debe agregar a la ya mencionada anteriormente. Cabe señalar que, además de la pensión vitalicia, teníaun sueldo de $ 1.000 anuales, como Generalísimo. Cuando residía en Bruselas, alquiló su casa de Cangallo esquina San Martín, en $ 5.000 anuales, que representaban 14.000 francos; en carta a Guido, al darle la noticia, le decía: "Soy el hombre mas poderoso de la tierra porque Ud. sabe que yo no tengo caprichos y vivo con frugalidad."

De todo lo precedentemente expuesto, se desprende que el General San Martín, de manera indubitable, tuvo siempre en Europa, durante su largo ostracismo, lo suficiente para vivir con el decoro correspondiente. No necesitaba, por tanto, las joyas y diamantes que le legara en su testamento don Alejandro Aguado, Marqués de las Marismas del Guadalquivir –banquero español y viejo amigo suyo- para residir en París ni para ponerle "a cubierto de la indigencia en el porvenir". Dicho legado fue hecho, conjuntamente, al Libertador, como primer albacea y tutor y curador de sus hijos, y a los otros designados en seguido y tercer término: el Arquitecto Pelchet, y su apoderado general, señor Héctor Couvert. Además, les dejó a los tres, 30.000 francos, a título de recuerdo afectuoso.

Haciendo un estudio detallado y coordinado de la correspondencia de San Martín que se conoce y ha sido publicada, no surge de ella que, en algún período de su vida, "tan sólo la generosidad del amigo que vengo de perder me libertó tal vez de morir en un hospital".

Siempre estuvo acompañado por su hija en los primeros años de su vida en Europa, y luego por ella y su marido Balcarce, quienes le atendían con singular cariño, con excepción de los que aquélla estuvo en el Colegio, hasta 1829, y de los de 1833, 1834 y principios de 1835 en que viajaron a Buenos Aires. Es precisamente, en esos años citados, cuando el Libertador estuvo en más holgada situación económica. En efecto, el 25 de abril de 1834 compró la finca de Grand Bourg, en Seine-et- Oise, a seis leguas de París, en la suma de 13.100francos, al contado, donde residió habitualmente hasta 1849, año en el que, el 4 de agosto la vendió su yerno don Mariano Balcarce, en virtud del poderotorgado para ello por San Martín el 19 de julio del referido año, en Boulogne-sur- Mer, donde se encontraba transitoriamente, según reza la pertinente escritura. El 25 de abril de 1835, San Martín compró en París una casa sita en la Rue Nueve Saint- Georges Nº 55, por el precio de 140.200 francos, pagaderos en dos cuotas, que satisfizo íntegramente el 25 de septiembre de dicho año. En ella pasaba los inviernos. Don Mariano Balcarce, que había contraído matrimonio el 13 de diciembre de 1832 con doña Mercedes de San Martín y Escalada, se embarcó con su esposa para Buenos Aires, el 21 de dicho mes y año. Es indudable que venía debidamente facultado para gestionar el cobro de los sueldos de su suegro y al mismo tiempo para ocuparse de sus otros intereses, como escribe Carbone y cree Otero. Seguramente, cobró créditos y realizó bienes y quizás, también, don Manuel de Escalada le entregó dinero cobrado en su carácter de albacea de la sucesión de don Antonio José de Escalada, de los créditos activos de la misma, que quedaron pendientes. Desde su llegada a Europa, San Martín viajaba con frecuencia, tanto dentro como fuera de Francia, en busca de aguas o aires propicios para su salud, o con el afán de conocer. Estuvo en las termas de Aix- la- Chapelle y de Enghien, en Amberes, Lille, Marsella, Tolón, Londres, Escocia, Génova, Roma, Nápoles, Florencia, La Haya, y en los Pirineos Orientales; pasando los veranos, generalmente, en las playas de Normandía, especialmente en Dieppe, que estaban de moda en aquellos años anteriores al Imperio de Napoleón III, en que se inician la Costa Azul y Biarritz. Desde el 21 de noviembre 1828, después de tomar los baños de Aix, realizó su famoso viaje al Río de la Plata, quedando los meses de febrero, marzo y abril en Montevideo, sin venir a Buenos Aires, hasta su regreso a Europa, que lo efectuó el 14 de mayo de 1829, dirigiéndose a Londres.

Durante su estada en Bruselas, una de las logias masónicas que allí tenía su sede, mandó acuñar una medalla con su efigie, que el Doctor don Adolfo P. Carranza, Fundador y primer Director del Museo Histórico Nacional, patriota ejemplar, de recuerdo venerable, reprodujo en su obra "San Martín".

Al iniciar su lucha por la independencia, en 1830, los revolucionarios belgas le ofrecieron el mando de sus ejército, que el Libertador declinó.

San Martín, en París, se relacionó estrechamente con los refugiados liberales españoles, entre ellos don Manuel Silvela, ilustre jurisconsulto y pedagogo, de cuya familia salieron dos generaciones de grandes políticos españoles, y que había fundado allí un Colegio para jóvenes españoles y sudamericanos. San Martín, ya en 1829 visitó ese colegio, y luego continuamente, desde que se radicó en París. De la primera vez que en él estuvo nos ha dejado un emocionado relato el escritor chileno don Vicente Pérez Rosales, en sus Recuerdos del Pasado. También otro chileno, don José María León de la Barra, nos revela en sus Recuerdos, la vida del Libertador en Francia, de 1830 a 1835. Era aquel un joven inteligente que estudiaba Economía y otras ciencias en el renombrado Colegio de Francia y en la Sorbona. Hermano de don Miguel León de la Barra, Ministro de Chile, y emparentado con San Martín, tuvo con el gran hombre trato frecuente.

Habiendo ido a Bruselas a principios de 1830 los Barra, tuvieron la fortuna de llegar allí cuando por iniciativa del Cónsul General de su patria en los Países Bajos, se organizaba una visita a caballo al llano de Waterloo, logrando con regocijo que el Libertador aceptara participar de ella. Escribe don José María de la Barra: "Cabalga el general con gallardía y es un consumado jinete.

El cicerone no nos fue necesario, porque San Martín nos explicó la batalla de un modo tan claro y preciso y al mismo tiempo pintoresco, que parecía que había estudiado mucho las campañas de Napoleón en el terreno mismo. Regresamos al galope en una hermosa tarde de verano, con San Martín erguido y silencioso a la cabeza. Parecía que el recuerdo de sus victorias embargaba por completo la mente del gran expatriado."

El Ministro don Miguel León de la Barra acompañaba siempre al Libertador en sus viajes por Francia, quien nunca dejó de asistir a las fiestas que aquél daba en la Legación. Fueron los hermanos Barra, dos de los testigos en el casamiento de doña Mercedes de San Martín y Escalada con don Mariano Balcarce y, a su vez, San Martín fue el padrino de la boda del Ministro con la joven Athenaís Lira. San Martín, en compañía del grupo chileno residente en París, acudía a todas las recepciones y, a la llegada de la Primavera, partían de paseo, en alegres cabalgatas, hacia los bosques vecinos. No hubo argentino ni sudamericano de distinción que dejara de visitar al gran hombre. De Alberdi y Sarmiento hay páginas interesantes sobre sus visitas a Gran Bourg. Gustaba el Libertador de presenciar las fiestas populares, de concurrir al teatro, de pasear por las afueras de la Ciudad Luz. Se encontraba bien en aquel Reino de Gobierno Constitucional, tan acorde con sus principios monárquicos y sus ideales liberales.

Con pluma galana y con talento, el Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia don Armando Braun Menéndez ha estudiado y comentado esos recuerdos de don José María León de la Barra. "San Martín vivió los años de su ostracismo voluntario acompañado de sus recuerdos y del respeto, consideración, y admiración de cuantos le conocieron. A tal punto, -nos dice don Miguel de la Barra-, que, en ocasión de la recepción diplomática del 19 de enero de 1838 en el Palacio de las Tullerías, el Rey Luis Felipe de Orleáns, que estaba en el Salón del Trono, rodeado de toda su familia, ministros y altos personajes de la Corte, recibiendo y retribuyendo con protocolar y amable indiferencia el saludo del Cuerpo Diplomático, al llegar el turno al Libertador, que estaba vestido con su magnífico uniforme blanco de Protector del Perú, se adelantó hacia él con las manos tendidas, y sin hacer caso del Introductor de Embajadores, que declinaba nuestros nombres y títulos, haciendo una reverencia sonriente al Ministro de Chile, cogió con ambas manos las del General, diciéndole calurosamente: Tengo un vivísimo placer en estrechar la diestra de un héroe como vos, general San Martín. Creedme que el Rey Luis Felipe conserva por vos la misma amistad y admiración que el duque de Orléans. Me congratulo que seáis huésped de la Francia y que en este país libre encontréis el reposo después de tantos laureles.

"El Rey departió con San Martín más tiempo del que era de rigor conforme a la etiqueta de Palacio."

Quien así, luego de dar libertad a su Patria, a Chile, y al Perú, tenía el respeto y admiración de reyes, no sintió golpear jamás "la pobreza a las puertas de su casa", ni tuvo necesidad de que nadie le "sacara de la miseria", falsa leyenda que hasta ahora ha corrido como moneda de buena ley.Nunca San Martín recibió ayuda de nadie. Su altivez no lo hubiera consentido. Reclamó, eso sí, lo que legítimamente se le adeudaba por los gobiernos de los países que había libertado. Su grandeza de alma y su delicadeza de sentimientos, creo fue lo que le llevó a exagerar su gratitud para con su amigo, el banquero Aguado, por sus demostraciones de amistad durante alguna grave enfermedad que padeciera. No cabe otra explicación. Su situación económica le permitió vivir siempre decorosamente; regalar tierras a su amigo el general don Tomás Guido; pasar una pensión de 1.000 francos anuales a su hermana viuda doña María Elena de San Martín de González deMenchaca; venir al Río de la Plata en 1828, trayendo un criado para su servicio; educar a su hija en los mejores colegios de Bélgica y de Francia; alternar con la aristocracia orleanista durante su largo ostracismo; viajar frecuentemente dentro y fuera de Francia; acoger a su hermano don Justo Rufino de San Martín en su casa de Bruselas; ser amigo de multimillonarios como el Marqués de las Marismas y don Manuel José de Guerrico, que le respetaban y y admiraban; y adquirir para su residencia, las casas de Grand Bourg y de la Rue Neuve Saint- Georges.

Creo que con estas páginas, he desvanecido la leyenda, alimentada por escritores liberales, de la famosa "ayuda" del banquero Aguado.

Y si con ellas no bastara, lo rubrica enérgicamente y rotundamente el propio San Martín, con su honradez acrisolada, en la cláusula 5a de su testamento ológrafo:

"Declaro no deber ni haber jamás debido nada, a nadie".

[Instituto Nacional Sanmartiniano]

Rivadavia y San Martín

El boicot de Rivadavia

Rivadavia, temeroso de que se designara jefe supremo a San Martín, boicoteó por todo los medios la reunión de un congreso constituyente en Córdoba, Ocupado en dotar de ochavas a la ciudad de Bs. As. negó todo recurso a San Martín, que libraba la guerra de independencia.

Finalmente San Martín no tuvo más remedio que ceder su lugar a Bolívar para que concluyera la gesta libertadora. Bolivar no era partidario de la segregación del Alto Perú, - talvez temeroso de la reacción argentina- pero Sucre, al mando de Bolivar finalmente formó la “República de Bolivar” (Bolivia).

San Martín dejo Perú, cruzó la cordillera y se recluyó en retiro en su chacra de Coria (Mendoza) Un emisario de Bs.As. (el Dean Zavaleta), le hizo saber que la gran dificultad para reunir el congreso era su permanencia en el país (por recelos de que se lo designase Jefe Supremo) San Martín decide su viaje a Europa, pero antes de llegar a Bs.As Estanislao López le advierte sobre el plan para asesinarlo. No obstante la advertencia, San Martín pasa por Bs.As. para irse finalmente el 10 de febrero de 1824. Por fin podía, entonces , reunirse el congreso. (……y pensar que los presidentes argentinos siguen usando el sillón donde puso el trasero Rivadavia.)


El frustrado regreso de San Martín.

En el conflicto de la confederación con brasil, Inglaterra prefería que no haya triunfador y que la banda oriental fuera independiente para debilitamiento de ambos, quedando Inglaterra como árbitro en el Río de La Plata. Las provincias del interior querían terminar una guerra ya ganada, pero Rivadavia estaba mas interesado en sus negocios mineros con los ingleses, que en su patria, y prefiere que regrese el ejercito para imponer “la organización a palos” (Agüero) en el interior, aun a costa de ceder la banda oriental. Prevalecen las palabras del ministro Agüero de “la paz a cualquier precio”. Los federales piden el gobierno y que les dejen a ellos el peso de la guerra pero Rivadavia prefería perder la guerra y la banda oriental, antes que dejarle el gobierno a los federales, e instruye a García para que vaya a Río de Janeiro a terminar la guerra “a cualquier precio".

Fue un arreglo tan vergonzoso que ante la indignación popular Rivadavia intentó usar a García de chivo expiatorio y desconocer el arreglo, pero sumado al escándalo por saberse el negociado de la Mining, (denunciado públicamente, entre otros por Anchorena) se vio obligado renunciar. Luego, (resumiendo) el gobierno de Dorrego, que quiere seguir la guerra a toda costa, pero hasta el Banco de la provincia (manejado por intereses y accionistas ingleses) le niega todo crédito.

Regresado el ejército, Lavalle derroca ilegalmente a Dorrego y lo fusila (incentivado por unitarios como Del Carril y otros) En semejantes circunstancias llega San Martín (embarcado con el apellido materno) a Montevideo y se entera del fusilamiento de Dorrego.

San Martín es mal recibido, y Paz (gobernador interino) le escribe a Lavalle (que está en campaña): ”Calcule Ud. las consecuencias de una aparición tan repentina”.

Desacreditados los revolucionarios “Decembristas”, le ofrecen a San Martín el Gobierno, para “salvar la revolución con su prestigio”, pero San Martín se rehúsa a aceptar.

La propuesta de Lavalle queda en claro en carta que San Martin le envía a O´Higgins el 19 de abril, con copia de su respuesta:

“...su objeto era que yo me encargase del mando del ejercito y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de garantir por i parte y el de los demás gobernadores a los autores del 1° de diciembre (asesinato de Dorrego) …por otra parte los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres han hecho no solo a este país sino al resto a América con su infernal conducta. Si mi lama fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario señalarles la diferencia que hay de un hombre de bien, a un malvado…Digo a Ud. en la mía del 5 que para le próximo paquete (paquebote) de mayo me marcharía a Europa, pero lo certificaré en el que sale a fines de éste. Adiós otra vez, pro siempre su invariable San Martín” (Picianeli, Hector Juan. Op.Cit.)

Así se ponía nuevamente por encima de ese grupo de “iluminados”, y antes de alejarse definitivamente, le dice a Iriarte:

“Sería un loco si me mezclase con estos calaveras. Entre ellos hay alguno, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuanto estaban a mis órdenes en Chile y en Perú…son muchachos sin juicio, hombres desalmados…” (García Mellid, Atilio. “Proceso al liberalismo argentino”. Edit. Theoría. 1988) (JST.p.45)

Poesías

ANTE LOS RESTOS DEL GRAL. SAN MARTÍN
Carlos Guido y Spano

Faltaba esa reliquia a nuestra tierra,
este homenaje a nuestro honor faltaba;
la memoria del héroe reclamaba
en la patria el sepulcro que hoy cierra.

Ante él se inclina el genio de la guerra,
cuya luz su alta mente iluminaba
cuando el libre pendón triunfante alzaba,
del mundo asombro, en la gigante sierra.

Fue su gloria sin mancha y sin ocaso;
de Mayo el verde lauro la eternice,
y antes de hollarle América sucumba.

Rompió el alma inmortal su frágil vaso:
“Yace aquí San Martín” el mármol dice;
pero a tal nombre es pórtico la tumba.

SAN MARTÍN
Canto lírico (fragmento)
Olegario V. Andrade

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¡Milagros de la gloria!
Tu espada, San Martín hizo el prodigio:
Ella es el lazo que une
Los extremos de un siglo ante la historia.
Y entre ellos se levanta,
Como el sol en el mar dorando espumas,
El astro brillador de tu memoria.

No morirá tu nombre,
Ni dejará de resonar un día
Tu grito de batalla,
Mientras haya en los Andes una roca
Y un cóndor en su cúspide bravía.
¡Está escrito en la cima y en la playa,
En el monte, en el valle, por doquiera,
Y alcanza de Misiones al Estrecho
La sombra colosal de tu bandera!

La salud de San Martín

LA SALUD DE SAN MARTÍN Y EL PROBLEMA DEL OPIO

Mario Meneghini[1]

I. Introducción

En la vida del General San Martín, se advierte una extraña paradoja: condiciones intelectuales superlativas para la conducción militar, acompañadas por un físico delicado, recurrentemente enfermo. Advierte el Dr. Oriol I Anguera una contradicción entre la estructura somática del General y su reacción funcional, lo que conduce a un “conflicto entre sus querencias y sus dolencias”[2]; las querencias corresponden a un hombre de acción, y las dolencias lo obligaban a veces a la inacción.

Me ha parecido conveniente, entonces, analizar el tema de esta exposición, con vistas a desentrañar una leyenda negra sobre la terapéutica que adoptó nuestro héroe. Mitre comenta que abusaba del opio; Vicuña Mackenna afirma que el Dr. Zapata lo envenenaba casi cotidianamente con opio, en lo que coincide con Guido, que manifiesta que dicho médico lo inducía a un uso desmedido del opio. Últimamente se ha difundido esta cuestión, de un modo que hace sospechar la mala fe; baste citar dos ejemplos:

a) En un sitio peruano en Internet, dedicado a la educación, en un trabajo sobre la Independencia del Perú, se afirma: “...los errores tácticos de San Martín y su adicción al opio producto de enfermedades quebraron las posibilidades de consolidar la independencia en el Perú”[3].

b) En un reportaje al Dr. Ignacio García Hamilton, publicado por Página12, la periodista pregunta: “¿San Martín consumía opio por prescripción médica o era adicto?”. El escritor responde: “Las dos cosas. A él se lo recomendó un médico por sus dolores de estómago, causados probablemente por una úlcera. Pero después padeció una adicción. (...) Creo que las enfermedades que padeció son pruebas de que no estamos hablando de un hombre que estuviera satisfecho con su vida”[4].

Fundamentado en la bibliografía consultada, procuraré pasar revista, en forma sucesiva a: las afecciones del General, la repercusión de las mismas sobre su comportamiento, las características del dolor físico, la utilización del opio, y una hipótesis sobre la manera en que pudo sobrellevar sus padecimientos.

II. Las dolencias físicas

1. Explica el Dr. Guerrino que San Martín, en el plano orgánico, “era proclive a la reactividad del tejido mesenquimático y pronto acusó una acentuada diátesis neuro-artrítica, típica de los abiotróficos de Gowers, es decir, de individuos que se desgastan precozmente”[5]. De manera semejante a su padre, antes de los cincuenta años padecía los achaques propios de un hombre mayor, aunque en su aspecto exterior no lo aparentaba.

2. Los médicos tienen en cuenta, para diagnosticar a un paciente, los antecedentes familiares del mismo, así como el tipo de actividad que desarrolla y lugares en que ha vivido. San Martín, residió y participó en acciones militares en Europa, África y América, sufriendo climas y alimentos, que desgastaron su organismo, e influyeron en su salud futura. No hay registros, por el contrario, de enfermedades en su infancia. Sabemos que ingresó como cadete del Regimiento de Murcia, a los 11 años, siendo de suponer que la admisión implica que el aspirante goza de buena salud.

3. Podemos abrir su historia clínica en 1801, cuando tenía 23 años: en cumplimiento de una misión del ejército español, transportaba caudales entre Valladolid y Salamanca, siendo víctima de un asalto, y sufriendo heridas en el pecho y en la mano; desde entonces tuvo molestias en el tórax. A partir de Baylén y Tudela, tuvo regularmente vómitos de sangre y dificultades respiratorias.

4. Durante la batalla de Albuera, en 1811, fue herido en el brazo izquierdo de un sablazo. Y en el combate de San Lorenzo, recibió una herida en el rostro, quedándole una cicatriz; además sufrió el aplastamiento de una pierna y tuvo una luxación de hombro al caer del caballo. Se supone que fue el hombro izquierdo, pues pudo redactar el parte del combate.

5. Con referencia a la tuberculósis que algunos le adjudicaron, ese diagnóstico merece dudas, teniendo en cuenta la sintomatología de dicha enfermedad (tos, hipertemia, adelgazamiento), que no se dió en San Martín. El Dr. Galatoire afirma que el general fue afectado por el bacilo de Koch, y que fue esa, también, la causa de la muerte. El diagnóstico parece deducible de la lucidez mental que mantuvo hasta el final de su vida, así como de sus variantes anímicas y un perfil psíquico sui generis. Sin embargo, se ha cuestionado esa conclusión, pues en una época en la que se carecía de antibióticos y de quimioterápicos efectivos, un hombre con esa afección no hubiera podido cruzar los Andes y luego, además, llegar a una edad avanzada para el siglo XIX. Para una mayor precisión, habría que conocer de que tipo fueron los vómitos sanguíneos de San Martín: hemoptisis o hematemesis. Las hemoptisis proceden del pulmón, las hematemesis del tracto disgestivo; además, las hemoptisis también pueden ser provocadas por bronquiectasias y hematomas, que no tienen relación con la tisis. Recordemos que San Martín, al ser atacado en 1801, sufrió heridas y contusiones en el tórax, que le podrían haber generado un hematoma o lesiones cicatriciales del parénquima pulmonar (Guerrino: 55-57).

6. De manera que puede sostenerse que las crisis disneicas que afectaban a San Martín eran de origen asmático. El general aludió a menudo a su tremenda enfermedad del pecho, sin otra aclaración. El Dr. Sacón, descarta la tuberculósis considerando que la estructura física de San Martín no era la más compatible con dicha enfermedad; por su parte, el Dr. Aníbal Ruiz Moreno agrega que no existen constancias de que haya tenido fiebre, tos o expectoración.Profesionales del Instituto de Historia de la Medicina, de la Facultad de Buenos Aires, investigaron esta cuestión, llegando a la conclusión de que San Martín “sufría de un asma aguda, mal del que ya había sentido síntomas en España”[6]. El tipo de asma sería la exoalergénica, pues comenzó a los 30 años, y es sabido que el asma intrínseca -al igual que la tuberculósis- se agrava con la proximidad del mar, cosa que no le ocurrió al general.

7. Las hematemesis, en cambio, se producen habitualmente por úlceras gastroduodenales, citándose como causas de éstas: la ansiedad, fatigas prolongadas, actividad intelectual intensa y estímulos psíquicos frecuentes. Las situaciones de stress pueden generar reacciones fisiológicas, afectando la mucosa del tracto digestivo, originando dispepsias, álgias y hemorragias. No caben dudas de que San Martín padecía de úlceras; queda esto en evidencia por sus gastralgias y vómitos, con lapsos de calma. Asimismo, comía mucha carne, fumaba cigarros negros y tomaba café; esa bebida la ingería a menudo, en forma de mate, y es la más perjudicial para los ulcerosos, pues provoca irritación de la mucosa gástrica.

8. Desde los treinta y nueve años, San Martín sufrió dolores ósteo-musculares, que lo mortificaban, pero sin dejar huellas. Se ha creído que se trataba de reumatismo, pero el Dr. Ruiz Moreno afirma que San Martín fue afectado crónicamente por la gota. Llega a esa conclusión considerando la edad en que comenzó ese problema, que los ataques tenían una duración variable, y que nunca tuvo trastornos cardiovasculares, secuela habitual del reuma. Recordemos que Guido dejó escrito que su amigo padecía a veces ataques agudos de gota, que le entorpecían la articulación de la muñeca derecha, impidiéndole escribir.Por otra parte, esta enfermedad puede originarse en preocupaciones y tensiones nerviosas, por lo que no resulta extraño que afectara a nuestro héroe. Por la descripción de Mitre podemos deducir que tuvo un ataque gotoso el día de la batalla de Chacabuco, en que apenas pudo montar su caballo; el dolor que provoca la gota es muy intenso, y en esas condiciones libró la batalla.

9. Estando en Lima el Ejército Libertador, se desató la fiebre amarilla, en marzo de 1821, diezmando la tropa. San Martín estuvo muy grave durante siete días, pero se supone que no lo afectó dicha peste, sino una violenta hematemesis.

10. Al dejar el Perú, y volver a Chile, en 1822, contrajo el chavalongo, nombre con el que se designaba a los trastornos tifoídicos. Aparentemente, San Martín fue afectado por el tifus exantemático, transmitido por la rata a través de pulgas. Al año siguiente, ya en Mendoza, sufrió una recidiva del asma bronquial, que le provocaba fatiga y lo debilitaba, a lo que se agregó la infausta noticia del fallecimiento de su esposa.

11. Los padecimientos articulares de San Martín aumentaron en Europa; el clima de Bélgica, frío y lluvioso lo perjudicó. Pero también se accidentó estando de viaje, en 1826, dislocándose el brazo derecho, y produciéndole una erisipela molesta.Tres años después, sufrió otro accidente, en viaje a Londres, cuando un vidrio lo hirió en la zona axilar izquierda. A esto se sumó el sarampión que contrajo Merceditas, y que, como le cuenta el general a Miller la puso al borde del sepulcro.

12. En 1832, tanto San Martín como su hija contrajeron cólera, cuando se encontraban en Montmorency, cerca de París; el general se contagió mientras se reponía de una recidiva de su malestar gástrico. Tengamos en cuenta que esa enfermedad, con ribetes de pandemia produjo en Europa un millón de muertos, entre 1831 y 1837; sólo en París, fallecieron cien mil personas.

13. Diez años más tarde, comienza a ser afectada la visión, sufriendo una iritis, que lo mantuvo un mes sin poder ver la luz; dicha afección fue el inicio de la ceguera provocada por cataratas, que lo privó de uno de sus mayores placeres que era la lectura. En carta a Rosas, a fines de 1848, le manifiesta que esa sería la última misiva escrita por su mano.

14. Otro problema que le provocaba crisis convulsivas, llevó a algunos que lo trataron en esa época, a sostener que el general sufría de ataques epilépticos, diagnóstico que no se puede confirmar ante la falta de datos verificables. En todo caso, habría sido una forma tardía, que aparece pasados los cuarenta años, y corresponde a varias causas, una de ellas la arterioesclerosis; tal vez a esta dolencia se refiriera San Martín cuando aludía a los cólicos nerviosos que padecía.

III. Médicos que lo atendieron

15. Entre los médicos que lo atendieron en América, puede citarse al norteamericano Guillermo Colisbery, a quien San Martín propuso para inspector del Hospital Militar de Mendoza, y al inglés Diego Paroissien, que dirigió la fábrica de pólvora de Córdoba, y luego designado Cirujano Mayor del Ejército de los Andes. Pero quien estuvo muy próximo al general, llegando a ganar su amistad, fue Juan Isidro Zapata, de quien se discute si era chileno o peruano; no era profesional sino médico empírico, con conocimientos logrados a través de la experiencia práctica. En Francia, San Martín fue atendido por Soligny, un médico militar, y en la última etapa de su vida, estuvo a su lado un doctor Jardon o Jordan, quien lo asistió en el momento de la muerte.

IV. Terapéutica

16. San Martín, recurrió a las sanguijuelas y a los baños termales; aparentemente, no utilizó purgantes ni sangrías. Se puede deducir de los registros de los médicos militares, que los medicamentos más usados en el ejército eran el tártaro emético, la raíz de escila y el opio. Colisberry y Zapata, para aliviar los dolores del general, le preparaban una poción, que el identificaba como su pomito, a base de láudano de Syndenham y yerbas medicinales.

V. La muerte

17. Sobre las causas de la muerte, se han sostenido varias hipótesis: ruptura de un aneurisma, infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca derivada de una tuberculósis fibrosa y complicaciones de la úlcera.

-El aneurisma lo menciona Mitre, pero la rotura conforma un síndrome perforativo produciendo un dolor intenso, equivalente a una puñalada, que en este caso no existió.

-El Dr. Ramón Brandán considera que San Martín sufrió un infarto de miocardio, debido al episodio del 6 de agosto, frente al canal de la Mancha, cuando se llevó la mano al pecho. Lo que pudo haber sufrido es un angor o bien disnea, pero ese malestar fue transitorio, ya que no consta otro en los días siguientes.

-El Dr. Galatoire sostiene que tuvo una insuficiencia cardíaca, consecutiva a la tuberculósis, basándose en relatos de Gérard, vecino y amigo del general, pero San Martín no tuvo tuberculósis ni fibrosis.

-Verdú, por su parte, sostuvo que San Martín padeció la enfermedad de Ayersa, que produce el escleroenfisema pulmonar y escleroextasia bronquial, manifestándose en la coloración oscura del tegumento. Se descarta esta posibilidad, dado que la melanodermia de Ayerza es tardía en la edad adulta, siendo que el general siempre tuvo el mismo color de piel; en España se lo conocía, desde niño, como el indiano.

-El Dr. Dreyer concluye que la causa de la muerte fue una hemorragia cataclísmica, común en la patología ulcerosa. El frío glacial que experimentó, según los testigos, se debe a hipotensión por hipovolemia, manteniendo la plena conciencia de la situación, hasta que la pérdida de sangre fue muy crítica, produciéndole pérdida del conocimiento y convulsión, producidas por anemia y anoxia cerebral.

VI. Acerca del dolor

18. Las afecciones de San Martín le producían periódicos dolores, de los que se queja en muchas ocasiones, y por eso conviene detenerse y analizar este tema. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), define así este fenómeno: “El dolor es una experiencia sensorial y emocional no placentera relacionada con daño potencial o real del tejido, o descripta en términos de tal daño. El dolor siempre es subjetivo”[7].

Que el dolor sea siempre subjetivo significa que es una experiencia somatopsíquica, concepto que ya destacaba Aristóteles al decir que es una pasión del alma. Existen una variedad de factores diversos que pueden causar o agravar el dolor, los que deben considerarse en la evaluación y tratamiento. Es conocido, por ejemplo, el caso del dolor del miembro fantasma -que ha sido amputado- que produce dolor muy intenso en el paciente.

19. El dolor es causado por la estimulación de las terminaciones nerviosas libres (nociceptores) y estos estímulos pasan a lo largo del nervio periférico hacia el asta dorsal de la médula espinal, desde donde llega al tálamo. Los impulsos del dolor transmitidos al tálamo son enviados a diferentes áreas de la corteza cerebral: a) en el lóbulo parietal, permiten la localización e interpretación del dolor; b) el sistema límbico está involucrado en las respuestas afectiva y autónoma al dolor; c) el lóbulo temporal en la memoria del dolor; y d) el lóbulo frontal evalúa la importancia del dolor y la respuesta emocional al mismo.

20. El dolor crónico es consecuencia de un proceso patológico crónico; los pacientes que sufren dolor crónico manifiestan cambios de personalidad, debido a las alteraciones progresivas en el estilo de vida y en su capacidad funcional. Sobre esto, sostiene Mitre que San Martín en Chacabuco ya no era el sableador de Arjonilla o Baylen y San Lorenzo; ganaba las batallas en su almohada, fijando el día y el sitio preciso. Por su parte, Ludwig, biógrafo de Bolivar considera que los padecimientos físicos de San Martín lo llevaron a preferir la táctica al combate, adaptando su carácter a los inconvenientes de una salud precaria.

VII. Influencia de las dolencias en su conducta

21. Es necesario detenerse en este punto dada la influencia que ejerce la salud de quienes conducen, en la sociedad de su época; se ha dicho, incluso, que “las enfermedades de los que están en el poder las padecemos todos”[8]. Los relatos de contemporáneos y la documentación histórica, demuestran que San Martín actuó siempre con mesura y que su conducta no fue afectada por impulsos de euforia o de depresión. Se mostró siempre parco, sereno y equilibrado, advirtiéndose las características del tipo atlético, que tienden a un raciocinio reflexivo. Destacó nuestro héroe como modelo de orden y disciplina, dando el ejemplo con un modo de trabajo perseverante.

22. No cabe duda, sin embargo, que su salud lo mortificaba, y en sus cartas manifiesta ese tema como una amarga letanía. Además, no se trataba de molestias leves o pasajeras, sino graves y recurrentes. El 7-7-1817, desde Chile, envió su renuncia, alegando que su estado de salud lo tenía expuesto a una próxima muerte, y en carta a Godoy Cruz, reflexiona de que no hay filosofía para verse caminar al sepulcro y con el desconsuelo de conocerlo y no poder remediarlo. Un año después, Zapata le advierte a Guido que corre peligro la vida de San Martín si no se le distrae de su trabajo. Explica que su cerebro, afectado por las constantes preocupaciones, irrita al pulmón, el estómago y la tecla vertebral, provocando los vómitos de sangre, derivados de su sistema nervioso. En 1819, marcado por los conflictos políticos, fue Colisberry quien estimó que su existencia no se prolongaría más de seis meses. Cualquier médico hubiera coincidido en el diagnóstico al evaluar la salud de San Martín, que, no obstante, superó el trance. Aunque, en 1822, el agente norteamericano, con sede en Santiago, informa al Secretario de Estado de su país, que en cuanto llegó de Perú sufrió una recaída y estuvo a las puertas de la muerte.

23. Ya en Europa, en 1836, cuenta en una carta que había mandado llamar a su hija, pues no creía sobrevivir, pero como sólo Dios es el que dispone de las cosas de la vida, él me ha permitido que lejos de sucumbir, la haya recuperado en términos que hace muchos años que no me encuentro tan completamente bueno. Actitud ante los contratiempos que se reitera en carta a Guido, a quien le dice que es preciso conformarse y hacerse cargo que casa vieja debe tener goteras.

24. Pese a la cronicidad de sus dolencias, las mismas no lo transformaron en un hombre amargado; cuando fallece, Gerard, su vecino de Boulogne, escribió para un diario sosteniendo que era un lindo anciano de elevada estatura, que ni la edad ni la fatiga, ni los dolores físicos había podido doblegar. También Balcarce relató que su padre político conservó hasta el final gran lucidez y energía, lo cual provocaba admiración entre quienes frecuentaban su trato. San Martín se adaptó a sus sufrimentos, superando sus achaques físicos con una voluntad excepcional, que le permitió el dominio de su persona, pese a todos los contratiempos, y aún alcanzar la longevidad, duplicando el promedio de vida de su época.

Mitre dejó escrito que: “Los héroes necesitan tener salud robusta, para sobrellevar las fatigas y dar a sus soldados el ejemplo de la fortaleza en medio del peligro; pero hay héroes que con cuatro miembros menos, sujetos a enfermedades contínuas, o con un físico endeble, se han sobrepuesto a sus miserias por la energía de su espíritu. A esa raza de los inválidos heróicos pertenecía San Martín”[9].

VIII. Opio

25. Para tratar de precisar lo referido al consumo de opio, por parte de San Martín, es necesario analizar los detalles sobre esta droga (Inaba-Cohen, 1992). De la diferenciación entre las drogas, que hacen los consumidores, surgió una clasificación práctica de las mismas, por los efectos que producen. El opio pertenece a la clase de los depresores, llamados así pues deprimen el sistema nervioso. Aún en pequeñas dosis, hacen más lento el ritmo cardíaco y la respiración, disminuyendo la coordinación muscular y la energía, y embotando los sentidos.

Con respecto a sus efectos en la mente, en un principio, las dosis pequeñas pueden actuar como estimulantes pues reducen las inhibiciones, pero en la medida en que aumente el consumo, se hacen sentir los efectos depresores, embotando la mente y entorpeciendo los movimientos corporales.

26. Ya hace 5.000 años, los sumerios describieron los efectos del opio, al llamarla la planta de la alegría. A su vez, los egipcios fueron los primeros en comprobar la naturaleza dual del opio; sus textos médicos la consideraban como remedio para toda enfermedad, y como veneno. La amapola de opio (papaver somniferum), tomó ese nombre por el dios romano del sueño -Somnis. Los griegos y romanos la llamaban destructor de la aflicción.

27. Para comprender su uso vinculado al dolor, es preciso saber que el dolor es una señal de alarma del organismo humano. El mensaje del dolor es transmitido por un neurotransmisor, llamado sustancia P. Si el dolor es demasiado intenso, el cuerpo busca protegerse atenuando las señales dolorosas; lo consigue inundando el cerebro y la médula espinal con neurotransmisores especiales, llamados endorfinas. Las endorfinas se unen a la membrana de la célula nerviosa emisora, ordenándole que no envíe sustancia P, pero algunas señales logran, sin embargo, emitirse. Si el opio y sus derivados son eficaces, es porque actúan como endorfinas; no sólo impiden que se libere demasiada sustancia P, sino que también bloquean lo poco que se filtra hasta la neurona receptora. Los médicos pueden recetar opiáceos y opioides para anular el dolor, detener la tos y controlar la diarrea.

28. Algunas personas consumen estas drogas, sin intervención médica, para procurar euforia, anular su dolor emocional o intentar sentirse mejor. Pues otro efecto de los opiáceos y los opioides se relaciona con el placer. Así como el dolor es una señal de advertencia para alertar sobre un daño, el placer es una señal para alentarnos a hacer algo que es bueno para el cuerpo y la mente. Así como las endorfinas se liberan naturalmente, para bloquear el dolor en una zona del cerebro -corpus striatum-, también se liberan para activar el centro del placer/recompensa del sistema límbico: el centro emocional del cerebro. Cuando no es activado el centro de placer/recompensa, o si no hay suficientes endorfinas en el sistema, no nos sentimos bien y no experimentamos placer. Algunas personas, que buscan euforizarse o aliviarse, utiliza los opiáceos u opioides pues estas drogas, pueden activar artificialmente, de manera directa, el citado centro de recompensa, alojándose en los receptores de las neuronas adonde van las endorfinas, enviando falsas señales de placer.

29. De todos modos, estas drogas no bloquean el dolor ni inducen el placer, exactamente igual que las propias sustancias bioquímicas naturales del cuerpo humano. La diferencia con las endorfinas propias del organismo, consiste en que el opio afecta otros órganos y tejidos, además de los centros de placer y de dolor. Afectan el corazón, la respiración, el sistema reproductivo, la digestión, la excreción, los ojos, las cuerdas vocales, los músculos, los centros de la tos y la náusea, el sistema inmunológico, así como el pensamiento. La droga, hace que se relajen los músculos y que se caigan los párpados, la cabeza se incline, el habla se vuelva pastosa y lenta, y se haga más dificultosa la marcha.En cualquier forma en que ingrese al cuerpo, la droga siempre termina en el torrente sanguíneo, donde se traslada dentro de las células de la sangre o en el plasma exterior a ellas, o acoplándose a las moléculas proteínicas.

30. A los 10 o 15 segundos de ingresar al torrente sanguíneo, la droga llega a las inmediaciones del sistema nervioso central, la barrera hemato-encefálica. La sangre que contiene la droga, fluye a través de las arterias carótidas internas hacia el sistema nervioso central (SNC) -cerebro y médula espinal. La estructura de los vasos sanguíneos que rodean a las células nerviosas que constituyen el SNC, es de tal tipo que sólo ciertas sustancias pueden penetrar y afectar el funcionamiento del sistema nervioso. Las drogas psicoactivas -entre ellas el opio- pueden atravesar esta barrera hemato-encefálica. Como el cerebro es el órgano más protegido del cuerpo, las drogas que pueden atravesar su barrera protectora, de hecho pueden penetrar y afectar todos los demás órganos del cuerpo. El sistema nervioso central actúa como una computadora y un tablero de comando, recibiendo mensajes del sistema nervioso periférico y el autónomo; también nos permite razonar y formular juicios. Una droga psicoactiva, siendo una sustancia extraña, altera la información enviada a nuestro cerebro, y perturba los mensajes que se envían a las diversas partes del cuerpo; afectando nuestra capacidad de pensar y razonar.No sólo afecta el sitema nervioso, sino que la droga psicoactiva afecta a los otros ocho sistemas del cuerpo igualmente; en forma directa, al pasar a través del tejido, o indirectamente al manipular los nervios del sistema nervioso central.

31. El opio proviene de la disecación del látex de la cápsula de la amapola; la planta tiene una cápsula o fruto que al hacerle una incisión segrega un líquido lechoso, que en contacto con el aire se oscurece y diseca, y al que luego se lo pulveriza para elaborar el opio. La palabra deriva del griego opion que significa jugo, en referencia al látex que exuda la amapola al cortarla; contiene el opio varios alcaloides, siendo los más importantes la papaverina, la morfina y la codeína. Esta droga es una de las más adictivas; recordemos que los ingleses la introdujeron en China desde la India, provocando que en 1839 ya existiera una epidemia de adictos. El emperador le encargó a un mandarín, Lin Tse- hsu, comisionado de Cantón, que frenara el tráfico del opio. Éste apresó un navío que transportaba 20.000 cajas de opio, lo que condujo a las llamadas guerras del opio, que perdió China. El Tratado de Nanquín, de 1842, le dió a la Corona inglesa el gobierno del puerto de Hong Kong, y el emperador se vió forzado a aceptar la libre disponibilidad de la droga, la que llegó a afectar a 28 millones de personas. Por eso, cuando China comunista recuperó Hong Kong se erigió una estatua de Lin, considerado héroe nacional. 32. Thomas Syndenham, uno de los padres de la medicina inglesa, recomendaba el opio para el tratamiento del dolor y para ayudar a los pacientes a descansar y a dormir. Esta droga fue para la inglaterra del siglo dieciocho la que al Valium para el siglo veinte, a tal punto que Syndenham llegó a decir que si el opio no existiera él no sería médico. Es claro que no se conocían entonces sus efectos negativos.

En realidad, el opio no cura de por sí ninguna enfermedad, pero alivia el dolor y hace desaparecer los síntomas molestos o peligrosos (tos, disnea, diarrea). En el aparato disgestivo, la anulación de los espasmos de la musculatura lisa aporta beneficios, pues el dolor intenso que los acompaña (cólicos), se alivia rápidamente al relajarse la musculatura y ceder el espasmo. Ahora bien, los especialistas en toxicomanía sostienen que el empleo contínuo de narcóticos lleva a la intoxicación, y ésta conduce a un deterioro generalizado del organismo[10]. La causa de la adicción al opio se explica por los fenómenos de la tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia.

33. La tolerancia metabólica consiste en una transformación en el hígado, lugar donde se metabolizan las drogas. Si la ingesta del tóxico es contínua, los efectos del mismo son menos duraderos al haberse acelerado su eliminación. El tipo de tolerancia más destacado es la celular, de forma tal que quienes la poseen apenas sienten el efecto de la sustancia, a pesar de tenerla en cantidad en el organismo. Esas mismas concentraciones en la sangre de un sujeto no adicto, resultaría fatal. Tras el efecto de la tolerancia, sucede la dependencia física cuyos efectos son: epidermis enrojecida, pupilas contraídas, decaimiento de la función respiratoria, pérdida de reflejos, hipotensión, desacerelación cardíaca, convulsiones, y riesgo de muerte por colapso cardiorespiratorio, complicaciones pulmonares o muerte cerebral. La dependencia psíquica se manifiesta en que, en cuanto decae la acción de la droga, aparece la angustia, la depresión y la desazón. Finalmente, deviene el síndrome de abstinencia o búsqueda compulsiva de la droga; en el adicto sobrevienen cambios fisiológicos que ponen en perpetua dependencia al consumidor de opio, en forma similar al diabético que precisa insulina para sobrevivir. El plazo en que se adquiere la dependencia es breve, y la adicción puede contraerse aunque su uso haya sido prescripto por razones terapéuticas.

34. Entonces, si como afirman sus biógrafos, San Martín consumió opio desde los 34 años hasta su muerte, es necesario indagar porqué no se convirtió en adicto y pudo conservar la vida hasta los 72 años. No podemos compartir la convicción del Dr. Galatoire de que: “una vez más la férrea voluntad del General se sobrepuso y cumplió la promesa hecha a Pueyrredón...de que sólo tomaría el opio durante los accesos de fatiga”[11]. Tengamos en cuenta que la palabra adicto, proviene de esclavo; toda persona dominada por la droga está enajenada y no es capaz de actuar libremente[12].

IX. Homeopatía

35. Si bien es posible, con un tratamiento adecuado, y mucho esfuerzo del propio paciente, que un adicto se libre de la drogadependencia, es imposible evitar las consecuencias ya detalladas del consumo de la droga, y no llegar nunca a la etapa de dependencia, sin dejar de consumirla.Si, como vimos, el opio no cura ninguna enfermedad, y sólo evita el dolor, es necesario preguntarse: ¿cómo pudo un hombre con salud tan precaria, con tantos vómitos de sangre y con dificultad respiratoria, ser capaz de hazañas semejantes, sin eludir nunca una obligación del servicio, ni postergar una acción bélica?

36. Participar en las batallas, obnubilado por el opio, hubiera incidido inevitablemente en el resultado, dandole gran ventaja al jefe enemigo. Y, si en esas ocasiones, prescindía de tomar calmantes, no puede creerse que en Maipú y en Chacabuco, por ejemplo, haya dirigido a sus soldados en medio de un ataque de asma, o que su proctopatía no le afectaba cuando montaba a caballo. Tampoco es admisible que nunca le molestaran en medio de la batalla, los efectos de la úlcera o de la gota.

37. El Dr. Mario Dreyer afirma que el prócer era escéptico con la medicina de su época, la cual sólo le ofrecía opio para el asma, opio para la gota, opio para la úlcera. Y ocurre que en los tres casos, el opio está contraindicado. El mismo autor destaca que, en una época, la mayoría de los fallecimientos derivados del asma, fueron provocados por el opio. A su vez, el opio es el peor remedio para la úlcera, porque aunque calme el dolor, provoca un espasmo a nivel del píloro que agrava la enfermedad (Bonomi, 1984).

38. San Martín no era una especie única de ser humano, a la que el opio le resultara un bálsamo suavisante de sus mucosas y sus bronquios. La lógica nos lleva a pensar que, si bien usó el opio, no era el único ni principal remedio que utilizaba, sino que empleaba otra terapéutica que le permitía resistir sus dolencias, y evitar la dependencia de esa droga. Pues, en realidad, el panorama queda despejado teniendo en cuenta una evidencia tangible: en el Museo Gral. San Martín, de Mendoza, se conserva un botiquín homeopático que perteneció al Libertador, y que había recibido de su amigo Ángel Correa, quien lo había traído al país desde Europa, poco antes[13]. El donante le enseñó como utilizar los remedios de esta nueva especialidad médica.

Debe señalarse que dicha terapéutica fue practicada por Mitre, quien tuvo un botiquín homeopático durante la guerra del Paraguay, que se conserva en el Museo Mitre de ésta ciudad de Buenos Aires; Sarmiento y Alsina, también usaron la homeopatía[14]. Se puede deducir, entonces, que fue con la ayuda de esta terapéutica que San Martín pudo cruzar siete veces los Andes, vencer a los realistas en Chacabuco y Maipú, recuperarse de la derrota de Cancha Rayada, consolidar la independencia de Chile y el Perú, y continuar sirviendo a la causa de la independencia argentina hasta el fin de sus días.

39. Puede explicarse, asimismo, que mantuviera plenamente la lucidez, y su energía vital se mantuviera equilibrada, cosa imposible de lograr con el opio que embota. No podemos negar que haya empleado dicho narcótico, pero, si no cayó en la dependencia, es lícito deducir que habitualmente utilizaba el opio, sí, pero preparado homeopáticamente, lo que lo transforma en opium, un remedio que se puede usar permanentemente sin peligro de adicción, ni efectos secundarios, al punto de que puede ser usado incluso en niños.

Este medicamento homeopático se prepara utilizando la especie más fuerte: el opio negro o de Esmirna[15]. “La tintura madre se prepara a partir de la exudación de la cápsula o pericarpo del fruto maduro de la papaver somniferum... es un jugo lechoso que se deja secar al aire, dándole formas de panes o píldoras, y desde ese estado se hacen las subsiguientes diluciones”(De Medio, 1997). La deducción que efectuamos tiene su fundamento, en que este remedio es útil para el asma -aún en las crisis de asma nocturnas, como las que sufrió San Martín-, en la artritis, en úlceras y sus consecuencias. También está indicado para las náuseas al levantarse de noche, que aquejaban al general (Bonomi).

X. Conclusión

40. Para concluir: casi toda la sintomatología clínica que presentaba San Martín, podía ser atendida por este medicamento, opium. Debe aclararse que la medicina homeopática es una terapéutica natural, pero con fundamentos científicos, no un sistema mágico de curación; fue creada por el Dr. Samuel Hahnemann y, al igual que la medicina llamada alopática, está basada en la experimentación. La curación homeopática aplica la ley de la semejanza: similia similibus curentur (el similar se cura por similar) preconizada por Hipócrates.

Opium fue uno de los primeros medicamentos citados en la Materia Médica Homeopática, integrando el grupo de los 103 medicamentos experimentados por Hahnemann, quien, utilizando el opium obtuvo 144 síntomas, siendo de destacar que muchos de ellos provienen de la toxicología. En la Enciclopedia de Allen figuran 350 citas de intoxicados con opio que fueron rescatados por la homeopatía (De Medio). Cabe agregar que los remedios homeopáticos se seleccionan no sólo por la enfermedad que afecta al paciente, sino por la personalidad del mismo, para la que existe un medicamento básico (su simillimun). Precisamente, la personalidad del general hace que el opium sea aconsejable como simillimun.

En síntesis: la prueba física del botiquín sanmartiniano, y todos los datos consignados, nos animan a sostener la hipótesis de que el opio que consumía el General San Martín no era la droga depresora -papaver somniferum-, sino el opium que carece completamente de cualquier tipo de droga. Esta interpretación permite explicar el misterio de su resistencia a las dolencias físicas, y que no haya caído en el vicio de la drogadicción como sostienen sus detractores. Córdoba, mayo 9 de 2007.-

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Dreyer, Mario. “Las enfermedades del viejo guerrero” (www.i-n-sanmartiniano.com.ar)

www.cmpc.org.ar/datos/sernoticias.asp?id=430-33k www.amha.org.ar/historia/histemarg.htm-21k



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[1] Conferencia pronunciada en la Academia Sanmartiniana, el 9-5-07, al incorporarse el autor como Miembro Correspondiente.

[2] Oriol I Anguera: págs. 73 y 76.

[3] www.educared.edu.pe/estudiantes/historia5/independencia.htm-11k

[4] www.pagina12.com.ar/2000-08-02/pag03.htm-25k

[5] Guerrino: 29.

[6] Bischoff: 31.

[7] www.bioetica.org/bioetica/curso5.htm-100k

[8] Castro: 17.

[9] Cit. por Guerrino: 184.

[10] “El hábito determina una tolerancia cada vez mayor hacia el tóxico y conduce a la exageración de ciertos fenómenos que apenas se esbozan en el sujeto normal, (estado de euforia inicial) y luego estado de necesidad”; Rosello, Héctor. “Terapéutica Experimental”; cit. p.: Galatoire: 139.

[11] Galatoire: pág. 140.

[12] Kalina: págs. 100-101.

[13] Al pie de dicho botiquín figura esta leyenda: “BOTIQUÍN DE HOMEOPATÍA. -de bolsillo- que perteneció al Prócer de la Independencia Dn. Ángel Correas, y que él cediera al Gral. San Martín, para llevarlo durante el cruce de la Cordillera, cuyos medicamentos usó el Gran Capitán, y el Ejército de los Andes.

Esta reliquia fue heredada por Doña Eustaquia Correas, hija del gran amigo de nuestro Libertador, quien se lo obsequió más tarde a su sobrino Dn. Juan Burgos Correas, siendo sus últimas poseedoras las señoritas Elina y Delfina Burgos Videla, bisñetas (sic) del Sr. Correas, quienes lo donan para ser conservado en este Museo”; cit. p.: Oromí: pgs. 69/70.

[14] www.elhomeopatico.com.ar, www.amha.org.ar/historia/histenarg.htm-21k

[15] Lathoud: pág. 637.













San Martín y Belgrano

LA AMISTAD DE SAN MARTÍN Y BELGRANO[1]

Hubo entre ambos próceres una verdadera amistad, que influyó positivamente en la historia nacional y en el logro de la independencia.
Hay, en realidad, vidas diferentes:
- San Martín vivió pocos años en América. Toda su formación la recibió en España; hijo de un militar, su propia vocación fue la milicia, y pasó su último cuarto de siglo en Europa, donde encuentra la muerte.
- Manuel Belgrano, en cambio nace en Buenos Aires y pasa en esa ciudad sus primeros dieciséis años, viajando luego a España para estudiar leyes y economía. Regresa al país, antes de 1810, y, salvo algún viaje ocasional, permanece en él hasta su muerte.

No obstante esas disimilitudes, hubo entre ellos un evidente paralelismo, hasta el punto de convertirlos a ambos en Padres de la Patria. Al escribir la vida de uno de ellos, no se puede omitir las relaciones que tuvo con el otro. Bartolomé Mitre, que escribió biografías de ambos, dedica el capítulo 24 de su Historia de Belgrano y de la independencia argentina, a describir sus relaciones con San Martín; a su vez, en el capítulo 4 de su Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, vuelve a tratar el tema. En total, la colaboración mutua se extendió por siete años, hasta la muerte de Belgrano.

Existe una coincidencia curiosa: los padres de ambos héroes frecuentaron el Convento de Santo Domingo en Buenos Aires. Don Juan de San Martín, desde su llegada de Yapeyú en 1781, ingresa con su esposa en la Tercera Orden, a la que pertenecía, desde 1754 -siendo aún soltero-, don Domingo Belgrano, padre de Manuel, ingresando más tarde -en 1760- su madre, doña Josefa González Casero.
Seguramente se conocieron los padres de los futuros líderes patriotas; baste citar el acta de la Hermandad Seglar del 19-6-1783, que constan las firmas, muy cerca la una de la otra, de don Domingo Belgrano y don Juan de San Martín; también se advierte la firma del Vicario de la Tercera Orden, don Juan Martín de Pueyrredón, padre del futuro Director Supremo del mismo nombre, que colaboró con el Libertador.

En los diez años que vivió Belgrano en España no tuvo oportunidad de conocer a San Martín, pues realizaron distintas actividades y frecuentaron diferentes lugares. Y para la época en que llega el Libertador a Buenos Aires (marzo de 1812), Belgrano viajó al noroeste para ocupar el cargo de General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú.

Según Mitre, fue don José Vicente Milá de la Roca quien los puso en contacto; dicho comerciante catalán acompañó a Belgrano como secretario en la expedición al Paraguay y sus referencias a San Martín pudieron ser decisivas para Belgrano. Augusto Barcia Trelles cree que San Martín pudo haber escrito a Belgrano para felicitarlo por las victorias de Tucumán y Salta, batallas que salvaron la revolución. La verdad es que no se conserva la primer carta de Belgrano, y no se conocen las que San Martín le escribió, pero por las de Belgrano podemos deducir parte de su contenido.
La primera que se conoce está fechada en Lagunillas, Alto Perú, el 25-9-1813; responde a una de San Martín en la que lo elogiaba y le recomienda el uso de la lanza y le envía un modelo. También le expresa que le había enviado un cuaderno con instrucciones sobre táctica militar.
Belgrano le contesta: “¡Ay! amigo mío. Y ¿qué concepto se ha formado Ud. de mí? Por casualidad o mejor diré, porque Dios ha querido, me hallo de General, sin saber en qué esfera estoy; no ha sido ésta mi carrera y ahora tengo que estudiar para medio desempeñarme y cada día veo más y más las dificultades de cumplir con esta terrible obligación”. Y termina: “crea Ud. que jamás me quitará el tiempo y me complacerá con su correspondencia, si gusta honrarme con ella y darme algunos de sus conocimientos para que pueda ser útil a la Patria, que es todo mi deseo, restituyéndole la paz y tranquilidad que tanto necesitamos”.

Después de la batalla de Tucumán, Belgrano había pedido al Gobierno que le enviaran a San Martín, pero el Segundo Triunvirato no aceptó; cuando accede, el 3 de diciembre, ya es demasiado tarde. El l de octubre, Belgrano es derrotado en Vilcapujio y, el 14 de noviembre ocurre el desastre de Ayohuma. El 17 de diciembre, le escribe a San Martín: “Mi amigo: no se cómo decir a Ud. lo bastante cuánto me alegro de la disposición del Gobierno para que venga de jefe del auxilio con que se trata de rehacer este desgraciado ejército”.

El 25 de diciembre, le remite otra carta, donde lo pone al tanto de la situación y termina: “En fin, mi amigo, hablaría más con Ud. si el tiempo me lo permitiera; empéñese Ud. en volar, si le es posible, con su auxilio, y en venir a ser no sólo mi amigo, sino maestro mío, mi compañero y mi jefe, si quiere”.
El lugar y el día de su primer encuentro han dado lugar a polémicas. En 1973 el investigador Julio Arturo Benencia publicó un documentado trabajo en el que llega a la conclusión de que aquel histórico encuentro ocurrió el 17 de enero, al norte de la posta de Algarrobos -no en la posta de Yatasto, como se creía hasta entonces-, situada a cinco leguas al sur del río Juramento, aunque no es posible establecer con precisión el lugar ni la hora. En esa oportunidad, se conocieron los dos próceres y confirmaron la admiración y el respeto mutuo, que nunca desaparecería.

Belgrano creía que San Martín llegaba con la misión de reemplazarlo, pero aquél se había resistido por consideración al camarada. Esta actitud provocó una carta, del 10 de enero, de Gervasio Antonio de Posadas, entonces vocal, y futuro Director Supremo:
“Excelente será el desgraciado Belgrano, será igualmente acreedor a la gratitud eterna de sus compatriotas. Pero sobre todo, entra en nuestros intereses y lo exige el bien del país que por ahora cargue Ud. con esa cruz”. El decreto respectivo se firmó el 18 de enero y llegó a destino a fin de mes, cuando ambos ya se encontraban en Tucumán.
En esa ciudad, tuvo lugar una segunda entrevista, de mayor duración y también la última, ya que después no volverían a encontrarse. Pero su amistad quedó sellada para siempre.

El 29 de enero, Belgrano, en acto solemne, traspasa el mando del Ejército a San Martín, y queda al frente del Regimiento Nº 1, como subordinado suyo. El gobierno está dispuesto abrir juicio a Belgrano, por las derrotas de Vilcapujio y Ayohuma; San Martín sale en defensa de su amigo. En respuesta al ya Director Posadas, le manifiesta: “de ninguna manera es conveniente la separación de dicho brigadier de este ejército, en primer lugar porque no encuentro un oficial de bastante suficiencia y actividad que lo subrogue accidentalmente en el mando de su regimiento, ...ni quien me ayude a desempeñar las diferentes atenciones que me rodean, con el orden que deseo, e instruir a la oficialidad...”.
Ha dicho Mitre que páginas como éstas, son las que hacen la gloria de la humanidad; hay en ellas grandeza de alma de uno y otro y, al mismo tiempo, espontánea sencillez en la abnegación y en la generosidad recíproca.

El gobierno, sin embargo, desestimó el pedido de San Martín, y Belgrano tuvo que dejar Tucumán y viajar a Buenos Aires para ser procesado por segunda vez. Pese a todo, le manifiesta a Arenales: “Al fin he logrado que el ejército tenga un jefe de conocimientos y virtudes y digno del mayor y más distinguido aprecio; confieso a Ud. que estoy contentísimo con él, porque preveo un éxito feliz, después de tantos trabajos y penalidades”.

En carta del 6 de abril, Belgrano le comenta a su sucesor: “La guerra, allí, no sólo la ha de hacer Ud. con las armas, sino con la opinión, afianzándose siempre esta en las virtudes morales, cristianas y religiosas, pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes. (...) no deje de implorar a N. Sra. de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra Generala y no olvide los escapularios a la tropa. Deje Ud. que se rían; los efectos le resarcirán a Ud. de la risa de los mentecatos, que ven las cosas por encima”.

La última carta de Belgrano la dirige desde Loreto el 22 de mayo, preocupado por la salud de San Martín. Aquí se interrumpe la correspondencia; Belgrano bajó a Buenos Aires, donde su causa fue sobreseída, y al año siguiente enviado a Europa por Rivadavia, en misión diplomática. Mientras tanto, San Martín logra que se le nombre Gobernador Intendente de Cuyo, con el objeto de preparar su plan continental.

Cuando Rondeau, que había asumido la jefatura del Ejército del Norte, fue relevado por el desastre de Sipe Sipe, San Martín propuso a Belgrano, que ya había regresado de Europa: “éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América; lleno de integridad y talento natural, no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame Ud. que es el mejor que tenemos en América del Sur” (carta a Godoy Cruz, 12-3-1816).
Nombrado por el Congreso de Tucumán, Belgrano se hace cargo del mando, el 7 de agosto; aceptó porque sabía que eso significaba una estrecha colaboración con San Martín. Sigue atentamente los movimientos del Ejército libertador, que en la segunda quincena de enero de 1817 inicia su marcha hacia Chile. Con motivo del triunfo de Chacabuco, hace erigir en el Campo de la Victoria una pirámide, imitación de la de Mayo de Buenos Aires, monumento que refleja la amistad belgraniano-sanmartiniana.

En la última carta de Belgrano a San Martín, fechada en Pilar, Córdoba, el 17 de agosto de 1819, se alegra de que haya mejorado la salud del Libertador, mientras él, gravemente enfermo, delega el mando y regresa a Tucumán. A principios de 1820 vuelve a Buenos Aires, donde muere el 20 de junio.
Cuando San Martín, luego de renunciar al gobierno del Perú, en 1822, se embarca rumbo a Chile, destaca un autor que “el bergantín se llamaba Belgrano y si San Martín pensó en el espíritu de renunciamiento que había caracterizado a su difunto amigo, pudo seguramente reconocer, con melancólica satisfacción, que también él lo poseía”.
[1] Según datos extractados de: González O.P., Fr. Rubén. “San Martín y Belgrano. Una amistad histórica”; Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas”; Nº 61, octubre/diciembre 2000, pgs. 40/67.