pone en perspectiva a Rosas con un valioso
aporte a la verdad histórica
Pacho O'Donnell
Infobae, 28 de
Diciembre de
Cuando recibí la
invitación para la presentación de un libro de María Kodama en el CCK
auspiciada por el Ministerio de Cultura cuyo título es La divisa punzó no pude
menos que recordar el poema “Rosas” de Borges:
“(…) La imagen del tirano
abarrotó el instante,
no clara como un mármol en la tarde,
sino grande y umbría
como la sombra de una montaña remota
y conjeturas y memorias
sucedieron a la mención eventual
como un eco insondable.
Famosamente infame
su nombre fue desolación en las casas,
idolátrico amor en el gauchaje
y horror del tajo
en la garganta (…)”
Dominado por el
prejuicio, deduje que sería una detracción más, seguramente inteligente, contra
el Restaurador. Grande fue mi alegre sorpresa al leerlo y comprobar que se
trata de un libro de jerarquía histórica que rescata personajes, comentarios,
circunstancias, opiniones de una gran objetividad y calidad literaria, que
tratándose de alguien con quien nuestra historia oficial liberal se ensañó
hasta la obscenidad, es un valioso aporte para la verdad histórica. Además,
rescata al Restaurador del escarnio vengativo por haber mantenido a la
oligarquía porteñista fuera del poder durante veinte años y lo propone como
objeto de debate inteligente y desprejuiciado. “Estas páginas son el resultado
de los interrogantes surgidos en ese largo viaje hacia Rosas y sus
circunstancias como del deseo de compartir con otros nuestra larga conversación
y de ayudar a matizar en lo posible las posiciones extremas y los desencuentros
que surgen, de modo indefectible, cuando dialogamos sobre el pasado colectivo”.
Y ese objetivo de la Kodama, en coautoría con Claudia Farías, se cumple.
El libro comienza
con el recorrido de tres autores que tempranamente se ocuparon de Rosas y su
tiempo. Comenzando por Antonio Saldías, amigo de Mitre e integrante por cuna de
la oligarquía que regía los destinos argentinos que se vio sorprendida e
indignada cuando el resultado de sus honestas investigaciones fue una publicación
que cumplió con su enunciación del prólogo “No se sirve a la libertad
manteniendo los odios del pasado”. El prolijo recorrido que las autoras hacen
de las páginas de la “Historia de la Confederación Argentina” nos permite
adentrarnos en los hitos fundamentales de la vida y obra de Rosas y de las
circunstancias sociales, económicas y políticas, nacionales e internacionales,
que les dieron sustento y razón: la alianza con López, la guerra contra
Lavalle, la Campaña del Desierto, el Pacto federal, la guerra contra Bolivia,
el bloqueo francés, la épica Vuelta de Obligado, el permanente conflicto con la
Banda Oriental, Camila O´Gorman, la anunciada derrota de Caseros, Southampton,
testamento.
Luego vendrá la
exposición y el análisis de la obra de Ernesto Quesada, “La época de Rosas”,
quien tuvo el privilegio de participar de una larga entrevista de su padre con
el Restaurador que recogió en su libro. A continuación “Vindicación y memorias
de don Antonino Reyes”, de Manuel Bilbao, sobre quien fuera edecán y mano
derecha de don Juan Manuel durante muchos años. El contacto con su entrevistado
hace que el autor corrija la versión sostenida en una primera publicación que
recogía todos los infundios echados a correr sobre el Restaurador y que
merecería su indignación al leerlo. Cuatro años después su compromiso con la
verdad que le devela Reyes lo mueve a otra publicación que corrige la primera.
Las páginas de La
divisa punzó recogen la riquísima correspondencia entre San Martín y Rosas,
ambos patriotas y hombres de orden, que culminó con la cesión testamentaria del
sable libertador, reconocimiento poderoso que nunca pudo ser absorbido por el
unitarismo liberal y por su versión consagrada de nuestra historia. Las autoras
en su capítulo “Rosas y el mundo” enlistan y presentan extranjeros que tuvieron
participación en su vida, entre ellos Woodbine Parish, Charles Darwin, Henry
Mandeville, Henry Southern y otros. Capítulo aparte para Mary Tyler Mann,
esposa del célebre educador Thomas Mann y prologuista del Facundo.
Es muy
interesante, quizás por ser menos conocido, el capítulo que lleva el título de
“Words, words, words” y que nos presenta al Rosas escritor. Una vocación
postergada y que hasta entonces sólo se había manifestado en las largas cartas
que solía escribir con bella caligrafía. Un ejemplo está en este mismo libro en
la carta a Facundo Quiroga desde la hacienda de los Figueroa.
La referencia
literaria a cargo de las autoras, ambas escritoras, comienza con “la libreta”
manuscrita donde a lo largo de años Rosas anotaba fragmentos de libros que le
llamaban la atención y composiciones de su autoría. En su precipitada huida
luego de Caseros no atinó a recogerla y esperó con ansiedad que su amigo
Terrero se la hiciese llegar a su destierro en Southampton. Consta de 458
entradas ordenadas y numeradas por mi querido y admirado historiador
revisionista Fermín Chávez.
Las anotaciones
del Restaurador no siguen un orden temático y parecen escritas impulsivamente,
muchas veces con carácter ejemplarizador o moralizante que hoy consideraríamos
algo ingenuo:
Un alma insensible
es como un piano sin cuerdas, del cual en vano se procuraría sonido (8)
Una mujer discreta
al lado de un necio es uno de los seres que me inspira más comprensión (10)
También da cuenta
de opiniones sobre la vida y los seres humanos, como frutos de su experiencia:
Sería demasiado
castigar a una mujer, hacerla amar a un sabio y casarla con un tonto (12)
Generalmente los
hombres que atavían mucho, tienen un aire embustero. La verdad es sencilla y
modesta (14)
Era de carácter
que unía a grandes talentos, todos los vicios de un ambicioso (32)
En ocasiones echa
mano a la poesía:
Si pretendes acabar
la obra que te has propuesto,
has de comenzar a obrar:
que lo difícil en esto
se ha vencido al
comenzar (424)
¡Oh! ¡Cómo todos se jactan,
de ser agradecidos!
¡Y qué pocos en efecto
se acuerdan del beneficio!
Cuando esperan un favor
los más se muestran rendidos;
pero apenas lo reciben
Los más lo echan
al olvido (423)
Algunas
observaciones, señalan las autoras, parecen ser autorreferenciales o alusivas a
personas próximas:
Aunque debo
lisonjearme de tener tan nobles progenitores, nunca he desconocido que la
verdadera nobleza empieza donde empieza el verdadero mérito (39)
Fueron la escoria
de la nación. Sus depravadas costumbres, unidas a un coraje determinado y un
orgullo mezclado de bajeza, los hacía capaces de hazañas grandes, y de grandes
maldades (40)
En algún caso,
aunque la libreta no consigna ningún nombre propio, puede adivinarse la
referencia: el fusilamiento de Dorrego, que tanto lo afectó, haciendo que su
primer acto de gobierno fuera un gran homenaje al mártir de Navarro.
En uno de esos
momentos de enajenación, en que el hombre no es dueño de sí mismo, mandó que
fuese fusilado sin otra forma legal, que su cruel voluntad, su ambición y su
envidia (42)
No ahorra su
experiencia en el Gobierno:
El menosprecio de
la opinión pública, es vicio en un particular, y crimen en un gobernante (6)
Pero qué puede la
justicia lejos del trono? (30)
Son a veces más
poderosos los resortes de la política que los de la fuerza acreditada (46)
La prudente
cautela es una de las armas de un diestro general (52)
No está ausente
algo parecido al humor:
El hombre a los
diez años es conducido por cualquier bagatela; a los veinte por una amante; a
los treinta por los placeres; a los cuarenta por la ambición; desde los
cincuenta en adelante, por la avaricia, pero rara vez por la razón y la
sabiduría (7)
El segundo texto
que Kodama y Farías rescatan del Rosas literato es un cuento, Desespera y
muere, frase cuyo origen Rosas no aclara aunque lo hacen las autoras: es de
Ricardo III, de Shakespeare. Es un relato romántico en inglés que trata sobre
el amor desdichado entre María y Andrés escrito por Rosas durante su exilio y
en edad bastante avanzada.
“En 1858, en las
cercanías de Fontainebleau entraron en una casa de huéspedes una señora y un
caballero, que se proponían pasar en el campo una temporada.
En los primeros
tiempos salían juntos todas las mañanas, y no volvían hasta la hora de comer.
La noche la
pasaban leyendo en su cuarto.
Esa fue su vida
durante el estío.
Cuando llegó el
tiempo de la caza, el joven salía temprano y volvía tarde.
Ella nunca salía
esos días. Parecía muy triste. Andrés hizo conocimiento en la caza con algunos;
después al poco tiempo llevó a varios a la casa, comieron juntos y se
divirtieron, bebiendo y hablando muchas horas de la noche. Por la mañana,
Andrés se fue con ellos y pasó algunos días sin volver.
Luego estas
ausencias se repitieron a menudo. María pasaba esos días cerca de la ventana o
de la lumbrera, trabajando o leyendo, cuando no lloraba. A fines del invierno
Andrés se marchó, dejando pago el gasto que podía hacer la joven durante su
ausencia, que anunció debía ser bastante larga.
Transcurrieron dos
meses después de su salida, y María ninguna carta recibió. La joven estaba tan
triste, que luego se enfermó”.
La historia, “una
sentencia tristísima” según su autor, se resuelve trágicamente como era
habitual en el romanticismo de entonces, en una segunda parte escrita en
primera persona:
“12 de octubre.
Amigo mío: me has amado mucho, y todavía te lo agradezco. Unos meses de tal
felicidad valen más que una vida larga, atravesada siempre por sinsabores, sean
cuales fueren la posición y la fortuna. Adiós para siempre, Andrés; tengo que
cerrar estas páginas antes de que la fría mano de la muerte arranque la pluma
de mis manos.
¡Adiós!
Nada puede
añadirse. La historia es cierta: los que visiten el bosque de Fontainebleau
podrán ver en la gruta los nombres de Andrés y María y debajo la inscripción
“Desespera y muere”.
Por fin, la
tercera de las obras literarias analizadas por las autoras es el “Diccionario
pampa”, redactado por Rosas para una mejor comunicación con los pueblos
originarios, demostración de su sensibilidad social. Que se puso también de
manifiesto en su conquista del desierto basada en los acuerdos y negociaciones
con los indígenas y no con su exterminio, como sucedería más tarde. Cabe
agregar la campaña antivariólica que promovió con su ejemplo entre los pampas,
tehuelches y ranqueles que los rescató de una peste que provocó muchas muertes,
campaña que mereció el premio de la “Sociedad Jenneriana”, fundada por el
inventor de la vacuna contra la viruela, Edward Jenner. El diccionario, de
considerable extensión, como lo revelan las autoras del libro que comento,
consta de varias partes. Por él nos enteramos que ALI-Co quiere decir agua, y
RUMEN-CO, agua que pasa, que PICHi significa pequeño, CUYEN, luna, PUQUEN,
invierno. Registra también el nombre de numerosos caciques, como ANGUE-PANGI,
cara de león o vivir, MOGENo GURRU-NAMON zorro y piedra, recogiendo
características de cada uno. Asimismo el diccionario se ocupa de palabras
usuales como ¿QUÉ? Chem, vivir MOGEM, EPU dos PATACA cien. Es interesante que
CHE quiere decir indio, gente.
Don Juan Manuel le
dio gran importancia a su diccionario y lo pulió y lo amplió hasta el fin de
sus días. Tanto fue así que en la cláusula 24ª. de su testamento declara:
" El Diccionario y gramática Pampa manuscritos, los dejo a Manuelita, por
su muerte, a Máximo, su esposo, y por muerte de este, a sus hijos, por escala
de mayor edad”.
No termina aquí La
divisa punzó, pero la extensión de este comentario me obliga a concluirlo.
Mi opinión del
libro de Kodama y Farías es muy favorable, y cumple con el propósito de
corregir lo que denuncia uno de sus acápites, cita de Carlos Pereyra: ”A Rosas
no se le ha historiado, se lo ha novelado. Y se lo ha novelado en folletín” .
Al folletín las autoras de La divisa punzó oponen la verdad histórica
convertida en bella literatura.
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