a la de San Martín
Por: Iris Speroni
Crítica
revisionista, 7 de diciembre de 2022
El 11 de agosto EL
MANIFIESTO publicó “La Espada” de Sertorio, autor por quien siento admiración y
respeto. Sin embargo, mi visión sobre el proceso que nosotros los americanos,
denominamos “La Independencia” y que los españoles peninsulares ven, con justa
razón, como el desmoronamiento de un Imperio, necesariamente discrepa.
Debo aclarar que
mi opinión es la mayoritaria, con matices, entre todos los historiadores
profesionales y aficionados argentinos. Aquellos que añoran el dominio español
son pocos y no muy bien vistos. En general, estamos muy orgullosos de nuestra
gesta emancipadora del tirano Borbón.
Discrepo en la
importancia dada a la injerencia inglesa en general y la influencia que pudo
llegar a tener la Leyenda Negra en particular. Se denomina así a la propaganda
creada por Inglaterra y Holanda, mayormente para uso interno, con poco asidero
fáctico. Resultaba poco creíble para quienes vivían en América a finales del
siglo XVIII y principios del siglo XIX, quienes sí tenían bien en claro cómo
eran las relaciones con indígenas, negros, mulatos, mestizos y zainos en esos
tiempos. Gente pragmática que jamás compraría fantasías insustanciales. Esta
fábula, como todo lo whig, fue retomada por el marxismo, el cual nunca se
caracterizó en ser apegado a los hechos. En Argentina, la Leyenda Negra entró
en circulación a partir de la segunda mitad del siglo XX de la mano de
intelectuales universitarios de izquierdas. La acompañan con una Segunda
Leyenda Negra sobre la Conquista de la Patagonia (Conquista del Desierto).
La Guerra por la
Independencia fue una guerra civil. De español contra español. La divisoria de
aguas era si se renovaba la lealtad al monarca o no, luego de la vergonzosa
abdicación ante Napoleón. Los sustentos ideológicos principales fueron la
teoría de la reversión de la soberanía al pueblo del padre jesuita Francisco
Suárez y los iluministas franceses. Recomiendo la obra de José Carlos
Chiaramonte, "Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación
Argentina (1800-1846)", Editorial Ariel, Buenos Aires, 1997.
¿Por qué nos
quisimos divorciar de los Borbones?
Voy a hablar
únicamente por el Virreinato del Río de la Plata. Mi conocimiento de Bolívar es
mínimo por lo que me limitaré a lo que me apasiona que es la historia de mi
Patria. Nosotros, quienes admiramos a los Generales Don José de San Martín,
Martín Miguel de Güemes y al Almirante Guillermo Brown miramos con cortesía y
cierta condescendencia al prócer de Colombia y Venezuela. Prosigo.
El final de la
Casa de los Austrias fue trágico para América. Las reformas que implementó
Carlos III - que, convengamos, fue el mejor de todos los Borbones - fueron
devastadoras para los españoles en América. Enumeraré los errores principales:
Apoyo a la
Independencia de los Estados Unidos. Fue costoso para los reinos de Francia y
España. Para Francia, significó la bancarrota y finalmente la pérdida del
trono. Para España, una sangría de dinero que solventó América, reforma
impositiva mediante.
El decreto real
que diferencia a los españoles nacidos en América y en la Península. Durante
los Austrias, los súbditos nacidos en América tenían la misma jerarquía que los
nacidos en Europa. Era razonable. Los servidores reales desarrollaban una
carrera burocrática en diferentes ciudades del Imperio. Ejemplo: cuatro años en
Manila, cuatro en El Callao, cuatro en Cartagena de Indias y así. Eran hombres
casados cuyos niños nacían en el camino. Muchos, de adultos, entraban al
servicio del Rey como sus padres. La incomprensible decisión de Carlos III
dejaba fuera de la carrera profesional a decenas de miles nacidos a donde el
Rey había enviado a sus padres. En términos modernos equivaldría a negarle a
los hijos de un ejecutivo de una multinacional nacido azarosamente en Singapur
poder ingresar a una universidad de la Ivy League y luego hacer carrera en Wall
Street.
La expulsión de
los jesuitas. Creo que ésta es la más fuerte de todas. Los jesuitas formaron a
la mayoría de las élites españolas en América. Pusieron el cuerpo en la
colonización de enormes áreas, los peores lugares a donde el resto no quería
ir. Si el Rey le dio la espalda a quien le fue tan fiel (según ojos
americanos), ¿por qué no lo haría con el resto de sus fieles súbditos? Más aún
cuando, se supuso, fue una decisión tomada por pedido del Borbón francés.
El Virreinato del
Río de la Plata
La historia
nuestra es particular, respecto a otros virreinatos. Para empezar, éramos pobres
- comparados con Manila, Nueva España o Perú -.
Parte del
territorio del Virreinato estaba bajo la administración de los jesuitas sin
perjuicio de las concesiones a muchas otras órdenes religiosas y a
particulares. Especial mención las Misiones Jesuíticas Guaraníticas, al Noreste
de la hoy Argentina. Eran una barrera de contención contra los intentos
imperiales de Portugal. Al punto que el Rey dio dispensa legal para armar y
entrenar a los indios guaraníes —cosa prohibida—, quienes derrotaron una voluminosa
expedición portuguesa (Guerra Guaranítica 1754-1756). Así mismo administraban
amplias extensiones en Córdoba y Salta, colegios secundarios y universidades en
Córdoba y en el Alto Perú.
La expulsión de
los jesuitas fue avisada con antelación al rey de Portugal quien preparó una
invasión luego de que la decisión real fuera efectiva. El Imperio de Brasil se
apoderó de kilómetros cuadrados que hoy integran el sur de ese país
(actualmente Río Grande del Sur), además de apresar miles de guaraníes como esclavos
y matar otros tantos. Dicho de otra forma: el rey abandonó a sus súbditos a
manos de un imperio extranjero. Porque antes, cuando los Austrias, los
guaraníes eran súbditos que merecían la protección real (remito al testamento
de Isabel la Católica).
En 1806 una flota
militar británica toma Ciudad del Cabo al sur de África luego de una batalla
encarnizada en la cual miles de boers perecieron. Luego de aprovisionarse zarpa
para la desembocadura del Río de la Plata. El virrey abandonó la ciudad con el fin
de proteger el tesoro (no está mal). La tropa real era escasa y no pudo
defender la plaza la cual cayó rápidamente ante el invasor. El comportamiento
inglés fue nefasto. Pillaje en conventos, iglesias, comercios y casas de
familia, violaciones de mujeres, vejación de monjas de clausura. Lo usual. Tras
47 días de violencia y abusos, tropas venidas del interior junto a civiles
armados retomaron la ciudad con un alto costo en sangre. Lo llamamos La
Reconquista. Las banderas apoderadas al 71º Regimiento de Highlanders son
exhibidas desde entonces hasta la actualidad en la Basílica de Nuestra Señora
del Rosario y Convento de Santo Domingo, de la orden dominica, en Buenos Aires.
Existe una segunda
invasión en 1807, El lapso entre ambas expediciones fue empleado por los
porteños para entrenar milicias civiles y pertrecharse. La rendición de los
ingleses tras el segundo desembarco fue inmediata.
Estos hechos
aunados conforman en la población la convicción de que al rey no le importa la
protección de sus súbditos, única obligación de un monarca absoluto.
La invasión de la
Península por el ejército napoleónico
¿Qué puede esperar
un pueblo de un rey que deja ingresar a su territorio a un ejército extranjero
y de tal forma poner el patrimonio y la vida de sus súbditos y la virtud de sus
súbditas a riesgo? ¿Qué clase de persona es? ¿Por qué alguien querría ser
vasallo de un monstruo traidor semejante?
El gobierno de
Cádiz a partir de 1808 más la resistencia que duró seis años fueron financiados
desde América, en particular desde el Perú. Uno a uno los virreinatos
decidieron autogobernarse mientras el Rey estuviera en Valençay, con excepción
de Perú que respondía a la Junta de Cádiz.
Fernando VII,
reinstaurado al trono por potencias extranjeras, se negó a jurar la Constitución
de 1812. Ordenó fusilar a quienes se lo pedían, a pesar de haber cuidado el
reino en su nombre y resistido al invasor, cosa que él no hizo. Mandó ejércitos
a América a recuperar su territorio. Resistimos, cual aldea de Astérix, las
Provincias Unidas del Río de la Plata con sede en Buenos Aires. También
Asunción (la cual se había emancipado en 1810). Hasta Montevideo había caído.
La Independencia
de las Provincias del Río de la Plata se declara en 1816. Fue luego de largas
negociaciones entre nuestra máxima autoridad Don Juan Martín de Pueyrredón y el
embajador del rey. Nuestra única exigencia para renovar la lealtad era que
Fernando VII aceptara la Constitución de Cádiz. Meses se demoró la Declaración
de la Independencia a la espera de estas tratativas. El rey no dio el brazo a
torcer. Nosotros nos divorciamos el 9 de julio de 1816 de la Corona Española y
diez días después de toda potencia extranjera.
Nos peleamos con
el ejército realista durante diez años. En la frontera norte, en el Río de la Plata
(Batalla de Montevideo). El Ejército de los Andes liberó Chile y Perú.
Guerreamos contra los portugueses (a quienes les ganamos en Ituzaingó y Carmen
de Patagones), rechazamos invasiones francesas e inglesas que bloquearon el Río
de la Plata intermitentemente durante dos décadas.
Estamos orgullosos
de nuestra herencia católica, de nuestro idioma y de nuestro acervo todo.
Nuestra constitución reza: “Artículo 2º.- El Gobierno federal sostiene el culto
católico apostólico romano”. Su preámbulo “....invocando la protección de Dios,
fuente de toda razón y justicia…”. Y no hace falta enumerar las contribuciones
argentinas a la lengua castellana en los últimos doscientos años.
Nos hemos peleado
con los ingleses todas las veces que fue necesario y lo volveremos hacer hasta
recuperar nuestras Islas Malvinas.
Creo que los
historiadores modernos españoles recargan las tintas sobre los ingleses porque
es autoexculpatorio. Es fácil echarle la culpa de todos los pesares a los
ingleses y hacer la vista gorda a los errores propios. “El imperio no se
desmoronó por los Borbones, sino porque Gran Bretaña es mala”. Muy fácil.
¿Quiso Inglaterra
medrar con el Imperio Español? Seguro que sí. ¿Aprovechó las luchas civiles
americanas? Sí. ¿Trató que América fuera su mercado luego de perder Estados
Unidos? Sí. ¿Contribuyó a la Revolución francesa? Probablemente. Eso no quiere
decir que hayan podido hacer mucho. No pusieron ni plata ni hombres ni dinero,
excepto en situaciones marginales (Cochrane en Chile y con plata chilena). Sí
tuvimos contribución por parte de oficiales napoleónicos en el exilio, pero eso
es otra historia. La Independencia fue financiada por nosotros, bañada con
nuestra sangre, por decisión nuestra. Porque creímos y creemos que cualquier
suerte es mejor que estar bajo un Borbón.
Nos habrá ido
bien, mal o regular, pero estamos orgullosos de nuestra costosa elección. Subo
la apuesta: Argentina volverá a crecer y ser una nación orgullosa bajo la faz
de la tierra. Seremos, una vez más, el refugio de todo cristiano, quienes serán
perseguidos en Europa cuando ésta caiga indefectiblemente en el paganismo si
continúa el actual derrotero.
Porque así, ahora
como antes, seremos un lugar de resistencia, integrado por hombres y mujeres
bravos.
En cuanto a
España, no soy yo quien para decir qué está bien o mal. Pero a Fernando VII
debieron decapitarlo cuando volvió. La Casa de Borbón ha sido la promotora de
la disolución general, con la pérdida de Florida, Puerto Rico, Cuba y la
disgregación actual de la Península. Cuanto antes se desentiendan de esa gente,
mejor.
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