Por: Jordan Bruno
Genta
Crítica
revisionista, 26 de septiembre de 2022
Caseros es el
primer triunfo decisivo de la política liberal en la Historia Argentina; no sólo
extiende su influencia a todas las manifestaciones de la vida nacional, sino
que logra imponer una gran falsificación de nuestra conciencia histórica para
encubrir con la leyenda del tirano Rosas, la conducta desleal y oportunista de
los emigrados, convictos y confesos de haber alentado la intervención
extranjera y de haber negociado la desmembración del territorio; lo cual unido
al oro que han recibido de los agentes imperialistas en pago de su inapreciable
colaboración, configura la imagen siniestra de los "reos de lesa
Patria", con la que ellos pretenden confundir a Rosas ante la posteridad.
Y esta falsificación de nuestra Historia nos engaña acerca de lo que somos y
tenemos que ser; nos extravía irremediablemente el juicio sobre las cosas que
debemos respetar y las que debemos temer. La Patria es la Historia de la
Patria.
¿Qué sentido del
patriotismo y de sus deberes pueden tener los jóvenes argentinos que frecuentan
el magisterio de los doctrinarios de la traición?
Leed y volved a
leer esta respuesta de Alberdi a la pregunta sobre el deber argentino, con
motivo del Bloqueo francés del Río de la Plata, publicada en "El
Nacional" de Montevideo, el 28 de noviembre de 1838:
"¿Estará el
deshonor, entonces, en ligarse al extranjero para batir al hermano? Sofisma
miserable. Todo extranjero es hombre y todo hombre es nuestro hermano".
O esta apología de
la traición de la Patria que Sarmiento hace en "Facundo", el más
celebrado y difundido de sus libros; lectura obligatoria en nuestras escuelas
públicas:
"… los que
cometieron aquel delito de leso americanismo, los que se echaron en brazos de
Francia para salvar la civilización europea, sus instituciones, hábitos e ideas
en las orillas del Plata, fueron los jóvenes: en una palabra, fuimos
nosotros". (III Parte, cap. 2).
Y la verdad es que
estos doctrinarios de la traición, los jóvenes esclarecidos de la brillante
generación de Mayo, son mentores oficiales de la juventud argentina que los
reverencia como a personalidades próceres y maestros de conducta civil, mientras
Rosas continúa siendo "un reo de lesa Patria" y un monstruo moral.
Es necesario que
el defensor de la soberanía nacional, sea execrado por los siglos de los
siglos, a fin de que Urquiza, López, Mitre, Sarmiento y Alberdi, aparezcan
revestidos con las acrisoladas virtudes del patriotismo y de 1a. fidelidad. Se
trata de un fallo inapelable, de una sentencia definitiva, de un dogma secular
que debe ser acatado en nuestras interpretaciones y valoraciones históricas.
Nadie puede intentar la más leve modificación de este prejuicio, consagrado por
los más celosos partidiarios de la variabilidad de todas las cosas. No hay como
los declamadores democráticos de la Evolución Universal, para decretar
inmutabilidades en el seno mismo de. lo que cambia indefectiblemente.
Dudar de la
divinidad de Cristo es signo inequívoco de una mentalidad evolucionada y
progresista; pero poner en duda la monstruosidad de Rosas es una aberración
mental y un crimen inexcusable. Tal es el criterio de liberales y masones.
Los medios que se
emplean para asegurar y mantener esta gran falsificación de nuestra Historia,
superan en viieza y en cobardía a los que se usaron para combatir a Rosas en el
poder. El ensañamiento contra Rosas muerto es todavía mayor que el mostrado
hacia Rosas vivo. No se retrocede ante ninguna valla; si es necesario so oculta
o se tergiversa la misma evidencia. No se respeta ni se considera en absoluto
el juicio más autorizado, si ese juicio reconoce el patriotismo, la prudencia y
la honestidad de Rosas; ni siquiera si es. San Martín quien lo dice.
Los mismos que
estiman insuficiente la medida humana para exaltar a nuestro Gran Capitán y
levantan altares laicos (grotesco intento de entronizar la idolatría del héroe
por odio a Dios), no le escatiman agravios toda vez que declara su adhesión o
le testimonia su gratitud argentina a Rosas. El penegírico se cambia en
vituperio: San Martín es un viejo obcecado y reblandecido, un necio que habla
con suficiencia de lo que no sabe o un padre agradecido por los favores dispensados
a sus hijos.
Sarmiento en su
biografía del General San Martín que figura en la galería de hombres célebres
de Chile - Santiago, 1854, no vacila en mentir con su impavidez habitual,
además de atribuir a la debilidad senil de San Martín su adhesión a la causa de
Rosas:
"Nada de
particular presentan los últimos años de San Martín, sino es el ofrecimiento
hecho al dictador de Buenos Aires de sus servicios en defensa de la
independencia americana que creía amenazada por las potencias europeas en el Río
de la Plata. El poder absoluto del General Rosas sobre los pueblos argentinos
no era parte a distraerle de la antigua y gloriosa preocupación de la
independencia, idea única, absoluta y constante de toda su vida. A ella había
consagrado sus días felices, a ella sacrificaba toda otra consideración. la
libertad misma. Pocos meses antes de morir, escribió a un amigo algunas
palabras exagerando las dificultades de, una invasión francesa en el Río de la
Plata, con el conocido intento de apartar de la Asamblea Nacional de Francia,
el pensamiento de hacer justicia a sus reclamaciones por medio de la guerra. A
la hora de su muerte, acordóse que tenía una espada histórica, o creyendo o
deseando legársela a su patria, se la dedicó al general llosas, como defensor de
la independencia americana... No murmuremos de esto error de rótulo en la
misiva, que en su abono tiene su disculpa en la inexacta apreciación de los
hechos y de los hombres que puede traer una ausencia de treinta y seis años del
teatro de los acontecimientos, y las debilidades del juicio en el período
septuagenario" (tomo III, página 296).
En otra página de
su vastísima obra, comentando su visita a Grand Bourg, en el verano de 1845,
emplea el mismo argumento para excusar a San Martín:
"…San Martín
es el ariete desmontado ya, que sirvió a la destrucción de los españoles;
hombre de una pieza, anciano batido y ajado por las revoluciones americanas, ve
en Rosas al defensor de la independencia amenazada, y su ánimo noble se exalta
y ofusca...
"…San Martín
era un hombre viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu
adquiridas en la veje z… " (tomo V, pág. 114).
El subrayado nos
pertenece, y abarca casi todo el texto porque queremos destacar los recursos
innobles de que se vale Sarmiento para desautorizar la actitud de San Martín
hacia Rosas y, al mismo tiempo, para reducir la. agresión imperialista a un
fantasma, engendrado por el delirio obsesivo de un pobre viejo. Y también
porque es un testimonio de la falta de escrúpulos de que hace gala Sarmiento,
toda vez que estima oportuno mentir para lograr un determinado efecto. Si
escribe una biografía de San Martín para hacer el elogio del héroe de la
independencia, no conviene en absoluto que el legado de su sable aparezca como
una decisión lúcida y serena; nada más fácil para el llamado Maestro de
América, que es un consumado maestro en estas habilidades: "A la hora de
la muerte, acordóse que tenía una espada histórica, o creyendo y deseando
legársela a su patria, se la dedicó al general Rosas… No murmuremos de este
error de rótulo en la misiva que en su abono tiene su disculpa, en la inexacta
apreciación de los hechos y de los hombres que puede traer una ausencia de
treinta y seis años (suponemos que esta cifra es un error tipográfico) del teatro
de los acontecimientos y de las debilidades de juicio en el período
septuagenario".
Hemos repetido
esta parte del texto para mostrar que solamente un impostor de oficio puede
incurrir en esta burda falsificación y en esta inexcusable irreverencia. Si Sarmiento
ignora en 1854 que San Martín había redactado su testamento seis años antes de
morir, en estado de plena lucidez y dominio de sí, no puede ignorar,, que está
inventando las circunstancias de la muerte del héroe para que, el legado a
Rosas, aparezca como el acto irresponsable de un anciano moribundo que no sabe
lo que hace.
El presidente de
la Comisión Argentina de Montevideo, Dr. Valentín Alsina, le escribe a su amigo
D. Félix Frías con motivo de la muerte de San Martín que acaba de conocerse en
el Río de la Plata. El rencor que ha tenido que disimular en la obligada nota
necrológica, lo desahoga en la discreta intimidad de la carta que está fechada
en Montevideo, el 9 de noviembre de 1850:
" …Como
militar fué intachable, un héroe; pero en lo demás era muy mal mirado por los
enemigos de Rosas. Ha hecho un gran daño a nuestra causa con sus prevenciones,
casi agrestes y serviles contra el extranjero.... Nos ha "dañado mucho
fortificando allá y aquí la causa de Rosas, con sus opiniones y con su nombre; y
todavía lega a un Rosas, tan luego su espada. Esto aturde, humilla e
indigna y. . . pero mejor es no hablar
de esto... "
La verdad es que
todavía "aturde, humilla e indigna" a los abogados de la Democracia.
Dicen venerar al héroe nacional, pero descalifican sus juicios en cuanto se
oponen a sus intereses creados. Prefieren las mentiras de Sarmiento a las
verdades ele San Martín, porque son discípulos aprovechados de la escuela
histórica que D. Salvador María del Carril inaugura en nuestra Patria, con sus
recomendaciones a Lavalle después de la ejecución de Dorrego, en diciembre de,
1828:
"…si para
llegar siendo digno de un alma noble, es necesario envolver la impostura con
los pasaportes de la verdad. se embrolla: y si es necesario mentir a la
posteridad, se miente y se engaña a los vivos y a los muertos.. . "
Los empresarios de
la falsificación metódica y sistemática de nuestra Historia, con aparato
documental y crítica científica o sin estas formalidades aparentes, se sienten
plenamente justificados por esta doctrina de la mentira patriótica, gemela de
la que auspicia la mentira piadosa a fin de que el hombre muera como una vaca y
no como un hombre.
Claro está que
esta doctrina suele revestirse con las denominaciones propias de las filosofías
a la moda: y por esto es que en los días que corren, se llaman lo mismo
existencialismo que pragmatismo.
La mentira
patriótica es la "verdad existencial" o la "verdad
pragmática"; algo así como una ficción consoladora, confortable y
estimulante para la vida de las naciones y que debe administrarse de acuerdo
con las necesidades de cada momento y al hilo de la existencia histórica.
Los pueblos, se
dice, tienen necesidad de "mitos" o de "mística" para
vivir. La confrontación existencial de la última, guerra ha confirmado que el
mito de la Democracia y de la Libertad continúa siendo la razón vital de la
humanidad, frente, a los caducos nacionalismos autoritarios. Esto significa
para los vigías de la dialéctica existencial que el mito saludable, la mística
vivificante de las naciones, es todavía la Democracia made in U.S.A. o made in
U. R. S. S.
Y el resurgimiento
democrático de post-guerra, en nuestra Patria, exige mantener la leyenda de la
Tiranía, más un obligado complemento que es.
*Tomado del libro
San Martin, doctrinario de la política de Rosas. Ediciones del Restaurador. Bs
As. 1950.
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