contra Juan Manuel de Rosas con una “máquina
infernal” que se trabó de milagro
Infobae, 5 de
Septiembre de 2022
En la historia
argentina, hubo varios casos de intentos de magnicidio: Domingo Faustino
Sarmiento, Julio Argentino Roca, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta,
Victorino de la Plaza, Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín, todos presidentes
que sufrieron atentados contra su vida durante sus mandatos.
Como explicó el
político e historiador argentino Pacho O’Donnell a Infobae Leamos, Juan Manuel
de Rosas, dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires, también fue
víctima de un atentado que involucró una “máquina infernal” que terminaría
fallando.
En 1841, Rosas
lidiaba, por un lado, con las consecuencias políticas de la interminable guerra
civil entre unitarios y federales y, por el otro, con las consecuencias
económicas de un bloqueo al que, por dos años, Francia había sometido al país.
El horno no estaba para bollos.
El historiador
dijo que “los jóvenes unitarios, muchos exiliados en Montevideo, Uruguay, no
dudaban en facilitar una invasión extranjera a su propio país y el general
Lavalle, con el apoyo de los franceses, quiso invadir Entre Ríos y Santa Fe”.
Con poco más de mil hombres, los unitarios se enfrentaron al ejército rosista
y, ante la disparidad de números -los federales eran casi 20 mil- fracasaron
rotundamente.
Pero el
enfrentamiento no terminó ahí y, lejos de las atrocidades del campo de batalla,
el 27 de marzo de 1841 la guerra se coló dentro de la casa del entonces
gobernador de la provincia de Buenos Aires. Cuenta O’Donnell: “Ese día Rosas
recibe una caja que, supuestamente, era una colección de monedas de una
sociedad de anticuarios traída por el almirante francés Dupotet, lo que hace
que Rosas no lo abra”.
La que manejaba la
correspondencia del gobernador era Manuelita, su hija, a la que el paquete
importado le había despertado una gran curiosidad. “En el momento en que la
hija de Rosas pone la llave que hace saltar la tapa, aparece el contenido: una
hilera de pequeños tubos de caños de pistola, como si fueran seis o siete armas
de fuego que apuntaban hacia la persona que abriera la caja y que debían
descargar sus balas simultáneamente. Pero falla...”, dice O’Donnell.
El 20 de marzo de
1841, Rosas anuncia que habían intentado matarlo “con una máquina infernal” y
que, si seguía con vida, era porque “Dios había querido”. Una multitud salió a
la calle al grito de “Mueran los salvajes unitarios, viva la Santa Federación”.
A raíz del fracaso
de ese atentado, el obispo de Buenos Aires, Medrano -que era rosista- entrega
una nota firmada por el clero en la que se leía: ¿Quiere vuestra excelencia
conocer más claramente que Dios lo tiene escogido para presidir los destinos
del país que lo vio nacer? ¿No se apercibirá de que es disposición del Eterno
que continúe sus sacrificios, y que el único propósito que domine a vuestra
excelencia sea el de llevarlos hasta donde lo exigen los intereses de la
República? Esta necesidad ya se la ha hecho sentir a vuestra excelencia la voz
del pueblo: ahora se hace entender más enérgicamente la voz del cielo, la voz
del milagro”.
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