Precoz historiador
sanmartiniano
Por Carlos María
Romero Sosa
La Prensa,
01.09.2024
No resulta fácil
rastrear en bibliotecas públicas y repositorios los trabajos de este estudioso
cultor de la genealogía, la historia constitucional argentina, la de las
ciencias del hombre y la medicina, la eclesiástica así como la de los barrios
porteños. Ello se debe a que con el paso de las décadas fue modificando los
nombres y apellidos con que los firmaba. Así empezó rubricándolos, y eso ya en
la niñez, como Carlos Tomás de Pereira Rego y Lahitte. Después Carlos T. de
Pereira Rego y Lahitte y finalmente Carlos T. de Pereira Lahitte o Carlos Tomás
de Pereira Lahitte.
Sin petulancia
pero sin disimular un legítimo orgullo, reverenciaba a sus antepasados y una
forma de homenajear a los abuelos era incorporar sus apellidos completos al
suyo. Tanto el del abuelo paterno: José de Pereira Rego, un destacado médico
brasileño vinculado con la nobleza del vecino Imperio de los Braganza, de gran
actuación en este país y miembro del Círculo Médico Argentino y del Instituto
Geográfico Argentino, fallecido en Río de Janeiro en 1929. Y el del materno:
Vizconde Carlos de Lahitte, un jurisconsulto y hombre de ciencia, antropólogo,
lingüista y naturalista originario de Francia. El doctor Lahitte dirigió la
biblioteca de La Prensa y fue colaborador del diario fundado por José C. Paz.
Por Ordenanza Municipal Nro. 37.764 de 1982, una calle de la ciudad de Buenos
Aires, emplazada en el Parque Centenario, lo recuerda.
Al primero de
ambos antecesores le dedicó su ensayo histórico: “El doctor José de Pereira
Rego (1845-1929). Ilustre médico brasileño con actuación en la Argentina”,
trabajo publicado en el número 5 de Archivos de Historia de la Medicina
Argentina, en 1972. En tanto que sobre Lahitte escribió: “Los ascendientes del
doctor Carlos de Lahitte”, una reconstrucción genealógica publicada en 1957, en
el número 12 del Boletín del Instituto Argentino de Ciencias Genealógica
-institución que posteriormente él presidiera- y más tarde: “Notas sobre la
correspondencia de un pionero Contribución a la historia del aporte francés a
la República Argentina”, trabajo aparecido en el Boletín del Instituto de
Historia Argentina “Emilio Ravignani” (Tomo IV, Buenos Aires, 1961).
Aunque en estos
tiempos líquidos aumenta el nivel del olvido sobre importantes figuras de la
cultura nacional, es de esperar que no le falte un lector inquieto y atento.
Entonces sí que Pereira Lahitte, nacido porteño el 18 de mayo de 1932 y
fallecido el 6 de agosto de 1990 mientras ocupaba, con el rango diplomático de
Consejero de Embajada, el cargo de Director de la Biblioteca del Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto, bien podrá desde la eternidad hacer suya la auto
profecía del Conde Alfredo de Vigny presente en su poema “El espíritu puro” que
magistralmente tradujo al castellano Carlos Obligado: “Conté yo mis abuelos y
recorrí sus urnas/ Selladas en los flancos por las armas del Rey (…) Mas vi una
chispa alzarse de su ceniza, apenas./ En vano de su estirpe longeva descendí./
En vano es sangre suya la sangre de mis venas,/ Si escribo yo su historia,
descenderán de mí.”
BIOGRAFO DE SAN
MARTÍN
Precedentemente
hicimos referencia a cómo firmó en la niñez y denominarlo publicista en esa
etapa de su vida, no es ninguna exageración. En 1943, cuando contaba con once
años de edad, dio a conocer un libro de 38 capítulos en más de 160 páginas,
seguidas de varios anexos documentales: Vida y obra del General San Martín. Lo
dedicó a la memoria de su padre, Carlos de Lahitte Rave Ocantos. El colofón de
la obra de Editorial Olivé, da cuenta que se terminó de imprimir el 22 de
octubre de aquel año en los talleres gráficos de Macagno Landa, Aráoz 162,
Buenos Aires.
El autor del
extenso y auspicioso prólogo, nada menos que Enrique de Gandía, consideró allí
que “Carlos T. de Pereira Rego y Lahitte no es un niño prodigio; es un niño
estudioso, normal, sano y constante, que siente por la historia una fuerte
vocación. Una propaganda periodística y radial lo ha hecho a aparecer como un
niño extraordinario. Ha sido, tal vez, un error que, con el tiempo, el niño
hecho hombre recordará con una sonrisa. Su mejor elogio es decir que su libro
puede, muy bien, firmarlo cualquier escritor mayor de edad.” Y continuó el
historiador y académico, de Gandía, precoz él mismo en sus iniciales libros que
a lo largo de una extensa vida fueron surgiendo de su pluma por decenas: “Su
vida de San Martín nació de su patriotismo y de sus lecturas. En ella no hay
descubrimientos; pero en cambio hay un afán que los otros niños de nuestra
Patria deben compartir. Este niño enseña a leer y a aprender a los otros niños
de América. No tiene grandes facultades literarias, que permitan compararlo a
un nuevo Osián, ni es un memorista que recuerda a Inaudi. Ha leído las
principales historias de San Martín y ha extraído de ellas, con orden y método,
todo cuanto debe saber, sobre el Padre de la Patria, un niño argentino.”
CRITICO DE ALVEAR
Para los programas
y textos de enseñanza de las escuelas primarias en que abrevó la generación de
Pereira Lahitte y también algunas siguientes, nuestros próceres no se discutían
y eran unánimemente tenidos por patriotas, virtuosos y sin mácula en lo público
y privado. Sin embargo en su libro hay algún signo de desandar ese rígido
esquema y, aunque con timidez, criticó por ejemplo a Carlos María de Alvear;
aunque contraponiendo solo aspectos de su carácter con el del biografiado:
“Carlos María, había nacido como él, en 1778 según la fecha más aceptada en las
Misiones Orientales, hoy Corrientes, y también se había educado en España y
tomado parte en los combates contra Napoleón. Más tarde las pasiones lo
separaron de San Martín; éste permaneció siempre fiel a su norma de modestia y
sobriedad, desechando laureles y glorias rumbosas. Alvear, en cambio, más amigo
del fausto, era por su mismo temperamento, ambicioso, y esto le llevó a olvidar
aquella sincera y fuerte amistad.”
No fue más allá en
la crítica ni sumó juicio negativo alguno, por ejemplo, sobre el probritanismo
del personaje. Pero eso en 1943 era imposible teniendo los estudiantes por
libro de cabecera las Lecciones de historia argentina de don Alfredo B. Grosso,
un maestro de indudables conocimientos y buena fe que rescataba el pasado algo
ingenuamente con la complacencia de investigadores académicos sin duda menos
sinceros y con más intereses y ubicaciones privilegiadas que defender.
Sobre las
entrevistas de Guayaquil, Pereira Lahitte mantuvo la tesis de la época, es
decir exaltó la modestia sanmartiniana y la opuso a las exigencias vanidosas
del Libertador venezolano, sin abundar en la actitud hostil hacia el Padre de
la Patria de Bernardino Rivadavia, otro intocable de entonces. Así al Rivadavia
a un mismo tiempo progresista y reaccionario apenas lo nombró una vez en todo
su texto y para referirse a la misión que cumplió en 1814 ante las cortes
europeas junto a Manuel Belgrano, a fin de obtener el reconocimiento de la
independencia todavía no declarada formalmente y conseguir en forma infructuosa
algún interesado en ser monarca de estas tierras.
Sin duda la
influencia familiar francesa debe haber sido determinante en su formación. De
allí que no se advierta la adscripción plena al hispanismo recalcitrante de
ciertas derechas nacionalistas a lo Juan Carlos Goyeneche y hasta cometió el
error de hablar de colonias españolas en Sudamérica, cuando en rigor de verdad
no eran tales sino reinos allende la mar. Al referirse a las primeras etapas
sanmartinianas omitió la discusión sobre si la Logia Lautaro y antes la de los
Caballeros Racionales fueron o no masónicas. Una polémica muy común cuando
tironeaban de San Martín historiadores católicos y liberales, entre los
primeros y con más fundamentos el padre Guillermo Furlong, José Pacífico Otero,
Armando Tonelli o Cayetano Bruno y entre los segundos Emilio Corbiére,
Alcibíades Lappas y sobre todo Juan Canter en Las sociedades políticas y
literarias y más todavía el político español exiliado en la Argentina Augusto
Barcia Trelles.
LOS INDIGENAS
En otro orden son
de valorar, aproximando su posición más a la corriente promovida por Ricardo
Rojas y el arquitecto Ángel Guido al acuñar el término Eurindia en 1930 el
creador el Monumento a la Bandera en el libro: Eurindia en la arquitectura
americana y destacar la fusión de lo hispano con el indigenismo, los elogios
del novel historiógrafo a la figura del rebelde cacique araucano Lautaro:
“asaeteado por sus enemigos, pero vencedor sin embargo (…) Esta figura gloriosa
al par que humilde y sacrificada, cantada por Ercilla en su famoso poema ‘La
Araucana’, era el ideal que encarnaba la emancipación americana.” No obstante
en cuanto a la relación del Libertador con los caciques araucanos en su famosa
reunión en el fortín de San Carlos, no se apartó del despectivo relato oficial
mitrista hacia los pueblos originarios: “conocía a los indios y los sabía
incapaces de guardar un secreto”.
Al final de la
obra, Pereira Lahitte trascribió en extenso el testamento sanmartiniano sin
comentar aunque sin omitir el legado del sable corvo a Juan Manuel de Rosas.
A más de ochenta
años de su edición, se puede suscribir lo anotado en el prólogo por Enrique de
Gandía en tanto que bien podría haber firmado un grande este libro surgido de
la inquietud investigativa de un niño.
Debe haber sido
algo corta la tirada que se hizo de Vida y obra del General San Martín. Hemos
hallado un ejemplar bastante deteriorado en la Biblioteca Nacional. Algún otro
se ofrece por Internet a través de Mercado Libre y tuvimos acceso al que
atesora el doctor Roberto Antonio Fusero en su biblioteca particular de la
bonaerense localidad de Chivilcoy de su residencia y ejercicio profesional como
odontólogo. Quede el testimonio de gratitud por la gentileza de ponerlo en
nuestras manos para confeccionar el presente trabajo.
Pereira Lahitte
continuó estudiando la figura del Libertador. En la década del sesenta del
pasado siglo participó del programa televisivo “Odol Pregunta” por un Millón de
Pesos. Respondió sin titubear sobre el tema y resultó ganador de 500.000 pesos
del momento retirándose con esa suma del concurso. Su jurado en la ocasión fue
el arquitecto Carlos A. Courtaux Pellegrini, autor que nutrió la bibliografía
sanmartiniana con trabajos en los que no eludió la polémica, así el titulado:
Cómo se difama en Chile al General José de San Martín. Publicaciones de dudosa
finalidad, del año 1947.
Empero Pereira
Lahitte no era un especialista encasillado en un único aspecto de nuestro pasado.
Enriqueció la bibliografía en materia de Historia de la Medicina con ponencias
firmadas para congresos de la materia, a veces en colaboración con su madre: la
escritora y reconocida proteccionista de especies en extinción, María Josefa
Rufina de Lahitte Rave.
Cuando en su
juventud, Carlos Tomás fue funcionario de la Administración Nacional de Parques
Nacionales, dio a conocer el opúsculo El descubrimiento de las Cataratas del
Iguazú (1954) en edición oficial de ese organismo. Escribió la historia del Club
Francés en su centenario y en el antes citado Boletín del Instituto de Historia
Argentina y Americana “Doctor Emilio Ravignani” aparece también en el mismo
volumen IV de 1961: “Dos resoluciones correntinas ante la Revolución de Mayo”.
Prolífico publicista, en la revista Todo es Historia, en su número 140 de enero
de 1979, puso su firma en el artículo “Borges, antepasados” y para entonces
dictó varias conferencias sobre el Brigadier Cornelio Saavedra e integró como
miembro numerario su Comisión de Homenaje desde 1959.
CRÓNICAS DE
BALVANERA
Vecino del barrio
de Balvanera y católico practicante, era habitual verlo ayudar durante la misa
en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Balvanera que oficiaba su amigo,
Monseñor Osvaldo Musto. Una de sus devociones religiosas era su parienta por
rama paterna, la Madre Camila Rolón (1842-1913), fundadora de las Hermanas
Pobres Bonaerenses de San José. De esta Sierva de Dios, en dato aportado por el
Padre Contardo Miglioranza en su libro Santos Argentinos, San Juan Pablo II, el
2 de abril de 1993, proclamó la heroicidad de sus virtudes.
Su condición de
habitante de Balvanera, lo debe haber instado a dirigir también sus inquietudes
históricas sobre esa barriada dando a conocer artículos como: “Balvanera, 125
años de la erección canónica” (1958), “La vivienda en el barrio de Balvanera de
acuerdo con el censo municipal de 1887” (1965) y sin descuidar el pasado de los
límites sureños de su distrito: “El perito Moreno y el barrio”, un trabajo
publicado por el Ateneo de Estudios Históricos “Parque de los Patricios” en
1972.
Sin duda alguna
los desvelos del investigador dado a fatigar archivos y bibliotecas, coincidían
con sus afectos y viceversa. Así, de sus entronques familiares con la provincia
de Corrientes, da cuenta la mirada a la vez erudita y admirativa verificada en
ensayos como el dedicado a exaltar la memoria del ex gobernador y hombre
público de aquella provincia Juan Vicente Pampín, a cuya trayectoria dedicó en
1976 un opúsculo.
UN CONSERVADOR
En el plano político
Carlos Tomás era un conservador que en especial valoraba la trayectoria y la
honestidad del doctor Emilio J. Hardoy. Amable y cortés hombre de diálogo me
solía reconvenir paternal: “Déjate de nacionalismo de izquierda y peronismo”.
No buscó jamás cargos políticos sino que ocupó funciones técnicas afines con
sus muchos conocimientos. No disimuló sus simpatías por las Fuerzas Armadas
sanmartinianas –no las procesistas, nos lo manifestó en voz baja en esos
tiempos oscuros- y en especial por la Marina de nuestros gloriosos próceres del
mar. Escribió para el boletín de la Academia Nacional de la Historia en 1973:
“Felipe Rodríguez. El apresamiento de naves corsarias en 1814 y su reclamación
en 1818” y debido a sus méritos indiscutidos desempeñó la presidencia del
Instituto “Bouchard” de Estudios Históricos Navales.
Ejerció con
verdadera vocación de maestro desde su época de aventajado estudiante de
abogacía, la docencia en la asignatura Historia de las Instituciones Políticas
en la Escuela Argentina de Periodismo, creada en 1953 a iniciativa del
Sindicato Argentino de Prensa y con sede en los años cincuenta y sesenta en
Avenida Rivadavia 2434, a pasos del viejo teatro Marconi y en la cuadra
anterior al departamento que ocupó con su madre hasta el final de los días de
ésta en febrero de 1990, en Rivadavia 1530.
La porteña Escuela
Argentina de Periodismo fue uno de los primeros establecimientos en el país
dirigido a formar profesionales de la actividad. La antecedieron el Instituto
Grafotécnico y la Escuela de Periodismo de La Plata fundada por don Manuel
Eliçabe. Pereira Lahitte trabó amistad con varios de sus colegas profesores
allí, entre ellos con el filósofo Tomás de Lara, diferencias ideológicas aparte
con Juan José Hernández Arregui, con el General de División Oscar A. Uriondo o
con Néstor Carlos Nogués, titular de Ética Profesional. El profesor de Historia
Universal Carlos Gregorio Romero Sosa, algo más de tres lustros mayor en edad
que él, fue quien lo presentó en el verano de 1961 al rector de la Escuela, el
periodista, escritor, etnógrafo y hombre público santiagueño Carlos Abregú
Virreira.
Más tarde, al
crear el iusfilósofo y magistrado salteño, doctor Miguel Herrera Figueroa, la
Universidad Argentina John F. Kennedy, se incorporó al cuerpo docente de la
casa dictando allí Historia Argentina y reencontrándose en los claustros con su
siempre frecuentado y antiguo prologuista, el doctor Enrique de Gandía.
Numerosos avisos
fúnebres de familiares e instituciones culturales aparecidos el 7 de agosto de
1990 en La Nación y un obituario en La Prensa, éste del Consejo Directivo de la
Asociación de Caballeros Argentinos de la Soberana Orden Militar de Malta,
invitaron a acompañar sus restos al Cementerio de la Chacarita esa tarde,
cuando entre otros oradores fue despedido por el embajador Jorge Gastón Blanco
Villalta en representación de la Academia Nacional de Ceremonial y por el
doctor Norberto Padilla por el Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas.
Sin duda que
Pereira Lahitte, condecorado oficial de la Orden Nacional de las Palmas
Académicas de Francia mereció esos y otros homenajes póstumos y “last but not
least”, las oraciones que sus amigos le seguimos ofreciendo a la fecha.
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