CARTA AL PRESIDENTE

 SOBRE ROSAS


De Norberto Jorge Chiviló

Director del periódico El Restaurador

 

 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 25 de abril de 2024.

 

Excelentísimo Señor Presidente de la Nación Argentina

Dr. Javier Gerardo Milei

 

De mi mayor respeto y consideración.

 

Motiva la presente carta, manifestaciones suyas realizadas en un acto de campaña electoral el día 4 de noviembre ppdo. en la localidad de El Palomar, Ptdo. de Tres de Febrero y que hace pocos días pude ver y escuchar en 

YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=48P9PfT0b8M), 

en la cual V.E. se refirió al general Justo José de Urquiza, a la batalla de Caseros, a Juan Bautista Alberdi y a Juan Manuel de Rosas.

Me llamó la atención, que V.E., a quien considero una persona con una vasta cultura, desconociera hechos trascendentes de nuestra historia nacional y de la actuación de los tres personajes históricos que mencionó.

 

En primer lugar voy a referirme a Juan Manuel de Rosas

 

V.E. nombró al Brigadier General Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y como tal, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina y lo tildó de “tirano”.

 

Evidentemente y oídas sus manifestaciones, no es partidario de tal personaje histórico, lo que no cuestiono, porque cada uno puede tener una visión de esa persona, distinta a la mía. Pero lo que no se puede, es tergiversar hechos históricos que ocurrieron en nuestro país y menos aún provenientes de un ciudadano que ha llegado a ocupar la más alta Magistratura de la Nación, como es su caso. Una cosa es una simpatía personal y otra, desconocer la verdad histórica.

 

Recuerdo que años atrás el entonces presidente Mauricio Macri, ofreció un asado a los integrantes del cuerpo de Granaderos a Caballo, lo cual me pareció muy acertado, pero me “agarré la cabeza”, cuando en diálogo con el jefe de ese cuerpo, afirmó que los restos del general San Martín, habían sido traídos al país por Rivadavia; lo cual demostró un desconocimiento total, por parte del expresidente, de los tiempos históricos y de la relación entre Rivadavia y San Martín. Lo primero porque Rivadavia “gobernó” un año y medio en 1826-1827 y falleció en 1845 y San Martín murió cinco años después, habiendo sido repatriado sus restos al país en 1880, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda y en segundo lugar porque era manifiesta la enemistad que existió entre el Padre de la Patria y Rivadavia. Me imagino que el jefe de Granaderos también se habrá “agarrado la cabeza”, al escuchar tales afirmaciones, pero no corrigió la apreciación del entonces Presidente, seguramente por respeto

 

Me parece que nuestros Presidentes, desconocen la historia del país que gobiernan y hacen afirmaciones que nada tiene que ver con la verdad histórica.

 

Lo que no puedo dejar pasar, es que V.E. desconozca lo que significa el término “tirano” y aplicarlo a un gobernante que no entra dentro de esa definición.

 

Me llama la atención que una persona culta como V.E. se haya quedado en el tiempo, en cuanto a sus apreciaciones históricas, con aquello que nos enseñaban en la escuela primaria sobre el “tirano Rosas” y que siga creyendo en la “Gran historieta”, como lo es la llamada Historia Oficial, relato creado por los enemigos de Rosas en el siglo XIX, ya hoy totalmente superada.

 

“Si a la historia se le quita la verdad ¿qué le queda, sino un cuento ocioso y sin provecho?” (Polibio)

 

Actualmente cuento con 77 años de edad y allá por los primeros años de la década del 60 del siglo pasado, en mi incipiente adolescencia, tuve la suerte de leer la cláusula 3ra. del testamento del general San Martín, por el cual éste legó al Restaurador, su sable libertador. En esos momentos, mi mente infantil razonó que si San Martín, a quien en la escuela primaria y secundaria ponderaban tanto, le había legado su arma al “tirano”, este no debería serlo tanto… Así como me “avivé” de chico y seguí leyendo e investigando sobre nuestra historia, comprobé y compruebo todos los días que hay personas ya mayores, incluso algunos llamados “historiadores” que siguen con el mismo cuentito y no salen de lo del “tirano” y "la tiranía de Rosas".

 

También me avivé que había “próceres”, que no eran tales, y que sí fueron tiranos –y aquí sí no coloco comillas–, pero que para la historia oficial fueron “luchadores por la libertad contra la tiranía de Rosas”.

Según el Diccionario Enciclopédico Salvat Alfa (Edic. 1987), define al “tirano” como el “Que obtiene contra derecho el Gobierno de un Estado”.

 

Le pregunto, Señor Presidente: ¿Obtuvo Rosas contra derecho en algún momento el Gobierno de la provincia de Buenos Aires?

 

Rosas siempre llegó al poder por medios legítimos, no como sus adversarios que asaltaron el poder en toda ocasión que pudieron. Incluso hasta 1916 –año en que se instauró el sufragio universal, obligatorio y secreto– los que llegaron al poder –léase gobiernos “constitucionales”– lo hicieron en manera no democrática, mediante el fraude, componendas en tenidas masónicas, etc… pero dejemos que los mismos enemigos de Rosas digan que opinaban del “tirano”:

 

Según Sarmiento (Obras Completas, Tomo XXVII, pág. 323) "Rosas era un republicano. Era la expresión de la voluntad del pueblo y en verdad que las actas de elección así lo muestran. El gobernante se inclina ante la soberanía popular representada por la legislatura. Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron, grandes y notables capitalistas lo apoyaron y sostuvieron. Abogados de nota tuvo en los profesores patentados de derecho. Verdadero entusiasmo era el de millares que lo proclamaban el Héroe del Desierto y el Gran Americano. Rosas era popular... Rosas era una manifestación social, una fórmula de una manera de ser de un pueblo. La suma del poder público le fue otorgada por aclamación y plebiscito, sometiendo al pueblo la cuestión".

El escritor Ricardo Rojas, autor del Santo de la Espada, en su libro La literatura argentina, afirmó sobre Rosas: “Representaba el sentimiento del país, porque tuvo la adhesión de Buenos Aires, de las provincias, de los caudillos y de los pueblos, de la burguesía y de la plebe, de los indios y de los gauchos, de los negros libertos y de muchos blancos europeos…el sistema de Rosas es un fruto de los dos sentimientos más fecundos creados por la revolución de Mayo: el americanismo y la democracia”.

 

Podría darle otros ejemplos… ¿Qué me dice…?

 

El madrileño Benito Hortelano, quien por cuestiones políticas abandonó España y recaló por Buenos Aires en 1850, donde instaló una librería y editó distintos periódicos, contó que por su actividad, era concurrente asiduo a la casona de Rosas en Palermo, y dijo sobre ello: "Entraba en la casa del general Rosas con frecuencia a recoger noticias, decretos o disposiciones que debían publicarse, y jamás me preguntaron por qué no usaba divisas".

 

En 1860, escribió sus interesantes, informativas y esclarecedoras Memorias (Edit. Espasa-Calpe, Madrid, 1936), gran parte de la misma referida a su vida en el continente americano.

 

Parte de ellas corresponden a hechos vividos durante los dos últimos años del gobierno de Rosas que son contundentes, ya que se refieren a la política exterior del gobierno, principalmente relacionada con el Imperio del Brasil, como así también el efecto que tuvo el Pronunciamiento de Urquiza en la población de Buenos Aires, el ascendiente de Rosas en el pueblo y la reacción de éste ante el derrocamiento del Dictador.

 

Cuenta Hortelano "El día de San Martín [ 11 de noviembre de 1851, fiesta del patrono de la ciudad y ya producido ya el pronunciamiento de Urquiza ] el pueblo en masa acudió a Palermo a felicitar a Rosas. Este se paseaba por los jardines cuando la multitud invadió aquella posesión, rodeándole, abrazándole y desgañitándose en aclamaciones y locuras al gran Rosas".

 

"En este día conocí de cerca al general Rosas. Vestía pantalón y chaqueta azul con vivo encarnado, chaleco de merino punzó y una gorrita de paño con visera. El pobre hombre estaba conmovido y sofocado en medio de aquél tumulto, de aquella ovación popular, pues son bien distintas las demostraciones oficiales de las que el pueblo hace de entusiasmo por el objeto que aprecia".

 

"…Cuando cayó Rosas no dio esta población muestras de alegría, al menos tantas como se debían esperar de un pueblo que ha estado veintidós años sufriendo una espantosa tiranía y que le viene la libertad cuando menos lo esperaba y sin contribuir en nada para obtenerla; antes al contrario, ya el tirano estaba derrotado y se había refugiado en la ciudad para, desde ella, embarcarse y la Guardia Nacional seguía en los cantones esperando la orden para defender al tirano que estaba impotente para tiranizar. El pueblo que quiere ser libre lo es: Buenos Aires, si sufrió tiranía, la sufrió con gusto, pues o no hubo tiranía, o si la hubo, esta República se conformaba con aquel sistema de gobierno cuando no lo derrocó…"

 

"…No sé cómo calificar lo ocurrido en esta época en Buenos Aires, pues no se comprende como una ciudad que se decía oprimida y tiranizada por veinte años, ya que no pudo o no tuvo valor para hacer la reacción cuando se aproximó el ejército libertador, al menos después de perderse la batalla y en ella todo su ejército, no dio este pueblo la más mínima muestra de regocijo ni la menor prueba de que deseaba la caída del tirano. La historia del mundo nos describe los regocijos con que los pueblos oprimidos han recibido siempre a los ejércitos libertadores, y yo prácticamente lo había visto en Madrid, en donde una compañía que entrase a auxiliarnos en las diferentes peripecias porque allí pasamos del 34 al 38, los soldados eran recibidos con un entusiasmo que rayaba en delirio, regalándolos y obsequiándoles el pueblo con toda clase de demostraciones; pero aquí, ni hubo quien saliese a dar un peso ni convidar a una copa a los pobres soldados; todos se encerraron en sus casas. Como si fuese un enemigo el que había triunfado".

 

"…Rosas no era tirano; el pueblo se encontraba bien con su Gobierno cuando no lo derrocó. Por otra parte, cuando un tirano ha despotizado un pueblo, cuando el tirano muere es maldecido; si es derrocado del poder por una insurrección popular no le quedan más amigos que aquellos que recibían sueldo de él o se han enriquecido a su sombra; pero el pueblo que ha sufrido lo aborrece, no quiere ni saber de él. ¿Sucede esto con Rosas? No, porque pocos se enriquecieron, y el pueblo, que es el que debía aborrecerlo lo respetó, y cuantas veces se han presentado en campaña militares los jefes militares de su época han encontrado al pueblo en masa dispuesto a seguirlos; y si esto ha acontecido con jefes subalternos, si Rosas hubiese aparecido en la campaña de Buenos Aires levantando la bandera de la insurrección contra el Gobierno establecido, ¿qué no habría sucedido? Rosas ha sido más patriota que todos sus paisanos, más que todos los déspotas y caudillos que son derrocados del poder, pues ha preferido el ostracismo a encender la guerra civil en su patria".

 

El Libertador de media América y Padre de la Patria, a raíz del bloqueo francés de 1838, ofreció sus servicios al gobernador Rosas y a partir de allí se inició una interesante correspondencia entre ambos, que ningún argentino debiera desconocer y menos aún V.E.

La adhesión de San Martín a la política de Rosas, nunca decreció, por el contrario se acrecentó a través de los años y siempre lo puso de manifiesto no solo en su correspondencia con el Restaurador –a quien colmó de elogios en varias oportunidades– sino también con otros personajes de la época como Tomás Guido y el chileno Bernardo O'Higgins.

 

En la cláusula 3ra. de su testamento –como ya lo mencioné precedentemente– el general San Martín, legó su sable corvo libertador a Juan Manuel de Rosas. Si hubiera considerado a Rosas como “tirano”, seguro que no lo hubiere hecho. Por el contrario en su última carta que le envió el 6 de mayo de 1850 –tres meses antes de su fallecimiento– manifestó su total apoyo a la política rosista sintiéndose orgulloso como argentino de la marcha seguida por la Confederación expresándose en estos términos: "…como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado…", felicitando también a Rosas de la siguiente forma "Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina" y terminando su misiva, con un deseo que es un mandato moral para todos los argentinos cuando le dijo: "Que goce Ud. de salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo Argentino, son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. este su apasionado Amigo y compatriota".

 

Fíjese V.E. el mandato moral del Libertador dado a los argentinos, que Rosas “…sea colmado del justo reconocimiento de todo Argentino”.

 

En las manifestaciones que V.E. hizo en el acto que motiva esta carta, agraviando a Rosas, incumplió el mandato sanmartiniano.

 

Toda esa correspondencia, pueden leerse en San Martín y Rosas de Ricardo Font Ezcurra; San Martín y Rosas - Una amistad histórica de Mario César Gras, entre otros.

 

Para San Martín, Rosas fue la “espada vigorosa”, que nuestro país necesitaba en aquellos tiempos de desorden y anarquía.

El mayor honor recibido por Rosas, fue el legado del Libertador. El haber tenido ese sable en su casa, haberlo podido tocar y ser su custodio hasta su muerte, es el mayor homenaje que pudo haber recibido un argentino –y sobre todo en vida–, no superado por nadie, ni ayer, ni hoy, ni lo será mañana.

 

Quién otro puede recibir un premio mayor, que el que recibió Rosas. Nadie.

 

Sus palabras, Señor Presidente, no hacen mella a aquel inmenso homenaje.

 

Ahora le pregunto, Señor Presidente: Lavalle, que asaltó el poder el 1° de diciembre de 1828, fusiló sin causa ni juicio alguno al legítimo gobernador, coronel Manuel Dorrego, el 13 de ese mes y la represión que desató a continuación en la provincia durante su “gobierno” (Ver: Memorias Curiosas de Juan Manuel Beruti, Memorias del general Iriarte, entre otros), ¿fue o no, tirano? Lo mismo le pregunto con respecto a José M. Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, entre otros, por nombrar a personajes de aquella época.

 

Pasaré ahora a referirme a la Batalla de Caseros y al general Justo José de Urquiza, nombrados por V.E. con tanto fervor en aquella arenga política.

 

Caseros no fue un enfrentamiento propio de una guerra civil, en cuyo caso no habría nada que reprochar al vencedor Urquiza, sino que fue una batalla en un contexto de conflicto internacional entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina.

 

Por un lado el ejército nacional de la Confederación Argentina y por el otro el ejército del Imperio del Brasil, del Estado del Uruguay y de las provincias de Corrientes y Entre Ríos, estas últimas sublevadas contra el poder nacional. Los brasileños lo consideran una victoria propia y por eso, después de producida la batalla el 3 de febrero de 1852, esperaron hasta el 20 de ese mes para desfilar sus tropas por el centro de la ciudad. El 20 de febrero era el aniversario de la batalla de Ituzaingo en la que en tropas del ejército republicano argentino, derrotaron a las imperiales y por eso la elección de esa fecha como una venganza por la derrota que habían sufrido años atrás. Recordar la batalla de Caseros, como un triunfo, tendría que dar vergüenza a quien así lo considere, porque fue una batalla contra la nacionalidad argentina y en realidad fue una dura derrota de nuestra Nación.

 

Hortelano, en sus Memorias, también se refiere en los siguientes términos a este enfrentamiento: "El Brasil temía a Rosas, no sin fundamento, porque éste, con el ejército que tenía en el sitio de Montevideo y con más de 20.000 hombres en Santos Lugares, podía, el día que hubiese querido, presentar 40 ó 50.000 hombres en la frontera del Brasil, invadiendo el Imperio por la provincia de Río Grande, auxiliando al partido republicano y, dando libertad a la esclavitud, hacer bambolear al Emperador brasileño. El Gobierno del Emperador comprendió la política de Rosas, la temía, sabía que era un enemigo fuerte, por lo que no perdonaba medio ni sacrificio para derribarlo".

 

"…el Gobierno del Brasil… eligió entre los generales más acreditados de Rosas aquel que tuviese más ambición de gloria y más audacia para la gran empresa, y poniendo sus puntos en el general Urquiza, éste comprendió no sólo el papel que iba a representar en el país… Urquiza aceptó las propuestas del Brasil; éste, por su parte, hizo efectivas las ofertas poniendo a disposición del general Urquiza gruesas sumas de dinero, vapores y todos los elementos bélicos que fueron necesarios. Además de estos elementos materiales, su diplomacia se condujo con gran habilidad, facilitando el camino para entenderse unitarios y federales de Entre Ríos y aun de los mismos que mandaban fuerzas en los ejércitos de Rosas. Sólo con tales elementos era posible derrocar a Rosas".

 

El “pronunciamiento” de Urquiza, contra Rosas, no fue por la libertad como livianamente se dice, ya que el Imperio del Brasil, era un estado esclavista y por lo tanto la mayor parte de su población estaba privada de la libertad, sino que hubo una verdadera traición, siendo el general Urquiza el mayor felón de nuestra historia, pues el Ejército de Operaciones que mandaba había sido armado, justamente por Rosas, ya que se avizoraba un enfrentamiento próximo con nuestro vecino y ese ejército como lo dice Hortelano, era vital para una victoria argentina.

 

 En Brasil, su gobierno consideraba imprescindible sacar a Rosas de escena ya que el gobernante porteño, tenía gran ascendiente sobre la población negra esclava y el levantamiento de esa gente podría dar por tierra con los cimientos del Imperio, así lo reconoce Sarmiento, cuando publicó en El Progreso del 5 de agosto de 1844, "… encontramos pueblos pastores, movedizos, jinetes, hombres del desierto, acostumbrados a vagar, por las necesidades mismas de su industria, en mayor parte del día. Esto sucede precisamente en las provincias del Sur [ Río Grande do Sul – Brasil ], que es donde, por el contacto con la República oriental, con la provincia de Corrientes y la república del Paraguay, se halla expuesto el Imperio a las influencias desorganizadoras del caudillo argentino [Rosas].

El Brasil, además por una necesidad tradicional en el sistema de agricultura, usa del medio horrible, pero necesario allí, de la esclavatura; de modo, pues, que estos dos elementos, los esclavos y los pastores, forman una masa de sociedad peligrosa, preparada a recibir la acción insidiosa de un seductor político [ Rosas ], por la naturaleza misma de la situación social que tienen". Párrafos más adelante, prosigue: "La monarquía constitucional es en el Brasil el paladium de la civilización y de la libertad, no sólo por su acción gubernamental sino por el feliz carácter personal y las tendencias y las tradiciones que han desplegado sus dos primeros monarcas".

Tres días después escribe en el mismo diario: "Si Rosas fuera algún gobierno débil, cada cual [ otras potencias ] iría a ponerle sus cinco dedos sobre el hombro y a dictarle condiciones. Pero como es un poder fuerte, como es un poder peligroso [ para aquellas potencias ], no hay quien no se encoja para huir su contacto… porque su mira desde mucho tiempo atrás… es restablecer en toda su integridad el antiguo virreinato de Buenos Aires… Rosas aborrece de un modo decidido los resultados de la revolución americana, y uno de aquellos que mira con mayor antipatía, es el de las divisiones territoriales que sobrevinieron y se realizaron a la conclusión de aquel grande acontecimiento".

El diputado Pereyra Da Silva, en la cámara de diputados brasileña el 17 de junio de 1850, expresó: "…Los designios del general Rosas no son ocultos. Pretende reconstruir el virreinato de Buenos Aires, acabando con todos los pequeños Estados que de él se habían hecho independientes. Estos designios son fatalísimos, perjudiciales al Imperio del Brasil”

 

La cuestión para el Brasil era: "La Confederación Argentina y Rosas o el Brasil".

 

Mr. Robert Gore en carta a Lord Palmerston el 2 de febrero de 1852, le dirá: ”La política insidiosa del Brasil es muy clara: revolucionar estas comarcas y mantenerlas en un estado de guerra civil y anarquía…”      

 

Cuando hablo de traición, no es algo que se me haya ocurrido a mí, o a todos aquellos que lamentamos profundamente la defección de un general argentino a favor de una potencia extranjera contra su propia patria y la consiguiente derrota de nuestro país en la batalla de Caseros.

 

Fue el propio Urquiza, quien se definió como traidor. Seguramente, todo esto es desconocido por V.E., porque de lo contrario en aquél acto partidario no se hubiera manifestado tan eufórico con este nefasto y corrupto personaje y aquella batalla que éste ganó, con el concurso de brasileros y orientales, resultando perdidosa nuestra querida patria.

 

En sus posteos por las redes sociales, charlas con periodistas, etc., V.E. se refiere permanentemente a “traiciones” y “traidores”, pero, admira a quien fue el Judas Iscariote de la historia argentina: el general Justo José de Urquiza, lo cual es una contradicción.

 

Voy a demostrarle lo que afirmo acerca de la traición del general Urquiza:

 

El comerciante catalán Cuyás y Sampere, representante y estrecho colaborador del caudillo entrerriano, hizo saber a los enemigos de Rosas que Urquiza “Obrará según las circunstancias se presenten, y como lo demandaren los intereses de la provincia y los suyos propios”, e inició contacto con los brasileros.

 

En 1850 corrieron rumores acerca de la posible defección de Urquiza de la causa nacional. Éste se “consideró” ofendido e hizo publicar en El Federal Entre-Riano de Paraná del 6 de junio de 1850 –que era el diario oficial de la provincia– esta declaración: “Crea Ud. que me ha sorprendido sobremanera que el gobierno brasilero, como lo asevera, haya dado orden a su Encargado de Negocios en esa ciudad, para averiguar si podía contar con mi neutralidad… Yo, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre Ríos, parte integrante de la Confederación Argentina y General en Jefe de su Ejército de Operaciones, que viese empeñada a esta o a su aliada la República Oriental en una guerra, en que por este medio se ventilasen cuestiones de vida o muerte vitales a su existencia o soberanía… ¿Cómo cree, pues, el Brasil, como lo ha imaginado por un momento, que permanecería frío e impasible espectador de esa contienda en que se juega nada menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas prerrogativas, sin traicionar a mi Patria, sin romper los indisolubles vínculos que a ella me unen y sin borrar con esta ignominiosa mancha mis antecedentes?”

 

“El Gabinete imperial al expresarse así me ha inferido una grave ofensa, suponiéndome capaz de faltar a mis santos y obligatorios deberes, olvidando que siempre los he llevado del modo que mejor posible me ha sido, y que así lo verificaré… Debe el Brasil estar cierto de que el General Urquiza con 14 o 16 mil valientes entrerrianos y correntinos que tiene a su órdenes sabrá, en el caso que habrá indicado, lidiar en los campos de batalla por los derechos de la Patria y sacrificar si fuera necesario, su persona, sus intereses, fama, y cuanto posee”.

 

Léase con detenimiento nuevamente esta declaración de bellas y patrióticas palabras y considérese el proceder posterior del mismo Urquiza totalmente contrario a lo que había declarado. Él mismo afirmó que el proceder que se le atribuía de “neutralidad… en una guerra, en que por este medio se ventilasen cuestiones de vida o muerte vitales a su existencia o soberanía [ de la Confederación Argentina y del Uruguay ]…”, significaba “traicionar a mi Patria”. Si el mantener la “neutralidad”… “significaba traicionar a mi Patria”, que sería entonces intervenir activamente a favor de la potencia extranjera como lo era el Imperio del Brasil,…que calificativo correspondía aplicar por lo tanto a semejante denigrante conducta…

 

En 1851, le llegó una información al Encargado de Negocios brasileño en Montevideo, que un oficial del Ejército de Operaciones argentino, le habría asegurado que dicho ejército se podría "neutralizar". El Brasil no dejó pasar la oportunidad y actuó en consecuencia.

 

En efecto, iniciadas gestiones secretas entre Urquiza y el Imperio, una vez que se suscribió su acuerdo, Urquiza efectuó su famoso "Pronunciamiento" contra Rosas. Ya no sería "neutral" –ya de por sí condenable–  en el conflicto entre la Confederación y el Brasil, sino que tomaría parte activísima y decisiva en contra de los intereses de su propia Patria, insurreccionando el ejército a su cargo, para ponerlo al servicio de la potencia extranjera y enemiga de nuestra Patria.

 

De acuerdo a las leyes vigentes en aquella época, que eran las Partidas de Alfonso X “el Sabio”, en la 7ma. Partida, el Título 2 trata de las traiciones y dice: “Traición es uno de los mayores yerros y denuestos en que los hombres pueden caer… y ennegrece y mancilla la fama de los que de aquel descienden, aunque no tengan culpa, de manera que siempre quedan infamados por ello”. La Ley 1 corresponde al peor de los delitos: “La laesa maiestatis crimen” o “Crimen de lesa majestad o de lesa Patria”… “la traición es la más vil cosa y la peor que puede caer en corazón de hombre… La segunda manera es si alguno se pone con los enemigos para guerrear o hacer mal al rey o al reino, o les ayuda de hecho o de consejo, o les envía carta o mandado por el que los aperciba de algunas cosas contra el rey, a daño de la tierra…” La Ley 2 establece la pena: “Cualquier hombre que hiciese alguna de las maneras de traición que dijimos… debe morir por ellos… Y además todos sus hijos que son varones deben quedar infamados para siempre…”

Fuerte… ¿no?

La conducta del general Urquiza, encuadra en lo establecido en esas leyes. Ahora… cabe hacerse la siguiente pregunta ¿Por qué o cuál fue el motivo por el cual el general Urquiza, se dio vuelta como una tortilla?

 

La llamada historia oficial, como siempre lo hace con los “próceres”, ha dado una versión idealista de las causas por las cuales Urquiza se había pronunciado “contra” Rosas, según esta corriente histórica la lucha de Urquiza era contra la "tiranía sangrienta" y por la "libertad" y "contra" Rosas y no "contra" el pueblo argentino, versión totalmente alejada de lo que fue en la realidad, fue una lucha a favor del Brasil, ya que después de Caseros esta potencia extranjera obtuvo con la derrota de Rosas, el alejamiento del peligro que se cernía sobre el Imperio, además de importantes concesiones y beneficios.

 

Veamos cuales fueron los reales motivos que tuvo el general Urquiza, para traicionar a su Patria:

El Plenipotenciario inglés Henri Southern, enviado por la Corona británica para firmar el tratado de paz con la Confederación Argentina, informó el 25 de febrero de 1851 al primer ministro Lord Palmerston, describiendo acertadamente quien era el general Urquiza: “El despotismo que el general Urquiza ha establecido en Entre Ríos, es mucho más absorbente y egoísta que el que acá reina [ Provincia de Buenos Aires ]. La conducta del general Urquiza es sanguinaria y caprichosa, fuera de cuenta todo lo que se ha oído respecto al gobierno de un pueblo de raza blanca; además es rapaz y avaro, uniendo a las características de un tirano insensible e inexorable, los rasgos de un mercader voraz e insaciable…”

 

En carta privada que el representante británico en Montevideo, Robert Gore, escribió a Lord Palmerston, el 22 de mayo de 1850, le informaba: "Me ha sido comunicado confidencialmente que Pimenta Bueno, el nuevo presidente de la Provincia de Río Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas suministradas por el gobierno imperial a fin de  sobornar a Urquiza, gobernador de Entre Ríos, para que se una al plan de derrocamiento del general Rosas, y que si esta suma no es considerada suficiente, el gobierno brasilero está dispuesto a gastar el doble de la misma, si es necesario”.

 

Urquiza se puso a disposición del Brasil. En carta que le remitió a Rodrigo de Souza da Silva Pontes –Encargado de negocios del Brasil en Montevideo– el 20 de mayo de 1851, le dice: “Si el Brasil que tiene tan justos motivos para hacer la guerra a Rosas, me custodia el Paraná y el Uruguay, yo le protesto por mi honor derribar a ese monstruo político enemigo del Brasil y de toda nacionalidad organizada”.

 

Pero ahora, viene lo más interesante, Sr. Presidente, la carta que en un arrebato de patriotismo escribió Domingo F. Sarmiento al Gral. Urquiza, fechada en Yungay, el 13 de octubre de 1852 donde le dice. “Yo he permanecido dos meses en la Corte del Brasil, en el comercio casi íntimo de los hombres de estado de aquella nación, y conozco todos los detalles, General, y los pactos y transacciones por las cuales entró S.E. en la liga contra Rosas. Todo esto no conocido hoy del público, es ya dominio de la Historia, y está archivado en los Ministerios de Relaciones Exteriores del Brasil y del Uruguay”.

 

“Tanta aberración he visto en estos años, como si dijeran que el emperador ha sentado plaza en el ejército de S.E. para corresponderle el servicio que le hizo S.E. conservándole la corona que lleva en la cabeza, como tuvo S.E. la petulancia de decirlo en barbas del Sr. Carneiro Leão, enviado Extraordinario del Emperador”.

 

“Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado referir la irritante escena y los comentarios: ¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía, después de entrar en Buenos Aires, quería que le diese cien mil duros mensuales”.

 

Interesante… ¿no…?. V.E. ¿conocía esta carta?

 

Sí, como dijo Southern, Urquiza era “rapaz y avaro… mercader voraz e insaciable”, siempre antepuso su avidez por el dinero y sus intereses personales al interés de la Patria. Pero esa no fue la única vez que el general Urquiza, se vendió al oro imperial, …pero esas son otras historias…

 

Pero veamos lo que escribió el historiador brasilero João Candiá Calógeras en su obra Formação histórica do Brasil, calificó a Urquiza de “condottieri”, dice “…aunque inmensamente rico tenía un amor inmoderado por la riqueza…”.

 

Días pasados he visto que en el recientemente creado Salón de los Próceres de la Casa Rosada, hay un retrato del general Urquiza. No cree V.E. que este nefasto personaje, rapaz y avaro, traidor como nadie, ¿puede ser considerado “prócer”?

 

“Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa” (Demócrito)

 

Voy ahora a referirme a Juan Bautista Alberdi, personaje con el cual V.E. se identifica permanentemente. Podemos afirmar que hay dos Alberdi. V.E. solo conoce uno, el del Alberdi joven, opositor y crítico de Rosas.

 

Así como la historiografía oficial nos ocultó la relación entre Rosas y el Libertador, también nos ocultó que además del Alberdi, enemigo del Restaurador, existió ese “otro” Alberdi, que llegó a admirar al exgobernante. Este último, por V.E. desconocido, es el Alberdi que llegó a Europa como diplomático nombrado por Urquiza como representante de la Confederación Argentina ante las cortes del Viejo Continente.

 

En 1854, el ya primer presidente constitucional argentino, Urquiza, había designado a Alberdi –quien contaba con 44 años de edad– como ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina, en misión diplomática ante distintos países europeos, –para evitar el reconocimiento de éstos al por entonces secesionado Estado de Buenos Aires–, el Vaticano y también en España, donde debería también obtener el reconocimiento de la Madre Patria a la independencia argentina.

 

Con anterioridad, en 1837 Alberdi había publicado su obra doctrinaria titulada Fragmento preliminar al estudio del Derecho, reconociendo el poder representativo ejercido por Rosas. Dirá en esa obra: “El señor Rosas, considerado filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un representante que descansa sobre la buena fé, sobre el corazón del pueblo. Y por pueblo no entendemos aquí, la clase pensadora, la clase propietaria únicamente, sino también la universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe”. Esa obra que resultaba laudatoria para el gobierno de Rosas había despertado las críticas de los unitarios emigrados por entonces en Montevideo.

 

Diez años después, en 1847, escribió La República Argentina treinta y siete años después de su Revolución de Mayo, donde dice: “Rosas no es un simple tirano, a mis ojos. Si en su mano hay una vara sangrienta de fierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no reconocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos”.

 

Con motivo de la impresión de la Protesta, escrita en tres idiomas, por Rosas relativas a las acciones que en su contra había tomado el gobierno del Estado de Buenos Aires (confiscación de sus bienes, dictado de una ley declarándole traidor a la patria, proceso en su contra por delito de traición a la Patria, etc.), debió viajar a Londres y allí casualmente, en una tertulia, se encontró con Alberdi quien estaba en la ciudad cumpliendo sus funciones diplomáticas. En esas circunstancias, estos dos personajes se conocieron y olvidando viejos odios y rencores, dialogaron con palabras corteses y con respeto. Alberdi quedó impresionado de ese primer contacto con el ex dictador argentino, por su dignidad y por su conducta y cómo Rosas se refirió, respetuosamente, hacia su ex contendiente Urquiza y a la Confederación que este presidía. Con el tiempo, Alberdi llegará a conocer más profundamente a Rosas, a comprenderlo y a admirarlo y a ser ese “otro” Alberdi, del cual la historia oficial “desconoce”.

 

En carta que Alberdi le remitió a Urquiza el 3 de noviembre de 1857, le comentaba sobre esta entrevista: “Ya estará V.E. en posesión de la protesta del general Rosas contra la ley de Buenos Aires, que le despoja de sus bienes. Hoy está en Londres, ocupado de su impresión y publicación. Quiso visitarme; pero yo lamenté en encontrarme con él en casa del señor Dickson. Me ha tratado en todo como al representante de la República Argentina en Europa. Después del señor Balcarce, ningún porteño de los que están en Europa, me ha tratado con más miramientos que el general Rosas. Me ha encargado muy interesadamente de repetir y trasmitir a V. E. la expresión del profundo agradecimiento en que le está por su política alta, justa y generosa hacia su persona y hacia sus bienes. Me ha repetido que para él no hay más que una Nación Argentina y una sola autoridad soberana de la Nación. El la ve en el Congreso y en la autoridad que reside en el Paraná...”.

 

En su Autobiografía, Alberdi dice de Rosas, que lo encontró "más viejo de lo que lo creía y se lo dije. Me observó que no era para menos, pues tenía 64 años. Al ver su figura toda le hallé menos culpable a él que a Buenos Aires por su dominación. Habló mucho. Habla inglés mal; pero sin detenerse, con facilidad. Es jovial y atento en sociedad. Después de la mesa, cuando se alejaron las señoras, habló mucho de política. Acababa de leer él todo lo que trajo el vapor de antes de ayer sobre su proceso. No por eso estaba menos jovial y alegre. Me llaman por edicto –decía–. Pues estoy loco para ir a entregarme para que me maten. Niega a Buenos Aires el derecho de juzgarlo. Repite como de memoria las palabras de su protesta. Dice que el único gobierno de autoridad soberana es el de la Confederación no el de Buenos Aires... Habló con moderación y respeto de todos los adversarios, incluso de Alsina… habló mucho de caballos, de perros, de sus simpatías por la vida inglesa, de su pobreza actual, de sus economías... No es ordinario, está bien en sociedad. Tiene la fácil y suelta expedición de un hombre acostumbrado a ver desde lo alto el mundo. Y sin embargo no es fanfarrón... Está cano, no tenía bigotes, ni patilla. No estaba bien vestido; no tenía ropa en Londres. Ha venido por quince días a publicar su protesta. Me dijo que no había sacado plata de Buenos Aires; pero sí todos sus papeles históricos, en cuya autoridad descansaba. Él dice que guarda sus opiniones, sin perjuicio de sus respetos por la autoridad de su Nación".

 

 Alberdi se conmovió por la personalidad de su antiguo adversario y por la vida sencilla y de trabajo que Rosas llevaba allá, en su exilio inglés, lejos de su amada Patria, “en su retiro digno y laborioso”, como dice Alberdi, quien también afirmará de Rosas: “el único que lleva vida digna y se tiene en una reserva llena de decoro y de honor”.

 

En una carta que en 1863, Alberdi le remitió al yerno de Rosas, Máximo Terrero, le dice: “Sabrá usted que al mismo tiempo que así ultraja el nombre del General Rosas –(porque “La Nación” es periódico semioficial)– el señor Elizalde ha entrado en sus últimos trabajos diplomáticos con la misma política exterior que el General Rosas tuvo antes que conociera la Europa. Fiel a su destino, se ve que Elizalde marcha siempre a raya del General Rosas. ¡Ah! ¡Si al menos imitaran su energía y dignidad!”. Elizalde era el Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Mitre.

 

En 1864, le planteó a Rosas, la necesidad de publicar unas Memorias, para rebatir a los diarios mitristas quienes seguían atacando al ex gobernante. En una carta que dirigió el 14 de agosto de ese año a Máximo Terrero, le presenta un plan de defensa de Juan Manuel, que él aconseja. En esa carta, dice: “…Nada más público y notorio que la honorabilidad con que lleva el General Rosas su vida de refugiado en el país de los libres… El ejemplo del General Rosas de refugiado digno, resignado, laborioso, en Europa, no tiene ejemplo sino en la vieja historia de Roma. Ningún general de los muchos que la ola de la revolución americana ha echado a las playas de Europa ha dado el ejemplo honroso del General Rosas. Solo él no ha conspirado para recuperar el poder ni ha hecho la corte a los Reyes, ni buscado expectabilidad, ni ruido. Solo él ha vivido del sudor de su trabajo de labrador, sin admitir favores de extraños.

Ni el mismo San Martín llevó con más dignidad su proscripción voluntaria. Es indigno y vergonzoso atacar a un hombre semejante y en semejante situación” y seguidamente aconsejaba como debía ser escrita la Memoria de Rosas: “…Ciertamente que una época de 20 años no se expone en un volumen corto. Pero no se trata de una historia ni de una crónica, ni de una biografía completa. Eso ni es obra del momento, ni será obra del General Rosas. Otro será quién lo haga. Exponer la historia de su vida en 10 volúmenes sería sepultarla por ahora. Lo que la historia del momento exigiría de él, es una palabra, algo breve y corto, para servir a la historia. Hoy todo el mundo habla, nadie calla, empezando por Napoleón, pasando a Lord Palmerston y acabando por Mitre, que no es tonto en majadear con sus disertaciones históricas, en que habla más de sí mismo que de Belgrano. Cuarenta o cincuenta páginas debe ser la extensión obligada o máxima de la memoria. Lo demás debe constar de documentos. Total –un volumen brevísimo–.

La impresión de esto no puede costar en Francia arriba de mil francos. Y como se podrían vender ejemplares (aun para mejor propagarlos) tal vez se ganaría en vez de perder. La memoria o manifiesto debe ser sin frases. Ya la simple idea de manifiesto hace bostezar, porque el ordinario consta de palabras y frases más o menos retumbantes. Debe reducirse a tres cosas –cifras, documentos y hechos– Nadie cree hoy en frases, pero todos creen en los números, y en lo que se toca y palpa. Cifras y solo cifras para cosas de este orden: –cuanto valía el papel moneda (o las onzas como allá dicen) bajo el Gobierno de Rosas: cuánto vale hoy. A cuánto subía la deuda entonces, a cuánto sube hoy. Cual era el presupuesto entonces, cual es hoy. Documentos y solo documentos de este orden: la ley que dio todo el poder al General Rosas y todo lo que a ella se refiere. Sus renuncias reiteradas. Las aprobaciones Legislativas de sus actos. Los votos en su honor. Sus títulos y honores recibidos. Tratados internacionales que pusieron fin a las cuestiones. Sobre el territorio de la Provincia o Nacional, el mejor documento sería un extracto o resumen de la carta geográfica de sir W. Parish, con la demarcación de la frontera de entonces y la de la frontera de hoy, según Mr. de Moussy, respecto de los Indios. Lo que no se ve, no se estima a este respecto. No hay que olvidar el testamento de San Martín.

En cuanto a los hechos, señalar cual era entonces la seguridad de la propiedad y de la vida, en la campaña para los neutrales a la lucha política y la que hoy existe. Cuanta fortuna tenía el General Rosas al entrar al poder: cuanta tiene hoy. El grande hecho que todos ven: como ha vivido y procedido en Europa desde que bajó del poder. Altas atenciones de que es objeto. Nada de recriminaciones. Para responder al reproche de barbarie inferido a su manera de atacar y defenderse, mostrar o señalar la historia contemporánea de Estados Unidos, Rusia, Italia, Alemania, etc. Que personas lo acompañaron en su Gobierno como amigos y servidores oficiosos, como legisladores, ministros, guerreros, publicistas, consejeros, cortesanos: donde están hoy?, que posición tienen? Todo esto no es ocuparse de la persona de Rosas, sino del país, de quien fue expresión de la sociedad de que es miembro a pesar del destierro: hasta por patriotismo argentino. El General Rosas debe defender el decoro de su país, defendiendo o explicando su conducta pública. Callar, es dar la razón al que habla aunque no la tenga… Por lo que hace a mí, le confieso que me irrita el espectáculo de tanta duplicada e hipocresía que nos dan los que se gozan de deprimir al caído al mismo tiempo que parecen gozarse en obrar peor, que lo hizo, según ellos, ese adversario, a quien persiguen...”

 

 En 1864, dirá también Alberdi: “El general Rosas, confinado en Southampton, no comprende como habiendo servido tantos años y con tanto aplauso de la América, es perseguido como un malvado por el gobierno de su país. La cosa es clara. Son los intereses y las personas que él contrarió o atacó las que lo persiguen, no su país. Como esas personas están a la cabeza del país, toman su nombre para vengarse, como en otro tiempo lo tomaban para quejarse y defenderse. El país es atacado, decían ellos, cuando eran ellos los atacados. Hoy dicen: el país se venga y castiga, cuando son ellos los que castigan y se vengan”.

 

En una carta que el 20 de setiembre del mismo año le envió a Rosas, le dice: “Mi honorable Señor General. Había esperado tener el gusto de visitarle este año en Southampton, para responder a sus atenciones que no olvido a pesar del tiempo transcurrido; pero mil obstáculos menudos me obligan a postergar el cumplimiento de ese deber. No quiero sin embargo dejar pasar el año, sin presentarle mis respetos y renovarle los testimonios de mi constante aprecio y distinción, de un modo directo, pues por intermedio de amigos, no he cesado de tener ese gusto, y de saber igualmente por ellos que su salud y su espíritu se conservan fuertes y enteros como en sus bellos años. El ejemplo de moderación y dignidad que Vd. está dando á nuestra América despedazada por la anarquía es, para mí, una prenda segura de que le esperan días más felices que los actuales. Yo se los deseos de su corazón, mi distinguido señor General, y con estos sentimientos tengo el honor de renovarle mis respetos amistosos con que soy de Vd. General, su atento compatriota y servidor”.

 

En otra carta dirigida a Máximo Terrero un año después, le dijo: “Para mí, la vida del general Rosas tiene dos grandes fases: en una de ellas como jefe supremo de Buenos Aires, he sido su opositor; en la otra de refugiado en Inglaterra, SOY SU ADMIRADOR”. En otra carta dirigida al mismo destinatario, le dirá: “Cuando veo a una nación sin gobierno, yo le preguntaría al general Urquiza: ¿Para qué volteó usted al general Rosas? ¿No dijo usted que era para organizar y constituir un gobierno nacional regular? Lo que hoy existe, ¿es gobierno regular?”

 

También le preocupaba la salud del exdictador: “Hoy es necesario su vida –escribirá en 1866–, no solo para ustedes y muchos amigos, sino para la historia y tal vez para el porvenir inmediato de nuestro país” y al año siguiente afirmará: “Mi pasado político me gobierna un poco, pero él no me impedirá, llegada la oportunidad que ha de venir, de tributar a la justicia histórica, en obsequio de muchos títulos que le asisten a él [ Rosas ], el testimonio público de mis convicciones al respecto”.

Arrepentido de haber sido opositor a Rosas, ese “otro” Alberdi escribirá: “Yo combatí su gobierno, LO RECUERDO CON DISGUSTO”.

 

De Rosas, pueden decirse muchísimas cosas. Voy solo a señalar las siguientes:

 

1. – Siendo niño, se destacó en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807, destacando los jefes militares sus virtudes militares.

 

2. – En su niñez y adolescencia trabajó en las estancias de sus padres fronterizas al territorio indígena, adquiriendo una valiosa experiencia que le ayudó a convertirse con esfuerzo propio en uno de los estancieros más importantes de su época. Allí tomó contacto con el hombre de campo y con los indígenas –con quienes compartió juegos y otras experiencias–, llegando a dominar el lenguaje de estos últimos, que le permitieron con el tiempo confeccionar una Gramática y Diccionario de la lengua Pampa, Ranquel y Araucano y ya gobernante poder entablar relaciones amistosas con ellos.

 

3. – Fue uno de los más importante estanciero, saladerista, industrial y exportador; fundó la denominada “industria madre del país” o sea la ganadería, cuyos productos exportó al exterior en barcos de bandera argentina de su propiedad, creando la primera flota mercante argentina. En esas actividades, utilizó sistemas inéditos de producción de bienes y distribución y comercialización de los mismos. En sus establecimientos dio trabajo y enseñó las tareas agrícolas ganaderas a gauchos e indios, destacándose por el trato justo hacia ellos y realizando así una tarea civilizadora. Las Instrucciones que redactó para los encargados de sus estancias y de sus chacras, sobre cómo realizar las tareas en esos establecimientos, fueron publicadas años más tarde en formato libro, no solo en nuestro país, sino de otros países americanos, en distintas ediciones, siendo tomados en cuenta sus conocimientos para el funcionamiento de establecimientos, inclusive utilizados en la actualidad, salvo algunos consejos, superados ya por el tiempo y nuevas técnicas empleadas.

 

4. – Arrancó centenares de leguas al desierto y fundó los centros de civilización de Bahía Blanca, Junín y 25 de Mayo.

 

5. – Fue el primero que honró a los próceres de la revolución de Mayo, al Padre de la Patria y que decretó fiesta nacional el 9 de julio.

 

6. – Con la peonada de sus estancias, formó un cuerpo de milicianos, que equipó y sostuvo a su costa, los llamados Colorados del Monte, en principio para la defensa de sus propiedades ante los amenazantes malones indios, pero que después se destacaron en 1820 para imponer el orden en la provincia y a fines de 1828 y mediados de 1829 para restablecer a las autoridades legítimas, desplazadas por el motín del 1° de diciembre de 1828, promovido por el general Juan G. Lavalle. Esas tropas tuvieron un comportamiento ejemplar, tanto en su formación militar como en su trato hacia los vecinos en aquellos días aciagos para la ciudad, en contraposición a lo que venía sucediendo hasta aquél entonces, con el comportamiento de otros cuerpos militares quienes cometían todo tipo de tropelías contra la población, como robos, violaciones y todo tipo de violencias.

 

7. – Que hizo del Ejército de la Confederación un cuerpo técnico proveyéndolo de industrias y laboratorios y constituyendo las bases de fabricaciones militares en los cuarteles y talleres modelos de Santos Lugares de Rosas.

 

8. – Durante su gobierno se inició una incipiente pero eficaz diplomacia, contando con el concurso del camarista Felipe Arana como Ministro de RREE y embajadores como Manuel de Sarratea (en Francia), Manuel Moreno (en Inglaterra), Carlos María de Alvear (en Estados Unidos), Tomás Guido (en Brasil) y la actuación también en Francia del general San Martín, a favor de los interesas nacionales. Formándose un cuerpo altamente profesional que se convirtió en especialistas de la política internacional y en el arte de la negociación. Durante su gobierno se firmaron los tratados Arana-Mackau con Francia en 1840, Arana-Southern con Inglaterra en 1849 y Arana-Lepredour con Francia en 1850. Esos tratados que honran a la diplomacia de su gobierno, no tienen parangón con ningún otro firmado por otros países con aquellas más importantes potencias europeas.

 

9. – Con el Tratado Federal de 1831 llamado también Tratado del Litoral –que para algunos constitucionalistas e historiadores es cuasi una constitución– y cuyo mentor y propiciador fue Rosas, dio inicio a la Confederación Argentina –una creación suya– y a la organización nacional. Alberdi, el autor de las Bases, cuyo título completo es: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, derivadas de la ley que preside el desarrollo de la civilización en la América del Sud y del tratado del Litoral de 1831, reconoce en este tratado como la piedra fundamental de la organización nacional, y antecedente importante de la Constitución de 1853 –en el Preámbulo de la misma se dice que el dictado de la Constitución lo es “en cumplimiento de pactos preexistentes”–. Lo mismo repite la Constitución de 1994. La Constitución de 1853, en su artículo 35, establece que “Confederación Argentina”, junto con Provincias Unidas del Río de la Plata y República Argentina, son los nombre oficiales de nuestro país.

 

No quiero seguir ocupando la atención de V.E., con más datos que pueden acercarse si así V.E. lo solicitare.

 

Desde ya saludo al Señor Presidente, con mi más alta consideración, deseándole el mayor de los éxitos en su gestión al frente del Poder Ejecutivo Nacional, para el bien de todos los argentinos.

 

            Norberto Jorge Chiviló – DNI 8.260.897

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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