SOBRE ROSAS
De Norberto Jorge
Chiviló
Director del
periódico El Restaurador
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 25 de abril
de 2024.
Excelentísimo
Señor Presidente de la Nación Argentina
Dr. Javier Gerardo
Milei
De mi mayor
respeto y consideración.
Motiva la presente carta, manifestaciones suyas realizadas en un acto de campaña electoral el día 4 de noviembre ppdo. en la localidad de El Palomar, Ptdo. de Tres de Febrero y que hace pocos días pude ver y escuchar en
YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=48P9PfT0b8M),
en la cual V.E. se refirió al general Justo José de Urquiza, a la batalla de
Caseros, a Juan Bautista Alberdi y a Juan Manuel de Rosas.
Me llamó la
atención, que V.E., a quien considero una persona con una vasta cultura,
desconociera hechos trascendentes de nuestra historia nacional y de la
actuación de los tres personajes históricos que mencionó.
En primer lugar
voy a referirme a Juan Manuel de Rosas
V.E. nombró al
Brigadier General Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos
Aires y como tal, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación
Argentina y lo tildó de “tirano”.
Evidentemente y
oídas sus manifestaciones, no es partidario de tal personaje histórico, lo que
no cuestiono, porque cada uno puede tener una visión de esa persona, distinta a
la mía. Pero lo que no se puede, es tergiversar hechos históricos que
ocurrieron en nuestro país y menos aún provenientes de un ciudadano que ha
llegado a ocupar la más alta Magistratura de la Nación, como es su caso. Una
cosa es una simpatía personal y otra, desconocer la verdad histórica.
Recuerdo que años
atrás el entonces presidente Mauricio Macri, ofreció un asado a los integrantes
del cuerpo de Granaderos a Caballo, lo cual me pareció muy acertado, pero me
“agarré la cabeza”, cuando en diálogo con el jefe de ese cuerpo, afirmó que los
restos del general San Martín, habían sido traídos al país por Rivadavia; lo
cual demostró un desconocimiento total, por parte del expresidente, de los
tiempos históricos y de la relación entre Rivadavia y San Martín. Lo primero
porque Rivadavia “gobernó” un año y medio en 1826-1827 y falleció en 1845 y San
Martín murió cinco años después, habiendo sido repatriado sus restos al país en
1880, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda y en segundo lugar porque
era manifiesta la enemistad que existió entre el Padre de la Patria y
Rivadavia. Me imagino que el jefe de Granaderos también se habrá “agarrado la
cabeza”, al escuchar tales afirmaciones, pero no corrigió la apreciación del
entonces Presidente, seguramente por respeto
Me parece que
nuestros Presidentes, desconocen la historia del país que gobiernan y hacen
afirmaciones que nada tiene que ver con la verdad histórica.
Lo que no puedo
dejar pasar, es que V.E. desconozca lo que significa el término “tirano” y
aplicarlo a un gobernante que no entra dentro de esa definición.
Me llama la
atención que una persona culta como V.E. se haya quedado en el tiempo, en
cuanto a sus apreciaciones históricas, con aquello que nos enseñaban en la
escuela primaria sobre el “tirano Rosas” y que siga creyendo en la “Gran
historieta”, como lo es la llamada Historia Oficial, relato creado por los
enemigos de Rosas en el siglo XIX, ya hoy totalmente superada.
“Si a la historia
se le quita la verdad ¿qué le queda, sino un cuento ocioso y sin provecho?”
(Polibio)
Actualmente cuento
con 77 años de edad y allá por los primeros años de la década del 60 del siglo
pasado, en mi incipiente adolescencia, tuve la suerte de leer la cláusula 3ra.
del testamento del general San Martín, por el cual éste legó al Restaurador, su
sable libertador. En esos momentos, mi mente infantil razonó que si San Martín,
a quien en la escuela primaria y secundaria ponderaban tanto, le había legado
su arma al “tirano”, este no debería serlo tanto… Así como me “avivé” de chico
y seguí leyendo e investigando sobre nuestra historia, comprobé y compruebo
todos los días que hay personas ya mayores, incluso algunos llamados
“historiadores” que siguen con el mismo cuentito y no salen de lo del “tirano”
y "la tiranía de Rosas".
También me avivé
que había “próceres”, que no eran tales, y que sí fueron tiranos –y aquí sí no
coloco comillas–, pero que para la historia oficial fueron “luchadores por la
libertad contra la tiranía de Rosas”.
Según el
Diccionario Enciclopédico Salvat Alfa (Edic. 1987), define al “tirano” como el
“Que obtiene contra derecho el Gobierno de un Estado”.
Le pregunto, Señor
Presidente: ¿Obtuvo Rosas contra derecho en algún momento el Gobierno de la
provincia de Buenos Aires?
Rosas siempre
llegó al poder por medios legítimos, no como sus adversarios que asaltaron el
poder en toda ocasión que pudieron. Incluso hasta 1916 –año en que se instauró
el sufragio universal, obligatorio y secreto– los que llegaron al poder –léase
gobiernos “constitucionales”– lo hicieron en manera no democrática, mediante el
fraude, componendas en tenidas masónicas, etc… pero dejemos que los mismos
enemigos de Rosas digan que opinaban del “tirano”:
Según Sarmiento
(Obras Completas, Tomo XXVII, pág. 323) "Rosas era un republicano. Era la
expresión de la voluntad del pueblo y en verdad que las actas de elección así
lo muestran. El gobernante se inclina ante la soberanía popular representada
por la legislatura. Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron, grandes y
notables capitalistas lo apoyaron y sostuvieron. Abogados de nota tuvo en los
profesores patentados de derecho. Verdadero entusiasmo era el de millares que
lo proclamaban el Héroe del Desierto y el Gran Americano. Rosas era popular...
Rosas era una manifestación social, una fórmula de una manera de ser de un
pueblo. La suma del poder público le fue otorgada por aclamación y plebiscito,
sometiendo al pueblo la cuestión".
El escritor
Ricardo Rojas, autor del Santo de la Espada, en su libro La literatura
argentina, afirmó sobre Rosas: “Representaba el sentimiento del país, porque
tuvo la adhesión de Buenos Aires, de las provincias, de los caudillos y de los
pueblos, de la burguesía y de la plebe, de los indios y de los gauchos, de los
negros libertos y de muchos blancos europeos…el sistema de Rosas es un fruto de
los dos sentimientos más fecundos creados por la revolución de Mayo: el
americanismo y la democracia”.
Podría darle otros
ejemplos… ¿Qué me dice…?
El madrileño
Benito Hortelano, quien por cuestiones políticas abandonó España y recaló por
Buenos Aires en 1850, donde instaló una librería y editó distintos periódicos,
contó que por su actividad, era concurrente asiduo a la casona de Rosas en
Palermo, y dijo sobre ello: "Entraba en la casa del general Rosas con
frecuencia a recoger noticias, decretos o disposiciones que debían publicarse,
y jamás me preguntaron por qué no usaba divisas".
En 1860, escribió
sus interesantes, informativas y esclarecedoras Memorias (Edit. Espasa-Calpe,
Madrid, 1936), gran parte de la misma referida a su vida en el continente
americano.
Parte de ellas
corresponden a hechos vividos durante los dos últimos años del gobierno de
Rosas que son contundentes, ya que se refieren a la política exterior del
gobierno, principalmente relacionada con el Imperio del Brasil, como así
también el efecto que tuvo el Pronunciamiento de Urquiza en la población de
Buenos Aires, el ascendiente de Rosas en el pueblo y la reacción de éste ante
el derrocamiento del Dictador.
Cuenta Hortelano
"El día de San Martín [ 11 de noviembre de 1851, fiesta del patrono de la
ciudad y ya producido ya el pronunciamiento de Urquiza ] el pueblo en masa
acudió a Palermo a felicitar a Rosas. Este se paseaba por los jardines cuando
la multitud invadió aquella posesión, rodeándole, abrazándole y desgañitándose
en aclamaciones y locuras al gran Rosas".
"En este día
conocí de cerca al general Rosas. Vestía pantalón y chaqueta azul con vivo
encarnado, chaleco de merino punzó y una gorrita de paño con visera. El pobre
hombre estaba conmovido y sofocado en medio de aquél tumulto, de aquella
ovación popular, pues son bien distintas las demostraciones oficiales de las
que el pueblo hace de entusiasmo por el objeto que aprecia".
"…Cuando cayó
Rosas no dio esta población muestras de alegría, al menos tantas como se debían
esperar de un pueblo que ha estado veintidós años sufriendo una espantosa
tiranía y que le viene la libertad cuando menos lo esperaba y sin contribuir en
nada para obtenerla; antes al contrario, ya el tirano estaba derrotado y se
había refugiado en la ciudad para, desde ella, embarcarse y la Guardia Nacional
seguía en los cantones esperando la orden para defender al tirano que estaba
impotente para tiranizar. El pueblo que quiere ser libre lo es: Buenos Aires,
si sufrió tiranía, la sufrió con gusto, pues o no hubo tiranía, o si la hubo,
esta República se conformaba con aquel sistema de gobierno cuando no lo
derrocó…"
"…No sé cómo
calificar lo ocurrido en esta época en Buenos Aires, pues no se comprende como
una ciudad que se decía oprimida y tiranizada por veinte años, ya que no pudo o
no tuvo valor para hacer la reacción cuando se aproximó el ejército libertador,
al menos después de perderse la batalla y en ella todo su ejército, no dio este
pueblo la más mínima muestra de regocijo ni la menor prueba de que deseaba la
caída del tirano. La historia del mundo nos describe los regocijos con que los
pueblos oprimidos han recibido siempre a los ejércitos libertadores, y yo
prácticamente lo había visto en Madrid, en donde una compañía que entrase a
auxiliarnos en las diferentes peripecias porque allí pasamos del 34 al 38, los
soldados eran recibidos con un entusiasmo que rayaba en delirio, regalándolos y
obsequiándoles el pueblo con toda clase de demostraciones; pero aquí, ni hubo
quien saliese a dar un peso ni convidar a una copa a los pobres soldados; todos
se encerraron en sus casas. Como si fuese un enemigo el que había
triunfado".
"…Rosas no
era tirano; el pueblo se encontraba bien con su Gobierno cuando no lo derrocó.
Por otra parte, cuando un tirano ha despotizado un pueblo, cuando el tirano
muere es maldecido; si es derrocado del poder por una insurrección popular no
le quedan más amigos que aquellos que recibían sueldo de él o se han
enriquecido a su sombra; pero el pueblo que ha sufrido lo aborrece, no quiere
ni saber de él. ¿Sucede esto con Rosas? No, porque pocos se enriquecieron, y el
pueblo, que es el que debía aborrecerlo lo respetó, y cuantas veces se han
presentado en campaña militares los jefes militares de su época han encontrado
al pueblo en masa dispuesto a seguirlos; y si esto ha acontecido con jefes
subalternos, si Rosas hubiese aparecido en la campaña de Buenos Aires
levantando la bandera de la insurrección contra el Gobierno establecido, ¿qué
no habría sucedido? Rosas ha sido más patriota que todos sus paisanos, más que
todos los déspotas y caudillos que son derrocados del poder, pues ha preferido
el ostracismo a encender la guerra civil en su patria".
El Libertador de
media América y Padre de la Patria, a raíz del bloqueo francés de 1838, ofreció
sus servicios al gobernador Rosas y a partir de allí se inició una interesante
correspondencia entre ambos, que ningún argentino debiera desconocer y menos
aún V.E.
La adhesión de San
Martín a la política de Rosas, nunca decreció, por el contrario se acrecentó a
través de los años y siempre lo puso de manifiesto no solo en su
correspondencia con el Restaurador –a quien colmó de elogios en varias
oportunidades– sino también con otros personajes de la época como Tomás Guido y
el chileno Bernardo O'Higgins.
En la cláusula
3ra. de su testamento –como ya lo mencioné precedentemente– el general San
Martín, legó su sable corvo libertador a Juan Manuel de Rosas. Si hubiera
considerado a Rosas como “tirano”, seguro que no lo hubiere hecho. Por el
contrario en su última carta que le envió el 6 de mayo de 1850 –tres meses
antes de su fallecimiento– manifestó su total apoyo a la política rosista
sintiéndose orgulloso como argentino de la marcha seguida por la Confederación
expresándose en estos términos: "…como argentino me llena de un verdadero
orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor
restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en
medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán
hallado…", felicitando también a Rosas de la siguiente forma "Por
tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda
la Confederación Argentina" y terminando su misiva, con un deseo que es un
mandato moral para todos los argentinos cuando le dijo: "Que goce Ud. de
salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo
reconocimiento de todo Argentino, son los votos que hace y hará siempre a favor
de Ud. este su apasionado Amigo y compatriota".
Fíjese V.E. el
mandato moral del Libertador dado a los argentinos, que Rosas “…sea colmado del
justo reconocimiento de todo Argentino”.
En las
manifestaciones que V.E. hizo en el acto que motiva esta carta, agraviando a
Rosas, incumplió el mandato sanmartiniano.
Toda esa
correspondencia, pueden leerse en San Martín y Rosas de Ricardo Font Ezcurra;
San Martín y Rosas - Una amistad histórica de Mario César Gras, entre otros.
Para San Martín,
Rosas fue la “espada vigorosa”, que nuestro país necesitaba en aquellos tiempos
de desorden y anarquía.
El mayor honor
recibido por Rosas, fue el legado del Libertador. El haber tenido ese sable en
su casa, haberlo podido tocar y ser su custodio hasta su muerte, es el mayor homenaje
que pudo haber recibido un argentino –y sobre todo en vida–, no superado por
nadie, ni ayer, ni hoy, ni lo será mañana.
Quién otro puede
recibir un premio mayor, que el que recibió Rosas. Nadie.
Sus palabras,
Señor Presidente, no hacen mella a aquel inmenso homenaje.
Ahora le pregunto,
Señor Presidente: Lavalle, que asaltó el poder el 1° de diciembre de 1828,
fusiló sin causa ni juicio alguno al legítimo gobernador, coronel Manuel
Dorrego, el 13 de ese mes y la represión que desató a continuación en la
provincia durante su “gobierno” (Ver: Memorias Curiosas de Juan Manuel Beruti,
Memorias del general Iriarte, entre otros), ¿fue o no, tirano? Lo mismo le
pregunto con respecto a José M. Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, entre otros,
por nombrar a personajes de aquella época.
Pasaré ahora a
referirme a la Batalla de Caseros y al general Justo José de Urquiza, nombrados
por V.E. con tanto fervor en aquella arenga política.
Caseros no fue un
enfrentamiento propio de una guerra civil, en cuyo caso no habría nada que
reprochar al vencedor Urquiza, sino que fue una batalla en un contexto de
conflicto internacional entre el Imperio del Brasil y la Confederación
Argentina.
Por un lado el
ejército nacional de la Confederación Argentina y por el otro el ejército del
Imperio del Brasil, del Estado del Uruguay y de las provincias de Corrientes y
Entre Ríos, estas últimas sublevadas contra el poder nacional. Los brasileños
lo consideran una victoria propia y por eso, después de producida la batalla el
3 de febrero de 1852, esperaron hasta el 20 de ese mes para desfilar sus tropas
por el centro de la ciudad. El 20 de febrero era el aniversario de la batalla
de Ituzaingo en la que en tropas del ejército republicano argentino, derrotaron
a las imperiales y por eso la elección de esa fecha como una venganza por la
derrota que habían sufrido años atrás. Recordar la batalla de Caseros, como un
triunfo, tendría que dar vergüenza a quien así lo considere, porque fue una
batalla contra la nacionalidad argentina y en realidad fue una dura derrota de
nuestra Nación.
Hortelano, en sus
Memorias, también se refiere en los siguientes términos a este enfrentamiento:
"El Brasil temía a Rosas, no sin fundamento, porque éste, con el ejército
que tenía en el sitio de Montevideo y con más de 20.000 hombres en Santos
Lugares, podía, el día que hubiese querido, presentar 40 ó 50.000 hombres en la
frontera del Brasil, invadiendo el Imperio por la provincia de Río Grande,
auxiliando al partido republicano y, dando libertad a la esclavitud, hacer
bambolear al Emperador brasileño. El Gobierno del Emperador comprendió la
política de Rosas, la temía, sabía que era un enemigo fuerte, por lo que no
perdonaba medio ni sacrificio para derribarlo".
"…el Gobierno
del Brasil… eligió entre los generales más acreditados de Rosas aquel que
tuviese más ambición de gloria y más audacia para la gran empresa, y poniendo
sus puntos en el general Urquiza, éste comprendió no sólo el papel que iba a
representar en el país… Urquiza aceptó las propuestas del Brasil; éste, por su
parte, hizo efectivas las ofertas poniendo a disposición del general Urquiza
gruesas sumas de dinero, vapores y todos los elementos bélicos que fueron
necesarios. Además de estos elementos materiales, su diplomacia se condujo con
gran habilidad, facilitando el camino para entenderse unitarios y federales de
Entre Ríos y aun de los mismos que mandaban fuerzas en los ejércitos de Rosas.
Sólo con tales elementos era posible derrocar a Rosas".
El
“pronunciamiento” de Urquiza, contra Rosas, no fue por la libertad como
livianamente se dice, ya que el Imperio del Brasil, era un estado esclavista y
por lo tanto la mayor parte de su población estaba privada de la libertad, sino
que hubo una verdadera traición, siendo el general Urquiza el mayor felón de
nuestra historia, pues el Ejército de Operaciones que mandaba había sido
armado, justamente por Rosas, ya que se avizoraba un enfrentamiento próximo con
nuestro vecino y ese ejército como lo dice Hortelano, era vital para una
victoria argentina.
En Brasil, su gobierno consideraba
imprescindible sacar a Rosas de escena ya que el gobernante porteño, tenía gran
ascendiente sobre la población negra esclava y el levantamiento de esa gente
podría dar por tierra con los cimientos del Imperio, así lo reconoce Sarmiento,
cuando publicó en El Progreso del 5 de agosto de 1844, "… encontramos
pueblos pastores, movedizos, jinetes, hombres del desierto, acostumbrados a
vagar, por las necesidades mismas de su industria, en mayor parte del día. Esto
sucede precisamente en las provincias del Sur [ Río Grande do Sul – Brasil ],
que es donde, por el contacto con la República oriental, con la provincia de
Corrientes y la república del Paraguay, se halla expuesto el Imperio a las
influencias desorganizadoras del caudillo argentino [Rosas].
El Brasil, además
por una necesidad tradicional en el sistema de agricultura, usa del medio
horrible, pero necesario allí, de la esclavatura; de modo, pues, que estos dos
elementos, los esclavos y los pastores, forman una masa de sociedad peligrosa,
preparada a recibir la acción insidiosa de un seductor político [ Rosas ], por
la naturaleza misma de la situación social que tienen". Párrafos más
adelante, prosigue: "La monarquía constitucional es en el Brasil el
paladium de la civilización y de la libertad, no sólo por su acción
gubernamental sino por el feliz carácter personal y las tendencias y las
tradiciones que han desplegado sus dos primeros monarcas".
Tres días después
escribe en el mismo diario: "Si Rosas fuera algún gobierno débil, cada
cual [ otras potencias ] iría a ponerle sus cinco dedos sobre el hombro y a
dictarle condiciones. Pero como es un poder fuerte, como es un poder peligroso
[ para aquellas potencias ], no hay quien no se encoja para huir su contacto…
porque su mira desde mucho tiempo atrás… es restablecer en toda su integridad
el antiguo virreinato de Buenos Aires… Rosas aborrece de un modo decidido los
resultados de la revolución americana, y uno de aquellos que mira con mayor
antipatía, es el de las divisiones territoriales que sobrevinieron y se
realizaron a la conclusión de aquel grande acontecimiento".
El diputado
Pereyra Da Silva, en la cámara de diputados brasileña el 17 de junio de 1850,
expresó: "…Los designios del general Rosas no son ocultos. Pretende
reconstruir el virreinato de Buenos Aires, acabando con todos los pequeños
Estados que de él se habían hecho independientes. Estos designios son
fatalísimos, perjudiciales al Imperio del Brasil”
La cuestión para
el Brasil era: "La Confederación Argentina y Rosas o el Brasil".
Mr. Robert Gore en
carta a Lord Palmerston el 2 de febrero de 1852, le dirá: ”La política
insidiosa del Brasil es muy clara: revolucionar estas comarcas y mantenerlas en
un estado de guerra civil y anarquía…”
Cuando hablo de
traición, no es algo que se me haya ocurrido a mí, o a todos aquellos que
lamentamos profundamente la defección de un general argentino a favor de una
potencia extranjera contra su propia patria y la consiguiente derrota de
nuestro país en la batalla de Caseros.
Fue el propio
Urquiza, quien se definió como traidor. Seguramente, todo esto es desconocido
por V.E., porque de lo contrario en aquél acto partidario no se hubiera
manifestado tan eufórico con este nefasto y corrupto personaje y aquella
batalla que éste ganó, con el concurso de brasileros y orientales, resultando
perdidosa nuestra querida patria.
En sus posteos por
las redes sociales, charlas con periodistas, etc., V.E. se refiere
permanentemente a “traiciones” y “traidores”, pero, admira a quien fue el Judas
Iscariote de la historia argentina: el general Justo José de Urquiza, lo cual
es una contradicción.
Voy a demostrarle
lo que afirmo acerca de la traición del general Urquiza:
El comerciante
catalán Cuyás y Sampere, representante y estrecho colaborador del caudillo
entrerriano, hizo saber a los enemigos de Rosas que Urquiza “Obrará según las
circunstancias se presenten, y como lo demandaren los intereses de la provincia
y los suyos propios”, e inició contacto con los brasileros.
En 1850 corrieron
rumores acerca de la posible defección de Urquiza de la causa nacional. Éste se
“consideró” ofendido e hizo publicar en El Federal Entre-Riano de Paraná del 6
de junio de 1850 –que era el diario oficial de la provincia– esta declaración:
“Crea Ud. que me ha sorprendido sobremanera que el gobierno brasilero, como lo
asevera, haya dado orden a su Encargado de Negocios en esa ciudad, para
averiguar si podía contar con mi neutralidad… Yo, Gobernador y Capitán General
de la Provincia de Entre Ríos, parte integrante de la Confederación Argentina y
General en Jefe de su Ejército de Operaciones, que viese empeñada a esta o a su
aliada la República Oriental en una guerra, en que por este medio se ventilasen
cuestiones de vida o muerte vitales a su existencia o soberanía… ¿Cómo cree,
pues, el Brasil, como lo ha imaginado por un momento, que permanecería frío e
impasible espectador de esa contienda en que se juega nada menos que la suerte
de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas prerrogativas, sin traicionar a
mi Patria, sin romper los indisolubles vínculos que a ella me unen y sin borrar
con esta ignominiosa mancha mis antecedentes?”
“El Gabinete
imperial al expresarse así me ha inferido una grave ofensa, suponiéndome capaz
de faltar a mis santos y obligatorios deberes, olvidando que siempre los he
llevado del modo que mejor posible me ha sido, y que así lo verificaré… Debe el
Brasil estar cierto de que el General Urquiza con 14 o 16 mil valientes
entrerrianos y correntinos que tiene a su órdenes sabrá, en el caso que habrá
indicado, lidiar en los campos de batalla por los derechos de la Patria y
sacrificar si fuera necesario, su persona, sus intereses, fama, y cuanto
posee”.
Léase con
detenimiento nuevamente esta declaración de bellas y patrióticas palabras y
considérese el proceder posterior del mismo Urquiza totalmente contrario a lo
que había declarado. Él mismo afirmó que el proceder que se le atribuía de
“neutralidad… en una guerra, en que por este medio se ventilasen cuestiones de
vida o muerte vitales a su existencia o soberanía [ de la Confederación
Argentina y del Uruguay ]…”, significaba “traicionar a mi Patria”. Si el
mantener la “neutralidad”… “significaba traicionar a mi Patria”, que sería
entonces intervenir activamente a favor de la potencia extranjera como lo era
el Imperio del Brasil,…que calificativo correspondía aplicar por lo tanto a
semejante denigrante conducta…
En 1851, le llegó
una información al Encargado de Negocios brasileño en Montevideo, que un
oficial del Ejército de Operaciones argentino, le habría asegurado que dicho
ejército se podría "neutralizar". El Brasil no dejó pasar la
oportunidad y actuó en consecuencia.
En efecto,
iniciadas gestiones secretas entre Urquiza y el Imperio, una vez que se
suscribió su acuerdo, Urquiza efectuó su famoso "Pronunciamiento"
contra Rosas. Ya no sería "neutral" –ya de por sí condenable– en el conflicto entre la Confederación y el
Brasil, sino que tomaría parte activísima y decisiva en contra de los intereses
de su propia Patria, insurreccionando el ejército a su cargo, para ponerlo al
servicio de la potencia extranjera y enemiga de nuestra Patria.
De acuerdo a las
leyes vigentes en aquella época, que eran las Partidas de Alfonso X “el Sabio”,
en la 7ma. Partida, el Título 2 trata de las traiciones y dice: “Traición es
uno de los mayores yerros y denuestos en que los hombres pueden caer… y
ennegrece y mancilla la fama de los que de aquel descienden, aunque no tengan
culpa, de manera que siempre quedan infamados por ello”. La Ley 1 corresponde
al peor de los delitos: “La laesa maiestatis crimen” o “Crimen de lesa majestad
o de lesa Patria”… “la traición es la más vil cosa y la peor que puede caer en
corazón de hombre… La segunda manera es si alguno se pone con los enemigos para
guerrear o hacer mal al rey o al reino, o les ayuda de hecho o de consejo, o
les envía carta o mandado por el que los aperciba de algunas cosas contra el
rey, a daño de la tierra…” La Ley 2 establece la pena: “Cualquier hombre que hiciese
alguna de las maneras de traición que dijimos… debe morir por ellos… Y además
todos sus hijos que son varones deben quedar infamados para siempre…”
Fuerte… ¿no?
La conducta del
general Urquiza, encuadra en lo establecido en esas leyes. Ahora… cabe hacerse
la siguiente pregunta ¿Por qué o cuál fue el motivo por el cual el general
Urquiza, se dio vuelta como una tortilla?
La llamada
historia oficial, como siempre lo hace con los “próceres”, ha dado una versión
idealista de las causas por las cuales Urquiza se había pronunciado “contra”
Rosas, según esta corriente histórica la lucha de Urquiza era contra la
"tiranía sangrienta" y por la "libertad" y
"contra" Rosas y no "contra" el pueblo argentino, versión
totalmente alejada de lo que fue en la realidad, fue una lucha a favor del
Brasil, ya que después de Caseros esta potencia extranjera obtuvo con la
derrota de Rosas, el alejamiento del peligro que se cernía sobre el Imperio,
además de importantes concesiones y beneficios.
Veamos cuales
fueron los reales motivos que tuvo el general Urquiza, para traicionar a su
Patria:
El
Plenipotenciario inglés Henri Southern, enviado por la Corona británica para
firmar el tratado de paz con la Confederación Argentina, informó el 25 de
febrero de 1851 al primer ministro Lord Palmerston, describiendo acertadamente
quien era el general Urquiza: “El despotismo que el general Urquiza ha
establecido en Entre Ríos, es mucho más absorbente y egoísta que el que acá
reina [ Provincia de Buenos Aires ]. La conducta del general Urquiza es
sanguinaria y caprichosa, fuera de cuenta todo lo que se ha oído respecto al
gobierno de un pueblo de raza blanca; además es rapaz y avaro, uniendo a las
características de un tirano insensible e inexorable, los rasgos de un mercader
voraz e insaciable…”
En carta privada
que el representante británico en Montevideo, Robert Gore, escribió a Lord
Palmerston, el 22 de mayo de 1850, le informaba: "Me ha sido comunicado
confidencialmente que Pimenta Bueno, el nuevo presidente de la Provincia de Río
Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas suministradas por el gobierno
imperial a fin de sobornar a Urquiza,
gobernador de Entre Ríos, para que se una al plan de derrocamiento del general
Rosas, y que si esta suma no es considerada suficiente, el gobierno brasilero
está dispuesto a gastar el doble de la misma, si es necesario”.
Urquiza se puso a
disposición del Brasil. En carta que le remitió a Rodrigo de Souza da Silva
Pontes –Encargado de negocios del Brasil en Montevideo– el 20 de mayo de 1851,
le dice: “Si el Brasil que tiene tan justos motivos para hacer la guerra a
Rosas, me custodia el Paraná y el Uruguay, yo le protesto por mi honor derribar
a ese monstruo político enemigo del Brasil y de toda nacionalidad organizada”.
Pero ahora, viene
lo más interesante, Sr. Presidente, la carta que en un arrebato de patriotismo
escribió Domingo F. Sarmiento al Gral. Urquiza, fechada en Yungay, el 13 de
octubre de 1852 donde le dice. “Yo he permanecido dos meses en la Corte del
Brasil, en el comercio casi íntimo de los hombres de estado de aquella nación,
y conozco todos los detalles, General, y los pactos y transacciones por las
cuales entró S.E. en la liga contra Rosas. Todo esto no conocido hoy del
público, es ya dominio de la Historia, y está archivado en los Ministerios de
Relaciones Exteriores del Brasil y del Uruguay”.
“Tanta aberración
he visto en estos años, como si dijeran que el emperador ha sentado plaza en el
ejército de S.E. para corresponderle el servicio que le hizo S.E. conservándole
la corona que lleva en la cabeza, como tuvo S.E. la petulancia de decirlo en
barbas del Sr. Carneiro Leão, enviado Extraordinario del Emperador”.
“Se me caía la
cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado referir la irritante escena y los
comentarios: ¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar
a Rosas! Todavía, después de entrar en Buenos Aires, quería que le diese cien
mil duros mensuales”.
Interesante…
¿no…?. V.E. ¿conocía esta carta?
Sí, como dijo
Southern, Urquiza era “rapaz y avaro… mercader voraz e insaciable”, siempre
antepuso su avidez por el dinero y sus intereses personales al interés de la
Patria. Pero esa no fue la única vez que el general Urquiza, se vendió al oro
imperial, …pero esas son otras historias…
Pero veamos lo que
escribió el historiador brasilero João Candiá Calógeras en su obra Formação
histórica do Brasil, calificó a Urquiza de “condottieri”, dice “…aunque
inmensamente rico tenía un amor inmoderado por la riqueza…”.
Días pasados he
visto que en el recientemente creado Salón de los Próceres de la Casa Rosada,
hay un retrato del general Urquiza. No cree V.E. que este nefasto personaje,
rapaz y avaro, traidor como nadie, ¿puede ser considerado “prócer”?
“Todo está perdido
cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa” (Demócrito)
Voy ahora a
referirme a Juan Bautista Alberdi, personaje con el cual V.E. se identifica
permanentemente. Podemos afirmar que hay dos Alberdi. V.E. solo conoce uno, el
del Alberdi joven, opositor y crítico de Rosas.
Así como la historiografía
oficial nos ocultó la relación entre Rosas y el Libertador, también nos ocultó
que además del Alberdi, enemigo del Restaurador, existió ese “otro” Alberdi,
que llegó a admirar al exgobernante. Este último, por V.E. desconocido, es el
Alberdi que llegó a Europa como diplomático nombrado por Urquiza como
representante de la Confederación Argentina ante las cortes del Viejo
Continente.
En 1854, el ya
primer presidente constitucional argentino, Urquiza, había designado a Alberdi
–quien contaba con 44 años de edad– como ministro plenipotenciario de la
Confederación Argentina, en misión diplomática ante distintos países europeos,
–para evitar el reconocimiento de éstos al por entonces secesionado Estado de
Buenos Aires–, el Vaticano y también en España, donde debería también obtener
el reconocimiento de la Madre Patria a la independencia argentina.
Con anterioridad,
en 1837 Alberdi había publicado su obra doctrinaria titulada Fragmento
preliminar al estudio del Derecho, reconociendo el poder representativo
ejercido por Rosas. Dirá en esa obra: “El señor Rosas, considerado
filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un
representante que descansa sobre la buena fé, sobre el corazón del pueblo. Y
por pueblo no entendemos aquí, la clase pensadora, la clase propietaria
únicamente, sino también la universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe”.
Esa obra que resultaba laudatoria para el gobierno de Rosas había despertado
las críticas de los unitarios emigrados por entonces en Montevideo.
Diez años después,
en 1847, escribió La República Argentina treinta y siete años después de su
Revolución de Mayo, donde dice: “Rosas no es un simple tirano, a mis ojos. Si
en su mano hay una vara sangrienta de fierro, también veo en su cabeza la
escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no reconocer
lo que es Rosas bajo ciertos aspectos”.
Con motivo de la
impresión de la Protesta, escrita en tres idiomas, por Rosas relativas a las
acciones que en su contra había tomado el gobierno del Estado de Buenos Aires
(confiscación de sus bienes, dictado de una ley declarándole traidor a la
patria, proceso en su contra por delito de traición a la Patria, etc.), debió
viajar a Londres y allí casualmente, en una tertulia, se encontró con Alberdi
quien estaba en la ciudad cumpliendo sus funciones diplomáticas. En esas
circunstancias, estos dos personajes se conocieron y olvidando viejos odios y
rencores, dialogaron con palabras corteses y con respeto. Alberdi quedó
impresionado de ese primer contacto con el ex dictador argentino, por su
dignidad y por su conducta y cómo Rosas se refirió, respetuosamente, hacia su
ex contendiente Urquiza y a la Confederación que este presidía. Con el tiempo,
Alberdi llegará a conocer más profundamente a Rosas, a comprenderlo y a
admirarlo y a ser ese “otro” Alberdi, del cual la historia oficial “desconoce”.
En carta que
Alberdi le remitió a Urquiza el 3 de noviembre de 1857, le comentaba sobre esta
entrevista: “Ya estará V.E. en posesión de la protesta del general Rosas contra
la ley de Buenos Aires, que le despoja de sus bienes. Hoy está en Londres,
ocupado de su impresión y publicación. Quiso visitarme; pero yo lamenté en
encontrarme con él en casa del señor Dickson. Me ha tratado en todo como al representante
de la República Argentina en Europa. Después del señor Balcarce, ningún porteño
de los que están en Europa, me ha tratado con más miramientos que el general
Rosas. Me ha encargado muy interesadamente de repetir y trasmitir a V. E. la
expresión del profundo agradecimiento en que le está por su política alta,
justa y generosa hacia su persona y hacia sus bienes. Me ha repetido que para
él no hay más que una Nación Argentina y una sola autoridad soberana de la
Nación. El la ve en el Congreso y en la autoridad que reside en el Paraná...”.
En su
Autobiografía, Alberdi dice de Rosas, que lo encontró "más viejo de lo que
lo creía y se lo dije. Me observó que no era para menos, pues tenía 64 años. Al
ver su figura toda le hallé menos culpable a él que a Buenos Aires por su
dominación. Habló mucho. Habla inglés mal; pero sin detenerse, con facilidad.
Es jovial y atento en sociedad. Después de la mesa, cuando se alejaron las
señoras, habló mucho de política. Acababa de leer él todo lo que trajo el vapor
de antes de ayer sobre su proceso. No por eso estaba menos jovial y alegre. Me
llaman por edicto –decía–. Pues estoy loco para ir a entregarme para que me
maten. Niega a Buenos Aires el derecho de juzgarlo. Repite como de memoria las
palabras de su protesta. Dice que el único gobierno de autoridad soberana es el
de la Confederación no el de Buenos Aires... Habló con moderación y respeto de
todos los adversarios, incluso de Alsina… habló mucho de caballos, de perros,
de sus simpatías por la vida inglesa, de su pobreza actual, de sus economías...
No es ordinario, está bien en sociedad. Tiene la fácil y suelta expedición de
un hombre acostumbrado a ver desde lo alto el mundo. Y sin embargo no es
fanfarrón... Está cano, no tenía bigotes, ni patilla. No estaba bien vestido;
no tenía ropa en Londres. Ha venido por quince días a publicar su protesta. Me
dijo que no había sacado plata de Buenos Aires; pero sí todos sus papeles
históricos, en cuya autoridad descansaba. Él dice que guarda sus opiniones, sin
perjuicio de sus respetos por la autoridad de su Nación".
Alberdi se conmovió por la personalidad de su
antiguo adversario y por la vida sencilla y de trabajo que Rosas llevaba allá,
en su exilio inglés, lejos de su amada Patria, “en su retiro digno y
laborioso”, como dice Alberdi, quien también afirmará de Rosas: “el único que
lleva vida digna y se tiene en una reserva llena de decoro y de honor”.
En una carta que
en 1863, Alberdi le remitió al yerno de Rosas, Máximo Terrero, le dice: “Sabrá
usted que al mismo tiempo que así ultraja el nombre del General Rosas –(porque
“La Nación” es periódico semioficial)– el señor Elizalde ha entrado en sus
últimos trabajos diplomáticos con la misma política exterior que el General
Rosas tuvo antes que conociera la Europa. Fiel a su destino, se ve que Elizalde
marcha siempre a raya del General Rosas. ¡Ah! ¡Si al menos imitaran su energía
y dignidad!”. Elizalde era el Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de
Mitre.
En 1864, le
planteó a Rosas, la necesidad de publicar unas Memorias, para rebatir a los
diarios mitristas quienes seguían atacando al ex gobernante. En una carta que
dirigió el 14 de agosto de ese año a Máximo Terrero, le presenta un plan de
defensa de Juan Manuel, que él aconseja. En esa carta, dice: “…Nada más público
y notorio que la honorabilidad con que lleva el General Rosas su vida de
refugiado en el país de los libres… El ejemplo del General Rosas de refugiado
digno, resignado, laborioso, en Europa, no tiene ejemplo sino en la vieja
historia de Roma. Ningún general de los muchos que la ola de la revolución
americana ha echado a las playas de Europa ha dado el ejemplo honroso del
General Rosas. Solo él no ha conspirado para recuperar el poder ni ha hecho la
corte a los Reyes, ni buscado expectabilidad, ni ruido. Solo él ha vivido del
sudor de su trabajo de labrador, sin admitir favores de extraños.
Ni el mismo San
Martín llevó con más dignidad su proscripción voluntaria. Es indigno y
vergonzoso atacar a un hombre semejante y en semejante situación” y
seguidamente aconsejaba como debía ser escrita la Memoria de Rosas:
“…Ciertamente que una época de 20 años no se expone en un volumen corto. Pero
no se trata de una historia ni de una crónica, ni de una biografía completa.
Eso ni es obra del momento, ni será obra del General Rosas. Otro será quién lo
haga. Exponer la historia de su vida en 10 volúmenes sería sepultarla por
ahora. Lo que la historia del momento exigiría de él, es una palabra, algo
breve y corto, para servir a la historia. Hoy todo el mundo habla, nadie calla,
empezando por Napoleón, pasando a Lord Palmerston y acabando por Mitre, que no
es tonto en majadear con sus disertaciones históricas, en que habla más de sí
mismo que de Belgrano. Cuarenta o cincuenta páginas debe ser la extensión
obligada o máxima de la memoria. Lo demás debe constar de documentos. Total –un
volumen brevísimo–.
La impresión de
esto no puede costar en Francia arriba de mil francos. Y como se podrían vender
ejemplares (aun para mejor propagarlos) tal vez se ganaría en vez de perder. La
memoria o manifiesto debe ser sin frases. Ya la simple idea de manifiesto hace
bostezar, porque el ordinario consta de palabras y frases más o menos
retumbantes. Debe reducirse a tres cosas –cifras, documentos y hechos– Nadie
cree hoy en frases, pero todos creen en los números, y en lo que se toca y
palpa. Cifras y solo cifras para cosas de este orden: –cuanto valía el papel
moneda (o las onzas como allá dicen) bajo el Gobierno de Rosas: cuánto vale
hoy. A cuánto subía la deuda entonces, a cuánto sube hoy. Cual era el
presupuesto entonces, cual es hoy. Documentos y solo documentos de este orden:
la ley que dio todo el poder al General Rosas y todo lo que a ella se refiere.
Sus renuncias reiteradas. Las aprobaciones Legislativas de sus actos. Los votos
en su honor. Sus títulos y honores recibidos. Tratados internacionales que
pusieron fin a las cuestiones. Sobre el territorio de la Provincia o Nacional,
el mejor documento sería un extracto o resumen de la carta geográfica de sir W.
Parish, con la demarcación de la frontera de entonces y la de la frontera de
hoy, según Mr. de Moussy, respecto de los Indios. Lo que no se ve, no se estima
a este respecto. No hay que olvidar el testamento de San Martín.
En cuanto a los
hechos, señalar cual era entonces la seguridad de la propiedad y de la vida, en
la campaña para los neutrales a la lucha política y la que hoy existe. Cuanta
fortuna tenía el General Rosas al entrar al poder: cuanta tiene hoy. El grande
hecho que todos ven: como ha vivido y procedido en Europa desde que bajó del
poder. Altas atenciones de que es objeto. Nada de recriminaciones. Para
responder al reproche de barbarie inferido a su manera de atacar y defenderse,
mostrar o señalar la historia contemporánea de Estados Unidos, Rusia, Italia,
Alemania, etc. Que personas lo acompañaron en su Gobierno como amigos y
servidores oficiosos, como legisladores, ministros, guerreros, publicistas,
consejeros, cortesanos: donde están hoy?, que posición tienen? Todo esto no es
ocuparse de la persona de Rosas, sino del país, de quien fue expresión de la
sociedad de que es miembro a pesar del destierro: hasta por patriotismo
argentino. El General Rosas debe defender el decoro de su país, defendiendo o
explicando su conducta pública. Callar, es dar la razón al que habla aunque no
la tenga… Por lo que hace a mí, le confieso que me irrita el espectáculo de
tanta duplicada e hipocresía que nos dan los que se gozan de deprimir al caído
al mismo tiempo que parecen gozarse en obrar peor, que lo hizo, según ellos,
ese adversario, a quien persiguen...”
En 1864, dirá también Alberdi: “El general
Rosas, confinado en Southampton, no comprende como habiendo servido tantos años
y con tanto aplauso de la América, es perseguido como un malvado por el gobierno
de su país. La cosa es clara. Son los intereses y las personas que él contrarió
o atacó las que lo persiguen, no su país. Como esas personas están a la cabeza
del país, toman su nombre para vengarse, como en otro tiempo lo tomaban para
quejarse y defenderse. El país es atacado, decían ellos, cuando eran ellos los
atacados. Hoy dicen: el país se venga y castiga, cuando son ellos los que
castigan y se vengan”.
En una carta que
el 20 de setiembre del mismo año le envió a Rosas, le dice: “Mi honorable Señor
General. Había esperado tener el gusto de visitarle este año en Southampton,
para responder a sus atenciones que no olvido a pesar del tiempo transcurrido;
pero mil obstáculos menudos me obligan a postergar el cumplimiento de ese
deber. No quiero sin embargo dejar pasar el año, sin presentarle mis respetos y
renovarle los testimonios de mi constante aprecio y distinción, de un modo
directo, pues por intermedio de amigos, no he cesado de tener ese gusto, y de
saber igualmente por ellos que su salud y su espíritu se conservan fuertes y
enteros como en sus bellos años. El ejemplo de moderación y dignidad que Vd.
está dando á nuestra América despedazada por la anarquía es, para mí, una
prenda segura de que le esperan días más felices que los actuales. Yo se los
deseos de su corazón, mi distinguido señor General, y con estos sentimientos
tengo el honor de renovarle mis respetos amistosos con que soy de Vd. General,
su atento compatriota y servidor”.
En otra carta
dirigida a Máximo Terrero un año después, le dijo: “Para mí, la vida del
general Rosas tiene dos grandes fases: en una de ellas como jefe supremo de
Buenos Aires, he sido su opositor; en la otra de refugiado en Inglaterra, SOY
SU ADMIRADOR”. En otra carta dirigida al mismo destinatario, le dirá: “Cuando veo
a una nación sin gobierno, yo le preguntaría al general Urquiza: ¿Para qué
volteó usted al general Rosas? ¿No dijo usted que era para organizar y
constituir un gobierno nacional regular? Lo que hoy existe, ¿es gobierno
regular?”
También le
preocupaba la salud del exdictador: “Hoy es necesario su vida –escribirá en
1866–, no solo para ustedes y muchos amigos, sino para la historia y tal vez
para el porvenir inmediato de nuestro país” y al año siguiente afirmará: “Mi
pasado político me gobierna un poco, pero él no me impedirá, llegada la
oportunidad que ha de venir, de tributar a la justicia histórica, en obsequio
de muchos títulos que le asisten a él [ Rosas ], el testimonio público de mis
convicciones al respecto”.
Arrepentido de
haber sido opositor a Rosas, ese “otro” Alberdi escribirá: “Yo combatí su
gobierno, LO RECUERDO CON DISGUSTO”.
De Rosas, pueden
decirse muchísimas cosas. Voy solo a señalar las siguientes:
1. – Siendo niño,
se destacó en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807,
destacando los jefes militares sus virtudes militares.
2. – En su niñez y
adolescencia trabajó en las estancias de sus padres fronterizas al territorio
indígena, adquiriendo una valiosa experiencia que le ayudó a convertirse con
esfuerzo propio en uno de los estancieros más importantes de su época. Allí
tomó contacto con el hombre de campo y con los indígenas –con quienes compartió
juegos y otras experiencias–, llegando a dominar el lenguaje de estos últimos,
que le permitieron con el tiempo confeccionar una Gramática y Diccionario de la
lengua Pampa, Ranquel y Araucano y ya gobernante poder entablar relaciones
amistosas con ellos.
3. – Fue uno de
los más importante estanciero, saladerista, industrial y exportador; fundó la
denominada “industria madre del país” o sea la ganadería, cuyos productos
exportó al exterior en barcos de bandera argentina de su propiedad, creando la
primera flota mercante argentina. En esas actividades, utilizó sistemas
inéditos de producción de bienes y distribución y comercialización de los
mismos. En sus establecimientos dio trabajo y enseñó las tareas agrícolas
ganaderas a gauchos e indios, destacándose por el trato justo hacia ellos y
realizando así una tarea civilizadora. Las Instrucciones que redactó para los
encargados de sus estancias y de sus chacras, sobre cómo realizar las tareas en
esos establecimientos, fueron publicadas años más tarde en formato libro, no
solo en nuestro país, sino de otros países americanos, en distintas ediciones,
siendo tomados en cuenta sus conocimientos para el funcionamiento de
establecimientos, inclusive utilizados en la actualidad, salvo algunos
consejos, superados ya por el tiempo y nuevas técnicas empleadas.
4. – Arrancó
centenares de leguas al desierto y fundó los centros de civilización de Bahía
Blanca, Junín y 25 de Mayo.
5. – Fue el
primero que honró a los próceres de la revolución de Mayo, al Padre de la
Patria y que decretó fiesta nacional el 9 de julio.
6. – Con la
peonada de sus estancias, formó un cuerpo de milicianos, que equipó y sostuvo a
su costa, los llamados Colorados del Monte, en principio para la defensa de sus
propiedades ante los amenazantes malones indios, pero que después se destacaron
en 1820 para imponer el orden en la provincia y a fines de 1828 y mediados de
1829 para restablecer a las autoridades legítimas, desplazadas por el motín del
1° de diciembre de 1828, promovido por el general Juan G. Lavalle. Esas tropas
tuvieron un comportamiento ejemplar, tanto en su formación militar como en su
trato hacia los vecinos en aquellos días aciagos para la ciudad, en
contraposición a lo que venía sucediendo hasta aquél entonces, con el
comportamiento de otros cuerpos militares quienes cometían todo tipo de
tropelías contra la población, como robos, violaciones y todo tipo de violencias.
7. – Que hizo del
Ejército de la Confederación un cuerpo técnico proveyéndolo de industrias y
laboratorios y constituyendo las bases de fabricaciones militares en los
cuarteles y talleres modelos de Santos Lugares de Rosas.
8. – Durante su gobierno
se inició una incipiente pero eficaz diplomacia, contando con el concurso del
camarista Felipe Arana como Ministro de RREE y embajadores como Manuel de
Sarratea (en Francia), Manuel Moreno (en Inglaterra), Carlos María de Alvear
(en Estados Unidos), Tomás Guido (en Brasil) y la actuación también en Francia
del general San Martín, a favor de los interesas nacionales. Formándose un
cuerpo altamente profesional que se convirtió en especialistas de la política
internacional y en el arte de la negociación. Durante su gobierno se firmaron
los tratados Arana-Mackau con Francia en 1840, Arana-Southern con Inglaterra en
1849 y Arana-Lepredour con Francia en 1850. Esos tratados que honran a la
diplomacia de su gobierno, no tienen parangón con ningún otro firmado por otros
países con aquellas más importantes potencias europeas.
9. – Con el
Tratado Federal de 1831 llamado también Tratado del Litoral –que para algunos
constitucionalistas e historiadores es cuasi una constitución– y cuyo mentor y
propiciador fue Rosas, dio inicio a la Confederación Argentina –una creación
suya– y a la organización nacional. Alberdi, el autor de las Bases, cuyo título
completo es: Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina, derivadas de la ley que preside el desarrollo de la
civilización en la América del Sud y del tratado del Litoral de 1831, reconoce
en este tratado como la piedra fundamental de la organización nacional, y
antecedente importante de la Constitución de 1853 –en el Preámbulo de la misma
se dice que el dictado de la Constitución lo es “en cumplimiento de pactos
preexistentes”–. Lo mismo repite la Constitución de 1994. La Constitución de
1853, en su artículo 35, establece que “Confederación Argentina”, junto con
Provincias Unidas del Río de la Plata y República Argentina, son los nombre
oficiales de nuestro país.
No quiero seguir
ocupando la atención de V.E., con más datos que pueden acercarse si así V.E. lo
solicitare.
Desde ya saludo al
Señor Presidente, con mi más alta consideración, deseándole el mayor de los
éxitos en su gestión al frente del Poder Ejecutivo Nacional, para el bien de
todos los argentinos.
Norberto Jorge Chiviló – DNI
8.260.897
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