Julio Argentino
Roca y la Campaña al Desierto
La Prensa,
30.01.2024
Pensando en la
conformación del Estado Nación en nuestro país, en el siglo XIX, preocupó a los
intelectuales y a la elite gobernante local la implementación de la
Constitución, el constante flujo inmigratorio, cómo estaría el país inserto en
el mercado mundial, el flujo de inversiones, la capitalización de Buenos Aires
y el aun preocupante “problema del indio”.
Esa “república
posible” iba a abrazar el credo positivista liberal, instaurando un régimen
republicano, liberal, oligárquico; iba a ser “socia” de Gran Bretaña; a
terminar de disciplinar a las provincias y a los últimos caudillos federales;
combatiría al Paraguay y sería la proveedora de materia prima de Europa.
Estanislao
Zeballos, legislador, etnógrafo y escritor, quien estuvo muy vinculado al
diario La Prensa, al punto de ser, por pedido de José C. Paz, cronista,
redactor en jefe y director de este, ejemplificó como nadie los parámetros
positivistas de un “hombre de Estado” de la generación del ‘80. Su visión de
científico, geógrafo, naturalista y antropólogo, junto a la idea de expansión y
ocupación territorial a costa de las poblaciones incivilizadas de indígenas,
explícita en sus obras, dieron prueba cabal del pensamiento de la época.
‘La conquista de
15.000 leguas’, ‘Episodios en los territorios del sur’, y ‘Viajes al país de
los araucanos’, fueron algunas de las obras del ideólogo de la “conquista del
desierto”.
Justamente la
primera obra citada, publicada en 1878, fue la que le sirvió a Julio A. Roca
para torcer la voluntad del Legislativo para financiar la avanzada militar a
cargo del, por entonces ministro de Guerra del gobierno del presidente Nicolás
Avellaneda, tras el fallecimiento del anterior ministro Adolfo Alsina.
El autor, según
segunda edición de su obra publicada por La Prensa, detalló los antecedentes de
exploración y ocupación territorial de las tierras del sur desde el periodo
colonial, destacando que le cupo a Juan Manuel de Rosas“la primera y única
tentativa fundamental de trasladar las fronteras al nuevo teatro, sobre las
márgenes del Rio Negro, operando al frente del ejército de Buenos Aires”.
Zeballos, con su
obra, dio racionalidad y números tangibles a la toma de tierras y al
exterminio, donde acumuló méritos y cargos, tanto como cráneos de aborígenes
patagónicos para su colección privada.
SOBRE ROCA
Según Fermín
Chávez en ‘Historia del país de los argentinos’ (1967): “Sin demora, (Roca)
prepara y emprende una campaña de buenos resultados, guiado por un brillante
oficial que sabe mucho de fronteras y de indios: Manuel J. Olascoaga, uno de
los revolucionarios ‘colorados’ de 1866. Consigue quitar a la indiada unas
15.000 leguas de territorio y reimponer la soberanía interior que Rosas había
ganado cincuenta años antes. Al llegar al Río Negro, da el nombre de Paso
Alsina al que debía vadear con sus efectivos, hacia el corazón de la Patagonia,
región cantada no hacía mucho por el poeta Carlos Guido Spano”.
Para Ernesto
Palacio en ‘Historia de la Argentina 1515 – 1938’ (1954): “Roca iniciaba la
gran empresa que había ideado en su colaboración ministerial con Alsina, sin
logar el auspicio de éste. Consistía especialmente en reproducir el plan de
Rosas y arrebatarles a los salvajes, de una vez por todas, los territorios del
sud. A los tres meses de ocupar el ministerio salió a campaña con 6.000
soldados. En pocos meses dio fin a la obra, destruyendo todas las tolderías
hasta el río Negro, lo que constituía la primera parte del plan. Varias
columnas operarían luego de los grandes afluentes del río para limpiar los
valles cordilleranos. La supresión o el sometimiento del indio de la Patagonia
quedó concluida en poco tiempo”.
Aunque sus
palabras suenen duras contra los pobladores aborígenes, Palacio refirió una
serie de ataques que afectaban nuestra seguridad como Nación: “En 1872 se había
producido la gran invasión de Calfucurá, gran cacique de las Pampas, derrotado
en San Carlos por el coronel Rivas; y poco después la de Namuncurá, en cuya
represión se había distinguido el teniente coronel Levalle. El adelantamiento
de la línea de fronteras bajo Alsina se había realizado a costa de permanentes
combates contra la resistencia aborigen”. Y además que se le suman dos
problemas que motivaban la rápida intervención de Roca: “Los intereses ligados
a la vida fronteriza… con el producto de sus rapiñas negociadas en Chile… los
usufructuarios del negocio constituían una permanente oposición” y que “los
indios constituían una pieza importante del juego chileno, al que obedecían… El
general Roca tuvo el mérito de elegir el momento adecuado para obrar: cuando la
nación trasandina tenía sus fuerzas comprometidas en la guerra contra el Perú.
El éxito de la campaña del Desierto entrañaba asimismo un triunfo estratégico
sobre Chile”.
Oscar Terán en
‘Historia de las ideas en Argentina: Diez lecciones iniciales 1810 – 1980’
(2009) consideró que “la apropiación de los territorios hasta entonces ocupados
por los indígenas… abrió para los vencedores un enorme territorio, sobre el
cual las inversiones inglesas desplegarían una extensa red de vías férreas”. Y
que “el emprendimiento llevado a cabo contra las poblaciones indígenas se
apoyaba en una línea programática ampliamente compartida por las elites del
mundo occidental: que las naciones viables eran aquellas dotadas de una
población de raza blanca y de religión cristiana”.
Pero tamizó su
análisis a los parámetros de época, donde “las reivindicaciones indígenas no
habían nacido o estaban en pañales, por no hablar d ellos temas de hoy
habituales del reconocimiento, respeto y aun estímulo de las diferencias,
incluidas las étnicas”.
¿DÓNDE SE UBICÓ
ZEBALLOS?
Contento con el éxito de la primera edición de
‘15.000 leguas’, la cual aseguraba que fue pedida por Roca con el compromiso
que sería pagada por el Estado. El liberal contó con los fondos estatales, hizo
inmediatamente una segunda edición impresa en los talleres de La Prensa,
corregida y aumentada, con las cartas de él remitidas a propio Roca. En 1979
fundó el Instituto Geográfico Argentino, y a fin de ese año hizo un extenso
viaje por las tierras ya “conquistadas”, lo que se reflejó en su obra de 1881
‘Viaje al país d ellos araucanos’.
Acompañó el
proyecto político del roquismo como diputado nacional, queriendo, luego de
finalizar su mandato, postularse como gobernador de Santa Fe, pero Roca no lo
apoyó, ya que Zeballos apuntalaba la candidatura de Bernardo de Irigoyen a la
presidencia en desmedro del candidato oficialista, el cuñado de Don Julio
Argentino, el cordobés Miguel Juárez Celman. Así y todo, se las arregló
Zeballos para renovar como diputado. Al tiempo fue presidente de la Sociedad
Rural Argentina, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y futuro
Canciller. La revolución del ’90 poco lo molestó, ya que seguiría como ministro
de Relaciones Exteriores con Carlos Pellegrini, posteriormente con José
Figueroa Alcorta, y nuevamente presidente de la SRA. Un genuino “hombre de
Estado”.
El general Julio
Argentino Roca, finalmente, impulsor de la “Conquista del desierto”, expedición
armada contra las últimas tribus de la Patagonia, terminó de consolidar el
poder estatal, con el dominio del partido Autonomista Liberal (PAN), generando
en su presidencia, una gran modernización, el incremento de la inmigración
europea y de otras latitudes, un proceso de laicidad que le ganó la pulseada a
la iglesia católica, imponiendo para la ciudadanía el registro, el matrimonio y
los cementerios civiles. El “patriciado” dominó los resortes económicos y
políticos de una época en la que la acción política se restringió a los
sectores de la élite. Roca como primer mandatario, junto al elenco
gubernamental y a los pensadores que lo apoyaban se les llamó la Generación del
’80.
*Licenciado en
Ciencia Política; secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.
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