SAN MARTÍN, PRIMER EXILIADO

 

 

Alejandro Alberto Díaz Bessone

 

Infobae, 10 Oct, 2023

 

Hace unos días tuve la oportunidad de viajar a París y, como admirador de San Martin, me sentí alentado a concurrir nuevamente el edificio de la calle Saint Georges nro. 35. Allí donde el General tenía su casa en esta ciudad capital.

 

En anteriores visitas traté de ingresar al inmueble pero no había podido concretarlo. Ahora, que disponía de tiempo, estaba decidido a esperar a algún morador que me permitiera entrar y así conocer más detalles de la vida del General. Con buen ánimo me paré delante de la puerta de doble hoja donde seguramente San Martin entraba con su carruaje cuando venía de Grand Bourg.

 

Mientras esperaba comencé a relacionar el exilio del Padre de la Patria iniciado aquel 10 de febrero de 1824, con el de tantos argentinos que hoy se ven obligados a partir buscando mejores horizontes.

 

Recordamos que las Provincias Unidas en esa época estaban sumidas en la anarquía, luchas intestinas, latrocinio, pobreza, por mencionar algunas condiciones que lamentablemente persisten hoy impulsado a los jóvenes a salir del País.

 

Con sus 46 años a pesar de los achaques propios de la dura vida en campaña tenía la fortaleza para partir dejando sus amigos, camaradas de armas y también bienes, tales como el Estandarte de Pizarro y su sable corvo, que quedaron guardados en su finca de Mendoza. “Qué dolor debe haber sofocado su corazón”.

 

La distancia suele darnos una visión más estratégica alejada de lo táctico y coyuntural. Desde esa perspectiva se dimensionan mejor las disputas pre electorales, encaramadas por políticos de siempre, carentes de patriotismo y de vocación de servicio, algunos de los cuales llevan 40 años viviendo a costa del estado, y de otros nuevos saturados de egocentrismo que también alientan las desilusiones y falta de esperanza de nuestros jóvenes. Olvidando la esencia de lo que somos, tan bien expresado por Borges: “Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”.

 

Cuando viajamos es casi inevitable hacer uso de esa herramienta básica del conocimiento tan bien señalada por Edgar Morín, la comparación, cuando trata el problema de la complejidad por cierto tan parisina o, más ampliamente, tan francesa. Complejidad que vivió San Martín en la época pos napoleónica.

 

Pese a situaciones sociales complicadas, en este país todavía es posible percibir como se respetan las garantías individuales y las instituciones, la consideración a los demás, la educación de las personas de todas las clases sociales se respira en la calle, a diferencia de nosotros que alimentados por “la grieta” dejamos de ser educados y de respetar al prójimo. Llama la atención la consideración que se tiene por los militares que custodian las estaciones de trenes y objetivos estratégicos. Nosotros, después de 50 años de finalizada la lucha interna armada contra los grupos guerrilleros que pretendían hacer de Argentina una nueva Cuba, estamos juzgando hoy, por venganza, a los que en esa época eran subtenientes y cabos, encarcelándolos a partir de causas armadas con fines deleznables.

 

Mientras esperaba delante de la casa que fuera del Padre de la Patria, vinieron a mi memoria los sentimientos del General que lo llevaron a la decisión de radicarse en Europa. Recordaba una parte de la carta que le escribió a su entrañable amigo Bernardo O’Higgins, donde le expresaba desde Bruselas como extrañaba su querida Mendoza: “Vivo en una casita de campo, a tres cuadras de la ciudad, en compañía de mi hermano Justo; ocupo mis mañanas en la cultura de un pequeño jardín y en mi taller de carpintería; por las tardes salgo a paseo y las noches en la lectura de algunos libros alegres y en papeles públicos; he aquí mi vida. Usted dirá si soy feliz. Sí, amigo mío, verdaderamente lo soy. A pesar de esto ¿me creerá usted, si le aseguro, que mi alma encuentra un vacío que existe en la misma felicidad? ¿Sabe usted cuál es? El de no estar en Mendoza. Usted reirá, hágalo, pero le protesto que prefiero la vida que seguía en mi chacra, a todas las ventajas que presenta la culta Europa y sobre todo este país, que por la libertad de su gobierno y seguridad que en él se goza, le hace un punto de reunión de un inmenso número de extranjeros”.

 

La primera sensación que me da esta inmensa ciudad, es que a pesar del intenso movimiento conserva la paz y el sosiego, ¿será esto lo que llaman seguridad?, la gente camina con tranquilidad, los conflictos que desde ya existen, se viven diferente, no se perciben extremos de pobreza. Seguramente el General lo primero que buscó después de tantos enfrentamientos fue la “tranquilidad” que hoy no existe en nuestro país al igual que cuando él partió. Pensó en las condiciones para la educación de su hija Mercedita, que a similitud de esa época hoy son muy difíciles especialmente para aquellos, cada vez más numerosos, que no pueden pagar una educación privada de calidad. El general, al igual que los padres de ahora, quería lo mejor para su hija y, lamentablemente, nuestro país se lo negaba.

 

Recordaba el valor de la amistad y consideración de Alejandro Aguado que le permitieron comprar la casa que tengo frente a mí cuando el general solía sufrir el olvido de los gobiernos en el envío de las pensiones tan bien merecidas. Cabe aclarar que en la época que San Martín la habitó, solo tenía tres pisos y fue modificada en 1949, luego de la destrucción parcial que provocó un proyectil de obús caído en la segunda guerra mundial y reconstruida a cinco pisos.

 

Indudablemente Aguado lo oriento económicamente y el General pudo superar las estrecheces económicas en un país estable que le permitía pensar en el futuro. En Argentina que difícil resulta planificar la vida, hace décadas que no tenemos estabilidad mientras crece la pobreza a valores indignos de quienes hemos sido beneficiados por la Naturaleza. Después de casi 200 años de la partida del Libertador, ¿Qué decir a los jóvenes para que no se vayan, en un mundo cada vez más globalizado donde los sentimientos patrióticos se ven menguados?

 

Mientras esperaba que alguien abriera la puerta del edificio de la calle Saint Georges, pensaba en lo que me habían dicho en esos días mis amigos franceses, cuando les pregunté cómo veían a mi querido país, y me afirmaban la dificultad para entendernos. Ellos que sufrieron guerras no sólo en Europa, sino también las coloniales como Indochina y Argelia, lo primero que hicieron fue mirar al futuro y dejar de lado el pasado lleno de rencores. Uno decía “Los argentinos son soberbios, se pelean entre ustedes y tienen muchísima corrupción” y otro aportaba “un país rico como el de ustedes sería otra cosa con un gobierno alemán”.

 

Me llamo la atención que dijera un gobierno alemán y no francés y le pregunte porqué alemán, y me contestó “porque tienen mejores jueces y leyes, educación y conciencia nacional que cualquier otro país de Europa. Son capaces de reconstruir lo que fue destruido en el menor tiempo que cualquier otro y son menos corruptos”. Irónicamente pensé que quizás deberíamos votar en las próximas elecciones a algún candidato alemán, pero creo que no hay ninguno en las listas sábana.

 

Finalmente luego de más de una hora salió una señora del edificio y en un sencillo francés le explique lo que hacia allí. Me dijo amablemente que debía buscar a su hijo del colegio pero si esperaba media hora más, me haría pasar, y así lo hice.

 

Mientras aguardaba, recordé que San Martin intento volver al país en 1829, pero ni siquiera desembarcó porque ya existía “la grieta” entre unitarios y federales y, ante esa situación, para evitar ser “usado” por alguno de los bandos en pugna partió nuevamente a Europa. Hoy los argentinos también huyen de “la grieta” que nos deja sin porvenir. Algo mal habremos hecho y hacemos para que en casi 200 años, nada haya cambiado, salvo lo realizado por la generación dorada del 80, con el Grl Roca a la cabeza, hoy hostigado por parte de la “grieta”.

 

Al regresar la señora con su hijo pude pasar. Una profunda emoción me invadió cuando entré al edificio. Me concentré en observar con detenimiento el edificio remodelado. En su planta baja hay un restaurante que ocupa todo el espacio salvo el departamento de portería. Allí en 1835, estaba el depósito de víveres, la cocina y las habitaciones para la servidumbre. En el primer piso vivía la familia San Martin. Hoy en los cuatro pisos del edificio hay departamentos que pertenecen a diferentes dueños, la mayoría de dos dormitorios. Es claro que nada es similar a la época que vivió el General. Una escalera clásica importante muy bien mantenida, un ascensor en ese tiempo inexistente, la construcción conserva su estilo exterior pero que en el interior tienen todo el confort de la actualidad. Pude observar que se mantiene de la época el piso de adoquines de la entrada del edificio, de tres por diez metros aproximadamente y que era donde debía entrar el carruaje del Libertador. En el fondo de ese pasillo largo se veía el pulmón de manzana donde seguramente estarían las caballerizas. El interior del edificio está mejor mantenido que el exterior.

 

Como sabemos el General vivió allí 13 años, sobre todo los inviernos, desde 1835 a 1848, cuando finalmente partió a Boulogne Sur Mer, su última parada.

 

Agradecí a la Sra. su amabilidad y me retiré. Cruce la calle y observé antes de marcharme nuevamente el edificio pensando en lo confortable que habrá sido para nuestro querido General.

 

Abstraído en esos pensamientos me detuve en uno de esos tantos cafecitos franceses donde todos miran a la calle y aproveché para volver a la actualidad conectándome a internet. Allí me entere que el dólar estaba a 800 y subiendo, que aprobaron la reducción del impuesto a las ganancias aunque después venga el infierno, que se forjan nuevas alianzas prebendarias entre quienes supuestamente son adversarios, que el debate de los candidatos fue muy pobre, del “Bandido” de Insaurralde y otras muchas noticias que desalientan hasta al más noble de nuestros ciudadanos.

 

Precisamos un proyecto de vida en común que alimente la esperanza para que el próximo gobierno comience a dar los pasos para iniciar la transformación que necesitamos para que nuestros hijos y nietos no se exilien y tengan un futuro en la Patria por la que lucho y soñó San Martin.

 

*El autor es General retirado del Ejército Argentino

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