en Bariloche es otra inexcusable promoción del
antirroquismo por el Estado y las ong de DDHH
Claudia Peiró
Infobae, 26 Jul,
2023
Es una historia
repetida. Hace tiempo que la figura de Julio Argentina Roca es blanco de
ataques furibondos por personajes que a la vez juran por la Patria.
Ahora, la
iniciativa corre por cuenta de la Intendencia de la ciudad de Bariloche que en
su centro cívico exhibe la estatua ecuestre de Julio A. Roca y que ahora será
removida de allí en el marco de una “refuncioanalización” del lugar. Las mismas
autoridades municipales que no han sabido -o no han querido- proteger el
monumento del constante vandalismo a que es sometido, aseguran ahora que la
escultura de bronce será objeto de una “puesta en valor”. Los eufemismos son la
regla. Sobre las objeciones técnicas a este traslado ya se ha pronunciado
elorfebre Juan Carlos Pallarols. Esperemos que pronto haya quienes formulen las
objeciones políticas e históricas.
Porque la
verdadera motivación de esta iniciativa la expuso el intendente Gustavo
Gennuso. El dirigente, que va por su segundo mandato, es cofundador de un
partido vecinal que integró la alianza plural Juntos Somos Río Negro encabezada
por el gobernado electo, Alberto Weretilneck.
“Los pueblos
originarios se sienten afectados por la presencia de Roca”, fue su explicación,
y el motivo que, dice, lo llevó a buscar “un lugar que no sea tan central para
la mirada de quien va al Centro Cívico, que es utilizado por todos”. Esconder
el monumento, seamos claros.
Con esa finalidad,
la estatua ecuestre, que hoy ocupa el centro de la plaza, será desplazada hacia
una barranca donde será reubicada “en diálogo (sic) con otros monumentos sobre
una línea histórica” que incluirá a Juan Manuel de Rosas y al comerciante Primo
Capraro.
También habría una
forma de homenaje a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo -cuyos pañuelos
blancos fueron pintados hace tiempo en el suelo de piedras alrededor de la
estatua ecuestre de Roca, aunque no hay precisiones de si sería en la barranca
o en la actual ubicación del monumento al dos veces presidente de la Nación.
Lo llamativo es
que el intendente Gennuso, que administró la ciudad tanto bajo la presidencia
de Mauricio Macri como bajo la de Alberto Fernández, y se mostró disconforme
con la forma en que ambos mandatarios actuaron ante los reclamos de las
comunidades mapuches decía: “Los temas hay que abordarlos, si no va creciendo la
bola de nieve”.
La iconoclasia
antirroquista viene siendo promovida desde hace tiempo, incluso con el
frecuente auxilio de los propios ocupantes de las distintas administraciones
nacionales, provinciales o municipales que, en vez de representar al país, actúan
como idiotas útiles de causas contrarias al interés nacional, alentando los
ataques contra el militar que garantizó la pertenencia al territorio argentino
de la vastísima Patagonia, cortando así el riesgo de una mutilación más a lo
que debió ser una Nación aun más extensa.
En abril pasado,
cuando Gennuso adelantó su proyecto de “refuncionalizar la plaza”, no recogió
adhesiones “originarias”. Por el contrario, Orlando Carriqueo, vocero de la
Coordinadora del Parlamento Mapuche-Tehuelche de Río Negro, le espetó: “Sacar
la estatua de Roca no solucionaría el tema de fondo”.
Es más sincero que
Gennuso, porque ¿cuál es el tema de fondo? Deslegitimar la existencia misma de
la Nación Argentina. Según Carriqueo, “nadie puede negar que la estatua de Roca
y las calles que llevan su nombre están cuestionadas fuertemente en la
Argentina”. Y precisó: “Roca ha sido un personaje valorado que en la historia
por la construcción de un Estado, y lo que nosotros estamos cuestionando es esa
construcción del Estado nacionalista”.
Para Carriqueo, no
basta con remover el monumento: “Debe hacerse una revisión de la historia, que,
para nosotros, es muy cercana, porque cuando se habla de la Campaña del
Desierto se piensa que fue hace muchísimo, pero a la Patagonia la incorporaron
al Estado argentino después de aquello, hace ciento cuarenta y cuatro años”,
expuso.
Es decir que, para
contentar a gente como Carriqueo, el intendente se suma a la deslegitimación de
nuestra historia. Pero los mismos destinatarios de su gesto, no se lo
agradecerán, porque “Roma no paga traidores”. Más aún, exigirán más, como él
mismo lo sabía cuando advertía que crecería “la bola de nieve”.
Es justamente lo
que están dejando hacer, cuando no promoviendo, las diferentes administraciones
desde hace varios años.
Difícil de
entender es también el papel de los organismos de derechos humanos que dicen
actuar en nombre de una “generación diezmada”. Salvo que crean que los
desaparecidos tenían como bandera la fragmentación del país, que lucharon por
la deslegitimación de nuestra historia y contra la soberanía del Estado
argentino sobre la totalidad de su territorio. Si permiten que el monumento a
Roca sea removido para dar lugar a un homenaje a los pañuelos blancos ese es el
mensaje que dejarán para la posteridad: que la bandera de los derechos humanos
es una cuña usada para la fragmentación de la Argentina.
Y no sólo por la
dimensión territorial porque la trayectoria de Roca no se limita a eso. Aunque
el anacrónico revisionismo actual intente estigmatizar su figura y encasillarlo
como un exterminador de indios, hace tiempo que la historiografía ha reconocido
el papel de Julio Argentino Roca en la construcción del Estado argentino. Y en su
nacionalización. Los cultores de la Memoria (con mayúsculas) olvidan que fue
Roca quien derrotó definitivamente a la corriente porteña y mitrista –unitaria-
e impuso la federalización de Buenos Aires –sueño de Juan Bautista Alberdi y
tantos otros-, que se convirtió en Capital de todos los argentinos recién en
1880, el año en que él asumió la presidencia. En esa lucha, fue respaldado por
hombres de la talla de Carlos Pellegrini, Dardo Rocha, José Hernández -autor
del Martín Fierro- y su hermano Rafael, Carlos Guido y Spano, Lucio Mansilla,
etcétera. Todos ellos fueron “roquistas”. Y hasta un joven Hipólito Yrigoyen se
alineó con el ejecutor de la Campaña del Desierto.
Pero además fue
durante sus dos mandatos presidenciales no consecutivos que se promulgaron las
leyes que convirtieron a la Argentina en una Nación moderna homologándola al
mundo de entonces: educación pública gratuita, servicio militar obligatorio,
registro civil, moneda única, territorios nacionales.
Roca fue el hombre
que hizo efectiva la autoridad del Estado sobre todo el territorio nacional, un
rasgo indispensable en la construcción de la Nación.
¿Cómo se explica
entonces que su figura sea blanco de escarnio por parte de quienes alardean de
estatismo y de nacionalismo?
En Revolución y
contrarrevolución en la Argentina, el gran historiador y polemista Jorge
Abelardo Ramos, surgido de la llamada izquierda nacional, respondió
magistralmente a los críticos de Roca. Ramos pone la Campaña del Desierto en el
contexto de la época, de una Argentina en el umbral de su desarrollo moderno y
con fronteras todavía no del todo consolidadas: “Las estancias vivían bajo el constante temor del
malón. No había seguridad para los establecimientos de campo. La provincia
misma carecía de límites precisos. En sus confines, a una noche de galope, se
movía la indiada. (…) Toda la estructura agraria del país en proceso de
unificación exigía la eliminación de la frontera móvil nacida en la guerra del
indio, la seguridad para los campos, la soberanía efectiva frente a los
chilenos, la extensión del capitalismo hasta el Río Negro y los Andes. (…) Las
anomalías y fricciones con Chile obedecían en esa época a la presencia de esos
pueblos nómades que atravesaban los valles cordilleranos, alimentaban con
ganado de malón el comercio chileno del sur y suscitaban cuestiones de
cancillería”.
Y, en referencia a
la campaña diseñada por Roca, escribe: “Sería de una exageración deformante
concebir otros métodos para la época. Algunos redentoristas del indio del
desierto derraman lágrimas de cocodrilo sobre su infortunado destino; pero la
‘exterminación’ del indio fue inferior a la liquidación del gauchaje en las
provincias federales. (…) El puritanismo hipócrita de los historiadores pseudo
izquierdistas juzgará más tarde ese reparto de tierras como expresión de una
política ‘oligárquica’. En realidad, la verdadera oligarquía terrateniente, la
de Buenos Aires, ya estaba consolidada desde el régimen enfitéutico de
Rivadavia, que Rosas amplió y que legalizaron los gobiernos posteriores”.
Además, exalta el
otro gran logro roquista: “La federalización de Buenos Aires amputó a la
oligarquía bonaerense la capital usurpada y creó una base nacional de poder. El
principal factor centrífugo de la unidad argentina era aniquilado. Esa victoria
nacional fue obra de la generación del 80″.
Es curioso que
sean estatistas los que más atacan hoy a Roca. Sucede que no son estatistas en
el mismo sentido en el que lo fue la generación roquista. Aquella construyó el
Estado, sus instituciones, impulsó la extensión del alcance de su autoridad, su
gobierno y sus leyes a todo el territorio nacional, y pacificó el país.
El “estatismo”
actual consisten en un manejo arbitrario de los recursos públicos y un
gigantismo de la plantilla de funcionarios, entre otras prácticas clientelares,
a la vez que se incumplen las funciones básicas del Estado: educación,
seguridad, defensa. Por eso no ven contradicción entre declararse “estatistas”
y “nacionalistas” a la vez que atacan a instituciones y protagonistas de la
etapa fundacional del Estado y la Nación.
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