EL ASESINATO DE DORREGO, SUS CAUSAS

 


 

CAUSAS ECONOMICAS Y POLITICAS DEL ASESINATO DE MANUEL CRISPULO DORREGO

 

      Por el Dr. Oscar J. C. Denovi

 

Manuel Dorrego. 1828. Autor anónimo:

“Hombre virtuoso, de una vida privada y pública irreprochable, luchó siempre de frente, con benevolencia y generosidad para sus detractores y adversarios, en el instante supremo del tránsito repitió en tres cartas que ignoraba la causa de su muerte, y sin embargo, siendo indulgente como siempre lo fuera, agregó que perdonaba a sus perseguidores y a todos sus enemigos.

Y mientras desde oscuros y atrancados salones cuatro curas, encabezados por Agüero, apostatando de la fe jurada, impulsaban el asesinato de un hombre, Dorrego, con su alma ante la eternidad, decía a “su querida Angelita”, en un trozo de papel, “que así lo ha querido la providencia divina, en la cual confío en este momento crítico… y suplico a mis amigos que no den un paso alguno en desagravio de lo recibido por mí”, añadiendo en un sobre usado: “Mi vida: Mándame hacer funerales, y que sean sin fausto. Otra prueba que muero en la religión de mis padres” a su vez, a las amables criaturas que eran sus pequeñas hijas les aconsejaba, en un pedazo de papel, que fueran “católicas y virtuosas, que esa religión es la que me consuela en este momento”, y a su amigo Miguel Azcuénaga, “y por Ud. a todos”, concluía diciendo que “en este momento la religión católica es mi único consuelo”.

 

Dorrego murió, pues, como un creyente genuino, en la religión de sus padres, condenado sin recurso por cuatro renegados de la fe de Cristo, y otros más.

 

Así acabó su vida ese prócer de la nacionalidad. Declarado “benemérito de la Patria” en Chile, donde estudiaba derecho, por su actuación en septiembre de 1810. Ascendido a Capitán por la Junta revolucionaria de Santiago, concediéndole un escudo con la leyenda: “Yo salvé la Patria. Chile a sus primeros defensores”.

 

Esforzado, intrépido y de reconocido valor personal. Herido en Nazareno (Alto Perú) en el brazo derecho, por un tiro de fusil, más tarde otro balazo le atravesó el cuello, rompiéndole el esófago, a orillas del río Suipacha. Al frente de su división decidió la victoria en las batallas de Tucumán y Salta. Planificó a pedido de San Martín, en 1814, un sistema de guerrillas de partidarios, que Saravia primero y Güemes después llevarían adelante. Coronel graduado a los veintisiete años de edad, rechazó por tres veces el ascenso al rango de General. Fue expatriado por Pueyrredón a causa de coincidir con Artigas en la defensa del territorio nacional invadido por los portugueses. A su regreso, gobernador y comandante del ejército de Buenos Aires; miembro de la Junta de Representantes, por el voto de los porteños. Diputado al Congreso General Constituyente, defendió los derechos populares y sustentó la organización republicana federal. Brillante orador y periodista. Por segunda vez gobernador y capitán general de Buenos Aires, primer magistrado de la Nación, al encargarle todas las provincias la conducción de los negocios generales de la república, bregó obstinadamente, con la solidaridad de sus amigos, por la unidad rioplatense”.

 

Con esta síntesis de la personalidad y trayectoria de este héroe de la Patria, termina su libro “Dorrego y la unidad rioplatense”, uno de los hombres de más vasto conocimiento de la historia y la política de la Argentina: René Orsi, Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas por unos meses antes de su muerte, de extensa trayectoria en el Pensamiento Nacional, y en el peronismo desde sus primeras épocas.

Bastarían estas palabras finales, para comprender quien fue Dorrego y cual su importancia en la historia de nuestra tierra y de las tierras hermanas que fueron desgajadas de nuestro árbol común. Por lo que mi tarea estaría concluida antes de empezar. Sin embargo hay una interpretación no ventilada suficientemente acerca de los intereses e ideologías que se opusieron a Dorrego, y se ensañaron con él, a modo de escarmiento para quienes pensaban como él, que luego de un tiempo de ostracismo, (dominio del federalismo entre 1829 con el ascenso de Rosas, y 1852 con la derrota nacional de Caseros) volvieron y triunfaron sobre quienes como él tenían las ideas de la grandeza de la Nación Rioplatense, denigrando a todos los que fueron los continuadores de su política.

 

A esos intereses y los hombres que lo sostuvieron nos vamos a referir, para comprender mejor la enorme proyección de su poder, que ahogó en su momento, y ahoga en nuestros días, las pretensiones de orden, libertad y autonomía que la Nación pretendía y pretende.

 

A fines del siglo XVIII, Europa y América del Norte prestaba sobrada atención al sistema político e institucional de una isla casi europea, pero que solo en algunos aspectos tomó los rasgos del continente (Gran Bretaña). Ese sistema institucional, fue siendo parcialmente imitado por la Revolución desatada en su secular rival continental, (Francia) cuyos cambios provocaron finalmente la caída del “ancien régim” monárquico absolutista.

 

Muchas de las ideas desarrolladas en la patria de los sajones fueron adoptadas en la tierra de sus enemigos continentales, dando lugar a una corriente de pensamiento que se difundió en el mundo entero, particularmente donde diversas condiciones influyeron para que se produjeran cambios de importancia.

Así el gobierno dejó de ser una cuestión de un solo hombre, el rey, para pasar a serlo de otro hombre el Primer Ministro, miembro de un cuerpo colegiado (parlamento) en quien se confiaba la formación del gobierno que este hacía con gente de su confianza, de su partido, que compartía mas o menos sus ideas del proyecto político a implementar por su comando.

 

La idea que la ley escrita, podía encarrilar la vida de las sociedades “a priori” y no a posteriori, como la experiencia indicaba y lo sigue indicando, pues la ley -a la que todos deben someterse sin duda- surge de la sabiduría legislativa en la experiencia social de la practica sobre tal o cual aspecto de la vida en sociedad.

 

Las que en el plano económico encandilaron a los pensadores con las ventajas comparativas (Inglaterra “Taller del mundo” el resto, en particular Sudamérica, su “Granja”)

 

Cuando la revolución sudamericana se exterioriza, y entre nosotros lo hace en 1810, lo hace imitando las revoluciones europeas y americanas que la habían precedido. Así fue, porque la inspiración ideológica se planteó en Europa y en América del norte antes que en Europa, pero con ideas del viejo mundo: La burguesía europea enriquecida con el comercio intraeuropeo, pretendía mas poder, y entonces promueve la Revolución que tiene motivaciones sociales y económicas que nada o poco tienen que ver con aquella burguesía promotora, pero que esta utiliza hábilmente para apoderarse de los bienes que le dan el poder, las tierras reales y de la iglesia, en un mundo económico donde el poder de la riqueza se asienta en el dominio de la producción agrícola, por cierto que en el centro de la vieja civilización occidental.

En América, existía  la propiedad realenga formalmente –las grandes extensiones hicieron  imposible un control eficaz para asegurar su intangibilidad, y la Iglesia no procuró masivamente su propiedad, que existió pero en extensiones mucho menores– por lo que el problema del apoderamiento se simplificó, por lo menos desde el punto de vista legal.

 

La Burguesía de los alrededores de la Plaza Mayor, que en el siglo XVIII, desalojó a los descendientes de los pobladores fundantes de la ciudad de la Santísima Trinidad, y cuya riqueza se había labrado con el comercio, pero con una clase especial de su práctica: El Contrabando. Esa parte de la sociedad, “La mas sana de la población”, fue la que impulsó la Revolución y que terminó dominando el proceso de conducción de la imprecisa masa territorial de las Provincias Unidas y su expresión política.

 

Aquel apoderamiento del poder de la Nación –por entonces en ciernes– por la burguesía porteña, que tiene su punto de arranque en el momento histórico que el Cabildo de Buenos Aires sustituye el reglamento de la Junta Conservadora y la disuelve, eligiendo el primer Triunvirato, es desplazado brevemente en 1820 como consecuencia de la batalla de Cepeda y la caída del Directorio. Aquí Dorrego que es gobernador interino y que enfrenta a los Federales del Litoral por una cuestión de defensa del territorio bonaerense, no de oposición de ideas, será reemplazado por Martín Rodríguez que responde al sector social de los comerciantes, unitarios, no tanto por sus ideas, sino por sus intereses fincados en el monopolio del puerto.

 

La burguesía que se había apoderado del poder con el destierro de la Junta Grande (luego Conservadora por su cambio de papel en el gobierno, de Ejecutivo a Legislativo) lo pierde con la caída del Directorio, recupera con Rodríguez y su ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, la conducción, y con ello la garantía de mantener sus negocios de ultramar sobre la base de la creencia dominante del libre intercambio, pingüe ganancia para el puerto del Río de la Plata, pero ruinoso resultado para el interior del país, aun el bonaerense, a pesar de poseer la Capital de lo que había sido el Virreynato.

 

Dorrego, no tendrá mas función política hasta el congreso de 1826, (Pueyrredón lo destierra en 1817 por su coincidencia con Artigas y la propagación de esas ideas desde su periódico) en el que defenderá los derechos de los sectores sociales mas bajos de aquella sociedad, y pondrá al descubierto los negocios funestos de Rivadavia y sus acólitos.

 

Producido el vergonzoso tratado con el Emperador del Brasil por las negociaciones entabladas por el embajador pleniponteciario argentino Manuel García sobre la Banda Oriental, en el mismo se asentaba una paz en la que el Brasil era el claro triunfador, lo que provocó la reacción argentina hasta en los partidarios del Presidente Rivadavia. Este renuncia, y le sucede Vicente López, que en treinta días pone fin a la seudo Presidencia, y convoca a elección de Gobernador para la Provincia, restableciendo el régimen vigente en 1825.

 

La figura rutilante de Manuel Dorrego, por los antecedentes descriptos por el Dr. Orsi, además jefe natural del bando (1) o partido federal, por la defensa de los sectores sociales mas pobres y de los asalariados, y su acendrado patriotismo, gana las elecciones en la Sala de Representantes, organismo elector, y asume el Poder de la Provincia de Buenos Aires. Inmediatamente este acto es respaldado por el Congreso reunido en Santa Fe, con el encargo de las Relaciones Exteriores.

 

Esta rápida designación, era al mismo tiempo resultado del enorme prestigio de  Manuel Dorrego pero a la vez, operaba como  su condena a muerte: Un Federal sentaba sus reales en el símbolo del Poder Unitario, el sillón de gobernador de Buenos Aires. Esto significaba la frustración de los planes de gobierno centralista, compartir el poder con la barbarie según el pensamiento dominante, pero además, poner en riesgo el monopolio económico de Buenos Aires, es decir del negocio casi exclusivo de la burguesía comercial porteña.

 

Dorrego, era esencialmente un republicano, en consecuencia la guerra con Brasil no solo tenía la motivación de la disputa sobre la Banda Oriental, provincia argentina ocupada por los portugueses en 1817 con la anuencia de Pueyrredón, sino la del régimen político que gobernaba en el vecino país, que tenía las mismas características que el de la España de la que nos habíamos independizado. (En 1824 los portugueses dieron la independencia al Brasil, y pusieron a su frente un emperador, Pedro I)

 

Por esas causas deseaba continuar la guerra, en cambio, los unitarios, o mas bien el sector extremista de este bando (Rivadavia y sus secuaces abogaban por un gobierno monárquico, del que el Directorio había sido su antecedente mas próximo) simpatizaban con el sistema político brasileño, y estaban contra la guerra, porque arruinaban o disminuían sus negocios de ultramar.

 

Dorrego, anulado el tratado de paz con Brasil, ordena la prosecución de las acciones, y pone al frente al General Lavalleja.

Las acciones son favorables a nuestras armas, pero pronto los recursos se agotan, y Lord Ponsomby, embajador inglés en Río de Janeiro, aprovechará la angustia financiera argentina para apremiar a Dorrego para hacer la paz.

 

Tal paz satisfacía los intereses de Gran Bretaña, que quería separar la Banda Oriental (provincia Cisplatina para el Brasil) de la Argentina, pero también del Brasil. Así se creaba por el tratado de 1828, la República Oriental del Uruguay, con la garantía de mantener su situación independiente por parte de ambas partes que se habían enfrentado por integrar su territorio a su país. Al conseguirlo, Lord Ponsomby acuño la conocida frase “He introducido un algodón entre dos cristales”.

 

Los unitarios se movieron a raíz de esta paz, con eficacia, explotaron hábilmente la derrota diplomática responsabilizando a Dorrego del resultado.

 

 Distribuyeron esta versión entre la tropa del ejercito que había sido abandonado a su suerte en época de Rivadavia, cuando la escasez de medios ya  había empezado a castigar los abastecimientos de ropa, comida, munición y desde luego la paga a los soldados.

 

Lavalle, Olavarría y otros oficiales habían entrado en la conjura. Llegaron a Buenos Aires el 29 de noviembre, y el 1º de Diciembre se sublevaron, escapándose Dorrego del fuerte por una puerta trasera, yéndose a reunir con las milicias que comandaba Juan Manuel de Rosas, que le aconseja dirigirse a Santa fe a reunirse con Estanislao López.

Dorrego, estaba empeñado en creer en sus antiguos compañeros de armas por lo que hizo caso omiso a los consejos de Rosas, y pese a la situación sumamente desfavorable, intentó reunirse con alguna unidad del ejército, lo que finalmente logra después de separarse de Rosas que se dirigió a Santa Fe, pero dicha unidad que pertenecía a la fuerza que mandaba el General Pacheco, estaba sublevada, y el Coronel Escribano detiene al Coronel del Pueblo, como así lo llamó, entre otros nombres al Gobernador.

 

 Fue el principio del fin.

 

De nada valió la gestión del Almirante Brown, Gobernador sustituto (interino) por ausencia del Gobernador Propietario, el General Lavalle, de salvarle la vida enviándolo a Estados Unidos. Su suerte estaba echada desde aquel día en que había sido electo. El 13 de Diciembre de 1828, enfrentaba el pelotón de fusilamiento a las 15 horas, bajo el inclemente sol de Navarro. Su muerte sirvió de ejemplo a quienes quisieron en épocas posteriores dar un escarmiento similar a quienes continuaron su línea de pensamiento, y sirvió a estos últimos para levantar las banderas de los movimientos nacionales y populares.   

 

(1)             La denominación de partido es impropia tanto para Federales como Unitarios. Si bien había un ideario que unía a los miembros de uno y otro bando, y una comunidad de sentimientos en los miembros de uno y otro, no había una organización en cada uno que diera una unidad organizativa. Por otra parte predominaba el sentimiento, mas pasional en los federales por la Patria, y mas racionalizador en los unitarios por las formas de la cultura. Elementos insuficientes aunque infaltables para encuadrarlos como partidos.

 

 (Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 13 - Diciembre 2009)  

 

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