Josefa Balcarce, nieta de San Martín


Por Juan José Cresto


EL testamento de Josefa Balcarce, nieta de José de San Martín, es considerado un texto de fundamental importancia en relación con la figura del Libertador y con un período de la historia argentina. El documento, que era conocido por los investigadores, estuvo hasta hace poco en manos privadas y se encuentra ahora en el Museo Histórico Nacional

El general San Martín envejecía lentamente en su casa de Grand Bourg. Sus cabellos fueron blanqueándose; sus ojos que se iban apagando por la ceguera, y los variados achaques de su salud, que nunca fue del todo buena, le hicieron temer por su corta familia, constituida por su hija, Mercedes Tomasa San Martín y Escalada; su yerno, Mariano Severo Balcarce, hijo de su camarada de armas, el vencedor de Suipacha, y sus dos nietas, María Mercedes y Josefa Dominga.

Su amigo Aguado, marqués de las Marismas había muerto. San Martín tenía setenta años y vivía de las pensiones militares que cobraba de los países en los que había actuado. El dinero no siempre se recibía con regularidad.

Ese año de 1848, estallaron en distintos lugares de Europa violentos desórdenes sociales, justificados por las pésimas condiciones de vida de los obreros de la Primera Revolución Industrial. Frente a esos acontecimientos, San Martín decidió trasladarse a una localidad alejada de París y poco habitada, que no pudiera ser escenario de conflictos y que tuviera además un clima marítimo más benigno. El lugar elegido fue Boulogne-sur-Mer.

Su mayor preocupación eran sus nietas. María Mercedes, la mayor, había nacido en Buenos Aires, cuando sus padres habían visitado la ciudad en 1833; tenía, por lo tanto, quince años en 1848, cuando se mudaron de casa, y diecisiete cuando el abuelo murió. Josefa Dominga, nacida en Francia el 14 de julio de 1836, tenía apenas doce cuando se trasladaron y catorce cuando falleció San Martín.

Vicisitudes de una familia

El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, la vida del Libertador se apagó. El pequeño funeral pasó inadvertido. Fue enterrado en la cripta de la basílica, Catedral de Notre Dame de Boulogne-sur-Mer, y allí honraron sus restos los primeros visitantes que llegaban desde la lejana América.

Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Mariano Balcarce fue representante de la Confederación Argentina ante Francia. Cuando, después del 11 de septiembre de 1852, la Nación quedó fracturada en dos entidades políticas, pasó a ser representante de la provincia de Buenos Aires. Esto duró hasta el Pacto de San José de Flores, el 11 de noviembre de 1859, por el que la unidad del país quedó restablecida. Terminadas sus funciones como representante, Balcarce se trasladó a la pequeña localidad de Brunoy, cerca de París, donde compró una casa.

Pocos años después, en 1860, su hija mayor, María Mercedes, moría soltera antes de cumplir los 27 años. Sus contritos padres hicieron construir para ella una bóveda en el cementerio de esa villa y, el 21 de noviembre de 1861, trasladaron también allí al abuelo, para honrarlos juntos. Ese mismo año Josefa Dominga contrajo matrimonio con el diplomático mexicano Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, con quien no tuvo descendencia. Mercedes, única hija del Libertador y madre de Josefa, falleció en febrero de 1875; el 20 de febrero de 1885, su esposo supérstite, Mariano Balcarce. Josefa y su esposo quedaron solos en el castillo de Brunoy.

Con los años, se desarrolló en la nieta de San Martín un agudo sentido de solidaridad social. Todos los viajeros que llegaron hasta ella la elogiaron por su manera de ser. Hablaba correctamente el español, que aprendió de sus padres siendo niña, puesto que era el idioma que hablaban en el hogar y conocía al detalle los sucesos de la patria lejana de ellos y de su abuelo, padre de su libertad. El 29 de noviembre de 1904 murió su esposo y quedó viuda y sola, a los sesenta y ocho años. Así habría de vivir aún veinte años más.

Josefa hizo un culto de la memoria de su ilustre abuelo. Ella representaba, entre los argentinos de aquí y los visitantes de allí, el último pedazo vivo de San Martín. Bartolomé Mitre le escribió y juntos entablaron una correspondencia valiosa. Al gran historiador y humanista Josefa le entregó cuanta información poseía acerca del general. Fue una contribución enorme a la primera biografía documentada de San Martín. Cuando, una vez finalizada, Mitre le remitió un ejemplar de la obra, Josefa le dijo en un párrafo de su respuesta: "(...) a estos sentimientos (de aprecio) se agrega toda mi gratitud por el monumento imperecedero que usted ha levando a la memoria de mi abuelo, el general San Martín (...)."

En 1895, Adolfo Carranza, el primer director del Museo Histórico Nacional, le pidió a Josefa Balcarce los objetos y muebles del Libertador para que fueran exhibidos en el repositorio que guardaba -y sigue guardando- los tesoros de la patria lejana. El 30 de mayo de 1899 la anciana dama escribió:

"En vista de todos estos patrióticos empeños que tanto honran la memoria de mi venerado abuelo, he decidido -prescindiendo de mis sentimientos íntimos- conforme lo participo a Ud. por la presente, donar desde ahora al Museo Histórico Nacional no sólo todos los muebles de mi abuelo que conservaba yo religiosamente en el mismo orden que guardaban en su cuarto en vida de él (...)."

Hizo a tal efecto un listado de dichos bienes y un croquis del dormitorio del Libertador, que el Museo ha respetado escrupulosamente en los últimos cien años.

Siendo ya viuda, creó en Brunoy la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada, el 1° de diciembre de 1905, para dar albergue y alimentos a los ancianos de la región, que aún hoy se mantiene, y cuyos miembros honran su memoria. En 1914 estalló la guerra más sangrienta de la historia hasta ese momento. Josefa transformó su casa en "hospital de sangre" y atendió a los heridos que incesantemente llegaban desde el frente de lucha. Un día le avisaron que había llegado un carro con soldados alemanes y le preguntaron si podía pasar. Desde una ventana doña Josefa preguntó: "¿Son ellos heridos? Pues bien, éntrelos."

Al término de la contienda, Francia la condecoró con la Legión de Honor.

La patria soñada
En el testamento hecho de su puño y letra, con rasgos firmes pese a sus ochenta y cuatro años, legó sus bienes en la Argentina, la patria soñada de sus padres, al Patronato de la Infancia. También donó parte de su patrimonio a sus sobrinos, a sus amigos, a sus albaceas. En carta a Florencio Lanús dice: "Que Dios proteja a la querida Francia y a "nuestro" querido país (...)."

Asimismo, concede en otra cláusula la facultad de continuar su obra en Brunoy, después de su muerte, a la sociedad Filantrópica de París, fundada en 1780. Josefa falleció el 17 de abril de 1924.

En el testamento intervino una firma francesa de notarios, la casa Huillier, de París, que fueron escribanos de San Martín y, probablemente, de Aguado. Ese testamento, que se hallaba depositado en el archivo de dicha escribanía y después en el de la familia Dodero Balcarce, le fue entregado al autor de este artículo. Debe exhibirse en el Museo Histórico Nacional que "guarda bajo sus techos todas las glorias argentinas", como se dispuso en el acto de su fundación centenaria. Se lo descubrió en el templete hecho a tal efecto, en la ceremonia del sesquicentenario de la muerte del Libertador el 17 de agosto de 2000.

La calle principal de Brunoy recuerda el nombre de Josefa Balcarce. Nuestro país aún le debe un merecido homenaje.


El autor es doctor en Historia. Fue director del Museo Histórico Nacional.

(Fuente: La Nación, 17-8-01)

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