ROSAS EN EL EXILIO

 

   

EL DESTIERRO DE UN HOMBRE FUERTE DEL RÍO DE LA PLATA

 

Por Frutos Enrique Ortíz

 

(Revista Todo es Historia N° 415, febrero 2002)

 

El 3 de febrero de 1852 terminó una época en el país y comenzó, con titubeos, imprevisiones y desacuerdos, otra completamente distinta.

 

Juan Manuel de Rosas, que en los últimos 20 años había manejado gran parte del país y sus relaciones exteriores —con variadas actitudes amistosas u hostiles frente a las principales potencias del mundo— debió salir de su reducto en Palermo —donde mantenía una labor febril, intensa e ininterrumpida—, ante el inminente enfrentamiento con las fuerzas invasoras adversarias, para comandar personalmente las acciones en Caseros. Es llamativo que quien había abandonado las campañas guerreras desde hacía casi veinte años, asumiera personalmente la total responsabilidad del acontecimiento, como si de pronto hubiera comprendido que el límite entre la acumulación total del poder y el vacío de poder era casi insignificante.

 

ROSAS Y GORE

 

Después de la derrota y herido levemente por una bala en la mano se dirigió a refugiarse en la casa del cónsul inglés, mister Robert Gore, quien era su amigo o al menos se tenían mutua simpatía, según se refleja en la carta que éste enviara a Lord Palmerston desde Montevideo, el 27 de mayo de 1851, y que existe en el archivo de Broadlands, conservado en la Universidad de Southampton (Inglaterra). En la misma, Gore informa así al ministro de Relaciones Exteriores inglés, Lord Palmerston, su primer encuentro con Rosas: “...La misma tarde yo tuve una entrevista con el Gobernador, quien me expresó que se sentía muy gratificado con mi visita a Buenos Aires y me ofreció toda la atención necesaria durante mi estadía. No lo volví a ver hasta la tarde anterior a mi partida, el 27 de abril, él había expresado el deseo de encontrarse conmigo antes que abandonase Buenos Aires. Yo estuve con él alrededor de dos horas, durante ese tiempo conversó sobre varios tópicos de política tanto europea como también americana.

 

“El habló en los más altos términos de la política extranjera de su Señoría y lamentó que el gobierno de Francia no hubiese seguido el mismo camino en lo que concierne a los negocios del Plata.

 

“El aprobó intensamente la forma franca y decorosa con que el almirante Le Prédour condujo las negociaciones en este Río, pero habló con gran desprecio de las vacilaciones del Gobierno Francés y su aliada, la Asamblea Nacional, a los que consideró como un conjunto de hombres locos y que era un desatino darle a ellos el poder de ratificar o rechazar el tratado.

 

“Del Brasil habló con gran disgusto de su conducta respecto a esta cuestión y expresó mucho desdén de este país como Nación. Ligeramente aludió a Justo José de Urquiza, pero sólo como una persona engañada por aduladores que lo llevan a pensar sobre su talentot consumado y las formas de administrar su gobierno.

 

“El entonces estalló en un discurso furioso contra el Papa, con quien él abusó en términos desmedidos, él me preguntó a mí que es lo que el Papa pretendía para atreverse a interferir con las autoridades soberanas de las fuerzas extranjeras y manipular una nación de religión diferente. Él dijo ‘Yo soy un gobernador Apostólico Católico, no un Romano’

 

Continuó largamente de esta manera, así que yo sólo con la mayor dificultad, pude seguirlo, Su Señoría debe saber que él es un actor consumado y hablaba caminando hacia arriba y hacia abajo en la habitación, a veces se detenía y hablaba cuchicheando.

 

“Él puede usar el lenguaje y gestos de la mayor cortesía, por lo que después me pidió perdón por no haber tenido el dominio que siempre tiene cuando habla frente a extranjeros, pero aunque él dijo 'yo apenas lo conozco a Ud. Yo quiero aparecer ante Ud. como un amigo, su conducta ha sido tan franca, tan correcta y totalmente desinteresada que después de la terminación de la misión de Gore Gross por mucho tiempo se escuchará este nombre’.

 

“Yo me siento muy gratificado con la entrevista con este hombre extraordinario, en términos de perfecta familiaridad y se requiere certeza en el conocimiento de los hechos para asegurar que él es la persona sedienta de sangre que dicen que es.”

 

Si no fue por amistad, Gore procedió con el tecnicismo y la prudencia indispensables para evacuar con la mayor seguridad a tan importante personaje, apetecido por las distintas fuerzas adversarías ubicadas tanto en tierra como en el río. Todo el operativo se hizo con las directivas y supervisión del almirante Henderson, comandante en jefe de las Fuerzas de Mar británicas, ubicadas en el Atlántico Sur, desde el Brasil hasta el Cabo de Buena Esperanza.

 

Esa misma noche abordaron el Locust (1), donde estuvieron pocas horas, tanto es así que en el diario de a bordo del mismo no figura el evento.

 

HACIA INGLATERRA

 

Al arribo de Rosas la tripulación estaba de duelo, ese día habían arrojado en las aguas del Río de La Plata el cuerpo de Payme, segundo capitán del barco, muerto por una bala perdida mientras presenciaba a distancia, la batalla de Caseros.

 

El día 4 de febrero a la madrugada, Rosas y su comitiva (25 personas en total) trasbordaron al Centaur (2) donde permanecieron hasta el día 10 del mismo mes, en una tensa espera registrada en el diario de a bordo, provocada por las naves de diversas nacionalidades que pasaban cerca del mismo y por movimientos de fuerzas navales que desembarcaban en Buenos Aires para custodiar los bienes de los extranjeros residentes en esa ciudad y que desplegaban sus propios armamentos.

 

El día 10 de febrero los asilados fueron trasbordados al Conflict (3).

 

Con este último traslado y en un barco de guerra que imponía respeto por su potencial de fuego — que durante los días de espera estuvo cargando comestibles y combustible para la larga travesía— Rosas y su comitiva (más reducida que la del primer día) partieron para Inglaterra. Después de tocar los puertos en Bahía e Irlanda, desembarcaron en Plymouth, el 26 de abril de 1852.

 

Conviene señalar que después de la caída de Rosas las fuerzas navales extranjeras reunidas en el Río de la Plata se desconcentraron.

 

PENSAR EL EXILIO

 

Con respecto a la expatriación de Rosas hay varios puntos que son difíciles de interpretar: el primero, la razón por la cual Rosas no previó la posible derrota de Caseros, con la consiguiente necesidad de tener dinero y otros recursos en el extranjero. El segundo por qué Rosas eligió a Southampton para instalarse; y el tercero, la casi absoluta falta de informes registrada en la historia local de esta ciudad durante su estadía en la misma.

 

Cuesta aceptar cómo a un hombre tan rígidamente ordenado como Rosas y con veinte años de experiencia en la enmarañada trama política de nuestro país y los consiguientes manejos administrativos a que obligaba la misma, así como los acontecimientos históricos que se fueron sucediendo en los últimos años de su gobierno, con la defección de su más importante aliado, Justo José de Urquiza, y la concentración de poderosas fuerzas enemigas, no lo hayan inducido a prever la peor de las alternativas y tomar las medidas para asegurar su bienestar en el extranjero. Rosas poseía una fortuna importante, amasada honestamente, y tenía vínculos con las principales potencias extranjeras como para hacer las transacciones con un sólido banco tradicional de alguna de las mismas, que le asegurara una renta honorable de por vida.

 

Más tarde lo lamentaría, pero ¿por qué no lo hizo en el momento oportuno? ¿Fue por poseer una absoluta confianza para derrotar a sus enemigos o por tener un obstinado amor propio que le impedía defraudar a sus aliados y amigos con una actitud no solidaria? O tal vez por confiar en que quienes lo pudieran reemplazar en el gobierno —particularmente el general Urquiza— iban a respetar sus bienes y permitirle su libre uso. Es muy probable que en esta última posibilidad haya depositado Rosas su esperanza ante una posible derrota, sin considerar que el azar también juega sus cartas en el curso de la historia.

 

COMO ERA SOUTHAMPTON

 

Southampton era una ciudad portuaria desde la época de los romanos, con un puerto de aguas profundas que daba al Canal de la Mancha, extraordinariamente protegido por la isla de Wight, que se halla frente al mismo. También es conveniente recordar que veintidós años antes de la llegada de Rosas se había inaugurado la línea férrea que comunicaba a ésta con Londres, distante a 128 kilómetros de allí y que, por la misma época (1827), Robert Wilson, ingeniero británico, había inventado la hélice de propulsión que permitió la fabricación de buques comerciales y de guerra transatlánticos impulsados por máquinas de vapor. El buque a vapor, el tren a Londres y el puerto natural de aguas profundas hicieron que Southampton experimentara una explosión vertiginosa en sus actividades comerciales y demográficas.

 

La población de Southampton era de 8.000 habitantes en 1801, de 36.000 en el año 1851 y registró 47.000 en el censo de 1861.

 

En la época en que arribó Rosas, la ciudad antigua amurallada estaba recorrida, como en la actualidad, por una calle principal, High Street, con una puerta al sur que daba al mar: Watergate, y unas diez cuadras al norte otra puerta y hermoso monumento, el Bargate, que aún es punto de referencia geográfico. Pasando el mismo, la ciudad ya se había extendido hacia el norte, con elegantes barrios residenciales.

 

Más allá de estos barrios había una gran extensión de bosques y campiña, con una treintena de casas señoriales, algunas de más de un siglo de antigüedad, pertenecientes a aristócratas, políticos y poderosos comerciantes; 13 kilómetros hacia el noroeste, en Romsey, se encuentra aún Broadlands, residencia donde nació en 1784, Lord Parlmerston, con quien Rosas había mantenido contactos durante su gobierno y habría cultivado su amistad durante su estadía en Southampton.

 

El extenso bosque, conocido entonces y en la actualidad como el “Common”, está compuesto por tierras pertenecientes al municipio y eran y son de uso común de los habitantes del lugar. En aquella época había bosques, praderas, arbustos, algunos espacios destinados a plantaciones y abundaban los animales silvestres. Los días festivos concurrían familias de Southampton en carruajes, cabalgaduras o de a pie para efectuar pícnics y entretenerse allí. También existía en éste paraje un hipódromo en el que dos veces por año se efectuaban carreras que atraían a gran cantidad de público de la ciudad y lugares vecinos, los que concurrían en vistosos carruajes. Esos días, aristócratas, funcionarios y empleados se confundían en una fiesta común, la ciudad suspendía la actividad en los muelles para que los obreros con sus familiares pudieran asistir al evento. Entre las carreras y después del picnic, la gente jugaba y danzaba. En la zona al sur del “Common”, y cercano a la ciudad, se encontraba el cementerio, actualmente clausurado y en el que estuvo enterrado Rosas por más de cien años.

 

El progreso principal de la ciudad se debió a la transformación de Southampton en un puerto estratégico. Por las razones antes señaladas, se construyeron grandes muelles y se instalaron en la ciudad poderosas compañías navieras comerciales que comunicaban a Inglaterra con el continente europeo, Asia, América del Norte y América del Sur. El ferrocarril terminaba en la vecindad de los muelles. Al aumentar los negocios de la ciudad y la población hubo un importante auge de la construcción, se abrieron calles nuevas y se construyó un importante hospital: el Royal South Hants Hospital.

 

El clima de Southampton es uno de los más agradables de Inglaterra. Edwin Wing, en un completo estudio efectuado en 1848, consideró que era la ciudad ideal para enfermos de tuberculosis, con trastornos circulatorios en los miembros y de enfermedades digestivas, recomendándolo para inválidos o convalecientes. Lo acompañó de una frondosa estadística, donde destacaba que en el año 1847 la mortalidad en la isla de Wight, y de Southampton, había sido la menor de Inglaterra.

 

¿POR QUE SOUTHAMPTON?

 

Algunos autores han observado que Day, el comandante del Locus, que había nacido en Southampton, habría recomendado esa ciudad para vivir, hecho que puede ser verídico, pero como Rosas estuvo pocas horas en ese barco y sin duda alguna en un estado de gran tensión, es más probable que no haya tratado el tema en ese momento, más bien en los dos meses y medio que duró la travesía hasta Inglaterra, debe haber tenido más oportunidades para considerarlo con diferentes integrantes de la tripulación, quienes le podrían haber sugerido el lugar.

 

Por otro lado, analizando el motivo de la elección bajo la óptica de la situación que vivía Rosas, frente a un futuro incierto que debe haber abierto al mismo diversas expectativas, Southampton tenía las bondades de encontrarse estratégicamente ubicado a escasas horas de Londres, la ciudad más grande del mundo en ese momento. Además en la cercanía estaba la casa solariega de Lord Palmerston, cuyo papel como secretario de Relaciones Exteriores le brindaba posibilidades de influir en el destino político y comercial de diversas ciudades del orbe, condición que Rosas podría aprovechar.

 

Asimismo, era el lugar mejor ubicado para comunicarse con Sudamérica. Si esta especulación fue o no verdadera no lo sabremos, pero tampoco sabía Rosas que después de abandonar su país y haberse acomodado en el mismo los límites internos y de las naciones vecinas, la flota inglesa, en 1854, iba a concurrir en pleno al Báltico para asistir en la guerra de Crimea, conjuntamente con la flota aliada francesa para dirimir renovados intereses comerciales, territoriales y de soberanías. Allí se encontraron nuevamente el Locust, el Centaur y el Conflict, los tres barcos que intervinieron para el transporte de Rosas a Inglaterra.

 

¿Podría ser que Rosas se hubiera instalado en Southampton por razones religiosas? En esta ciudad existía una importante colectividad católica debido a dos acontecimientos importantes ocurridos durante los 60 años previos. El primero, la Revolución Francesa, con gran cantidad de exiliados católicos, muchos de ellos arribaron a Inglaterra por Southampton; en el año 1796 había en la ciudad cuarenta sacerdotes franceses católicos. Algunos años después se produjo en Irlanda “el desastre de la patata”, con gran mortandad de personas por hambre, situación que llevó a una emigración masiva que condujo a que muchos obreros y sus familias, casi todos católicos, se instalaran en Southampton, donde había una gran oferta de trabajo motivada por la construcción de los muelles. St. Joseph's Church, la primera iglesia católica de la localidad y la más tradicional, fue fundada el 30 de octubre de 1830, se calcula que en el año 1859 había en Southampton una colectividad católica de aproximadamente 1.200 personas.

 

Creo que es mucho menos probable que el hecho de ser la ciudad más saludable de Inglaterra, de acuerdo a los informes señalados anteriormente, haya motivado a Rosas su destino.

 

ROSAS Y SUS RECURSOS

 

Está perfectamente documentado que Rosas abandonó el país con el dinero que tenía disponible en ese momento en su mansión de Palermo, y que lo llevó su hija Manuelita a la casa del cónsul inglés antes de partir hacia el Locust, por lo que debió solicitar asilo y traslado gratuitos para él y sus acompañantes hasta Inglaterra.

 

De la correspondencia enviada por el almirante Henderson al Ministerio de Asuntos Exteriores de Inglaterra se desprende que éste gestionó ante el Tesoro Público los fondos necesarios para pagar los gastos de viaje de los refugiados y el giro de las órdenes de tesorería correspondientes.

 

En los archivos del Almirantazgo Británico están registrados los siguientes reembolsos efectuados para saldar los gastos de Rosas y sus acompañantes durante el viaje: para el Conflict 481,76 libras, al Centaur 147,37 libras y para el Locust 2,5 libras, éstas últimas correspondientes a la atención médica de uno de los refugiados (don Gonzalo).

 

Por orden del almirante Henderson el general Juan Manuel de Rosas, su hija Manuela, su hijo Juan con su esposa y su nieto Juan Manuel, viajaron en camarote. Luis Rosas (sirviente), Pedro Espeleta (sirviente), el brigadier general don Pascual Echagüe, el coronel Gerónimo Costa y Manuel Fabre, viajaron en habitación de huéspedes.

 

Llegados a Southampton la familia Rosas se instaló en los hoteles Windsor y Dolphin. De este último, que aún permanece funcionando, he recogido de la guía de correos de 1859 las siguientes referencias: “Se encontrará que combina confort con economía, junto con las ventajas de ser punto de llegada y salida de ómnibus desde y para las estaciones de ferrocarril, buques de vapor, muelle y embarcadero. Baños calientes, fríos y de lluvia. Licencia postal por disposición de Su Majestad. Carruajes privados por día, semana o mayor tiempo, servicios fúnebres, etc.”

 

La angustiante situación económica de Rosas desapareció después de que Urquiza levantó la confiscación sobre sus bienes y vendió la estancia San Martín, por la que recibió 100.000 pesos fuertes, una verdadera fortuna. Manuelita Rosas y Máximo Terrero contrajeron enlace el 23 de octubre de 7852 en la iglesia católica antes citada.

 

Después de recuperar parte de sus bienes, Rosas adquirió una propiedad en Carlton Crescents, frente a Rockstone Place

 

Compuesta su situación económica, Rosas se instaló en Carlton Crescents, una calle ligeramente encurvada, enfrente a la cual hay una plazuela, Rockstone Place (“place” se denomina a todos los barrios residenciales). Casi todas las casas de esta calle poseían tres pisos y subsuelo. Tenían entrada para carruajes, cochera y un pequeño jardín en el fondo. Este barrio residencial se encontraba en la ciudad nueva, fuera de los muros de la ciudad antigua, a unas quince cuadras del  Bargate y lindando en uno de sus extremos con Above Bar Street que era la continuación extramuros de High Street, la calle principal de la ciudad vieja, entonces la “calle más limpia del reino” y sobre la cual se encuentra ubicado el hotel Dolphin.

 

La casa que habitó Rosas era una de las más lindas del barrio y como casi todas, de estilo regente, perteneció al reverendo J. Methuen y en el censo de 1851 figuraba como vacía, sólo estaban los caseros para cuidarla.

 

Una de las casas de esta calle, la número 4, tiene una placa que consigna que “Chinesse” Gordon, el héroe de Khartoum, que vivió entre 1833 y 1855, habitó en ella.

 

Como veremos más adelante, razones económicas llevaron a Rosas, años después, a mudarse a un establecimiento rural para explotarlo comercialmente. Esto, aunque no significaba la pobreza absoluta, colocaba al mismo, que siempre había vivido con holgura, en una posición de estrechez que para el gran personaje que había sido le significó una situación dolorosa, que en forma obsesiva y reiterada señaló en su copiosa correspondencia.

 

EN LA FARM

 

Rosas se habría mudado definitivamente a Burgess Farm Street en 1865. Leonard, en su libro sobre las calles de Southampton, explica que Street deriva del romano straía y Burgess Street significa “senda de caminadores viajeros”, lo que sugiere que en aquella época era muy solitaria. Además esa calle marcaba el límite del municipio de Southampton. La granja de Rosas se ubicaba fuera del límite, era una propiedad de alrededor de 400 acres que pertenecía a los Fleming, familia tradicional que habitaba en el lugar desde el reinado de los Plantagenet, ocurrido entre los siglos XIl y XV.

 

Desde entonces, varios miembros de esta familia fueron alcaldes de la ciudad. Todo este lugar, cuando Rosas se trasladó allí, era zona de bosques y praderas perteneciente a lo que se denominaba el Distrito de Chilworth. A poca distancia hacia el este de la granja se encontraba una de las mansiones de los Fleming, South Stoneham House, y más al norte la otra, North Stoneham House. En una carta enviada a Josefa Gómez, su confidente de Buenos Aires, en 1866, le escribe que en el "palacio” de la tierra que tiene arrendada no vive nadie, se debe referir a una de estas dos residencias.

 

El padre de Fleming que alquiló a Rosas (John Fleming) murió en su yacht, en 1844, en el puerto de Pireus, Atenas, y ya en esa época la familia tenía dificultades económicas, por lo que las tierras y parques que tenían para cazar ciervos fueron arrendados a Rosas y otras personas.

 

Toda esta zona era el límite del “Common” y la comisión de límites de 1835 la fijó como fin del municipio. La vieja carretera romana pasaba a unas quince cuadras al oeste, en un terreno ondulado por colinas suaves, cubierto de praderas y bosques, en los que abundaba la caza.

 

La belleza de las tierras públicas vecinas a Rosas era atractiva por sus bosques y animales silvestres, por lo que mucha gente iba allí de paseo o a cazar, había varias posadas y mesones que cerraban entre las 10 y 11 de la noche.

 

Lindante al oeste de la granja de Rosas estaba la familia Crabbe, muy conocida en el lugar por su generosidad, habiendo donado una de las salas del hospital mencionado anteriormente. El jefe de la familia en la época de Rosas era el coronel Crabbe, que desplegaba una intensa actividad social y era descendiente de un militar famoso con ese apellido; para llegar a su propiedad desde la ciudad, debía pasar por un sendero que atravesaba la granja de Rosas. En Burgess Farm Street Rosas vivió hasta el día de su muerte.

 

SUS AMIGOS

 

De las constancias que quedan a través de su correspondencia o sus testamentos, hay cuatro personas con las que Rosas debe haber cultivado o mantenido relaciones amistosas. Sólo con dos tuvo trato íntimo: el padre Mount y el doctor Wiblin. Las otras fueron el reverendo Cox y Lord Palmerston.

 

Cuando Rosas llegó a Southampton, el párroco era el reverendo E. Cox y lo fue hasta el año 1856, en que falleció. Rosas lo cita en algún documento, entre ellos en una carta que escribió a su amigo Roxas y Patrón, donde le dice que todas las noches reza frente a una imagen a semejanza de Dios que le regaló el “inglés canónigo Dignidad Honorable Doctor Cox”. (4)

 

El reverendo Robert Mount, que había nacido en 1805, se formó en Valladolid, lo que le permitió conocer perfectamente el idioma español, razón por la cual debe haber sido un excelente interlocutor para el general Rosas. Se hizo cargo de la iglesia en 1856 y a partir de ese momento la misma fue considerada como una de las más renombradas del sur de Inglaterra. Tenía fama de ser muy irascible en su vida privada. Falleció en el año 1886.

 

Poco se sabe del doctor John Wiblin, sólo que vivía en Marlen Place N° 73, donde figuraba como cirujano. Había tenido una destacada actuación en el Consejo General de Salud que se reunió en enero de 1850 para hacer un examen sanitario exhaustivo del municipio de Southampton para determinar las causas que habían provocado la epidemia de cólera que había padecido la ciudad y que produjo 239 muertes. De los informes volcados en el documento publicado al efecto, Wiblin señaló como causantes la falta de riego en las calles, el hacinamiento de gente en hoteles y casas de huéspedes la suciedad en las calles, la gran cantidad de basura que no era retirada oportunamente, la existencia de numerosos criaderos de cerdos, mataderos no higiénicos y falta de ventilación en las casas humildes. Para reforzar todo esto presentó una detallada estadística de los lugares donde hubo más cólera: en los barrios obreros, los lugares confinados y las casas de familias pobres. En Carlton Crescent, donde más tarde viviera Rosas hubo una sola muerte, Broadlands, donde residía periódicamente Palmerston, únicamente dos. Wiblin había diagnosticado conjuntamente con su colega Oke, el primer caso de cólera, el 17 de junio de 1849.

 

En su testamento Rosas le reconoce a Wiblin servicios prestados, los que estima en 200 libras, previo descuento de la manutención de los caballos de éste, que el ex caudillo le proveía.

 

El cuarto personaje que figura entre las relaciones de Rosas en Southampton es Lord Palmerston, a quien cita reiteradamente en su correspondencia o ante sus visitantes, aunque es de suponer que su trato debe haber sido muy limitado, teniendo en cuenta las importantes tareas que éste desarrollaba entonces como primer ministro de Inglaterra.

 

LAS DOLENCIAS DEL DICTADOR

 

Aunque su hija Manuelita reiteraba en toda la correspondencia enviada a sus amigas en Buenos Aires que Rosas gozaba de una excelente salud, ha quedado demostrado que en su vida al menos tuvo tres sufrimientos importantes: el primero de ellos la litiasis vesical que le produjo periódicamente severos trastornos con retenciones agudas de orina que obligaron a su amigo y médico de confianza en Buenos Aires, el doctor Santiago Lepper, a efectuarle extracciones instrumentales en varias oportunidades, culminando con una intervención quirúrgica que realizara el doctor Teodoro Álvarez, en la que se le evacuaron varios cálculos de la vejiga, aún conservados y que exámenes casi actuales demostraron que son de ácido úrico puro. Hay constancia de su padecimiento gotoso en Inglaterra; como es sabido, tanto la litiasis urinaria como la gota pueden ser producidas por una alimentación casi exclusiva a base de carnes rojas. Llama la atención que, estando en Inglaterra no recidivara el padecimiento litiásico, o que casi con toda seguridad se debió al cambio de hábito alimentario.

 

La repatriación de los restos de Rosas obligó a cambiar los mismos de ataúd, debido al mal estado de conservación del primitivo y a la caja de plomo de gran tamaño que pesaba 400 kilogramos.

 

Durante el cambio se observó que del cadáver sólo quedaba la parte ósea, cayendo de su cráneo, al efectuar los movimientos, una dentadura postiza superior completa, la que probablemente fue confeccionada en Inglaterra y que debía usar en forma permanente, lo que sugiere la existencia de un tratamiento odontológico posiblemente prolongado. (5)

 

ROSAS EN LA HISTORIA DE SOUTHAMPTON.

 

Es notoria la escasa publicidad que hubo de las actividades de un personaje tan importante como había sido Rosas, durante su residencia en Southampton.

 

De los 25 años que vivió en esa ciudad podríamos decir que pasó por tres etapas fundamentales. La primera, de holgura económica. La rápida confiscación de todos sus bienes, levantada pocos meses después por Urquiza, lo que le produjo una suma cuantiosa de dinero que le posibilitó vivir cómodamente en una mansión, acorde con su nivel social en un lugar aristocrático. Es de suponer que dos pensamientos deben haber sustentado esta conducta en ese momento: el primero, que sus bienes no serían confiscados nuevamente y, segundo, la posibilidad de su regreso al país; en caso contrario hubiese actuado distintamente, como más tarde escribiera, refiriéndose a Urquiza, en una carta enviada a Federico Terrero, donde le dice: “Que yo en su caso (Urquiza) reduciría a dinero mis propiedades y las pondría en un banco de Inglaterra para vivir de su renta, en el posible sosiego con mi familia”.

 

La segunda etapa se produce desde la nueva confiscación de sus bienes y declaración de su persona como “reo de lesa patria”, producida el 28 de julio de 1857. Desde entonces hasta 1870, Rosas reaccionó luchando enérgicamente por sus derechos. Tres personajes importantes habrían alentado sus afanes reivindicatorios, al menos para el uso de sus propiedades, con los que se trató repetidamente el tema. Pero, para su desgracia, en 1865 falleció Lord Palmerston, con el que mantenía la esperanza de beneficiarse con la influencia de su poder político. El mismo año murió asesinado el general Urquiza, que también lo ayudaba económicamente y era uno de los hombres de mayor peso en la política Argentina.

 

PODER, DINERO Y PATRIA

 

En la vida de los hombres hay tres pérdidas trascendentes: la pérdida del poder, la pérdida económica y la pérdida de la patria. Rosas hizo conciencia que había perdido definitivamente las tres entre los años 1865 a 1870. Así, en la última etapa de su vida el exiliado voluntario se resignó a vivir como un desterrado desposeído.

 

Distintas publicaciones recogidas en diversos momentos, confirman lo antes escrito. El 29 de enero de 1853 en el periódico Hampshire Independiente hay un artículo que dice: “El General Rosas obsequió a F. W. Nives, peluquero de Bernard Street, que lo atendió desde su llegada a Southampton, una palangana para afeitar de plata en la que estaba grabada la siguiente inscripción: 'Obsequiada por su Excelencia General de Rosas a F. W. Nives en testimonio de su consideración. Southampton, 25 de diciembre de 1852”.

 

La nota periodística se acompañaba de una carta de Rosas en la que le explicaba que dicha palangana de afeitar lo había acompañado en todas sus campañas en la Argentina.

 

Algunos años después donó los bancos de St. Joseph's Church, y una galería de la iglesia, con lo que hubo un enojoso desentendimiento. Rosas había dado las indicaciones para su confección a su amigo, el párroco Robert Mount, al que dispensó la total confianza para que contratara los servicios de carpintería. Como los trabajos realizados no fueron del gusto del general Rosas, de acuerdo con las instrucciones que había dado oportunamente, debieron efectuarse modificaciones, lo que significó pagar un sobreprecio de 300 a 400 libras esterlinas, incidente que llevó a su enojo y posterior resolución de no hacer ninguna otra donación para la iglesia.

 

En el año 1993 estuve visitando la iglesia en Bugle Street 48, donde fui recibido por el padre Ray Lyons y el canónigo Nicholas Francis. El primero me dijo que los bancos de la iglesia eran los mismos que había donado Rosas. Estuve buscando, con un ayudante del párroco en los archivos dela iglesia, el registro del casamiento del Manuelita Rosas y Máximo Terrero y curiosamente en ese año no figuran los casamientos realizados. Pasamos al registro de muertes en la iglesia y también hay un espacio en blanco que va desde el 24 de junio de 1866 hasta el 26 de enero de 1885, por lo que tampoco está el registro de la muerte de Rosas.

 

Francis J. Montgomery, colaborador del The Hampshire Advertiser en la década del '30 y que había conocido a Rosas en su niñez, hizo dos referencias sobre el caudillo, en una de ellas dice: “Todos los muchachos de mi edad sentíamos miedo al verlo, por los cuentos de numerosas veces recorriendo su granja, vigilando el trabajo de sus hombres. El viajaba en uno de esos carros americanos que parecen consistir en un solo asiento con dos grandes ruedas, estaba tirado por dos mulas. Usaba un gran sombrero y estaba envuelto en una capa. Generalmente tenía una escopeta cruzada sobre sus rodillas. De cualquier manera él era un buen patrón”.

 

En el mismo artículo describe la visita que hizo Garibaldi a Southampton en el año 1864, donde fue homenajeado con una gran fiesta cívica como el libertador de

 

Italia. Una multitud acompañó a Garibaldi hasta la casa del señor George Brinton, donde se hospedó y en la que en la actualidad, como testimonio, existe una placa conmemorativa. Garibaldi usaba camisa roja y fue tan impactante su arribo y estadía en la comunidad, que la juventud lo tomó como modelo y puso de moda por un tiempo el uso de la camisa roja.

 

Montgomery señala en su artículo que Garibaldi en su juventud fue el jefe de las fuerzas italianas que lucharon en Uruguay contra Rosas y agrega: “La historia que circuló entonces ampliamente y que yo escuché frecuentemente fue que Garibaldi amenazó vengar alguna de sus actuaciones cuando se encontrase con él y que Rosas había desaparecido y se había escondido durante la estadía del libertador en la ciudad”.

 

SUS RELACIONES Y VIDA FAMILIAR

 

Por su personalidad y parangonando sus escasas salidas durante su largo gobierno en la Argentina, pareciera que Rosas intercambió con su vecindario las estrictas relaciones que le imponían las necesidades cotidianas, sin haber manejado otras amistades que las ya citadas. En los primeros años viajaba periódicamente a Londres, donde tenía entrevistas con el señor Dickson, poderoso comerciante con casa sucursal en Buenos Aires. Bastante fluida fue la comunicación que mantenía con su hija Manuelita, a juzgar por la correspondencia de la misma y a la que en alguna oportunidad visitaba en Londres. Ella, por otro lado, pasaba tres o cuatro semanas todos los años, con su esposo e hijos, en la granja de Rosas. Habitualmente ellos iban de vacaciones a Weymouth, acogedora playa del sur de Inglaterra, no lejos de Southampton y de regreso visitaban a Rosas. Ha quedado registrado en diversas cartas que el padre y sus familiares disfrutaban plenamente la temporada pasada juntos en la quinta.

 

Por lo que Rosas consigna en su correspondencia, su hábito de vida era levantarse temprano, atender los trabajos de la granja, al mediodía descansar y luego trabajar hasta las 16:00 6 17:00 horas, encerrándose más tarde en su habitación, donde leía o escribía durar varias horas o repasaba y clasificaba la extensa y voluminosa documentación relacionada con su gobierno, que se había llevado con él al dejar la Argentina.

 

LAS CARTAS

 

Observando la correspondencia mantenida con Roxas y Patrón, con Josefa Gómez, con Terrero y con algunas otras amistades de la Argentina, se puede deducir que su vida giraba alrededor de sus penurias económicas, sus consideraciones sobre los acontecimientos políticos que vivía la República Argentina y su familia. En un par de oportunidades habló de sus trabajos en la granja, donde había introducido el cultivo del zapallo, nuevo en Inglaterra y la fabricación del dulce de leche. En otras tantas describió un incendio ocurrido en la lechería y los perjuicios consiguientes y, también, en alguna oportunidad detalló los atractivos de la región donde vivía.

 

Su larga correspondencia pone de manifiesto su carácter detallista, perfeccionista, minucioso y reiterativo, recordando una y otra vez el valor documental de sus papeles, su desesperada situación económica y sus necesidades.

 

Los importantes acontecimientos sucedidos durante sus veinticinco años de estadía, como son el descubrimiento de la estatua de Palmerston en 1869, la epidemia de cólera en 1866, la epidemia de viruela en 1871, el funeral del reverendo Adkins —el más grande que vio Southampton—, diversos conflictos políticos locales, la exposición de agricultura de 1873, la recepción del doctor Livingstone, el gran explorador de África en 1874 y otros de menos relevancia, parecen no haber existido para Rosas.

 

Si recorremos la guía de correos desde 1855 hasta 1877, la que se publicaba cada dos años, observaremos desde la primera fecha hasta 1865, que Rosas aparece viviendo en Carlton Crescents, Rockstone House, con el título de general; en las publicaciones de 1859, 1861, y 1863 le han puesto el nombre de “Manuel” de Rosas, luego no figura hasta el año 1871, donde aparece sin título como Rosas “Emanuel”, granjero (farmer), domiciliado en Burgess Street Farm Swaythling. En 1874 figura como general “John” Manuel Rosas, Burgess Street Farm Highfield.

 

En su famoso testamento vuelven a manifestarse esas particularidades de su carácter y a través del mismo su interés de dejar sentado sus concepciones sobre la religión, la política y la medicina, y señala que éstas han sido consignadas en tres manuscritos (que nunca fueron hallados), de cuya existencia algunos autores dudan. A diferencia de ellos, yo creo que los escribió, por las siguientes razones: tanto con el reverendo Mount como con el doctor Wiblin, durante muchos años debe haber mantenido prolongadas conversaciones sobre religión o medicina.

 

Además, de la lectura de la carta de Gore, mencionada al principio, recogemos su cuestionamiento a la política papal, así como sus diferencias con los jesuitas.

 

Por otra parte, de su correspondencia con Roxas y Patrón, se desprende que en alguna oportunidad consultó con médicos ingleses sobre enfermedades de familiares de su amigo, así como también le aconsejó medicamentos caseros con seguridad y soltura. Ambos personajes, amigos de Rosas, habrían actuado como verdaderos asesores en sus respectivas áreas. Además seguía cercanamente, los acontecimientos políticos argentinos y mundiales, lo que sumado a su experiencia como gobernante lo hacían un profundo conocedor de lo que estaba ocurriendo.

 

También Rosas demostró toda su vida ser un hombre reflexivo, que elaboraba detalladamente todas sus ideas y las dejaba frecuentemente escritas, por lo que, así como escribió Instrucciones para los mayordomos de estancias y la Gramática y Diccionario de lengua Pampa, mucho después publicados en nuestro país, estimo que debe aceptarse que también escribió sus manuscritos sobre política, religión y medicina.

 

SU MUERTE

 

En el mes de marzo de 1877, a los 84 años de edad, haciendo los trabajos de la granja, sufrió un enfriamiento que le provocó una neumonía. El doctor Wiblin, previendo la gravedad de la afección, le envió un telegrama a su hija Manuelita que vivía en las afueras de Londres, el día 12. Ella arribó a la granja pocas horas después de recibirlo. Debido a esta enfermedad, como era habitual en los viejos en la era pre-antibiótica, falleció el 14 de marzo.

 

El Southampton Times, del 17 de marzo, comunica la muerte del general Rosas resumiendo su biografía en forma medida y respetable y recogiendo en pocas líneas las actividades que realizó durante los 25 años que vivió en esa ciudad, así como las actividades de su yerno y nietos en Londres, señalando la generosidad que demostró con la comunidad en los diez primeros años, mientras tuvo bienestar económico. La conducta rígida que mantenía con sus empleados, lo que no impedía que los mismos le tuvieran respeto y reconocimiento por la forma justa y honorable con que los recompensaba y algunos otros detalles que hacían un análisis medido de su persona.

 

Pocos días después, el 24 de marzo, el mismo periódico hizo una crónica del entierro de Rosas en el Cementerio de Southampton, previo viaje de su domicilio en la granja hasta la capilla católica romana de Bugle Street, donde se hizo una sencilla ceremonia familiar con el párroco reemplazante de su amigo el reverendo Mount, que se hallaba en el continente en ese momento. Tras el responso, el ataúd fue colocado en un coche fúnebre y trasladado al cementerio, acompañado por dos coches de la funeraria y el carruaje del doctor Wiblin.

 

En los coches iban Manuelita, el doctor Wiblin, el señor Fleming, abogado de Londres, el reverendo padre Gabriel, que había hecho la ceremonia religiosa y el barón de Lagatinerie, capitán del Estado Mayor, asignado al Estado Mayor General del Segundo Cuerpo de la Armada de Amiens. En la comunicación periodística figura como “sobrino del muerto”, el mismo había venido expresamente de Francia y estaba casado con “Eduardita” García, quién era hija de Eduarda Mansilla de García, sobrina de Rosas. Los nietos de Rosas lo acompañaron a caballo.

 

En otra parte del mismo periódico aparece una nota dirigida al editor, titulada “El último ex dictador Rosas” y comienza con las siguientes palabras: “Yo he leído en algún lado sobre un niño inteligente que al pasar con su padre por un cementerio fue sorprendido por los epitafios de las tumbas que señalaban las excelentes cualidades de aquellos que estaban allí enterrados. Papá, preguntó el niño mirándolo a la cara, ¿dónde están enterrados los hombres malos?, aquí no hay ninguno”.

 

 

NOTAS

 

1. El Locust era un barco a vapor de la Marina británica que estuvo en servicio desde 1843 hasta 1856, tenía tres cañones y 160 caballos de fuerza. Entre los años 1851 y 1854 estuvo destinado a la costa sudeste de América, siendo su comandante George Fiott Day, nacido en Southampton en 1820, quien ya conocía nuestros mares porque en 1835 había naufragado en la Patagonia. La nave primero estuvo asignada a la costa de Brasil y desde 1851 cumplía tareas en los ríos de La Plata, Paraná, Uruguay y Paraguay. Fue el primer buque de guerra a vapor que visitó Asunción.

 

2. El Centaur fue un barco de guerra a vapor construido en Portsmouth en 1843 y desarmado en Plymouth en 1864, con una potencia de 540 caballos de fuerza, que portaba seis cañones y que desde 1851 estaba asignado a la costa sudeste americana. El comandante del mismo era Robert J. Jenner, quien había entrado en la Marina en 1826 y fue nombrado comandante en 1847. En este viaje a Inglaterra fue acompañado como segundo comandante por Robert J. Jenner.

 

3. Se trataba de un barco a vapor de guerra construido en Pembroke en 1846, vendido en 1863, también asignado a la costa sudeste americana. Portaba ocho cañones y tenía una potencia de 400 caballos de fuerza. Después de llevar a Rosas a Inglaterra no regresó a América. Su capitán era Edward St. Leger Cannon, quien había ingresado a la Marina en 1816.

 

4. Según consta en la historia de St. Joseph's Church (Iglesia de San José), el mismo era un erudito alemán de gran reputación que tradujo la historia de la Iglesia de Dollinger, lo que le provocó más de un inconveniente, puesto que Dollinger se oponía al dogma de la infalibilidad papal.

 

5. Ver en Todo es Historia N° 308, el articulo “Los dientes de Rosas”, de León Tenenbaum.

 

 

 

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