¿ROCA Y SARMIENTO RACISTAS?

 


Rosendo Fraga

Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

Infobae, 14 de Junio de 2021

 

Las desafortunadas declaraciones del Presidente sobre que los mexicanos vienen de los indios, los brasileños de la selva y los argentinos de los barcos, no han generado en el exterior sólo críticas a él: también se han publicado cuestionamientos al país.

 

Por ejemplo, una nota reciente de The New York Times sostiene que “la frase del presidente respecto al origen étnico de la sociedad argentina, lleva a reflexionar sobre la arraigada negación de las raíces mestizas y afrodescendientes de su gente”. Agrega: “Pasó otra vez”. “Un líder político argentino hizo un comentario considerado racista al repetir lo que para un sector importante de la sociedad es un mantra: que los argentinos son europeos, a diferencia del resto de América Latina”. Para fundamentar esta afirmación, el New York Times recurre a la historia, caracterizando a Domingo Faustino Sarmiento y Julio A. Roca como “líderes racistas” y en la política contemporánea cita frases de distintos presidentes para reafirmar esta tesis.

 

La realidad es que Argentina es un país mestizo como el resto de América Latina, pero en menor proporción. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires presentado en tiempos recientes, da cuenta que el 48% de los argentinos tiene sangre indígena, aunque sea en escasa proporción. Con menor porcentaje se registra un fenómeno análogo con el origen afro.

 

Comenzando por la historia, la Argentina fue pionera en la política de abolición de la esclavitud. Tres años antes de la independencia, en 1813, la Asamblea, que tenía la función legislativa, declaró la “libertad de vientres”, es decir que todos los hijos de los esclavos nacían libres a partir de esa fecha. Al mismo tiempo, se eliminó “la mita, encomienda y yanaconazgo”, que era el sistema de trabajo obligatorio al cual eran sometidos los indígenas. Fueron dos pasos concretos en función de la igualdad, adoptados más de medio siglo antes de que la esclavitud fuese abolida mediante una sangrienta guerra civil de tres años en Estados Unidos, y de que en Brasil finalizara en 1888.

 

A mediados del siglo XIX, se registraban en el Ejército dos generales y cinco coroneles que eran afroargentinos, y lo mismo sucedía con varios legisladores en la provincia de Buenos Aires. Aunque puede ser caracterizado como un fenómeno de transculturización, los caciques indígenas en la segunda mitad del siglo XIX tenían grados militares y utilizaban los uniformes de las fuerzas nacionales.

 

Argentina tuvo entre finales de dicho siglo y comienzos del XX, la mayor inmigración europea con relación a su población originaria. Como sucedía en Estados Unidos, quienes arribaban provenían en su gran mayoría de los estratos más desfavorecidos. Fue el caso de italianos, polacos e irlandeses en Estados Unidos y de españoles e italianos en el caso argentino. A comienzos de ese siglo, la mitad de la población de la Ciudad de Buenos Aires -la capital del país y su ciudad más poblada- había nacido en Europa.

 

En ese contexto, puede argumentarse que en las relaciones sociales se daban de hecho situaciones de discriminación, pero nunca las hubo desde el inicio del país, hace ya 211 años, en el plano normativo, y tampoco se establecieron para el derecho al voto desde el punto de vista racial.

 

El ataque a Sarmiento como racista es cuanto menos injusto. Fue un hombre polifacético y con una personalidad polémica, pero un líder indiscutido respecto a la modernización del país. Sus obras completas ocupan 52 tomos. En una obra escrita de esta envergadura a lo largo de una vida, y en los avatares de los conflictos políticos en los que participaba activamente, siempre se podrán extraer frases sacadas de contexto para construir una teoría interpretativa. Lo cierto es que fue presidente durante 6 años en la Argentina, de 1868 a 1874, y claramente realizó una política de ampliación de la educación hacia los sectores populares, sin discriminación alguna.

 

En cuanto al racismo de Julio A. Roca, tampoco tiene justificación. Como presidente, que lo fue 12 años con dos períodos intermedios, nunca desarrolló políticas discriminatorias. Su Ley de Educación Universal, Gratuita, Obligatoria y Laica no contenía discriminación alguna, como tampoco la tenía su Reforma Electoral de 1902.

 

En cuanto al supuesto genocidio que habría cometido, las cifras son precisas. En su campaña de ocupación de los territorios del sur hasta el Río Negro, para extender la frontera bajo jurisdicción del estado nacional, mueren 1.100 indios “de pelea” sobre una población total del país de 2 millones de habitantes. Cabe mencionar que una cuarta parte de las fuerzas nacionales eran indígenas.

 

En 1914 asumió la presidencia Victorino de la Plaza, un mestizo hijo de madre indígena, situación que no le impidió ser varias veces ministro, legislador y por un prolongado periodo representante diplomático de la Argentina en Gran Bretaña. Era el momento de mayor afluencia de inmigración europea.

 

La tesis de la “Argentina europea” a veces se ha planteado en nuestro país en forma un tanto arbitraria. Sin duda es uno de los países de América -o el país- que ha tenido más inmigración europea de acuerdo a su población, pero ello no ha estado vinculado a políticas racistas.

 

La tesis de la Argentina europea es fuerte en la ciudad-puerto de Buenos Aires, la capital del país -que es el 9% de su población total-, pero se va debilitando en el resto del territorio, sobre todo en la frontera norte.

 

La desafortunada declaración del presidente quizás se explique porque es un porteño, es decir, un representante de ese lugar de la Argentina donde el origen europeo es sin duda mayoritario. Los porteños suelen ser arrogantes, dentro y fuera del país, y en ellos subyace un cierto aire de superioridad respecto al interior del país.

 

Eso puede estar revelando la declaración de Alberto Fernández, pero en modo alguno pueden ser consideradas la expresión de un “país racista”.

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