Antonio
Caponnetto
Hoy
la ciudad acampa en su ribera,
el
viento del sudeste empuja al río,
trazando
orillas que no son de agua.
Albión
está encallada en un estuario
que
la cartografía de los mares
da
por perdido al sur, ignoto y frío.
Sopla
el invierno su canción helada,
rastro
del mediodía, racha dura,
aire
que no perdona al forastero.
Hoy
es el día en la ciudad signada.
Bofarrul
arengaba a los Miñones,
Juan
Gutiérrez plegaba su velamen,
el
polvorín de Alzaga está inquieto
y
las anclas del bárbaro navío
yacen
hundidas en la tierra infértil.
Los
riachos del Tigre o San Isidro,
la
Chacarita de los Colegiales,
o
en Luján, los Corrales o en Olivos,
donde
pasa Liniers todos lo aclaman
El
ultimátum ya arribó hasta el Fuerte,
la
mirada de Beresford se apaga:
“¿Cómo
han llegado allí, de las orillas,
armados
de trabucos antañones?
¿Quiénes
son estos hombres de a caballo,
de
a pie, de a puño limpio,o poncho al brazo?
¿De
qué cuartel salen mujeres, chicos,
viejos,
caudillos,veteranos, frailes,
en
qué Academia las terrazas lanzan
aceite
hirviendo, piedras o guijarros?
¿Qué
táctica es aquella de facones,
de
relinchos,caronas y cabestros?
¿Cuándo
enseñó el Liceo entre sus aulas
que
una reja es puñal o carabina,
cuándo
se vio el repique de badajos
animando
el coraje de plegarias?”
A
bayoneta y paso de carrera
otra
vez Bofarrul se abre camino
entre dos centenares de
invasores.
Y
Liniers en vanguardia, sable enhiesto,
en
las calles, la plaza, la recova,
en
el pórtico antiguo del santuario,
multiplicando
esfuerzos y victorias.
Tres
balas condecoran su uniforme,
él
escucha un clamor: “¡avance, avance!”
Su
nombre y su destino eran Santiago.
Las
murallas del Fuerte por asalto,
el
puente levadizo que se tumba,
el
mástil rojo y gualda, nuevamente,
desfila
la derrota, silenciosa.
Hoy
es el día en la ciudad signada,
un
día medieval, templario, andante.
Santa
María de la Reconquista
se
llama desde entonces Buenos Aires.
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