Discurso





 Del Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano 
Grl Br (VGM) Diego Alejandro Soria
en el Acto de Homenaje al Padre de la Patria
el 17 de Agosto de 2012

En este 17 de agosto, en todos los rincones de nuestra patria los argentinos nos congregamos nuevamente para rendir homenaje al compatriota más grande de la historia, en el día dedicado por la Nación a recordar su figura en el aniversario de su entrada en la inmortalidad.

Este año tenemos un motivo especial para honrar al Padre de la Patria, porque se cumplió el bicentenario de su regreso a su tierra natal, hecho trascendental para el desarrollo del proceso de la emancipación nacional y sudamericana.

San Martín, militar de carrera por vocación, se incorporó siendo un niño al ejército de la Madre Patria, en cuyas filas luchó por sus derechos y su libertad. Pero cuando ya con la jerarquía de teniente coronel se enteró de la Revolución de Mayo, dejó todo para ponerse al servicio de la causa de la independencia. Es conveniente tener siempre presentes las palabras con las que explicó su decisión: “Supe la revolución en mi país y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a su libertad”.

Fue San Martín el gran propulsor de la declaración de la independencia y con su plan estratégico continental, que cristalizó en la campaña de los Andes, llevó los principios de la Revolución de Mayo a los países hermanos, a los que emancipó en su gesta libertadora.

El general San Martín es un arquetipo del soldado. Fue un militar competente, formado en el ejército español, en el que se hacía un culto del valor, del honor, del cumplimiento del deber y de la caballerosidad, y en el que adquirió una vasta experiencia en combate.

San Martín llegó a Buenos Aires en marzo de 1812 y ofreció sus servicios al gobierno, que le encomendó la creación de un escuadrón de caballería. El gran biógrafo del héroe, el general Bartolomé Mitre escribió: “El primer escuadrón de Granaderos a Caballo fue la escuela rudimentaria en que se educó una generación de héroes. En este molde se vació un nuevo tipo de soldado animado de un nuevo espíritu…, empezando por un regimiento para crear el tipo de un ejército y el nervio de una situación. Bajo una disciplina austera que no anonadaba la energía individual, y más bien la retemplaba, formó San Martín soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos por el deber y les inculcó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible, y es el secreto de vencer”.

Las páginas más brillantes de la carrera de San Martín son las de la organización y ejecución de la campaña de los Andes. Movilizó todos los recursos humanos y materiales de Cuyo para formar el Ejército de los Andes y lo hizo sin desatender el gobierno. Esa fuerza debía afrontar un desafío inmenso: cruzar la cordillera y vencer a los realistas en Chile. San Martín formó y dirigió personalmente la instrucción de su ejército y adoptó todas las previsiones para realizar una campaña ejemplar. Le prestó particular atención a dos campos de la conducción completamente descuidados en la época: los que hoy llamamos logística e inteligencia.

Solo su sólida formación militar y su capacidad como conductor le permitieron a San Martín desarrollar con éxito la campaña de los Andes, cruzando la cordillera en tres semanas a un costo muy pequeño, y derrotar al enemigo en la batalla de Chacabuco, dando de ese modo la independencia a Chile.

La organización y conducción de la expedición libertadora al Perú confirman sus condiciones.

Algo en lo que sobresalió netamente el Libertador fue en su liderazgo, basado en su ejemplo personal por su vida austera, su valor en combate demostrado suficientemente en San Lorenzo y Chacabuco, su rectitud, justicia y magnanimidad porque era severo en el mando, pero sabía perdonar, y por la preocupación por el personal a sus órdenes, desde velar por sus condiciones de vida y escuchar al simple soldado que quisiera hablar con él, hasta evitar en lo posible el combate; para él sus hombres no fueron nunca carne de cañón.

Pero aunque San Martín fue fundamentalmente militar, las circunstancias lo llevaron a ejercer el gobierno en Cuyo y después en Perú, y allí se mostró como un gran estadista.

Un aspecto al que le prestó especial atención fue el de la educación. En diferentes ocasiones expresó: “La educación forma el espíritu de los hombres. La naturaleza, el genio….”. “… Esos tiernos retoños, dirigidos por una mano maestra, formarán algún día una Nación, culta, libre y gloriosa”… “Sin educación no hay sociedad. Y los hombres que carecen de ella pueden muy bien vivir reunidos, pero sin conocer la extensión de sus deberes y derechos que los ligan, en cuya reciprocidad consiste su bienestar”.

Entre las medidas dictadas durante su gobierno en el Perú podemos mencionar:

La libertad de los hijos de esclavos nacidos a partir del día de la independencia, con los mismos derechos que el resto de los ciudadanos.

La abolición del tributo que pagaban al gobierno del Rey y los servicios personales a que eran obligados los indígenas.

Aseguró la independencia del poder judicial y el correcto funcionamiento de los tribunales.

Estableció la libertad de imprenta expresando en el primer artículo del correspondiente decreto que todo individuo podía publicar libremente sus pensamientos sobre cualquier materia, sin estar sujeto a ninguna previa censura, aprobación o revisión.

También previó la pena de muerte para los funcionarios corruptos.

Y como nexo entre su desempeño como militar y estadista, encontramos su desobediencia cuando no cumple la orden del Director Supremo de empeñar su ejército contra los caudillos federales del litoral, para ser fiel a su promesa de no desenvainar su sable contra sus compatriotas por razones políticas, así como sus gestiones ante los mismos caudillos para terminar con los enfrentamientos intestinos.

Generoso y fraterno, abrazó la causa americana con el único objetivo de redimir pueblos y respetar sus decisiones al recuperar su soberanía. Y si para ello debió enfrentar a una monarquía española que había perdido el rumbo histórico, lo hizo sin que eso significara romper con la sangre que le venía de sus mayores ni con la tradición. Y al hacer la guerra, la empeñó limitándola en sus efectos destructores, realizándola con la sumisión de la espada a la inteligencia.

Este San Martín es el modelo, el ejemplo que los argentinos podemos ofrecer al mundo y no resulta difícil hacerlo porque para ello no es preciso ocultar nada ni justificar actitudes o situaciones poco edificantes.

Quiero terminar estas palabras repitiendo lo que expresara el gran educador José Manuel Estrada sobre el Padre de la Patria:

"Fue grande en las fatigas marciales y en el fragor de los combates; pero no lo admiréis sobre su pedestal guerrero de pendones debelados y rotos atambores. Es más grande en aquel día, cuyo igual no ha vuelto a brillar para la América, en que abdica ante los representantes del Perú el poder de que le invistieran el prestigio de su nombre y la gratitud de los pueblos. Es más grande cuando niega su espada a la guerra civil y su pecho a la ambición. Es más grande, cuando en la víspera de la última lid cede a Bolívar el último laurel. Es más grande, en fin, por sus inmolaciones patrióticas, por su elevación moral, por la virtud de vencerse a si mismo, y perderlo todo por la Patria, menos su gloria por ser nuestra”.

Grl. Br. VGM D. Alejandro Soria

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