Hugo R. Martin (Gerente de Comunicación Cnea Córdoba)
Hace 200 años, al Padre de la Patria no se le hubiera ocurrido pensar que la ciencia y la tecnología nucleares le brindarían un servicio. Aunque pequeño comparado con los que él brindó a la patria, el estudio metalográfico para verificar la autenticidad del histórico sable corvo que usó en su campaña libertadora permitió la continuidad de su voluntad testamentaria y la preservación de un arma que jamás fue desenvainada en contra de sus compatriotas.
La espada que usó el general José de San Martín durante toda su vida fue adquirida en Londres en 1811. El entonces teniente coronel de Caballería eligió en ese momento un sable usado, corvo, probablemente de origen persa y claramente revelador del espíritu que animaba al futuro Libertador de América en la empresa que pensaba llevar adelante.
El arma es un fiel reflejo de su personalidad, ya que se caracteriza por sus líneas severas y por su sencillez. Tanto la empuñadura como la vaina carecen de laminados de oro, arabescos y piedras preciosas, como era habitual entre las jerarquías militares y de la nobleza. Cuando decidió retirarse a su exilio voluntario en Europa, el sable quedó en Mendoza bajo custodia de una familia amiga, hasta que años más tarde, a su pedido, fue llevado a Boulogne sur Mer, donde permaneció hasta su muerte, el 17 de agosto de 1850.
Voluntad testamentaria. En su testamento, San Martín pidió que el sable fuera entregado a Juan Manuel de Rosas. “Como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla”, decía.
Años después, a la muerte de Rosas y siguiendo también instrucciones testamentarias, el sable pasó por distintos poseedores hasta que fue donado al Museo Histórico Nacional en 1897. Allí permanecería hasta 1963, cuando un grupo de militantes de la Juventud Peronista decidió robarlo, como golpe de efecto contra el régimen militar. Al año siguiente, fue recuperado y devuelto al Museo luego de una investigación en la que intervinieron varios organismos científicos para confirmar su autenticidad.
El papel de la Cnea.
En la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea) se realizaron los exámenes radiográficos y metalográficos, observándose que ante el ataque con reactivos aparecían bandas claras y oscuras, lo que puso en evidencia una característica del sable ignorada: la hoja correspondía a un acero de Damasco.
No se ha encontrado hasta el momento información alguna que permita dilucidar las razones por las cuales la hoja fue pulida. Una posible explicación sería que, para limpiar el arma o remover alguna formación de óxido incipiente, una zona de la hoja fue pulida, lo que produjo una zona brillante y generó contrastes en el aspecto del arma. Para eliminar ese detalle estético, probablemente toda la hoja debió ser pulida y no pudo luego ser restituida a su estado original porque la técnica de ataque químico no era conocida en Occidente en esa época. En consecuencia, el descubrimiento del damasquinado fue un elemento decisivo para saber que era el sable corvo.
Cuando se analiza la conveniencia de desarrollar actividades científicas y tecnológicas nucleares, se desconoce su efecto multiplicador sobre otras áreas del quehacer nacional. Los conocimientos, las metodologías y los recursos humanos calificados contribuyen en forma indirecta a resolver cuestiones no necesariamente nucleares, como en este caso, pero que representan una ganancia adicional al desarrollo científico, tecnológico y nuclear.
La Voz del Interior, 17-8-11
Hace 200 años, al Padre de la Patria no se le hubiera ocurrido pensar que la ciencia y la tecnología nucleares le brindarían un servicio. Aunque pequeño comparado con los que él brindó a la patria, el estudio metalográfico para verificar la autenticidad del histórico sable corvo que usó en su campaña libertadora permitió la continuidad de su voluntad testamentaria y la preservación de un arma que jamás fue desenvainada en contra de sus compatriotas.
La espada que usó el general José de San Martín durante toda su vida fue adquirida en Londres en 1811. El entonces teniente coronel de Caballería eligió en ese momento un sable usado, corvo, probablemente de origen persa y claramente revelador del espíritu que animaba al futuro Libertador de América en la empresa que pensaba llevar adelante.
El arma es un fiel reflejo de su personalidad, ya que se caracteriza por sus líneas severas y por su sencillez. Tanto la empuñadura como la vaina carecen de laminados de oro, arabescos y piedras preciosas, como era habitual entre las jerarquías militares y de la nobleza. Cuando decidió retirarse a su exilio voluntario en Europa, el sable quedó en Mendoza bajo custodia de una familia amiga, hasta que años más tarde, a su pedido, fue llevado a Boulogne sur Mer, donde permaneció hasta su muerte, el 17 de agosto de 1850.
Voluntad testamentaria. En su testamento, San Martín pidió que el sable fuera entregado a Juan Manuel de Rosas. “Como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla”, decía.
Años después, a la muerte de Rosas y siguiendo también instrucciones testamentarias, el sable pasó por distintos poseedores hasta que fue donado al Museo Histórico Nacional en 1897. Allí permanecería hasta 1963, cuando un grupo de militantes de la Juventud Peronista decidió robarlo, como golpe de efecto contra el régimen militar. Al año siguiente, fue recuperado y devuelto al Museo luego de una investigación en la que intervinieron varios organismos científicos para confirmar su autenticidad.
El papel de la Cnea.
En la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea) se realizaron los exámenes radiográficos y metalográficos, observándose que ante el ataque con reactivos aparecían bandas claras y oscuras, lo que puso en evidencia una característica del sable ignorada: la hoja correspondía a un acero de Damasco.
No se ha encontrado hasta el momento información alguna que permita dilucidar las razones por las cuales la hoja fue pulida. Una posible explicación sería que, para limpiar el arma o remover alguna formación de óxido incipiente, una zona de la hoja fue pulida, lo que produjo una zona brillante y generó contrastes en el aspecto del arma. Para eliminar ese detalle estético, probablemente toda la hoja debió ser pulida y no pudo luego ser restituida a su estado original porque la técnica de ataque químico no era conocida en Occidente en esa época. En consecuencia, el descubrimiento del damasquinado fue un elemento decisivo para saber que era el sable corvo.
Cuando se analiza la conveniencia de desarrollar actividades científicas y tecnológicas nucleares, se desconoce su efecto multiplicador sobre otras áreas del quehacer nacional. Los conocimientos, las metodologías y los recursos humanos calificados contribuyen en forma indirecta a resolver cuestiones no necesariamente nucleares, como en este caso, pero que representan una ganancia adicional al desarrollo científico, tecnológico y nuclear.
La Voz del Interior, 17-8-11
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