Leopoldo Lugones
Con arrebato de horda va el corcel formidable.
Enredado a sus crines ruge el viento de Dios.
Sobre el bosque de hierro vibra en llamas un sable
Que divide a lo lejos el firmamento en dos.
La montaña congénere donde el cóndor empluja,
Sonreída de aurora despertó a ese tropel
De Patria, y la simétrica marea ungió en la espuma
De un brindis gigantesco los flancos del corcel.
La tierra devorada por los cascos, se abisma
En el tremendo vértigo que arrastra aquel alud.
Y el Himno natal surge del trueno con la misma
Voz que estalló en clarines en los campos del Sud.
¡Tufo de potro; aroma de sangre; olor de gloria!
La hueste bebe el triunfo cual sublime alcohol,
Y la muerte despliega sobre su trayectoria,
Acabada la tierra, la mar de luz del sol.
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