[Extractado de: Carlos A. Guzmán (La Plata) sobre los "Tres Amigos del Libertador en la Época de su Ostracismo"]
En su introducción destaca que, al honrar a nuestros próceres, deben también recordarse los colaboradores y amigos que permitieron la realización de "los planes trazados por los grandes capitanes de la Historia".
Esta recordación se refiere a los que en el sentido estricto de la palabra, no fueron "colaboradores" sino más bien "sus buenos amigos, los que aliviaron horas difíciles ante la indiferencia de los contemporáneos y dieron a compartir algo de lo que poseían, a veces simples honores y distinciones... reconocimientos que en nuestra flaqueza humana, alivia el dolor del alma".
En el período del exilio (desde 1824), los amigos fueron elogiados por San Martín, tiempo aquel "cuando no hay nada para repartir y sólo podía prodigar sus consejos, su hombría de bien y en algún caso, su buena palabra". Estos tres hombres: Alejandro María Aguado (español), James Duff (inglés) y Adolph Gérard (francés), tendieron sus manos abiertas al Libertador en sus días aciagos y casi son desconocidos para los argentinos. Resumimos las múltiples referencias que nos presenta este autor con la finalidad de "sacarle del olvido y así pagar una vieja deuda de gratitud".
Compañero de armas
Comenzando por A. Aguado, San Martín le recuerda en una carta como "un antiguo compañero de armas... en la guerra de la península". Nacido en Sevilla, muy joven ingresó al ejército y según los estudiosos se habrían encontrado con San Martín en el bloqueo del Campo de Gibraltar (luego de 1802) y más tarde, en el Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor donde servía San Martín y que se distinguiera en las luchas contra las invasiones napoleónicas. Aguado se radicó mas tarde en París, dedicándose a la actividad comercial y llegando a tener una sólida fortuna. Con ella ayudó varias veces al tesoro español y Fernando VII le dio el título de Marqués de las Marismas del Guadalquivir. Además fue un conocido mecenas de artistas y escritores.
Al llegar San Martín a Francia (1830), se reencontró en forma casual con el ex camarada de armas. En la finca de Grand Bourg, consagrado a sus nietas, recordará en varias correspondencias su relación con Aguado. Así a O'Higgins, a su amigo Zenteno en Chile, a Guillermo Miller, expresando constantemente su agradecimiento al "bienhechor", con su generosidad, diciendo "soy deudor de no haber muerto en un hospital, de resulta de mi larga enfermedad". Antes de morir (en 1842) Aguado le nombró a San Martín "albacea testamentario", legándole parte de sus joyas y dinero. Este gesto no será olvidado por San Martín: "el amigo que acabo de perder, que lo había cubierto de la indigencia".
En Buenos Aires, una calle de Palermo Chico y una estatua, son los testimonios del reconocimiento argentino hacia el noble español, llamado "El Bienhechor".
El pasaporte y el rol de Duff
James Duff, el otro amigo, es poco mencionado. Su estirpe comienza con los primeros reyes de Escocia, heredando el título de Conde de Fife. Incorporado al ejército, en España luchó contra la invasión napoleónica, iniciando en esta guerra la amistad con San Martín. Fue designado Grande de España y ascendido a General.
Cuando en 1811, San Martín obtiene su retiro del ejército español para lograr "la libertad de su tierra nativa", fue a Londres a "la Gran Reunión de Patriotas Americanos" y precisando un pasaporte, la tradición señala a Duff como el gestor de dicho certificado, difícil de lograr en ese momento. Desde que San Martín llegó al Río de la Plata en 1812, la relación entre ambos continúa en forma epistolar, destacándose la carta de Duff en 1817, felicitando a San Martín por la Victoria de Chacabuco y la respuesta de nuestro Héroe con su habitual modestia, agradeciendo las congratulaciones.
Al alejarse de América (1824) el Libertador llegará a Inglaterra con su pequeña hija Mercedes y Duff le acompaña y agasaja: lo lleva al Condado de Bauff en Escocia, siendo designado "ciudadano honorario de esa ciudad", acontecimiento que está bien documentado. Con emocionados términos, Duff le despide al trasladarse San Martín a Bélgica y ésta fue tal vez, la última carta entre ambos.
Muy querido y notable en Escocia, Duff supo vislumbrar el genio político y militar de su ex compañero de armas en la independencia española.
Necrológica de Gerard
El 22 de agosto de 1850 en el periódico "L'Impartial" de Boulogne sur Mer apareció el primer artículo de carácter necrológico sobre San Martín. Elaborado por A. Gérard, el último amigo que tuvo [en esa época], esta extensa crónica era una síntesis biográfica que revelaba un profundo conocimiento del prócer y un trato afectuoso y cotidiano. Escrito en francés, decía entre otros términos: "San Martín era un hermoso anciano... sus modales llenos de afabilidad, su instrucción de las más vastas... hablaba el francés, el inglés y el italiano... su caridad sin límite... él decía a todos y por sobre todo la verdad!".
Gérard compartió varios meses de amistad con San Martín ya que en su casa de Boulogne sur Mer, nuestro Héroe alquiló el segundo piso para vivir con su familia y allí murió en 1850. Hoy esta vivienda es la "Casa Argentina", sede de un museo Sanmartiniano y, en la Avenida Costanera de esa ciudad, se levanta un monumento al "Gran Capitán de Los Andes", obra del francés Aullard (inaugurada en 1909).
Producido el deceso de San Martín, Gérard tomó a su cargo todos los trámites relativos al sepelio, registrando su defunción, firmando como testigo, pidiendo un oficio religioso en la Iglesia de San Nicolás y gestionando la colocación de ataúd en la Catedral de Notre Dame (en Boulogne sur Mer). Allí estuvieron sus restos hasta ser llevados a Brunoy (1860) desde donde llegaron a Buenos Aires, treinta años después después de su muerte. Otros numerosos testimonios han quedado del afecto de Gérard al "Americano Guerrero". Por ejemplo: la carta de pésame a Mariano Balcarce (yerno de San Martín), el bautizar a su pequeña hija con el nombre de Mercedes, entre otros aspectos.
Adolph Gérard se destacó en el periodismo, también como abogado y bibliotecario, brindando siempre su apoyo en obras para la ciudad. Fue llamado "el artesano desconocido en el desarrollo de Boulogne, durante el siglo XIX". Recibió además la condecoración de la "Legión de Honor".
Al perder su hijo mayor se retiró de sus trabajos y los mantuvo solo en forma honoraria. Al morir, fue colocado cerca del doctor Jordán, el médico que cerrara los ojos del más grande de los argentinos.
(Tomado de: Diario El Siglo, 17-8-08)
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