Quesada y su
método histórico-hermenéutico
Alberto Buela
Cuando Ernesto Quesada (1858-1934) publica en 1893 su pequeño libro La
Decapitación de
Acha: El historiador Saldías y el General Pacheco y continúa luego con una serie de monografías
publicadas en los folletines del diario El Tiempo(en junio y julio de 1896); en
la revista La Quincena
de 1897 y en la
Revista Nacional (1896), y en 1898 La Época de Rosas, no pensó que iba a producir el cambio
metodológico más significativo en la ciencias del espíritu en esta parte del
mundo.
Todos estos trabajos, junto a otros, fueron reunidos en una sola obra
titulada La Epoca de
Rosas publicada en una primera edición de 1926, que consta de cinco
volúmenes: Lamadrid y la liga del norte (1840),
el primero; Lavalle y la batalla de
Quebracho Herrado, después; Pacheco y
la campaña de Cuyo (1841), el tercero; Acha
y la batalla de Angaco y el quinto Los
Unitarios y la traición a la patria.
Como en el ordenamiento de
estos volúmenes se siguió un criterio cronológico, el opúsculo sobre la época
de Rosas que presta el título a la obra se encuentra incluido en este último
volumen. Y su introducción, que es a todos los tomos, se colocó aquí, al final
y no al principio como podría esperarse. Quesada lo explica. El primer volumen
en editarse fue el quinto y no el primero. Lo más probable es que el editor
haya hecho prevalecer su criterio comercial pensando que se podría vender más y
mejor una obra con el título de Rosas que una sobre Lamadrid, Lavalle, Pacheco
o Acha. Así comprando el primer volumen quedaban enganchados los futuros
compradores de los otros.
Lo cierto es que en la Introducción a la Epoca de Rosas
es en el único lugar donde Quesada habla de los instrumentos
teóricos y metodológicos de que se valió para su tarea, que en este caso se
desarrolla en el domino histórico.
En un trabajo titulado Historia y Memoria nacional,
comunicación al primer Congreso europeo de latinoamericanistas (Salamanca,
junio 1996) sosteníamos: “La historia
revisionista, como su nombre lo indica, es la que revisa la historia oficial,
transformándose en su contrapartida.
Esta
corriente se inicia con la reivindicación de la figura de Juan Manuel de Rosas
y tiene como antecedentes a Manuel Bilbao y su “Historia de Rosas”(1872) y a
Adolfo Saldías con “Historia de la Confederación Argentina ”(1892).
Pero el revisionismo como corriente
historiográfica nace con el trabajo de Ernesto Quesada “La época de
Rosas”(1898), que es cuando por primera vez se denunció la necesidad de superar
el método lineal-positivista de la historiografía liberal. Tanto Bilbao
como Saldías tienen un propósito reivindicatorio, pero su método histórico es
el liberal, pues “ninguno de los dos consiguió desaferrarse de la sujeción
estricta a la letra escrita”(1), en cambio Quesada establece la diferencia
metodológica entre la explicación liberal-positivista y la comprensión
histórico -hermenéutica. De modo que el aporte de la corriente revisionista no
se agota en lo reivindicativo sino que se extiende a lo metodológico”(2).
En este trabajo buscaremos
fundamentar esta afirmación.
En primer lugar cabe
destacar que la Introducción y los capítulos I y II, fueron escritos entre 1896 y 1897, época temprana
en el desarrollo intelectual de Quesada, habida cuenta que hasta entonces solo
había trabajado sobre una sola monografía histórica (La decapitación de Acha) y, sí, varios temas de derecho (Sobre quiebras, Unificación de la deuda
Argentina, Impuesto a la renta, La cuestión social y la Iglesia , Derecho de
gracia), pues su título era de abogado.
La segunda época de Quesada
se inaugura con el descubrimiento del controvertido pensador Oswald
Spengler(1880-1936) autor de la renombrada, en su época, Decadencia
de Occidente (1918-1922) que como hace notar Horacio Cagni “ Aún no había aparecido el tomo II de la Decadencia cuando el
Dr. Ernesto Quesada, antes que en ningún otro lugar del mundo fuera de
Alemania, dedicaba el entero año 1921
a la “sociología relativista spengleriana”, cuarenta y
cuatro conferencias dictadas en su cátedra de las Universidades de Buenos Aires
y La Plata ”(3).
Y a partir de este momento los trabajos sobre el
pensador alemán ocupan todo su interés intelectual: La sociología relativista
spengleriana(1921); La nueva doctrina sociológica (1922); La evolución
sociológica del derecho según la doctrina spengleriana(1923); La evolución del
derecho público según la doctrina spengleriana(1924); Spengler en el movimiento
intelectual contemporáneo(1926).
Volviendo a nuestro tema,
Ernesto Quesada comienza su Introducción afirmando: “La época más oscura y compleja de la historia argentina es, sin duda,
la de Rosas”. El estudio de esta época lo apasiona en razón misma de los
obstáculos que hay que vencer: a) avalancha de escritos de todas formas y
lugares de parte de los unitarios enemigos de Rosas, y b) y solo la escueta
información oficial del gobierno de Rosas.
Su lema es entonces el festina lente que aconsejaban los
antepasados. Esto es, “apresurar con calma”, o “presuroso con circunspección”.
En una palabra, obrar con máxima prudencia pero actuar rápido.
Y viene acá el meollo de su
método: “ publicar fragmentariamente el
resultado de la investigación en tal o cual punto o faz de la cuestión
(festina), procurando así provocar la rectificación, aclaración o complemento
eventual (lente), por parte de cualquiera de los que tengan posibilidad de
hacerlo. Sea por conservar vivaces aún los recuerdos de cerca de un siglo
entero, sea por poseer papeles o documentos que puedan arrojar vivísima luz
sobre lo que parece, a primera vista, inexplicable”.
No es necesario ser un
genio para darse cuenta que este método, el
festina lente, al exigir la descripción del fenómeno (publicar fragmentariamente el resultado) y reclamar la verificación
intersubjetiva (provocar la rectificación
o aclaración) de la investigación realizada, está más cerca del método
fenomenológico de Husserl y del historicismo de Dilthey, que del positivismo de
Comte o Spencer.
El estudio de la historia
deja de tener por objeto formular leyes y preveer el futuro sino que busca
comprender las intencionalidades que produjeron los hechos a través de un
análisis de los vínculos de significación. Los historiadores a partir de
Quesada buscaran hallar “las conexiones intencionales (significativas)
teleológicas”, en lograda expresión de Franz Brentano y que incansablemente
repitiera Pérez Amuchástegui desde su
cátedra de Introducción a la historia en la Universidad de Buenos
Aires.
Ya no es como en Saldías o
Bilbao el método de “sujeción estricta a la letra escrita del documento”, según
la sagaz observación del mencionado Amuchástegui.
Quesada le agrega y exige
la hermenéutica, la interpretación intersubjetiva del documento, el descubrimiento
de la intencionalidad.
Y es sabido que la
hemenéutica, la ciencia de la interpretación, tiene por objeto vincular la
comprensión y la explicación. En la comprensión se estudia el sentido del
fenómeno estudiado y con la explicación se estudia la referencia al contexto.
Así Quesada busca una
comprensión, en este caso la época de Rosas, sin perder la referencia, esto es,
el contexto de la época. Intenta una representación plena; unir en un solo acto
comprensión y explicación; sentido y referencia; intencionalidad y contexto.
Buscando la referencia del
fenómeno (la época de Rosas) Quesada comienza por desmitificar las mentiras a
designio de Sarmiento quien, “con el
soberbio dogmatismo que lo caracterizó y tras el cual ocultaba magistralmente
el vacío, a veces profundo, de su educación autodidacta y enemiga de las
investigaciones profundas”, popularizó el error de sostener que el
federalismo argentino fue implantado artificialmente por espíritu de imitación
de Estados Unidos.
Por el contrario la génesis
de la federación argentina está en la herencia de la confederación de los
reinos españoles, de Castilla, Aragón, Navarra y la región vascongada con su
legislación peculiar, sus fueros y sus ayuntamientos más o menos autónomos.
Ello es lo que constituyó el régimen de la monarquía histórica.
La idea federativa
entendida como la unión de entidades de soberanía limitada, con cabildos
autónomos es la idea madre de la federación. Y esto es español por lo cuatro
costados.
Y observa Quesada,
agudamente: “lo nuevo, lo moderno, fue el
nombre, porque federal, federación, confederación. No eran vocablos
coloniales”.
El rey a pesar de ser
absoluto y representar el poder supremo no absorbió ni centralizó la
administración, que por los fueros, quedó en los reinos y en las comunas.
La sociedad colonial del
Río de La Plata
heredó del español su defensa de la descentralización administrativa que fue la
base de los fueros.
El organismo colonial
argentino, que no es el del Chile que por su configuración geográfica fue desde
siempre una gobernación centralizada como capitanía, gira alrededor de la
intendencias (el virreinato tuvo ocho) que tienen influencia regionales, y al
calor de los cabildos con influencia local. “La
idea federal estaba en la vida colonial por la naturaleza de las cosas”.
En cuanto al sentido del
fenómeno (la época de Rosas) Quesada lo encuentra en la acción que durante 25
años de gobierno, deshizo el caudillaje, sofrenó los partidos, nacionalizó el
país y cimentó el respeto a la autoridad central.
Conviene recordar que Rosas
surge como consecuencia que al regreso de Brasil dos generales –Lavalle y Paz-
cometen la acción incalificable de
sublevarlo (al ejercito) y hacerlo servir a sus miras políticas. Lavalle
toma Buenos Aires y fusila a Dorrego y Paz asalta Córdoba. La indignación fue
tan profunda que el país entero se puso de pie. Rosas en Buenos Aires expulsa a
Lavalle, López en Santa Fe captura a Paz
y Quiroga en Cuyo destroza a Lamadrid.
Rosas, caudillo como los
otros, comienza paciente y afanosamente
a apaciguar primero y a dominar después a los otros caudillos y a
acostumbrarlos “al principio de
acatamiento de la entidad moral que se llamó Confederación argentina, e
imponiéndoles al fin la preeminencia del gobierno nacional” . La
inquebrantable firmeza en medio de un período terrible con invasiones
constantes de los unitarios y guerras con naciones más poderosas, sin recursos
y luchando con todo género de inconvenientes internos y externos, hicieron que
el sentido de su época fuera el de la consolidación nacional.
En este trabajo de
hermenéutica histórica que realiza Ernesto Quesada queda por último el juicio
valorativo, en este caso del historiador. “El
error de Rosas fue creer que el régimen confederado
era el ideal porque dejaba así a muchas provincias entregadas a la cuasi
barbarie, y expuesta la estabilidad nacional a la inconsistencia. Su política solo habría podido realizarse con un
régimen de federación que
imposibilitara a las provincias para considerarse republiquetas y que diera
cohesión al país”. Esto hubiera
evitado la segregación de las provincias bolivianas, del Uruguay y del
Paraguay. En Rosas está aun vigente el ideario de restauración del viejo
Virreinato del Río de La Plata
y es por ello que entiende la unidad como Confederación y no como Federación.
1.- Pérez Amuchástegui,
Antonio: Federalismo e historiografía, Revista
de la Escuela
de Defensa Nacional N°13, p.21, Buenos Aires (sin fecha, circa 1973).
2.- Publicado luego en el
libro Ensayos de Disenso, Ed. Nueva
República, Barcelona, 1999, p.163.-
3.- Cagni, Horacio: Miradas cruzadas: Spengler en Iberoamérica,
Buenos Aires, edición en Internet, 2003, p. 2.-
(*) www.disenso.info