San Martín y las sociedades secretas

El general Guillermo Miller admira a su ex jefe militar, el general San Martín. A la recíproca, San Martín recuerda los méritos de su amigo y colaborador en la guerra de la independencia.
Miller redacta sus “Memorias”. Tiene algunas dudas. Para clarificarlas, nada mejor que recurrir al testimonio de San Martín. Le escribe una carta (Londres, 9 de abril de 1827) solicitando “noticias o apuntes”. Entre las noticias, la siguiente:
“Yo no sé si convendría exponer los males que causó la logia establecida en Buenos Aires, y cómo por ella quedó usted casi con las manos atadas, cuando era necesario obrar con actividad y hacer un ejemplo con algunos jefes cuyas intrigas y escandalosa conducta fueron apoyadas por dicha logia. Si usted quiere que se trate sobre esto es necesario proveerme con la materia, porque yo ignoro la naturaleza de aquella sociedad.”
¿Qué piensa y siente San Martín, andando el tiempo y en el lejano exilio? Contesta inmediatamente (Bruselas, 19 de abril de 1827). Dice: “No creo conveniente hable Ud. lo más mínimo de la logia de Buenos Aires. Estos son asuntos enteramente privados, y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos. A propósito de logias, sé a no dudar, que estas sociedades se han multiplicado en el Perú de un modo extraordinario. Esta es una guerra de zapa que difícilmente se podrá contener, y que hará cambiar los planes más bien combinados.”
Comprobamos que San Martín es reservado con respecto a la logia de Buenos Aires. La prudencia es una virtud, y él la practica. Mantiene silencio con el fin de no lesionar la debida hombría de bien de los forjadores de la independencia. En consecuencia, ¿no debe llevarse a juicio la inconducta de los logistas? Una de las tantas confesiones de San Martín a su querido amigo Tomás Guido (Bruselas, 18 de diciembre de 1827) es esta: “Yo estoy seguro que los hombres me harán la justicia a que me creo merecedor. Pues bien: será Dios, los hombres honrados y la historia quienes juzguen la inconducta de los hombres de la logia de Buenos Aires.”


VERSIÓN TRADICIONAL SOBRE LA GRAN REUNIÓN AMERICANA
Francisco Miranda está residiendo en Londres. Bernardo O’Higgins lo entrevista en 1798. El revolucionario venezolano convencía a algunos jóvenes sudamericanos sobre la felicidad que traía consigo la libertad. Al respecto, dice el historiados norteamericano William Spencer Robertson (“La vida de Miranda”): “Entre los años 1798 y 1800, visitaron, pues, la casa de Miranda los hispanoamericanos descontentos que habían derivado hacia la metrópoli inglesa. Otros compatriotas, además de Caro, Vargas y O’Higgins, se asociaron probablemente con el venezolano, que se había calificado a sí mismo de agente de las colonias hispanoamericanas y que residía, sea en Queen Charlotte Road, en Pultney Street o en New Road.” Un ministro español dijo con acierto que el famoso rebelde era el foco en torno del cual se reunían aquellas personas que conspiraban contra España. Los revolucionarios hispanoamericanos se asocian formando la Logia Lautaro. Y sigue Robertson diciendo: “no cabe duda que este club desarrolló actividad en América del Sur, donde misteriosamente fomentó la revolución en que San Martín desempeñó tan destacado papel.
Pero aunque libros que tratan de la masonería figuraban ya en el catálogo de Miranda desde 1783, y aunque manifestó interés por los establecimientos masónicos en el curso de sus viajes por Europa, el examen de sus papeles inéditos nada revela que pueda probar, sea que perteneciera a la Orden Masónica, sea que fuese el fundador de la Logia Lautaro. Tampoco se han encontrado pruebas susceptibles de indicar que haya iniciado jamás a revolucionarios como San Martín y Bolívar en una asociación de “carbonari” sudamericanos. En realidad, ni siquiera existen rastros indicadores de que Miranda se encontrara nunca con San Martín.”
O’Higgins, que se traslada a España, informa sobre los planes revolucionarios en la Gran Reunión Americana.
Alfredo G. Villegas relata con sobriedad aspectos históricos de las sociedades secretas (“San Martín en España”). Las sociedades secretas y las logias francmasónicas se multiplican en España como consecuencia de la invasión francesa. Se reunían principalmente en Sevilla y luego, al ser ocupada la ciudad por el invasor, en Cádiz. Una de las logias, posiblemente filial de la institución matriz con sede en Santa Fe de Bogotá, se reorganiza en Cádiz bajo la presidencia del joven Carlos de Alvear. La logia se denomina Sociedad de Caballeros Racionales. Sus ritos eran análogos a los masónicos, pero no era una logia masónica.
Quien cuenta su ingreso a la sociedad es el presbítero Servando de Mier. Resulta ilustrativo entresacar parte del interrogatorio a que fue sometido:
“¿Qué objeto le han dicho que tiene esta sociedad?” “El de mirar por el bien de la América y de los americanos”. “Puntualmente, pero para eso es necesario que usted prometa bajo su palabra de honor someterse a las leyes de esta sociedad”. “Sí lo haré, conforme no sean contrarias a la religión y a la moral”. Villegas va exponiendo sus conclusiones. Entre ellas las siguientes: que la sociedad no tenia carácter masónico; que su presidente Alvear, francmasón, no había logrado atraer a la masonería a los Caballeros Racionales, y que es probable que San Martín se haya adherido a la sociedad recién en los últimos tiempos.

Reflexionemos. Los investigadores de las sociedades secretas emplean con asiduidad la expresión “posiblemente”. Pero la historia busca siempre la verdad hasta encontrarla, para abrazarla. No se contenta con la suposición. El actual conocimiento de las sociedades secretas en tiempo histórico de San Martín obliga a mantener la expectativa. Ser prudentes, mientras no se hallen las fuentes históricas que prueben una posición determinada. Demos a las manifestaciones subjetivas el relativo valor que merecen, y no confundamos hipótesis con tesis históricas.

LA LOGIA DE BUENOS AIRES
José de San Martín, Carlos de Alvear y José Matías Zapiola establecen la Logia Lautaro en Buenos Aires, en 1812. Mitre - que estaba redactando su “Historia de Belgrano”- consulta a Zapiola sobre la fundación de la Logia Lautaro. La opinión de Mitre es de censura en su organización, reconocimiento en su finalidad y crítica muy severa en su funcionamiento. Dice: “mala en sí misma como mecanismo gubernativo; corruptora como influencia administrativa; contraria al individualismo humano que anonadaba por una disciplina ciega; inadecuada y aún contraria al desarrollo libre y espontáneo de una revolución social. No puede desconocerse, empero, que fue concebida bajo la inspiración del bien general, que no contrarió las tendencias de la revolución, que aceleró muchas de sus grandes reformas democráticas y que bajo sus auspicios se inauguró la primera Asamblea que proclamó la soberanía popular dándole forma visible.” Y poco después agregaba: “Institución peligrosa en el orden político por el sigilo de sus deliberaciones, por lo irresponsable de su poder colectivo, por la solidaridad que establecía entre sus miembros así para lo bueno como para lo malo en los actos de la vida pública; los vicios y deficiencias de su organización se pusieron de manifiesto cuando la ambición personal quiso hacerla servir de instrumento a sus fines.”
San Martín, que integra por poco tiempo la logia de Buenos Aires, pretendía ponerla al servicio exclusivo de la lucha por la libertad y la independencia sudamericana. La posición del Libertador es de claridad meridiana. Está a favor de la logia como instrumento de apoyo a la guerra de la emancipación, y en contra de la misma cuando se la utiliza para la guerra civil. San Martín aborrece a los logistas de miras cortas, interesados en participar en las luchas fratricidas.

LOGIA LAUTARINA DE SANTIAGO DE CHILE
Benjamín Vicuña Mackenna publica por primera vez, en 1860, los Estatutos de la Logia de Santiago, escritos por O’Higgins . El propósito de los logistas era trabajar, con sistema y plan, por la independencia de América y su felicidad. Luego de dar a conocer los artículos constitucionales y las leyes penales, Vicuña Mackenna califica a las sociedades secretas como “tenebrosas”. Las rechaza, porque atentan contra el individualismo. Para él es inconcebible que de las tinieblas surja el bien. Dice:
“Nosotros creemos que todo bien, que toda verdad, que todo sacrificio debe hacerse a la gran luz de las conciencias y de las opiniones, delante de la civilización moderna fundada en el deber, en la ley y en la razón; creemos que nada de lo que es bueno para un hombre, para una familia, para un país, para el inmenso mundo, debe ocultarse imponiendo a su divulgación la pena de la vida; y al contrario, parécenos que todo lo que es vedado y dañoso busca el silencio, la oscuridad y la amenaza.” Vicuña Mackenna repudia a todas las sociedades secretas, y ninguna de ellas se salva de sus criticas. (“El ostracismo del general D. Bernardo O’ Higgins”).
En la Logia Lautarina de Santiago de Chile se discute, a principios de 1819, la posibilidad de liberar al Perú del dominio español. San Martín no está presente, pero se sabe muy bien cual es su posición. Es la de enviar una expedición libertadora hacia Lima, y así lo resuelve la logia de Santiago, a pesar de alguna oposición. ¿Qué decidía, en cambio, la logia de Buenos Aires? Que San Martín repasara con el ejército la cordillera de los Andes para auxiliar al gobierno de las Provincias Unidas. La orden es desobedecida y el Ejército de los Andes permanece en Chile con el destino manifiesto de ir a liberar el Perú. Es decir, la Logia Lautaro de Buenos Aires enfrenta a la Logia Lautarina de Santiago. San Martín no se deja atar las manos. El Ejército de los Andes, bajo su mando, no intervendría en luchas fratricidas. Al desobedecer con firmeza a la logia de Buenos Aires logra salvar el ideal de la emancipación sudamericana. ¡Qué notable diferencia! San Martín tiene puesta su mirada en el Perú para conquistar la libertad e independencia. Los logistas de Buenos Aires sólo piensan, egoístamente, en cuidar su fortaleza y seguir ostentando el cetro del poder, político y económico.

SAN MARTÍN, ¿MASÓN?
El logista San Martín pertenece a las sociedades secretas de Buenos Aires y Santiago de Chile con la única finalidad de declarar la independencia sudamericana. Es, pues, logista lautariano solamente.
Nunca fue logista masónico.
La masonería combate públicamente a la iglesia católica en la segunda mitad del siglo XIX. San Martín, muerto en 1850, era ignorado por la masonería argentina. Los logistas tenían encendidos sus labios y pronunciaban con unción patriótica los nombres de Cavour, Garibaldi, Gambetta, etc. San Martín era, como máximo, uno de los tantos recuerdos delebles del pasado histórico argentino. No les interesaba como modelo de virtud ciudadana para emprender las luchas revolucionarias por un cambio social.
La masonería universal acrecienta su ingerencia en la política a partir del Concilio Vaticano 1ro. y la pérdida de los Estados de la Iglesia en 1870. Uno de sus propósitos es el de concientizar en el pueblo el nuevo espíritu masónico. En consecuencia, se van incorporando héroes nacionales a la historiografía masónica por razones de prestigio político. En la Argentina son enaltecidos Rivadavia y San Martín.
El centenario del nacimiento de San Martín (25 de febrero de 1878) resulta glorioso. Aunque tardíamente, llega el merecido reconocimiento del legado patriótico sanmartiniano. Fue una verdadera fiesta popular en la que participaron todos los argentinos. Dos años después, se festeja otro centenario, el del nacimiento de Rivadavia (20 de mayo de 1880). También hubo gran entusiasmo popular. Pero en este acontecimiento hay una connotación social y política que llama la atención. Las sociedades masónicas concurren al teatro Politeama y luego a la marcha popular, mostrando públicamente sus estandartes con escuadras, compases y demás emblemas. La masonería argentina honra a Rivadavia por considerarlo uno de los suyos.
Idas después, el 28 de mayo de 1880 llegan a Buenos Aires los despojos mortales del general San Martín. El pueblo está en las calles para rendir honor al héroe. Pero la concurrencia es menor, (quizá por ser día de lluvia), a la que había asistido en homenaje a Rivadavia. Digamos además, evitando toda reticencia, que las sociedades italianas y españolas no asistieron. ¿Y la masonería argentina? Adopta una actitud desdeñosa durante las ceremonias de inhumación definitiva de los restos de San Martín. Es porque, todavía, no era considerado como uno de los suyos. Así y todo, pronto lo adoptará como hijo masónico.
El expediente se inicia con la tesis de que la Logia Lautaro era una sociedad masónica. Sigue con la elevación de la protesta contra las autoridades por haber desvirtuado la cláusula cuarta del testamento de San Martín, que disponía que su corazón fuese depositado en el cementerio de Buenos Aires; y, sin embargo, sus restos descansarían en la catedral metropolitana bajo la advocación de Santa Rosa. Continúa creciendo el reclamo al discutirse el proyecto de enseñanza primaria en 1883 y los diputados masones asimilan a San Martín como fruto de su propia cosecha.

Resulta evidente la intención política de la masonería argentina. La incorporación de Rivadavia y San Martín a la historiografía masónica es para ganar prestigio institucional. Los héroes son mostrados como ejemplo de virtud masónica.
¿Es efectivamente San Martín masón? Ricardo Rojas afirma que no existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón (“El Santo de la Espada”). Y así es. Los historiadores masones no han hallado en los archivos de sus logias ningún diploma o acta que lo comprobare. Sólo muestran como evidencia una medalla masónica, grabada en 1825, con el perfil y el nombre de San Martín. Quienes aceptan esta prueba como definitiva es porque desconocen el origen histórico de la medalla.
El 19 de enero de 1825, aparece un anuncio en “Le Belge ami du Roi et de la Patrie”. Dice, en síntesis, lo siguiente:
“Jean Henri Simon, grabador de su majestad, haría, por encargo del gobierno, diez medallas de hombres ilustres. Entre ellas, la del célebre general San Martín, conocido por su acción en la revolución de América española”.
Pues bien, es necesario contemplar el ambiente político para ver la realidad y, por añadidura, conversar, analizando, sobre la autenticidad y veracidad de la medalla masónica sanmartiniana. El cuadro histórico es el siguiente: católicos y liberales llegan a un entendimiento porque los unos y los otros no aceptan el poder realista de Guillermo 1º, rey de Bélgica y Holanda. El “unionismo” entre católicos y liberales tiene como objetivo el de establecer una monarquía liberal y parlamentaria. Cabe recordar que San Martín, de formación católica y liberal, reside en Bruselas desde setiembre de 1824 hasta diciembre de 1827. Ahora corresponde ceñir el problema histórico a la acuñación de las medallas. ¿Es el gobierno de Guillermo 1º quien las manda a grabar? Aquí surgen las inquietudes:
¿quiénes son, además de San Martín, los diez hombres célebres? ¿Se les consultó y aceptaron la distinción? En el caso de San Martín se produce un cambio de donante, ¿será también para los otros nueve? Ya no es el gobierno oficial sino la sociedad secreta “Logia La Parfaite Amitié”, quien decide la fabricación de la medalla.

Existe, pues, una medalla masónica sanmartiniana. Brotan espontáneamente nuevas preguntas: ¿se ha hallado algún documento o testimonio que pruebe la aceptación de la medalla por San Martín? ¿Ha quedado constancia escrita de la solemne recepción, entrega de la medalla, discurso del gran maestre y palabras de agradecimiento? ¿Dónde y cuándo se realizó la presumible ceremonia? Y si no se hubiese organizado el acto de recepción de la medalla, ¿se ha encontrado alguna referencia en la correspondencia sanmartiniana? Finalmente, ¿tuvo o no conocimiento San Martín de la medalla? Son tantísimas las incertidumbres que, mientras no se hallen nuevos documentos auténticos y veraces, es prudente -a la manera de San Martín- mantener silencio.

Es evidencia histórica que San Martín participó activamente en las sociedades secretas Logia Lautaro de Buenos Aires y Logia Lautarina de Santiago de Chile, con el único propósito de conquistar la libertad e independencia de las Provincias Unidas en Sud América (Declaración de la Independencia, 9 de julio de 1816). San Martín jamás se manifestó como masón, ni en su vida pública como privada. La génesis de la versión masónica se inicia veintiséis años después de su muerte cuando Adolfo Saldías, masón, relaciona, aunque sin nombrar a San Martín, a la Logia Lautaro con la sociedad masónica.

La búsqueda de la verdad histórica nos lleva a la siguiente conclusión: no existe una sola prueba definitiva sobre la masonería sanmartiniana. La misma realidad histórica demuestra que San Martín era un católico liberal. Formado en una familia católica española, contrae matrimonio en la catedral admitiendo la sagrada comunión. Establece prácticas católicas en el Regimiento de Granaderos y en el Ejército de los Andes; entrega su bastón de mando a la Virgen del Carmen; declara la religión católica en el Estatuto del Protectorado del Perú... y se pueden seguir presentando pruebas de la catolicidad del prócer.

Concluyamos. Expresó San Martín:
“Dios, los hombres y la historia juzgarán mis actos públicos.” Dios realiza el juicio final; los hombres el juicio circunstancial sobre la base de la variedad de ideologías y creencias; la historia científica el juicio que más se acerca a la verdad temporal. Para nosotros es el siguiente: el Libertador José de San Martín fue un católico liberal , de conducta ejemplar. Se comportó con responsabilidad en la vida militar, política y social de acuerdo con la sabiduría que adquirió en su formación religiosa y ética.

(Transcripto de la página web del Instituto Nacional Sanmartiniano)



































































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