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SAN MARTÍN

 


el proyecto que derrota a la improvisación

 

Por Claudio Morales Gorleri*

La Prensa, 17.08.2024

 

El General José Francisco de San Martín vivió sus últimos dos años en Boulogne Sur Mer. Luchaba contra el avance de la ceguera y se entretenía coloreando litografías marinas junto al mar. El mismo mar que lo trajo a Buenos Aires llevando su grado de Teniente Coronel de Caballería y su biblioteca, a la que llamaba librería, de más de 700 libros, ordenados en petacas.

 

En el verano, en la costa, habrá recordado sus grandes hazañas. Habría esbozado una sonrisa al recordar cuál fue su argumento para solicitar el retiro del ejército español en 1811: “Necesitaba arreglar sus intereses familiares abandonados en Lima”, como consta en documentos existentes en el Archivo Militar de Segovia. Sin embargo, San Martín no tenía familiares ni intereses económicos en Lima. Nunca estuvo en la Ciudad de los Reyes. Creo que el Libertador sabía desde entonces que su objetivo era Lima ya a partir de esa convicción estructuró con enorme maestría su Plan Continental.

 

Llegado a Buenos Aires y reconocido su grado militar por el Triunvirato, creó el Regimiento de Granaderos a Caballo y el 3 de febrero de 1813, en San Lorenzo, logró la confianza de los pueblos del Río de la Plata. A principios de 1814 relevó a Manuel Belgrano en el Ejército del Norte y dos meses después le escribió a Nicolás Rodríguez Peña:

 

“La patria no hará camino por este lado... ya le he dicho a Ud. Mi secreto, un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile, acabar con los godos...pasaremos por mar a tomar Lima”.

 

En cuatro renglones explicaron su plan, su proyecto para liberar la capital del Perú. Dice Bartolomé Mitre que San Martín era un hombre reservado y ese era su secreto, si se hubiera difundido sería tratado de loco. Ese mismo año pasó a gobernar Mendoza, donde desde la nada, construyó un ejército de 4.000 hombres que deberían cruzar la Cordillera de los Andes por seis pasos para sorprender a los realistas en Chile. Él cruzó por el Paso de los Patos, en San Juan, a 4.000 metros de altura, con el grueso de las tropas y el General O ́Higgins, con quien compartía sus sueños americanos. Por el Paso de Uspallata, en Mendoza lo hacían el Coronel Las Heras con Fray Luis Beltrán, la maestranza, logística y gran parte de la artillería. Los otros cuatro pasos distraerían el esfuerzo enemigo y sublevarían a las poblaciones.

 

Coordinó cada salida desde Mendoza, estudió cada paso de los Andes, organizando los ritmos de las marchas por anfractuosos caminos hasta los desemboques. Para explotar la sorpresa y antes que se unan las fuerzas realistas, dio batalla en la Cuesta de Chacabuco el 12 de febrero de 1817 obteniendo una brillante victoria. En el primer aniversario se declaró la Independencia de Chile. Independencia, emancipación, libertad. Ninguna conquista. Pero faltaba la batalla final, Maipú, el 5 de abril de 1818, en la que su genio militar sorprendió al mundo consiguiendo la victoria a lo Epaminondas o Federico el Grande.

 

EL MAR AZUL

Recordaría el Libertador el 20 de agosto de 1820 en Valparaíso, con el sol y el frío, el mar azul, el vuelo de los pelícanos y su flota de guerra en la bahía. Los chilenos en la costa y él, en una falúa con su estado mayor revistando a sus tropas en las cubiertas de sus barcos. A medida que navegaba se conmovía la bahía al grito de: ¡Viva la patria! De la tropa y de la población sobre las rocas. Levaron anclas y enfrentaron ese mar que poco tiene de Pacífico. ¡Contra viento y marea!

 

En Paracas, al sur del Perú, desembarcaron e iniciaron su campaña de las sierras el General Arenales. La escuadra continuó navegando hasta el Callao, donde maniobró para distraer a las fuerzas del virrey. Luego continuó hasta Huacho, en el Norte, donde formaron sus tropas. San Martín y Arenales, coordinadamente, dando batallas en las sierras, entre el frío y las alturas, sigilosamente sitiaron la ciudad, el último bastión de España en la América del Sur. El ejército realista abandonó Lima y el Libertador, sin sangre la conquistada y fue aclamado por los limeños. El 28 de julio de 1821 declaró la Independencia del Perú haciendo flamear en sus manos la bandera roja y blanca que él creó. Independencia, emancipación, libertad. Ninguna conquista.

 

A su “librería”, que llevó a Mendoza, cruzó los Andes y navegó el Pacífico la donó a la Biblioteca Nacional del Perú, que él creó y recordaría sus propias palabras: “La ilustración universal es más poderosa que los ejércitos para mantener la independencia ”.

 

GUAYAQUIL

Pero eran 4.000 hombres que debían enfrentar a 20.000 realistas distribuidos por todo el Perú. No tenían refuerzos. Su memoria atesoraba la reunión con el Libertador del Norte, Simón Bolívar, en julio de 1822. Guayaquil frenó el ritmo, el ritmo del vendaval. Entre dos copas de plata tuvo que optar, una era su gloria personal y la otra la libertad. Regresó a Lima y convocó al Congreso. Renuncia al Protectorado del Perú. El desprendimiento es fruto de la magnanimidad. No era un conquistador, era el Libertador.

 

Su proyecto fue la derrota de la improvisación, ese mal que corroe a los argentinos desde hace años. Es la escuela del Libertador, la cultura del proyecto vence a la improvisación. El esfuerzo dará los frutos que el facilismo nos niega.

 

*Tte. Cnel. ®. Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano.

EL GENERAL SAN MARTÍN

 


 lucidez y coraje

 

Cnel. My.  Gabriel Camilli

La Prensa, 15.08.2024

 

El propio General San Martín, el 28 de julio de 1821 en Lima, había dicho: “Al Americano Libre corresponde trasmitir a sus hijos la gloria de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos”; claro mandato con una absoluta e incuestionable autoridad moral.

En la misma línea, años más tarde, en 1910 se le encargó a la ilustre pluma de Don Leopoldo Lugones una frase contenedora para toda La Argentina sin que nadie quedara excluido: “La justicia con los muertos, especialmente los ilustres, que es el más alto deber de todo ciudadano de bien, consiste, sobre todo, en librarlos del olvido y ponerlos en acto”.

Se recuerda el día del fallecimiento del General Don José de San Martín. El 17 de agosto de 1850, en su casa de Boulogne-sur-Mer (Francia) y rodeado de sus seres queridos. Luego de una vida batallando, muere un arquetipo de La Patria. Un argentino criollo que demostró lucidez y coraje para conducir y gobernar.

San Martín es una pieza fundamental en la construcción de nuestra identidad nacional. Hoy queremos recordarlo, para hacerlo presente, para imitarlo.

Como conductor de ejércitos San Martín, como todos los grandes, ha sido hombre de magnos objetivos, y jamás empeñó acción alguna tras un objetivo pequeño.

Su vida misma, puesta al servicio de una gran idea, es la prueba de ello, y su renunciamiento a desviar su conducta hacia cuestiones pequeñas.

Debemos estudiar la vida y obra de este modelo a seguir, no solo para centrarnos en el pasado, sino porque nos preocupaba el presente y el futuro de la Patria. San Martín nos muestra que el camino de la recuperación pasa solamente por imitar sus virtudes.

 

PENSAMIENTOS Y FRASES

Para intentar reflexionar sobre San Martín, hoy intentaremos hacerlo en base a algunos a algunos pensamientos y frases que están extractados de las cartas y oficios que integran el "Archivo de los Documentos del General San Martín", publicado por Alejandro Rosa, la "Correspondencia del General San Martín", recopilada por Adolfo P. Carranza, documentos existentes en el Archivo General de la Nación, y otras fuentes de consulta.

Estos pensamientos representan las normas de una vida de excepción, nos permiten entender y delinear el perfil político y moral de un hombre que todavía necesitamos seguir conociendo y cuya estatura aun extraña la Patria. Hoy citaremos solo algunas:

* “La seguridad de los pueblos a mi mando es el más sagrado de mis deberes”. (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Mendoza, 26 de enero de 1815, t. II, p. 232).

* “Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas” (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Mendoza, 13 de marzo de 1819, t. VI, p. 149).

* “El mejor gobierno, no es el más liberal en sus principios sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen empleando los medios adecuados a este fin” (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Grand Bourg, 26 de septiembre de 1846, t. IX, p. 399).

* “No se debe hacer promesa que no se pueda o no se deba cumplir” (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Santiago, 1 de enero de 1819, t. VII, p. 165).

 

ALCANZAR LA GLORIA

Así nos recordaba, nuestro camarada y superior el Mayor Jorge P. Mones Ruiz, en La Prensa (14.02.2021) “Sea el honor, quizás, el mayor capital moral o propiedad ética que debe caracterizar y adornar a las personas de bien, cualquiera sea su profesión, actividad o forma de proceder en la vida. El Padre de la Patria supo hacer gala del mismo, sellando en sus hombres, tanto en el Regimiento de Granaderos a Caballo, como en el Ejército de los Andes, esa cualidad trascendente para alcanzar la gloria”.

Este es el ejemplo que nos legó, al decir de Pedro Calderón de la Barca en estos magníficos versos de "El Alcalde de Zalamea":

"...fama, honor y vida son,

caudal de pobres soldados;

que en buena o mala fortuna,

la milicia no es más que una

religión de hombres honrados".

 

MARTIN FIERRO

“Divididos seremos esclavos: unidos estoy seguro que los batiremos: hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares, y concluyamos nuestra obra con honor” (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Mendoza, 13 de marzo de 1819, t. VI, p. 148).

Como decíamos anteriormente en La Prensa Tomemos el ejemplo del “Gran Capitán” y para ello nos referimos al canto XII de la primera parte de nuestro Martín Fierro, donde el protagonista resume los males que padece el argentino cuando falta lucidez, corazón y coraje para gobernar y conducir:

“Y dejo rodar la bola,

que algún día se ha de parar

tiene el gaucho que aguantar

hasta que lo trague el hoyo,

o hasta que venga algún criollo

en esta tierra a mandar”.

 

VALORES Y ESPIRITU

Con el mismo espíritu y con la esperanza de que logremos aprender de nuestros arquetipos, en particular del General Don José de San Martín y ese aporte llegue a ser capilar y significativo con el tiempo en nuestra Patria, debemos formarnos en los valores y el espíritu Sanmartiniano e indudablemente para imitarlo, la única forma es estudiando su vida a fondo, porque no se ama lo que no se conoce y no se conoce lo que no se busca con todo el corazón.

Desde el Instituto ELEVAN deseamos rescatarlo del olvido y ponerlo en nuestro siglo XXI para modelo de los argentinos, por ello dictamos la diplomatura universitaria “Liderazgo Sanmartiniano: Lucidez y Coraje”. (Ver www.elevanargentina.com)

EL SUEÑO DE UN SOLDADO


 en Boulogne Sur Mer

 

Por Esteban La Madrid

* Coronel del Ejército Argentino. Veterano de Guerra de Malvinas

 

La Prensa, 28.09.2023

 

Vine al mundial de rugby invitado por mi ahijado Bautista Silveyra junto a su papá, Daniel Adrián Silveyra. En la tarde fuimos a ver a Los Pumas y hoy tempranito nos vinimos a cumplir un sueño: rendir honores al padre de la Patria.

Viajamos todo el día desde Lyon y llegamos a Boulogne Sur Mer al oscurecer; para nuestra sorpresa su curador, Suboficial Mayor de Granaderos Silvio Castro, aún nos estaba esperando y nos hizo la recorrida de rigor de la casa del General San Martín.

 

Llegada la noche nos ofreció quedarnos a dormir en el sector de servicio de la casa... ¡imaginen mi emoción! Luego de acomodar los petates y comer algo frugal, pasamos al descanso... pero no podía dormir, ¡imposible! Me levanté decidido a salir a caminar por la residencia. Todas las luces apagadas, silencio, nadie despierto; aproveché y bajé al segundo piso adonde vivían "de prestado" (por un admirador) San Martín junto a su hija, su yerno y dos nietas. Luego de las escaleras de madera se llega a un lugar sencillo de dos piezas; una era su dormitorio, en el medio un pasillo y a la derecha el de Merceditas (adonde muere San Martín), ambos con ventanas a la calle desde donde se escuchan las mismas campanas de entonces.

 

Me quedé parado, solo en la oscuridad, en respetuoso silencio, viendo las mismas luces y ventanas que vio él, la luna en menguante allá arriba en las tinieblas, la calle callada, solo el bullicio lejano de la plaza.

Me ensimismé en esos pensamientos que salen de lo profundo del alma y pude respirar el aire de nuestro padre de la Patria, ese aire de hombre fuerte, viril, admirable.

Pensé en su renuncia a la gloria de una carrera promisoria en España siendo un joven teniente coronel, con todos sus ascensos ganados en batalla desde su salida del Murcia adonde había ingresado años antes.

 

Cambiar eso por la incertidumbre de una entrega absoluta a la causa americana, llevado por el amor a su tierra amasado en el hogar paterno de Yapeyú y, dejando su futuro en manos de Dios, sabiendo que el castigo a su decisión solo podía terminar en un pelotón de fusilamiento.

Pensar en su humildad austera y extrema, tan distinta a la de estos tiempos de entrega parcial y egoísta. Sin duda, la noche me hizo reflexionar qué lejos estamos de su ejemplo, todos nosotros.

 

Permanecí un largo rato en ese silencio que agudiza los sentidos y que junto a los crujidos de las maderas y las sombras del mobiliario me hicieron sentir esa energía fuerte y sobrecogedora que emana de los lugares sagrados.

Pero este no es como el foro de los romanos, ni el Partenón de los griegos, ¡todo lo contrario! En su sencillez se agranda la imagen y enseñanza del héroe de San Lorenzo... del jefe que cruzó enfermo la cordillera para darnos la gloria en Chacabuco y Maipú (y sin embargo antes hubo de parar en Córdoba a mejorar su cuerpo enfermo que no podía acompañar su mente enérgica y lúcida).

En esta habitación oscura descansaba el anciano que motivó a Cuyo en su cargo de gobernador y mientras preparaba su campamento atrajo a otros miles a seguirlo.

 

El que arriesgó su futuro al desobedecer a autoridades cortoplacistas y egoístas y decidió (como dijese antes) el cruzar la cordillera para dejarle la gloria siempre a otro, pero sin perder de vista su plan continental, ¡qué paz habrá sentido en su vejez al sentir que el desafío a los fantasmas de esos poco visionarios había dado sus frutos! El mismo que libró múltiples combates, motivando siempre a sus hombres a través de un código de honor que el mismo se exigía, como hacen los verdaderos jefes.

El que rechazó los honores, las glorias, la banalidad de los poderes temporales y se lo transmitió a su hija querida en sus máximas a Merceditas.

 

Pero también lo sentí solo, humano, cruzando montado en su mula vestido de paisano, abrigado solo con su poncho y su sombrero "chileno" por el paso de El Portillo acompañado por su baqueano y algunos amigos luego de su famoso "renunciamiento" dejando la gloria de terminar la campaña en Quito a un ambicioso, pero sabiendo que esa acción iba acorde con su sueño continental y por el que tantos sacrificios había hecho... habrá pensado en su amada esposa muerta, en su hija lejos en Buenos Aires.

Sí, sentí en ese dormitorio oscuro la presencia del cuerpo anciano de ese enorme soldado que años más tarde de emigrar a Europa, decidió viajar de regreso a su tierra... y sin embargo renunció a desembarcar en ella solo para no incentivar nuestras interminables luchas fratricidas.

Pobre guerrero, con qué ilusión su corazón de guerrero habrá cruzado el océano y con qué tristeza habrá regresado a Europa para no volver, que ingratos te hemos sido.

 

Cuánto ejemplo, cuánta gloria acumulada en esa humildad que hoy permanece oculta en una casa prestada de dos dormitorios, solo para salir caminando hasta la iglesia de San Nicolás.

También lo imagino mirando la cruz (que visitaré mañana) y pidiéndole al Señor por esa tierra lejana que lo vio nacer en el hogar de su padre soldado allá en Yapeyú. nada para él y sus penurias, todo para la Patria amada. Dios debería bendecir a un país capaz de dar hombres tan generosos con otro San Martín, solo para que nos vuelva a enseñar lo que significa el amor a la Nación, a sus paisanos y a su bienestar, pero en serio.

 

Cerré mis reflexiones y recordé en este lugar las caras jóvenes de esos bravos soldados de caballería fallecidos en San Martín de los Andes y que seguramente, soñaban ser los sargentos cabrales o los granaderos Baigorrias del futuro... Me acordé de mis soldados de Malvinas.

¡Y eso me dio fe de que su ejemplo inagotable siempre habrá de dar frutos! Sé que cada año van a haber muchos más que quieran ser sus Necochea, sus Cabral, sus Baigorria. Lo sé porque los veo. Todavía.

Esos soldados caídos luego de entrenar en San Martín de los Andes (¡justo que nombre del lugar!), que como buenos soldados hoy ya forman a sus órdenes en los escuadrones celestiales y sin duda, en ellos somos todos del mismo Ejército que soñó nuestro General en jefe por siempre.

 

Si, hoy como usted, ¡sentí que somos muchísimos los que seguimos soñando con servir a esta Nación que usted nos dejó con su entrega mi general!

Hoy comprendo que con sus valores inflamados en nuestra juventud, también nuestros nietos verán que nuestra bandera flameará siempre orgullosa en un mástil de nuestra bendita tierra, porque mientras haya un solo soldado argentino dispuesto a dar su vida por ella, en combate o preparándose para él... la Patria nunca estará en peligro.

Gracias mi general por estas sensaciones. Finalmente, luego de reflexionar, me vine sin encender las luces a dormir en el sector del personal de servicio de la casa, recordando mis propios sueños de juventud.

 

Sin duda, hoy cumplí uno de ellos, cuando de niño en mi casa me enseñaban de los héroes de mi Patria y del honor de nacer en ella.

Gracias Dios por este enorme privilegio, duermo de huésped en la casa de mi general como su humilde soldado. ¿Hay algo más lindo?

 

 

EL GENERAL


 contra la Santa Alianza

 

POR PABLO A. VÁZQUEZ

 

La Prensa, 16.08.2022

 

­­Las monarquías de Austria, Prusia y Rusia se erigieron como una nueva amenaza contra las naciones repúblicas sudamericanas. Allí el general José de San Martín operó como diplomático extraoficial y experto en inteligencia, elevando informes a sus contactos en Perú y Argentina, amén de vincularse con los sectores liberales europeos antiabsolutistas.­

 

Casi como un título de la saga de Star Wars, lo cierto fue que la partida de Buenos Aires de `El Gran Capitán', luego de años de luchas por la independencia sudamericana, no tendría como objetivo final la mera crianza de Mercedes.­

 

 El Libertador tuvo otros planes, que excedieron el plano familiar -lo cual, es cierto, no le impidieron ser un noble padre y abuelo-, sino operar políticamente en pos de reafirmar la independencia de estas tierras.­

 

Tras tolerar gobiernos liberales, en octubre de 1823 "Los Cien Mil Hijos de San Luis", en realidad las tropas francesas, bajo el auspicio de la Santa Alianza, restablecieron la monarquía absoluta y el señorío pleno a Fernando VII. Ante ello la llegada de San Martín a Francia no pasó inadvertida para sus autoridades, quienes lo vigilaron a sol y sombra. Máxime cuando fue una de los enemigos declarados de los Borbones que les hizo perder la mitad de un subcontinente. El servicio policial galo lo siguió de cerca, pasando informes puntillosos a sus pares en Madrid.­

 

Dando crédito a lo dicho por A. J. Pérez Amuchástegui en "Ideología y acción de San Martín" (1966) el Libertador arribó al viejo continente a fines de abril de 1824, primero a Le Havre, Francia, para luego continuar camino el 4 de mayo al puerto inglés de Southamponton (nombre invariablemente ligado a la figura de Juan Manuel de Rosas en su posterior exilio).­

 

PRETENSIONES EUROPEAS­

 

Ya el 7 en Londres, empezaron las reuniones buscando información sobre las pretensiones europeas en reconquistar el suelo americano. Más allá de tensiones con Alvear y Rivadavia, toda la comunidad hispanoamericana en Gran Bretaña, amén de supuestos agentes oficiosos del primer ministro Canning, y el reencuentro con su hermano Justo de San Martín, entablaron conversaciones con el héroe argentino y analizaron la situación de la época.­

 

Mención especial fue el encuentro con el ex emperador de México, Agustín de Iturbide, quien le expresó su intención de retomar el poder "con el objeto de resistir cualquier agresión o maquinación de la Santa Alianza", aunque San Martín "no tomó demasiado a pecho las eventuales propuestas de Iturbide".­

 

Según Pérez Amuchástegui: "San Martín estaba mucho más al tanto que Iturbide de lo que ocurría en los gabinetes europeos. advirtió que la presión de Inglaterra era lo suficientemente fuerte como para asegurar que los ímpetus absolutistas se morigeraran. Y desde el puerto francés escribió a Guido manifestándole su esperanza de que los soberanos aliados se quedarían con las ganas de intervenir en los asuntos americanos y que la contienda se resolvería solo con los españoles: `¡Qué oportunidad para los americanos -exclamaba allí San Martín- si tenemos juicio!'. Veintitrés días más tarde, el 17 de mayo, escribió San Martín a Molina una larga carta, confirmando esta impresión, y concluyendo en que la no intervención de la Santa Alianza en Hispanoamérica sería consecuencia directa del mayor interés por la independencia de estos pueblos, expresado en los empréstitos al Perú, Colombia y México. Por consiguiente, el objetivo que se proponía alcanzar San Martín en Inglaterra era, concretamente, averiguar la opinión del pueblo y gobierno con respecto a la América".­

 

Su estadía en Bruselas tuvo como justificación una mejor acumulación de información. En carta a Molina del 4 de febrero de 1825 dirá: "La enérgica declaración de Inglaterra sobre las Américas ha hecho tal impresión en la Santa Alianza que en sus papeles ministeriales se quejan altamente de lo que llaman agresión del gobierno británico''. Advertía en seguida que las actitudes de Prusia... eran menos terminantes... mientras que Suecia, Dinamarca, y los Países Bajos, en tanto recibían "una influencia directa del gabinete inglés, miraban con simpatía el reconocimiento''.­

 

El visado de su pasaporte entre 1825 a 1830, existente en el Archivo del Libertador en el Museo Mitre, según asentó Amuchástegui, dio cuenta de la incansable travesía de Don José por Londres, Bruselas, Marsella París, Amberes, Ostende y demás puertos europeos. Una sola excepción se dio el 7 de octubre de 1828, ya que de Londres partió a Buenos Aires. Los posteriores sucesos del asesinato de Manuel Dorrego lo convencieron de permanecer en Montevideo y no tomar parte de las luchas fratricidas.­

 

Hasta se le ofreció en Europa, en el marco de la revolución francesa de 1830 y de su contraparte en Bélgica, liderar militarmente la independencia belga, honor que declinó, pero no sin antes sugerir un conductor para el hecho de armas, tal como investigaron José Pacífico Otero y Vicuña Mackenna.­

 

Para San Martín la lucha contra la Santa Alianza y los Borbones tuvieron a Inglaterra como aliada, sin ser óbice que frente a la agresión británica de 1845/46 se puso incondicionalmente al servicio de nuestra Nación. Y utilizó todo su conocimiento en el campo de la información e inteligencia al servicio de la causa americana.­

 

­UN NOTA DISONANTE­

 

Hubo una nota disonante, en lo personal, que fue el enojo con Manuel Moreno, representantes de las Provincias Unidas, al difundir éste que Don José quería ir a España para gestionar el reconocimiento de la independencia de los países sudamericanos a cambio que éstos adoptasen un régimen monárquico afín a los Borbones. El infundio pudo venir o por insidias del diplomático boliviano Casimiro Olateña o por chismes que tomó el propio Moreno, sin consultar al Libertador. Acciones de contrainteligencia que ya había sufrido, sea en época de la lucha contra los realistas o en sus peleas con Rivadavia, tal como le escribió a Rosas el 5 de agosto de 1838, refiriéndole que Don Bernardino "me formó un bloque de espías, entre ellos a uno de mis sirvientes, (y) me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción".­

 

Según Patricia Pasquali, en "San Martín confidencial" (2000): "La idea de retornar a su país fue diluyéndose... Mariano (Balcarce) había sido separado del empleo de primer oficial de la secretaría de negocios extranjeros; aunque a pesar de ello, San Martín no había mirado con disgusto la caída de Balcarce y en adelante se mostraría conforme con la evolución política que llevó a la instauración de la dictadura rosista".­

 

­LA RELACION CON ROSAS­

 

La relación del Libertador con el Restaurador de las Leyes, cruzó todo el período final de la existencia de San Martín. Del bloqueo francés de 1838 a la Guerra del Paraná, entre 1845 a 1846, dio cuenta en sus cartas tanto a Rosas como a los habituales interlocutores del anciano general. La unión de ideas y sentimientos entre ambos hombres fue férrea, al punto que el 23 de enero de 1844 el testamento del Gran Capitán asentó, en su artículo 3°, le entrega su glorioso sable a Rosas, el que posteriormente fue donado al Museo Histórico Nacional por la hija del Restaurador, doña Manuelita Rosas de Terrero, llegando al país el 4 de marzo de 1897.­

 

La ceguera, producto de la catarata, y el aneurisma latente dieron la estocada final a su cuerpo. Pero su alma siguió firme, al punto de ofrecerse a Rosas en combatir si hiciese falta contra los invasores europeos. Hasta el último minuto pensó en su tierra y en su libertad. "Esta es la fatiga de la muerte''. Fueron sus últimas palabras el 17 de agosto de 1850, que fue cuando entró en la inmortalidad.­

LA ESTATUA ECUESTRE DE SAN MARTÍN

 

Hoy es parte familiar del paisaje urbano y de nuestra idiosincrasia, pero la inauguración del monumento al Libertador venía a poner fin a una “larga y tenebrosa noche de ingratitud y de olvido”

 

Martín Blanco y Roberto Colimodio*

Infobae, 13 de Julio de 2022

 

La iniciativa chilena a instancias del historiador Benjamín Vicuña Mackenna de erigir una estatua ecuestre en Santiago de Chile y la prédica encendida de Sarmiento fueron dos poderosos antecedentes que coadyuvaron a movilizar en Argentina la concreción de una estatua que glorifique al Gran Capitán.

 

Será la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires la encargada de llevar adelante las diligencias y los gastos necesarios para materializar en el bronce el homenaje que a lo largo del país, y por diversos factores, todavía estaba inconcluso.

 

Esa Corporación tenía entre sus proyectos trabajar en el embellecimiento del Paseo de Marte [actual Plaza San Martín], así lo indican las Memorias Municipales de los años 1856 y 1857 de convertir esa plaza en un paseo público .

 

Recién en 1860 se formó una Comisión destinada a tal fin, compuesta por los Sres. Joaquín Cazón (Presidente); Constant Santa María (Vicepresidente); Santiago Albarracín (Tesorero); Leonardo Pereira (Secretario); Hilarión Medrano y Manuel Aguirre, que dispuso que: “En la parte alta y central del paseo, además de las hileras de árboles, bancas y pequeños jardines de ornato laterales, habrá una esplanada que facilitará una hermosa perspectiva (…) habrá una fuente y dos estatuas ecuestres de bronce . Una de ellas será la del General D. José de San Martín …”

 

Se encargó la escultura al francés Louis Joseph Daumas, el mismo que ya estaba moldeando la solicitada por Chile con algunas diferencias; aquí el escultor optó por representar a San Martín con su brazo derecho extendido hacia la Cordillera y “apuntando con el dedo el punto por donde llevó sus legiones a la victoria”.

 

En 1861 se verificaron importantes progresos en el proyecto municipal, así surge de la Memoria: “Lo que más mérito dará a este paseo es la magnífica estatua ecuestre del general San Martín, que debe llevar en su centro, y cuya hermosa base de mármol blanco, está ya depositada en el local inmediato al lugar donde debe erigirse el monumento”.

 

La estatua (desarmada) llegó a Buenos Aires el 13 de abril de 1862 y se la inauguró sobre el pedestal de mármol blanco mirando hacia el este. El grupo ecuestre en bronce tiene 3,5 metros de alto y 3,5 toneladas de peso .

 

Últimos preparativos

 

El 9 de julio de 1862, la Comisión de Fiestas del Municipio cursó la correspondiente invitación al General Mitre, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y Encargado del Poder Ejecutivo Nacional, señalando el día 13 de julio de 1862 como el elegido para la solemne inauguración.

 

A medida que se aproximaba la fecha inaugural de la magistral escultura, la Municipalidad tomaba las disposiciones del caso, entre ellas se designó al Gral. Matías Zapiola como padrino de ceremonia, que a la postre y por razones de salud debió ser reemplazo por el Gral. Enrique Martínez el día 13.

 

Un día después, se envió una Circular a los Generales y otros Jefes de la Guerra de Independencia indicándose como punto de reunión el Cuartel del Regimiento de Artillería en la Plaza de Marte.

 

Con todo ya dispuesto, y a fin de dar toda la solemnidad que correspondía al acto de la inauguración de la estatua del fundador de tres Repúblicas, el 11 de julio de 1862 el gobierno nacional dictó un decreto que entre otras cosas ordenaba:

 

“3° Descubierta la estatua, será inmediatamente saludada con música, dianas, vivas y una salva de 21 cañonazos.

 

4° Concluida la ceremonia, las tropas se retirarán a sus cuarteles, quedando desde este momento establecido un centinela al pie de a estatua que lo dará la guardia de los cuarteles vecinos”..

 

Al decir del historiador y cronista de estos acontecimientos, Don Juan María Gutiérrez:

 

“Todas estas disposiciones se cumplieron con la mayor exactitud. La Municipalidad por su parte, se esforzó por contribuir a la solemnidad de aquella ceremonia, representando dignamente al pueblo de Buenos Aires.

 

La antigua plaza del Retiro estaba adornada con banderas patrias y de todas las Naciones (…) La estatua estaba cubierta con un velo azul y blanco: un viento fuerte y frio que venia desde las Cordilleras lejanas, quería a cada momento desgarrarle, como para satisfacer la impaciencia que manifestaba el pueblo para contemplar la figura del héroe…” .

 

Disposición de la comitiva

 

Ubicados en un tablado levantado para la ocasión para la comitiva y los concurrentes oficiales, estuvieron presentes entre otros: el Brigadier General Bartolomé Mitre, Dr. Cosme Beccar, representante de la Municipalidad de Buenos Aires, el Ministro Plenipotenciario del Perú, Buenaventura Seoane; Brigadier General Enrique Martínez; los Señores Ministros de Gobierno y de Guerra; y quien fuera dilecto amigo del Libertador, el Gral. Tomás Guido.

 

Alrededor de las 13.hs de aquella memorable jornada, tuvo lugar un notable discurso del General Bartolomé Mitre del cual extractamos las siguientes sentencias:

 

“La justicia póstuma de los pueblos ha comprendido al fin en el gran Capitán y el hábil político, al hombre superior a las ambiciones vulgares, que supo dirigir la fuerza con inteligencia y con vigor, y usó del poder con moderación y con firmeza, para hacer servir todo al triunfo de la grande y noble causa a que había consagrado su espada, su corazón y su cabeza (…) Al fin, señores, después de aquella larga y tenebrosa noche de ingratitud y de olvido, la gloria de San Martín se ha levantado como una estrella del cielo americano.

 

“La República del Perú la primera que le decretó en vida una estatua, ha glorificado dignamente su memoria, y ha atendido generosamente a sus descendientes.

 

“Chile, que durante parte de su destierro lo consideró como el generalísimo de su ejército, abonándole el sueldo que su patria no se creía en el deber de darle, ha sido la primera que ha realizado el pensamiento de erigirle una estatua, que inmortalice su memoria para los presentes y para los venideros.

 

“Y Buenos Aires, por último, presidida por su Municipalidad, asociada al Pueblo y al Gobierno en representación de su patria agradecida, ha erigido también una estatua ecuestre, cincelada en el bronce, para perpetuar dignamente el recuerdo de sus altos hechos, y presentarlo a la admiración de los presentes y de los venideros, montando un caballo del metal de sus cañones que no se fatigará jamás de llevarlo sobre sus hombros, como no se fatigará jamás el genio y la gloria, de levantar en alto su corona cívica y militar de luces y laureles”.

 

Mitre no desaprovechó la oportunidad para resaltar que aún quedaba pendiente la concreción del deseo de San Martin para que su corazón descansara en Buenos Aires:

 

“El breve espacio que llena ese soberbio pedestal de mármol será el único pedazo de tierra que San Martín ocupará en esta tierra libertada por sus esfuerzos, mientras llega el momento en que sus huesos ocupen otra pedazo de tierra en ella”.

 

Como bien lo indicó el historiador Enrique Mario Mayochi, posiblemente hayan sido muy pocos los que entendieron el mensaje existente en lo mas hondo de aquellas palabras.

 

Finalizado el discurso de Mitre, se descorrió el velo que cubría la estatua del prócer, lo que dio lugar a un saludo con salvas de artillería, conjuntamente de un repique general de campanas, acompañado de la música castrense.

 

A continuación tomó la palabra el general Enrique Martínez, padrino de ceremonias quien sirviera bajo las órdenes del Libertador, pronunció: “Los pueblos que estiman sus glorias, jamás olvidan los servicios de aquellos ciudadanos que han contribuido a conquistar su independencia. La prueba de lo que acabo de indicar es que, hoy se hace la inauguración de esta majestuosa estatua, a la vez que se prepara otra para el ilustre General Belgrano”

 

Llegó el turno de don Tomás Guido, que hizo uso de la palabra ante la mirada emocionada de los concurrentes: “¡Que no me sea dado el poseer el divino don de la elocuencia para usarle en este momento con toda la vehemencia de mi alma, empezando por animar esta estatua al resplandor de los gloriosos recuerdos que ella inspira!. (…) De aquí: de esta misma plaza, donde la multitud palpitante de emoción y de santa alegría, contempla la imagen del General San Martín, partieron adiestrados por él en el noble ejercicio de las armas, la segunda falange de guerreros, destinados a llevar adelante la empresa de emancipar un mundo. Eran los granaderos a caballo”, y concluyó “inclinémonos con respeto a la presencia de ese bronce que simboliza tanta gloria, modelado por la más bella de las artes. Queda la amistad misma eclipsada y silenciosa ante las manifestaciones entusiastas del pueblo ansioso de conocer a nuestro General hasta en sus facciones varoniles y en su gallarda apostura; y que ese recuerdo sirviendo de perpetuo estímulo al patriotismo y al honor, venga a sustituir y a borrar la palabra ingratitud en el libro de oro de la República Argentina”.

 

Esta iniciativa de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires no sería la última para honrar al prócer, varios años después, más precisamente el 15 de febrero de 1878, en el marco de la preparación de los festejos por el centenario del natalicio del Gran Capitán, una Comisión especial conformada en el seno de dicha Corporación, resolvió por medio de una ordenanza que la entonces Plaza de Marte se denominase en adelante “Plaza General San Martín”, tal y como la conocemos en la actualidad.

 

*[Extracto del 1er capítulo del libro Repatriación de los restos del general San Martín. Un largo viaje de 30 años (1850-1880), Edición de autor. Buenos Aires, 2019]