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INSÓLITA DECISIÓN

 

el Gobierno removió al presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano

 

Perfil, 6-8-2025

 

Continúan los movimientos de cargos en áreas de la secretaría de Cultura de la Nación, y esta vez fue el turno del presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano (INS) que fue desplazado de su cargo. El teniente coronel retirado e historiador Claudio Morales Gorleri había sido designado el año pasado por esta gestión, pero ya no ocupará el puesto.

 

Fue la subsecretaria de Patrimonio Cultural, Liliana Barela, quien le informó por WhatsApp a Gorleri, según consigna La Nación, que la ley de creación del INS “había quedado sin efecto”, que el instituto se convertiría en el Museo Nacional Sanmartiniano (MNS) y que se designaría a un nuevo director.

 

A pesar de quedar sin dirección y en transición para pasar de ser instituto a museo, el organismo ubicado en Mariscal Castilla 2752, en Barrio Parque, continuará abierto al público al cuidado de un representante de la Subsecretaría de Patrimonio Cultural.

 

En esta ocasión el Gobierno no pudo disolver por decreto el INS, como hizo en otros casos con los decretos 345 y 346- porque la institución había sido creada por decreto en 1933 y luego refrendada por ley 14.467, en 1958. Esta es la razón por la que pasará a convertirse en museo.

 

El INS se abocaba a la investigación y divulgación del pensamiento del Libertador San Martín, su fundador y primer presidente fue el doctor José Pacífico Otero, creador también del Instituto Sanmartiniano del Perú.

 

El futuro director de la entidad convertida en museo será designado pronto, aunque no será un cargo concursado porque ya se avanzó en la primera etapa de llamados a concurso.

 

La decisión sorprendió a Morales Gorleri quien estaba en el puesto ad honorem, por lo que la decisión no puede justificarse en un achique de presupuesto.

 

El lugar ofreció una Diplomatura Virtual Sanmartiniana gratuita que tuvo este año nueve mil inscriptos, el próximo 11 se iba a inaugurar una exposición organizada con junto al Instituto Sanmartiniano británico. Además, José Berni, hijo de Antonio iba a aportar las ilustraciones de su padre para la obra El santo de la espada. Vida de San Martín, de Ricardo Rojas.

SAN MARTÍN

 

 sí que sufrió canallescas campañas mediáticas

 

Por Carlos  Bukovac *

 

La Prensa, 01.03.2021

 

Los actos en recuerdo de fechas patrias suelen traer algunas perlitas. Entre ellas, las traspolaciones que hacen los dirigentes políticos en sus palabras alusivas, trayendo hechos pasados al presente y llevando agua para su molino, con riesgo de cometer errores. Pues bien, eso fue lo que ocurrió el pasado jueves cuando se conmemoró en Yapeyú un nuevo aniversario del natalicio del Libertador José de San Martín, ocasión en que el Presidente Alberto Fernández pronunció estas palabras: ``Cuando siento que los diarios, la televisión y en las redes generan debates que por momentos nos obligan a desatender lo importante, pienso que aquellos enormes hombres de 1800 no tenían que enfrentar esa adversidad que es luchar contra la prédica malintencionada.''

 

La pregunta cae de madura. ¿Fue realmente así? ¿No sufrió San Martín ataques de la prensa? Varios autores se ocuparon del tema: desde un historiador de fuste como Armando Alonso Piñeiro hasta el mediático Felipe Pigna.

 

Lo concreto es que lamentamos informarle al Sr. Presidente que sí sufrió a la prensa y bastante. Solía recibir un trato desconfiado y sospechoso hacia su persona, de lo cual se lamentaba en la correspondencia con su amigo Tomás Guido. Y, en ocasiones, el trato era directamente injuriante. Para demostrarlo, nos limitaremos a dos episodios bien concretos.

 

HOSTIGAMIENTO

 

El primero de ellos se produjo hacia 1818 y podríamos compararlo con las campañas actuales de hostigamiento en las redes sociales. Ocurría que su antiguo amigo, Carlos María de Alvear, se encontraba despechado por haber tenido que renunciar al Directorio, luego del escándalo de ofrecerle estas provincias a S.M.B. A partir de allí, se había confabulado con otro despechado, el chileno José Miguel Carrera. Ambos, según palabras de Pueyrredón a San Martín, habían "desplegado su furor, inundando la Capital con libelos de varias calidades, llenos de suciedades asquerosas contra usted y contra mí''. Años más tarde, Alvear escribiría una biografía de San Martín llena de injurias y falsedades y adornada con láminas en las que se lo representaba con rostro humano ciñendo una corona y el resto del cuerpo de tigre.

 

No obstante, considerando lo hasta aquí descripto Fernández podría afirmar que solamente recibió maltrato personal y no de la prensa, o, en palabras actuales, de la corporación. Nada más errado. El grupo de poder económico que representaba a la clase oligárquica de Buenos Aires jamás le perdonó a San Martín su desobediencia en 1820 a enfrentar a los caudillos provinciales.

 

Este grupo de poder, comandado políticamente por Bernardino Rivadavia -su histórico enemigo- encontraría la oportunidad para cobrarse revancha. En efecto, durante la Guerra con el Brasil de 1827, San Martín había decidido no ofrecer sus servicios debido a la presencia de Rivadavia, quien en 1823 había pretendido "prenderlo como a un facineroso'' y juzgarlo por un consejo de guerra. Ahora bien, ante la escandalosa caída de Rivadavia, decide emprender el regreso. No obstante, al llegar a estas tierras, se enteró de una triste noticia: su antiguo granadero, el Gral. Juan Galo Lavalle, había derrocado a Manuel Dorrego y lo había hecho fusilar.

 

La decisión estaba tomada: no desembarcaría en Buenos Aires, sino que permanecería en Montevideo a la espera de su regreso definitivo a Europa y, de ese modo, cumplir su promesa: ``El General San Martín jamás desenvainará su sable en guerras civiles''.

 

No obstante, tendría tiempo para recibir el caluroso saludo de la prensa porteña. En primer lugar, el diario El Tiempo comenzaría una desagradable campaña el 9 de Febrero de 1829: "Llegar a Montevideo, no desembarcar, fondear en nuestros puertos y en el acto, sin saltar a tierra, pedir su pasaporte para regresar, es una comportación que parecería inexplicable. Es imposible que el Gral. San Martín llegara sin estar perfectamente impuesto de lo ocurrido desde el día 1° de diciembre. Él ha recibido a bordo muchas visitas de sus amigos; se habrá impuesto por consiguiente de que en el día de hoy no se sostiene otra lucha que la del orden contra la anarquía y tampoco ignorará que en este país no hay hombres precisos. De lo que acaso en su larga ausencia no haya tenido proporción de juzgar con exactitud. Deseamos que tenga un buen viaje y que se desvanezcan cuanto antes todos sus escrúpulos''.

 

Posteriormente, Florencio Varela publicaba una nota llamativamente titulada Ambigüedades en El Pampero del 12 de febrero de 1829: ``En esta clase reputamos el arribo inesperado a estas playas del general San Martín, sobre lo que diremos, a más de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo, que este general ha venido a su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces con el emperador del Brasil''.

Finalmente, el mismo día, aniversario de la Batalla de Chacabuco, nuevamente El Tiempo le ponía el broche a la sucia campaña. Ubicada tramposamente en la sección correspondencia, aparecía una nota firmada por "unos argentinos''.

 

Por cuestiones de espacio solamente citamos fragmentos de la misma pero que bastan para describir la bajeza moral de estos escribas al servicio del poder portuario: "Sabéis, General, que nuestra patria triunfante, mientras ha durado vuestra larga ausencia en la gloriosa lucha contra el Brasil, celebró una paz honrosa y que por consecuencia de aquel memorable acontecimiento pocos meses ha, las bocas del Río de la Plata quedaron abiertas a la comunicación del mundo. Ahora queremos hacer notar que es un capricho singular de nuestra fortuna, el que después de aquel período histórico seáis, vos, tal vez el guerrero más ilustre de la Argentina, uno de los primeros que hayan visitado las aguas de nuestro río. También es raro que cuando estábamos para alcanzar la dicha, de que permanecieseis entre nosotros hayáis encontrado el país indigno de habitarlo, y regreséis sin verlo. ¿Cómo podremos haceros arrepentir, General, de la idea de burlar nuestra esperanza? Viviendo con nosotros mil veces habréis podido tener ocasión de darnos ejemplos útiles; habríais intervenido alguna vez como árbitro o consejero fiel en las contiendas. Nos abandonáis, sin embargo; pero podemos manifestaros que la gratitud nos obliga a dejaros dueño de vuestro destino y que el cuidado de nuestra propia suerte nos impone la necesidad de armarnos del coraje sublime de habitar la patria a la que pertenecemos ¿Adónde iríamos huyendo de nuestra patria? ¿Cómo partir de las riberas del Río de la Plata gritando a todo el mundo que no hay en sus márgenes un solo punto habitable? Confesamos que esta resolución es imposible para nosotros. Los que dejáis en el país, de cuyo estado parecéis asustado y temeroso, creed, que antes de imitar vuestro ejemplo, preferirán con orgullo perecer en la tormenta por no defraudarla voluntariamente en uno solo de sus hijos de cualquiera capacidad. No olvidéis, cuando merezcamos el favor de un recuerdo, que a ningún hombre por grande que sea su mérito, le es permitido divorciarse con la patria''.

 

Sepa disculparse la longitud de la cita; la gravedad lo imponía. En pocas palabras, lo trataban de cobarde y de renegar de su Patria.

Por aquellos días, también lo visitarían delegados de Lavalle para ofrecerle el mando. Pero San Martín rechazó el ofrecimiento respetando su promesa.

En síntesis, a pesar de la errónea frase del Presidente, vaya si tuvo que soportar el Libertador los ataques de la malintencionada prensa. Por ello, es importantísimo ser prudente a la hora de hacer comparaciones históricas. Sólo una humilde sugerencia: volviendo siempre al ilustre Arquetipo y a su intachable moral, nunca fallaremos. Como muestra, recordamos la célebre frase que nos dejó al rechazar aquél ofrecimiento: "Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado''.

 

* Docente UNR - Miembro Asociación Sanmartiniana `Cuna de la Bandera'.

MITOS Y VICIOS

 

 sobre la salud de San Martín

 

Juan Ignacio Provéndola

 

Página 12, 16 de agosto de 2024

 

José de San Martín murió el 17 de agosto de 1850 a los 72 años, longevidad poco frecuente para la humanidad hasta recién avanzado el siglo XX. La excepcionalidad, sin embargo, estuvo lejos de ser llevadera: el militar hispano-correntino padeció numerosos problemas de salud, algunos ni siquiera denominados en ese entonces, y la mayoría de ellos con tratamientos que hoy serían absolutamente desaconsejables. El principal, o al menos el más conocido, era a base de láudano, un preparado bebible que incluía opio y es motivo de difundidas polémicas entre quienes creen que San Martín lo consumía de manera excesiva.

 

En esa época no había historias clínicas ni tampoco eran comunes las autopsias, por lo que el resistente cuerpo de José de San Martín a tantas décadas de enfermedades y procedimientos médicos mayormente precarios sigue siendo a la fecha motivo de debates y ateneos en distintas ciencias, ya que los registros no son exhaustivos y eso abre espacio a elucubraciones.

 

La intimidad biológica de San Martín reviste interés como en cualquier otro personaje clave de la historia argentina, pero aún más imaginándolo en la gesta libertadora cabalgando miles de kilómetros con problemas de hemorroides, reuma, úlceras y severos ataques de asma, además del estrés y la tensión que generaba semejante empresa militar y política. Que haya cruzado la Cordillera en camilla no es una deshonra, sino todo lo contrario: fue un milagro que no se haya muerto en las pésimas condiciones no solo sanitarias sino también higiénicas que presentaba la América colonial.

 

Ni siquiera hay unanimidad para establecer la causa de su muerte en la absoluta precariedad de un cuarto al norte de Francia. Se habla de aneurisma, de infarto de miocardio y de insuficiencia cardíaca, aunque la que goza de mayor consenso es la generada por una hemorragia interna derivada de una úlcera. Además padecía de artritis y de cataratas, por lo que en sus últimos años ni siquiera podía hacer lo que él mismo reconocía que le encantaba como pocas otras cosas: leer.

 

El dolor crónico en su cuerpo es algo que parece presente en San Martín desde antes de regresar a Buenos Aires, ya que las primeras afecciones de las que se tienen registro datan de España, que habitó desde los 6 hasta los 34 años y donde reportó al ejército de Carlos IV: en 1801 fue víctima de un asalto en servicio con heridas en el pecho que perjudicaron su tórax para siempre, mientras que una década después recibió un sablazo en un brazo en la Batalla de La Albuera. De allí, se estima, proviene el asma agudizado tras su vuelta al Río de la Plata en 1812.

 

Las sucesivas campañas militares en Sudamérica agregaron otros problemas, varios de ellos aún no diagnosticados por la medicina de su tiempo. En distintas cartas San Martín expresaba los estragos que sufría en músculos, huesos y algunos órganos, escenario que a él y también a algunos médicos instaban a presagiar una vida mucho más corta de la que finalmente tuvo. Bartolomé Mitre aseguró, por ejemplo, que la Batalla de Chacabuco de 1917 la libró con un tremendo cuadro de gota.

 

También sobrevivió a la fiebre amarilla desatada en Lima en 1821 que arrasó a su tropa. Un año más tarde, en Chile, tuvo tifus. Y poco después, ya en Mendoza, padeció otra crisis respiratoria grave. Nuevamente en Europa, le suceden tragedias impensadas. Según una investigación de Mario Meneghini, del Instituto Sanmartiniano, un accidente de viaje le dislocó el brazo derecho, mientras que luego un vidrio lo hirió en la axila izquierda. Más adelante contrajo cólera, que en esa década de 1830 mató a un millón de personas en todo el continente. Como si todo eso fuera poco, la combinación de dolores y estrés lo expusieron a un insomnio que ni siquiera le permitían apagar la cabeza cuando intentaba descansar.

 

¿Cómo toleró San Martín todas esas campañas y todos esos viajes con semejantes padecimientos? La respuesta parece estar en el opio, que entonces era recomendado para mitigar estos escenarios debido que no había mayores avances científicos al respecto. La polémica se desprende por versiones que lo señalaban como un adicto. Mitre aseguraba que “abusaba del opio”, mientras que su amigo Tomás Guido le confesó en 1818 a Juan Martín de Pueyrredón: “He procurado con insistencia persuadir a a San Martín que abandone el uso del opio pero infructuosamente”. Por su parte, el Comodoro William Bowles, jefe de la estación naval británica en el Río de la Plata y principal informante de la región a la corona inglesa, hablaba del “uso inmoderado del opio”.

 

A pesar del mito que instala a San Martín como un consuetudinario fumador, distintos médicos que en lo sucesivo investigaron este consumo sostienen que en realidad no lo pitaba, sino que lo bebía a partir de un preparado de láudano, que combina el opio con azafrán, canela y vino blanco. Era el único tratamiento que la ciencia del siglo XIX encontraba para al menos mitigar los fuertes dolores que aquejaban al libertador, a quien de todos modos su cuadro clínico no le impidió llevar adelante las duras batallas que libró por el continente.

 

Probablemente el uso o abuso de este líquido le generaron consecuencias negativas en otros órganos, sobre todo los vinculados al sistema digestivo, cuyas fallas funcionales condujeron a su muerte en Boulogne-sur-Mer. Según numerosos historiadores, el primero que se lo recetó fue Juan Isidro Zapata, su asistente clínico de cabecera en Sudamérica, quien no era médico, sino un autodidacta que gozó de la confianza de San Martín en sus momentos de profundas dolencias. Lo que no queda claro es la forma en la que el militar administraba el opiáceo, si lo hacía cumpliendo la prescripción o si lo consumía de manera excesiva.

 

El debate también se alimenta por el morbo de ver a un prócer enredado en una adicción degradante, acaso la única forma de humanizar a un ilustre que la Historia no encuentra de momento otra manera de cuestionar moralmente. Quizás la clave de su longevidad resida en que nunca se hayan registrado problemas severos en el corazón ni tampoco en el cerebro, órganos fundamentales para la entereza de cualquier persona.

LA FIGURA DE SAN MARTÍN

 


 bajo examen

 

Por Germán Masserdotti

La Prensa, 08.08.2024

 

“En algún momento notó que la historia lo estaba mirando. Compuso su talante con naturalidad. Quiso ser lo que debía ser. Y esa manera de responder a la vocación, al servicio es, en la enseñanza que no dejó, la lección que compendia todas las otras”. Estas palabras fueron escritas por Roque Raúl Aragón en su opúsculo “La política de San Martín” refiriéndose al Libertador.

 

Agosto, en la Argentina, es un mes sanmartiniano. Por este motivo vale la pena volver a estudiar su figura y su obra.

El próximo 16 de agosto, a las 18.30, se realizará el seminario y tertulia ‘Cuestiones disputadas sobre el General San Martín’ en la sede del Instituto de Filosofía Práctica (Infip), Viamonte 1596, 1° piso organizado por la misma institución, el Instituto Elevan y Fundación Gladius. Los expositores serán el Cnl My. (R) Gabriel Camilli, el licenciado Sebastián Miranda, el Cnl. Santiago Rospide y el profesor Jorge Flores.

Respectivamente, tratarán los siguientes temas: ‘La verdad sobre el Plan Continental, ‘El mito del antihispanismo de San Martín’, ‘San Martín contrarevolucionario’ y ‘San Martín en la música argentina’.

 

Como puede apreciarse, se trata de una propuesta académica de calidad y que se hace cargo de los cuestionamientos que suele recibir, todavía hoy, la figura del General San Martín. Objeciones que, por cierto, deben responderse con solvencia historiográfica y, no menos importante, con auténtico patriotismo.

“Si reparamos en la perspectiva que tenía por delante cuando se sintió llamado para una misión personal –agrega Roque Raúl Aragón–, en el sentido que él atribuyó a esa misión, en los objetivos que se propuso, en las esperanzas y desencantos que agitaron su corazón, veremos cómo San Martín llegó a ser un héroe de América por amor de España o, como se dice hoy, de la Hispanidad; cómo quiso salvar aquí una tradición que parecía haber sucumbido, por la derrota y la traición, en la España ultramarina”.

 

Este seminario es una excelente oportunidad para ilustrarse sobre la actualidad de la vida y la obra del General San Martín y así poder festejar con razones, como cada 17 de Agosto, su paso a la inmortalidad.

SAN MARTÍN: HUMANIZARLO O DEGRADARLO

 


 

[Humanizar: hacer humano, familiar y afable a alguien. Degradar: privar a alguien de las dignidades, humillarlo, rebajarlo, envilecerlo.]

 

Durante mucho tiempo se presentó al Padre de la Patria como un ser etéreo, como el santo de la espada, sin debilidades ni pasiones. Pero, en los últimos años han proliferado presuntos historiadores y periodistas, que, con el pretexto de humanizar al héroe, se dedican a enlodar su imagen y calumniar su memoria.

Las dudas y leyendas deben esclarecerse para no distorsionar la imagen del Padre de la Patria, que, si bien como todo mortal, tuvo defectos y pasiones, no merece ser desprestigiado por afirmaciones sin fundamento alguno.

Nos ocuparemos de las principales cuestiones polémicas que se han difundido.


I.            La vida privada

Para esta reflexión, deseamos comenzar analizando las audaces afirmaciones sobre cuestiones íntimas de la vida del general. El periodista Daniel Balmaceda en su libro “Amores turbulentos de la historia argentina” (1), dedica un capítulo a “José de San Martín y Remedios de Escalada”. Lo elegimos como referencia, pues ha servido en los últimos años como fuente para varios artículos y libros sobre este tema (2).

1) Comienza el autor preguntando: ¿Se amaban San Martín y Remedios? El mismo contesta: No existen pruebas documentales que permitan establecerlo (sic).


2) Continúa su relato, describiendo las presuntas aventuras amorosas:


2.1. Después de la derrota de Cancha Rayada, Pepe San Martín, abatido, recibió el consuelo de una aristócrata chilena. Aunque reconoce que, quienes conocían la relación, omitieron mencionar el nombre de la señora (sic).

**Lo que equivale a decir que no hay ningún indicio comprobable.


2.2. Cuando Mercedes viajó a Mendoza para acompañar a su marido, llevó a su criada Jesusa, una mulata que tuvo un hijo, que en aquel tiempo se decía que era hijo del general (sic).

** No se menciona ningún antecedente.


2.3. Mientras que los limeños apodaban a Manuela Sáenz “la Libertadora”, por su intimidad con el Libertador Bolívar, a Rosita Campusano la llamaron “la Protectora”, por su relación con el Protector del Perú, José de San Martín. Rosita y José convivieron en “La Magdalena”, una estancia que utilizaban los virreyes del Perú para descanso.


**Sobre este infundio, el Dr. Díaz Araujo (3) acota que el único antecedente es el libro “Tradiciones Peruanas”, de Ricardo Palma (4), escrito 65 años después de la estadía del general en el Perú, y donde no aporta ninguna evidencia comprobable de lo que afirma. Según el historiador peruano Cesar Macera, Rosa Campusano fue una de las veinte mujeres que recibieron la Orden del Sol, creada por San Martín, como distinción a quienes habían estado detenidas y torturadas, durante el Virreinato. En la fiesta que se celebró con ese motivo, San Martín bailó con todas, sin haber ninguna constancia de que haya mantenido una relación con la mujer mencionada.


2.4. Cuando regresó a Mendoza, José encontró una nueva media naranja en María Josefa Morales… viuda de Pascual Ruíz Huidobro. La casa de Pepa pasó a ser la residencia oficial del comandante José de San Martín.


** Sobre este tema, el Dr. Rodolfo Terragno publicó un libro, elaborado en torno a una carta del prócer, que compró a un anticuario “con la esperanza de encontrar en ella algo oculto” (5). Todo el libro parece direccionado a sugerir que Josefa fue amante de San Martín, pero ni la carta del Libertador, ni las cuatro cartas enviadas al general por dicha señora, contienen nada que haga sostenible esa hipótesis.

En la carta de San Martín, del 8-8-1820, le pide al destinatario (Don Pedro Moyano): “me cuide mucho a mi Señora Doña María Josefa Morales de los Ríos”; pero el mismo Terragno cita una carta de Liniers (p. 61), elogiando a “mi Señora María Josefa Morales de los Ríos”, lo que muestra que era una expresión habitual en la época.


El autor que hemos utilizado como guía para este recorrido, indica al final del libro la bibliografía de cada capítulo. De nada sirve que se detalle una extensa bibliografía, pues al omitirse citas al pie de página, y agrupar las fuentes, no puede determinarse que fundamento posee cada frase. Nos parece, entonces, que el libro comentado no es una obra histórica, pues carece de la precisión que “debe extenderse a los más mínimos pormenores”, como enseñaba don Marcelino Menéndez y Pelayo.


II.  El regreso al Río de la Plata, en 1812

Sobre este punto, se han emitido varias opiniones respecto al verdadero motivo que tuvo para volver a su lugar de nacimiento.


1. Porque era un agente inglés

Quien primero lanzó esta tesis fue nada menos que Alberdi, en su libro “El crimen de la guerra”:

“En 1812, dos años después que estalló la revolución de Mayo de 1810, en el Río de la Plata, San Martín siguió la idea que le inspiró, no su amor al suelo de su origen, sino el consejo de un general inglés, de los que deseaban la emancipación de Sud-américa para las necesidades del comercio británico” (p. 213).

Afirmación gravísima, de la que no ofrece ninguna prueba. En cierto modo, esta tesis se deriva de la leyenda, iniciada por Mitre, de la salida furtiva de San Martín desde España. La verdad, es que el propio Consejo de Regencia, el 5-9-1811, le concedió el retiro del servicio, que había solicitado, conservando el fuero militar y derecho al uso de uniforme.

Es cierto que utilizó para salir de España una visa inglesa; eso se explica pues Cádiz era un istmo, cercado en tierra por el Ejército napoleónico, y bloqueado en el mar por la escuadra inglesa. La única vía de salida era la visa del consulado inglés en Cádiz; su amigo Duff le consiguió pasaje en un bergantín inglés, hasta Lisboa, pero no le aceptó el dinero que le ofreció para no quedar obligado.

Si no bastaran estas precisiones, recordemos que Manuel Castilla, que era el agente inglés en Buenos Aires, le escribió al Cónsul Staples, el 13-8-1812, con motivo del arribo de la fragata Canning, en la que viajó San Martín desde Londres:

“Esta también un coronel San Martín...de quien... no tengo la menor duda está al servicio pago de Francia y es un enemigo de los intereses británicos”.

No resulta creíble que, si era el Libertador un agente inglés, no se le hubiese comunicado tal situación al representante en Buenos Aires.


2. Porque era un mestizo


Esta interpretación la difundió García Hamilton, apoyando lo afirmado por Chumbita en “El secreto de Yapeyú”; San Martín sería mestizo “y sufría en carne propia la injusticia del sistema colonial. Se alzó, desafiando al mundo de su padre. Transformó su humillación en rebeldía política” (Clarín, 16-7-01).

La tesis de Chumbita, que fue rechazada por un Congreso Sanmartiniano, en Agosto de 2000, sostiene que San Martín fue hijo de don Diego de Alvear -padre de Carlos de Alvear- y de Rosa Guarú, una india guaraní. El Capitán Juan de San Martín, para evitar el escándalo de su camarada, habría anotado como hijo suyo a José.

Además de otros datos, que constan en un dictamen del Instituto S. de 40 páginas, basta para cuestionar esta afirmación, una cuestión cronológica: es cierto que don Diego de Alvear anduvo por Yapeyú, en su condición de marino, integrando una comisión de límites, que debía demarcar las posesiones portuguesas y españolas. Sin embargo, en la Historia de don Diego de Alvear, escrita por su hija Sabina, consta que don Diego estuvo en Yapeyú en 1783, cuando José tenía ya 5 años.


3. Por motivos ideológicos


Se sostiene que San Martín habría querido ayudar a aplicar en América sus ideas políticas liberales, que no podían aplicarse en España, donde, en caso de rechazarse la invasión napoleónica, quedaría restaurada la monarquía absoluta de Fernando VII.

Es cierto que San Martín, al igual que otros patriotas, adhería a las ideas que, en forma genérica, se llamaban liberales, entendidas como lo contrario a la opresión de la monarquía absoluta. Pero nunca manifestó adhesión a la ideología liberal, fundamentada en las teorías de Locke, Rousseau, y otros.

Con respecto al sistema de gobierno, tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en sí mismo.

Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en Perú. Creía que era necesaria para asegurar la independencia. Hay un hecho poco conocido, que merece ser citado.

La propuesta de Belgrano de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión especial el día 6 de julio, ha motivado algunas dudas.

Pero se conoce bien la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de Gabriel Tupac Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los españoles, y que fue cruelmente ajusticiado junta a toda su familia. El único que sobrevivió fue Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero mantenido en prisión muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta, en África. Allí lo encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien lo ayudó a obtener la libertad y lo embarcó rumbo a Buenos Aires.

Las autoridades le concedieron una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que fueron publicadas en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso personaje falleció a los 88 años, y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta. Consta en las memorias que conoció a San Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del prócer mencionado no fue una fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre, por ejemplo, en su biografía del creador de la bandera, lo critica duramente por estas ideas. Sin embargo, era opinión general que habiendo reasumido su trono Fernando, y constituida la Santa Alianza, no había seguridad de que fuese aceptado un gobierno republicano.

De allí que promover una monarquía constitucional, encabezada por un descendiente de los incas, era una idea sensata, y por eso la apoyó San Martín; aunque finalmente no se aprobó.


4) Verdadero motivo de su regreso


Los reyes borbónicos se habían apartado de la tradición hispánica; influidos por el racionalismo, aplicaban el llamado despotismo ilustrado. Desde el Pacto de Familia de 1761, España dejó de interesarse en América. Además, Napoleón quiebra la unidad imperial, y los americanos temían ser negociados por la Junta Central.

San Martín peleó contra el invasor francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen. Napoleón entró con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José. Suponiendo que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de unos reyes ineptos.

Por eso, decidió combatir por la independencia y salvar la verdadera España, en América. No fue una decisión personal, sino compartida por muchos nativos de este continente que vivían en España. Lo explica San Martín en carta a Castilla (11-9-1848): “En una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar”.


III. San Martín y la masonería


Desde mediados del siglo pasado algunos historiadores han sostenido que el General San Martín fue masón, e incluso, interpretan su retiro del Perú como resultado de una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora.

1.  En realidad, dos ex presidentes argentinos (Mitre y Sarmiento) que, además fueron maestros de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, manifestaron que la logia Lautaro, a la que perteneció San Martín, era un grupo político que no tuvo relación alguna con la masonería. Además, la Revista Masónica Americana, en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las logias que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la Lautaro.


Recordemos que la Masonería fue condenada por el Papa Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, de 1738, donde se prohíbe “muy expresamente (...) a todos los fieles, sean laicos o clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en tales centros (...) bajo pena de excomunión...”. Esta condenación fue confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica Providas del 15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también prohibida la Masonería en España, ese año, por una pragmática de Fernando VI.


Sobre la posición de San Martín en materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo Furlong, quien llega a esta conclusión: “Hemos de aseverar que San Martín no sólo fue un católico práctico o militante, sino que fue, además, un católico ferviente y hasta apostólico”.

Por ello es importante esclarecer este punto, pues “el catolicismo profesado por San Martín establece una incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la otra”. Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización, “aduciendo precisamente, la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta.


Como las dudas continuaban, el historiador Patricio Maguire (6) solicitó información a las centrales masónicas europeas con un cuestionario sobre:

Logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana. Y sobre San Martin y otros oficiales vinculados con él. Resumimos las respuestas que obtuvo:


Gran Logia Unida de Inglaterra - Londres, 21 de agosto de 1979

1. La Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular.

2. La tres Logias que Ud. menciona en su carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni de los Antiguos ni de los Modernos, ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra: no hubieran sido reconocidas como masónicas en este país entonces o posteriormente.

3. Las seis personas mencionadas en su carta, de acuerdo a nuestros archivos nunca fueron miembros de Logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.


Gran Logia de Escocia - Edimburgo, 30 de junio de 1980

Le informo que la primera Logia Escocesa no fue autorizada hasta 1867.


Gran Logia de Irlanda - Dublin, 24 de junio de 1980

La Gran Logia de Irlanda nunca estuvo activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los organismos que Ud. menciona.

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La leyenda, sin embargo, continuó y a falta de otros antecedentes, se mencionó una medalla acuñada en 1825 por la logia La perfecta amistad, de Bruselas, Bélgica. Se conserva un solo ejemplar de la medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas, que tiene escrito, en el reverso (en francés): “Logia La Perfecta Amistad constituida al oriente de Bruselas el 7 de julio de 5807 (1807) al General San Martín 5825 (1825).  En el anverso, figura “General San Martín”, alrededor del retrato, y abajo “Simeon F”, indicando el nombre del grabador y su pertenencia a la masonería (F: frere, hermano).


El origen de esta medalla es la decisión del Rey de Bélgica, Guillermo I, de hacer acuñar diez medallas diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeon, con la efigie de otras tantas personalidades de la época, una de los cuales era el Libertador de América, que estaba residiendo en ese país. Para esta medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de perfil de nuestro héroe.


Se puede deducir que la medalla de la logia, fue confeccionada sobre el molde de la oficial, facilitado por el grabador que era masón, y no hay constancias de que San Martín la haya recibido, ni mencionó nunca esa distinción. Hay que añadir que eso ocurrió en 1825, y en los siguientes veinticinco años que vivió San Martín en el viejo continente, no se produjo ningún hecho ni documento que lo vinculara a la masonería.


Lamentablemente, el Dr. Terragno –actual académico sanmartiniano-, en su libro Maitland & San Martín, introdujo otra duda al recordar que Bélgica fue ocupada en la 2da. Guerra Mundial, y los alemanes incautaron los archivos de la masonería; luego esos archivos quedaron en poder de la Unión Soviética, en Moscú. Por eso, Terragno alegó: “Cuando todos los materiales estén clasificados y al alcance de los investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre la Perfecta Amistad y los vínculos masónicos de San Martín en Bruselas”. (7)


Pues bien, desaparecida la Unión Soviética, Bélgica recuperó esa documentación; la referida a la masonería, representaba unas 200.000 carpetas. El Dr. Guillermo Jacovella, que se desempeñó como Embajador argentino en Bruselas, entre el 2004 y el 2008, se interesó en el tema, y realizó una investigación en el Centro de Documentación Masónica de Bruselas, donde se encuentra el archivo de la logia Perfecta Amistad, contando con la colaboración del director, Frank Langenauken. En conclusión, no se pudo encontrar ninguna mención al general San Martín o al homenaje de la referida medalla.


Consideramos muy valiosa la información aportada por el señor Jacovella, publicada en la revista Todo es Historia, de agosto de 2009 (8) , para desmentir una falsedad histórica, y dar por terminada definitivamente esta cuestión.

En conclusión, si no existe ningún documento que contradiga el contenido de estas cartas de las propias autoridades masónicas, y, además, el análisis de su obra demuestra que el Gran Capitán “hizo lo contrario de lo que la Masonería procuraba y fue hostigado por ésta”, el veredicto no merece ninguna duda: San Martín no fue Masón.

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V. SM, drogadicto


Últimamente se ha difundido esta cuestión, de un modo que hace sospechar la mala fe; baste citar un ejemplo:


En un reportaje al Dr. García Hamilton, publicado por Página12 (2-8-2000), la periodista pregunta: “¿San Martín consumía opio por prescripción médica o era adicto?”. El escritor responde: “Las dos cosas. A él se lo recomendó un médico por sus dolores de estómago, causados probablemente por una úlcera. Pero después padeció una adicción.”

Se conoce que San Martín sufría de un asma aguda, úlcera gástrica, y fue afectado crónicamente por la gota, que a veces le impedía montar a caballo. Los doctores Colisberry y Zapata, para aliviar los dolores del general, le preparaban una poción, que el identificaba como su pomito, a base de láudano de Syndenham derivado del opio.


San Martín se adaptó a sus sufrimientos, superando sus achaques físicos con una voluntad excepcional, que le permitió el dominio de su persona, pese a todos los contratiempos, y aún alcanzar la longevidad, duplicando el promedio de vida de su época.

Con respecto al opio, pertenece a la clase de los depresores, llamados así pues deprimen el sistema nervioso. Aún en pequeñas dosis, hacen más lento el ritmo cardíaco y la respiración, disminuyendo la coordinación muscular y la energía, y embotando los sentidos.

Los especialistas en toxicomanía sostienen que el empleo continuo de narcóticos lleva a la adicción, y ésta conduce a un deterioro generalizado del organismo.

Entonces, si como afirman algunos, San Martín consumió opio desde los 34 años hasta su muerte, es necesario indagar por qué no se convirtió en adicto y pudo conservar su lucidez hasta los 72 años.


Pues, en realidad, el panorama queda despejado teniendo en cuenta una evidencia tangible: en el Museo Gral. San Martín, de Mendoza, se conserva un botiquín homeopático que perteneció al Libertador, y que había recibido de su amigo Ángel Correa, quien lo había traído al país desde Europa, poco antes. El donante le enseñó cómo utilizar los remedios de esta nueva especialidad médica.

Se puede decir, entonces, que fue con la ayuda de esta terapéutica que San Martín pudo cumplir con su misión.

Es lícito deducir que habitualmente utilizaba el opio, sí, pero preparado homeopáticamente, lo que lo transforma en opium, un remedio que se puede usar permanentemente sin peligro de adicción, ni efectos secundarios, al punto de que puede ser usado incluso en niños.

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Al concluir, debemos compartir lo expresado por el mismo San Martín, en carta a Tomás Guido (6-4-1829):

“Confesemos que es necesario tener toda la filosofía de un Séneca, o la imprudencia de un malvado, para ser indiferentes a la calumnia”.



1) Balmaceda, Daniel. “Romances turbulentos de la historia argentina”; Grupo Editorial Norma, 2007, pp. 65 a 71.


2) Hanglin, Ricardo. “Las amantes de San Martín”; La Nación, 31-7-2012. López Mato, Omar. “San Martín: amantes, hijos y nietos de un libertador pasional”; La Nación, 17-8-2022. Revista Billiken, 13-8-2021. Arce, Ismael. “José de San Martín. El hombre más allá del mito”; Córdoba, El Emporio Ediciones, 2022, 139 a 142, 586 y 587.


3) Díaz Araujo, Enrique. “Don José y los chatarreros”; Mendoza, Ediciones Dike – Foro de Cuyo, 2001.


4) Palma, Ricardo. “Tradiciones peruanas”; Madrid, 1930.


5) Terragno, Rodolfo. “Josefa. Biografía de María Josefa Morales de los Ríos. La amiga secreta de San Martín”; Buenos Aires, Sudamericana, 2015.


6) Revista Masonería y otras sectas, N° 2, noviembre 1981, pp. 20-25; N° 3, diciembre 1981, pp. 15-20; N° 5, febrero 1982, pp. 30-35.


7) Terragno, Rodolfo. Maitland y San Martín, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, p. 193.


8) Todo es Historia, N° 505, agosto 2008, pp. 20-25.