EL FUSILAMIENTO DE DORREGO

 


 cartas desgarradoras, el tormento tardío de Lavalle y una viuda abandonada


Adrián Pignatelli


Infobae, 13 de Diciembre de 2021

 

Había sido la esposa del gobernador de Buenos Aires y estaba en la indigencia. Angela Baudrix, de 33 años, cuando le negaron una y otra vez la pensión que le correspondía por su esposo, gobernador fusilado, debió ganarse la vida cosiendo uniformes en la ropería de Simón Pereyra. Le pagaban una miseria, un oficio que era muy mal pagado en la Buenos Aires colonial.

 

En 1811, cuando contaba 16 años, había conocido a Manuel Dorrego, de 28. Se casaron en 1815, aún con la oposición de los padres de ella. Tendrían dos hijas: Isabel, en 1816 y Angelita, en 1821.

 

Manuel Críspulo Bernabé do Rego nació el 11 de junio de 1787 en Buenos Aires. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego jurisprudencia en Chile, donde participó en 1810 de la revolución. Incorporado al Ejército del Norte, las dos heridas en el combate de Sipe-Sipe le valieron el ascenso a teniente coronel.

 

Volvió a demostrar su arrojo en las batallas de Tucumán y Salta, al mando de Belgrano, quien lo ascendió a coronel. Era tan valeroso como indisciplinado e irreverente, lo que le valió varios arrestos. Debido a su temperamento, el creador de la bandera lo marginó de la campaña que finalizaría con las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Belgrano llegó a decir que con Dorrego a su lado, no hubiese sido derrotado en estos combates.

 

Cuando San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte, también fue sancionado por burlarse en público de Belgrano. Volvería a las armas para pelear contra Artigas.

 

Su oposición al Director Pueyrredón le valió un destierro, que debía ser en Santo Domingo, pero que las contingencias lo llevó a Estados Unidos, donde vio el funcionamiento del federalismo. Cuando regresó, el país era un caos y la anarquía del año 20 de pronto lo sorprendió como gobernador interino. Con Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia en el poder, debió alejarse nuevamente. En 1827, luego de haber caído el gobierno, el Partido Federal lo nombró gobernador en agosto. Había recibido el apoyo de las provincias para continuar la guerra con Brasil y llegar a una paz aceptable. Presionado por los ganaderos y por la diplomacia inglesa y obstaculizado su propio gobierno por la burocracia que aún respondía a Rivadavia, debió rubricar la paz con Brasil, por la que aceptaba la independencia de la Banda Oriental. El coronel, de pensamiento auténticamente federal, de fuerte predicamento entre los gauchos y los más humildes, debió enfrentar el descontento de las tropas al sentirse traicionadas por el acuerdo de paz. Y comenzó la conspiración.

 

Que Juan Galo de Lavalle intentaba derrocarlo, fue una de las tantas advertencias que desechó. Pero lo cierto era que la revolución era un secreto que todos conocían. El antiguo granadero no estaba solo, sino que viejos compañeros de armas, como Soler, Alvear, Paz y otros tramaban a sus espaldas. Lavalle era un militar de 31 años recién cumplidos que había alcanzado su prestigio en los campos de batalla, primero con la campaña libertadora y luego en la guerra contra el Brasil. En buena ley se había ganado el apodo de “el león de Río Bamba”.

 

Ante el avance de las tropas de Lavalle, que no quería saber nada con parlamentar, el 1 de diciembre de 1828 Dorrego debió dejar la ciudad y se dirigió a la estancia de Rosas. Una elección exprés de unitarios realizada a la una de la tarde en la capilla de San Roque ungió a Lavalle gobernador por 79 contra dos, uno por Carlos de Alvear y el otro para Vicente López.

 

En su huida al sur de la provincia, descartó el consejo de Rosas que fuera para Santa Fe, dominios del caudillo Estanislao López. Decidió lo peor: enfrentar a las tropas de Lavalle en Navarro, con 2000 hombres y cuatro piezas de artillería, sumados unos doscientos indios pampas, que tenían sus tolderías en los dominios de Rosas. Este se quejaría más tarde: “Yo se muy bien que Dorrego es un loco”.

 

campos de batalla. En política, demostró ser influenciable

El 9 de diciembre fue rápidamente derrotado y en su huida, fue traicionado por dos oficiales a los que consideraba leales, Bernardino Escribano -que el año anterior había fundado Junín- y Mariano Acha. Dorrego fue arrestado en Salto y llevado a Navarro, donde acampaba Lavalle. Su primer impulso fue escribirle a Guillermo Brown, interinamente a cargo del gobierno. Le pidió garantías para dejar el país.

 

El general golpista era presionado por los hombres de levita de Buenos Aires. El 12 por la noche, recibió una misiva de Juan Cruz Varela: “Este pueblo espera todo de usted, y usted debe darlo todo (…) Cartas como estas se rompen…” Del Carril le enviaría cinco. En una afirmaba que “este país se fatiga 18 años hace, en revoluciones, sin que una sola haya producido un escarmiento (…) habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza a la hidra…”

 

Dorrego había llegado a las 13 horas del 13 de diciembre, escoltado por cincuenta hombres del Regimiento de Húsares al mando del coronel Federico Rauch, y quedó detenido en el casco de una estancia. El general golpista, alojado en el establecimiento de Juan de Almeyra, al norte de Navarro, se negó a recibirlo, mientras el detenido esperaba expectante en el carruaje.

 

Tamaña sorpresa le produjo a su edecán, Juan Estanislao Elías, cuando su jefe le ordenó comunicarle a Dorrego que, en el término de una hora, sería fusilado por traición.

 

Dorrego no lo podía creer. “¡Santo Dios!” exclamó mientras se golpeaba la frente. “A un desertor al frente del enemigo, a un enemigo, a un bandido, se le da más término y no se lo condena sin permitirle su defensa. ¿Dónde estamos? ¿Quién ha dado esa facultad a un general sublevado? Hágase de mi lo que se quiera, pero cuidado con las consecuencias”, le dijo a Lamadrid.

 

Dorrego pidió hablar con Lavalle. Este se negó. “General, por qué no lo oye un momento aunque lo fusile después”, intercedió Gregorio Araoz de Lamadrid. “¡No lo quiero!”, gritó.

 

Lavalle no pensaba por sí mismo ni tampoco en las consecuencias. En una reunión la noche previa al estallido del golpe, lo convencieron de que el gobernador debía morir. Julián Seguro Agüero, Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Ignacio Alvarez Thomas, José Miguel Díaz Vélez, Valentín Alsina encabezaban la lista de conspiradores. También Rosas estaba en la lista de individuos a matar, pero Lavalle se negó.

 

Dorrego pidió un cura y lápiz y papel. Le escribió a su esposa: “Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir. Ignoro por qué; más la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mi. Mi vida: educa a esas amables criaturas. Se feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego”.

 

Luego, fue el turno de sus hijas. “Mi querida Angelita: te acompaño esta sortija para memoria de tu desgraciado padre”; “Mi querida Isabel: te devuelvo los tiradores que hiciste a tu infortunado padre”.

 

Otra carta fue para Estanislao López, y le pidió que perdonase a sus victimarios, y que su muerte no fuera causa de más derramamiento de sangre.

 

Se confesó con su primo, el padre Juan José Castañer, el cura de Navarro. Siempre estuvo acompañado por Lamadrid, su amigo y adversario ocasional. Dorrego era padrino de Bárbara, una de sus hijas. Este valiente hasta la temeridad, no tuvo el valor de acompañarlo en el último momento. A pedido del condenado, le dio su chaqueta para morir, ya que pidió que se le acercase la suya a su esposa, junto con sus tiradores y un anillo para sus hijas. Era todo lo que tenía.

 

En compañía del cura, caminó unos cien metros hasta un corral, ubicado detrás de la iglesia de Navarro. Se le vendó los ojos con un pañuelo amarillo. Lo esperaba un pelotón del 5° de Línea al mando del capitán Páez. Eran las 14:30 cuando fue fusilado. El propio padre Castañer lo enterró.

 

Lavalle asumió toda la responsabilidad. “Participo al Gobierno Delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división.

 

La Historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el señor Dorrego ha debido o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público.

 

Quiera el pueblo de Buenos Aires persuadirse que la muerte del coronel Dorrego es el mayor sacrificio que puedo hacer en su obsequio.

 

Saludo al señor ministro con toda consideración, Juan Lavalle.”

 

La noticia cayó de la peor manera en Buenos Aires, que se enteró del desenlace al día siguiente. Juan Manuel Beruti escribió en sus Memorias Curiosas que “mientras gobernó, no hizo mal a ninguno; no entró al gobierno por revolución sino por la junta de la provincia que lo nombró”.

 

El cónsul norteamericano escribió que “es difícil describir el pavor y profunda tristeza que esta noticia ha infundido en la ciudad”.

 

Lavalle intentó justificarse cuando dijo que “sacrifiqué a Dorrego con la intención más sana”. Sin embargo, en sus memorias Félix Frías recordó que Lavalle “comenzó a sentirse atormentado por esta decisión. Con los años la carga no haría más que incrementarse de una manera insoportable”. Del Carril le aconsejó mentir y labrar un acta falsa.

 

La situación política fue capitalizada por Rosas, que comenzó su rápido camino al poder desde la campaña bonaerense. Lavalle terminaría retirándose.

 

Hasta el fin de sus días, siempre recordó el 13 de diciembre.

 

El domingo 20 de diciembre de 1829, un año y una semana después de haber sido fusilado, entró a la ciudad la urna con sus restos. Cuando la carroza estuvo a la altura del pueblo de Flores, el centenar de ciudadanos que había ido a su encuentro, desengancharon los caballos y condujeron el carruaje a pulso hasta la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Piedad. Un grupo de curas se había adelantado cuatro cuadras a recibir la carroza, en medio de la gente que se agolpaba en las calles y que muchos pujaban por entrar al templo colmadísimo, donde se ofició una misa.

 

Toda la ciudad le rindió homenaje. Los soldados con brazaletes negros, las banderas con crespones, las campanas de las iglesias desde el mediodía de ese día hasta las 8 de la noche del siguiente no dejaron de tocar a muerto y hasta los postes de la vereda los cubrieron con ramos de olivo.

 

En un cortejo encabezado por el gobernador, quien había asumido el 8 de diciembre de ese año, y detrás sus funcionarios -todos de luto- acompañaron los despojos a una capilla, donde se volvió a rezar. Cañonazos cada media hora, altares alusivos, guardias de honor. Todo refería al desgraciado que había sido fusilado en San Lorenzo de Navarro.

 

Al día siguiente más misas y procesiones. Nuevamente la iglesia, más ceremonias, cañonazos, otros recuerdos y alabanzas. A las seis de la tarde todos fueron al cementerio, al que llegaron dos horas después. Dicen que el gobernador estaba conmovido. Cuando éste dejó caer una guirnalda sobre la fosa, todo concluyó.

 

Cayeron en saco los reclamos de la viuda Angela Baudrix para obtener la pensión que le correspondían por su marido militar y gobernador. Debería esperar 17 años para que Rosas autorizase el reconocimiento. Dicen que el pedido había sido cajoneado por Encarnación Ezcurra, la esposa de Rosas, ya que consideraba a Dorrego un federal cismático, y no apostólico.

 

Su hija Isabel nunca se casó, y desde el día del fusilamiento de su padre, siempre vistió de luto.

 

En 1868 Mariano Miró inauguró su mansión, en la manzana comprendida entre Avenida Córdoba, Viamonte, Libertad y Talcahuano. Once años más tarde, justo enfrente se instaló el monumento a Juan Lavalle. Para la esposa de Miró fue como una burla atroz: ella era Felisa Dorrego, sobrina del fusilado. Desde ese momento hasta el día de su muerte, puertas y ventanas que daban al monumento permanecieron siempre cerradas. En repudio al que había ordenado el fusilamiento de quien tuvo que pedir prestada una chaqueta para morir.

EJERCICIO DE MEMORIA

 


contra los falsificadores del pasado


La Prensa, 14.11.2021


Libro: Volver a la patria

Por Centro de Estudios Salta

Argentinidad. 644 páginas

 

Hay un contraste muy marcado entre el deseo de tantos jóvenes de irse hoy del país y las aventuras, sacrificios y actos heroicos con que otros hombres y mujeres se prodigaron por la patria a lo largo de los siglos XX y XXI. La comparación la propone en este libro el Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta (CES) y debería dar que pensar. El ánimo de los jóvenes, palpable para cualquier observador, fue objeto de una encuesta de los autores el año pasado, cuyos resultados se desglosan al final de este volumen. Hoy ya lo dicen otras consultoras: casi cien jóvenes por día se marchan del país.

 

Entre las muchas razones que hay para ello, el CES postula que esa reacción se debe también a que las ofrendas de quienes nos precedieron van siendo borradas de la memoria colectiva junto con nuestras tradiciones, en un proceso de sustitución cultural y falseamiento de la historia que busca reconfigurar nuestro futuro. Por eso el CES se propuso acometer la tarea de recordar historias que pudieran servir de estímulo para detener esta ofensiva.

Volver a la patria es por lo tanto un libro ambicioso, con más de un propósito. A grandes rasgos podríamos señalar tres, aunque hay más. Uno es recuperar los ejemplos olvidados de bravura, ingenio, piedad religiosa y entrega de la propia vida de decenas de personas que forjaron nuestra independencia o ayudaron a preservarla hasta el final del siglo pasado, sea en la guerra contra el terrorismo o en Malvinas. Otro objetivo es denunciar cómo el olvido de esas figuras y acontecimientos es el producto de una obra paciente de subversión cultural que lleva hoy a homenajear a terroristas y mantener en prisión perpetua a los militares que los combatieron. Y el tercero, iluminar las hipótesis de conflicto que se presentan hoy mismo en el país, en medio de este estado general de desarme físico y espiritual.

 

Todo esto se va desplegando a lo largo de casi un centenar de escritos breves, de diversos géneros -crónicas, notas de opinión, reseñas de libros, entrevistas, memorias- y autores, pero con un mismo tono desafiante. Un tercio de los artículos evoca combates de la guerra revolucionaria. Singular interés despierta en este sentido el testimonio de los mismos protagonistas, como el relato que se incluye aquí desde adentro de la Operación Independencia.

 

Surtido, provocador, Volver a la patria es un ejercicio de memoria contra el engaño, la ingratitud y la molicie, una invitación a reflexionar con la esperanza de retemplar los espíritus para salvar a la Argentina de la disgregación.

 

Juan B. Aspiazu

PARALELOS

 


entre el Sultán Tipu, Tigre de Mysore, y Juan M. de Rosas, el Gran Americano


Pablo Vázquez


La Prensa, 18.11.2021

 

Ante la conmemoración del Día de la Soberanía Nacional, en recuerdo de la Batalla de la Vuelta de Obligado, del 20 de noviembre de 1845, muchos se han preguntado a lo largo de la historia si Juan Manuel de Rosas se encontraba capacitado para el ejercicio político y si midió las consecuencias que tendría enfrentarse con el Reino Unido y Francia, las dos superpotencias de la época.

 

Desde trabajos académicos de Adolfo Saldías, Carlos Ibarguren, Dardo Corvalán Mendilaharsu, Julio Irazusta, Jorge Myers y Fermín Chávez, entre otros, dan cuenta de su formación intelectual y análisis político, a la vez su aguda intuición para la cuestión diplomática y el estudio de casos históricos que podían servir de ejemplo a cuestiones que se presentaban como análogas.

 

Prueba de ello fue su abultada biblioteca que consultaba permanentemente en su residencia de San Benito de Palermo.

 

En `La biblioteca hallada en la Casa de gobierno después de Caseros', de Julio César González, incluido en Anuario de Historia Argentina (1941) se da un detallado listado de una gran cantidad de obras, que tras Caseros las autoridades de facto bonaerense incorporarían a la Biblioteca Pública, amén de temas sobre administración y leyes locales, americanas e hispánicas, también se hallaron textos de derecho internacional, de derecho francés y anglosajón, historia norteamericana y europea, tratados internacionales, libros sobre cuestiones bélicas, relatos de viajes y descubrimientos y manuales diplomáticos.

 

Destaco una obra, `Memorias' de Fippoo Zaib (dos tomos), del resto. El nombre completo y correcto es `Memorias de Typpo-Zaïb, Sultán de Masur; o vicisitudes de la India en el siglo XVIII; procedidas de los establecimientos ingleses y franceses sobre aquellas costas, escritas por dicho sultán, y traducidas al francés del idioma malabar'. Publicadas por el ciudadano francés Desodoards y vertidas al castellano por el teniente coronel D. Bernardo María de Calzada, publicado en Madrid en 1800.

 

FATH ALI TIPU

 

Estos dos tomos hacen alusión al gobernante de Mysore, en el sur de la India, que se enfrentó a las fuerzas francesas británicas. Su nombre era Fath Alí Tipu, conocido como Tipu Sahib, el Señor Tipu. R. H. Shamsuddín Elía, en `La epopeya de Tipu Sultán, el Tigre de Mysore' (1996) ofrece una reseña del mandatario guerrero: "El y su padre, Haidar Alí (1722-1782) lucharán durante cuarenta años contra los británicos con la ayuda de oficiales franceses, persas y otomanos. La última de las cuatro guerras conocidas como Guerras de Mysore (1799) verá finalmente caer la fortaleza de Seringapatam (Srirangapatnam, Puerta del Señor del mundo), la renombrada capital. Oponiéndose con firmeza a los planes coloniales en el sur de la India, Tipu se ganó de los británicos la fama de cruel tirano, aunque lo admiraron por sus dotes político-militares, y hasta copiaron algunas de sus técnicas de combate. Se interesó en la construcción de barcos para equipar a su marina de guerra, y en el diseño de las armas y la artillería para el ejército mysoreano, convirtiéndose en el precursor de la moderna cohetería militar".

 

CONTACTO CON EL RESTAURADOR

 

Si la descripción inicial del autor brinda muchos puntos de contacto con el perfil del Restaurador, el siguiente detalle profundiza la obra de gobierno del Sultán: "Pero este personaje no fue tan sólo un guerrero y estratega apasionado y fuera d común, a quien buscó Napoleón y envidiaron los ingleses. Hombre de gran cultura, erudición, y una cosmovisión generosa y pluralista, Tipu supo también incursionar con éxito en una economía autosuficiente. Fundó un departamento de agricultura para multiplicar y procrear la flora y la fauna, consiguiendo un ganado ejemplar y la más fina raza caballar. La horticultura, la pesquería de perlas, la sericultura, la silvicultura y la técnica de injertos alcanzaros igualmente niveles de calidad no conocidos".

 

Su aporte a la cohetería fue fundamental, ya que, si bien su utilización venía de antaño con los chinos en el siglo XIII, Tipu releyó manuales de China e India, los actualizó. Esos artefactos estaban conformados por un "tubo de hierro de 40 cm. de largo aproximadamente, pesaba unos 6 kilos y estaba sujeto a una caña que servía de lanzador. Cuando era disparado despedía una llamarada rosa y explotaba como un obús...tenía un alcance de unos 800 metros".

 

Agregó Shamsuddín que: "la brigada cohetera de Tipu inspiró al artillero inglés Sir William Congreve (1772-1828) a desarrollar el arma que fue utilizada en las Guerras Napoleónicas. En efecto, el cohete de Tipu reaparecerá en 1808. en las batallas de Leipzig, Nueva Orleans y Waterloo". Y, otra nota en común con Rosas, reaparecerán con la flota anglo-francesa que en 1845/46 atacó posiciones de la Confederación Argentina al remontar nuestros ríos interiores, disparando "cohetes a la Congreve" en Obligado, Tonelero y Quebracho, según L. B. Mackinnon en `La escuadra Anglo-Francesa en el Paraná' (1957) y en dos obras de Eduardo Campos: `Veleros franceses en Obligado' (2012), y en `9:50 a.m. Fuego! Fire! Feu! El combate de la Vuelta de Obligado' (2014).

 

DESTINO TRAGICO

 

El destino de Tipu fue trágico, según detalló Gustave Von Grunebaum, en `El Islam: Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días' (1975): "La principal resistencia musulmana contra los ingleses fue la ofrecida por los gobernantes de Mysore, en el Sur, donde Haidar Alí se creó un reino propio en 1761. Su heroico hijo, Tipu Sultán, administró el país con brillantez y justicia, buscó en vano ayuda contra los ingleses en Napoleón Bonaparte, y en los sultanes otomanos y fue finalmente vencido y muerto en lucha desigual contra una alianza de los ingleses, los maratas y en Nizam de Haiderabad".

 

El 4 de mayo de 1799 Tipu murió en combate, y su leyenda nació. Apasionado de los tigres, no sólo utilizado como emblema personal, sino que su impronta, casi como Juan Facundo Quiroga, marcaría en Tipu su propia identidad. Su frase "En este mundo, es preferible vivir dos días como un tigre que doscientos como una oveja", popularizada por Alexander Beatson en su obra de 1800, fue un clásico refrán del siglo XIX que marcó toda una época de resistencia anticolonialista.

 

En Inglaterra, por su fascinación ante el formidable enemigo, hubo una gran difusión de su vida en textos y obra de teatro sobre el personaje. Lo mismo que en Francia, donde en su momento habían recibido una representación diplomática del reino de Mysore, ya sea en la obra que cité, por la traducción de Desodoards, y por Julio Verne, quien basó en Tipu la creación de su más famoso personaje, Nemo, capitán del Nautilus, personaje de `Veinte mil leguas de viaje submarino' y `La isla misteriosa'.

 

¿DESTINO EN COMUN?

 

España no pudo sustraerse de prestarle atención a la figura de Tipu, de allí la edición madrileña de la obra que tuvo Juan Manuel de Rosas como dueño y que integró su biblioteca. Décadas y kilómetros los separaron al Tigre de Mysore y al "Campeón de la Independencia Americana", tal como Rosas fue denominado por un diplomático francés en 1847. ¿Habrá sentido Juan Manuel un destino en común con el Sultán de la India al leer sus memorias? ¿Se percató que tuvo que soportar su ejército la cohetería británica desarrollada años antes por Tipu? ¿Vivenció Rosas la asimilación del personaje por la cultura inglesa en su exilio en Southampton?

 

De la derrota militar el triunfo político: triunfos criollos en las costas argentinas, fracaso en el intercambio comercial y desmoralización del invasor. De los cañonazos de guerra a los cañonazos para desagraviar a nuestra enseña de la Confederación. De la sangre derramada a la victoria del pueblo argentino por la Soberanía Nacional.

PROCLAMA

 EN LA VUELTA DE OBLIGADO

 

Milicias del Departamento del Norte - Valientes soldados Federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de la América !

Los insignificantes restos de los salvajes traidores unitarios que han podido salvarse de la persecución de los victoriosos Ejércitos de las Confederación y Orientales Libres, en las memorables batallas del Arroyo Grande, India Muerta y otras, que pudieron asilarse de las muros de la desgraciada Ciudad de Montevideo, vienen hoy sostenidos por los codiciosos marinos de Francia e Inglaterra, navegando las aguas del gran Paraná, sobre cuyas costas estamos para privar su navegación bajo otra bandera que no sea la Nacional.

 ¡Vedlos, Camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño insulto que vienen haciendo a la Soberanía de nuestra Patria al navegar las aguas de un rio que corre por el territorio de nuestra República, sin más títulos que la fuerza con que se creen poderosos!

¡Pero se engañan esos miserables aquí no lo serán! - ¿No es verdad, camaradas? ¡ Vamos a probarlo! !Suena ya el cañón! Ya no hay Paz con la Francia ni con la Inglaterra - !!! Mueran los enemigos !!!... Tremole en el río Paraná y en sus costas el Pabellón Azul y Blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea.

 

Lea esta nuestra resolución a ejemplo del heroico y Gran Porteño, nuestro querido Gobernador Brigadier D. Juan Manuel de Rosas, y para llevarla contad con ver donde sea mayor el peligro a vuestro Jefe                                                                                                 

Lucio Mansilla


¡ Viva la Patria !

¡ Viva la Independencia !

¡ Viva su Heroico Defensor D. Juan Manuel de Rosas !

¡ Mueran los salvajes unitarios y sus viles aliados los Anglo-Franceses !

 

(Fuente: Archivo general de la Nación)

MAPUCHES

 


 un conflicto ajeno a la historia de los vínculos entre indígenas y conquistadores


Por Roberto Azaretto


Publicado en Infobae el 25 de octubre de 2021

 

A los actos terroristas que tienen lugar en las zonas cordilleranas de Neuquén, Río Negro y Bariloche, se suman las declaraciones de altos funcionarios y del propio Presidente de la Nación abdicando de funciones básicas del Estado como la de dar seguridad y defender la integridad territorial de la Nación. (...)

Sobre los conflictos ocurridos desde la llegada de los conquistadores españoles y la colonización de estos territorios, se han dicho, con liviandad y frivolidad, muchas falacias, en particular sobre las políticas promovidas por los gobiernos posteriores a la independencia y más acentuadas aun en referencia a la campaña preparada y ejecutada por el general Julio Argentino Roca, cumpliendo leyes votadas por el Congreso Nacional.

La Argentina tuvo una importante población amerindia en el noroeste, en particular en la Mesopotamia santiagueña y los valles precordilleranos andinos y en Cuyo. Población en general agricultora. Otros grupos considerables estaban en las riberas de los grandes ríos del Litoral y del Chaco.

En cambio era muy escasa la población nómade de las llanuras pampeanas y la Patagonia. Buenos Aires, luego del incendio provocado por los querandíes, no sufrió agresiones en los 5 años posteriores hasta que fue abandonada.

Los enfrentamientos duros en los tiempos de la conquista tuvieron lugar en los valles calchaquíes con varias guerras sangrientas durante el siglo XVII y los poblados cercanos al Chaco. Es que la difusión del caballo y el arribo del ganado europeo, vacunos, ovino y caprino significó un botín para las tribus y el caballo posibilitó ampliar el radio de acción de sus correrías.

Durante el dominio de la Corona española fracasaron las fundaciones en la Patagonia. Sólo sobrevivió Carmen de Patagones. Misiones de los jesuitas en Río Negro y Neuquén fueron destruidas y los misioneros asesinados. El lago Mascardi lleva el nombre del padre Mascardi, fundador de una misión en las cercanías de Bariloche, asesinado en 1698. Igual suerte corrieron otros jesuitas en intentos posteriores.

El incremento de población en la campaña bonaerense, el cambio paulatino de una ganadería silvestre, buscando los ganados cimarrones, por una ganadería de cría, que lleva al establecimiento de las primeras estancias, ocasiona conflictos en el siglo XVIII en la campaña de Buenos Aires. Se crea el cuerpo de Blandengues y se erigen fortines en Mercedes, Lobos y Chascomús. Se ha iniciado el proceso de araucanización de este lado de la cordillera. Son pueblos sin parentesco con las tribus de este lado.

A partir de 1820, entran malones dirigidos por oficiales españoles refugiados en el sur de Chile, que establecen alianzas con tribus araucanas. En 1820 atacan Pergamino, Salto y Rojas, al grito de ¡Viva Fernando VII! También Miguel Carrera, en su campaña anarquista, asuela nuestro territorio con tribus chilenas.

Entre esos realistas sobresalen los hermanos Pincheira, que establecen su base de operaciones en Malargüe. Recién serán vencidos en 1831 por un ejército chileno de dos mil hombres al mando del general Bulnes que cruza la cordillera para batirlos.

El avance de la Frontera

Antes de 1810 el Marqués de Sobremonte inicia un avance paulatino al sur. Son el resultado de esa iniciativa las fundaciones de los fuertes de San Rafael en el sur mendocino y de la Carlota y Río Cuarto en Córdoba. El primer pueblo traspasando el Salado es creado por el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Durante la gobernación de Martín Rodríguez se construyen fuertes en Tandil y Azul y estancieros como Ramos Mejía habían cruzado el Salado con acuerdo con los caciques.

La Campaña de Rosas es incompleta, el general Pacheco llega a la confluencia de los Ríos Neuquén y Limay, pero no se dejan guarniciones permanentes ni tampoco sobre el Colorado. Rosas ha permanecido en el campamento de Bahía Blanca, sus órdenes son claras: indio argentino prisionero, a las estancias para que aprenda a trabajar; indio chileno apresado: ejecutado.

La decisión de Rosas de admitir el ingreso de Calfucurá, emigrado de Chile por su colaboración con los realistas, nadie la ha podido explicar. Al poco tiempo de radicarse en Carhué, ejecuta la matanza de tehuelches y de borogas, tribu también proveniente de Chile llegadas a la Argentina unos años antes. Algunos de los sobrevivientes no dudarán, años después, en colaborar con las tropas argentinas en sus combates contra el señor de Salinas Grandes.

Rosas en su segundo gobierno implementa el “negocio pacífico”: comprar seguridad a cambio de provisiones y regalos. Periódicamente parten caravanas con ganado vacuno y caballadas, yerba, tabaco, aguardiente, uniformes, algo de dinero. Se evitan grandes malones en Buenos Aires, persisten los pequeños y algunos grandes en las provincias vecinas.

Las guerras civiles llevan a algunos oficiales derrotados a refugiarse en las tolderías como fue el casos de Manuel Baigorria y el de los hermanos Saá, del bando unitario. Desertores, matreros y negociantes pululan en los toldos. Calfucurá recibe los diarios de Buenos Aires y tiene escribas para leer y redactar su correspondencia. Muchos de esos blancos participan en los malones como lo harán algunos caciques junto a las fuerzas del gobierno.

¿Genocidio?

El escritor anarquista Osvaldo Bayer instaló la idea de un genocidio, verdadera banalización de una palabra que describe horribles masacres para eliminar a un pueblo por su raza o por su fe.

Mal se puede hablar de genocidio cuando hubo combates feroces y victorias indígenas sobre ejércitos mandados por el gobierno como sucedió con columnas al mando del general Hornos y otra con la jefatura de Mitre.

En la batalla de San Carlos de Bolívar, en marzo de 1872, el general Rivas enfrentó a Calfucurá, con una división de 695 soldados y 940 indios conducidos por los caciques Cipriano Catriel y Ignacio Coliqueo. Calfucurá contaba con 3500 hombres, una parte traída desde Chile y a su jefatura sumaba a Namuncurá y a Epumer, hermano de Mariano Rosas. Venían de un malón contra los pueblos de 25 de mayo y 9 de julio, con 150 mil vacunos y 500 cautivos. Las cargas de Cipriano Catriel fueron importantes para lograr el triunfo sobre Calfucurá.

Mitre en su presidencia entregó numerosas tierras a caciques amigos como Coliqueo. En la defensa de Bahía Blanca se destacaban Ancalao, Linares, Gauyquil, y todos recibieron tierras. Otro de los beneficiados fue el jefe boroga Rondeau. Esa política fue continuada por Roca. En el caso de los Ancalao, les fueron permutadas sus 7 mil hectáreas en Bahía Blanca en la segunda presidencia del general Roca al necesitárselas para construir la base naval de Puerto Belgrano. En compensación obtuvieron 120 mil hectáreas en Norquinco, entre Río Negro y Chubut.

 

La Constitución Nacional, en el inciso 17 del artículo 17, reconoce la preexistencia de estas poblaciones y el derecho al respeto a las tierras otorgadas. Algunas comunidades, a partir de la provincialización de los territorios nacionales, han sufrido avances sobre sus tierras y el gobierno nacional está en mora desde 1994 en cumplir con el mandato constitucional.

 

Aclaración

Los descendientes de las tribus amigas, como los que enfrentaron al gobierno hasta la rendición en 1884 de Namuncurá, no tienen vinculación con estos atentados vandálicos que aterrorizan a los pobladores. Desde mediados del siglo pasado, han emigrado numerosos araucanos, por razones económicas o para eludir a la justicia chilena aprovechando la falta de puestos de control en numerosos pasos fronterizos. En estos nuevos residentes está la raíz del conflicto, que se ha acentuado desde la guerra de las Malvinas. Resulta llamativa que la sede de un movimiento promotor de un estado mapuche se ubique en la ciudad británica de Bristol.

LA VERDAD SOBRE LA MENTIRA MAPUCHE

 


La mirada del vicepresidente del Instituto de Estudios Históricos Julio Argentino Roca sobre los últimos acontecimientos y los atentados incendiarios en la Patagonia


Rolando Hanglin


Infobae, 22 de Octubre de 2021

 

Casi todos los sabihondos se esmeran en traducir la palabra “mapuche” y deletrean “mapu” (tierra) y “che” (gente) por lo tanto “gente de la tierra”. Muy interesante pero: ¿De cuál tierra están hablando?

 

La traducción literal sería “paisano”. No es una nacionalidad, ni los araucanos fueron jamás una nación. Se trata de los habitantes de la región del río Arauco, en Chile. Grupo humano aguerrido, de temperamento militar, que resistió valientemente al imperio incaico y luego al español, obligándole a reconocer una frontera, que era el río Bío-Bío, en Chile.

 

Los primeros europeos que llegaron a la Costa Atlántica de América (es decir acá, en nuestro Sur) encontraron a un nativo que era casi un gigante. Lo llamaron “patagón” por el tamaño descomunal de sus pies. Conviene recordar que el porte corporal de los europeos, en aquel entonces, era más bien chico. Como puede verificar el que visite el museo de la Lidia en la Plaza de Toros de Ronda, Andalucía, donde se exhiben las minúsculas chaquetillas de los toreros de otros siglos. El caso es que estos tehuelches grandotes eran pacíficos y tal vez bohemios: al parecer las mujeres eran a veces más altas que los varones. Con el tiempo se supo que su verdadero nombre era “guenaken” y que los araucanos pertenecían al tipo “ándido” en términos antropológicos, de estatura mediana y cuerpo compacto. Los apacibles tehuelches recibieron muy bien a los cristianos, incluyendo a los galeses que hace siglos desembarcaron cerca de Madryn. Incluso algunos paisanos hablaban algo de galés.

 

Mientras tanto, la Cordillera de los Andes no era un paso infranqueable. Muchos indios, en el siglo XV, la cruzaban con el propósito de cazar, comerciar o explorar la pampa infinita. Algunas comunidades de origen araucano se instalaron (es difícil precisar la fecha) como los ranquilches o ranqueles, los vorogas de Vorohué (chile) y otros grupos que comerciaban con los tehuelches. Tal vez estuvieron en guerra, tal vez se mestizaron: estamos hablando de Sudamérica antes de la instalación del caballo español, que cambió totalmente las costumbres y las posibilidades físicas de unos y otros.

 

Siguiendo el preciso estudio de Estanislao Zeballos en “Callvucurá y la dinastía de los Piedra”, (1928) el gran lonco (jefe militar) Piedra Azul cruzó la Cordillera en 1833, con un batallón montado, y anunció mediante mensajeros su visita para intercambiar tejidos, Pullcu (licor) y artesanías con sus lejanos parientes vorogas. Esto era en Chilihué (Pequeño Chile) cerca de Salinas Grandes. El jefe Rondeau le dijo que sí, y Callvucurá avanzó. Pero en el camino los forasteros, a traición, mudaron caballos y montaron los potros de pelea (los mejores) y entraron a la toldería de Rondeau, pasando a degüello a todos los loncos y capitanejos. Así se estableció don Juan, que al poco tiempo era llamado el Napoleón de las Pampas. Una vez dijo: ”Soy chileno pero estoy hace 30 años en esta tierra porque me mandó llamar Rosas, el gobernador”.

 

¿Qué autoridad podía tener Rosas en 1833 y en Chile?

 

El caso es que durante siglos se desarrolló la industria del malón. Asaktar las estancias, degollar hombres y raptar mujeres jóvenes, arreando miles de cabezas de ganado en un campo sin alambrados. Frecuentemente era vendido en Chile. Pero también en localidades argentinas.

 

En tiempos de Callvucurá, existió la Confederación de Salinas Grandes, con su papelería y su sello que funcionaba como una frontera bélica y una tortura para el paisano argentino. Los tehuelches y otras etnias argentinas como los querandíes (tal vez parientes de los charrúas, chanáes o guaraníes del litoral) habían sido absorbidos entre guerras y malones.

 

El remedio argentino fue cruel: dos conquistas del desierto, una de Rosas y otra de Roca, completada en 1879, pero allí nació un gran país, abierto a la inmigración, la agricultura y el progreso.

 

En ese país, los araucanos son ciudadanos argentinos. En toda la Patagonia se saluda con el “mari-marí” y se habla el mapudungún. El último argentino que habló “tehuelche” (lengua de esta tierra) fue don Rodolfo Casamiquela. Los paisanos tienen sus campos, sus vecinos, sus propias creencias, y no quieren saber nada de formar una Nación Mapuche independiente. Son argentinos y muy patriotas. En la expulsión de Callvucurá intervinieron los loncos argentinos Catriel y Coliqueo.

 

Esa es la historia. Perdón si la simplifico: hay que “agarrar los libros”, como decía el Ñato Desiderio.

 

En el futuro , si le choca la palabra “indio” piense que la tierra en que vivimos se conocía como “las Indias” y nosotros sus habitantes como “los indianos”... y a mucha honra.

 

Pd: a mi juicio, don Juan Calfucurá, su hijo don Manuel Namuncurá y otros grandes como Cipriano Catriel e Ignacio Coliqueo deben ser estudiados en la Enseñanza Argentina. Ellos, sus creencias y sus fechas sagradas pertenecen a nuestro país.