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SE CUMPLEN 245 AÑOS

 

 del natalicio del General José de San Martín y Matorras

 

POR GABRIEL CAMILLI

 

La Prensa, 25.02.2024

 

El General José de San Martín, hijo de José Francisco de San Martín y Matorras y nacido el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú (Virreinato del Río de la Plata, Imperio Español) es el héroe de la historia argentina, que lo ha proclamado padre la patria, es el vencedor de una campaña ejemplar, la de los Andes, que lo colocó en la cúspide de la historia militar del continente y le permitió llegar a ser el Libertador de tres naciones.

 

“Sabemos que la Iglesia nos coloca a los santos delante de la vista, como intercesores –afirma el P. Alberto Ezcurra–.  Es decir, son amigos de Dios en el Cielo que le ruegan a Dios por los que aquí en la tierra todavía estamos en lucha y en camino.  Pero sobre todo cuando la Iglesia canoniza a los santos, nos pone a los santos como ejemplos, los pone como modelos de vida.  (…). Pues bien, lo que pasa con los santos de la Iglesia, pasa con los héroes de la Patria.  Los héroes no están solamente para que nosotros los recordemos y les rindamos homenaje, o dediquemos a su memoria discursos que tantas veces son palabras huecas, palabras vacías.  Los héroes están puestos también como ejemplo y como modelo de la vida.  Son los dos ejemplos que puede tener el hombre y el cristiano: el santo y el héroe.”

 

El héroe es el resumen de todas las virtudes humanas, del coraje, del heroísmo, de la generosidad, del desinterés, del servicio del Bien Común.  El santo es el resumen de las virtudes divinas, de las virtudes sobrenaturales, de las virtudes teológicas.  No son dos cosas separadas, porque ser santo es heroico. El héroe cristiano también es santo.  Aun cuando en su vida se haya dedicado al servicio de valores humanos, como la justicia, como la verdad, como la familia, como la Patria, si lo ha hecho con espíritu cristiano, en esos valores él estaba sirviendo a Dios.

 

Nos dice el Grl Diego Soria “El general San Martín fue un conductor militar excepcional, y cuando las circunstancias lo obligaron a ejercer el gobierno se mostró como un gran estadista. Pero si hay algo que debemos resaltar es su ética. Fue un hombre virtuoso, con una total armonía entre su conducta pública y su vida privada. Y en esto, sin duda, tuvo gran influencia la educación y el ejemplo que recibió en su hogar”.

 

Para conocer en profundidad a un personaje, es necesario penetrar en su genealogía.

 

Para cumplir este cometido, emprendimos un viaje para conocer los orígenes del Libertador. Visitamos Cervatos de la Cueza, un municipio​ y localidad española de la provincia de Palencia, en la comunidad autónoma de Castilla y León. Juan de San Martín, el padre del Libertador, nació el día 3 de febrero de 1728 en esta localidad de Castilla la Vieja. Era hijo de Andrés de San Martín y de Isidora Gómez. Ellos conformaban una familia hidalga de clase media cuya casa se conserva en el número 27 de la calle Las Solanas de Cervatos de la Cueza, conocida actualmente como Casa-museo del General San Martín. Se destaca la sala de honor. Allí se guardan recuerdos y testimonios de la amistad de España con la República Argentina.

 

Creemos que el padre del héroe de nuestra patria es digno de ser conocido. Don Juan de San Martín fue un labrador nacido en un hogar hidalgo, pero humilde. La historia de España fue hecha por hidalgos humildes y dignos. De esa estirpe fueron los conquistadores que llevaron a cabo una de las hazañas más grandes de la historia: integrar el Nuevo Mundo a la cultura europea y a la fe de Cristo. Don Juan de San Martín se convirtió en soldado e inició su carrera militar en el nivel más bajo del escalafón. Con honrada ambición y afán de gloria, como lo mandaban las ordenanzas, logró llegar a oficial y alcanzar la jerarquía de capitán. Su actuación en territorio americano fue administrativa con espíritu castrense. Es importante destacar, en su trayectoria, su aporte a la preparación de la defensa del Virreinato a través de sus dotes de organizador e instructor de milicias, cualidades que heredó su hijo, el Libertador.

 

Todo esto esta excelentemente relatado en un libro de un camarada, el Tcnl Daniel Castiglioni, Juan de San Martin, un Capitán del Río de La Plata (EUDE, Buenos Aires, 2018). Allí nos cuenta: “Debemos considerar que se desempeñó permanentemente en la conflictiva frontera con el Brasil, desde donde los portugueses presionaban para extender sus dominios hasta el Río de la Plata. “

 

En Cervatos de la Cueza fuimos recibidos por la alcaldesa María Inmaculada Malanda Fernández quien muy gentilmente nos mostró el patrimonio cultural que hermana a España y Argentina.

 

Vistamos el exterior e interior de la Casa de la familia San Martin, dos torres de ladrillo de las antiguas iglesias parroquiales de Santa Columba y San Miguel (de estilo mudéjar), la Iglesia parroquial de Santa Columba y San Miguel, de estilo colonial (Construida en el Siglo xx bajo el patrocinio de la República Argentina, en honor al General José de San Martín)​

 

Visitamos la “Casa del General San Martín”, donde nació Juan de San Martín, padre del Libertador. Fue declarada bien de interés cultural en el año 2000 y se convirtió en museo. El 17 de agosto de 2021 se inauguró en su interior el primer Patio Federal Argentino en el mundo, un espacio que cuenta con los escudos de todas las provincias y de la República Argentina.

 

Participamos de la celebración de una Misa con las imágenes de San Roque y de la Virgen de Luján traída de un monasterio cercano. “Pedimos que muchos argentinos nos visiten para seguir cultivando esos lazos de hermandad”, concluyó la alcaldesa de Cervatos de la Cueza.

En este típico pueblo español pudimos también entender y meditar acerca del verdadero espíritu que acompañó la vida del Libertador.

 

UNA FAMILIA DE SOLDADOS

Como bien nos relata el Coronel Santiago Rospide en su libro El sueño frustrado de San Martin:

 

“Una familia de soldados, en la familia de San Martín todos fueron soldados: su padre y sus hermanos, Manuel Tadeo, Juan Fermín, Justo Rufino y, desde luego, nuestro héroe.  Por las venas de los San Martín corría sangre castrense, puesta a prueba en un sinnúmero de acciones militares, demostrando todos sus integrantes ejemplo de hidalguía, amor a Dios, a la patria y a su rey, como buenos y leales hijos del Imperio español. Todos ellos hicieron honor al escudo familiar bajo cuyo lema se podía leer: " Por la católica ley, y por servir a mi rey vida y estado pondré”. Y porque en las familias de antes -que aún subsisten cual oasis en medio de la Modernidad- las acciones de estos futuros héroes están como amalgamadas con la espiritualidad recibida en el hogar. No es exageración decir entonces que se vivía en esa época una simbiosis entre fe y la milicia, entre la religiosidad y el heroísmo. Por ello la familia misma se constituía en pilar de la educación espiritual y en una cierta piedad y reverencia hacia la divinidad: "Lo que une a los miembros de la familia antigua es algo más poderoso que el nacimiento, que el sentimiento, que la fuerza física: es la religión del hogar y de los antepasados”

 

(Ver: El sentido de la lucha en Grecia y Roma del Dr Antonio Caponnetto, Gladius nro18).

 

Para ello rescatamos la admirable mente poética de Roque Raúl Aragón en La política de San Martín:

 

“…llegó a ser un héroe de América por amor a España o, como se dice hoy, de la Hispanidad; como quiso salvar aquí una tradición que parecía haber sucumbido, por la derrota y la traición, en la España ultramarina Como americano que era, tenía a su alcance la única manera de prolongar hasta un punto que pudiera recobrar la grandeza perdida: combatir por todo en América, salvar a España en América. Su decisión (de agosto de 1811), pues no significó una ruptura con su pasado personal. Significó, al contrario, la ratificación de éste cuando las circunstancias adversas lo presentaban como concluido y cuando, por otra parte, un ancho horizonte abría de nuevo sus perspectivas, como en los días de Cortés y de Pizarro, para los corazones alentados”.

 

La idea de José de San Martín era “salvar a España en América ". América como la heredera legítima de Castilla, "la ancha y la bravía”, España se perdía en Europa pero renacía en América. Hispanoamérica del dolor (Jaime Eyzaguirre), fue también el Continente de la Vida y la Esperanza (Rubén Darío) Esperanza de Grandeza.  ¿Cuándo, cómo? En un tiempo futuro, en que se habrán de cantar nuevos himnos: "La latina estirpe verá la gran alba futura, Y en un trueno de música gloriosa, millones de labios saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente. Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva, la eternidad de Dios, la actividad infinita.  Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros. ¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!” (Rubén Darío)

 

¡Esto fuimos a buscar a Cervatos de la Cueza! Traer al Libertador a la Patria.

EL HERMANO DESCONOCIDO DE SAN MARTÍN, QUE LUCHÓ Y MURIÓ EN FILIPINAS





La visita del pontífice argentino al archipiélago asiático es una buena ocasión para recordar que un pariente de nuestro héroe nacional tiene su tumba en Manila.
 ¿Un San Martín sepultado y honrado en los confines del mundo? Es una noticia que sorprende, tan poca ha sido la atención prestada por nuestros historiadores a muchos detalles de la vida del Libertador y, particularmente, de su familia. Existe una excepción, y es el libro Los hermanos de San Martín, publicado hace unos diez años. Su autor es Armando Rubén Puente, periodista, historiador y escritor argentino radicado en España desde hace muchos años.

Puente es tal vez el único historiador que se dedicó a estudiar la vida de los hermanos de San Martín. Volcó el resultado de sus investigaciones en el libro mencionado -ampliamente agotado-, que por fortuna se encuentra a la espera de una reedición. Allí describe la trayectoria de Juan Fermín Rafael, nacido en 1774, y por lo tanto cuatro años mayor que José Francisco. Este hermano de nuestro prócer fue destinado a Filipinas en 1805. Ya no regresaría a España. Murió en Manila el 17 julio de 1822, a los 48 años.

Recordemos que fueron cinco los hijos del matrimonio formado por el Capitán Juan de San Martín y Gregoria Matorras, ambos oriundos de la actual Castilla. Todos nacieron en tierra americana, en las antiguas misiones jesuíticas, donde el padre fue Teniente Gobernador y se desempeñó en la defensa de la frontera, permanentemente amenazada por las incursiones de los bandeirantes portugueses. María Elena (1771), la hija mayor y única mujer, y los dos primeros varones, Manuel Tadeo (1772) y Juan Fermín (1774), nacieron en Calera de Vacas, actual territorio uruguayo, mientras que los dos menores, Justo Rufino (1776) y José Francisco (1778), en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes. Toda la familia regresó a España en 1784. No se conocen retratos de todos los hermanos de San Martín; sólo de Justo, de María Elena. También del padre, Juan.

Desde Madrid, Armando Puente sintetizó los datos que pudo recabar para reconstruir la trayectoria de este hermano del Libertador que vivió y murió en Filipinas que, recordemos, era una colonia española desde 1521, cuando fue reclamada para la Corona de España por Fernando de Magallanes en su truncada vuelta al mundo.

Todos los varones de la familia San Martín ingresaron al ejército español desde muy jóvenes, a los 13, 14 ó 15 años. Juan Fermín lo hizo como cadete en el Regimiento de Infantería Soria el 23 de septiembre de 1788, en el cual revistó durante 14 años. Luego pasó tres años en el Batallón Veterano Príncipe Fernando. Tras combatir en el continente, pasó a la Real Armada y se embarcó en enero de 1797 y participó en la batalla de San Vicente contra la flota inglesa. Luego, permaneció en Brest hasta 1801, con la escuadra española coaligada a la francesa. De regreso a España fue destinado al Escuadrón Húsares de Luzón, la más grande de las islas Filipinas, y donde se encuentra la capital, Manila. Allá fue nombrado sargento del regimiento de húsares y años después coronel, es decir que alcanzó el mismo grado que sus hermanos. En 1815, llegó a ser Comandante de Húsares del Regimiento Luzón.

Aunque permaneció la mayor parte del tiempo en Manila, en 1821 fue destinado a Mindanao, la segunda en tamaño de las islas del archipiélago. Estuvo un año entero a cargo del fuerte de Sanboanga (o Zamboanga) –entonces apenas una aldea, pero hoy una gran ciudad de casi un millón de habitantes-, que en tiempos coloniales era una plaza estratégica, por ser una de las dos puertas del estrecho de Joló, un paso cuyo control los españoles no podían perder. Sanboanga había sido fundada en 1635 como fortaleza militar española contra los moros que acechaban desde Borneo e Indonesia. Durante su estancia allí, Juan Fermín de San Martín tuvo que defender la plaza de una insurrección de sectores musulmanes en conflicto con la población indígena y las autoridades europeas, cuenta Armando Puente. Para esa tarea, dice, tenía bajo su mando una compañía de artillería y 4 de infantería, una de ellas conformada por tropa indígena.

En Manila, en el año 1813, Juan Fermín se había casado con Josefa Manuela Español de Alburu, hija de un militar español y de una mujer indígena. Con ella tuvo tres hijos, siendo el único San Martín en haber engendrado descendencia masculina.

La curiosidad natural lleva a preguntarse si Juan Fermín, viviendo a 20.000 kilómetros del escenario americano, y considerando la lentitud de los viajes y comunicaciones entre diferentes dominios españoles, estaría al tanto de las peripecias y hazañas de su hermano menor. Y, más en general, cuánto contacto hubo entre ellos en esos años.

Seguramente sí lo había, aunque con la correspondiente demora. Una carta entre Manila y Buenos Aires bien podía demorar un año. Pero Armando Puente aportó en su charla un detalle singular.

En el año 1819, Antonio José de Escalada, el suegro de San Martín, viajó a Filipinas para visitar a uno de sus hermanos, Bernabé Antonio Escalada, quien tenía un cargo importante en esa Capitanía General (el archipiélago no tenía categoría de virreinato). Bernabé Escalada, que era abogado, también se dedicaba al comercio y amasó una importante fortuna con esa actividad antes de regresar a Buenos Aires.

En su visita, el padre de Remedios se entrevistó con su pariente político, Juan Fermín. Podemos imaginar que el hermano de San Martín aprovechó la presencia de Escalada para ponerse al día respecto a la vida y obra del Libertador. Al menos, de lo que su suegro podía contarle. Lo comprobado es que Juan Fermín le entregó una carta para su ya célebre hermano, que en ese momento estaba tratando de organizar la campaña al Perú y a punto de entrar en conflicto con los unitarios porteños.

Según Armando Puente, el último descendiente directo de Juan Fermín murió en 1945, justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial y cuando concluía la ocupación japonesa de Filipinas.

Ahora bien, en el año 2010, a raíz del Segundo Centenario de la Revolución de Mayo, el embajador argentino en Filipinas, Joaquín Otero, descubrió que había un busto de José de San Martín en una avenida de Manila. Cuando indagó sobre los motivos de este homenaje, supo que se trataba de un obsequio hecho por el general Juan Perón al enterarse de que un hermano del Libertador había muerto allí.

En declaraciones, el 17 de agosto de 2012, el embajador Otero aseguró haber hablado con "la esposa del nieto de Juan Fermín". "Se llama Mildred San Martin", dijo. La mujer le dijo que su esposo había fallecido en 1998.

Armando Puente, quien ha incursionado en otros aspectos de la vida del Libertador, como sus años de exilio –es autor, entre otros, de Historia de una amistad: Alejandro Aguado y José de San Martín (Claridad, 2011)-, asegura que aún quedan cosas por investigar sobre los otros San Martín y, más concretamente, en Filipinas, sobre la trayectoria de Juan Fermín. Evidentemente, el tema de la línea sucesoria y la fecha exacta de la desaparición del linaje es una de ellas. El autor de Los hermanos de San Martín desconoce si alguien en Filipinas se ha abocado al tema.

El embajador Otero dijo en la nota citada: "Nosotros estamos contando quién era San Martín a los filipinos. Nos parece importante transmitir qué hizo San Martín para que se sepa más sobre Argentina, y que este conocimiento promueva el intercambio en varios niveles". 
Sin embargo, matizando lo que dice el diplomático, para la clase política filipina la presencia de un San Martín en su suelo no era algo desconocido.

En el año 1997, un histórico dirigente filipino, Raúl Sevilla Manglapus (1918-1999), que fue senador y secretario de Asuntos Exteriores, y que presidía la Internacional de Partidos de Centro (IDC, ex Internacional Demócrata Cristiana) llevó a los delegados argentinos a ese foro a visitar la tumba de Juan Fermín de San Martín y depositar allí una ofrenda floral.  Esto ocurría bajo la presidencia de Fidel Ramos (1992-1998), cuyo padre, como veremos más abajo, también está vinculado a esta historia.

 El homenaje al hermano de San Martín en Manila tuvo lugar durante una reunión de ese importante foro plural de partidos de centro del cual el Partido Justicialista era miembro hasta que, inexplicablemente, el kirchnerismo lo retiró.

Por otra parte, el busto de San Martín en Manila demuestra que el dato era conocido también por el Estado argentino. En 1945, al concluir la segunda guerra y la ocupación japonesa, Narciso Ramos –padre de Fidel Ramos, quien, como se vio, llegó a la presidencia varias décadas después- fue el encargado de organizar el servicio exterior filipino y varias de sus embajadas, como la de EEUU y varios países latinoamericanos, el nuestro entre ellos, fue la primera persona que indagó acerca de la presencia de Juan Fermín de San Martín en su país. Y en 1950, al cumplirse los 100 años de la muerte de José de San Martín, el entonces presidente Juan Domingo Perón decretó el "Año del Libertador General San Martín" y, entre otros muchos homenajes, envió un busto de San Martín a Manila.

El fallecido Raúl Manglapus, héroe de la resistencia anti-japonesa y uno de los líderes del partido Lakas-Unión Nacional de los Cristianos Demócratas, luego fusionado por iniciativa suya con una agrupación islámica, con el nombre de Lakas-Tao-Christian Muslim Democrats, conocía y honraba estos lazos de sangre entre Argentina y Filipinas.


(Fuente: Samuel Rodríguez)

Sus padres y hermanos


José A. Torre Revello (1893-1964)

EL PADRE: DON JUAN DE SAN MARTÍN

En el antiguo reino de León -cuyas vicisitudes históricas corren parejas con el de Castilla- nacieron los padres del Libertador.

En el pueblo de Cervatos de la Cueza nació don Juan de San Martín y Gómez, un 3 de febrero de 1728, hijo de Andrés de San Martín e Isidora Gómez. La aldea se levanta en la comarca de la Cueza, por donde atravesaba una calzada romana, y cuyo nombre lo toma por el del río que la cruza. El investigador Eugenio Fontaneda, a quien seguimos en parte de esta exposición, supone que debió existir una antigua fortaleza Celta, origen de la actual población, en las cercanía del que fuera solar de los San Martín, hoy casa-museo salvada para la posteridad por el mismo autor.

Se trata de una morada noble castellana, austera, fuerte, construida de adobe, con tapial revestido de barro y paja, y concebida para guardar de los fríos de invierno. De este tipo de edificación cabe decir, como observó González Garrido, que fue llevada a América por Alonso de Ojeda, Juan de Garay y el mismo Juan de San Martín convirtiéndose, allende los mares, en la "técnica criolla por antonomasia".

Cervatos es, probablemente, la cuna del apellido San Martín. Parece ser originario del nombre de un santo hidalgo caballero andante, San Martín de Tours.

El mismo que providencialmente, fue patrono de la ciudad de Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, hoy Buenos Aires, Capital de la República Argentina.

El hogar donde naciera Juan de San Martín era morada de humildes labradores.

Al amparo de sus mayores, fortaleció su noble espíritu de cristiano y cuando cumplió dieciocho años, algo tarde para lo acostumbrado en la época, dijo adiós a sus buenos padres, orgulloso por ingresar en las filas del ejército de su patria, para seguir las banderas que se trasladaban de uno a otro confín del mundo.

El joven palentino se incorporó al Regimiento de Lisboa como simple soldado.

Inició su aprendizaje militar en las cálidas y arenosas tierras de Africa (al igual que lo haría su hijo José Francisco), donde realizó cuatro campañas militares. El 31 de octubre de 1.755 alcanzó las jinetas de sargento y, seis años más tarde, las de sargento primero. Cuando después de guerrear en tierras de las morerías regresó a la metrópoli, siguió a su regimiento a través de las distintas regiones en que estuviera de guarnición. Así le vemos actuar en la zona cantábrica y en la fértil Galicia, en la activa y fértil Guipúzcoa, en la adusta y sobria Extremadura y en la alegre Andalucía. Era Juan de San Martín un soldado fogueado y diestro en los campos de batalla cuando, en 1764, se le destinó para continuar sus servicios en el Río de la Plata. Cuando el 21 de octubre de 1764 se regularon en Málaga los servicios de Juan de San Martín, se le computaron diecisiete años y trece días en campañas. A raíz de su meritoria foja de servicios, se le ascendía a oficial del ejército real con los galones de teniente, cuyo título le fue extendido el 20 de noviembre de 1764. Su embarque con destino al Río de la Plata lo debió efectuar en Cádiz.La carrera militar de Juan de San Martín es, pues, aparentemente modesta; pero, en la hondura de su abnegada vida, se puede percibir el anuncio de las virtudes heroicas de su hijo menor, José Francisco.

Cuando desembarcó en el Riachuelo ejercía las funciones de gobernador Pedro de Cevallos, quien le confió el adiestramiento e instrucción del Batallón de Milicias de Voluntarios Españoles, hasta que, en mayo de 1765, lo destinó al bloqueo de la Colonia del Sacramento y del Real de San Carlos. Permaneció en esa zona hasta julio de 1766, en que se le confió la comandancia del Partido de las Vacas y Víboras, en la actual República Oriental del Uruguay.

En ese nuevo destino prestó imponderables servicios en la persecución del contrabando. En 1767 ocurrió el extrañamiento de los jesuitas con la confiscación de los edificios y toda suerte de bienes que poseían en España y en América.- Los religiosos tenían en la actual República Oriental del Uruguay, dependiente del Colegio Belén de Buenos Aires, una extensa y bien poblada estancia llamada "Calera de las Vacas" -que fue conocida después con el nombre de "Las Huérfanas"-; se extendía ésta por el norte hasta el arroyo de las Vacas, al este lindaba con el Migueletes y el San Juan y al oeste y suroeste con el caudaloso Río de la Plata.

En ese rico latifundio de cuarenta y dos leguas cuadradas, pastaban por millares distintas especies de ganado. El entonces gobernador Francisco de Paula Bucareli y Ursúa, le confirió al teniente San Martín la ocupación de la referida estancia, encargándole después su administración, que desempeñó hasta 1744, haciendo aumentar en forma extraordinaria sus beneficios.

Al mismo tiempo que Juan de San Martín ejercía las funciones de administrador, no dejó inactivas sus funciones militares, cooperando de acuerdo con órdenes de sus superiores en el bloqueo establecido permanentemente por España a la Colonia del Sacramento.

El gobernador Bucareli otorgó el 10 de abril de 1769 al padre del Libertador, el empleo de ayudante del Batallón de Voluntarios de Buenos Aires, que confirmó el monarca por título expedido en San Lorenzo el Real el 30 de octubre de 1772.

Varios hechos trascendentales ocurrieron en la vida de nuestro personaje durante su actuación n el Uruguay. Su casamiento con Gregoria Matorras y el nacimiento deç sus tres hijos mayores.

El matrimonio se realizó en el palacio episcopal, estando a cargo del obispo titular, Manuel Antonio de la Torre, el 1º de octubre de 1770. Los nuevos esposos se reunieron en Buenos Aires el día 12 de octubre de ese año, trasladándose poco después a Calera de las Vacas. Allí formaron su hogar y en ese lugar, en octubre nacieron tres de sus hijos: María Elena, el 18 de agosto de 1771; Manuel Tadeo, el 28 de octubre de 1772 y Juan Fermín Rafael, el 5 de octubre de 1774.

Cuando el teniente Juan de San Martín cesó en las funciones de administrador de la estancia de Calera de las Vacas, el gobernador de Buenos Aires, Juan José de Vértiz y Salcedo, lo designó el 13 de diciembre de 1.774 teniente gobernador del departamento de Yapeyú, haciéndose cargo de sus nuevas funciones "desde principios de abril de 1.775."

Yapeyú había sido una de las reducciones más florecientes y ricas en tierras y ganados, que fundó la acción fervorosa y ejemplar de los padres de la Compañía de Jesús. Fue erigida a iniciativa del provincial P. Nicolás Mastrilli, con la cooperación del mártir y beato P. Roque González de Santa Cruz, superior de las misiones del Uruguay, y el P. Pedro Romero, su primer párroco. Su instalación se efectuó el 4 de febrero de 1.627, junto al arroyo llamado Yapeyú por los indígenas, bautizándose con el nombre de Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú.

Yapeyú fue baluarte de civilización y del cristianismo frente a los indomables indígenas, como los charrúas y los yaros, y t ambién lo fue contra los temibles bandeirantes, hordas de hombres blancos que vivían al margen de toda ley humana y que a sangre y fuego sembraron el terror y la muerte, asolando a las incipientes misiones.

Con el correr de los años, Yapeyú se convirtió en uno de los pueblos más ricos de las misiones. Poseía estancias en ambas bandas del río Uruguay.

El pueblo quedó casi abandonado después de la expulsión de los misioneros de la Compañía de Jesús.

Dos nuevos vástagos aumentaron la familia San Martín-Matorras en Yapeyú: Justo Rufino, nacido en 1776, y nuestro Libertador, José Francisco, que vio la luz el 25 de febrero de 1778.

Siendo el pueblo de Yapeyú fronterizo a zonas de litigio, sus habitantes vivían bajo continuas amenazas de guerra.

El nuevo mandatario, Juan de San Martín, desde que ocupara la tenencia, activó la organización de un cuerpo de naturales guaraníes compuesto por 550 hombres, que al ser revistados por el gobernador de Misiones, Francisco Bruno de Zabala, le hicieron decir que era como la más arreglada tropa de Europa. Esas fuerzas, adiestradas por el teniente San Martín, se destinaron a contener los desmanes de los portugueses y las acometidas de los valerosos y aguerridos charrúas y minuanes.

Merced a un informe emitido por el Virrey Vértiz, Juan de San Martín ascendió al grado de capitán del ejército real, por título que se expidió en El Pardo el 15 de enero de 1.779. Cuando este despacho llegó a sus manos hacía algunos meses que había cumplido cincuenta y un años de edad.

El constante estado de intranquilidad en que se vivía en la región motivó el traslado de Gregoria Matorras de San Martín a Buenos Aires, trayendo consigo a sus cinco hijos. En la capital se le reuniría su esposo en los primeros meses de 1781. El capitán San Martín, con actividad y celo encomiables no sólo puso en estado de defensa el departamento a su mando, sino que lo impulsó por las vías del progreso, realizando diversas obras de carácter público.

Terminada su actuación en Yapeyú, el capitán San Martín embarcó con rumbo a Buenos Aires el 14 de febrero de 1781, volviendo a reunirse entonces con su esposa e hijos e incorporándose de nuevo a las filas del ejército para ejercer las funciones de ayudante mayor de la Asamblea de Infantería. Desde Buenos Aires, el 18 de agosto, se dirigió por escrito al virrey Vértìz, a la sazón en Montevideo, ofreciéndose para cualquier servicio o bien para instruir a los naturales, en cuyo ejercicio se había distinguido durante su residencia en Yapeyú.

El padre del Libertador se dirigió a las autoridades superiores de la Corte pidiendo la correspondiente licencia para embarcarse con su familia con destino a la metrópoli. Le fue concedido lo solicitado por Real Orden, expedida el 25 de marzo de 1783. Casi un cuarto de siglo de constante actividad había consagrado a las regiones del Plata el veterano soldado; había actuado en campañas militares que acreditaron su valentía y había administrado con suma pureza bienes confiados a su cuidado.

En abril de 1784, Juan de San Martín llegaba a Cádiz; retornaba al suelo patrio con su mujer y cinco hijos. Los cuatro varones, al igual que su padre, abrazarían la carrera de las armas, pero de todos ellos, sólo el benjamín daría gloria inmortal al apellido paterno.

En Málaga pasaría los últimos años de su existencia, mientras sus hijos avanzaban en edad y aspiraciones. En esa ciudad iniciaron o completaron, en parte, los estudios los jóvenes hermanos San Martín. Con los ojos mirando más allá de los mares, Juan de San Martín exhalaba, el 4 de diciembre de 1796, su último suspiro. Se hizo constar que no había testado y que habitaba en un lugar de Málaga conocido por Pozos Dulces, camino de la Alcazabilla.

La viuda del antiguo teniente de Yapeyú, al mes siguiente del óbito de su esposo, dirigió una instancia al monarca Carlos IV en la que solicitaba una pensión. En 1.806. gestionó e insistió para que la reducida pensión que disfrutaba, de 175 pesos fuertes anuales, fuera transferida a su hija después de su fallecimiento. El rey resolvió no acceder a lo solicitado. Sus restos descansan hoy en el cementerio dela Recoleta de Buenos Aires.

LA MADRE: GREGORIA MATORRAS

La madre del futuro Libertador, doña Gregoria Matorras del Ser, fue el sexto y último vástago del primer matrimonio de Domingo Matorras con María del Ser. Fueron sus hermanos mayores: Paula, Miguel, Francisca, Domingo y Ventura. Vino al mundo el 12 de marzo de 1738, en el pueblo de la Región de Palencia, Reino de León, llamado Paredes de Nava (la villa debió su origen a antiguas construcciones castrenses, de donde viene su nombre "Paredes", en tanto que "Nava" significa llanura en lengua vasca y majada en hebreo).

Fue bautizada en la parroquia de Santa Eulalia al cumplir diez días (el mismo lugar donde nacieron y se bautizaron genios del Renacimiento español como Pedro Berruguete y su hijo Alonso, o Jorge Manrique, autor de "la mas bella poesía del Parnaso castellano de la Edad Media", según Marcelino Menéndez y Pelayo).

Haciendo valer el contenido del viejo proverbio "Una madre vale mas que cien maestros", muchos biógrafos aciertan a observar que en la idiosincrasia de la madre de José radicaron las razones más profundas de la nobleza y el desinterés del Emancipador. A los seis años, quedó huérfana de madre. A los treinta, aún soltera, viajó al Río de la Plata con su primo Jerónimo Matorras, ilustre personaje que aspiraba a colonizar la región chaqueña, obteniendo para el logro de esa empresa el título de gobernador y Capitán General de Tucumán. Antes de emprender el viaje obtuvo Matorras licencia, otorgada el 26 de mayo de 1.767, para traer consigo a su prima Gregoria, a su sobrino Vicente y a otras personas.

Llegada a Buenos Aires con don Jerónimo en 1767, fue el azar o la añoranza de su Tierra de Campos lo que le motivó a reunirse con paisanos. Así empezó a relacionarse con un bizarro capitán, oriundo de un pueblo próximo al suyo, que luego sería su esposo. En poco tiempo, se onocieron, se amaron y se prometieron.

Pero, como el deber de las armas llevó al novio a un destino en las Misiones Jesuíticas del norte, la novia hubo de casarse, por poder, con un representante de su marido el capitán de dragones D. Juan Francisco de Somalo, el 1 de octubre de 1770, con las bendiciones del obispo de Buenos Aires, don Manuel de la Torre, también oriundo de otro pueblo palentino, Autillo de Campos. La escritura, otorgada por don Juan cuatro meses antes de la celebración, "por palabra de presente como ordena Nuestra Santa Madre, la Iglesia Católica Romana", se refiere a la novia con estas palabras: "doña Gregoria Matorras, doncella noble, con quien tengo tratado, para más servir a Dios Nuestro Señor, casarme".

Es revelador conocer el testamento de doña Gregoria para vislumbrar su personalidad. firmado en Madrid, el año 1803, diez antes de morir. En el mismo se puede leer: "En el nombre de Dios Todopoderoso y de la Santísima Reina de los Angeles, María Santísima, Madre de Dios y Señora Nuestra, amen. Sépase por esta pública escritura de testamento (...) como yo, Doña Gregoria Matorras, viuda de Don Juan de San Martín capitán (...). Teniéndome la muerte, como cosa natural a toda creatura viviente, su hora tan cierta como incierta la de su advenimiento (...)."

En sus palabras se destacan una serenidad firme ante la muerte, una intensa fe religiosa y una gran reciedumbre de carácter. De hecho, los escritos de doña Gregoria y don Juan son testimonios de tales rasgos que, junto al amor por las Indias, eran principios que transmitían cuidadosamente a sus hijos, aunque de un modo muy particular fueron desarrollados por el general.

En otra parte del documento, se entrevé cierta predilección hacia José Francisco; porque, tras referirse a provisión económica destinada a la atención de las necesidades de sus hijos mayores, Manuel Tadeo, Juan Fermín y Justo Rufino, "para su decoro y decencia en la carrera militar", destaca que el que más le había costado era Justo Rufino, "actualmente guardia de Corps en la Compañía Americana", pues principalmente con él "se han gastado muchos maravedíes". A lo que añade, con entrañable acento: "Pero sí puedo asegurar que el que menos costo me ha tenido ha sido don José Francisco." ¿Cómo explicar esto, sabiendo que éste tomó lecciones de guitarra del compositor don Fernando Sors; que reunió una gran biblioteca, cuyo valor equivaldría a su sueldo integro de militar durante tres años; que tomó lecciones de canto, que nunca pidiera dinero a sus padres? El aparente misterio se aclara, si aceptamos que obtenía ingresos extra con actividades artísticas, que percibía, tal vez, de sus amigos y comerciantes de la logia de los "Caballeros Racionales", asamblea de inspiración francmasónica a que pertenecía. En efecto, en una de sus cartas comentaba que, si fracasaba en la carrera de armas, siempre podría ganarse la vida pintando paisajes de abanico. De hecho, la bandera de los Andes pintada al gouache él por nos le revela como avezado pintor. No obstante, como militar decimonónico, tuvo el pundonor de ocultar sus trabajos manuales como medio de obtener ingresos; y es que, en general, lo artesanal y las actividades mercantiles estaban mal vistas en aquella época. Doña Gregoria tuvo otro hermano, presbítero, llamado don Miguel, capellán de numero de la Santa Iglesia Catedral de Palencia,que aparece citado en documento de su esposo, autorizándole a administrar su bienes raíces adquiridos por herencia, sitos en Paredes de Nava. Tenía también otros hermanastros -pues el padre enviudó y volvió a casarse- que alcanzaron importantes puestos en la sociedad, como don Andrés, procurador de tribunal civil, don José, medico cirujano, y don Simón, medico de cámara de la reina Isabel II.

Desde que don Juan falleciera en Málaga a los sesenta y ocho años, teniendo José Francisco dieciocho, doña Gregoria no estuvo sola. Siempre le acompañaba el matrimonio formado por su hija María Elena y don Rafael González Menchaca, empleado de rentas, que le dio a su nieta Petronila.

La muerte de dona Gregoria acaeció en Orense ( Galicia) el primero de junio de 1813, donde estaba destinado don Rafael. Tanto él como María Elena cumplieron los deseos de su madre, que había expresado en el mencionado testamento, la voluntad de que su cuerpo "sea amortajado con el habito de Santo Domingo de Guzmán". Ambos habían profesado en la Orden Tercera de Santo Domingo, en cuyo convento orensano fue inhumada.

En ese mismo año, don José Francisco de San Martín y Matorras se manifestaba por primera vez como triunfador de la causa de la Emancipación americana, en combate de San Lorenzo, demostrando una valía militar extraordinaria.

Contemplando el pasado del general, sus raíces, cimentadas en la aguerrida tierra palentina donde sus padres nacieron, y estableciendo sus virtudes humanas en un cristianismo auténtico, e comprende mejor como: "De azores castellanos nació el cóndor que sobrevoló los Andes" (lema de la casa- solar de los San Martín, en Cervatos de la Cueza).

LOS HERMANOS: MARÍA ELENA, MANUEL TADEO, JUAN FERMÍN, Y JUSTO RUFINO

Del matrimonio contraído entre don Juan de San Martín, ayudante mayor de la Asamblea de Infantería de Buenos Aires, y doña Gregoria Matorras, nacieron en la Real Calera de las Vacas, jurisdicción de la parroquia de Las Víboras -actualmente en la República Oriental del Uruguay- sus hijos María Elena (18 de agosto de 1771), Manuel Tadeo (28 de octubre de l772) y Juan Fermín (5 de febrero de l774).

Trasladada la familia al departamento de Yapeyú, donde don Juan fue designado Teniente de Gobernador, nacieron los otros dos hijos: Justo Rufìno (l776) y José Francisco (25 de febrero de l778).

Se casó en Madrid el 10 de diciembre de 1802 con Rafael González y Alvarez de Menchaca.

En su testamento, el Libertador estableció: "... es mi expresa voluntad el que mi hija suministre a mi hermana María Elena una pensión de mil francos anuales y, a su fallecimiento, se continúe pagando a su hija Petronila una de doscientos cincuenta hasta su muerte, sin que para asegurar este don que hago a mi hermana y sobrina, sea necesario otra hipoteca, en la confianza que me asiste de que mi hija y sus herederos cumplirán religiosamente ésta mi voluntad". (París, 23 de enero de 1844).

María Elena falleció en Madrid el año 1852.

Como María Elena, nació en Calera de las Vacas, territorio de Misiones del Uruguay el 28 de octubre de 1772.

La hoja de servicios de Manuel Tadeo le presenta robusto y de corta estatura.Tuvo especial gusto por la música, acaso originado en el Colegio de San Telmo, de gran prestigio entonces, al que pudo asistir desde su llegada a Málaga, y también debe suponerse que como José Francisco fuera un buen matemático, pues desde sus primeros años de oficial se le dieron cargos de artillería, arma facultativa, ya entonces muy científica y, por ello, solo accesible a los técnicos y marinos.

Del mismo modo que todos sus hermanos varones, siguió la carrera de las armas, iniciándose en el Regimiento de Infantería Soria, "El Sangriento". en el que ingresó como cadete en 1788. Con dicha unidad tomó parte en la campaña de Africa (l790), participó en las campañas de Ceuta y de los Pirineos Orientales (l793-l794). Quedó prisionero de los franceses, junto con su regimiento, al rendirse la plaza de Figueres. Firmada la Paz de Basilea (julio de 1795) fue liberado. Concluida la guerra contra Francia, sirvió como maestro de cadetes durante dos años y medio y fue comisionado, por el término de nueve meses, en el reino de Murcia en persecución de malhechores y contrabandistas.

Al iniciarse el siglo XIX obtuvo el grado de capitán y pasó a revistar en el Regimiento de Infantería Valencia. En 1806 fue agregado al Regimiento de Infantería de la plaza de Ceuta.

Participó en la guerra de la Independencia y luchó contra los franceses; el 16 de setiembre de 1808 fue nombrado ayudante de campo del general conde de Castrillo y Orgaz, revistando en los ejércitos del Centro, Extremadura, Cataluña y Valencia. Participó en las jornadas de Tudela, Navarra, Ciudad Real y en la retirada de Despeñaperros. En los últimos años de esta guerra se halló en el sitio y defensa de Valencia.

Se graduó de coronel en 1817; revistó en el Regimiento de Infantería León y, en 1826, se le concedió el gobierno militar de la fortaleza de Santa Isabel de los Pasajes, en San Sebastián. Falleció en Valencia en 1851.

JUAN FERMÍN RAFAEL

Ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería Soria el 23 de setiembre de 1788, en el cual revistó durante catorce años.

Permaneció luego tres años en el Batallón Veterano Príncipe Fernando. Luego pasó a la caballería, prestando servicio en el Regimiento Húsares de Aguilar y, posteriormente, en el Escuadrón Húsares de Luzón, con destino en Manila, Filipinas. Según su foja de servicios, se encontró en la plaza de Ceuta; hizo la guerra contra Francia desde el 17 de julio de 1793; estuvo en la retirada del Rosellón en mayo de 1794. Continuó en el mismo regimiento incorporándose a la guerra marítima y participó en la batalla naval del 14 de febrero de 1797, contra los ingleses.

En el año 1802 se trasladó a Filipinas, donde contrajo matrimonio con Josefa Manuela Español de Alburu. Falleció en Manila el 17 de julio de 1822.

Los descendientes de Juan Fermín Rafael eran hasta hace unos pocos años los únicos miembros de la familia comprobados que seguían con vida.

JUSTO RUFINO

El 18 de agosto de 1793 solicitó ingresar en el ejército español siendo admitido en el Real Cuerpo de Guardias de Corps el 9 de enero de 1795. Permaneció en ese cuerpo durante trece años, en cuyo transcurso fue ayudante de campo del marqués de Lazán y ascendido a teniente el 9 de enero de 1807.

Posteriormente se incorporó al Regimiento de Caballería Húsares de Aragón, con el grado de capitán.

Asistió a los acontecimientos de Aranjuez (mayo de 1808); al ataque y defensa de Tudela (junio de 1808); a los dos sitios de Zaragoza (1808 y 1809), donde fue hecho prisionero cuando se rindió la ciudad. Fugó de sus captores y se presentó al gobierno, que lo destinó -ya graduado de teniente coronel- junto al teniente general Doyle.

Participó en la destrucción del fuerte de Sant Carles de la Rápita y asistió al sitio de Tarragona.Falleció en Madrid en 1832. Fue el único de los hermanos varones que estuvo junto a José Francisco durante su período de ostracismo en Europa.

(Reproducido de la página del Instituto Nacional Sanmartiniano)

El pueblo español donde el prócer es el general San Martín

Por Fabricio O’Dwyer
Periodista - Desde Palencia, España

La plaza del pueblo se llama República Argentina, hay un museo dedicado a San Martín y en la iglesia una imagen de la Virgen de Luján. Con estos datos bien podríamos referirnos a alguna de las tantas localidades del interior argentino, cuyas características resultan particularmente familiares. Sin embargo, se trata del pueblo castellano de Cervatos de la Cueza, en plena de tierra de campos palentina, en el corazón de la España profunda.
Plaza República Argentina, en Cervatos

Pero, ¿qué tiene de particular este pequeño poblado con alrededor de 300 personas censadas y habitado por apenas un centenar de almas en el crudo invierno castellano? ¿Qué extraña relación lo liga con la República Argentina y con el general San Martín? Sucede que en esta tierra nació y vivió hasta que su carrera militar lo llevó al entonces Virreinato del Río de La Plata, el capitán don Juan de San Martín (n.1728), padre del Libertador de América. Aquí, su casa natal, habitada en el siglo XVIII por la familia hidalga de clase media conformada por don Andrés de San Martín e Isidora Gómez, abuelos del prócer argentino, fue rescatada del olvido por el empresario palentino Eugenio Fontaneda (1929-1991) y transformada en un museo que lleva el nombre de “General San Martín”; en 1978, año del bicentenario del nacimiento de quien es considerado el “Padre de la Patria”.

El museo de San Martín

El Museo de San Martín en Cervatos

De azores castellanos nació el cóndor que se eleva sobre América”, reza la leyenda en el pórtico de entrada a la casa que perteneció a la familia San Martín y que hoy cumple la doble condición de museo etnográfico de la vida en esta región, a la vez que rememora las raíces castellanas del general José de San Martín.
Esta vivienda, situada en el número 27 de la calle La Solana, fue construida como edificio aislado, adosado al fondo con otro inmueble y cerrado por una tapia de dos metros de altura aproximadamente. Hoy es uno de los mayores atractivos de la localidad, al punto que recibe numerosas visitas, motivo que llevó a la comunidad autónoma de Castilla y León a declararla monumento y bien de interés cultural.

Su construcción, de adobe, se realizó siguiendo técnicas muy antiguas. La estructura de cubierta es de madera, con tejas de cerámica árabe. Una gran puerta de madera, protegida por tejaroz, sirve de acceso a la parcela, situándose al fondo el edificio en forma de «U» invertida. La carpintería también es de madera, con rejería de forja en ventanas de pequeñas dimensiones.
El inmueble se articula siguiendo la tipología tradicional de la casa de labranza en Tierra de Campos, en dos espacios centrales: la zona de vivienda y la de los animales. A la izquierda del patio que precede a la casa se localiza la cuadra donde se guardaban las caballerías y los aperos de labranza. El resto de las dependencias se ubican en planta baja: la cocina de horno, donde –entre otros- están todos los útiles de amasar el pan y donde se cocinaba en verano, para alejar la lumbre de la cocina, que al ser más fresca se usaba como comedor; los dormitorios, amueblados y dotados de trébedes (parte de la habitación que, a modo de horno, se encendía con paja) para calentarse en invierno, en donde también pueden apreciarse varios retratos del general San Martín y de su familia; y la habitación mayor, habilitada como sala de honor. En ésta última se guardan recuerdos y testimonios de la amistad con la República Argentina: libros, monedas, billetes, retratos del Libertador, banderas, réplicas de sables, copias de documentos sanmartinianos y un libro donde los visitantes pueden dejar un comentario y su firma (entre las más recientes puede apreciarse la del senador salteño y ex gobernador Juan Carlos Romero).

Otros rastros de argentinidad

Además del museo, existen otros lugares de interés y monumentos que refieren a la Argentina: la plaza mayor, que recibe el nombre de Republica Argentina, y luce con orgullo el busto del capitán Juan de San Martín; la actual iglesia parroquial de estilo colonial, que fue construida a instancias del Gobierno argentino como lugar de culto para los fieles cervateños, después de que la iglesia de Santa Columba quedara en ruinas y la de San Miguel fuera víctima de un incendio en 1934 (en ésta última contrajeron matrimonio los abuelos de José de San Martín y fue bautizado su padre el 12 de noviembre de 1728); y el centro cultural, que también recibe el nombre “San Martín”, donde tanto jóvenes como mayores pueden disfrutar de un espacio de ocio y recreación, destacándose la biblioteca y un ciber centro donde se dictan cursos de informática.


Casamiento entre paisanos

Muy cerca de allí se encuentra la localidad de Paredes de Nava, lugar de nacimiento de doña Gregoria Matorras, la madre del general San Martín. Si bien eran de pueblos vecinos, ambos progenitores se conocieron en Buenos Aires. Don Juan finalmente terminó administrando en nombre del Rey de España antiguas propiedades de los jesuitas, que habían sido recientemente expulsados de las colonias americanas.
La carrera militar del padre de Libertador de la Argentina, Chile y Perú continuó como teniente gobernador de Yapeyú, en la actual provincia de Corrientes; hasta que pidió el traslado a España con el objetivo de brindar una mejor educación a sus cinco hijos. Falleció en Málaga en 1796, sus restos fueron trasladados en 1947 a Buenos Aires y –junto con los de su esposa- descansan en el templete que honra la memoria de su hijo en Yapeyú.


Resistir, una consigna sanmartiniana

“En el invierno la mayor parte de la gente se va a Madrid, Bilbao u otras ciudades, apenas quedamos unos cien”, explica Delfín, el alguacil de Cervatos de la Cueza, al tiempo que generosamente abre las puertas del museo y nos introduce en un paseo imaginario por las costumbres, tradiciones y modo de vida de los habitantes de la tierra de campos. “Antes había varios bares, panaderías, carnicerías, pescaderías…”, continúa nuestro guía rememorando épocas en las que el pueblo tenía otro esplendor.
No obstante, allí continúa resistiéndose al paso del tiempo, estoicamente, como la bellísima torre mudéjar de San Miguel que se distingue por sobre el caserío. O como aquél general argentino, con raíces cervateñas, que arengaba a sus compatriotas independentistas con aquello de: “Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas…”.

Josefa Balcarce, nieta de San Martín


Por Juan José Cresto


EL testamento de Josefa Balcarce, nieta de José de San Martín, es considerado un texto de fundamental importancia en relación con la figura del Libertador y con un período de la historia argentina. El documento, que era conocido por los investigadores, estuvo hasta hace poco en manos privadas y se encuentra ahora en el Museo Histórico Nacional

El general San Martín envejecía lentamente en su casa de Grand Bourg. Sus cabellos fueron blanqueándose; sus ojos que se iban apagando por la ceguera, y los variados achaques de su salud, que nunca fue del todo buena, le hicieron temer por su corta familia, constituida por su hija, Mercedes Tomasa San Martín y Escalada; su yerno, Mariano Severo Balcarce, hijo de su camarada de armas, el vencedor de Suipacha, y sus dos nietas, María Mercedes y Josefa Dominga.

Su amigo Aguado, marqués de las Marismas había muerto. San Martín tenía setenta años y vivía de las pensiones militares que cobraba de los países en los que había actuado. El dinero no siempre se recibía con regularidad.

Ese año de 1848, estallaron en distintos lugares de Europa violentos desórdenes sociales, justificados por las pésimas condiciones de vida de los obreros de la Primera Revolución Industrial. Frente a esos acontecimientos, San Martín decidió trasladarse a una localidad alejada de París y poco habitada, que no pudiera ser escenario de conflictos y que tuviera además un clima marítimo más benigno. El lugar elegido fue Boulogne-sur-Mer.

Su mayor preocupación eran sus nietas. María Mercedes, la mayor, había nacido en Buenos Aires, cuando sus padres habían visitado la ciudad en 1833; tenía, por lo tanto, quince años en 1848, cuando se mudaron de casa, y diecisiete cuando el abuelo murió. Josefa Dominga, nacida en Francia el 14 de julio de 1836, tenía apenas doce cuando se trasladaron y catorce cuando falleció San Martín.

Vicisitudes de una familia

El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, la vida del Libertador se apagó. El pequeño funeral pasó inadvertido. Fue enterrado en la cripta de la basílica, Catedral de Notre Dame de Boulogne-sur-Mer, y allí honraron sus restos los primeros visitantes que llegaban desde la lejana América.

Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Mariano Balcarce fue representante de la Confederación Argentina ante Francia. Cuando, después del 11 de septiembre de 1852, la Nación quedó fracturada en dos entidades políticas, pasó a ser representante de la provincia de Buenos Aires. Esto duró hasta el Pacto de San José de Flores, el 11 de noviembre de 1859, por el que la unidad del país quedó restablecida. Terminadas sus funciones como representante, Balcarce se trasladó a la pequeña localidad de Brunoy, cerca de París, donde compró una casa.

Pocos años después, en 1860, su hija mayor, María Mercedes, moría soltera antes de cumplir los 27 años. Sus contritos padres hicieron construir para ella una bóveda en el cementerio de esa villa y, el 21 de noviembre de 1861, trasladaron también allí al abuelo, para honrarlos juntos. Ese mismo año Josefa Dominga contrajo matrimonio con el diplomático mexicano Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, con quien no tuvo descendencia. Mercedes, única hija del Libertador y madre de Josefa, falleció en febrero de 1875; el 20 de febrero de 1885, su esposo supérstite, Mariano Balcarce. Josefa y su esposo quedaron solos en el castillo de Brunoy.

Con los años, se desarrolló en la nieta de San Martín un agudo sentido de solidaridad social. Todos los viajeros que llegaron hasta ella la elogiaron por su manera de ser. Hablaba correctamente el español, que aprendió de sus padres siendo niña, puesto que era el idioma que hablaban en el hogar y conocía al detalle los sucesos de la patria lejana de ellos y de su abuelo, padre de su libertad. El 29 de noviembre de 1904 murió su esposo y quedó viuda y sola, a los sesenta y ocho años. Así habría de vivir aún veinte años más.

Josefa hizo un culto de la memoria de su ilustre abuelo. Ella representaba, entre los argentinos de aquí y los visitantes de allí, el último pedazo vivo de San Martín. Bartolomé Mitre le escribió y juntos entablaron una correspondencia valiosa. Al gran historiador y humanista Josefa le entregó cuanta información poseía acerca del general. Fue una contribución enorme a la primera biografía documentada de San Martín. Cuando, una vez finalizada, Mitre le remitió un ejemplar de la obra, Josefa le dijo en un párrafo de su respuesta: "(...) a estos sentimientos (de aprecio) se agrega toda mi gratitud por el monumento imperecedero que usted ha levando a la memoria de mi abuelo, el general San Martín (...)."

En 1895, Adolfo Carranza, el primer director del Museo Histórico Nacional, le pidió a Josefa Balcarce los objetos y muebles del Libertador para que fueran exhibidos en el repositorio que guardaba -y sigue guardando- los tesoros de la patria lejana. El 30 de mayo de 1899 la anciana dama escribió:

"En vista de todos estos patrióticos empeños que tanto honran la memoria de mi venerado abuelo, he decidido -prescindiendo de mis sentimientos íntimos- conforme lo participo a Ud. por la presente, donar desde ahora al Museo Histórico Nacional no sólo todos los muebles de mi abuelo que conservaba yo religiosamente en el mismo orden que guardaban en su cuarto en vida de él (...)."

Hizo a tal efecto un listado de dichos bienes y un croquis del dormitorio del Libertador, que el Museo ha respetado escrupulosamente en los últimos cien años.

Siendo ya viuda, creó en Brunoy la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada, el 1° de diciembre de 1905, para dar albergue y alimentos a los ancianos de la región, que aún hoy se mantiene, y cuyos miembros honran su memoria. En 1914 estalló la guerra más sangrienta de la historia hasta ese momento. Josefa transformó su casa en "hospital de sangre" y atendió a los heridos que incesantemente llegaban desde el frente de lucha. Un día le avisaron que había llegado un carro con soldados alemanes y le preguntaron si podía pasar. Desde una ventana doña Josefa preguntó: "¿Son ellos heridos? Pues bien, éntrelos."

Al término de la contienda, Francia la condecoró con la Legión de Honor.

La patria soñada
En el testamento hecho de su puño y letra, con rasgos firmes pese a sus ochenta y cuatro años, legó sus bienes en la Argentina, la patria soñada de sus padres, al Patronato de la Infancia. También donó parte de su patrimonio a sus sobrinos, a sus amigos, a sus albaceas. En carta a Florencio Lanús dice: "Que Dios proteja a la querida Francia y a "nuestro" querido país (...)."

Asimismo, concede en otra cláusula la facultad de continuar su obra en Brunoy, después de su muerte, a la sociedad Filantrópica de París, fundada en 1780. Josefa falleció el 17 de abril de 1924.

En el testamento intervino una firma francesa de notarios, la casa Huillier, de París, que fueron escribanos de San Martín y, probablemente, de Aguado. Ese testamento, que se hallaba depositado en el archivo de dicha escribanía y después en el de la familia Dodero Balcarce, le fue entregado al autor de este artículo. Debe exhibirse en el Museo Histórico Nacional que "guarda bajo sus techos todas las glorias argentinas", como se dispuso en el acto de su fundación centenaria. Se lo descubrió en el templete hecho a tal efecto, en la ceremonia del sesquicentenario de la muerte del Libertador el 17 de agosto de 2000.

La calle principal de Brunoy recuerda el nombre de Josefa Balcarce. Nuestro país aún le debe un merecido homenaje.


El autor es doctor en Historia. Fue director del Museo Histórico Nacional.

(Fuente: La Nación, 17-8-01)