SOBRE BELGRANO Y REMEDIOS

 

 en el nuevo billete de $500


Por Gregorio A. Caro Figueroa 


Foro Patriótico Manuel Belgrano, 10-6-2022

 

 

El 26 de mayo pasado, publiqué en Facebook un ligero apunte de divulgación sobre la imagen de Remedios del Valle, incluida al lado del general Manuel Belgrano en el nuevo billete de $ 500. 

El 95% de quienes leyeron este texto periodístico coincidieron con su contenido, información y cuestionamiento que se desprende del mismo. A observaciones constructivas de historiadores, que advirtieron omisiones, se añadieron insultos y agresiones, infaltables sustitutos de argumentos.     

A la primera observación de la doctora Sara Mata, miembro de la Academia Nacional de la Historia, se añadieron las de Gabriel C. Miguel, Mariana Marincovich y de Florencia Guzmán, del CONICET, autora de una detallada investigación sobre Remedios del Valle, que se publicó en 2016 en la revista francesa “Nuevo Mundo. Mundos Nuevos”. 

REMEDIOS EN DICCIONARIOS 

Fue Sara Mata quien me informó sobre aquel trabajo de Florencia Guzmán, a quien se lo pedí, la que añadió ese texto en PDF en mi Facebook. Conocí a Florencia en 1990 en la revista “Todo es Historia”, donde publicó su primer artículo sobre los afro argentinos en el Noroeste argentino. 

También Gabriel Miguel y Mariana Marincovich llamaron la atención de documentos sobre Remedios del Valle publicados en 1980 por el Instituto Nacional Belgraniano,  el libro “Formación castrense de los hombres de armas de Belgrano”, capítulo VII. 

La advertencia que hice sobre el escaso, y casi nulo conocimiento del papel de Remedios, fuera del ámbito de lectores de historia, también está en el texto de Florencia Guzmán cuando señala, generalizando, que: “la literatura histórica ha reparado muy poco en el papel desempeñado por las mujeres” en aquel período de la Guerra de la Independencia, y también después. 

La publicación de textos sobre mujeres argentinas comenzó a adquirir interés desde comienzos del siglo XX en artículos publicados en periódicos y libros Desde hace años, historiadores varones y mujeres, porteños y provincianos, de diversas corrientes de opinión y distintos enfoques, vienen trabajando para enmendar esa parcial omisión. 

En 1907, la educadora salteña Benita Campos, nacida en 1867, comenzó a editar la revista “Güemes” que publicó como directora y redactora durante catorce años. La mayor parte de las colaboraciones de esa revista provenía de mujeres. Desde ese publicación impulsó la erección de un  busto a Güemes en la escuela que lleva su nombre y promovió la del monumento a éste, el que se inauguró en 1931. 

A lo que se añaden otros antecedentes, como el libro de Benjamín Villafañe sobre mujeres del Noroeste argentino (1953) y el diccionario “Mujeres salteñas” de Roberto G. Vitry que incluye 440 entradas con biografías de mujeres. Señalar la escasa producción no debe equivaler a afirmar una presunta total ausencia que autorizaría a conceder carácter fundacional al interés por el tema de las tres últimas décadas. 

EL FANTASMA DE LA “HISTORIA OFICIAL” 

A las referencias a Remedios en documentos de Belgrano, las del general La Madrid en sus “Memorias”, escritas en 1841 y publicadas en 1895, se añade el reconocimiento de Bartolomé Mitre quien incluye y elogia a Remedios en su “Historia de Belgrano”, editada en 1857. 

Mención que reconoció como valioso rescate de Rosario, por parte del general Mitre, un escritor como Pacho O’Donnell en artículo publicado en el diario “La Nación” en abril de 2010. Lo admitió un “revisionista histórico”, que formó parte de un extinguido instituto cuyo propósito fue escribir historia en clave populista. 

La más elocuente, apasionada y mejor fundamentada reivindicación de Remedios fue la que hizo el doctor Tomás de Anchorena en una sesión de la Honorable Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires a mediados de 1828. Texto que reproduce Florencia Guzmán en página 9 de su minucioso trabajo sobre Remedios. 

El testimonio de Anchorena fue decisivo para que se aprobara su solicitud de pago de una pensión, reconociéndole el rango de Sargento Mayor de Caballería le había sido otorgado en 1829, en virtud del cual, en 1830 a los efectos de cobrar esa pensión, se la incluyó en la planta de cargos de la Plana Mayor.

Las palabras de Anchorena, apellido estigmatizado por pertenecer a la elite, agrietan los prejuicios de las narraciones que, en nombre de lo “inclusivo”, imponen versiones “políticamente correctas”  del etiquetado y las  discriminaciones. 

NOMBRAMIENTO O CONDECORACIÓN 

No trataremos aquí en detalle la asignación del grado militar a Remedios. Para comprender su alcance hay que remitirse al criterio que, con claridad, Pueyrredón y Belgrano expusieron por escrito cuando se otorgó, con carácter honorífico, el grado de Coronela a la altoperuana Juana Azurduy de Padilla. 

En julio de 1816 desde Tucumán, Belgrano se dirige a Pueyrredón, Director Supremo para informarle que “la amazona” Juana Asurdui de Padilla, que “hacía trabajos marciales”, había “arrancado una bandera de las manos del abanderado”. Esta y otras acciones la hacían merecedora de reconocimiento.

Reconocimiento que Juana Azurduy no tardó en recibir cuando Pueyrredón, por aquel “varonil esfuerzo y bizarría” y su apoyo a “las duras fatigas de la guerra”, aprobó la iniciativa de Belgrano para “condecorarla con el Despacho de Teniente Coronel Partidarias de los decididos del Perú”. 

En 2016 en su libro sobre Juana Azurduy, publicado en Sucre, el historiador Norberto Benjamín Torres, añade: “Este documento indica claramente que el Despacho de Teniente Coronel de Juana Asurdui es una “condecoración”, no así un “nombramiento”, concediéndole después “las gracias, exenciones y prerrogativas que por ese título le correspondían”. 

En otro comentario en este sitio, mencioné algunos autores de esos aportes y destaqué la temprana apertura a la historia de la mujer de Félix Luna y de María Saénz Quesada y, ahora, de Eliana de Arrascaeta, desde las páginas revista “Todo es Historia”, a lo largo de sus 55 años y en colecciones de libros dedicados al tema.   

A lo que se añade la incorporación de mujeres historiadoras a la Academia Nacional de la Historia.  Al nombre de la entrerriana Beatriz Bosch, miembro de la ANH fallecida a los 101 años, se añaden otros y a ellos, el próximo martes 14 de este mes, se sumará el de la doctora Beatriz Bragoni. 

Algunas autoras que denuncian el borrar y hacer invisible a mujeres, hoy parecen esgrimir esa misma tijera para podar nombres de historiadoras e historiadores que desde hace un siglo aportan estudios sobre la historia de mujeres. 

HISTORIA Y NOVELA HISTÓRICA 

La explícita reivindicación de Guzmán al enfoque histórico “racial y de género” no le impide reconocer que: “En el Río de la Plata, las mujeres de todas las clases sociales cumplieron un rol primordial durante la experiencia revolucionaria y también durante la militarización”. 

Opinión que difiere de interpretaciones clasistas y belicistas del papel de las mujeres de esa época. En estos años se intenta desdibujar o minusvalorar a la mujer esposa, madre, formadora y columna de la familia. 

La escritora Ana Gloria Moya, nacida en Tucumán y radicada en Salta, en “Cielo de tambores” su novela sobre Rosario del Valle, a la que llama “María Kumbá”  “Cielo de tambores” (2002), imagina una respuesta suya a Viamonte, cuando éste reencuentra a Remedios en Buenos Aires pidiendo limosna en la calle, lo que era injusto por haber sido ella soldado de la independencia: “Ahí largué la carcajada porque soldado jamás fui. Yo fui la Tía María para todos mis mozos, para mi Ño General” (por Belgrano). 

“Cielo de tambores”, recuerda que, en 1810, Rosario se presentó a Belgrano en Buenos Aires para ofrecer acompañarlo al Paraguay: “Buen día su excelencia, voy con usté. Los oficiales y el Señó Generá van a necesitar de quien les lave y les planche. ¡Ah, y también sé manejá el fusil!”. 

ERRORES Y OMISIONES

Pasemos a los errores y omisiones que cometí en mi primer apunte al mencionar diccionarios. Errores y omisiones no se justifican, menos en historia. Pero en un artículo periodístico se pueden explican y se deben corregir. En este caso rebrotó la inercia de la inmediatez periodística espoleada por la hora de cierre. Aquí señalo el origen de errores y omisiones, de los cuales me disculpo. 

En las primeras consultas, de más de media docena de diccionarios históricos – biográficos, la búsqueda se dirigió a la letra “D”. En varias entradas en “D” están apellidos Del Valle (Aristóbulo); Del Valle (Iberlucea); Del Valle (Juan Antonio Cruz) o los compuestos Del Río o Del Villar. 

Después, en la segunda búsqueda busqué en la letra “V”. En uno de los primeros diccionarios históricos, el de Enrique Udaondo editado en 1938, en página 1078 se incluye: “Valle, María del”. Según Udaondo, pese al contundente testimonio a su favor de Tomás Anchorena –secretario de Belgrano- “la pobre señora no pudo gozar de la pensión; vivió y murió en la miseria”. 

Udaondo menciona el boceto que trazó en 1932 Carlos Ibarguren en el primer capítulo de su libro “En la penumbra de la historia argentina”, páginas 11 a 17. En esa obra, Ibarguren recuerda que, siendo presidente del Consejo Nacional de Educación durante el gobierno del general Agustin P. Justo, el ingeniero Octavio Pico impuso el nombre de "María Remedios del Valle". Este es otro caso en el que, dos miembros de la elite conservadora, rescataron la memoria de Remedios. 

En 1938 comenzaron a publicarse los tomos de la obra de Jacinto Yaben “Biografías argentinas y sudamericanas”, en cuyo tomo V y en la letra “V”, se refiere a Remedios, biografía que Guzmán considera la más completa hasta entonces. 

Esa biografía no está en el tomo VI del “Diccionario Histórico Argentino” (1954) de Piccirilli-Romay y Gianello. En el caso del “Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas”, de Lili Sosa de Newton, el nombre de Remedios no se incluyó en su primera edición de 1967, la que consulté, se está en la edición de 1972. 

Por último, en “La Gran Enciclopedia Argentina” (1963) de Diego Abad de Santillán, está en el tomo VIII, página 300, dentro de la entrada “Valle, Aristóbulo del, junto a otros siete personajes de apellido Del Valle. 

No está en “Tomas de razón de despachos militares, cédulas de premios y retiros”, que publicó el Archivo General de la Nación donde aparecen 42 personas de apellido Valle o Del Valle. Allí hay un sola mujer: Juana Valle, que hace donativos en 1793. 

Pero si está en esos diccionarios biográficos escritos y editados en Buenos Aires, Remedios, no está mencionada en diccionarios biográficos de Salta de Miguel Solá, Fernando Figueroa y Roberto Vitry. No recuerdo que la mencione Bernardo Frías en su “Historia de Güemes”. No figura entre siete personas de apellido "Valle" incluidos los doce tomos de “Güemes Documentado”. 

Tampoco en jujeños: Benjamín Villafañe (1953); Teófilo Sánchez de Bustamante (1957) y "Jujuy. Diccionario General", tomo IV, obra en 12 tomos dirigida por Antonio Paleari. No lo está calificados historiadores tucumanos: Carlos Páez de la Torre, Sara Peña de Bascary , Elena Perilli de Colombres Garmendia o Ramón Leoni Pinto. 

RECONOCIMIENTO, TRECE AÑOS DESPUÉS 

Sus biógrafos dicen que murió en noviembre de 1847, con poco más de 60 años. Si, como consta, se incorporó a las fuerzas comandadas por Belgrano en 1810, ese año tenía 37. De acuerdo a los documentos hasta ahora encontrados su actuación comenzó en 1810 y concluyó a finales de 1813, hasta las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. 

"Recién se vuelve a saber de ella en el año 1826, cuando inició la gestión para que se le concediese una pensión por los servicios prestados", explica Florencia Guzmán en su investigación sobre Remedios. Recién trece años después, reapareció en papeles que presentó para tramitar una pensión, que alivió sus penurias. 

Pero esas otras menciones no autorizan a imaginar que un segmento más o menos amplio de lectores, conocieran su trayectoria. Mucho menos, que lo hayan hecho en los últimos veinte años, pese a que algunos datos suyos están en Wikipedia, sitio discutible como fuente confiable. 

QUIENES FUERON "LAS RABONAS” 

Flora Tristán nació en París en 1803 y murió en 1844. Fue hija del coronel español Mariano Tristán y Moscoso, sobrina del general realista Pío Tristán, abuela de Paul Gauguin y precursora de la defensa de los derechos de la mujer fundadora de la Unión Obrera, directora y redactora de ese periódico identificado con el socialismo utópico. 

En 1833 embarcó a América, llegó a las costas peruanas, se trasladó a Arequipa donde fue a reunirse con Pío Tristán para exigirle la entrega de propiedades y bienes que allí dejó su padre Mariano Tristán. Flora está allí desde enero hasta julio de ese año. Regresa a Francia desairada por su tío, con las manos vacías pero repleta de experiencia. 

Dos años después, en 1835, Flora publicó en París la primera parte de su libro "Peregrinaciones de una paria". Durante su corta permanencia en Perú, Flora conoció, preguntó, se informó, tomó apuntes y escribió ese magnífico testimonio. 

Uno de ellos es el que describe las tareas que cumplieron "las rabonas", mujeres que acompañaban las marchas de las tropas. Flora escribió: 

"Las rabonas están armadas. Cargan sobre mulas las marmitas, las tiendas y en fin todo el bagaje. Arrastran en su séquito a una multitud de niños de toda edad. Hacen partir a sus mulas al trote, las siguen corriendo, trepan así las altas montañas cubiertas de nieve y atraviesan los ríos a nado llevando uno y a veces dos hijos a sus espaldas. 

"Cuando llegan al lugar que se les ha asignado se ocupan primero en escoger el mejor sitio para acampar. Enseguida descargan las mulas, arman las tiendas, amamantan y acuestan a los niños, encienden los fuegos y cocinan. Si no están muy alejadas de un sitio habitado van en destacamento en busca de provisiones.

"Se arrojan sobre el pueblo como bestias hambrientas y piden a los habitantes víveres para el ejército. Cuando los dan con buena voluntad no hacen daño alguno, pero cuando se les resiste se baten como leonas y con valor salvaje triunfan siempre de la resistencia...Estas mujeres proveen a las necesidades del soldado, lavan y componen sus vestidos...Viven con los soldados, comen con ellos, se detienen donde ellos acampan, están expuestas a los mismos peligros y soportan aún mayores fatigas... 

"Cuando se piensa en que, además de llevar esta vida de penurias y peligros cumplen los deberes de la maternidad, se admira uno de lo que puedan resistir", hasta aquí la descripción de Flora Tristán. 

Por su parte, el general Gregorio Aráoz de La Madrid que escribió en sus "Memorias" su recuerdo de Remedios, aludiendo al apoyo de mujeres a las tropas, escribió en términos críticos, parciales e injustos: 

"Como no había yo permitido que siguiera a la división desde Tucumán, una sola mujer pues no sirven estas sino para montar los mejores caballos de los soldados, distraer a estos, consumirles sus vestuarios y merodear en las marchas cuanto encuentren a mano separándose de los caminos, di una fuerte orden a la división, prohibiendo que siguiera mujer alguna,(...) más como podía haber entre ellas algunas mujeres legítimas dispuse que estas quedaran a cargo del gobierno (...) y que se les pasara una pequeña pensión a cuenta del haber de sus maridos hasta mi regreso, pues fueron muy pocas".

TRASFONDO DEL TEMA 

De forma (mal) intencionada los que criticaron mis opiniones lo hicieron apoyándose en un supuesto falso. Para ello me adjudicaron la intención no solo de negar su existencia, sino de desmerecer a Remedios, descalificarla y hasta condenarla. 

De este modo, eludieron el interrogante que expuse. No se trataba de negar su existencia ni su trayectoria sino de preguntarse si, quienes eligieron y decidieron incluirla al lado del General Belgrano, deberían conocer  y  seguir criterios que rigen, en la mayoría de países, en materia de imágenes en billetes, los que tienen un valor añadido: lo que representan las imágenes en ellos impresas. 

Se trata de aplicar y conocer los criterios de valoración no sólo de méritos, ejemplaridad, capacidad, trayectoria y conocimiento, reconocimiento y aceptación del personaje en sus respectivos países. El billete tiene, además, un valor simbólico. Se dijo que es texto abierto y circulante de historia y de cultura de un país. 

Incluyen rostros de personajes que encarnaron valores morales. No elegidos, y tampoco o excluidos, solo por su condición o trayectoria política, militar, social, científica, educativa o cultural. 

“Cada cultura es, en gran medida, lo que es específico de su galería de personajes", son sus “representantes morales” que “asumen existencia corpórea en el mundo social”, señala MacIntyre. 

El rechazo, condena y derogación del mérito incluye la abolición no ya de las diferencias sociales, económicas o de educación, sino de principios universales que personas y sociedades asumen como elementos básicos de la convivencia, erosiona los fundamentos de una nación, degrada la educación, la calidad institucional e intoxica la convivencia social. 

Del mismo modo que hay personajes meritorios que no son reconocidos, los hay reconocidos que no fueron meritorios. Remedios es un personaje meritorio. Corresponde un reconocimiento. Pero el modo elegido, en un billete al lado del general Belgrano no es el adecuado. 

Caben pocas dudas que su imagen está siendo usada como mensaje, de modo muy poco disimulado, no para honrarla y, a través de ella, hacer visible a la mujer en nuestra historia. 

Su imaginado rostro en este billete, en el mismo rango y en pareja con el general Belgrano, el apelar condición de mujer, mulata, pobre y colaboradora en escenarios bélicos, son ingredientes de los que se nutren las manipulaciones político – ideológicas.- 

LUIS VERNET

 GOBERNADOR DE LAS MALVINAS 


Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos en Malvinas


 

Adrián Pignatelli

Infobae, 10 de Junio de 2022

 

“En la proa podía divisarse a un tripulante, bajo de estatura, cuya poblada barba y cabellos castaños, zarandeaba a gusto la fresca brisa del mar. Presentaba la típica imagen de aquellos hombres del oeste americano, conquistadores de las dilatadas llanuras que baña el Misisipi; un verdadero self-made man, activo, inteligente, emprendedor, tenaz, muy tenaz, iba a demostrar en el curso de su existencia poseer una honestidad acrisolada. Aquel hombre era Luis Vernet”, escribió Ricardo Caillet-Bois

 

El último gobernador de las Malvinas, antes que los ingleses las usurparan, había sido alemán. El 10 de junio de 1829, el gobierno de Buenos Aires designó Gobernador del Archipiélago a Luis Vernet, quien estaba trabajando en la colonización del Puerto Soledad. La fecha de su nombramiento como comandante político y militar, fue la elegida para conmemorar el Día de los Derechos Argentinos sobre el archipiélago.

 

Luis Elías Vernet nació en Hamburgo el 6 de marzo de 1791. Pertenecía a una familia francesa que debió dejar el país por cuestiones religiosas. Siendo adolescente, fue enviado a Filadelfia a trabajar en una empresa química de capitales alemanes, Bucker & Krumbhaar. Con el tiempo se desempeñaría como administrador de cargas navieras.

 

Luego de realizar varios viajes en distintos buques, en 1817 se radicó en Buenos Aires. Luego de una frustrada asociación con un alemán llamado Conrado Rücker, se asoció con Luis Pacheco, un capitán de Blandengues retirado, y comenzó a navegar hacia el sur. Conoció las Islas Malvinas y decidió fundar una colonia. Si bien fracasó en un primer intento, lo lograría más tarde.

 

Incansable, interesó de su proyecto al gobierno, quien le otorgó la concesión para el aprovechamiento del ganado vacuno y lobos marinos en la Isla Soledad.

 

El 17 de agosto de 1819 se casó con la uruguaya María Sáez. La boda fue oficiada por Julián Segundo de Agüero en la Iglesia de la Merced.

 

A partir de los planes que le había presentado al gobierno para desarrollar la colonización del archipiélago austral, el 10 de junio de 1829 se oficializó su nombramiento de comandante político y militar. Tenía como atribuciones “observar por la población de dichas islas, las leyes de la República, y cuidar en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios”, según establecía el decreto firmado por Martín Rodríguez y Salvador María del Carril.

 

En agosto de 1829 se embarcó hacia las islas. Llevó a su esposa y a sus tres hijos, Emilio, Luisa y Sofía. Allí nacería, el 5 de febrero de 1830, la cuarta, Malvina. Tendrían tres hijos más, Gustavo, Carlos y Federico. Se dice que Malvina fue la primera persona en llevar este nombre en el país. También formarían parte de la colonia su hermano, Emilio Vernet, y su cuñado, Loreto Sáez.

 

El 15 de julio, día que Vernet y 23 familias arribaron a las islas, su esposa anotó en su diario: "Llegué a las casas y lo primero que vi fue una infinidad de negras chicas y grandes. Salieron a recibirnos haciendo las mismas demostraciones de contento que los negros".

 

Le había solicitado al gobierno que por 30 años los colonos estuvieran exentos de pagar impuestos y que debían poseer derechos exclusivos de pesca tanto en las costas de las islas como en Tierra del Fuego. El gobernador Manuel Dorrego accedió a tales peticiones.

 

Pobló el archipiélago con colonos santafecinos, entrerrianos, cordobeses, santiagueños y bonaerenses, además de franceses, ingleses y de varios países del continente americano. Se llevaron también a esclavos con la promesa de libertad luego de una década de trabajo y un grupo de tehuelches. Su guía era un ex convicto. Con el tiempo construyó un barco, llamado El Águila, que hasta llegó a Brasil transportando carne salada y cuero.

 

El pueblo no excedía la media milla. Vernet y su familia vivían en una larga casa solo de planta baja, de paredes de piedra, que incluía una huerta y cuyas ventanas de las habitaciones daban a la bahía. La casa sobrevivió por décadas. Las ruinas del fuerte español se habían adaptado como corral y en los alrededores convivían el genovés Julio Grassi, encargado de la salazón del pescado y cerca del muelle se encontraba el almacén de Guillermo Dickson. El villorrio contaba con un cirujano, un herrero y un pedrero, entre otros.

Lo que desvelaba a Vernet era no poder controlar la pesca. No disponía de buques para ello. Los loberos y los balleneros eran un problema, porque se negaban a pagar los derechos correspondientes. Vernet y los suyos hacían lo que podían, y Buenos Aires no le enviaba la ayuda que solicitaba, haciendo a la situación más apremiante.

 

Logró detener a dos buques norteamericanos y, si bien uno pudo escapar, dando cuenta a su gobierno del incidente, los otros dos fueron detenidos por Vernet. Este, a bordo de uno de ellos, la goleta Harriet, con la carga incautada, se dirigió a Buenos Aires, ya que pretendía someter el caso al Tribunal de Presas. Dejó a cargo a su segundo, Enrique Meteaf. No se imaginaba que ya no volvería más a las islas. El cónsul norteamericano protestó y desconoció el reclamo argentino. Hasta puso en duda la soberanía argentina del archipiélago. Exigió indemnizaciones y reparaciones del caso. Colmó la paciencia del gobernador Juan Manuel de Rosas, lo declaró persona no grata y le pidió su pasaporte.

 

Pero el gobierno de Estados Unidos no dejaría pasar la afrenta. En 1831 la corbeta Lexington, al mando de Silas Duncan, destruyó Puerto Soledad (también conocido como Puerto Luis) luego de engañar a los pobladores al enarbolar una bandera francesa. Destruyó el fuerte, mató animales, saqueó el lugar y detuvo a los pobladores.

 

El 3 de enero de 1833 las islas, siendo José María Pinedo comandante interino, fueron ocupadas por los ingleses. Vernet y su familia, luego de una estadía en Río de Janeiro, regresaron a Buenos Aires. Los apremios económicos que vivió -”esto es el infierno sobre la tierra”, afirmó- no fueron obstáculo para Vernet, que siguió adelante. Tal es así que en 1841 patentó un producto que conservaba los cueros, las pieles y las maderas durante las largas travesías.

 

Con su familia vivió en el centro porteño, en casas situadas en la calle Florida, y en 25 de Mayo. En 1846 adquirió una quinta en San Isidro, llamada Las Acacias, desde donde podía verse la cúpula de la iglesia. En 1965 la vivienda fue reconstruida y aún pertenece a sus descendientes. Está ubicada en la calle Belgrano 839.

 

En 1852 viajó a Londres para pedir una indemnización por sus pérdidas en Malvinas. Reclamaba 14.295 libras esterlinas que, con los intereses, ascendía a 28.000. Luego de cinco años de trámites, el gobierno inglés le reconoció solo 2.400 libras.

 

Aseguran que fue el promotor del establecimiento de la comunidad alemana en nuestro país. Su esposa falleció en 1858 y él, en 1871. Está enterrado en el cementerio de La Recoleta.

 

El 14 de noviembre de 1973 el Congreso estableció que el 10 de junio sea el Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico Argentino. Y que ese día, y a una misma hora, sea conmemorado en escuelas. Una forma para reafirmar que las Malvinas son argentinas.