Alemanes y
Argentinos
Por Adolfo Dante Loss
El Gran Americano,
luego de las victorias sobre Inglaterra (tratado del 24 de septiembre de 1849)
y Francia (tratado del 30 de agosto de 1850), podía abocarse de lleno a plasmar
su gran política continental. Pero el Imperio del Brasil comprendía bien lo que
esto significaba para su destino: la división, como en Centroamérica, en
republiquetas independientes y enemigas entre sí; o, en el mejor de los casos,
ser una potencia de segundo orden a la zaga de la Confederación Argentina.
La lúcida clase
dirigente brasileña y su hábil diplomacia -que constituía lo más selecto de
ella- se encargarían de vertebrar la gran confabulación internacional en contra
de la Confederación y su Jefe, con resultados conocidos.
El escritor e
historiador alemán Albert Schmid, en su trabajo titulado Die Brummer -traducido
al portugués, prologado y anotado por el general de división brasileño Bertoldo
Klinger, publicado en la separata de A Defensa Nacional Nos. 431 a 438, editado
en Río de Janeiro en 1951-, es expresivo en el sentido apuntado más arriba. El
subtítulo de esta obra explica su contenido: Una legión extranjera alemana al
servicio del Brasil en la guerra contra Rosas. Escribe el historiador germano
en la parte introductoria al tema: “Las disputas tuvieron eclosión bélica
cuando el dictador argentino Rosas (1830-1852) entró a obrar en el sentido de
reconstituir el antiguo Virreynato del Río de la Plata (Argentina, Paraguay,
Uruguay y Bolivia) por medio de una Confederación de Estados del Plata. Por
estas maquinaciones de Rosas sintióse amenazado el Brasil en su frontera
sudoeste; por ello, el 29 de marzo de 1851 celebró con el Uruguay y el rebelado
general Urquiza un tratado contra Rosas”.
Pedro II,
consciente de la gravedad que significaba una confrontación militar con la
Confederación Argentina, envía a fines de 1850 al teniente coronel Sebastiáo do
Rego Barros a Hamburgo; la misión de éste consistía en reclutar mercenarios
alemanes para la lucha que, sin lugar a dudas, tendría que librar el Imperio
contra la Argentina. Luego de seis meses de tratativas, saboteadas en parte por
los agentes de la Confederación, logra contratar 1.800 hombres, incluidos 50
oficiales, la mayor parte con antecedentes militares en África, Polonia, España
y la India. Una cláusula del contrato estipulaba que su vigencia sería de
cuatro años, pudiendo el gobierno brasileño rescindirlo a los dos; tiempo que,
de acuerdo a la marcha de las negociaciones para contratar al Gran Mercenario
Urquiza (tratado del 21 de noviembre de 1851, en que el Brasil acuerda 100.000
patacones mensuales al Traidor), bastaría para derrotar a la Confederación
Argentina.
Los mercenarios
alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como artilleros,
zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda Oriental. Producida la
invasión, parte de la Legión permaneció con Caxias en Colonia, y el resto se
sumó a los 4.000 brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando
de Marqués de Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.
El 3 de febrero, a
pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se
unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la fusilería mercenaria: con
modernas armas de tiro rápido y preciso producirían bajas en la artillería
argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano Chilavert- que se
constituyó en el principal obstáculo de la Brigada Internacional.
Schmid resume: “A
vitoria dos aliados foe absoluta y devida, em primeira plana, á modelar atuasáo
das tropas brazileiras”. Y el general Klinger completa: “Dos 56 canhóes
tomados, 34 o foram pelos brazileiros; e dos 7000 prizioneros, 2000 os fizemos
nós”. Más adelante, para que no haya dudas reitera el prologuista: “Malposto
melindre patriotico tem feito ce a maeoria dos argentinos calem o nóso papel
desizivo na derrubada de Rózas”.
Urquiza, en carta
dirigida al Marqués de Souza (que transcribe Klinger), agradece la actuación
brasileña en estos términos: “Cuando la historia trazando el horrible cuadro de
la dictadura argentina, tribute su merecido elogio a los libertadores de esta
tierra, el nombre de V. S. y el de sus valientes compañeros de armas ocupará un
honroso lugar que les compete como dignos aliados de la Civilización y de la
Libertad”.
Los mercenarios
alemanes volverían al Brasil después de cumplido su cometido, y más tarde
serían disueltos. Algunos se radicarían allí en tareas agrícolas; otros
retornarían a su país con poca plata y con algunas desilusiones, no muchas.
En cuanto a los
otros mercenarios, los nacidos en la Argentina, aparte de la paga brasileña se
quedaron con el país como botín. Claro que éste ya no era la gloriosa
Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas que marcaba rutas en América y
donde las palabras Soberanía y Patria guardaban su pristino sentido. La Nación
había sido puesta de rodillas por una potencia extranjera por primera vez; y,
desde entonces, pagamos esa derrota con la supeditación en lo interno y lo
externo al imperialismo de turno.
Justo José de
Urquiza como jefe de los mercenarios argentinos, y todos ellos y sólo ellos,
merecen con estricta justicia el dicterio constitucional de infames traidores a
la Patria.
Publicado en el
Boletín Nº 3 (Año I, Segunda época Octubre-Noviembre de 1968) del “Instituto
Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas”
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