JUAN BAUTISTA BUSTOS



el primer gobernador constitucional de Córdoba

Por: Cultura Cba,  25 de Marzo de 2020

Con motivo del Bicentenario del primer Gobierno Provincial, desde la Agencia Córdoba Cultura hacemos un repaso por la vida de este prócer que luchó contra la invasión británica, forjó la Independencia nacional y encabezó una etapa crucial en la construcción de la soberanía de Córdoba.

Juan Bautista Bustos nace en el Valle de Punilla, en Córdoba, el 29 de agosto de 1779 y muere el 18 de septiembre de 1830 en Santa Fe.

1ra parte: Provincia de Córdoba, libre y soberana

 “Su aparición en el escenario público data de la época en que tuvo lugar la primera invasión inglesa (1806), en que nuestro prócer tenía 25 años de edad. Conocida en Córdoba la audaz agresión británica, que tan vivamente hería los sentimientos de fidelidad hacia la monarquía y las creencias religiosas de todos los pueblos del virreinato, el cabildo resolvió el reclutamiento y envío de tropas hacia la metrópoli”, narra Leopoldo Velasco en “Juan Bautista Bustos y los comienzos del Federalismo”.

Poco falta para el período de la emancipación en el que Bustos tendrá una actuación sobresaliente en el orden político y militar. En reconocimiento a su desempeño, el virrey Santiago de Liniers certificará que Juan Bautista Bustos se ha distinguido “tanto en las fatigas y esmero por disciplinar e instruir militarmente a la compañía de su mando cuanto a la liberalidad y erogaciones que impendió de su peculio y con ahorro de los Reales intereses para uniformarla; todo ello en fuerza de su amor al Real Servicio y a la Patria”, según una carta reproducida en el libro “Juan Bautista Bustos. Una aproximación a su obra a través de los documentos”, una publicación de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba que reproduce documentos de Bustos.

Desobediencia anunciada
En septiembre de 1819, el general Manuel Belgrano cede a Francisco Fernández de la Cruz el cargo de general del Ejército Auxiliar del Perú. Luego visita a su pequeña hija, Manuela del Corazón de Jesús, nacida en Tucumán en mayo de ese año, y regresa a Buenos Aires, donde fallecerá el 20 de junio de 1820.
La entrega del mando del Ejército Auxiliar tiene lugar en un sitio histórico muy importante para Córdoba, como es la Capilla de Pilar. El oratorio es uno de los lugares que integran el conjunto de bienes culturales de la provincia. Recientemente, la capilla fue objeto de una profunda obra de restauración a cargo del Gobierno de Córdoba.

Un paso hacia la autonomía
Un acendrado sentimiento nacionalista congenia con un encendido afán por la liberación de los dominios españoles en América. Con el mismo patriotismo que Bustos combate la sombra del imperialismo británico, participa en el Cabildo Abierto de 1810, que destituye al virrey Cisneros y crea la Primera Junta de Gobierno.
La postura de Bustos en favor de la unidad nacional choca con la intensión del  poder central con asiento en Buenos Aires de utilizar el Ejército Auxiliar del Perú para reprimir conflictos con provincias hermanas, Santa Fe y Entre Ríos. En ese trance, el oficial del Ejército del Norte es capaz de desobedecer una orden del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, José Rondeau, en el sentido de defender a Buenos Aires de un ataque de Estanislao López y Francisco Ramírez, caudillos de Santa Fe y Entre Ríos, respectivamente.

En efecto, la noche del 7 de enero de 1820, el Ejército Auxiliar vive las horas previas al motín. Bustos, José María Paz, su comprovinciano, y el tucumano, Alejandro Heredia, están a punto de asestar un golpe contra el centralismo porteño.

Arequito, un hecho significativo
El descontento estalla en la Posta de Arequito, provincia de Santa Fe. “Las facciones que se han alternado en Buenos Aires desde el 25  de mayo de 1810, arrebatándose el gobierno las unas a las otras, se creyeron todas sucesoras legítimas del trono español, respecto de nosotros y con un derecho ilimitado para mandarnos sin escuchar jamás nuestra voluntad”, expresa Bustos en un oficio del 3 de febrero de 1820, dirigido a los gobernadores de Tucumán y Salta sobre las razones del motín.

“Las armas de la Patria distraídas del todo de su objeto principal ya no se empleaban sino en derramar la sangre de sus conciudadanos, de los mismos  cuyo  sudor y trabajo les aseguraba la subsistencia”, continúa Bustos en el documento citado, transcripto en “Juan Bautista Bustos. Una aproximación a  su figura a través de sus documentos” (Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (Sección Gobierno, año 1820, tomo 69, folio 62).

“Una revolución federal”
“El gobierno central, después de conquistar la Independencia, se había mostrado inhábil para constituir la república democrática y hacer concurrir las fuerzas populares al sostén de la autoridad, que nace de la ley libremente consentida”, afirma Roberto Peña en el artículo “Juan  Bautista Bustos y el Federalismo doctrinario de Córdoba”.
Los cambios políticos también se precipitan en Córdoba. Tras la renuncia del gobernador José Antonio Castro, su sucesor, José Javier Díaz, un precursor de las ideas federales en Córdoba, asume el cargo provisoriamente entre el 19 de enero y el 19 de marzo de 1820.

En “Juan Bautista Bustos en el escenario nacional y provincial”, Carlos Segreti interpreta que en Córdoba se produce una “revolución federal”. Segreti continúa: “El 15 de febrero (1820), Díaz se dirige a los habitantes de la campaña convocándoles para que se reúnan en las respectivas pedanías y elijan un compromisario (delegado) por cada una de ellas; los compromisarios, a su vez, se reunirán en los respectivos curatos y, en elección presidida por el juez, el cura y un vecino honrado elegirán al representante que deberá dirigirse a la ciudad para declarar solemnemente la independencia, designar gobernador titular y a los miembros de la asamblea constituyente y legislativa, porque esta será la encargada de dictar las leyes fundamentales y ordinarias”.

La asamblea soberana
El gobernador Díaz convoca a una Asamblea de Representantes, la que queda conformada por diputados de la Capital, Villa del Rosario, La Carlota y Río Cuarto, Río Tercero, Tercero Arriba, Pocho, Tulumba, Río Seco, Santa Rosa de Calamuchita, Ischilín, San Javier y Anejos, detalla Efraín U. Bischoff en “Autonomía de Córdoba”.
“José Javier Díaz incorpora así al derecho público provincial cordobés el sufragio universal y obligatorio, casi dos años antes que en Buenos Aires. Sufragio universal, porque puede votar todo hombre de 20 años; obligatorio porque debía hacerse saber a todos”, subraya Segreti.

Córdoba se declara independiente
En efecto, la Asamblea declara, el 18 de  enero de 1820, el nacimiento de un nuevo orden institucional: “la soberanía de esta provincia reside en ella misma y por su representación en esta asamblea, entre tanto se arregla su constitución; que como tal provincia libre y soberana, no reconoce dependencia ni debe subordinación a otra; que mira como uno de sus principales deberes la fraternidad y unión con todas y las más estrechas relaciones de amistad con ellas, entre tanto reunidas todas en un congreso general, ajustan los tratados de una verdadera federación, en paz y en guerra, a que aspira, de conformidad con las demás; que concurrirá con todos  sus esfuerzos y cuanto penda de sus recursos a la guerra del enemigo de la libertad común, aun cuando no se haya organizado la federación de las provincias, sirviéndole de bastante pacto obligatorio a sostenerla por su parte, el honor de toda América, el suyo propio, la fraternidad y más íntima unión que profesa a las provincias hermanas”.

El siguiente paso en la consolidación de la autonomía de Córdoba acontecerá el 21 de marzo de 1820, cuando la Asamblea Provincial elige por mayoría de votos a Juan Bautista Bustos como gobernador de la provincia, cargo que el caudillo asumirá el 24 de marzo de ese año.
El siguiente paso trascendente en la vida institucional será dado en 1821, con la proclamación de la primera constitución provincial. Bustos se convertirá entonces en el primer gobernador constitucional de la provincia.

2da parte: Córdoba construye su destino

“Di el paso que ha sellado la libertad de las provincias de ese yugo ignominioso a que las tenían sujetas las facciones de Buenos Aires”, Juan Bautista Busto en carta a Martín Miguel de Güemes, año 1820.
Alfredo Terzaga, el historiador nacido en Río Cuarto, sintetiza de esta forma el perfil del oficial del ejército convertido en líder político: “Guerrero distinguido en la defensa contra las Invasiones Inglesas, y durante las campañas de la Independencia, Juan Bautista Bustos es también una de las figuras más representativas del auténtico federalismo argentino. Durante su gobierno de Córdoba, que duró desde 1820 a fines de 1829, la provincia adquirió una definida personalidad política”.

Una vez declarada su autonomía, Córdoba da otro paso hacia un nuevo orden institucional, que va dejando atrás definitivamente la herencia colonial, y se encamina a un destino soberano.
La Asamblea de Representantes elige por mayoría de votos, el 21 de marzo de 1820, a Juan Bautista Bustos como primer gobernador constitucional de la provincia. Asumirá el cargo días después, el 24 de marzo de ese año.
“El principio federativo imponía la necesidad de intentar una organización constitucional; ésta fue una de las grandes preocupaciones del gobierno”, afirma Enrique Martínez Paz en “La misión histórica de Córdoba”.

En 1821, cuando Bustos transita los primeros días de gobierno de Córdoba autónoma de las otras provincias, José Gregorio Baigorrí y José Norberto de Allende presentan el texto del Reglamento Provisorio para el Régimen y Administración de la Provincia de Córdoba.

Derechos individuales
La primera constitución “organizó los poderes públicos de la Provincia (…) Reconoció y aseguró los derechos de la personalidad humana, organizó la fuerza militar, se preocupó de la cultura pública y particularmente de proteger la antigua Universidad de la ciudad capital, y dispuso que el Congreso de la Provincia nombrara una comisión de tres individuos de su seno para que velara sobre la observancia del Reglamento”, repasa Carlos Melo en “Constituciones de la Provincia de Córdoba”.

Para Efraín U. Bischoff, el Reglamento es un “instrumento legal de valía, entre sus normas se dispone el funcionamiento de dos cámaras -Representantes y Senadores-; el sufragio universal; debía ser de cuatro años el período gubernativo; ser la religión católica la del estado; asegurar los derechos del hombre como “la vida, la honra, la libertad, la igualdad, la propiedad y la seguridad”.
En su “Historia de Córdoba”, el mismo Bischoff pondera el énfasis que los redactores del reglamento ponen en la libertad de “publicar las ideas por la prensa, el impulso a la educación tanto en el orden primario, como en la esfera universitaria, como así también la decisión de afirmar el orden social”.

En “El gobernador Juan Bautista Bustos y su lucha por la Constitución”, Prudencio Bustos Argañaraz subraya el período de paz y de estabilidad institucional que se abre en Córdoba con el gobierno de Bustos: “Esa estabilidad tuvo su piedra angular en la sanción de la primera Constitución. A su amparo, Córdoba vivió una década de armonía y prosperidad, en la que los derechos de los ciudadanos fueron rigurosamente respetados. El sistema republicano de gobierno y la democracia  participativa  rigieron por primera vez entre nosotros y sus bases quedaron firmemente establecidas”, concluye.

En “Breve historia de Córdoba”, Roberto Ferrero analiza la obra de gobierno de Bustos: “Realizó una administración progresista e ilustrada, de dimensiones civilizatorias notables, dada la época convulsionada en que vivía”.



LA EPIDEMIA DE CÓLERA EN EUROPA



que puso a San Martín al borde del sepulcro


Esta epidemia de cólera, en la década de 1830, casi acaba con la vida de José de San Martín y de su hija Mercedes. Así lo contó el propio Libertador, en carta a su amigo Bernardo de O’Higgins: 
“El cólera nos invadió a fines de marzo y mi hija fue atacada del modo más terrible. Yo caí enfermo de la misma epidemia tres días después; figúrese Ud. cual sería nuestra situación, no teniendo por toda compañía más que una criada; afortunadamente, el día antes de la enfermedad de Mercedes, el hijo mayor de nuestro amigo, el difunto general Balcarce, había llegado de Londres (se hallaba en nuestra compañía y para en nuestra casita de campo, en que estábamos a dos leguas y media de París) y éste fue nuestro redentor y sin sus esmeros cuidadosos hubiéramos sucumbido.

 Mercedes se repuso al mes, pero yo, atacado al principio de la convalecencia de una enfermedad gástrica-intestinal, me ha tenido al borde del sepulcro y que me ha hecho sufrir innumerables padecimientos por el espacio de siete meses”.
La enfermedad fue la ocasión para estrechar lazos con Mariano Balcarce, con quien más tarde San Martín casaría a su hija.


Fuente: Claudia Peyró, Infobae, 21-3-20.



LA NIETA DE SAN MARTÍN



Heroína de guerra en Francia

Adrián Pignatelli

Infobae, 7 de Marzo de 2020

En la noche del 13 de diciembre de 1832, en Chez Grignon, el restorán de moda de la burguesía parisina, todo era alegría. El general José de San Martín había invitado a una cena para celebrar el casamiento de su hija, Mercedes Tomasa, de 17 años con Mariano Severo Balcarce, de 24.

San Martín vivía con su hija en una casa de la calle Provence nº 32, en la ciudad capital. Cuando estalló una epidemia del cólera, estimaron conveniente tomar distancia y se establecieron en Montmorency, un pueblito de 1600 habitantes, a veinte kilómetros al norte de París. A pesar de todo, en marzo de 1832, Mercedes contrajo el cólera y San Martín, tres días después. Al mes, ambos estaban repuestos, pero a su papá lo atacó una enfermedad gástrica intestinal que lo tuvo a maltraer.

Quien los cuidó y se ocupó de los trámites fue Mariano Severo Balcarce, un joven argentino, hijo del general Antonio González Balcarce, que había fallecido en 1819. Mariano se desempeñaba en la legación argentina en París. Sobre su yerno -le contaba por carta a su amigo O’Higgins- que “su juiciosidad no guarda proporción con su edad de 24 años; amable, instruido, aplicado, ha sabido hacerse amar y respetar de cuantos lo han tratado”,
Entre cuidados y atenciones nació el amor entre la pareja, se casaron y se embarcaron hacia Buenos Aires. El propio San Martín estuvo por acompañarlos, pero no se sentía del todo bien.

San Martín había abandonado Buenos Aires en compañía de su pequeña hija, a quien criaba su suegra Tomasa de la Quintanilla desde que había fallecido Remedios, y el 23 de abril de 1824 desembarcó en El Havre con ella. Como le encontraron paquetes de diarios anti monárquicos destinados a distintos amigos y conocidos que vivían en Europa, no lo dejaron ingresar, y debió seguir viaje a Inglaterra. En Londres, su hija permaneció como pupila primero en el Hampstead College y luego en un colegio de monjas, mientras su papá se estableció en Bélgica, donde escribiría en 1825 las famosas máximas para su hija.
Luego de un frustrado retorno a Buenos Aires en 1829, en el que no quiso desembarcar, volvió a Europa. En Francia adquirió una casa en la calle Provence nº32, donde vivió con su hija y con su fiel criado, Eusebio Soto. En 1834 adquirió una casa de campo de tres plantas en un terreno de una hectárea, en Gran Bourg, a treinta kilómetros de París. Allí solía pasar desde Semana Santa hasta el día de los difuntos.

En 1836 volvieron Mercedes y Mariano y el 14 de julio de ese mismo año nacería la protagonista de esta historia: Josefa Dominga. Su primer nombre fue en honor a su abuelo materno; el segundo, por su abuela paterna. En la familia le decían Pepita.

Desde el día mismo de su nacimiento, abuelo y nieta tuvieron un vínculo especial. Fue San Martín el que personalmente la inscribió en el registro civil de Evry-sur-Seine. Y quien la dejaba jugar, a gusto y placer, con las medallas que había ganado, en la época que combatía a Napoleón, en las filas del ejército español.
La revolución que estalló en 1848, que provocó la renuncia del rey Luis Felipe I y que dio paso a la Segunda República, lo convenció a San Martín de buscar ámbitos más tranquilos. Ese lugar fue Boulogne sur Mer, una población costera frente al Canal de la Mancha. Alquiló un segundo piso de una vivienda en el número 5 de la rue Grande en Boulogne-sur-Mer, propiedad de Henry Adolphe Gerard, abogado, periodista y además el bibliotecario del pueblo. Se haría amigo de San Martín.

Cuatro años más tarde, Mariano Balcarce adquirió, en el pueblo de Brunoy, a veinte kilómetros de París, una mansión que había pertenecido, entre otros, al conde de Provenza, hermano de Luis XVI y quien luego sería el rey Luis XVIII. Desde tiempos inmemoriales, era el “Petit Chateau”. A lo largo del tiempo, había sufrido varias modificaciones, especialmente cuando fue parcialmente destruida durante la Revolución Francesa.

En 1861, a los 27 años, murió la otra nieta de San Martín, María Mercedes. La sepultaron en una bóveda en el cementerio de Brunoy y también llevaron los restos de su abuelo. Ese mismo año, Josefa se casó con Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, embajador de México en Francia. No tendrían hijos.
Mercedes, la hija de San Martín, que había nacido en Mendoza en 1816 cuando su papá era gobernador de Cuyo, que fue testigo de la enfermedad y agonía de su mamá Remedios y que fuera cariñosamente malcriada por su abuela, falleció en 1875; su esposo Mariano lo haría diez años después.

La memoria de San Martín
Josefa y su marido estuvieron el 21 de abril de 1880 en El Havre, despidiendo los restos del Libertador, que el vapor Villarino llevaría a Buenos Aires. Lo primero que hizo Josefa fue donar la valiosa correspondencia de su abuelo a Bartolomé Mitre, y cedió el mobiliario que le había pertenecido al Museo Histórico Nacional. Lo hizo junto con un croquis, en el que detallaba la disposición de los muebles de la habitación donde había fallecido. Eso permitió recrear el ambiente, tal como se lo puede contemplar en la actualidad.

Cuando Josefa enviudó en 1904, modificó el Petit Chateau, donde vivía. Había creado, a fines del año anterior, la “Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada”, que llevaría adelante un hogar de ancianos y un centro asistencial para los más necesitados. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, transformó su casa y asilo en un hospital. La asistieron en esta tarea las hermanas de la Congregación de la Sagresse.

Trabajaba a la par que todos. Hablaba varios idiomas, como el inglés, italiano, alemán, griego y latín. Y por supuesto el español, a pesar de que nunca conocería Argentina, al que se refería como “nuestro amado país”.
La dirección médica de lo que durante la guerra fue el Hospital Auxiliar Nº 89, empezó a funcionar el 14 de octubre de 1914, y estuvo a cargo del cirujano jefe Dr. Jules León Ladroitte.

Constaba de 50 camas, dos modernos quirófanos, y salas de esterilización, laboratorio y radiología. Por la proximidad con el frente de batalla, atendían tanto a heridos franceses como alemanes. Lo único que Josefa preguntaba era “¿Están heridos? Entonces, ¡éntrelos!”

El problema fue cuando Alemania inició la segunda gran ofensiva del Marne, entre julio y agosto de 1918. Los franceses evacuaron toda el área, que comprendía a Brunoy. Aun así, Josefa no quiso irse.

Cuando la guerra terminó, recibió del gobierno francés la condecoración de la Legión de Honor y además fue distinguida por la Cruz Roja. Se había ganado la admiración de los soldados que se habían atendido en ese hospital, que volvió a ser asilo de ancianos. En su testamento, lo cedió a la Sociedad Filantrópica de París. La casa de su bisabuelo, que estaba en la esquina de las actuales Perón y San Martín en el microcentro porteño, la donó al Patronato de la Infancia. Josefa murió en Brunoy el 17 de abril de 1924. Tenía 87 años. Tanto ella como su abuelo son ciudadanos ilustres de la ciudad y una calle lleva el nombre de ella.

Cuando se trasladaron los restos de sus padres y hermana a Mendoza, en 1951, el gobierno francés se negó a la repatriación de los de Josefa. Porque ellos consideran que es un heroína nacional que merece descansar en la tierra en la que nació y vivió. Ese mismo suelo que había sido refugio de su ilustre abuelo que, de chica, la dejaba jugar con sus medallas.

EL DIARIO DE UNA MARCHA HISTÓRICA BAJO UN SOL FURIOSO




Roque A. Sanguinetti 

La Nación, 15 de febrero de 2020
 
El señor alto y con boina descubrió y compró en un remate de escritos antiguos esas ocho carillas escritas a mano. Era el famoso locutor Antonio Carrizo, hombre culto y bibliófilo. En el manuscrito, un jefe militar narra la marcha de 800 soldados en el tórrido verano de 1812.

El militar que escribió día tras día esas ignotas crónicas que descubrió Carrizo, creó y alzó en "el Rosario" el 27 de febrero la bandera argentina. Se llamaba Manuel Belgrano.

"24 de enero. Se cargaron las 16 carretas. Se puso en marcha el Regimiento a las 5 y media (de la tarde) con destino a San José de Flores". 
La narración sigue hasta el 7 de febrero, en que se corta. Resumimos párrafos:

"25 de enero: Escasez de leña y lodo líquido por agua. 26 de enero: A las 5 de la mañana se tocó a Misa. A las 3 de la tarde nos pusimos en marcha. Por la noche hubo retreta con música y se cantó el himno patriótico y todos se retiraron después de un ¡Viva! por la Patria. 27 de enero: A las 4 de la mañana se tocó la diana. Caminamos hasta la estancia de Alvarez donde llegamos a las 9. No había más agua que la del pozo, que se había secado. 28 de enero: Caminos cubiertos de espinares. Entramos a la Villa de Luján a las 9 de la mañana con banderas desplegadas. La Iglesia es un edificio de regular arquitectura. El Cabildo es una casa de alto con arquería. A las tres cayó un fuerte chubasco que anegó mi carpa. Se rezó el Rosario. A las 9 se tocó retreta. He convocado para mejor disciplina, desterrar las inicuas voces de los Oficiales como de los Soldados que ofenden los oídos, y sujetar a los cadetes, que son los jóvenes más pillos y más maleducados que he visto".

"29 de enero: El sol ha sido furioso. Llanuras sin árboles. Se rezó el Rosario. A las 8 y media, retreta. 31 de enero: Salimos del Campamento a las 2 y media para aprovechar el fresco que corre. Felizmente se encontró un manantial de agua regular. Esta gente sufrirá 20 leguas a caballo y no puede andar 4 a pie sin grandes descansos. El descuido es propio de su educación y miran con desprecio hasta lo que les es más necesario para vestirse y cuanta otra incomodidad trae consigo el andar con el pie desnudo".

"2 de febrero: Se fueron algunos bueyes en la noche. El pozo de la Posta de Lirio nos ha surtido de agua muy buena. Con huesos y leña del camino se ha cocinado. Los animales se ataron para estar prontos al salir la luna. Llegamos a la Rivera de Arrecifes a las 2 de la mañana".

"4 de febrero: Posta de Fontezuelas. Terrenos abundantes de pasto. El tiempo era fresco y se llegó a la Posta de Don Laureano Olmos a las doce de la noche. 

5 de febrero: Desde las 2 y media de la mañana hemos caminado hasta cerca de las 8 a inmediaciones del Arroyo del Medio. Multitud de ganados. Campos áridos por falta de agua. Hemos andado hasta las 12 de la noche. 

6 de febrero: Campados a inmediaciones del arroyo Pavón. Grande huracán que echó por tierra algunas tiendas. Agua abundante y fuerte. Continuamos hasta el Arroyo Seco, donde campamos a las 9 de la noche en casa de Doña María Gómez.

 7 de febrero: Hallándonos a distancia del Rosario de cerca de una legua se formó la tropa, sacaron las banderas y seguimos hasta ese pueblo. Llegados a la Plaza Mayor se formó en batalla."


GUEMES


 de joven guerrero a prócer de nuestra independencia

Por Pablo A. Vázquez *


Nacido el 7 de febrero de 1785 en Salta, la figura de Güemes se eleva como muestra del coraje gaucho en favor de nuestra emancipación, de la estudiada estrategia militar de "guerra de recursos" para derrotar a los realistas y de un espíritu social -hermanado con Artigas- en favor de los más desposeídos en nuestro Norte.

"Martín Miguel Juan de Mata de Güemes, hijo de quien fuera comisario de guerra y ministro general de la Real Hacienda de la provincia de Salta, y de una hija del general Martín Miguel de Goyenechea, nacida en Jujuy, fue militar de carrera", según expresó Vicente Sierra, en el tomo VI de su "Historia de la Argentina" (1965), "la que abrazó a los catorce años sentando plaza de cadete en la compañía del regimiento fijo de Buenos Aires, destacada en Salta, el 13 de febrero de 1799. Con él pasó en 1801 a Buenos Aires y más tarde a Montevideo, actuando gloriosamente en las jornadas de la Reconquista y la Defensa, por lo que fue graduado alférez del fijo y con despacho de teniente de milicias pasó en 1808 a su ciudad natal, donde se incorporó a la guarnición local".

Con respecto a su actuación, contando con 21 años, en los hechos heroicos de 1806, se destacó "... un joven bizarro de brillante uniforme, que inclinado desde sus años juveniles a la noble carrera de las armas, había revelado en aquellos años angustiosos una actividad y una comportación (sic) tan dignas, que el general en jefe le había hecho quedar a su lado, en calidad de ayudante, como queda dicho: el día 11 (de agosto), enviado desde la plaza para informar a Liniers...", según Jacinto Yaben en "Biografías argentinas y sudamericanas", tomo II (1938), preocupados por el bombardeo constante de un buque británico que estaba varado.

Liniers le dio una orden a Güemes: "Usted que siempre anda bien montado galope por la orilla de la Alameda, que ha de encontrar a Pueyrredón, acampando a la altura de la batería Abascal y comuníquele la orden de avanzar soldados de caballería por la playa, hasta la mayor aproximación de aquel barco que resta cortado de la escuadra en fuga".

"Güemes con la velocidad del relámpago transmitió a Pueyrredón la orden de Liniers y más rápidos aún, los húsares de aquel Jefe, se aprestaron a arrojarse al río con el agua hasta el encuentro de sus cabalgaduras, y rompían el fuego de sus tercerolas sobre el buque varado, cuyo comandante comprendiendo la gravedad de su situación, hizo señales desde el alcázar con un pañuelo blanco, anunciando su rendición; era el Justina, de 26 cañones, 100 tripulantes. de la escuadra del comodoro Home Popham".

CAUSA PATRIOTA
1810 encontró a Güemes comprometido con la causa patriota. Encontrándose en Salta de licencia, con el grado de Teniente de Granaderos de Fernando VII, no lo dudó y sumó una partida de 60 jinetes presentándose al gobierno salteño, uno de los primeros en adherir al movimiento juntista de Mayo. La "Partida de Observación" lo tuvo como capitán a su cargo, destacado en Humahuaca, en la actual Jujuy.

Su valentía y la de sus hombres fue clave para la victoria de Suipacha, del 7 de noviembre de 1810. A partir de allí, más allá del entredicho con el general Balcarce, lo encontró comprometido permanentemente con la causa de la emancipación, al punto de ofrecer un plan para defenderse de los realistas que amenazaban atacar desde Potosí, en la actual Bolivia. "He ahí la primera manifestación del genio de este conductor de multitudes gauchas: cuando los demás piensan en reunir recursos y en organizar milicias, él comprende que en su tierra nativa la guerra principal tiene que librase en campo abierto, a la descubierta" - señaló Jorge Newton, en su biografía del prócer de 1967 -. "Que tiene que ser una guerra de recursos, al propio tiempo que de acciones realizadas con tanta rapidez como audacia".

Según Fermín Chávez en "Historia del país de los argentinos", 8ø edición corregida y aumentada, (1988), no se llevó "nunca bien con los jefes nombrados por Buenos Aires. El caudillo de los gauchos salteños no estaba hecho para la disciplina de los ejércitos regulares, cosa que no entendió Rondeau y sí San Martín. Por eso es que, en 1814, el Capitán de los Andes lo había reintegrado al Ejército del Norte, pero con la misión de llevar adelante la guerra de recursos. Y en la guerrilla, Güemes se lució como ninguno durante los años 14, 15 y 16, al constituirse en valla permanente sobre el frente del Norte. Porque consiguió poner a la tierra en armas".

Contradigo la punzante afirmación de mi maestro en un solo concepto: al plantear que Güemes "no estaba hecho para la disciplina de los ejércitos regulares", en realidad -y Chávez lo aclaró- no se llevaba bien con los jefes porteños que desconocían el terreno y la idiosincrasia norteña, pero si tuvo perfecta conciencia de su sentido profesional y de respeto a sus superiores en la milicia. Además la "guerra de recursos" es un una acción, desde siempre, perfectamente contemplada en las acciones militares.
Efectivamente, San Martín eligió bien a quien estaría hermanado no sólo en el coraje en la lucha sino en tener un plan de liberación continental".

Años atrás Martín Miguel Güemes Arruabarrena, en sesión pública del Instituto Güemesiano de Salta del año 2002, y transcripto en su Boletín nø 27 - 28 del 2005, temerariamente afirmó: "El liberalismo portuario o el nacionalismo bonaerense nunca comprendieron a Güemes, salvo como defensor de la frontera norte o caudillo gaucho. No pueden concebir que el Noroeste fuera el eje del país de los argentinos entre 1816 y 1821"

Lamentablemente aún sigue siendo un patriota desconocido para las jóvenes generaciones, salvo en el territorio norte de nuestro país. Paradigma del guerrero norteño, símbolo de nuestra Gendarmería y héroe encumbrado en Salta, Martín Miguel aún guarda muchas aristas para su estudio y divulgación.

(Publicado en La Prensa, 8-2-2020)

* Politólogo; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas; Miembro del Instituto Güemesiano -asociación civil- de Buenos Aires.

SAN MARTÍN NO FUE MASÓN



por Alfredo Nobre Leite

Informador Público, 28-1-20

Con respecto a la profusa y detallada manifestación sobre la relación de San Martín con Juan Manuel de Rosas, el director del diario "La Gazeta Federal", Leonardo Castagnino, expresa, entre otros conceptos, que: En el itinerario político de San Martín hay una contradicción madre, una antinomia abismal que se agitó de su propia personalidad; comienza su aventura americana con un juramento formal en las logias inglesas -extracto ya del fuerte capitalismo protestante- y concluye legándole su sable a Rosas, la flor y nata de la reacción antimasónica de los católicos criollos; no se ha dilucidado con demasiada generosidad ese conflicto que, como toda contracción, es clave interesante en la pesquisa del carácter humano, el "nicepoint" del negocio, como dirían nuestros sospechosos amigos los ingleses" (sic) (Steffens Soler, p. 27).

Al respecto, según el ex presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, general Diego Alejandro Soria, la Logia Lautaro, era de naturaleza militar y política, y que por la época que la fundó San Martín, tenía que ser necesariamente secreta y que, por lo tanto, el Libertador no era masón -tampoco lo fue el general Maniel Belgrano-, aunque la masonería sostenga lo contrario.

El general San Martín era devoto de Nuestra Señora del Carmen, generala del Ejército de los Andes, a la que pedía la intercesión en todas las batallas y entregó su bastón de mando.

Ser católico y masón es contradictorio y opuesto, y nadie puede serlo so pena de traicionar a la Iglesia. La iglesia viene condenando a la masonería desde el 28-4-1738 con la encíclica ·"In eminente" de Clemente XII. Reitera y recuerda el 1-7-1914 que "no han sido abrogada la excomunión ni las penas previstas". Y en canon 1734 establece que "los fieles que pertenecen a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión, es decir que están excomulgados (aclaración del 26-11-1981 que lleva las firmas del Pontífice y del cardenal Ratzinger).

En 1987, el a la sazón miembro de número de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, señor Patrico Maguire, afirma que "las falsedades y las columniosas imputaciones, es decir la supuesta integración masónica de San Martín, tuvieron su comienzo en falsedades arrojadas por un presuntuoso católico liberal, José Manuel Estrada, obnubilado por su odio a Juan Manuel de Rosas, odio que transfirió a San Martín, por el sostenimiento de su régimen por San Martín y el legado de su gloriosa espada por su valentía con que supo defender el país contra los avances del imperialismo. Estrada escribió un librito titulado "La política liberal bajo la tiranía de Rosas", donde defendía el liberalismo y en esa línea calumniaba a San Martín. Basado en ese libro, el general Bartolomé Mitre, que era masón con el grado 33, lo reafirmó.

Es precedente puntualizar que las logias masónicas, en esa época, todos los años extendían un informe sobre los miembros de la masonería, pudiendo aclarar el historiador católico Patricio Maguire, de la Sacra Academia de Historia de la Iglesia, que solicitó la confirmación a las grandes Logias de Londres y Edimburgo, Escocia, recibiendo la confirmación de que San Martín no figuraba como masón en sus registros.

Espero que el señor Leonardo Castagnino dé por satisfecho que San Martín era ferviente católico, que no traicionó a su Dios, Nuestro Señor Jesucristo; y que no se olvide que los masones tienen la pésima costumbre de apoderarse de nuestros próceres, como hicieron con San Martín y Belgrano.