contra la Santa Alianza
POR PABLO A.
VÁZQUEZ
La Prensa,
16.08.2022
Las monarquías
de Austria, Prusia y Rusia se erigieron como una nueva amenaza contra las
naciones repúblicas sudamericanas. Allí el general José de San Martín operó
como diplomático extraoficial y experto en inteligencia, elevando informes a
sus contactos en Perú y Argentina, amén de vincularse con los sectores
liberales europeos antiabsolutistas.
Casi como un
título de la saga de Star Wars, lo cierto fue que la partida de Buenos Aires de
`El Gran Capitán', luego de años de luchas por la independencia sudamericana,
no tendría como objetivo final la mera crianza de Mercedes.
El Libertador tuvo otros planes, que
excedieron el plano familiar -lo cual, es cierto, no le impidieron ser un noble
padre y abuelo-, sino operar políticamente en pos de reafirmar la independencia
de estas tierras.
Tras tolerar
gobiernos liberales, en octubre de 1823 "Los Cien Mil Hijos de San
Luis", en realidad las tropas francesas, bajo el auspicio de la Santa
Alianza, restablecieron la monarquía absoluta y el señorío pleno a Fernando
VII. Ante ello la llegada de San Martín a Francia no pasó inadvertida para sus
autoridades, quienes lo vigilaron a sol y sombra. Máxime cuando fue una de los
enemigos declarados de los Borbones que les hizo perder la mitad de un
subcontinente. El servicio policial galo lo siguió de cerca, pasando informes
puntillosos a sus pares en Madrid.
Dando crédito a lo
dicho por A. J. Pérez Amuchástegui en "Ideología y acción de San
Martín" (1966) el Libertador arribó al viejo continente a fines de abril
de 1824, primero a Le Havre, Francia, para luego continuar camino el 4 de mayo
al puerto inglés de Southamponton (nombre invariablemente ligado a la figura de
Juan Manuel de Rosas en su posterior exilio).
PRETENSIONES
EUROPEAS
Ya el 7 en
Londres, empezaron las reuniones buscando información sobre las pretensiones
europeas en reconquistar el suelo americano. Más allá de tensiones con Alvear y
Rivadavia, toda la comunidad hispanoamericana en Gran Bretaña, amén de
supuestos agentes oficiosos del primer ministro Canning, y el reencuentro con
su hermano Justo de San Martín, entablaron conversaciones con el héroe
argentino y analizaron la situación de la época.
Mención especial
fue el encuentro con el ex emperador de México, Agustín de Iturbide, quien le
expresó su intención de retomar el poder "con el objeto de resistir
cualquier agresión o maquinación de la Santa Alianza", aunque San Martín
"no tomó demasiado a pecho las eventuales propuestas de Iturbide".
Según Pérez
Amuchástegui: "San Martín estaba mucho más al tanto que Iturbide de lo que
ocurría en los gabinetes europeos. advirtió que la presión de Inglaterra era lo
suficientemente fuerte como para asegurar que los ímpetus absolutistas se
morigeraran. Y desde el puerto francés escribió a Guido manifestándole su
esperanza de que los soberanos aliados se quedarían con las ganas de intervenir
en los asuntos americanos y que la contienda se resolvería solo con los españoles:
`¡Qué oportunidad para los americanos -exclamaba allí San Martín- si tenemos
juicio!'. Veintitrés días más tarde, el 17 de mayo, escribió San Martín a
Molina una larga carta, confirmando esta impresión, y concluyendo en que la no
intervención de la Santa Alianza en Hispanoamérica sería consecuencia directa
del mayor interés por la independencia de estos pueblos, expresado en los
empréstitos al Perú, Colombia y México. Por consiguiente, el objetivo que se
proponía alcanzar San Martín en Inglaterra era, concretamente, averiguar la
opinión del pueblo y gobierno con respecto a la América".
Su estadía en
Bruselas tuvo como justificación una mejor acumulación de información. En carta
a Molina del 4 de febrero de 1825 dirá: "La enérgica declaración de
Inglaterra sobre las Américas ha hecho tal impresión en la Santa Alianza que en
sus papeles ministeriales se quejan altamente de lo que llaman agresión del
gobierno británico''. Advertía en seguida que las actitudes de Prusia... eran
menos terminantes... mientras que Suecia, Dinamarca, y los Países Bajos, en
tanto recibían "una influencia directa del gabinete inglés, miraban con
simpatía el reconocimiento''.
El visado de su
pasaporte entre 1825 a 1830, existente en el Archivo del Libertador en el Museo
Mitre, según asentó Amuchástegui, dio cuenta de la incansable travesía de Don
José por Londres, Bruselas, Marsella París, Amberes, Ostende y demás puertos
europeos. Una sola excepción se dio el 7 de octubre de 1828, ya que de Londres
partió a Buenos Aires. Los posteriores sucesos del asesinato de Manuel Dorrego
lo convencieron de permanecer en Montevideo y no tomar parte de las luchas
fratricidas.
Hasta se le
ofreció en Europa, en el marco de la revolución francesa de 1830 y de su
contraparte en Bélgica, liderar militarmente la independencia belga, honor que
declinó, pero no sin antes sugerir un conductor para el hecho de armas, tal
como investigaron José Pacífico Otero y Vicuña Mackenna.
Para San Martín la
lucha contra la Santa Alianza y los Borbones tuvieron a Inglaterra como aliada,
sin ser óbice que frente a la agresión británica de 1845/46 se puso
incondicionalmente al servicio de nuestra Nación. Y utilizó todo su
conocimiento en el campo de la información e inteligencia al servicio de la causa
americana.
UN NOTA DISONANTE
Hubo una nota
disonante, en lo personal, que fue el enojo con Manuel Moreno, representantes
de las Provincias Unidas, al difundir éste que Don José quería ir a España para
gestionar el reconocimiento de la independencia de los países sudamericanos a
cambio que éstos adoptasen un régimen monárquico afín a los Borbones. El
infundio pudo venir o por insidias del diplomático boliviano Casimiro Olateña o
por chismes que tomó el propio Moreno, sin consultar al Libertador. Acciones de
contrainteligencia que ya había sufrido, sea en época de la lucha contra los
realistas o en sus peleas con Rivadavia, tal como le escribió a Rosas el 5 de
agosto de 1838, refiriéndole que Don Bernardino "me formó un bloque de
espías, entre ellos a uno de mis sirvientes, (y) me hizo una guerra poco noble
en los papeles públicos de su devoción".
Según Patricia
Pasquali, en "San Martín confidencial" (2000): "La idea de
retornar a su país fue diluyéndose... Mariano (Balcarce) había sido separado
del empleo de primer oficial de la secretaría de negocios extranjeros; aunque a
pesar de ello, San Martín no había mirado con disgusto la caída de Balcarce y
en adelante se mostraría conforme con la evolución política que llevó a la
instauración de la dictadura rosista".
LA RELACION CON
ROSAS
La relación del
Libertador con el Restaurador de las Leyes, cruzó todo el período final de la
existencia de San Martín. Del bloqueo francés de 1838 a la Guerra del Paraná,
entre 1845 a 1846, dio cuenta en sus cartas tanto a Rosas como a los habituales
interlocutores del anciano general. La unión de ideas y sentimientos entre
ambos hombres fue férrea, al punto que el 23 de enero de 1844 el testamento del
Gran Capitán asentó, en su artículo 3°, le entrega su glorioso sable a Rosas,
el que posteriormente fue donado al Museo Histórico Nacional por la hija del
Restaurador, doña Manuelita Rosas de Terrero, llegando al país el 4 de marzo de
1897.
La ceguera,
producto de la catarata, y el aneurisma latente dieron la estocada final a su
cuerpo. Pero su alma siguió firme, al punto de ofrecerse a Rosas en combatir si
hiciese falta contra los invasores europeos. Hasta el último minuto pensó en su
tierra y en su libertad. "Esta es la fatiga de la muerte''. Fueron sus
últimas palabras el 17 de agosto de 1850, que fue cuando entró en la
inmortalidad.
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