del General San Martín en Cuyo (1814-1816)
Prof. Lic.
Alejandro Darío Sanfilippo
A juzgar por lo
que nos dice la historiografía liberal argentina y nuestras maestras, la vida,
obra y pensamiento del Capitán General José Francisco de San Martín son tan
simples como absurdas. Recorrió medio mundo a los sablazos, expuso su
tranquilidad material y espiritual por su tierra natal, cuando en realidad
vivía en ella. Es más, cuando anduvo por América no visitó nunca su entrañable
Yapeyú, actitud propia de esas tiernas almas románticas que pueblan el mundo, a
excepción de los ejércitos y sus cuerpos de oficiales, lugares por donde
transitó su existencia.
San Martín no es
un tema fácil históricamente hablando, y esta es nuestra primera afirmación. En
él concurren los más altos intereses políticos de nuestra nacionalidad y por
ello, históricos culturales, sometiéndolo a un forcejeo que no hubiese tolerado
en vida. El material existente sobre su persona es casi infinito, hay de todos
los tamaños y pelajes, radicando allí una importante dificultad. Se comienza a
leer, consultar e investigar y en vez de ingresar en un recto y caudaloso río,
lo hacemos a un delta de innumerables cursos, para desembocar finalmente en un
inmenso océano, donde desaparece a primera vista cualquier posibilidad de
síntesis. Fundamentalmente se transforma en costosa empresa dar una conclusión
categórica para un trabajo como el presente, donde la extensión debe
compatibilizarse con el interés de una lectura numerosa.
Como inicio, establezcamos
los límites del trabajo: este se focaliza en los años en que San Martín fue
Gobernador Intendente de Cuyo (1814-1816); basándose en los escritos autógrafos
y éditos que se hallan en la colección DOCUMENTOS DEL ARCHIVO DE SAN MARTIN,
Tomo V, Comisión Nacional del Centenario, 1910, Buenos Aires, existente en la
Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de
Cuyo, en los cuales hace mención de su pensamiento político en dicha
oportunidad y circunstancia.
Desde el primer
momento debemos sostener que lo aquí expresado se halla sujeto a revisión.
Pues, habiendo sido realizado el presente con la mayor de las seriedades,
conciencia y aplicación, es honesto, intelectualmente, confesar que el campo
abierto supera el punto de vista actual del autor. Creemos profundamente, que
se trata de un vacío historiográfico nacional la cuestión San Martín, no solo
de quien suscribe, aunque parezca un contrasentido frente a la cantidad.
Cuando un grande
en todos los campos (menos en lo militar), como lo fue el General Bartolomé
Mitre, hace y escribe historia transfiere, haciendo extensiva su grandeza a
ella, así falte a la verdad intencionalmente o solo se equivoque de modo
involuntario. Bartolomé Mitre dejó un San Martín que se ha transmitido escolar
y masivamente a todos los argentinos. Desde su manejo directo y exclusivo en
primer momento de los archivos del personaje, contra la voluntad del propio
prócer, ordenados por este con esmero e intencionalidad, como la desaparición
de las memorias que afirmaba haber escrito, prometiéndoselas a su escudero
amigo Tomás Guido, el Divus Bartolus construyó un San Martín de muy fácil
comercialización y muy difícil desguace.
Sesudos autores de
nuestra historiografía han trabajado sobre él, pero no se han visto coronado
por el éxito como el General que escribía historia y no ganaba ninguna batalla.
Una cantidad de puntos oscuros rodea al Gran Capitán de Los Andes, aún frente a
los ríos de tinta que su figura ha producido y produce. La primer pregunta sobre
San Martín desata el problema prematuramente: ¿Por qué vino a América?. Raúl
Roque Aragón, al igual que el Dr. Enrique Díaz Araujo dicen que lo hizo para
salvar la tradición hispana, la religión católica y su cosmovisión y con esa
precisa afirmación, Bartolomé Mitre, casi saliendo de su tumba, no pararía de
gritar ¡Blasfemia! San Martín vino a realizar una revolución republicana,
liberal y democrática. A.J. Pérez Amuchástegui sostiene que llegó para alcanzar
la independencia y unidad de un país poderoso, rico y prometedor, como era la
América española, cuyas relaciones comerciales interesaban positivamente a la
Gran Bretaña, tarea común de los cofrades de la Gran Reunión Americana. El Dr.
Rodolfo Terragno, por su parte, sumará a este último el plan continental
(fraude heurístico de Fidel López) diseñado por Maitland en 1800. Así como
estos, podríamos citar tantos otros autores y sus respuestas, únicamente para
la primer pregunta, que el mismo protagonista cuando tuvo que satisfacerla
dijo: “Con destino a Lima, a arreglar mis intereses”. Es decir, si en la más
elemental de las preguntas el bulto le gana a la claridad, imaginemos el resto,
como el tema de la masonería, sus medios y modos de vida en Europa, etc.
En definitiva, el
General San Martín era un hombre austero, sencillo y honesto, pero es difícil
para la historia porque en ella aparece enigmático, reservado y como remate
cúlmine de una construcción por él forjada y conducida. Reiteremos que la
documentación original, tal cual la había ordenado y prometido, nos llegó tras
la intervención o filtrado indebida de Mitre, de cuyos intereses políticos
muchos desconfían pero nadie duda.
Para el presente
trabajo, como se tiene dicho, trabajaremos a partir de las expresiones
documentadas, manifestadas durante la Gobernación Intendencia de Cuyo.
Recurriremos a otras, para auxiliar las referidas a los años 1814-1816,
realizadas anterior o posteriormente que son las más al respecto, solo cuando
sea estrictamente necesario.
Empecemos por la
llegada a Cuyo, más precisamente a la ciudad de Mendoza. Gracias al gran
embuste de Fidel López, acerca de la apócrifa carta de San Martín a Rodríguez
Peña en la cual le transmite confidencialmente “su secreto”, se ha generalizado
la creencia que vino a ejecutar su premeditado (o plagiado a Mr. Maitland,
según Terragno) Plan Continental. Luego de los debates entre Mitre y López e
incorporado a la obra liminar de la historiografía argentina, sino fuese por el
trabajo esclarecedor de Pérez Amuchástegui, continuaríamos creyendo en dicha
carta.
A juzgar por los
hechos, la documentación y la bibliografía más reciente, San Martín luego de
organizar defensivamente el territorio norteño, Salta, Jujuy y Tucumán, con el
Ejército del Norte y los gauchos de Güemes, se retiró a Córdoba a restablecer
su quebrantada salud, porque los generales a veces también se enferman. Según
algunos autores sus dolencias, hemorragias incluidas, derivaban de la herida
recibida en Cádiz cuando el atentado al general Solano. Como fuere que haya
sido, se trasladó a Córdoba en busqueda de descanso y recuperación, que le
brindaría el clima serrano. Su estadía en el territorio cordobés fue escasa y
partió para Cuyo, gracias al nombramiento de Gobernador Intendente fechado el
10 de agosto de 1814. Recapitulemos entonces, a fines de enero de 1814 fue
nombrado Jefe del Ejército del Norte, el 25 de abril del mismo año sufre sus
primeras indisposiciones graves y el 29 de mayo iba llegando a los límites de
Córdoba, buscando altura y menor humedad ambiente. El 10 de agosto del mismo
1814 se lo nombró Gobernador Intendente de Cuyo “... a solicitud suya con el
doble objeto de continuar los distinguidos servicios que tiene hechos al país y
el de lograr la reparación de su quebrantada salud en aquella deliciosa
temperatura.” Es decir, si el plan continental de F. López no existe
documentalmente, si se retiró por enfermedad y buscaba altura y sequedad,
podemos decir, que a Mendoza llego buscando salud. No existía todavía el
afamado Plan Continental. Se lo nombró Gobernador Intendente para que siguiese
aportando a la revolución, para no marginarlo, pues, el ascenso alvearista se
consignaba a pasos agigantados y podía mal interpretarse, provocando reacciones
o desequilibrios en el seno de la Logia y por ende, en el gobierno, mientras que
el lugar asignado le permitía un protagonismo público distendido (Cuyo contaba
con 40.000 almas apenas, según Mitre) junto a las menores preocupaciones, mayor
altura y sequedad. San Martín se reponía, sin perderse, en la “ínsula Cuyana”.
Con la caída de la
revolución en Chile y la llegada masiva de emigrados transandinos, los rumores
y temores de invasión ultramontana, San Martín se vio obligado, como Gobernador
Intendente y soldado a prever y organizar la defensa de Cuyo, primero, y la de
la sobreviviente revolución platense, frente a la caída del resto y el amago
fernandino. En ese momento comenzó la organización militar, pero más defensiva
que ofensiva. Debió llegar el año 1816 para encontrar una carta que tenga
origen en “Campo de instrucción en Mendoza. 19 de enero de 1816”, frente al
resto de las enviadas que encabeza con “Mendoza” y diga que retornó la
actividad en El Plumerillo. A la vez que solicita esfuerzos a Pueyrredón y su
autorización para la invasión a Chile y luego, unidos los americanos de ambos
lados de la cordillera, al Perú.
Fue durante su
estancia en Cuyo, producto de la caída del Director Supremo Carlos María de
Alvear y su círculo, junto a la influyente presión sanmartiniana, cuando se
convocó a Congreso en Tucumán, tan nombrado como inexactamente conocido e
intencionalmente deformado. Reunido el Congreso, este elige como Director
Supremo a Juan Martín de Pueyrredón, diputado a la sazón por la ciudad de San
Luis, por lo tanto representante de Cuyo y a Narciso Laprida como presidente del
propio Congreso, casualmente diputado por la ciudad de San Juan, también
componente de la misma gobernación de intendencia. O sea, la casualidad obraba
a favor de San Martín o este trabajaba con eficacia a partir de la nueva
situación política en el único reducto revolucionario que todavía sobrevivía.
Para militar sin aspiraciones políticas, como lo tipifica Mitre, le salía todo
al revés. El Gobernador Intendente de Cuyo también se daba tiempo por esta
época para mantener una profusa y clarificadora correspondencia con estos
afortunados de la política, donde poco es azar, para expresarles sus ideas
políticas del momento. Quizá, como muchas otras personas en todo tiempo y
lugar, las haya mudado luego o tal vez poseía otras anteriormente, pero lo
cierto es que las cartas remitidas desde Cuyo en general, ocasionalmente desde
Córdoba, entre los años 1814 a 1816, y especialmente durante 1816, año en que
ya sesiona el congreso, manifestaban la sistemática pretensión de declaración
de la independencia sudamericana y la preferencia por el sistema monárquico de
gobierno.
Sobre la
necesidada de declarar la independencia se lo hacía conocer así al Dr. Tomás
Godoy Cruz, su vocero en el congreso:
“¡Hasta cuando
esperamos declarar nuestra independencia! No le parece a usted una cosa bien
ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último
hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos. ¿Qué nos
falta para decirlo? ... Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de
insurgentes, pues nos declaramos vasallos... Veamos claro, mi amigo, si no hace
el congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la soberanía,
es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a
Fernandito.”
(Carta de San
Martín a Godoy Cruz. Mendoza, 12 de abril de 1816.)..
“Ha dado el
congreso el golpe magistral con la declaración de la Independencia...”
(Carta de San
Martín a Godoy Cruz. Córdoba, 16 de julio de 1816.).
Con respecto al
sistema de gobierno más apropiado para las circunstancias bélicas, culturales y
fundamentalmente políticas de la América española, no dudará un momento en
sostener el gobierno monárquico, o de uno como regente hasta se materializan
los proyectos en danza para coronar algún príncipe americano o europeo:
“Ya digo a Laprida
lo admirable que me parece el plan de un inca a la cabeza, las ventajas son
geométricas, pero por la patria les suplico no nos metan en una regencia de
personas; en el momento que pase de una todo se paraliza y nos lleva el diablo;
al efecto, no hay más que variar de nombre a nuestro director y queda un
regente: esto es lo seguro para que salgamos a puerto de salvación”
(Carta de San
Martín a Godoy Cruz. Córdoba, 22 de julio de 1816.)
A título de
excepción, solo cabría destacar la epístola del 24 de mayo de 1816, que dice:
“... un americano
republicano por principios e inclinación, pero que sacrifica estas mismas por
el bien de su suelo...” “1º Los americanos de las Provincias Unidas no han
tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando del fierro
español y pertenecer a una nación.” “2º ¿Podremos constituirnos República sin
una oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena vecina para
un país monárquico) sin artes, ciencias, agricultura, población y con una
extensión de tierra que con más propiedad puede llamarse desierto?” “3º ...
gobierno puramente popular,... tiene este una tendencia a destruir nuestra
religión...”
(Carta de San
Martín a Godoy Cruz. Mendoza, 24 de mayo de 1816.)
Si los principios
e inclinación republicanas eran reales, como afirma en esta, los sacrifica por
la independencia, que suplica se declare y por el orden, que añora para las
Provincias Unidas y mantiene en Cuyo. Por el contexto de la carta, por lo
inmediatamente anterior y posterior, aparentemente fue una concesión discursiva
efectista, destinada a realzar su opinión con un renunciamiento íntimo y
principista. Pero aún cuando fuese verídico, hizo renuncia al republicanismo
“por el bien de su suelo”.
En síntesis y a
modo de conclusión, digamos que el padre de la Independencia de las Provincias
Unidas de Sudamérica, tal como se declaró solemnemente aquel 9 de julio de
1816, por lo menos mientras fue Gobernador Intendente de Cuyo se confesó
independentista y monárquico. En cuanto al gobierno de la jurisdicción a su
cargo, siguiendo lo dicho por el General Bartolomé Mitre, no alteró el sistema
de Gobernación de Intendencia, con injerencia en las cuatro causas, heredada de
la tradición virreinal y monarquista por concepción filosófica. A excepción del
duro esfuerzo al que sometió al pueblo cuyano y a la fisonomía cuartelera que
adquirió Mendoza cuando la expedición libertadora de Chile se confirmó, el
resto parece encuadrarse dentro de la tradición hispana de las Gobernaciones de
Intendencias. Posiblemente con mayor dinámica que otras gobernaciones cuyanas
anteriores, pero sin alteración de la estructura vertical jerárquica del
gobierno. San Martín era un político y un militar de profesión, no un ideólogo.
Vino a Cuyo a reponerse sin ausentarse de escena y aquí, al compás de las
necesidades, de su objetivo que era la independencia y de los hechos,
gobernaba, dando nacimiento a un plan político militar, que pasó de lo
defensivo a lo ofensivo.
Si con
anterioridad, el Libertador apreció cualidades más propicias en otra forma de
gobierno o si más tarde desistió de la monarquía excede a los límites de este
trabajo, aunque no al interés de quien suscribe.
(Fuente: Crítica
revisionista)
BIBLIOGRAFIA
DOCUMENTOS DEL ARCHIVO DE SAN MARTIN, Tomo V: Comisión Nacional del Centenario.
1910. B.Aires.
RAMOS PEREZ,
DEMETRIO: “España en la independencia de América”. Ed. MAPFRE. Madrid. 1996.
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Ríos. 1982.
PEREZ AMUCHATEGUI,
A.J.: “Ideología y acción de San Martín”. Abaco. 3º edición. B.Aires. 1979.
STEFFENS SOLER, Carlos: “San Martín en su conflicto con los liberales”. Huemul.
B.Aires. 1983. CONTE, Margarita Beatriz: “Ideario político de San Martín”. Archivo
Histórico de Mendoza. Mendoza. 1997.
TERRAGNO, Rodolfo
H.: “Maitland & San Martín”. Universidad Nacional de Quilmes. 2º edición.
Bernal. 1999.
MITRE, Bartolomé:
“Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana”. Peuser. B.Aires.
1952.
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