MARÍA LORETO SÁNCHEZ DE PEÓN


 patriota salteña y espía de Güemes

POR PABLO A. VÁZQUEZ

La Prensa, 17.01.2021

 

La emancipación continental tuvo en el teatro de operaciones del Alto Perú -el actual centro y sur de Bolivia- sumando los territorios de las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta y Tucumán, su rostro más feroz. Lucha civil, guerra de recursos y combates hasta derramar la última gota de sangre involucraron a varones y mujeres patriotas que se unieron a la causa de Mayo siguiendo el liderazgo de Martín Miguel de Güemes contra la opresión “realista”.

 

Una de esas mujeres fue María Loreto Sánchez de Peón, nacida el 3 de enero de 1777 en Salta capital, hija del comerciante asturiano Ramón Sánchez Peón y de María Antonia Ávila. Casada con Pedro José Frías Castellanos, comandante patriota que combatió en Tucumán, perdiendo una pierna en el enfrentamiento favorable a los patriotas, y con quien tuvo dos hijos: Eustoquio Frías y Pedro José Frías Sánchez, siendo el primero destacado granadero que participó de la campaña sanmartiniana al Perú, siguiendo su lucha hasta Ayacucho, para luego intervenir en la guerra contra el Brasil y sumarse al bando unitario en las guerra civil.

 

El valor de María Loreto fue la de jugarse por la causa patriota con las armas que tuvo a su alcance: la astucia y coraje para espiar al enemigo.

Pacho O’ Donnell en El grito sagrado (1997) rescató de José María Aubin en su Anecdotario argentino (1910) la fundamental labor de esta salteña en tiempo de nuestra emancipación, resumiendo su accionar: “Haremos justicia con una dama de la alta sociedad salteña, doña María Loreto Sánchez de Peón, quien cumplió tareas que hoy llamaríamos de “inteligencia”, necesarias para la causa patriota. Para ello, simulando ser una vendedora callejera de pan, masas y alfajores, por ella misma preparados, se deslizaba en los patios de los cuarteles realistas y, ofreciendo sus productos, aguardaba el momento del pase de lista.

 

Como la mayor parte de las mujeres de su tiempo, era doña María Loreto poco fuerte en el arte de contar, pero ella, para no equivocarse, echó mano de un expediente muy ingenioso.

 

Llevaba en la cesta que usaba para sus ventas una buena cantidad de granos de maíz y atadas a ambos lados de la cintura dos bolsas vacías. Cuando el soldado cuyo nombre se gritaba respondía presente, la fingida vendedora deslizaba un grano ene le bolsillo de la derecha; haciendo lo propio en el de la izquierda cuando se escuchaba ausente.

 

Concluida la lista continuaba acurrucada en su rincón con la canasta depositada en el suelo, ofreciendo a los soldados de la causa del Rey, insinuante y humilde, el pan y las masas, contestando con chanzas y donaires las bromas de unos y las groserías de no pocos. Al fin, haciendo que le dolía dejar el puesto sin haber vendido todas sus vituallas, abandonaba el patio compelida por las rudas insinuaciones de algún avinagrado sargento de pésimo genio.

Volvía a casa ya entrada la noche, disimuladamente y esquivando testigos inoportunos, para vaciar las bolsas atadas a su aristocrático talle y transmitir a Güemes, después de bien contados los granos de maíz, el número exacto de los enemigos a quienes debía combatir”.

 

Su red de “bomberas” o espías contaba con la jujeña Juana Moro, patriota condenada a morir en su casa tapiada por los realistas, conocida como “la emparedada”, a quien le dedicaron la zamba La Juan Moro; Gertrudis Medeiros, la cual soportó ser amarrada a un algarrobo y marchar encadenada a Jujuy; Juana Manuela Torino, salteña, que se plegó con sus hijos a la causa patriota a pesar de la negativa posterior de su esposo; Celedonia Pacheco y Melo, quien sumó su empeño a espiar los movimientos de los realistas en su Salta natal; la “China” María Petrona Arias, la que su destreza como jinete permitió avisar de los movimientos realistas a las tropas de Güemes; Martina Silva de Gurruchaga, a quien Manuel Belgrano, por sus donaciones pecuniarias y bordar una bandera para la batalla de Salta, nombró “capitana del Ejército”; Andrea Zernarrusa, salteña decidida en brindar informaciones sobre las tropas españolas; y Magdalena “Macacha” Güemes, hermana del prócer, espía sin par, luchadora de nuestra independencia, impulsora de la facción “Patria Vieja” en defensa de su hermano, “madre del pobrerío” y, con los años, decidida federal.

 

A su vez Lily Sosa de Newton en su Diccionario biográfico de mujeres argentinas (1972) detalló sobre Loreto: “Refiere la tradición que iba de Salta a Jujuy y de ésta a Orán llevando informes cosidos en el ruedo de su pollera. Estando la ciudad en poder de los realistas y sitiada por los patriotas, ideó ocultar la correspondencia en el tronco de un árbol que crecía a la orilla del río Arias, improvisado buzón que sirvió en todas las invasiones posteriores”.

 

El avance realista, iniciado desde la quebrada de Humahuaca a fines de 1816 hizo que tomaran la ciudad de San Salvador de Jujuy en enero de 1817 y, con el mando de La Serna, tuviesen como objetivo Salta, la que ocuparon el 15 de abril. Todo con un gran número de pérdidas, dado el constante ataque de los gauchos salteños que permanentemente hostigaban a las tropas invasoras. La toma de la ciudad fue resistida por niños, niñas y mujeres desde las azoteas de las casas mientras la caballería de Güemes se batía con valentía. Y aún tomada la ciudad los ataques “infernales” no daban tregua al usurpador español. La guerrilla patriota acosó tanto a los realistas que estos decidieron abandonar Salta el 4 de mayo.

 

Una de esas acciones contó con una destacada participación de María Loreto Sánchez de Peón. “En 1817, el general La Serna, que ocupaba Salta, dispuso una expedición a los valles calchaquíes, pero - según el relato de Lily Sosa - como conocía las actividades de las mujeres, siempre preparadas para el espionaje en favor del ejército de Güemes, organizó un baile que debía celebrarse la misma noche en que saliera la expedición, y al cual serían invitadas las sospechadas de patriotas para neutralizar su acción. Las tropas partieron con sigilo, tomando una dirección contraria a la que pensaban llevar. Doña Loreto se enteró por un oficial concurrente al baile de lo que sucedía y, saliendo del salón, montó a caballo y corrió a dar parte de la novedad. Los realistas fueron sorprendidos en su camino y obligados a pelear con tropas que aparecían sucesivamente y que por fin los hicieron volver a la ciudad”.

 

El abandono de las tropas de La Serna de la capital salteña no mermó la actuación de las mujeres patriotas. María Loreto se constituyó en Jefa de Inteligencia de la Vanguardia del Ejército del Norte y, siguiendo a Ercilia Navamuel, “como tal, autora de un plan continental de “Bomberas” que fue aprobado por el general Güemes. Para cumplir con ello se contactó con otros patriotas del Norte, como Antonio Álvarez de Arenales y Juana Azurduy de Padilla. En estas actividades estuvo Doña Loreto desde 1812, en tiempos del general Belgrano, hasta 1822, en todo el período de la Guerra Gaucha con el general Güemes”.

 

Concluyó Sosa: “Las tradiciones locales refieren que siempre adornó sus cabellos blancos con cintas celestes, siendo la última que ostentó la divisa de aquellos años difíciles. Vivió y murió en la pobreza. En 1856 la Sala de Representantes de Salta le dio una pensión de 12 pesos”.

Su arrojo y valentía al servicio de la patria debe ser conocida por las actuales generaciones, así como el sacrificio de aquellas mujeres que la acompañaron dejando todo por el sueño de una nación libre de todo jugo opresor.

 

 

Pablo A. Vázquez

*Licenciado en Ciencia Política; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.

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