La Prensa, 03.06.2020
Por Rodolfo Leandro Plaza
Navamuel
Procedente de Chile, el gran
precursor Francisco de Aguirre funda definitivamente el 25 de julio de 1553 la
ciudad de “Santiago del Estero Nueva Tierra de Promisión”, la que se
convertiría en la ciudad madre, porque desde allí se hicieron expediciones en
el dilatado Tucumán. De esa prodigiosa tierra proviene el linaje materno del
general Manuel Belgrano, uno de los más grandes visionarios y hombres de
avanzada como doctrinarios y sembradores de ideas en la historia argentina.
Manuel Joaquín del Corazón
de Jesús Belgrano, nació un día como hoy, hace exactamente 250 años en Buenos
Aires el 3 de junio de 1770, a pocos metros del templo de Santo Domingo y en el
solar de la avenida porteña que lleva su nombre. Su padre fue el capitán
Domingo Francisco Belgrano y Peri (descendiente de una familia genovesa, nacido
en Oneglia, Italia el 15 de julio de 1730, aventajado comerciante en Buenos
Aires, regidor del Cabildo y fallecido en el Río de la Plata el 23 de marzo de
1793, siendo sepultado en la iglesia de los dominicos en Buenos Aires) y su
madre, fue doña María Josefa González Casero, nacida en Santiago del Estero. A
través de ella, nuestro prócer hunde sus raíces genealógicas en suelo americano
y cuyos padres fueron don Juan Manuel González de Islas, nacido en Santiago del
Estero, y doña María Inés Casero Ramírez, nacida en Buenos Aires, hija a su
vez, del bonaerense Martín Casero y de Micaela Ramírez, ambos nacidos en 1686.
Los abuelos paternos de doña
María Josefa, son el fruto de ese complejo eslabón genealógico que se ensambla
a través de un español y una hispanoamericana con ascendencia genovesa. En
efecto, al casarse su abuelo don Juan Alfonso González de Aragón, nacido en
Cádiz, España con doña Lucía Islas y Alva Bravo de Zamora, nacida en Santiago
del Estero, se vincula a los Islas que provenían de Génova, y a los Alva Bravo
de Zamora, de histórica raigambre en tierra americana. Los Bravo de Zamora, se
entroncaban al maestre de campo Lope Bravo de Zamora, uno de los que acompañó
al licenciado Hernando de Lerma en la fundación de Salta el 16 de abril de
1582, donde permaneció hasta el 28 de julio cubriendo el lugar de Lerma, quien
había regresado a Santiago del Estero.
Es decir, que los
antepasados del general Belgrano estuvieron en Salta desde la fundación misma y
fue Belgrano quien libró allí doscientos treinta años más tarde, el 20 de
febrero de 1813, una de las batallas independentistas más importantes de la
historia Argentina.
En escritos anteriores me he
referido a la victoria que el ejército de Belgrano obtuvo en la Batalla de
Salta, a la generosa capitulación que le concedió a Pío Tristán, a los honores
y premio que por sus servicios decretó la Soberana Asamblea General
Constituyente, como a los numerosos gestos de desprendimiento del vencedor de
Salta, pese a los grandes altibajos que debió afrontar en su vida dedicada al
ejército y a sus magnánimas campañas.
Nuestro héroe, prosiguió la
campaña del Alto Perú estableciéndose en Potosí y adoptando eficaces medidas de
gobierno: dividió el país en ocho provincias, rehabilitó el Banco y la Casa de
Moneda y nombró varios gobernadores (Arenales, Ortíz de Ocampo y Warnes) y se
preocupó por los indígenas, que incondicionalmente le prestaron su
colaboración. En nuevos enfrentamientos con los realistas sufrió los desastres
de Vilcapugio, al Norte de Potosí el 1º de octubre de 1813 y de Ayohuma, al
Norte de Chuquisaca, el 26 de noviembre del mismo año.
Advierte Paz Reguera que
cuando Belgrano reemplazó a Pueyrredón, lo hizo visiblemente enfermo, pues
había llegado tendido en un carruaje y aún con su salud precaria tuvo el
patriotismo de realizar la campaña relatada. En virtud de que sus males
continuaban, después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Belgrano pidió su
relevo.
Poco después, San Martín
aprovechando la llama revolucionaria dejada por Belgrano, planea la defensa del
Norte con la participación directa de los gauchos comandados por Güemes a quien
le sugiere un plan estratégico y lo destina a observar los movimientos del
ejército realista, que bajo las órdenes del general Joaquín de la Pezuela
ocupaba casi toda la provincia de Salta.
Aunque las relaciones entre
Güemes y Belgrano habían comenzado tempestuosamente, lo cierto es que ambos
fueron amigos entrañables. El general Manuel Belgrano, designado desde julio de
1816 nuevamente General en Jefe del Ejército del Norte, ayudó a Güemes en su
lucha contra las invasiones de los realistas en Salta y Jujuy, aunque los
favores que podía alcanzar siempre fueron insuficientes debido a la pobreza de
elementos con que contaba.
En tales circunstancias,
desde Tucumán el creador de la Bandera le escribe a Güemes: “Miro a la gente de
usted con más privilegio que a ésta; porque, al fin, ella es la que trabaja y
sufre”. Aquella angustiosa situación de Salta se veía cada vez más difícil, las
que aumentaron con la enfermedad de Belgrano acantonado en Tucumán, a cuyo
efecto, en octubre de 1819, Güemes envió a costa de la provincia, al doctor
José Redhead para curarlo, pero Belgrano muere en Buenos Aires pocos meses
después, el 20 de junio de 1820 en tristes condiciones de penuria.
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