Los conjurados, los
fervorosos y los que se perdieron la cita con la Historia: la Semana de Mayo
según sus protagonistas
Beruti,
Belgrano, Cisneros, Saavedra y otros. Y el infaltable observador inglés. La voz
de los testigos permite captar el clima de época, las mentalidades y el impacto
de los hechos. Memoria no es historia, pero sí uno de sus componentes
esenciales
Por Claudia Peiró
Infobae, 25 de mayo de 2020
Algunos de los textos que se
reproducen a continuación fueron escritos años después de los hechos que
relatan: la memoria puede fallar o puede haber una intencionalidad y una
reelaboración interesada. Eso no les resta interés; sólo exige precaución.
De su lectura surge la
evidencia de que muchos actores se preparaban para el momento en que los
acontecimientos europeos generarían las condiciones para dar el primer paso
hacia la autonomía.
Más allá del eterno debate
sobre si la “máscara de Fernando” era sólo eso -una coartada para disimular el
verdadero objetivo: la independencia- o era una sincera lealtad al Rey de
España, lo que trasluce por ejemplo el informe de Lord Strangford al Ministro
de Exteriores del Reino Unido es que si España se hubiese mostrado más
comprensiva y flexible con las aspiraciones criollas, la ruptura podría haberse
evitado.
También se percibe cómo la
noticia de la caída de de la Junta Central de Sevilla fue el catalizador de
todos los planes y tendencias. Y cómo el propio Virrey Cisneros, intentando
calmar las aguas, aceleró el proceso.
Un dato curioso es que
Manuel Belgrano, que contribuyó activamente a la realización del Cabildo
abierto del 22 de mayo que destituyó al Virrey, afirma que no sabe cómo llegó
su nombre a la lista de vocales para la Primera Junta… Su testimonio, escrito
en 1814, ya trasunta amargura, porque la Revolución no ha dado los frutos que
esperaba.
Del relato de Saavedra, se
desprende el protagonismo esencial del regimiento de Patricios, germen del
Ejército patrio: el Virrey se resigna a convocar a Cabildo abierto recién
cuando comprende que ha perdido el respaldo de esa fuerza
Es curiosa también la
respuesta de algunos a la convocatoria a esa asamblea de vecinos del 22 de
mayo: según José María Rosa, Pedro Díaz de Vivar adujo “no haber ido porque
llovía”; Benito González Rivadavia por “hallarse en cura radical de tres días a
esta parte” y Gervasio Antonio de Posadas, futuro director supremo de las
Provincias Unidas, por “estar legítimamente ocupado”...
Graciosa es la queja del
Virrey de que en el Cabildo Abierto se colaron algunos “hijos de familia, bolicheros
y otras personas sin arraigo de vecindad”. Nada nuevo bajo el sol.
Por otra parte, queda muy
claro el rol esencial del dúo French y Beruti -injustamente reducido por los
manuales al reparto de escarapelas- pero que estaban allí con sus hombres para
controlar que hubiera una mayoría de revolucionarios en el Cabildo Abierto.
TESTIMONIOS Y DOCUMENTOS DE
LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Gervasio
de Posadas, en su Autobiografía
“Yo vivía tranquilo en mi
casa con mi dilatada familia disfrutando una mediana fortuna, y ejerciendo el
oficio de notario mayor de este obispado desde el año 1789. Me hallaba
trabajando en asuntos de mi profesión cuando en el mes de Mayo de 1810 recibí
esquela de convite a un cabildo abierto que con anuencia del virrey se había
acordado para la mañana del día 22. No concurrí por hallarme legítimamente
ocupado.”
Testimonio
español anónimo
“Todo ha sido un desorden
entre ellos y todo lo han hecho por la fuerza y con amenazas públicas ante el
mismo cabildo. El día 26 todo está en silencio; ellos mismos son los que andan
arriba y abajo en las calles con los sables arrastrando, metiendo ruido y nadie
se mete con ellos (…) Le han querido echar la culpa al pueblo y el pueblo no se
ha metido en nada, antes más bien los honrados vecinos procuraban no meterse en
nada y daban sus votos a favor del señor virrey, pero esto no les gustaba, y ha
quedado el pueblo muy disgustado por los sujetos que han metido en la Junta;
los dos comerciantes (que) son Matheu y Larrea, son de su partido”.
Diario
anónimo conservado en el Archivo Nacional (citado por José María Rosa)
“Día 21 de mañana se
comenzaron algunos patriotas a juntar en la plaza, sabedores y hablados de lo
que iba a ocurrir, todos en corrillos muy alegres, y se apareció uno de ellos
repartiendo cintas blancas para divisa de la unión, y el infeliz retrato de
Fernando VII para que les sirviera de apoyo, y ninguno les decía nada debido a
que ellos tenían la fuerza”.
Manuscrito
anónimo citado por el historiador Roberto Marfany
“Amanecieron lunes 21 en
Plaza Mayor bastante porción de encapotados con cintas blancas al sombrero y
casacas, en señal de unión entre americanos y europeos y el retrato de nuestro
amado monarca en el cintillo del sombrero (con lo) que vestían a todo el que
pasaba por allí. Comandábalos French, el del Correo, y Beruti, el de Cajas”.
Carta
conservada en el Archivo de Montevideo, citada también por Marfany
“La mañana del lunes (21)
French, Beruti, oficial de las Cajas, y un Arzac que no es nada, fueron a la
plaza como representantes del pueblo y repartieron retratos de Fernando VII y
unas cintas blancas que la tropa traía en el sombrero y atadas en los ojales de
la casaca”.
Proclama
del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros a los vecinos, 18 de mayo de 1810
Acabo de participaros las
noticias últimas conducidas por una fragata mercante inglesa (que) arribó a
Montevideo el 13 del corriente. Ellas son demasiado sensibles, y desagradables
al filial amor que profesáis a la Madre Patria, por quien habéis hecho tan
generosos sacrificios. Pero ¿qué ventajas produciría su ocultación (...)? Por
otra parte, es de mi obligación manifestaros el peligroso estado de la
metrópoli de toda la monarquía, para que instruidos de los sucesos redobléis
los estímulos más vivos de vuestra lealtad y de vuestra constancia contra los
reveses de una fortuna adversa, empeñada por decirlo así, en probar sus quilates.
[.......] ...me he impuesto
(el deber) de que en el desgraciado caso de una pérdida total de la península,
y falta del Supremo Gobierno, no tomará esta superioridad determinación alguna
que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta
capital a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes
(...). Y yo os añado con toda la ingenuidad que profeso; que lejos de apetecer
el mando veréis entonces como toda mi ambición se ciñe a la gloria de pelear
entre vosotros por los sagrados derechos de nuestro adorado monarca, por la
libertad, e independencia de toda dominación extranjera de estos sus dominios
(...)
Carta citada por el
historiador Vicente Fidel López en La gran semana de 1810, firmada con las
iniciales “C.A” y atribuida a Cosme Argerich
“La Junta quedó
provisoriamente encargada de la autoridad superior de todo el Virreinato (…) y
los nombrados prestaron juramento de conservar la integridad de estos dominios
a nuestro amado soberano don Fernando VII. A muchos nos ha chocado esta última
cláusula porque es una reverenda mentira; pero dicen que por ahora conviene
hasta que tengamos bien firme el terreno (…). De allí corrimos a los cuarteles
a hacer tocar diana y a las iglesias para echar a vuelo las campanas (…)
¡Decirte el júbilo y el frenesí del pueblo es imposible! La tarde ha estado
lluviosa y a la noche ha continuado lo mismo, pero la calle del Cabildo, la de
las torres, la del Colegio y la Plaza, estaban llenas de gentes (…) La mayor
parte de las ventanas estaban abiertas e iluminadas con candelabros y en las
piezas hay niñas y señoras recibiendo a sus amigas, tocando el clave y bailando
(…)”
Informe
de Cisneros, junio de 1810
“Había yo ordenado que se
apostara para este acto (el cabildo abierto del 22 de mayo) una compañía en
cada bocacalle de las de la plaza a fin de que no permitiesen entrar en ella ni
a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas; pero la
tropa de los oficiales eran del partido de los facciosos (…). Negaban el paso a
la plaza a los vecinos honrados y los franqueaban a los de la confabulación;
algunos oficiales tenían copias de esquelas de convite sin nombres y con ellas
introducían a sujetos no citados por el cabildo, o porque los conocían o porque
los ganaban con dinero; así es como en una ciudad de más de tres mil vecinos de
distinción y nombres, solamente concurrieron 200, y de éstos muchos pulperos,
algunos artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las
menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad”
Discurso
de Juan José Castelli en el cabildo abierto del 22 de Mayo
Desde que el señor Infante
Don Antonio [un tío de Fernando VII a quien éste confió la presidencia de la
Junta Suprema de Gobierno] salió de Madrid, ha caducado el gobierno soberano de
España. Ahora con mayor razón debe considerarse que ha expirado, con la
disolución de la Junta Central [que] no tenía facultades para establecer el
Supremo Gobierno de Regencia, ya porque los poderes de sus vocales eran
personalísimos para el gobierno y no podían delegarse, y ya por la falta de
concurrencia de los diputados de América en la elección y establecimiento de
aquel gobierno, que es por lo tanto ilegítimo. Los derechos de la soberanía han
revertido al pueblo de Buenos Aires, que puede ejercerlos libremente en la
instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se
supone no existir, la España en la denominación del señor don Fernando VII.
Memoria
autógrafa de Cornelio Saavedra, redactada en 1829
El mismo Cisneros, el 18 de
mayo del año 1810, anunció al público por su proclama, que sólo Cádiz y la isla
de León se hallaban libres del yugo de Napoleón. Yo me hallaba en ese día en el
pueblo de San Isidro: don Juan José Viamonte, sargento mayor que era de mi cuerpo,
me escribió diciendo que era preciso regresase a la ciudad sin demora (...).
Cuando me presenté en su casa, encontré en ella una porción de oficiales y
otros paisanos, cuyo saludo fue preguntándome: “¿Aún dirá usted que no es
tiempo?” [...] Luego que la leí (la proclama de Cisneros), les dije: “Señores,
ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora”.
Me propusieron fuésemos a la
casa de don Nicolás [Rodríguez] Peña, en la que había una gran reunión de
americanos que clamaban por que se removiese del mando al virrey y crease un
nuevo gobierno americano. Allí encontramos a los finados doctor don Juan José
Castelli y don Manuel Belgrano. El primer paso que acordamos dar fue interpelar
al alcalde de primer voto que lo era don Juan José Lezica y al síndico
procurador doctor don Julián Leyva, para que con conocimiento del virrey
Cisneros se hiciese un cabildo abierto, al que concurriese el pueblo a
deliberar y resolver sobre su suerte (…)
[Cisneros] contestó al
Cabildo que, antes de dar el consentimiento (...) quería tratar con los jefes y
comandantes de la fuerza armada (...) Se nos presentó el virrey y nos dijo:
“Señores, se me ha pedido venia (para) convocar sin demora al pueblo a cabildo
abierto (...). Llamo a ustedes para saber si están resueltos a sostenerme en el
mando como lo hicieron el año 1809 con Liniers (...)”.
Viendo que mis compañeros
callaban, yo fui el que dijo a S. E.: “Señor, son muy diversas las épocas
(...). En aquélla (enero 1809) existía la España, aunque ya invadida por
Napoleón, en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas, están subyugadas
por aquel conquistador (...) ¿Este territorio inmenso, sus millones de
habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los
pescadores de la isla de León? (...) No, señor; no queremos seguir la suerte de
la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros
derechos (...). El que a V.E. dio autoridad para mandarnos, ya no existe: de
consiguiente tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de
mi mando para sostenerse en ella”. Esto mismo sostuvieron todos mis compañeros.
Con este desengaño concluyó diciendo: “Pues, señores, se hará el cabildo
abierto que se solicita”.
El
diario de Antonio Beruti (Memorias curiosas)
“Efectivamente hoy mismo
[25/5] se hizo nueva elección por el pueblo, y resultó de presidente nombrado a
don Cornelio Saavedra y comandante general de armas; y vocales al doctor don
Juan José Castelli, al doctor don Manuel Belgrano, secretario del real
Consulado, don Miguel Azcuénaga, comandante de milicias provinciales de
infantería, doctor don Manuel Alberti, cura de la parroquia de San Nicolás, don
Domingo Matheu y don Juan José Larrea, comerciantes, y secretarios de ella los
doctores don Juan José Paso y don Mariano Moreno. (...) Se enarboló bandera en
el Fuerte, éste hizo salva, hubo repique general e iluminación en la ciudad.
Luego que juraron sus
empleos los vocales de la Junta, salió al balcón del Cabildo el presidente
Saavedra, arengó al pueblo a la fidelidad, paz y armonía, y lo que remató el
pueblo viva la Junta.
El contento fue general con
esta elección pues fue hecha a gusto del pueblo, y al contrario la primera que
causó el mayor disgusto, que expuso a la ciudad a perderse. (...)
“En [dia] 27 [de mayo].
Todas las tropas de artillería, infantería y caballería formaron un cuadro en
la plaza, salió la Junta, el presidente los arengó y juraron obediencia; y
luego hicieron una descarga de artillería y fusilería con lo cual se concluyó.
“El [dia] 30 [de mayo] se
hizo una solemne función en la catedral y se cantó el Tedeum en acción de
gracias por la instalación de la Junta, la que asistió a ella con todos los
tribunales; y pontificó el señor obispo; y dijo el sermón el doctor don Diego
de Zavaleta habiendo ocupado la Junta el lugar preeminente donde presidían los
señores virreyes.”
Autobiografía
de Manuel Belgrano, escrita en 1814
[…]…habiendo salido por
algunos días al campo, en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos
Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para
adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto
estuviera a mis alcances (...).
Muchas y vivas fueron
entonces nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar a las
autoridades (...). ...pues no hubiese un español que no creyese ser señor de
América, y los americanos los miraban entonces con poco menos estupor que los
indios en los principios de sus horrorosas carnicerías, tituladas conquistas.
Se vencieron al fin todas
las dificultades [y] aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había
propuesto, apareció una junta, de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por
dónde, en que no tuve poco sentimiento. […]
No puedo pasar en silencio
las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se
manejó nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia a
don Cornelio Saavedra. El congreso celebrado en nuestro estado para discernir
nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias, debe servir
eternamente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo. Allí presidió el
orden; una porción de hombres estaban preparados para, a la señal de un pañuelo
blanco, atacar a los que quisieran violentarnos; otros muchos vinieron a
ofrecérseme (...); pero nada fue preciso, porque todo caminó con la mayor
circunspección y decoro. ¡Ah, y qué buenos augurios! Casi se hace increíble
nuestro estado actual. Mas si se recuerda el deplorable estado de nuestra
educación, veo que todo es una consecuencia precisa de ella, y sólo me consuela
el convencimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución obra de Dios,
Él es quien la ha de llevar hasta su fin (...)
Los
informes de Lord Strangford, embajador inglés ante la Corte de Portugal en Río
de Janeiro, al ministro de Exteriores del Reino Unido, Lord Wellesley
“Su primer acto (de la
Junta) fue renovar el juramento de obediencia a Fernando VII y de fidelidad a
la causa de España. (...) Estoy inclinado a creer que una de las primeras
reuniones de la Junta fue ocupada en discutir la política futura, tanto con
respecto de Inglaterra como de esta Corte; y que fue resuelto tomar inmediatas
medidas para atraerse el interés de aquella procediendo a abolir las restricciones
que las leyes coloniales impusieron sobre el comercio en los establecimientos
españoles, proveyendo a Inglaterra en consecuencia una anticipación en las
ventajas que derivará de apoyar el nuevo orden de cosas, una prueba de que
América española deseaba menos separarse de la Madre Patria que del intolerable
sistema de opresión con que ella ha actuado en sus colonias… Yo sé que (la
Junta) está determinada a enviar algún agente para tratar con el gobierno
británico.
[30 de junio, luego de
recibir a Matías Irigoyen, el enviado de la Junta]
En esta conversación el
principal tema fueron las miras del nuevo gobierno, asegurándome -el agente-
que su solo objeto era valerse de la presente cesación de toda sombra de
autoridad legal en España para emancipar a las colonias de la tiranía de la
Madre Patria, y preservarlas como un grande y floreciente Estado para el
representante legítimo de la monarquía española…, que no tenían en el momento
ninguna mira ulterior de independencia, sistema que sólo adoptarían como una
alternativa para escapar del más grande de todos los males: volver al antiguo
orden de cosas. (...)
[Strangford enumera los
pedidos de la Junta a Gran Bretaña: que se abstuviera de apoyar las
pretensiones de la Regencia de España o de la princesa Carlota, protección y
ayuda al nuevo gobierno en Sudamérica, aunque fuese en secreto, y armamento]
[1° de septiembre]
Es de suponer que Gran
Bretaña no vacilará en aceptar un arreglo que le permitirá tener la llave del
océano Pacífico y de las Indias Orientales (por la ruta del cabo de Hornos);
que la hará completamente independiente de cualquier otro país en cuanto al
aprovisionamiento de sus Antillas; que le dará en estos mares una estación
naval importante y segura…
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