Hoy es parte
familiar del paisaje urbano y de nuestra idiosincrasia, pero la inauguración
del monumento al Libertador venía a poner fin a una “larga y tenebrosa noche de
ingratitud y de olvido”
Martín Blanco y
Roberto Colimodio*
Infobae, 13 de
Julio de 2022
La iniciativa
chilena a instancias del historiador Benjamín Vicuña Mackenna de erigir una
estatua ecuestre en Santiago de Chile y la prédica encendida de Sarmiento
fueron dos poderosos antecedentes que coadyuvaron a movilizar en Argentina la
concreción de una estatua que glorifique al Gran Capitán.
Será la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires la encargada de llevar adelante las
diligencias y los gastos necesarios para materializar en el bronce el homenaje
que a lo largo del país, y por diversos factores, todavía estaba inconcluso.
Esa Corporación
tenía entre sus proyectos trabajar en el embellecimiento del Paseo de Marte
[actual Plaza San Martín], así lo indican las Memorias Municipales de los años
1856 y 1857 de convertir esa plaza en un paseo público .
Recién en 1860 se
formó una Comisión destinada a tal fin, compuesta por los Sres. Joaquín Cazón
(Presidente); Constant Santa María (Vicepresidente); Santiago Albarracín
(Tesorero); Leonardo Pereira (Secretario); Hilarión Medrano y Manuel Aguirre,
que dispuso que: “En la parte alta y central del paseo, además de las hileras
de árboles, bancas y pequeños jardines de ornato laterales, habrá una esplanada
que facilitará una hermosa perspectiva (…) habrá una fuente y dos estatuas
ecuestres de bronce . Una de ellas será la del General D. José de San Martín …”
Se encargó la
escultura al francés Louis Joseph Daumas, el mismo que ya estaba moldeando la
solicitada por Chile con algunas diferencias; aquí el escultor optó por
representar a San Martín con su brazo derecho extendido hacia la Cordillera y
“apuntando con el dedo el punto por donde llevó sus legiones a la victoria”.
En 1861 se verificaron
importantes progresos en el proyecto municipal, así surge de la Memoria: “Lo
que más mérito dará a este paseo es la magnífica estatua ecuestre del general
San Martín, que debe llevar en su centro, y cuya hermosa base de mármol blanco,
está ya depositada en el local inmediato al lugar donde debe erigirse el
monumento”.
La estatua
(desarmada) llegó a Buenos Aires el 13 de abril de 1862 y se la inauguró sobre
el pedestal de mármol blanco mirando hacia el este. El grupo ecuestre en bronce
tiene 3,5 metros de alto y 3,5 toneladas de peso .
Últimos
preparativos
El 9 de julio de
1862, la Comisión de Fiestas del Municipio cursó la correspondiente invitación
al General Mitre, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y Encargado del
Poder Ejecutivo Nacional, señalando el día 13 de julio de 1862 como el elegido
para la solemne inauguración.
A medida que se
aproximaba la fecha inaugural de la magistral escultura, la Municipalidad
tomaba las disposiciones del caso, entre ellas se designó al Gral. Matías
Zapiola como padrino de ceremonia, que a la postre y por razones de salud debió
ser reemplazo por el Gral. Enrique Martínez el día 13.
Un día después, se
envió una Circular a los Generales y otros Jefes de la Guerra de Independencia
indicándose como punto de reunión el Cuartel del Regimiento de Artillería en la
Plaza de Marte.
Con todo ya
dispuesto, y a fin de dar toda la solemnidad que correspondía al acto de la
inauguración de la estatua del fundador de tres Repúblicas, el 11 de julio de
1862 el gobierno nacional dictó un decreto que entre otras cosas ordenaba:
“3° Descubierta la
estatua, será inmediatamente saludada con música, dianas, vivas y una salva de
21 cañonazos.
4° Concluida la
ceremonia, las tropas se retirarán a sus cuarteles, quedando desde este momento
establecido un centinela al pie de a estatua que lo dará la guardia de los
cuarteles vecinos”..
Al decir del
historiador y cronista de estos acontecimientos, Don Juan María Gutiérrez:
“Todas estas disposiciones
se cumplieron con la mayor exactitud. La Municipalidad por su parte, se esforzó
por contribuir a la solemnidad de aquella ceremonia, representando dignamente
al pueblo de Buenos Aires.
La antigua plaza
del Retiro estaba adornada con banderas patrias y de todas las Naciones (…) La
estatua estaba cubierta con un velo azul y blanco: un viento fuerte y frio que
venia desde las Cordilleras lejanas, quería a cada momento desgarrarle, como
para satisfacer la impaciencia que manifestaba el pueblo para contemplar la
figura del héroe…” .
Disposición de la
comitiva
Ubicados en un
tablado levantado para la ocasión para la comitiva y los concurrentes
oficiales, estuvieron presentes entre otros: el Brigadier General Bartolomé
Mitre, Dr. Cosme Beccar, representante de la Municipalidad de Buenos Aires, el
Ministro Plenipotenciario del Perú, Buenaventura Seoane; Brigadier General
Enrique Martínez; los Señores Ministros de Gobierno y de Guerra; y quien fuera
dilecto amigo del Libertador, el Gral. Tomás Guido.
Alrededor de las
13.hs de aquella memorable jornada, tuvo lugar un notable discurso del General
Bartolomé Mitre del cual extractamos las siguientes sentencias:
“La justicia
póstuma de los pueblos ha comprendido al fin en el gran Capitán y el hábil
político, al hombre superior a las ambiciones vulgares, que supo dirigir la
fuerza con inteligencia y con vigor, y usó del poder con moderación y con
firmeza, para hacer servir todo al triunfo de la grande y noble causa a que
había consagrado su espada, su corazón y su cabeza (…) Al fin, señores, después
de aquella larga y tenebrosa noche de ingratitud y de olvido, la gloria de San
Martín se ha levantado como una estrella del cielo americano.
“La República del
Perú la primera que le decretó en vida una estatua, ha glorificado dignamente
su memoria, y ha atendido generosamente a sus descendientes.
“Chile, que
durante parte de su destierro lo consideró como el generalísimo de su ejército,
abonándole el sueldo que su patria no se creía en el deber de darle, ha sido la
primera que ha realizado el pensamiento de erigirle una estatua, que
inmortalice su memoria para los presentes y para los venideros.
“Y Buenos Aires,
por último, presidida por su Municipalidad, asociada al Pueblo y al Gobierno en
representación de su patria agradecida, ha erigido también una estatua
ecuestre, cincelada en el bronce, para perpetuar dignamente el recuerdo de sus
altos hechos, y presentarlo a la admiración de los presentes y de los
venideros, montando un caballo del metal de sus cañones que no se fatigará
jamás de llevarlo sobre sus hombros, como no se fatigará jamás el genio y la
gloria, de levantar en alto su corona cívica y militar de luces y laureles”.
Mitre no
desaprovechó la oportunidad para resaltar que aún quedaba pendiente la concreción
del deseo de San Martin para que su corazón descansara en Buenos Aires:
“El breve espacio
que llena ese soberbio pedestal de mármol será el único pedazo de tierra que
San Martín ocupará en esta tierra libertada por sus esfuerzos, mientras llega
el momento en que sus huesos ocupen otra pedazo de tierra en ella”.
Como bien lo
indicó el historiador Enrique Mario Mayochi, posiblemente hayan sido muy pocos
los que entendieron el mensaje existente en lo mas hondo de aquellas palabras.
Finalizado el
discurso de Mitre, se descorrió el velo que cubría la estatua del prócer, lo
que dio lugar a un saludo con salvas de artillería, conjuntamente de un repique
general de campanas, acompañado de la música castrense.
A continuación
tomó la palabra el general Enrique Martínez, padrino de ceremonias quien
sirviera bajo las órdenes del Libertador, pronunció: “Los pueblos que estiman
sus glorias, jamás olvidan los servicios de aquellos ciudadanos que han contribuido
a conquistar su independencia. La prueba de lo que acabo de indicar es que, hoy
se hace la inauguración de esta majestuosa estatua, a la vez que se prepara
otra para el ilustre General Belgrano”
Llegó el turno de
don Tomás Guido, que hizo uso de la palabra ante la mirada emocionada de los
concurrentes: “¡Que no me sea dado el poseer el divino don de la elocuencia
para usarle en este momento con toda la vehemencia de mi alma, empezando por
animar esta estatua al resplandor de los gloriosos recuerdos que ella inspira!.
(…) De aquí: de esta misma plaza, donde la multitud palpitante de emoción y de
santa alegría, contempla la imagen del General San Martín, partieron
adiestrados por él en el noble ejercicio de las armas, la segunda falange de
guerreros, destinados a llevar adelante la empresa de emancipar un mundo. Eran
los granaderos a caballo”, y concluyó “inclinémonos con respeto a la presencia
de ese bronce que simboliza tanta gloria, modelado por la más bella de las
artes. Queda la amistad misma eclipsada y silenciosa ante las manifestaciones
entusiastas del pueblo ansioso de conocer a nuestro General hasta en sus
facciones varoniles y en su gallarda apostura; y que ese recuerdo sirviendo de
perpetuo estímulo al patriotismo y al honor, venga a sustituir y a borrar la
palabra ingratitud en el libro de oro de la República Argentina”.
Esta iniciativa de
la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires no sería la última para honrar al
prócer, varios años después, más precisamente el 15 de febrero de 1878, en el
marco de la preparación de los festejos por el centenario del natalicio del
Gran Capitán, una Comisión especial conformada en el seno de dicha Corporación,
resolvió por medio de una ordenanza que la entonces Plaza de Marte se
denominase en adelante “Plaza General San Martín”, tal y como la conocemos en
la actualidad.
*[Extracto del 1er
capítulo del libro Repatriación de los restos del general San Martín. Un largo
viaje de 30 años (1850-1880), Edición de autor. Buenos Aires, 2019]
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