espía del General San Martín en el Perú
POR ROBERTO L.
ELISSALDE
La Prensa,
28.07.2022
José Boqui resulta
un personaje curioso y casi desconocido, natural de Parma en Italia donde vio
la luz hacia 1771 en el hogar de Pietro Antonio Boqui (o Bocchi) y de Isabella
Giboli. Dotado de talento para el arte y el manejo del buril, hizo sus primeros
estudios en su ciudad natal, pero muy joven se trasladó a Madrid, donde obtuvo
el título de platero en el Real Colegio de Plateros. Parece que adquirió fama
trabajando algunas custodias encargadas seguramente por pudientes cofradías
tanto en Madrid como en Barcelona.
Se dice que en
1790 pidió licencia para pasar a América y se instaló inicialmente en Buenos
Aires. La mayoría de los investigadores han ubicado su llegada a la capital del
virreinato entre 1790 y 1796 sin mayores especificaciones, mientras que el peruano
Eguiguren afirma que fue 1789.
Como para poner
fin a las especulaciones, afortunadamente hemos encontrado el documento en el
Archivo de Indias que comprueba que lo hizo con licencia del 11 de diciembre de
1794 en la numerosa comitiva que acompañó al virrey don Pedro Melo de Portugal,
en la que también aparece su hermano Antonio también natural de Parma. A poco
de llegar casó en Buenos Aires con la criolla Úrsula Gutiérrez, con la que en
1796 tuvo una hija Josefa Felipa de San Antonio, bautizada en la iglesia de la
Merced el 4 de mayo, con el madrinazgo de Juana Rafaela Segueira. En el mismo
templo el 26 de mayo de 1799 fue bautizado otro hijo Manuel José Benito, del
que fue madrina Manuela Escalada y el 6 de mayo de 1800 Vicente Ramón Celestino
del que madrina "una vieja''.
En 1796 le fue
encomendada la tasación de un gabinete de física experimental que poseía en su
quinta Los Olivos en el barrio de la Recoleta don Martín de Altolaguirre, entre
las piezas había termómetros, máquinas eléctricas, neumáticas, etc., y una
importante biblioteca. Boqui dijo ser "maestro titulado en Madrid del arte
de platería, fundiciones, sendas y alineaciones, tirado a hilo, o lámina torno,
buril, cincel, pulimentos, e inventor y fabricante de matrices de bronce para
fundir de dibujo, vasos, roscas y tuercas''.
Su fama como
platero hizo que el Convento de Santo Domingo le encargara dos custodias y
realizara otros trabajos, lamentablemente me informa fray Alberto Saguier
Fonrouge O.P., que una de las custodias desapareció durante las invasión
británica y la otra en la noche del 16 de junio de 1955 cuando el ataque a los
templos porteños.
EN LIMA
Durante la
invasión británica a la ciudad, colaboró en la reconquista y defensa e inventó
un obús y un aparato para asegurar la puntería. En ese momento se hallaba
trabajando en una custodia de grandes dimensiones. Dispuesto a viajar a Lima
pasó por Córdoba donde el 11 de enero, el ex virrey Santiago Liniers, que mucho
lo estimaba, le extendió una recomendación para el virrey Abascal al frente del
gobierno del Perú, destacando sus calidades como artista a la vez que le
sugería la posibilidad de encontrar un comprador para la custodia, ya que en
Buenos Aires no había quien sufragara su alto precio.
A poco de llegar
se vio envuelto en una conspiración contra Abascal, pero fue absuelto aunque se
le ordenó dejar la ciudad en ocho días. Volvió a Lima por 1814 según Ricardo
Palma con dos cajas en su equipaje que contenían un aparato de su invención
para desaguar minas y en la otra una custodia con incrustaciones de piedras
preciosas, una verdadera joya. Instaló en su casa el mecanismo que había
inventado y que era extraer agua de un pozo mediante un movimiento de barriles.
Elevó un memorial
al virrey de la Pezuela que en caso de tener éxito se comprometía a enseñar
gratuitamente; elevado al secretario de Hacienda, obtuvo del Consulado un
crédito de 40.000 pesos dejando como garantía la famosa custodia; después que
el Tribunal de Minas destacara lo beneficioso del emprendimiento. Se instaló en
la provincia de Huarochiri para ponerlo en práctica y de los éxitos de la
empresa daban cuenta los periódico limeños. Tanto fue que el mismo Rey el 3 de
enero de 1817 por Real Cédula, le agradeció a Boqui su ofrecimiento con el
calificativo de "desinteresado vasallo''.
Claro que la mina
de oro tardaba en dar rédito y Boqui debió recurrir a préstamos de particulares
para subsistir. Era fácil obtenerlos porque era comensal habitual en la mesa
del virrey o en la de los generales Canterac y Valdés, además de muchos otros
vinculados a la causa realista. Pero todo tiene un límite y estaba a punto de
ir a la cárcel, cuando en julio de 1821 hizo San Martín su entrada en Lima. Se
libró de ella al descubrirse que era uno de los principales agentes secretos del
Libertador. Éste lo distinguió haciéndolo vocal de la Junta destinada a
calificar el mérito de los que habían hecho servicios a la causa patriota y
primer director de la Casa de la Moneda del Estado del Perú.
Como artista se
encargó de fabricar medallas, con incrustaciones de piedras preciosas y otros
adornos, destinadas a los condecorados con la Orden del Sol (que él también
recibió entre los diez primeros) utilizando alhajas tomadas a los realistas y
depositadas en la Casa de la Moneda.
LAS DEUDAS
Mientras tanto el
proceso por sus deudas, sacada la custodia a remates no hubo postores y el
Consulado pretendió adjudicársela en los 40.000 pesos de la deuda original,
pero para Boqui el valor ascendía por lo menos a 90.000 pesos.
Ricardo Palma en
sus Tradiciones Peruanas afirma: "Cuando en junio de 1823, Canterac con
una fuerte división se aproximó a Lima, creyó prudente el gobierno, en
previsión de un desastre dada la inferioridad numérica de las fuerzas
republicanas, embarcar en el Callao la plata labrada y alhajas de los
conventos, así como la celebérrima custodia de Boqui, que el Consulado
conservaba en el depósito, junto con sesenta barras de plata que existían en la
Casa de la Moneda. Boqui fue comisionado para embarcar, ese tesoro en una
fragata mercante por él contratada, la cual, terminado el embarque, anocheció y
no amaneció en el puerto. Don José Boqui dijo al capitán: `-¡Velas, buen tiempo
y hasta Génova!'. Enseguida dirigió una mirada a la playa e hizo un soberano
corte de manga al Perú y a los cándidos peruanos''.
Este comentario en
las tradiciones de Palma y otro semejante de Manuel de Mendiburu en su
Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, lo hacen aparecer como un pícaro
deshonesto. Un documento del general Juan Gregorio de Las Heras, en poder de su
descendiente el académico Sergio Martínez Baeza en Chile, nos permite tener
otra imagen.
EL AGENTE 180
Se trata de un
testimonio que solicitó Boqui en marzo de 1823 al escribano de la Casa de la
Moneda, de algunos informes y oficios que conservaba en su poder. Estaban
destinados al general las Heras para que en Buenos Aires le obtuviera las
gracias correspondientes a su mérito.
El general
Arenales daba cuenta que el número del espía era el 180 y que "ha sido del
más alto mérito y su influencia en la consecución de la libertad del Perú es
incalculable''. Otro oficio del Libertador de noviembre de 1821 le agradecía el
plan para premiar a los que cooperaron por la libertad, a la vez que el marqués
de Torre Tagle afirmaba que "antes que nadie pensase en Lima en dar el
grito sagrado de Libertad, ya él luchaba por la causa''. En mayo de 1823 el
general Tomás Guido se extendía largamente en los merecimientos de Broqui, y
afirmaba que debía ser considerado siempre entre los "hijos predilectos de
esta República''.
Al evocar el día
siguiente de la Independencia del Perú, el novelesco perfil de José Boqui,
trazado por Palma y Mendiburu, queda desvirtuado cuando San Martin y muchos de
sus ilustres camaradas le reconocieron méritos a este italiano que luchó por la
libertad de América, además de regalar su arte en la platería de fines del
siglo XVIII y comienzos del XIX en estas tierras.
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