GOBERNADOR DE LAS MALVINAS
Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos en Malvinas
Adrián Pignatelli
Infobae, 10 de
Junio de 2022
“En la proa podía
divisarse a un tripulante, bajo de estatura, cuya poblada barba y cabellos
castaños, zarandeaba a gusto la fresca brisa del mar. Presentaba la típica
imagen de aquellos hombres del oeste americano, conquistadores de las dilatadas
llanuras que baña el Misisipi; un verdadero self-made man, activo, inteligente,
emprendedor, tenaz, muy tenaz, iba a demostrar en el curso de su existencia
poseer una honestidad acrisolada. Aquel hombre era Luis Vernet”, escribió
Ricardo Caillet-Bois
El último
gobernador de las Malvinas, antes que los ingleses las usurparan, había sido
alemán. El 10 de junio de 1829, el gobierno de Buenos Aires designó Gobernador
del Archipiélago a Luis Vernet, quien estaba trabajando en la colonización del
Puerto Soledad. La fecha de su nombramiento como comandante político y militar,
fue la elegida para conmemorar el Día de los Derechos Argentinos sobre el
archipiélago.
Luis Elías Vernet
nació en Hamburgo el 6 de marzo de 1791. Pertenecía a una familia francesa que
debió dejar el país por cuestiones religiosas. Siendo adolescente, fue enviado
a Filadelfia a trabajar en una empresa química de capitales alemanes, Bucker
& Krumbhaar. Con el tiempo se desempeñaría como administrador de cargas
navieras.
Luego de realizar
varios viajes en distintos buques, en 1817 se radicó en Buenos Aires. Luego de
una frustrada asociación con un alemán llamado Conrado Rücker, se asoció con
Luis Pacheco, un capitán de Blandengues retirado, y comenzó a navegar hacia el
sur. Conoció las Islas Malvinas y decidió fundar una colonia. Si bien fracasó
en un primer intento, lo lograría más tarde.
Incansable,
interesó de su proyecto al gobierno, quien le otorgó la concesión para el
aprovechamiento del ganado vacuno y lobos marinos en la Isla Soledad.
El 17 de agosto de
1819 se casó con la uruguaya María Sáez. La boda fue oficiada por Julián
Segundo de Agüero en la Iglesia de la Merced.
A partir de los
planes que le había presentado al gobierno para desarrollar la colonización del
archipiélago austral, el 10 de junio de 1829 se oficializó su nombramiento de
comandante político y militar. Tenía como atribuciones “observar por la
población de dichas islas, las leyes de la República, y cuidar en sus costas de
la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios”, según establecía el
decreto firmado por Martín Rodríguez y Salvador María del Carril.
En agosto de 1829
se embarcó hacia las islas. Llevó a su esposa y a sus tres hijos, Emilio, Luisa
y Sofía. Allí nacería, el 5 de febrero de 1830, la cuarta, Malvina. Tendrían
tres hijos más, Gustavo, Carlos y Federico. Se dice que Malvina fue la primera
persona en llevar este nombre en el país. También formarían parte de la colonia
su hermano, Emilio Vernet, y su cuñado, Loreto Sáez.
El 15 de julio,
día que Vernet y 23 familias arribaron a las islas, su esposa anotó en su
diario: "Llegué a las casas y lo primero que vi fue una infinidad de
negras chicas y grandes. Salieron a recibirnos haciendo las mismas
demostraciones de contento que los negros".
Le había
solicitado al gobierno que por 30 años los colonos estuvieran exentos de pagar
impuestos y que debían poseer derechos exclusivos de pesca tanto en las costas
de las islas como en Tierra del Fuego. El gobernador Manuel Dorrego accedió a
tales peticiones.
Pobló el
archipiélago con colonos santafecinos, entrerrianos, cordobeses, santiagueños y
bonaerenses, además de franceses, ingleses y de varios países del continente
americano. Se llevaron también a esclavos con la promesa de libertad luego de
una década de trabajo y un grupo de tehuelches. Su guía era un ex convicto. Con
el tiempo construyó un barco, llamado El Águila, que hasta llegó a Brasil
transportando carne salada y cuero.
El pueblo no
excedía la media milla. Vernet y su familia vivían en una larga casa solo de
planta baja, de paredes de piedra, que incluía una huerta y cuyas ventanas de
las habitaciones daban a la bahía. La casa sobrevivió por décadas. Las ruinas
del fuerte español se habían adaptado como corral y en los alrededores
convivían el genovés Julio Grassi, encargado de la salazón del pescado y cerca
del muelle se encontraba el almacén de Guillermo Dickson. El villorrio contaba
con un cirujano, un herrero y un pedrero, entre otros.
Lo que desvelaba a
Vernet era no poder controlar la pesca. No disponía de buques para ello. Los
loberos y los balleneros eran un problema, porque se negaban a pagar los
derechos correspondientes. Vernet y los suyos hacían lo que podían, y Buenos
Aires no le enviaba la ayuda que solicitaba, haciendo a la situación más
apremiante.
Logró detener a
dos buques norteamericanos y, si bien uno pudo escapar, dando cuenta a su
gobierno del incidente, los otros dos fueron detenidos por Vernet. Este, a
bordo de uno de ellos, la goleta Harriet, con la carga incautada, se dirigió a
Buenos Aires, ya que pretendía someter el caso al Tribunal de Presas. Dejó a
cargo a su segundo, Enrique Meteaf. No se imaginaba que ya no volvería más a
las islas. El cónsul norteamericano protestó y desconoció el reclamo argentino.
Hasta puso en duda la soberanía argentina del archipiélago. Exigió indemnizaciones
y reparaciones del caso. Colmó la paciencia del gobernador Juan Manuel de
Rosas, lo declaró persona no grata y le pidió su pasaporte.
Pero el gobierno
de Estados Unidos no dejaría pasar la afrenta. En 1831 la corbeta Lexington, al
mando de Silas Duncan, destruyó Puerto Soledad (también conocido como Puerto
Luis) luego de engañar a los pobladores al enarbolar una bandera francesa.
Destruyó el fuerte, mató animales, saqueó el lugar y detuvo a los pobladores.
El 3 de enero de
1833 las islas, siendo José María Pinedo comandante interino, fueron ocupadas
por los ingleses. Vernet y su familia, luego de una estadía en Río de Janeiro,
regresaron a Buenos Aires. Los apremios económicos que vivió -”esto es el
infierno sobre la tierra”, afirmó- no fueron obstáculo para Vernet, que siguió
adelante. Tal es así que en 1841 patentó un producto que conservaba los cueros,
las pieles y las maderas durante las largas travesías.
Con su familia
vivió en el centro porteño, en casas situadas en la calle Florida, y en 25 de
Mayo. En 1846 adquirió una quinta en San Isidro, llamada Las Acacias, desde
donde podía verse la cúpula de la iglesia. En 1965 la vivienda fue reconstruida
y aún pertenece a sus descendientes. Está ubicada en la calle Belgrano 839.
En 1852 viajó a
Londres para pedir una indemnización por sus pérdidas en Malvinas. Reclamaba
14.295 libras esterlinas que, con los intereses, ascendía a 28.000. Luego de
cinco años de trámites, el gobierno inglés le reconoció solo 2.400 libras.
Aseguran que fue
el promotor del establecimiento de la comunidad alemana en nuestro país. Su
esposa falleció en 1858 y él, en 1871. Está enterrado en el cementerio de La
Recoleta.
El 14 de noviembre
de 1973 el Congreso estableció que el 10 de junio sea el Día de la Afirmación
de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico
Argentino. Y que ese día, y a una misma hora, sea conmemorado en escuelas. Una
forma para reafirmar que las Malvinas son argentinas.
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