Conjura y traición
Por Florencia Grosso
Miembro de número de la Academia Sanmartiniana
El 5 de abril de 1818, el
Ejército Unido de Argentina y Chile derrotaba en la batalla de Maipú el
absolutismo monárquico en el sur del continente. Prestigiosos historiadores la
han estudiado, mencionando un hecho conexo a la misma, que parece incidental, pero
que fue producto de oscuros designios. San Martín y sus hombres dejaron
testimonio escrito del episodio. Se trata de la decisión de San Martín de echar
por cobardía de las filas del ejército antes de la batalla, al general francés
Michel Brayer, ingresado al ejército con honorables títulos.
En 1910, conmemorando el
Centenario de la instalación de nuestro Primer Gobierno Patrio, el Museo
Histórico Nacional publica: “Memorias y autobiografías”. En el T. III se halla:
“Exposición de la Conducta del Teniente General Brayer durante el tiempo que ha
estado en la América del Sur. La publica el general San Martín con su contestación”,
Buenos Aires, 1818.
Es la transcripción de las
quejas y acusaciones del general Brayer contra San Martín y los Jefes del
Ejército desde Buenos Aires, donde se estableció luego de la expulsión de sus
filas. Contiene a su vez la contestación y refutación de San Martín y en oficio
separado la de los Jefes con las firmas de todos ellos, así como una
Testificación del general O´Higgins.
San Martín escribe su
contestación el 7 de octubre de 1818, dirigida a Antonio González Balcarce,
General en Jefe del Ejército Unido en Chile, atento a las acusaciones en su
contra: “Suplico a V.S. y demás oficiales del ejército que con la imparcialidad
propia de su honor , me acusen de todas las faltas cometidas desde la salida de
Mendoza. Yo solo me contraeré a personalidades que el señor Brayer afirma que
he tenido con él, y a los motivos que me impulsaron a separarlo del mando de la
caballería”.
Dice: “Las columnas marchaban al enemigo, en ese momento crítico
se me presentó el señor Brayer cojeando y solicitando licencia para pasar a los
baños de Colina. Mi contestación fue que en el término de media hora íbamos a
decidir la suerte de Chile, y que dichos baños quedaban a 13 leguas y el
enemigo media, podía quedarse si sus males se lo permitían, el señor Brayer me
contestó que no estaba en estado de hacerlo, ya que su antigua herida no se lo
permitía”. Esta respuesta me exaltó, mi primer impulso fue pasarlo por las
armas, no pude contenerme en decirle públicamente: Señor general, el último
tambor del ejército tiene más honor que V.S.”.
Brayer dedica a San Martín
juicios ofensivos. Dice: “Se han visto hombres prostituir lo que hay de más
sagrado y respetable y en quienes la bajeza de los celos han sofocado todas las
ideas de decoro que a sí mismo se deben”. Lo acusa de “una ambición
desenfrenada”, de tomar medidas erróneas en la estrategia de la guerra, “sin
que pudiese encontrar en mí un servil admirador de sus ideas”. “Indignamente se
ha esparcido la voz de que yo rehusé entrar en el asunto de Maipú ¡Mentira
abominable!...Yo fui repulsado y olvidando él la dignidad de su carácter, su
odio se manifestó con los acentos de la intemperancia y el furor” No menciona
su pedido de retirarse para atender su antigua herida, lo que indignó al Gran
Capitán.
Los oficiales del ejército
sostienen la palabra del Libertador. Acusan al francés de hechos públicos de
cobardía. Haberse arrojado a tierra en Talcahuano ante el silbido de una bala
de cañón, abandonar al coronel Freire, a quien debía proteger a orillas del río
Lontué, desaparecer después de Cancha Rayada sin intentar reunir la tropa.
Expresan: “Fue reconocido por la tropa con nombres que lo honran poco. Su conducta
ya está ante el público y con esta sincera exposición, será detestable el
nombre del ingrato y cobarde Brayer”.
¿Pero fue cobarde?
Condecorado por el ejército francés, era Conde del Imperio, Par de Francia, y
su nombre está inscripto en el Arco de Triunfo de París. En realidad, su
proceder pusilánime fue más forzado que intrínseco a su naturaleza, se obligó a
serlo ante la necesidad de conservar su vida para el objetivo superior que se
había fijado. Para él, el fin justificó los medios.
Bonapartista acérrimo, se
había infiltrado en el ejército, formando parte de una conjura armada por los
enemigos de San Martín, O´Higgins, Pueyrredón y todos los que llevaban adelante
la empresa libertadora. Sus integrantes eran emigrados franceses, que planeaban
liberar a Napoleón de Santa Elena y establecer un imperio napoleónico en el Río
de la Plata, los hermanos Carrera, chilenos, que desplazarían a O´Higgins,
instalando a José Miguel Carrera o Manuel Rodríguez en el gobierno y a Brayer
como Jefe del Ejército, mientras Alvear reemplazaría a Pueyrredón en Buenos
Aires. Entre sus objetivos estaba el asesinato de San Martín y O’Higgins.
Descubiertos, los cabecillas
fueron ejecutados, Juan y Luis Carrera en Mendoza en 1818 y los franceses en
Buenos Aires en 1819. José Miguel, que huyó a Montevideo donde estaba Alvear,
también lo fue en Mendoza en 1821. Brayer, involucrado, se escondió en el
ejército. Huido a Montevideo, en 1821 egresó a Francia.
Cuando San Martín eleva su
Exposición, sus sospechas son certidumbre. Dice de Brayer: “Finalmente se
descubrió su manejo, era el más negro que se haya inventado”. No habla ya de
cobardía, sino de conjura y traición.
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