HALLAN UN BUQUE QUE PARTICIPÓ EN LA HEROICA BATALLA DE OBLIGADO




Clarín, 9-1-16



Alfredo Dillon

Tres cadenas gruesas cruzaban el Paraná de costa a costa, sostenidas sobre 24 embarcaciones. De un lado, la escuadra anglofrancesa; del otro, las fuerzas de la Confederación Argentina. Detrás de las cadenas, en primera línea de cara al enemigo, se ubicó el Republicano, uno de los buques encargados de defender la soberanía nacional. Su capitán era Tomás Craig, un marino de origen irlandés nacionalizado argentino. Los primeros ataques fueron a las 8 de la mañana; pasado el mediodía, ya sin municiones y para evitar que los enemigos tomaran el barco, Craig detonó sus últimos explosivos y lo hundió.

Fue el 20 de noviembre de 1845. La batalla se perdió pero, poco después, dio pie a una victoria diplomática para el gobierno de Juan Manuel de Rosas. La Vuelta de Obligado quedó impresa en la historia nacional (y en el billete de $20); el Republicano, sin embargo, permaneció sumergido en el olvido.


Hasta ahora. Porque a la crónica de Obligado se le acaba de agregar un capítulo, 170 años después. El 23 de octubre de 2015, mientras hacían tareas de reconocimiento y filmación del fondo del río Paraná para el Museo Paleontológico de San Pedro, José Luis Aguilar, Felipe Aguilar, Javier Saucedo y Marcelo Duca detectaron un elemento que llamó su atención. Gracias a un equipo de sonar, observaron “la silueta de un elemento delgado y recto (un mástil) que se alzaba en el fondo del río, en cuya base se podía apreciar una estructura rectangular aflorando en el lecho”. 

En la zona no hay registros de otros naufragios, ni durante esa batalla ni en años posteriores. Con los datos históricos disponibles, los expertos del Museo Paleontológico concluyeron que estaban frente al único buque con un mástil de esas características hundido durante el combate de Obligado: el Republicano. La deducción se basa también en la fisonomía del objeto hallado: el sonar muestra que el mástil forma parte de una sección de unos 11 metros de casco que asoma sobre los sedimentos, “una escala que coincide con un casco total de 20 metros como el que tenía el Republicano”.


El hallazgo fue corroborado en diciembre por la Armada Argentina, y ayer lo hicieron público las autoridades del Museo junto con funcionarios de la Armada, Ministerio de Defensa, el Senado provincial y el intendente de San Pedro. 

“Si se observan las cartas náuticas de la zona, se puede ver que el punto de hallazgo se corresponde con el sector donde operó el Republicano –explicó a Clarín José Luis Aguilar, fundador del Museo de San Pedro–. El hecho de que hoy se encuentre en el medio del río obedece a que, en estos 170 años, la costa frente a Obligado perdió más de 200 metros tierra adentro. Al momento de ser hundido por su capitán, el Republicano estaba anclado a una distancia de entre 50 y 80 metros de la costa de 1845”.

Solo medio barco quedó a salvo de que lo cubriera la sedimentación del río. “Esto puede obedecer a que la explosión inducida por Tomás Craig infligió mayor daño desde la mitad del buque hacia proa, mientras que la zona de popa se mantuvo entera. Al caer al fondo, el buque queda con su mitad anterior desarmada y aplastada, que luego será sedimentada con el pasar de los años, pero su mitad posterior, al mantener su altura, escapó del limo y todavía yace a la vista del sonar”, señaló Aguilar.

Según concluyeron los expertos, en todos estos años el Republicano no se movió porque estaba doblemente anclado para poder apuntar al enemigo y soportar la corriente del río sin moverse. Eso hizo que se hundiera en el mismo lugar donde combatía. El informe de los autores del hallazgo describe que el buque está sumergido en el fondo del Paraná “inclinado hacia proa y notablemente escorado hacia estribor”.

Luego de Obligado, Tomás Craig siguió sirviendo en la armada argentina y se mantuvo leal a Rosas. Tras la caída del rosismo en 1852 –y como efecto de los eternos vaivenes de la política nacional– fue separado de su cargo, aunque poco después lo reincorporaron. Alguna calle de Capital lleva su nombre; sin embargo, la figura de Craig es apenas recordada. Tal vez ahora adquiera otro relieve, gracias a ese mástil del Republicano que permaneció erguido durante 170 años, como sosteniendo la memoria de una batalla clave para que la Argentina fuera algún día un país independiente y soberano.

LO QUE NOS UNE: ALGO MÁS QUE LA HISTORIA COMÚN

                                               
                       
          

José Javier Esparza

El Manifiesto, 13 de octubre de 2015    

El 12 de octubre de 1492, viernes por más señas, tres barcoscapitaneados por Cristóbal Colón tocaban tierra en lo que el navegante creía que eran las Indias, o sea, Asia. La historia es bien conocida: los turcos habían cerrado el Mediterráneo, España necesitaba acceder a los mercados de oriente y Colón llegó diciendo que él conocía una ruta occidental. Pero lo que había al otro lado no era Asia, sino otra cosa: las Indias eran América.                
                       
Lo mollar de la cuestión es esto: lo que empezó a nacer en 1492 y crecería sin tregua durante los dos siglos posteriores fue un mundo nuevo que ya no era la América indígena ni tampoco una simple prolongación colonial de la metrópoli. En el suelo americano surgió una realidad histórica nueva con sus propias características culturales, políticas, religiosas, sociales y hasta raciales. No es que la América hispana y España compartan una historia común: es que nuestra historia es la misma. Allí nació algo que lleva nuestra sangre pero cobró vida propia, y la cobró mucho antes de las independencias del XIX. Por eso somos hermanos.


Contra la leyenda negra

Hay una tendencia bastante enfermiza a examinar la conquista de América bajo la luz de sus aspectos más siniestros. Según cierta vulgata muy en boga hoy en nuestro país, España llegó a América,arrasó el paraíso, diezmó a los pueblos felices con un genocidio brutal, esclavizó a los indios y les infligió torturas sin fin para convertirlos al cristianismo. Todo esto es simplemente falso. Hoy nadie con un mínimo rigor puede hablar de genocidio. El genocidio presupone una voluntad de exterminio que jamás existió en la política española en América. Al contrario, es el primer caso de conquista en toda la historia que proscribe desde el principio laesclavitud de los vencidos, persiguiendo a quienes vulneran esa prohibición y tolerando un proceso de mestizaje. Sí hubo una catástrofe demográfica sin paliativos que diezmó a la población amerindia, y hoy todo el mundo sabe (o debería saber) que obedeció, sobre todo, a los virus llevados a América por los españoles, por sus animales domésticos y, después, por los esclavos.

 Falso es también el tópico de los indios torturados por la Inquisición. La labor de la Inquisición en América fue comparativamente minúscula. Por ejemplo: una sola ejecución en todo el siglo XVIII. Y sobre todo, rarísima vez se aplicó sobre los indios: los casos tempranos (el cacique Don Carlos de Texcoco, los tres indios de Tlaxcala) fueron tan polémicos en Nueva España que llevaron a la propia Inquisición a prohibir expresamente que se persiguiera a los indios, “neófitos en la fe”. Léase la Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima, de José Toribio Medina, por poner un sólo ejemplo. En cuanto a la esclavitud, sabemos que la historia de la colonización es una permanente pugna de la Corona y la Iglesia contra quienes querían implantarla. Hubo, sin duda, otras formas de explotación de los indios, pero no la esclavista. Esa la hubo, y muy brutal, en la América pre-hispana, entre los propios pueblos indios.

Los indios, sí. Y por eso abrieron el camino a los españoles. Cuando uno cuenta la historia de la conquista se fija siempre en los grandes héroes (Núñez de Balboa, Cortés, Pizarro), gentes que desafiaron a poderes de extraordinaria amplitud y vencieron. Las gestas de estos personajes son en verdad escalofriantes, pero ninguna conquista hubiera sido posible sin el concurso –interesado y vehemente- de las propias tribus indias. Santo Domingo lo conquistaron los Colón, pero lo hicieron gracias a los taínos que les ayudaron para quitarse de encima a los caribes, que gustaban de comérselos a pedacitos. México lo conquistó Hernán Cortés, sí, pero sus manos y sus pies fueron los centenares de miles detlaxcaltecas, tepeaqueños, etc., que se le unieron porque estaban hasta el gorro de los mexicas (o aztecas). El Perú lo conquistóPizarro, sí, pero quienes le llevaron literalmente en andas fueron las decenas de miles de huancas, chachapoyas, cañares y yanaconas, entre otros, que le abrieron camino porque ya no soportaban más a los incas. Y así sucesivamente.

Roma y España

Las civilizaciones amerindias tienen muchos aspectos fascinantes, pero se derrumbaron al primer contacto con el exterior porque eranmás primitivas y menos aptas para la convivencia organizada que la civilización invasora. Exactamente igual que pasó en España con las culturas ibéricas y célticas aplastadas por Roma. Por lo demás, hoy la población indígena de la América hispana se estimaentre 40 y 50 millones de almas, según los distintos tipos de censo. La de la América anglosajona no llega a los dos millones.

A propósito de Roma: no sabemos cuántos celtíberos fallecieron durante la latinización de la península, pero no por eso renunciamos a ser herederos de Roma, ¿verdad? De la semilla que plantó Roma en Hispania nació una entidad singular con una sociedad mestiza –hispanorromana-, con estructuras económicas y políticas evolucionadas, con una lengua latina que terminaría alumbrando las distintas lenguas españolas, después con unareligión que unificó a los hispanos –el cristianismo- y, en fin, con una cierta conciencia de pertenencia a un mundo común. Es interesante aplicar el mismo esquema a la conquista española de América, porque el modelo es muy semejante. Con la salvedad de que allí, en América, no desaparecieron los pueblos nativos, sino quenumerosas culturas precolombinas siguen existiendo hoy, y los misioneros predicaron la fe en la lengua de los indígenas.

Pero ahora fijémonos en lo demás: cosas que ninguna otra potencia imperial hizo nunca –y apenas haría después- en la Historia universal. Desde el mismo codicilo del testamento de Isabel la católica, en 1504, se proscribe la esclavitud de los vencidos: es la primera vez en la Historia que una potencia vencedora hace algo semejante. Desde 1511 la Iglesia denuncia los abusos sobre los indios y desde el año siguiente ya hay una legislación específica que sería renovada en momentos sucesivos y siempre en la misma dirección: la protección de los indígenas, lo cual en la práctica implica el designio de crear una sociedad nueva sobre bases de justicia. El momento cumbre de este proceso llegará cuando Carlos I ordene detener las conquistas hasta tener la certidumbre de que obra conforme a la moral; será la Controversia de Valladolid, entre 1550 y 1551, de cuyos debates nace la primera formulación de lo que hoy llamamos derechos humanos. Nunca había pasado nada igual.

Simultáneamente España ampara un proceso de mestizaje que es fruto directo de las circunstancias. La mayoría de los pueblos amerindios utilizaban a sus mujeres como moneda de cambio, de manera que los españoles –inicialmente muy pocos- se encuentran rápidamente con mujeres nativas e hijos mestizos. Desde el punto de vista español de la época, nada malo había en ello si la cónyuge era bautizada y la relación devenía en matrimonio. En 1553 Felipe II promulga la primera legislación para proteger a los niños mestizos sin padre conocido y en 1557 se funda el primer colegio para niños mestizos pobres.

El mundo virreinal

Lo que está naciendo ahí no es una colonia como las que Portugal había sembrado en África y Asia, o como las que Inglaterra empezará a levantar a partir del siglo XVII, sino que es unasociedad con personalidad propia que aspira a regirse a sí misma. Desde el primer momento se erigen catedrales: Santo Domingo en 1512, México en 1523, Lima en 1535. Y también desde el primer momento surgen universidades, según el modelo español,destinadas a la educación de la elite autóctona: Santo Domingo en 1538, Lima y Méjico en 1551. Cabe recordar que Inglaterra nunca fundó universidades en sus colonias americanas. Gran Bretaña estructuró su imperio con el ejército y el ferrocarril. España lo hizo con la religión y una ingeniería política enteramente nueva.

Ingeniería política, en efecto, porque los virreinatos son entidades políticas que generan su propia personalidad. La organización del territorio, las vías comerciales, las rutas marítimas e incluso la protección militar de las Indias quedaron siempre bajo la responsabilidad de cada virreinato. Y no debieron de hacerlo tan mal cuando el invento sobrevivió tres siglos sin alteraciones dignas de mención ni guerras civiles. Menos guerras, desde luego, que las que sacudirían ese mismo territorio después de la independencia. ¿Más blasones? Por ejemplo, este: la América española fue el primer escenario de la vacunación masiva contra la viruela en fecha tan temprana como 1803, es decir, sólo siete años después de su invención por Jenner, y antes de que Napoleón la hiciera obligatoria en sus ejércitos.

Todas estas cosas son tan verdad como los episodios más o menos truculentos de la conquista. Y son precisamente las cosas que diferencian a la huella española en América de cualquier otra aventura imperial en la historia de Europa. España no se trasplantó a América; España se injertó. Así nació una realidad autónoma, con vida propia. Porque las Indias, como decía el argentino Ricardo Levene, nunca fueron colonias. Desde este punto de vista, que los virreinatos terminaran ganando su propia independencia era inevitable. Y es interesante, porque en los textos de Vitoria sobre la conquista de las Indias, en pleno siglo XVI, se contempla ya la emancipación de los territorios americanos como objetivo natural de la acción misionera española.

¿Lo que nos une? El cordón umbilical. Un tipo de unión que permanece aunque el cordón se corte.


Lo que nos separa

Hoy una parte notable de la opinión hispanoamericana vive en la convicción de que la culpa de todos sus males la tiene España. Los españoles “se llevaron nuestro oro”, “arruinaron nuestras culturas”, “exterminaron a nuestra gente”, etcétera. Eso lo dicen personas que se apellidan Martínez o Echevarría (o Chávez) y que en general son mestizos o blancos, es decir, descendientes directos de los que cometieron aquellos crímenes que ellos imputan a un enemigo exterior. Este discurso tiene algo de psicopatológico, pero está profundamente arraigado en parte de la sociedad hispanoamericana, hasta el punto de preferir el término francés “Latinoamérica” para así desprenderse de la odiada hispanidad. Ese antiespañolismo es muy temprano: nació en los primeros momentos de la emancipación, a principios del XIX, como fundamento retórico de las nuevas repúblicas; resurgió con fuerza en los años 60, en la estela de los movimientos anticolonialistas del tercer mundo, y hoy lo han recuperado los ideólogos bolivarianos. El venezolano Nicolás Maduro proclamaba en un reciente viaje a China: "Ahora estamos deslastrándonos de los siglos de colonialismo, dominación y esclavitud que sufrimos, ahora comenzamos a ser independientes". Venezuela lleva casi doscientos años siendo independiente, como México y Argentina. Son estados más viejos que la Alemania o la Italia modernas, o que Bélgica o la India. La persistencia del discurso victimistapodría no ser otra cosa que la cortada de una clase política poco edificante para mantenerse en el poder mediante la invención de un chivo expiatorio. Deberían reflexionar sobre eso en ultramar.

La Gaceta, 12/10/2015


CON MOTIVO DEL 12 DE OCTUBRE

¿Cómo hay que llamarlos: Aborígenes, indígenas, indios, nativos o pueblos originarios?

Alguna vez, quien escribe esta opinión le hizo la pregunta a un querido amigo, Buenaventura Terán.
Él fue un antropólogo (etnólogo, más precisamente) de Rosario, que murió prematuramente en medio de su plenitud intelectual. Petiso, inquieto, jovial, buenazo, sencillo como un paisano, de ojos vivaces a pícaros, era una usina de relatos apasionantes, muchas veces narrados en voz baja, como compartiendo secretos. Así, recreaba lo que los qom, los wichi o los pilagá compartían con él y en su lengua, por que él las había aprendido todas.
De ese modo, trabajó intensamente, publicando artículos y libros, dando charlas y conferencias para que no se perdieran esos saberes, esas cosmovisiones, como gustaba definirlas. 

La pregunta fue "Turi, ¿cómo hay que llamarlos: aborígenes, indígenas, indios, originarios?" Y Buenaventura Terán respondió con su sencilla sabiduría: 'lo importante no es qué palabra usemos, sino cómo la decimos'. Nos dejó silenciosos y meditabundos."
Pasaron los años desde aquel encuentro y en los últimos tiempos nos topamos con personas que sostienen opiniones radicalizadas sobre este tema. Concretamente la referencia es hacia quienes enfatizan en hablar de "pueblos originarios" desautorizando cualquier otra palabra como si fuera un agravio. Se ha escuchado, por ejemplo, que no hay que decirles "aborígenes", porque quiere decir "sin origen". Ni "indígena", porque proviene de "indigente". Ni "indio", porque ese término apunta a quienes son "de la India".

Pero en este Cambalache antropológico es necesario y apropiado pasar en limpio algo de todo esto, en homenaje al amigo ya desaparecido:
* El término "aborigen" justamente quiere decir "desde el origen" (del latín "ab origine"). Aquí, "ab" es una preposición y no un prefijo negativo. Se aplica del mismo modo que la clásica expresión latina "ab initio" (desde el inicio).

* "Indígena" está tomado del latín y significa "de allí" y, por extensión, "primitivo habitante de un lugar" o "nativo". Pensemos que la palabra está compuesta por "inde" (variante del prefijo "in") y la raíz "génos" (que quiere decir "nacido", "parido"). Recordemos otras palabras de nuestra lengua, como "engendrar", "gen", "genealogía". Incluso, en el diccionario de la Real Academia española se registró en 1803 el significado de "indígena" como "el que es natural del pais, provincia, ó lugar de que se trata" (sic). Por lo tanto, "aborigen" o "indígena" resultan términos absolutamente legítimos, respetuosos y apropiados.

* "Indio" no tiene nada que ver en su origen etimológico con "indígena". Su uso se lo debemos a Cristóbal Colón y su errónea creencia de haber llegado en 1492 a las "Indias orientales" o de Asia. Por consiguiente, denominó "indios" a los habitantes del Nuevo Mundo. Pero "indio" deriva de "Indikós", como llamaron los griegos a los territorios de Asia. Los romanos latinizaron la palabra y le cambiaron la acentuación (de aguda a grave). De ese modo llamaron "índi", "índicus" o "índus" a los nativos de la India. Por eso "amerindio" es casi una contradicción étnica.

* La palabra "nativo" también ha sido defenestrada, aunque posee una elocuencia latina considerable porque "Nativi Dei", por ejemplo, eran los "dioses nativos, oriundos o propios del lugar", según Cicerón. Resulta, sí, imprecisa, porque quiere decir solo "nacido".

* "Pueblos originarios" es la más reciente de las expresiones y la que se pretende imponer. De hecho, fue abrazada por mucha gente, incluyendo organizaciones indigenistas, de un modo tan dogmático como irreflexivo. Hasta "autóctono" es más apropiado, porque "originario" es la palabra más genérica e imprecisa para resignificar estos conceptos. Sin embargo, su uso se tornó "políticamente correcto" y de un modo poco inclusivo.

Por eso, parafraseando al lucido antropólogo e historiador José Luis Muñoz Azpiri (h), "indígena" es nativo del lugar, "alienígena" es extranjero y "alienados" podemos quedar si no leemos más o pensamos mejor.

Por Claudio Bertonatti
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Decreto del Gral. San Martin, Protector del Peru: (27 de Agosto de 1821), Art.4 :
”En adelante no se denominarán los aborijenas(sic)”Indios” o”Naturales”. Ellos son hijos y ciudadanos del Perú y con el nombre de “Peruanos” deben ser conocidos”. 

LAS TRAMPAS DE LA HISTORIA: EN EL MUSEO DEL CABILDO NO TODO ES LO QUE PARECE


Por Silvina Premat 
| LA NACION, 21-8-15

Durante años quienes visitaban el Cabildo de Buenos Aires escuchaban a las guías afirmar muy seguras: "Ese reloj fue un obsequio a los cabildantes hecho por el general inglés William Beresford en 1806". O: "Aquel tintero perteneció a Cornelio Saavedra, presidente de la Junta". Ahora esos objetos ya no se exhiben al público. Fueron retirados luego de verificarse que no eran lo que se decía que eran.

En los 75 años que lleva como Museo Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo, crecieron entre sus muros leyendas que no se corresponden con la realidad histórica. Entre ellas se incluye la imprenta que siempre se dijo que había pertenecido a los niños expósitos y hasta la joya mayor de la colección del Cabildo: la Bandera que supuestamente se conservó como trofeo de la batalla de Suipacha. Las crecientes dudas sobre su origen obligaron a las nuevas autoridades del museo a tomar la decisión de rebautizarla con el paradójico nombre de Bandera del Misterio, con lo que en gran medida conserva un raro interés.

Por fin, Gabriel Di Meglio, director desde septiembre pasado del Cabildo, que sólo en julio último fue visitado por 47.000 personas, admitió la atribución equivocada del origen de algunas piezas. En cuanto Di Meglio llegó, escuchó también él las leyendas y no dudó en contrastarlas con las evidencias aportadas por la historia y las disciplinas de las que se vale el conservadurismo. "Me fueron mostrando que había algunas cosas mal atribuidas - dijo Di Meglio a LA NACION-. Es algo muy común en el mundo de los objetos históricos. Lo mismo pasa en el arte; a veces se atribuyen cosas con muy poco criterio. En general, en todos los museos del mundo pueden haber cosas que no sean lo que se dice que son."

Según la responsable de Gestión de colecciones del Cabildo, la museóloga y especialista en conservación de papel Virginia González, no hay documentación cierta sobre el origen del 90% de 500 piezas del patrimonio del museo. Las 800 restantes son periódicos (ejemplares de La Gaceta).

Para Di Meglio, sin embargo, "la mayor parte de las cosas están bien". Experto en la época revolucionaria de principios del siglo XIX, Di Meglio es el tercer director del Museo del Cabildo en los últimos dos años. Sucedió a Araceli Bellota, que había asumido la dirección interina en julio de 2014 cuando renunció a ese cargo Víctor Ramos a poco más de un año de haberlo aceptado. Ramos, a su vez, reemplazó a María Angélica Vernet, que había sido apartada luego de dirigir el Cabildo desde los años 80.

 
"Cuando comencé a colaborar con el museo como guía, mientras aún estudiaba museología contaba a los visitantes la historia del reloj que regaló Beresford a los cabildantes", recuerda González, quien integra el staff del Cabildo desde 2002.

Su primera tarea fue completar un inventario inconcluso, por lo que debió registrar todas las piezas del patrimonio. En los últimos dos años, cuando las autoridades del museo se lo permitieron, concretó los estudios sobre objetos que desenmascararon finalmente cantidad de falsedades que seguían repitiéndose desde hacía largo tiempo.

El dato de que hay documentación cierta sólo del 10% del patrimonio del Cabildo no implica la falsedad, sino la falta de certeza sobre la procedencia de las piezas.

"Eso pasó porque no había reglamentación para las donaciones y cualquiera podía traer un objeto diciendo que había pertenecido a su tatarabuelo fulano y nadie verificaba nada", dijo la especialista. Y agregó además: "Ahora ya no es así. En los últimos diez años, la Dirección Nacional de Patrimonio se dedicó fuertemente a desarrollar una compleja y precisa normativa que regula las donaciones y los préstamos de bienes culturales".

Las sospechas en González fueron alimentadas por la cantidad de "se dice que...", "se cuenta que..." que quitaban credibilidad a la presentación de la muestra permanente del museo. "Nos pusimos a investigar porque los objetos tienen que decir algo al visitante, si no lo hacen no tiene sentido que estén allí."

CUATRO LEYENDAS

1. Bandera de Suipacha

Se decía que había sido tomada a los realistas en la batalla de Suipacha, en 1810, cerca de Tupiza (actual Bolivia). Historiadores uruguayos dijeron durante años que no podía ser de esa batalla porque tiene el escudo realista y cuatro escudos de Montevideo.

Hoy se sabe que fue capturada a los contrarrevolucionarios. Pero no hay datos para dilucidar si fue recogida en 1814 por los revolucionarios cuando tomaron Montevideo o si estuvo en Suipacha. Sigue expuesta como "la bandera del misterio"

2. Tintero de Saavedra

Se decía que era un tintero que perteneció a Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta.

Hoy se sabe que el objeto que se exhibía no era un tintero, sino una especie de cenicero, que, además, no pudo haber pertenecido a Saavedra porque es de bronce bañado en plata, una práctica que era inexistente a principios del siglo XIX. Así lo determinó un técnico en artes aplicadas que fue convocado por las autoridades del Museo del Cabildo. Ya no se exhibe

3. Reloj de Beresford

Se decía que el general William Carr Beresford había concurrido al Cabildo, en la época de las invasiones inglesas, para reunirse con los cabildantes. Pero no los encontró y, enojado por la impuntualidad, se fue y regresó con un reloj que puso en la puerta y dijo: "Para que tengan presente la hora".

Hoy se sabe que, si eso sucedió realmente, el reloj que obsequió Beresford no es el que se exhibía. Un experto en relojes históricos lo dató a fines del siglo. Y el episodio del relato es de 1806. Ya no se exhibe

4. Imprenta

Se decía que había pertenecido a la famosa imprenta de los niños expósitos que funcionó en la Manzana de las Luces en la época del virrey Juan José de Vértiz. Fue reclamada durante muchos años por el gobierno de la provincia de Misiones.


Hoy se sabe que es una reconstrucción realizada en 1942 con partes originales de una imprenta de fines del siglo XVIII usada por el Cabildo en 1816 para dar a conocer su decisiones. El pedido de Misiones caducó. Se exhibe como "Prensa tipográfica".

EL SABLE DE SAN MARTÍN


Alejandro Fargosi
La Nación, 20-8-15

San Martín compró su sable corvo en Londres, hacia 1811. Lo trajo a Buenos Aires, lo usó durante toda su campaña libertadora, lo hizo llevar a Europa, lo legó a Rosas en su testamento, lo trajeron a Buenos Aires, Rosas lo volvió a llevar a llevar a Europa y, tras su muerte, al fin volvió a Buenos Aires, directamente al museo.
Es decir que duró entero más de 200 años, pasó por combates y batallas, viajó entre Europa y la Argentina en barco cinco veces y hasta sobrevivió a dos robos violentos. Pero llegó el kirchnerismo y fue dañado de gravedad: su dragona, que estaba integrada al mando, desapareció en algún momento por el traslado y absurdo e innecesario desarmado del sable.

Esa dragona nunca había sido separada del sable, como ahora se afirma desde el Gobierno. Además de mudarlo del Regimiento de Granaderos al Museo Histórico Nacional, habría sido entregado a un platero no especializado en sables antiguos, para que lo desarmara, copiara y volviera a armar. Un absurdo completo, porque existen suficientes copias que se hicieron sin desarmarlo, que equivale a dañarlo.

Ya había copias exactas y no se necesitaba manosearlo. Menos todavía desarmarlo. Y, por supuesto, jamás romperlo. En ese proceso perdió su dragnona. Quizás ahora dicen que estaba en el museo, lo cual contradice los cientos de fotos del sable en Granaderos.

Ojalá esté a resguardo, pero es inadmisible que haya sido separado del sable, ya que eso implica que fue cortada, desarmada o rota. Algún día lo sabremos. Ojalá que sea pronto. Y si el sable sufrió esos u otros daños, la responsable legal es la Presidenta.



 El Sable, símbolo de mando del Oficial

Por el My (R) Sergio O. H. Toyos

El sable y la espada han sido desde siempre las armas utilizadas en combate cuerpo a cuerpo. Cierto es que también hubo dagas, alfanjes, machetes, y otras armas blancas de variadísimas formas, dependiendo en todos los casos, de las culturas practicadas en los lugares en que se empleaban.
Cuando el avance de la tecnología dio a éstas, paso a retiro obligatorio, permitió que algunas quedaran en uso como símbolos del mando de los oficiales. Esa distinción, en nuestras Fuerzas Armadas y muchas otras, también se trasladó con el tiempo a los suboficiales superiores por entenderse que tras muchos años de servicio se encontraban en condiciones de desempeñar funciones inherentes a los oficiales más jóvenes.

A principios del siglo XX, más concretamente en 1910, el Ejército Argentino adoptó el sable de oficial que hoy conocemos, luego de usar por varios años otros diseñados específicamente como armas, más pesados y aparatosos y consecuentemente, extemporáneos.
Desde el nacimiento del Ejército, sin embargo, la tropa (suboficiales y soldados), usaban modelos de fabricación en serie. Los oficiales, en cambio, usaban armas de su elección y adquisición personal, siendo tal vez los más conocidos y de historias singulares, los empleados por San Martín, Belgrano y otros próceres nuestros. El primero, fue comprado en Londres, durante la breve estadía que hiciera allí el futuro Libertador, luego de abandonar el ejército peninsular y decidir consagrarse a la Libertad de América, su tierra.

Partes del sable
1 - Empuñadura
2 - Pomo
3 - Guardamonte
4 - Hoja
5 - Dragona
6 - Vaina

El sable de los oficiales argentinos es de estilo alemán, y desde su misma adopción, se lo tomó para fines simbólicos y ceremoniales, como una forma de identificar en ellos al símbolo del mando que detentaban. Había dos versiones más: una con forma de estoque, de hoja de sección triangular, recta y de unos 50 cm. de largo. Su vaina de acero pavonado disponía de dos argollas para dejar colgar al costado izquierdo por sendos tiros. Sin guardamanos, su empuñadura, era igual o muy parecida al actual.

También y en forma posterior, apareció el couteaux (pronúnciese “cutó”), que suspendido con un tahalí, tenía una hoja del mismo tipo que la versión larga, pero recta y corta, más apta para usar en campaña. Su empuñadura también carecía de guardamano y tenía una dragona con una bellota de cuero color marrón, igual a la que se utilizaba con el sable estoque.

Hacia 1947, los oficiales generales comenzaron a usar una réplica del sable utilizado por el general San Martín. Al mismo tiempo, los cadetes del Colegio Militar de la Nación , fueron provistos de una versión facsimilar y reducida del mismo. Pero estos sables carecerían de valor en sí mismos si no fuera por el significado intrínseco por el que se constituyen en símbolos del mando. No son simples aditamentos de las galas e insignias de quienes los portan, ni tampoco su uso constituye un mero formulismo.

Existen varias versiones sobre el significado de los grabados que lo adornan, pero una de las más fieles, en virtud de la antigüedad que posee quien me lo relatara, proviene de un viejo oficial, que se lo hiciera conocer allá por 1946. El relato pertenece al teniente coronel (R) D Américo Flaiban, egresado ese mismo año. 
Dice el teniente coronel Flaiban:

‘El 19 de diciembre de 1946, habiéndome recibido como subteniente dos días antes, me dirigí al agasajo que, en homenaje por nuestro egreso y a modo de bienvenida, nos brindaban nuestros camaradas más antiguos en el Círculo Militar de Olivos. Ya allí, próximo al guardarropas, me encontré con un viejo amigo de la casa, el entonces teniente coronel Miguel Ángel Montes, quien tras felicitarme, me presentó a su acompañante, el general D Anacleto Solá, expedicionario al desierto.

‘El viejo militar retuvo mi mano entre las suyas un largo rato. Pude ver en sus ojos la misma emoción que unos días antes había visto en mi abuelo, el sargento mayor expedicionario al desierto Manuel Díaz, que había llegado a ser boletinero en el escuadrón de Ramón Falcón.
‘Yo temía llegar tarde a la demostración que nos esperaba y no pude menos que disculparme y despedirme. ‘Me estaba desenganchando el sable para dejarlo con la gorra y los guantes en el guardarropa cuando el general Solá me preguntó si sabía lo que estaba dejando allí.

‘Un tanto sorprendido le respondí que sí, que era el símbolo de mando de un oficial. De acuerdo -me dijo- pero ¿sabe Ud. cuál es su significado intrínseco? Ante mi silencio me dio esta explicación:

‘El puño del sable que significa la Verdad tiene acuñado en su pomo el escudo Nacional, hache, en el guardamanos están talladas las mas caras tradiciones nacionales; simbólicamente figura la efigie del Cuzco hasta donde llegaron las armas argentinas llevando la libertad.
‘La curvatura es igual a la del usado por el Libertador de origen morisco y representa el Equilibrio, la Justicia, y la Paz.
‘Este es Marte, dios de la guerra y en su anverso esta la Libertad.
‘ La Dragona tiene una cinta con un lazo corredizo, que como Usted sabe el oficial ciñe a su muñeca cuando desenvaina el sable.
‘Bueno, si extendemos esta cinta, dentro de ella cabe la cabeza de un hombre.
‘Y aquí, en la hoja esta grabada la inscripción "SEAN ETERNOS LOS LAURELES", que son los propósitos de nuestro Himno Nacional.'

‘ Mientras yo mostraba mi sorpresa ante tantas cosas que con su explicación tomaban un verdadero y profundo relieve, el General Ricardo Anacleto Solá hizo una breve pausa y después concluyó con estas palabras:
‘Siempre que desenvaines tu sable, empuñando la verdad y teniendo al Escudo Nacional como divisa en defensa de nuestra libertad, aunque te empeñes en la guerra, las más caras y gloriosas tradiciones, te protegerán las manos, tuya será la victoria y eternos serán los laureles. Pero piensa que atado a la muñeca llevas un juramento prendido que te recuerda: MAS VALE MORIR AHORCADO QUE TRAICIONAR A LA PATRIA'.

La traducción simbólica de los elementos del sable se complementa con la advertencia que se les hace a los cadetes cuando, en su investidura, se les entrega la réplica facsimilar del sable del Libertador. Este desde el fondo de la Historia, pareciera decir:

‘No me saques sin razón ni me guardes sin honor'


           





¿UTILIZACIÓN IDEOLÓGICA DE LA HISTORIA?


Carta a  La Voz del Interior
Córdoba, 14-8-2015

Sr. Director, respetuosamente deseo solicitarle un derecho a réplica de una nota aparecida en su periódico el día 13 del cte. en la sección de Opinión, pág. 10 A, el título “La utilización ideológica de la historia y sus peligros”. En ella el autor denosta contra el Brigadier Rosas pero pensando en el kirchnerismo y atribuyéndole similares defectos.

Como miembro correspondiente para Córdoba del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, me veo en la obligación de no dejar pasar el cúmulo de errores y desconocimiento que refleja dicha nota.

1)    En realidad el revisionismo histórico nace académicamente en el siglo XIX, cuando un miembro de la generación del 80 y discípulo de Mitre, Adolfo Saldías, por su parentesco con los Terrero accede a que Manuelita le entregue un arcón que contenía toda la documentación de los gobiernos de Rosas. Saldías hombre honesto transcribe dichos documentos y grafica los gobiernos referidos. Se lo da a leer a Mitre y éste le pide que le cambie el nombre biográfico para que no se tome como un panegírico, así nace “Historia de la Confederación Argentina”, obra cumbre en la que luego abrevaron todos los autores revisionistas entre los primeros Vicente Quesada en dicho siglo. En el siglo veinte estalla como corriente historiográfica no politizada con una Pléyades de autores como los Irazusta; Ibarguren; Goyeneche; Doll; Rosa; Uzal; Oliver; Chávez y muchos otros, todos de una honestidad profesional nunca desmentida.

2)    El autor habla de izquierdas y derechas, anacronismo si los hay.

3)    Niega la defensa de la Soberanía cosa que le reconoció hasta el propio Gral. San Martín que incluso antes de Obligado le legó su sable corvo. (Al Prof. Arce le parecerá poco serio nuestro Libertador? Quien incluso se había ofrecido en colaborar en la defensa de la Patria en esos momentos.

4)    Sobre Rosas se han escrito un cúmulo de grandes barbaridades pero nadie osó de tildarlo de ladrón. ARCE SI!!! No sabe este buen señor que Rosas era un puntilloso cuidador de los dineros públicos que además poseía una gran fortuna personal. Su abuelo materno Clemente López de Osornio era dueño de la estancia “Rincón de López” que ocupaba un extenso territorio en el Sud de la Pcia. de Buenos Aires. En donde trabajó hasta independizarse del negocio personal y manejó otras estancias hasta que adquirió las propias pero TRABAJANDO, no robando como insinúa Arce que piensa en el kirchnerismo y no se atreve a nombrarlos y traspola en Rosas dichas culpas.

5)    En cuanto a complicidad económica con los ingleses, estos lo combatieron desde que sancionó la Ley de Aduanas en 1837, que impedía la libre navegación de los ríos a las naves extranjeras.

6)    Sobre el exilio en Inglaterra lea la actuación del Papa Pío IXº con quien se reunieron Rosas y Pascual Echagüe, quienes convinieron para salvar al gauchaje de la represión que se perfilaba, el ostracismo de Rosas a cambio que no desarrollara tareas políticas. (Lo mismo le aconteció a Artigas en el exilio paraguayo)

7)    Por último como deduzco que es un militante radical le recuerdo al Sr. Arce que los tres grandes precursores del radicalismo tuvieron que ver con Rosas: Leandro Além fui hijo de un mazorquero ajusticiado junto a Ciríaco Cuitiño a la caída del Restaurador; Yrigoyen era sobrino de Alén y existe una versión no confirmada que sería hijo de Rosas de una relación extra matrimonial. Y finalmente el “Demóstenes” del radicalismo, el Dr. Aristóbulo del Valle era hijo del Coronel Narciso del Valle, del regimiento “Húsares de la muerte”, que actuó como Edecán de Rosas. En fin creo haber esclarecido un poco las turbulentas elucubraciones de dicha nota y estoy dispuesto a continuar haciendo este tipo de tarea, a quien lo requiera, a pesar que ya acumulo más de 40 años de docencia universitaria y terciaria.

Prof. Lic. Carlos Pachá
Presidente de la Fundación Historia y Patria
Miembro correspondiente para Córdoba del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”

 D.N.I. Nº 7972921