EL SABLE DE SAN MARTÍN




Por Gabriel O. Turone

Recordemos que el General José de San Martín le lega su glorioso sable libertador a Juan Manuel de Rosas el día 23 de enero de 1844, que es cuando escribe su testamento político en París, Francia.

La tercera cláusula del documento, decía lo siguiente:

“El Sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina D. Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como Argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.

Sin embargo, el Restaurador de las Leyes recién se enterará de semejante gesto de gratitud una vez que muere San Martín. En carta del 30 de agosto de 1850, Mariano Balcarce, a la sazón hijo político de aquél, comunica a Rosas sobre la muerte del ilustre argentino, ocurrida el día 17 de ese mismo mes y año, y, seguidamente, le hace saber de la cláusula número 3 de su testamento político. Luego de transcribirla, Balcarce le dice a Rosas: “Tan pronto como se presente una ocasión segura, tendré el honor de remitir a V. E. esa preciosa memoria legada al Defensor de la Independencia Americana por un viejo soldado cuyos servicios a la Patria se ha dignado V. E. recordar constantemente en términos tan lisonjeros como honrosos”. Así las cosas, en el pueblo quedó instalado que San Martín había homenajeado a Rosas por la defensa que éste hizo de la soberanía nacional en Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), cuando, en verdad, ya el Padre de la Patria le había heredado su máxima presea militar casi dos años antes.

Cuando se produce la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, donde una coalición de traidores y ejércitos extranjeros expulsa a Juan Manuel de Rosas del poder, el anhelo de ver en suelo patrio la espada del Libertador queda deshecho. La consigna de los nuevos tiempos era olvidar todo aquello que rememore al régimen federal depuesto; en ello va la suerte de la espada de San Martín: poco y nada se sabrá de ella desde la caída de Rosas en adelante. Tampoco era objeto de interés para los gobiernos liberales y masónicos que se sucedieron desde entonces, algunos de cuyos artífices, como Domingo Faustino Sarmiento, vieron en San Martín a un “viejo abatido y ajado por las revoluciones americanas, [que] ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada y su ánimo noble se exalta y ofusca”.

El sable en tierras inglesas

Asentado en Southampton, Inglaterra, Rosas recibe el sable del Libertador, dándose cumplimiento a lo establecido en la tercera cláusula testamentaria de San Martín de 1844. En su chacra de Burguess Street Farm, Juan Manuel de Rosas tenía exhibida la reliquia dentro de un cofre, en cuya tapa hizo colocar una chapa de bronce en la que estaba grabada la cláusula del testamento ya citado.

En el mismo pueblo inglés, Rosas redacta su testamento político con fecha 28 de agosto de 1862. Allí deja constancia de la distribución total de sus bienes que deja a familiares y amigos de toda la vida. En la cláusula 18, dice: “A mi primer amigo el señor Dn. Juan Nepomuceno Terrero, se entregará la espada que me dejó el Excelentísimo Señor Capitán General Dn. José de San Martín (…) Muerto mi dicho amigo, pasará a su Esposa la Señora Da. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos, e hijas, por escala de mayor edad”.

Juan Nepomuceno Terrero era el padre de Máximo Terrero, esposo de Manuelita Robustiana Rosas (hija del Restaurador). Juan Nepomuceno fue amigo de toda la vida de Juan Manuel de Rosas, incluso fueron socios en el primer negocio que ambos emprendieron: el Saladero “Rosas, Terrero y Cía.”, abierto a finales de 1815. Al morir Rosas el 14 de marzo de 1877, el sable legado quedó en poder de Máximo Terrero, dado que los padres de éste ya habían fallecido.

Repatriación de la espada gloriosa

A mediados de 1896, el doctor Adolfo P. Carranza, entonces director del Museo Histórico Nacional, se interesó en la idea de repatriar el sable de San Martín. Gracias a los oficios de Antonino Reyes, ex edecán de Rosas, Carranza le manda decir a Manuela Rosas de Terrero que done el sable corvo de las campañas libertadoras al museo que dirige. En un tramo, señala Carranza: “Vengo a rogar a V. haga la donación al Museo Histórico, en nombre de su señor padre, del sable que recibió”. Esta carta, fechada el 5 de septiembre de 1896, fue respondida el 27 de noviembre de ese mismo año por Manuela Rosas, quien le aclara a Carranza que “al fin mi esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se ha decidido en donar a la Nación Argentina este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del sable del Libertador, debiera ser en el seno del país que libertó”.

Tiempo más tarde, el 31 de enero de 1897, Manuela Rosas de Terrero le vuelve a escribir a Adolfo Carranza, esta vez señalándole que, además del sable corvo, se adjuntarán dos objetos históricos más: uno es la bandera “que llevó el Benemérito Ejército Expedicionario al Desierto a las órdenes de mi padre el General don Juan Manuel de Rosas, contra los indios salvajes que asolaban nuestra campaña”, y el otro era “un trofeo del General Arenales, (en el año 1820) presentado por su hijo el Coronel don José Arenales, a mi padre, cuya dedicatoria está estampada en el trofeo”.

Máximo Terrero, cónyuge de Manuela Rosas, le manda decir al presidente de la Nación, doctor José Uriburu, el 1° de febrero de 1897 desde Londres que “el sable será remitido en estos días a mi sobrino político, el señor Juan Manuel Ortiz de Rozas, bajo todas las precauciones y formalidades del caso, y este señor en representación nuestra, tendrá el honor de ponerlo en manos de V.E.”. Concretados los trámites para la definitiva repatriación de la espada de San Martín, el 5 de febrero salió de Southampton para Buenos Aires el vapor “Danube”, trayendo a bordo el sable glorioso. La noticia fue confirmada telegráficamente a Manuela Rosas ese mismo día, mientras que el periódico “El Día” de La Plata, publicaba la novedad el 6 de febrero.

En los días siguientes, previo al arribo, los medios vertieron las más diversas opiniones sobre la reliquia en cuestión, dando lugar a debates largos y tediosos que, sin embargo, ya no podían empañar el acontecimiento en sí. También se había suscitado un problema, el cual consistía en saber cómo iban a ser los festejos, los desfiles, la recepción, etc., etc. Como el tiempo apremiaba, se decidió, por fin, que el “Danube” llegara al puerto de La Plata y que, desde aquél, se traspasara el sable a la corbeta “La Argentina”. Luego, una comisión compuesta por oficiales del Ejército y por el sobrino político de Máximo Terrero, Juan Manuel Ortiz de Rozas, arribaría al puerto de Buenos Aires y, acto seguido, le obsequiaría la espada de San Martín al presidente Uriburu en la Casa Rosada.

A pesar de la magnitud del evento, solamente la Asociación de la Prensa fue la única entidad que dirigió al pueblo una invitación para que éste se adhiriera al acto patriótico, pero con la carga de que dicha invitación fue formulada el mismo día del arribo del vapor “Danube”. Las vacilaciones de las autoridades encargadas de formular el programa de festejos, motivaron este tipo de improvisaciones. La invitación, por lo tanto, no tuvo el éxito que se esperaba.

Finalmente, el “Danube” arribó con el sable del Libertador en la mañana del domingo 28 de febrero de 1897. Los únicos asistentes al acto fueron un grupo de personas allegadas a Juan Manuel Ortiz de Rozas, algunos miembros de la Asociación de la Prensa de la ciudad de La Plata y uno que otro representante de los diarios de Buenos Aires, a los que se sumaba un pequeño grupo de vecinos de Ensenada. Nadie más.

Veamos, sino, lo que publicaba el diario “La Prensa” el 1° de marzo de 1897: “Desagradable impresión ha causado entre la poca concurrencia que acudió ayer a presenciar el trasbordo de la espada que perteneció al General San Martín, desde el vapor mercante “Danube” que lo ha conducido desde Southampton, a la corbeta “La Argentina”. La ausencia de representación de los gobiernos, y la poca publicidad dada al acto, contribuyó a que aquella ceremonia solo fuera presenciada por unas pocas personas”.

La corbeta “La Argentina” quedó fondeada en el puerto de La Plata hasta el 3 de marzo de 1897, ocasión en que zarpó al puerto de la ciudad capital. La reliquia militar llegaba a Buenos Aires en la mañana del 4 de marzo, día fijado para su recepción por el presidente de la Nación, José Evaristo Uriburu. Aguardaban en el puerto la Escuela de Grumetes de la Armada con su banda de música, lo mismo que una veintena de niños del Patronato de la Infancia. Sin embargo, la comisión de generales designada por el Estado Mayor del Ejército para que conduzca el sable hasta la Casa Rosada estuvo ausente. Ante esta vergüenza, en el momento hubo que nombrar a un presidente para la acéfala comisión, cargo que recayó en el teniente general retirado Donato Álvarez. Como puede verse, las pasiones facciosas no estaban del todo disipadas, sino no se entiende el poco interés demostrado para recibir la espada que ciñó el Padre de la Patria y que heredó, enhorabuena, a Juan Manuel de Rosas.

La espada estaba dentro de una caja y con su respectivo documento que avalaba la autenticidad de la pieza. La caja era sostenida por cuatro marineros de la dotación de la corbeta “La Argentina”. Delante de aquélla se ubicaban Donato Álvarez y Juan Manuel Ortiz de Rozas, y, detrás del cofre, le seguían los integrantes de la Comisión Militar (coroneles y tenientes coroneles, pues ningún general se hizo presente), la Escuela de Grumetes de la Armada (bajo el mando del teniente de Navío Bárcena) y unas 1.200 personas que eran parte del público que no quiso perderse la emoción de lo que se estaba viviendo.

Con solemnidad, el sable corvo le fue entregado al presidente José Uriburu, quien aguardaba dentro de la Casa de Gobierno junto a sus Ministros, Jefes y Oficiales del Ejército y la Armada. Un decreto firmado por Uriburu un día antes, el 3 de marzo, manifestaba en su artículo 1° que “el sable que usó el Gral. Dn. José de San Martín en las campañas de la Independencia Sudamericana, remitido al Presidente de la República por el Sr. Máximo Terrero y del que hará entrega el Sr. Juan Ortiz de Rozas, se depositará en el Museo Histórico”.

A partir de entonces, los argentinos hemos tenido el privilegio de contemplar la espada que empuñó el capitán general José de San Martín, la misma que luego heredó al preclaro defensor de la soberanía nacional, brigadier general Juan Manuel de Rosas. Para 1897, un acto de justicia acababa de concretarse.

Bibliografía
Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo Luis. “San Martín y Rosas. Política Nacionalista en América”, Editorial Sudestada, Buenos Aires 1968.
Ortiz de Rozas, Nicolás. “El Sable de San Martín”, La Plata, Año del Libertador General San Martín, 1950.

www.revisionistas.com.ar

politicaydesarrollo.com.ar, 23-1-11

RECORDAR EL PASADO GLORIOSO, PARA NO PERDER LA ESPERANZA


El 20 de noviembre pasado, recordamos el combate de La Vuelta de Obligado, que se ha fijado como símbolo de la Soberanía Argentina. En este boletín queremos relatar lo que sucedió después de dicha gesta, resumiendo lo publicado en la bibliografía citada.
El enemigo sufrió averías en los buques San Martín, Fulton, Dolphin y Pandour, especialmente, y la escuadra debió quedarse cuarenta días en Obligado para efectuar reparaciones. El jefe francés, capitán de navío Trehouart, reconoció en el parte de guerra: Siento vivamente que esta gallarda proeza se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas [las propias], pero considerando la fuerte posición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que no haya sido mayor.

Los extranjeros no habían previsto que se trabara un combate, y tampoco lo esperaban los argentinos unitarios. Valentín Alsina le escribe a Félix Frías:
Rosas ha tenido la locura de querer impedir el paso con batería y buque acorazado; locura digo, porque lo es querer competir tan luego en agua con aquellas naciones que además de la enorme ventaja de los vapores, tienen la de su tremenda artillería a lo Peysar que Rosas y su gente no conocen todavía.

Hasta esa fecha, los periódicos de otros países habían comentado, más que nada, los infundios de Las Tablas de Sangre; pero luego, como sostiene Aníbal Riú, al tronar glorias nativas el cañón de Obligado, su eco se escucharía en el mundo entero. San Martín le escribe a Guido: Ya sabía la acción de Obligado; ¡que iniquidad! De todos modos los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca.

Comienza entonces, un lento trabajo diplomático de Rosas que culmina exitosamente. El representante inglés Southern aceptó el 6 de abril de 1849 el proyecto de convención:

1) Inglaterra evacuaba Martín García, devolvía los buques argentinos de guerra “en tanto le fuera posible en el mismo estado en que fueron tomados” y desagraviaba la bandera con 21 cañonazos.
2) Devolverá las presas del bloqueo.
3) Las divisiones argentinas en la República Oriental quedarían hasta “que el gobierno francés desarme a la legión extranjera, y a todos los demás extranjeros que se hallan en las armas y forman la guarnición de la ciudad de Montevideo, evacue el territorio de las dos repúblicas del Plata, abandone su posición hostil y celebre un tratado de paz”. Inglaterra “emplearía sus buenos oficios” para ese tratado.
4) Se reconoce que la navegación del Paraná “era interior de la República Argentina sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con la República Oriental”.
5) Se reconoce la plena soberanía argentina “y si en el curso de los sucesos de la República Oriental ha hecho que las potencias aliadas interrumpan por cierto tiempo el ejercicio de los derechos beligerantes de la República Argentina, queda plenamente admitido que los principios bajo los cuales han obrado, en iguales circunstancias habrían sido aplicables ya a la Gran Bretaña y a la Francia. Queda convenido que el gobierno argentino, en cuanto a esta declaración, reserva su derecho para discutirlo oportunamente con la Gran Bretaña, en la parte relativa a la ampliación del principio”.
6) Oribe, como “Presidente de la República Oriental y aliado de la Confederación Argentina”, daría su conformidad”.

Dos días antes, el 4 de abril, el ministro argentino Arana y el representante francés, contralmirante Lepredour, concluyen el proyecto respectivo:

1) Suspensión de hostilidades.
2) El representante francés exigirá a las “autoridades” de Montevideo el desarme de la Legión extranjera “y de todos los demás extranjeros que se hallen bajo las armas y forman la guarnición de la ciudad o que estén en armas en cualquier otro punto del territorio oriental”, debiendo hacerse ante un veedor argentino y otro francés.
3) “Efectuado el desarme, el gobierno argentino hará evacuar del territorio oriental las divisiones argentinas que existan en su territorio”.
4) Simultáneamente con la suspensión de hostilidades, Francia evacuará a Martín García, devolverá los buques argentinos “tanto como sea posible en el estado en que fueron tomados” y desagraviará la bandera con 21 cañonazos.
5) Devolverá las presas del bloqueo.
6) El Paraná era navegación interior argentina “sujeta a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con el Estado Oriental”.
7) Se reconoce la soberanía argentina en la misma forma que en el tratado inglés.
8) Si Montevideo se negaba a cumplir las estipulaciones “o retardase si necesidad la ejecución de las medidas”, el representante francés declarará “que cesa su intervención y se retirará”.
9) Oribe debería dar su aquiescencia como aliado de la Confederación.
10) Se someterían a Oribe “los puntos relativos a los asuntos domésticos de la República Oriental”.
11) Oribe era llamado “Presidente de la República Oriental” en el texto español y brigadier general en el francés; las autoridades de la Defensa gobierno de Montevideo en el francés, y autoridades de hecho en Montevideo en el español.
12) Quedaba restablecida la paz “y su anterior estado de buena inteligencia y cordialidad”.

Otorgada la plenipotencia real, el tratado con Inglaterra es firmado por Arana y Southern el 24 de noviembre de 1949, y ratificado por Rosas el 24 de enero de 1850. El contralmirante Barrington Reynolds, jefe de la estación naval en Sudamérica, el día 27 de febrero hace izar a proa de la fragata Southampton la bandera argentina, y ordena que sea solemnemente desagraviada con 21 cañonazos, como estaba convenido. Las ceremonias finalizan cuando la batería Libertad efectúa una salva “en reconocimiento a Dios Nuestro Señor” por la victoria argentina.

Al conocerse en Francia que la reina Victoria había autorizado el tratado con la Confederación, la prensa francesa criticó la derrota de Inglaterra frente a Rosas. Como desquite, el London Times del 1 de agosto publica el texto del convenio Lepredour, lo que origina duros debates en el parlamento, siendo obligado el gobierno a nombrar un negociador armado que debería presionar a Rosas para ponerle condiciones. Es designado nuevamente Lepredour, que sólo consigue leves modificaciones al texto original, firmando el tratado el 31 de agosto de 1851 y enviándolo a Francia. Pero, Rosas exige el desagravio a la bandera, sin esperar la confirmación francesa, y ello se produce -con similar protocolo al realizado por los ingleses-, en la fragata Astrolabe. Recién en junio de 1852, se pronuncia la comisión respectiva del parlamento, aconsejando la aprobación del tratado: “En fait de folies, les plus courtes sont les meilleurs” (tratándose de locuras, las más cortas son las mejores).
No hay constancia de que el emperador haya ratificado el tratado, y el gobierno de la Confederación había caído. “Menos mal que Rosas, como si presumiera su caída, se había adelantado a exigir a Lepredour que los cañones franceses del Astrolabe desagraviasen la bandera argentina” (Rosas, p. 353).

Ambos tratados, con Inglaterra y Francia, forman parte de una misma estrategia que culmina con un éxito sin precedentes en disputas con las dos grandes potencias de la época: “…la agresión conjunta anglo-francesa, no resistida en ningún punto del globo y que permitió a las potencias coaligadas abrir el África, la China, el Japón y crear dos de los mayores imperios conocidos, fracasó en el Plata” (Irazusta, p. 135).


Fuentes:

Fernández Cistac, Roberto. “Sesquicentenario del glorioso Tratado Arana-Lepredour”; en: Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nº 59, abril/junio 2000.

Irazusta, Julio. “Breve historia de la Argentina”; Buenos Aires, Editorial Independencia, 1981.

Rosa, José María. “Historia Argentina”; Buenos Aires, Editor Juan Granda, 1965, tomo 5.

(Boletín Acción, 140)

A PROPÓSITO DE LA VUELTA DE OBLIGADO


Coronel Ramón Rodriguez
Homenaje póstumo de un jefe enemigo


En 1833, el almirante Sullivan, comandante de la escuadra en la Vuelta de Obligado, se presentó ante el consulado argentino en Londres, para devolver una bandera tomada a una batería argentina:
"En la batalla de Obligado en el Paraná el 20 de octubre [en realidad, fue en noviembre] de 1845 un oficial que mandaba la batería principal causó la admiración de los oficiales ingleses que estábamos más cerca de él, por la manera con que animaba a sus hombres y los mantenía al pie de los cañones durante un fuerte fuego cruzado bajo el cual esa batería estaba expuesta. Por más de 6 horas expuso su cuerpo entero.
Por prisioneros heridos supimos después que era el coronel Ramón Rodríguez del Regimiento de Patricios de Buenos Aires.
(...) Quiero restituir al Coronel Ramón Rodríguez si vive, o sino al Regimiento de Paticios de Buenos Aires si aún existe, la bandera bajo la cual y en noble defensa de su Patria cayeran tantos de los que en aquella época lo componían.
(...) Los que luchamos contra él y habíamos presenciado su abnegación y bravura tuvimos grande y sincero placer al saber que había salido ileso hasta el fin de la acción."
(De Wikipedia)

Bustos, fin del olvido


Carlos Pachá (Fundación Historia y Patria)

Una bella estatua ecuestre emplazada en el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba rescata a Juan Bautista Bustos del olvido de los historiadores oficiales, que lo discriminaron por ser un caudillo popular.

El próximo sábado se cumplen 180 años de su fallecimiento. Es un buen momento para repasar su lucha por un país más federal e igualitario.

Llegó a Buenos Aires como capitán de milicias del contingente de Arribeños, con el que contribuyó Córdoba para rechazar la Primera Invasión Inglesa en 1806. En 1809, fue ascendido a teniente coronel por su actuación en un enfrentamiento producido el 5 de julio de 1807, en el cual Bustos, al mando de 30 hombres, enfrentó a una columna inglesa de 240 efectivos, a la que logró rendir. En 1811, el general Manuel Belgrano lo ascendió a coronel y lo incorporó al Regimiento 1º de Patricios. En 1815, partió de Buenos Aires al mando de mil hombres para integrarse al Ejército del Norte. José Rondeau fue reemplazado por Belgrano, quien logró restablecer la disciplina en Tucumán, donde contó con el apoyo de Bustos.

Cultivó la amistad y el afecto de José de San Martín y de Martín Miguel de Güemes, a los que apoyó con hombres, armas, caballada y dinero.

Bustos pacificó Santiago del Estero de la sublevación comandada por el teniente coronel Juan Francisco Borges. En 1817, volvió a Córdoba con 300 hombres para frenar la avanzada santafesina, acción que concluyó exitosamente derrotando a Estanislao López en Fraile Muerto, el 8 de noviembre.

En enero de 1820, el Ejército del Norte fue enviado hacia Buenos Aires a pedido del director José Rondeau, para impedir el avance de los caudillos litoraleños. Pero el 7 de enero, en la Posta de Arequito, Bustos, José María Paz y Alejandro Heredia se sublevaron contra su jefe, Francisco Fernández de la Cruz, y dividen al Ejército. Bustos marchó hacia Córdoba, donde el 21 de marzo de 1820 fue elegido gobernador. Se reconcilió con Estanislao López y culminó el enfrentamiento con los santafesinos, alineándose ambos con Buenos Aires.

Una tarea inmensa. Fue gobernador por nueve años. Organizó la política, la Justicia y el entonces servicio de fronteras, se ocupó del progreso de la educación al renovar los planes de estudios universitarios y de instrucción pública. Creó la Junta Protectora de Escuelas, desarrolló la imprenta y la libertad de prensa. El 20 de febrero de 1821 promulgó la primera Constitución de Córdoba. Impulsó la libertad de comercio interior, pero protegiendo las industrias nacionales. Creó la administración de correos, fijó impuestos y tasas aduaneras, construyó obras de defensa y desagües sobre el río Primero, además de levantar un puente sobre La Cañada.

Bustos fue defensor del federalismo y de la religión católica. Al reestablecerse las relaciones con Buenos Aires mediante el Pacto de Benegas, Bustos ofreció llamar a un Congreso General Constituyente en Córdoba. El plan naufragó por Bernardino Rivadavia, quien convocó a firmar en Buenos Aires el Tratado del Cuadrilátero y la Constitución unitaria de 1826, que fue rechazada por el interior.

Batallas contra Paz. El 22 de abril de 1829, José María Paz batió a Bustos en la batalla de San Roque, derrocó al gobierno y se entronizó de facto. Facundo Quiroga acudió a apoyarlo, pero ambos fueron derrotados por “el Manco” Paz, en las batallas de La Tablada y Oncativo.

Luego de las derrotas y malherido, trató de alejarse camino a Santa Fe. Lo sorprendió la noche, fue avistado y perseguido por una patrulla enemiga que le intimó a rendirse; intentó resistirse, pero su brazo herido no pudo blandir la espada. Era una zona en que la barranca se alzaba y cortaba casi verticalmente. Este valeroso criollo no se entregó, volvió grupas, cubriéndoles los ojos a su caballo con un poncho, clavó espuelas, lanzó el animal a la carrera y saltó desde el abrupto barranco hasta el lecho del río.

Sufrió graves heridas ante el impacto de su pecho contra el equino. Pese a ello, ganó la orilla y se refugió en una quinta de la costa, donde lo auxiliaron.

Luego, marchó a pie hacia su destino final, Santa Fe, donde arribó el 10 de julio. Fue recibido por López, con el rango que Bustos merecía, y dio asilo a él y a toda su familia, que llegó después desterrada por Paz, quien los persiguió y confiscó todos sus bienes.

El 18 de septiembre de 1830 murió a los 51 años, como consecuencia de las heridas recibidas. Sus restos fueron inhumados en predios del convento de Santo Domingo.

El 21 de mayo pasado, por decisión del Gobierno provincial, se cumplió la deuda al erigirle a Bustos un monumento en su homenaje.

La Voz del Interior, 11-9-10

Paseos sanmartinianos en Mendoza



Como una forma de mayor acercamiento, hacia la figura del General San Martín, los mendocinos y turistas cuentan con un amplio abanico de posibilidades en lo que concierne a los sitios sanmartinianos en nuestra provincia.

En los lugares donde el Padre de la Patria desarrolló su actividad quedaron marcadas sus acciones de gobernador, de estratega y de hombre simple. Hoy son espacios que se pueden visitar en familia o con amigos: algunos para disfrutar al aire libre; otros, para apreciar el paso de los años.

Campo Histórico "El Plumerillo”

El área ambientada del Campo Histórico es un lugar con historia, para revivirla en forma didáctica a través de elementos y materiales réplicas, utilizados por el Ejército de los Andes. Un sitio donde a través de una escenografía acorde a la época y la reconstrucción de elementos de entonces, se guía a los visitantes en un viaje imaginario a través del tiempo, ubicándolos en los aprestos para traspasar la cordillera de los Andes en busca de la libertad de medio continente.

Durante la visita se puede revivir todo el marco de situación del lugar. Así, se muestran (según datos históricos) cómo se componía el vivac, el uso de las barracas, la formación del ejército, su vestimenta, los alimentos que consumían las tropas, los lugares para la vigilia de sueño, la forma en que se instruían, el armamento que utilizaban... Es decir, que el visitante puede transportarse en el tiempo para conocer de cerca el marco de situación histórico.

En este retorno al pasado, los soldados de aquella época tomarán forma en cada uno de los visitantes al recorrer las barracas de adobe con techos de palos, cañas y paja, pisando los suelos de tierra, con la posibilidad también de lucir los uniformes, tomar el mismo armamento y hasta si lo desean y se atreven, disparar el sonido sordo de un cañón.

Horarios de atención: lunes a viernes de 8.30 a 18.00; sábados de 8.30 a 12.30 y de 14.00 a 18.00.

Domingos y feriados: de 9.00 a 12.30. Costo contribución de la visita: $ 1. Contingentes: es aconsejable solicitar turno con anticipación para prever guía. Dirección: Lisandro Moyano e Independencia, Las Heras. Medios de transporte: líneas 61, 62, 63, 67.

Manzano Histórico

Se trata del lugar al que retorna el General San Martín después de su campaña a Perú. Se dice que apenas llegó del paso del Portillo, descansó a la sombra de un manzano del cual actualmente sobrevive un retoño. La Reserva Manzano Histórico se ubica en el Departamento de Tunuyán, a 43 kilómetros de la ciudad cabecera de este departamento. Se accede a ella a través de la Ruta Nº 94 asfaltada en todo su recorrido.

Allí se encuentra emplazado el Monumento al General San Martín, recordando el paso del Libertador por esta tierra. En la seccional de Guardaparques hay una estación piscícola de cría de truchas. Posee un gran atractivo paisajístico, formado por innumerables arroyos poblados de peces. Sirven de marco extensos relieves montañosos, resaltando la presencia del pico Punta Negra, a los pies del cual se hallan Los Arenales, un importante centro de escalada en roca. Esta reserva puede ser visitada todo el año, y entre las actividades que se realizan se encuentran el parapentismo, trekking, montañismo, pesca deportiva , cabalgatas y el ciclo turismo.

Superficie: 1.000 has Acceso: ruta 92 empalme ruta 94. Informes: Dirección de Recursos Naturales Renovables Parque General San Martín.

Sala de la Bandera del Ejército de los Andes

Testigo de luchas y glorias de la gesta sanmartiniana, fue confeccionada por damas mendocinas y religiosas del Colegio de la Buena Enseñanza y concluida en la víspera del 5 de enero de 1817. Ese mismo día se juró y se nombró Patrona del Ejército de los Andes a la Virgen del Carmen de Cuyo. En 1888 el gobernador Tiburcio Benegas le hizo ocupar un lugar de honor en la Casa de Gobierno. En 1992 el gobierno de Mendoza la declaró emblema provincial mediante Ley NI' 5930. Actualmente se encuentra en la sala principal de acceso custodiada por el Regimiento de Infantería de Montaña Nº 11 Gral. Las Heras. Ubicación: Paseo Cívico.

Museo del Área Fundacional

Conforma un todo arquitectónico, visual y didáctico del que participan la antigua Plaza Mayor -hoy Pedro del Castillo- con las ruinas de San Francisco y la sección del Parque O’Higgins adyacente al predio fundacional.

El Museo consta de tres salas bien diferenciadas: la arqueológica, que muestra las colecciones; otra que exhibe el crecimiento de Mendoza mediante los dioramas, y la tercera, las excavaciones y las documentaciones inherentes a las mismas y que dieron motivo a la construcción del museo.

Es un sitio eminentemente arqueológico, todo lo que se exhibe son piezas cedidas en préstamo o donadas por coleccionistas particulares. Hay piezas muy importantes, de origen tanto incaico como huarpe. También se muestran distintas épocas haciendo hincapié en dos importantes momentos de “ruptura”: la llegada del conquistador por un lado, y en segundo lugar el terremoto de 1861 que destruyó toda la ciudad. Todo esto es evidenciado mediante ‘dioramas’, que son pequeñas ventanas que asoman al espectador hacia el pasado.

El área fundacional es el símbolo de la zona más amplia que albergó San Martín, desde asentamientos huarpes del Valle de Huentata, hasta los sitios nominados en la fundación de la ciudad de Mendoza en 1561 y su evolución en la época hispánica. Testigos de la historia son las ruinas de San Francisco, los restos del Cabildo en el Museo del Área Fundacional, la fuente colonial en la plaza Pedro de Castillo. En el área se proclamó ala Virgen del Carmen de Cuyo Patrona del Ejército de los Andes y se bendijo la bandera. Aquí se recibieron y se dieron a conocer las primeras noticias de la campaña libertadora.
Ubicación: Alberdi y V. Castillo, ciudad.

Mendoza, la elegida del Libertador
Por Ana Edelmira Castro - Historiadora

“Los lugares sanmartinianos son muy importantes porque están íntimamente ligados con nuestra historia. Hay que pensar que la presencia de San Martín en Mendoza fue decisiva en la historia de la Provincia.

Ahora, hay algo que no podemos ignorar, y es que no nos han quedado edificios o monumentos. Sólo contamos con sitios, lugares por donde el General San Martín estuvo, pasó o acampó el Ejército, es decir, eso es lo que nos queda.

Nadie puede venir acá a buscar edificios, ya que de eso no quedó nada con el terremoto de 1861. En una palabra contamos con sitios o solares que nos recuerdan la presencia de San Martín.

Hay que tener en cuenta que Mendoza es la provincia en la que él permaneció durante más tiempo, mientras estuvo en América. Además del lugar en donde fue gobernador y al mismo tiempo preparó al Ejército de los Andes.

Es la tierra que el Libertador más quiso y a la cual él deseó volver para pasar sus últimos años, hecho que lamentablemente no pudo lograr.

Para los mendocinos, la presencia de San Martín representa una experiencia entrañable revivida a través de diferentes lugares. Para los que vienen de otros sitios del país, es importante el encuentro con el General a través de estas rutas sanmartinianas. Siendo el prócer más importante de nuestro país, es fundamental que el turista se encuentre con estos lugares que tienen que ver con la gesta libertadora y con su presencia.

Hay algo fundamental que los mendocinos debemos tener en cuenta: la historia de San Martín no se ha terminado de investigar, se sigue investigando y escribiendo”.

Algunos sitios

Capital

Área Fundacional
Ruinas de San Francisco
Convento de Santo Domingo
Casa Natal de Merceditas
Solar de San Martín (Biblioteca Pública General San Martín y Museo Histórico Gral. San Martín)
Canal Tajamar
Paseo La Alameda
Iglesia La Merced


Junín

Posta El Retamo
Molino Histórico y Acequia de la Patria


Maipú

Carril Viejo de Barriales
Posta de Rodeo del Medio


Las Heras

Campo Histórico el Plumerillo
Batán de Tejeda (Panquehua)
Estancia de Canota
Estancia Las Higueras
Puesto El Jagüel
Posta de Villavicencio
Caminos por Paramillos hasta Uspallata
Estancia Carrizal
Estancia Yalguaraz
Estancia Tambillos
Valle de Uspallata
Zona del Combate de Picheuta
Polvaredas
Sitio del Combate de Los Potrerillos (en Punta de Vacas)
Estancia Las Cuevas
Paramillo de Las Cuevas
Casuchas de la Cordillera


La Paz
Posta de Corocorto

Lavalle

Posta de Jocolí
Posta de Árbol Solo
Posta de Guanacache

San Carlos

Ruinas del Fuerte San Carlos

San Martín

Chacra de Los Barriales -Museo Histórico Municipal Las Bóvedas.

Santa Rosa

Posta de La Dormida
Posta de Catitas

Tunuyán

Portillo Argentino
Portillo de Piuquenes


Fuente: Ministerio de Turismo y Cultura. y Diario LOS ANDES

Nuevo agravio a San Martín



La revista “Ñ”, del 14 de agosto, acaba de efectuar un insólito homenaje al general San Martín, incluyendo en la edición de esa fecha Un tributo a 160 años de su muerte. Se trata de utilizar una vez más el recurso de la ficción, para publicar tres artículos sobre Vidas imaginarias de San Martín (páginas 16 y 17).

Con excepción de Una tarde en Grand Bourg, relato de un diálogo imaginario entre Sarmiento y San Martín, los artículos tienen un contenido difamatorio que, seguramente, muchos lectores desprevenidos tomarán como una versión libre de la verdadera historia del Padre de la Patria.

El escrito más repudiable es El hombre impar, de Martín Kohan, que gira en torno a Delfín L. Cáceres, un soldado que habría sido incorporado al Ejército Libertador por su parecido físico con el general, para actuar como doble del mismo. Pues bien, relata este cuento que dicho soldado fue quien viajó al Perú, conversó con Bolivar y vivió en Europa hasta su muerte. Pues el verdadero San Martín, cuenta, murió en Chile, asesinado por un marido engañado.
No obstante, los restos que yacen en la Catedral de Buenos Aires son los del Libertador, traídos desde Valparaíso y no desde Calais en 1880, pues “terminaron todos por admitir que lo más conveniente era mantener las formas hasta el fin, contando con la patriótica complicidad de allegados y familiares”. A Cáceres “le tocó en suerte vivir en lugar de San Martín, tomar Perú en su lugar, gobernarlo en su lugar”.

Habiendo proliferado en los últimos años tantos pseudo historiadores que se han dedicado a difundir falsas tesis sobre nuestro héroe máximo, resulta indignante que la revista de cultura del diario Clarín, pueda impunemente agraviar su memoria con la excusa de la ficción.

Manifestamos la esperanza de que el Instituto Nacional Sanmartiniano cumpla con su finalidad de rectificar públicamente los errores que se difundan sobre la verdad histórica de San Martín (Art. 2º, inc. e, del Decreto Nº 23.131, de 1944.

Terragno: Académico Sanmartiniano



La Academia Sanmartiniana ha decidido incorporar a su seno, como Académico de Número, al Dr. Rodolfo Terragno. Siendo simples admiradores y difusores de la vida y obra del Padre de la Patria, carecemos de autoridad intelectual para cuestionar dicha decisión, pero no podemos ocultar nuesta opinión al respecto, puesto que ya la habíamos manifestado antes de la mencionada resolución (“El diario de San Martín, escrito por Terragno”)[1].

El escritor citado, a nuestro juicio, cuando se ocupa de temas históricos –y en particular, de San Martín- no lo hace con el rigor que dicha ciencia requiere; como expresaba León XIII:
Esta es la primera ley del historiador, no decir nada falso, y la segunda ley es no callar nada de la verdad.
Por su parte, un leal admirador de San Martín, comenzaba el primer capítulo de un libro de divulgación:
Los relatos históricos, en general, presentan pequeños y grandes defectos que son el resultado de variadas circunstancias relacionadas con la investigación. Para ser honesta, debería basarse en hechos concretos y documentos valederos
[2].
Córdoba, junio 18 de 2010.-

Mario Meneghini


[1] www.forosanmartiniano.blogspot.com.ar/2009/09/otra-novela-historica.html

[2] Favaloro, René G. “¿Conoce usted a San Martín?; Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1992, p. 15.