Bustos, fin del olvido


Carlos Pachá (Fundación Historia y Patria)

Una bella estatua ecuestre emplazada en el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba rescata a Juan Bautista Bustos del olvido de los historiadores oficiales, que lo discriminaron por ser un caudillo popular.

El próximo sábado se cumplen 180 años de su fallecimiento. Es un buen momento para repasar su lucha por un país más federal e igualitario.

Llegó a Buenos Aires como capitán de milicias del contingente de Arribeños, con el que contribuyó Córdoba para rechazar la Primera Invasión Inglesa en 1806. En 1809, fue ascendido a teniente coronel por su actuación en un enfrentamiento producido el 5 de julio de 1807, en el cual Bustos, al mando de 30 hombres, enfrentó a una columna inglesa de 240 efectivos, a la que logró rendir. En 1811, el general Manuel Belgrano lo ascendió a coronel y lo incorporó al Regimiento 1º de Patricios. En 1815, partió de Buenos Aires al mando de mil hombres para integrarse al Ejército del Norte. José Rondeau fue reemplazado por Belgrano, quien logró restablecer la disciplina en Tucumán, donde contó con el apoyo de Bustos.

Cultivó la amistad y el afecto de José de San Martín y de Martín Miguel de Güemes, a los que apoyó con hombres, armas, caballada y dinero.

Bustos pacificó Santiago del Estero de la sublevación comandada por el teniente coronel Juan Francisco Borges. En 1817, volvió a Córdoba con 300 hombres para frenar la avanzada santafesina, acción que concluyó exitosamente derrotando a Estanislao López en Fraile Muerto, el 8 de noviembre.

En enero de 1820, el Ejército del Norte fue enviado hacia Buenos Aires a pedido del director José Rondeau, para impedir el avance de los caudillos litoraleños. Pero el 7 de enero, en la Posta de Arequito, Bustos, José María Paz y Alejandro Heredia se sublevaron contra su jefe, Francisco Fernández de la Cruz, y dividen al Ejército. Bustos marchó hacia Córdoba, donde el 21 de marzo de 1820 fue elegido gobernador. Se reconcilió con Estanislao López y culminó el enfrentamiento con los santafesinos, alineándose ambos con Buenos Aires.

Una tarea inmensa. Fue gobernador por nueve años. Organizó la política, la Justicia y el entonces servicio de fronteras, se ocupó del progreso de la educación al renovar los planes de estudios universitarios y de instrucción pública. Creó la Junta Protectora de Escuelas, desarrolló la imprenta y la libertad de prensa. El 20 de febrero de 1821 promulgó la primera Constitución de Córdoba. Impulsó la libertad de comercio interior, pero protegiendo las industrias nacionales. Creó la administración de correos, fijó impuestos y tasas aduaneras, construyó obras de defensa y desagües sobre el río Primero, además de levantar un puente sobre La Cañada.

Bustos fue defensor del federalismo y de la religión católica. Al reestablecerse las relaciones con Buenos Aires mediante el Pacto de Benegas, Bustos ofreció llamar a un Congreso General Constituyente en Córdoba. El plan naufragó por Bernardino Rivadavia, quien convocó a firmar en Buenos Aires el Tratado del Cuadrilátero y la Constitución unitaria de 1826, que fue rechazada por el interior.

Batallas contra Paz. El 22 de abril de 1829, José María Paz batió a Bustos en la batalla de San Roque, derrocó al gobierno y se entronizó de facto. Facundo Quiroga acudió a apoyarlo, pero ambos fueron derrotados por “el Manco” Paz, en las batallas de La Tablada y Oncativo.

Luego de las derrotas y malherido, trató de alejarse camino a Santa Fe. Lo sorprendió la noche, fue avistado y perseguido por una patrulla enemiga que le intimó a rendirse; intentó resistirse, pero su brazo herido no pudo blandir la espada. Era una zona en que la barranca se alzaba y cortaba casi verticalmente. Este valeroso criollo no se entregó, volvió grupas, cubriéndoles los ojos a su caballo con un poncho, clavó espuelas, lanzó el animal a la carrera y saltó desde el abrupto barranco hasta el lecho del río.

Sufrió graves heridas ante el impacto de su pecho contra el equino. Pese a ello, ganó la orilla y se refugió en una quinta de la costa, donde lo auxiliaron.

Luego, marchó a pie hacia su destino final, Santa Fe, donde arribó el 10 de julio. Fue recibido por López, con el rango que Bustos merecía, y dio asilo a él y a toda su familia, que llegó después desterrada por Paz, quien los persiguió y confiscó todos sus bienes.

El 18 de septiembre de 1830 murió a los 51 años, como consecuencia de las heridas recibidas. Sus restos fueron inhumados en predios del convento de Santo Domingo.

El 21 de mayo pasado, por decisión del Gobierno provincial, se cumplió la deuda al erigirle a Bustos un monumento en su homenaje.

La Voz del Interior, 11-9-10

Paseos sanmartinianos en Mendoza



Como una forma de mayor acercamiento, hacia la figura del General San Martín, los mendocinos y turistas cuentan con un amplio abanico de posibilidades en lo que concierne a los sitios sanmartinianos en nuestra provincia.

En los lugares donde el Padre de la Patria desarrolló su actividad quedaron marcadas sus acciones de gobernador, de estratega y de hombre simple. Hoy son espacios que se pueden visitar en familia o con amigos: algunos para disfrutar al aire libre; otros, para apreciar el paso de los años.

Campo Histórico "El Plumerillo”

El área ambientada del Campo Histórico es un lugar con historia, para revivirla en forma didáctica a través de elementos y materiales réplicas, utilizados por el Ejército de los Andes. Un sitio donde a través de una escenografía acorde a la época y la reconstrucción de elementos de entonces, se guía a los visitantes en un viaje imaginario a través del tiempo, ubicándolos en los aprestos para traspasar la cordillera de los Andes en busca de la libertad de medio continente.

Durante la visita se puede revivir todo el marco de situación del lugar. Así, se muestran (según datos históricos) cómo se componía el vivac, el uso de las barracas, la formación del ejército, su vestimenta, los alimentos que consumían las tropas, los lugares para la vigilia de sueño, la forma en que se instruían, el armamento que utilizaban... Es decir, que el visitante puede transportarse en el tiempo para conocer de cerca el marco de situación histórico.

En este retorno al pasado, los soldados de aquella época tomarán forma en cada uno de los visitantes al recorrer las barracas de adobe con techos de palos, cañas y paja, pisando los suelos de tierra, con la posibilidad también de lucir los uniformes, tomar el mismo armamento y hasta si lo desean y se atreven, disparar el sonido sordo de un cañón.

Horarios de atención: lunes a viernes de 8.30 a 18.00; sábados de 8.30 a 12.30 y de 14.00 a 18.00.

Domingos y feriados: de 9.00 a 12.30. Costo contribución de la visita: $ 1. Contingentes: es aconsejable solicitar turno con anticipación para prever guía. Dirección: Lisandro Moyano e Independencia, Las Heras. Medios de transporte: líneas 61, 62, 63, 67.

Manzano Histórico

Se trata del lugar al que retorna el General San Martín después de su campaña a Perú. Se dice que apenas llegó del paso del Portillo, descansó a la sombra de un manzano del cual actualmente sobrevive un retoño. La Reserva Manzano Histórico se ubica en el Departamento de Tunuyán, a 43 kilómetros de la ciudad cabecera de este departamento. Se accede a ella a través de la Ruta Nº 94 asfaltada en todo su recorrido.

Allí se encuentra emplazado el Monumento al General San Martín, recordando el paso del Libertador por esta tierra. En la seccional de Guardaparques hay una estación piscícola de cría de truchas. Posee un gran atractivo paisajístico, formado por innumerables arroyos poblados de peces. Sirven de marco extensos relieves montañosos, resaltando la presencia del pico Punta Negra, a los pies del cual se hallan Los Arenales, un importante centro de escalada en roca. Esta reserva puede ser visitada todo el año, y entre las actividades que se realizan se encuentran el parapentismo, trekking, montañismo, pesca deportiva , cabalgatas y el ciclo turismo.

Superficie: 1.000 has Acceso: ruta 92 empalme ruta 94. Informes: Dirección de Recursos Naturales Renovables Parque General San Martín.

Sala de la Bandera del Ejército de los Andes

Testigo de luchas y glorias de la gesta sanmartiniana, fue confeccionada por damas mendocinas y religiosas del Colegio de la Buena Enseñanza y concluida en la víspera del 5 de enero de 1817. Ese mismo día se juró y se nombró Patrona del Ejército de los Andes a la Virgen del Carmen de Cuyo. En 1888 el gobernador Tiburcio Benegas le hizo ocupar un lugar de honor en la Casa de Gobierno. En 1992 el gobierno de Mendoza la declaró emblema provincial mediante Ley NI' 5930. Actualmente se encuentra en la sala principal de acceso custodiada por el Regimiento de Infantería de Montaña Nº 11 Gral. Las Heras. Ubicación: Paseo Cívico.

Museo del Área Fundacional

Conforma un todo arquitectónico, visual y didáctico del que participan la antigua Plaza Mayor -hoy Pedro del Castillo- con las ruinas de San Francisco y la sección del Parque O’Higgins adyacente al predio fundacional.

El Museo consta de tres salas bien diferenciadas: la arqueológica, que muestra las colecciones; otra que exhibe el crecimiento de Mendoza mediante los dioramas, y la tercera, las excavaciones y las documentaciones inherentes a las mismas y que dieron motivo a la construcción del museo.

Es un sitio eminentemente arqueológico, todo lo que se exhibe son piezas cedidas en préstamo o donadas por coleccionistas particulares. Hay piezas muy importantes, de origen tanto incaico como huarpe. También se muestran distintas épocas haciendo hincapié en dos importantes momentos de “ruptura”: la llegada del conquistador por un lado, y en segundo lugar el terremoto de 1861 que destruyó toda la ciudad. Todo esto es evidenciado mediante ‘dioramas’, que son pequeñas ventanas que asoman al espectador hacia el pasado.

El área fundacional es el símbolo de la zona más amplia que albergó San Martín, desde asentamientos huarpes del Valle de Huentata, hasta los sitios nominados en la fundación de la ciudad de Mendoza en 1561 y su evolución en la época hispánica. Testigos de la historia son las ruinas de San Francisco, los restos del Cabildo en el Museo del Área Fundacional, la fuente colonial en la plaza Pedro de Castillo. En el área se proclamó ala Virgen del Carmen de Cuyo Patrona del Ejército de los Andes y se bendijo la bandera. Aquí se recibieron y se dieron a conocer las primeras noticias de la campaña libertadora.
Ubicación: Alberdi y V. Castillo, ciudad.

Mendoza, la elegida del Libertador
Por Ana Edelmira Castro - Historiadora

“Los lugares sanmartinianos son muy importantes porque están íntimamente ligados con nuestra historia. Hay que pensar que la presencia de San Martín en Mendoza fue decisiva en la historia de la Provincia.

Ahora, hay algo que no podemos ignorar, y es que no nos han quedado edificios o monumentos. Sólo contamos con sitios, lugares por donde el General San Martín estuvo, pasó o acampó el Ejército, es decir, eso es lo que nos queda.

Nadie puede venir acá a buscar edificios, ya que de eso no quedó nada con el terremoto de 1861. En una palabra contamos con sitios o solares que nos recuerdan la presencia de San Martín.

Hay que tener en cuenta que Mendoza es la provincia en la que él permaneció durante más tiempo, mientras estuvo en América. Además del lugar en donde fue gobernador y al mismo tiempo preparó al Ejército de los Andes.

Es la tierra que el Libertador más quiso y a la cual él deseó volver para pasar sus últimos años, hecho que lamentablemente no pudo lograr.

Para los mendocinos, la presencia de San Martín representa una experiencia entrañable revivida a través de diferentes lugares. Para los que vienen de otros sitios del país, es importante el encuentro con el General a través de estas rutas sanmartinianas. Siendo el prócer más importante de nuestro país, es fundamental que el turista se encuentre con estos lugares que tienen que ver con la gesta libertadora y con su presencia.

Hay algo fundamental que los mendocinos debemos tener en cuenta: la historia de San Martín no se ha terminado de investigar, se sigue investigando y escribiendo”.

Algunos sitios

Capital

Área Fundacional
Ruinas de San Francisco
Convento de Santo Domingo
Casa Natal de Merceditas
Solar de San Martín (Biblioteca Pública General San Martín y Museo Histórico Gral. San Martín)
Canal Tajamar
Paseo La Alameda
Iglesia La Merced


Junín

Posta El Retamo
Molino Histórico y Acequia de la Patria


Maipú

Carril Viejo de Barriales
Posta de Rodeo del Medio


Las Heras

Campo Histórico el Plumerillo
Batán de Tejeda (Panquehua)
Estancia de Canota
Estancia Las Higueras
Puesto El Jagüel
Posta de Villavicencio
Caminos por Paramillos hasta Uspallata
Estancia Carrizal
Estancia Yalguaraz
Estancia Tambillos
Valle de Uspallata
Zona del Combate de Picheuta
Polvaredas
Sitio del Combate de Los Potrerillos (en Punta de Vacas)
Estancia Las Cuevas
Paramillo de Las Cuevas
Casuchas de la Cordillera


La Paz
Posta de Corocorto

Lavalle

Posta de Jocolí
Posta de Árbol Solo
Posta de Guanacache

San Carlos

Ruinas del Fuerte San Carlos

San Martín

Chacra de Los Barriales -Museo Histórico Municipal Las Bóvedas.

Santa Rosa

Posta de La Dormida
Posta de Catitas

Tunuyán

Portillo Argentino
Portillo de Piuquenes


Fuente: Ministerio de Turismo y Cultura. y Diario LOS ANDES

Nuevo agravio a San Martín



La revista “Ñ”, del 14 de agosto, acaba de efectuar un insólito homenaje al general San Martín, incluyendo en la edición de esa fecha Un tributo a 160 años de su muerte. Se trata de utilizar una vez más el recurso de la ficción, para publicar tres artículos sobre Vidas imaginarias de San Martín (páginas 16 y 17).

Con excepción de Una tarde en Grand Bourg, relato de un diálogo imaginario entre Sarmiento y San Martín, los artículos tienen un contenido difamatorio que, seguramente, muchos lectores desprevenidos tomarán como una versión libre de la verdadera historia del Padre de la Patria.

El escrito más repudiable es El hombre impar, de Martín Kohan, que gira en torno a Delfín L. Cáceres, un soldado que habría sido incorporado al Ejército Libertador por su parecido físico con el general, para actuar como doble del mismo. Pues bien, relata este cuento que dicho soldado fue quien viajó al Perú, conversó con Bolivar y vivió en Europa hasta su muerte. Pues el verdadero San Martín, cuenta, murió en Chile, asesinado por un marido engañado.
No obstante, los restos que yacen en la Catedral de Buenos Aires son los del Libertador, traídos desde Valparaíso y no desde Calais en 1880, pues “terminaron todos por admitir que lo más conveniente era mantener las formas hasta el fin, contando con la patriótica complicidad de allegados y familiares”. A Cáceres “le tocó en suerte vivir en lugar de San Martín, tomar Perú en su lugar, gobernarlo en su lugar”.

Habiendo proliferado en los últimos años tantos pseudo historiadores que se han dedicado a difundir falsas tesis sobre nuestro héroe máximo, resulta indignante que la revista de cultura del diario Clarín, pueda impunemente agraviar su memoria con la excusa de la ficción.

Manifestamos la esperanza de que el Instituto Nacional Sanmartiniano cumpla con su finalidad de rectificar públicamente los errores que se difundan sobre la verdad histórica de San Martín (Art. 2º, inc. e, del Decreto Nº 23.131, de 1944.

Terragno: Académico Sanmartiniano



La Academia Sanmartiniana ha decidido incorporar a su seno, como Académico de Número, al Dr. Rodolfo Terragno. Siendo simples admiradores y difusores de la vida y obra del Padre de la Patria, carecemos de autoridad intelectual para cuestionar dicha decisión, pero no podemos ocultar nuesta opinión al respecto, puesto que ya la habíamos manifestado antes de la mencionada resolución (“El diario de San Martín, escrito por Terragno”)[1].

El escritor citado, a nuestro juicio, cuando se ocupa de temas históricos –y en particular, de San Martín- no lo hace con el rigor que dicha ciencia requiere; como expresaba León XIII:
Esta es la primera ley del historiador, no decir nada falso, y la segunda ley es no callar nada de la verdad.
Por su parte, un leal admirador de San Martín, comenzaba el primer capítulo de un libro de divulgación:
Los relatos históricos, en general, presentan pequeños y grandes defectos que son el resultado de variadas circunstancias relacionadas con la investigación. Para ser honesta, debería basarse en hechos concretos y documentos valederos
[2].
Córdoba, junio 18 de 2010.-

Mario Meneghini


[1] www.forosanmartiniano.blogspot.com.ar/2009/09/otra-novela-historica.html

[2] Favaloro, René G. “¿Conoce usted a San Martín?; Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1992, p. 15.

Bandera de la Provincia de Tucumán


La Legislatura de Tucumán aprobó la nueva bandera provincial, con el diseño de la Bandera de Macha.


El texto finalmente aprobado por la Legislatura con el Nº 8.291, modifica parcialmente el que se había publicado en este blog y figura más abajo. La modificación más importante consiste en que la imagen de la Virgen no se ubica en el cuerpo principal de la bandera sino en la corbata. A continuación se reproduce el contenido oficial de la Ley:




Ley Nº 8.291 (1-10-2011)

La Honorable Legislatura de la Provincia de Tucumán
Sanciona con fuerza de
Ley


Artículo 1°- Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mándela hacer blanca y celeste.

Artículo 2º- Créase la bandera de la Provincia de Tucumán, con dos franjas horizontales blancas y al medio una azul celeste. Disposición y colores pertenecientes al ejército del norte en las batallas de la independencia al mando del general Manuel Belgrano.

Artículo 3º- En las ceremonias oficiales la Bandera llevará como pieza de honor la imagen de la Vice Patrona y Protectora de la provincia con su bastón de mando en la parte superior de la corbata, igual al diseño que se adjunta como parte de la presente ley, en función de la importante presencia de esta advocación en la historia de nuestra provincia.

Artículo 4°- La Bandera de la Provincia de Tucumán constará de un paño de 140 cm de largo por 90 cm de ancho, dividida en tres franjas iguales de 30 cm cada una. La corbata será de igual tamaño que la de nuestra bandera nacional y la imagen de la Vice Patrona y Protectora de la provincia será proporcional a sus dimensiones.

Artículo 5º- Las tres primeras banderas que se confeccionen, quedarán en custodia en los edificios que representen al Poder, Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Artículo 6°- El Poder Ejecutivo implementará los medios necesarios para su confección, divulgación y utilización en todos los edificios y organismos públicos de la Provincia y delegaciones fuera de su territorio.

Artículo 7°- La Bandera de la provincia de Tucumán, presidirá todos los actos oficiales y deberá flamear dentro del territorio provincial en todos los organismos públicos provinciales y municipales, en sus establecimientos educativos y en toda delegación representativa de Tucumán fuera de su territorio provincial.

Artículo 8º- La Bandera Oficial de la provincia de Tucumán será izada en todos los actos oficiales en mástil separado de la Bandera Nacional; cuando se trate de un solo mástil se izara debajo de la Nacional. Asimismo en las ceremonias se ubicará a la izquierda de la Bandera Nacional y en los desfiles marchará atrás de esta última.

Artículo 9°- Los gastos que ocasionare la presente Ley se imputarán a las partidas correspondientes del presupuesto provincial.

Artículo 10º- Comuníquese.


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Proyecto previo: Expediente Nº 152-PL-09


La Honorable Legislatura de la Provincia de Tucumán

Sanciona con fuerza de
Ley

Artículo 1°- Créase la bandera de la Provincia de Tucumán, la que será idéntica a la bandera de Macha con dos franjas horizontales blanca y al medio una azul celeste donde llevará como pieza de honor la imagen de la Virgen de la Merced.

Artículo 2°- La Legislatura de la provincia de Tucumán a través de una Comisión Especial será la encargada de supervisar y aprobar la confección de la enseña provincial.

Artículo 3°- La primera bandera aprobada que se confeccione, quedará en custodia en el edificio de la Legislatura Provincial.

Artículo 4°- El Poder Ejecutivo implementará los medios necesarios para su confección, divulgación y utilización en todos los edificios y organismos públicos de la Provincia y delegaciones fuera de su territorio.

Artículo 5°- La Bandera de la provincia de Tucumán, presidirá todos los actos oficiales y deberá flamear dentro del territorio provincial en todos los organismos públicos provinciales y municipales, en sus establecimientos educativos y en toda delegación representativa de Tucumán fuera de su territorio provincial.

Artículo 6º- La Bandera Oficial de la provincia de Tucumán será izada en todos los actos oficiales en mástil separado de la Bandera Nacional; cuando se trate de un solo mástil se izara debajo de la Nacional.

Artículo 7°- Los gastos que ocasionare la presente Ley se imputarán a las partidas correspondientes del presupuesto provincial.

Artículo 8º- Comuníquese.



FUNDAMENTOS

Una bandera es el elemento que permite distinguir con precisión, a una Nación, de otra, o a una provincia de otra. Es lo que representa e identifica más allá de las palabras y trasciende más allá de los hombres.
Encarna un símbolo cabal de soberanía y así lo entendió Manuel Belgrano cuando decidió enarbolar ante su tropa la primera enseña nacional, un 27 de febrero de 1812 en la Villa de Rosario.
Sobre ella, se sabe que comunicó al Triunvirato formado por Sarratea, Paso y Chiclana, del que era secretario Rivadavia, diciendo: “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mandela a hacer blanca y celeste”
Sobre el origen de los colores se hablo y escribió bastante, por esto considero importante dejar en claro esta situación. Es por todos conocidos, el ferviente catolicismo que profesaba Belgrano, sus actos públicos estaban acordes con sus máximas conformando así esa personalidad grande, humilde y piadosa que lo caracterizaba y siendo coherente en acción y pensamiento, reflejo su fe en lo que él consideraba elemento importante para continuar su lucha.


Sobre esto se despejan las dudas al decir de su propio hermano cuando afirmo que: “Al dar Belgrano los colores blanco y celeste a la bandera, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, honrar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto por haberse amparado a su Santuario de Luján”. Sentir este que está plasmado en las palabras que dirige el mismo General Belgrano a su ejército… “Soldados de la Patria, no olvidéis jamás que nuestra obra es de Dios, que él nos ha concedido bandera, que nos manda que la sostengamos y que no hay una sola cosa que no nos empeñe en mantenerla con el honor y decoro que le corresponde…” y para dar mayor precisión, debemos recordar que la liturgia católica representa el misterio de la Inmaculada Concepción de María en su advocación, vestida con los colores blanco y celeste.
Tomada la decisión de crear bandera parte a principios de marzo por orden del Triunvirato hacia el Norte, hecho que le impide recibir la comunicación del gobierno reprobando la presentación de la nueva bandera. Una segunda amonestación, luego de los festejos del segundo aniversario de la Revolución de Mayo en Jujuy, provoca un gran disgusto en Belgrano, motivando una peculiar carta de respuesta, que permite apreciar en toda su dimensión el pensamiento del prócer: su respeto al gobierno, el compromiso con las ideas revolucionarias y su deseo de que las Provincias Unidas fueran vistas como una nueva nación.


Por ese respeto es que obedece al gobierno, dejando de exhibir su bandera nacional, la cual no destruye sino que conserva consigo diciendo que “si acaso me preguntan por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria para el ejército y como esta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentaran con la que le presenten” más fiel a su sentir aclara que “V.E tendrá su sistema, pero le diré también con verdad, que como hasta los indios sufren por Fernando VII y los hacen sufrir con los mismos aparatos que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír nombre de Rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan”
Son los tiempos del éxodo jujeño; las fuerzas realistas avanzan a paso firme desde el Norte después de derrotar la sublevación Cochabambina; los patriotas sin posibilidad de ofrecer resistencia pero con gran coraje, dejan Jujuy, evacuan su población y se alejan atravesando suelo salteño en dirección a Tucumán. Hecho que marcó para siempre la templanza y el coraje del pueblo jujeño.


Ya en Tucumán, y con el apoyo del pueblo tucumano que se niega a huir de los realistas, Belgrano hace frente al ejercito del rey y los vence el 24 de Septiembre, día de la Virgen de la Merced, siendo esta su primer gran batalla que deja al descubierto la herencia guerrera que corría por las venas de los pobladores norteños, legado de los primeros habitantes de este suelo. De esta batalla, Vicente Fidel López llama a Tucumán “la más criolla de cuantas batallas se han dado en territorio argentino”; en ella faltó prudencia, previsión, disciplina y orden; no se supieron aprovechar todas las ventajas; pero en cambio sobro coraje, arrogancia, viveza, generosidad... y se ganó la batalla que salvo a la Patria derrotando al ejército español.
En la mañana del 24 de septiembre de 1812, día del combate, el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen de la Merced, puso su confianza en Dios y en la Santa Madre, bajo cuya protección puso sus tropas. Después del triunfo Belgrano resalto que la victoria se obtuvo el día de Nuestra Señora de las Mercedes, diciendo textualmente: “La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos ".
El general Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando. La entrega se efectuó durante una solemne procesión con todo el ejército, que terminó en el Campo de las Carreras, donde se había librado la batalla.


Allí, se dirigió hacia las andas en que era conducida la Virgen las Mercedes y haciéndola bajar hasta ponerla a nivel, le entregó el bastón que llevaba, poniéndolo en las manos de la Virgen proclamando a la Virgen de la Merced como Generala del Ejército.
Un detalle que no menor es que las religiosas de Buenos Aires, al tener conocimiento de estos actos de devoción, remitieron a Belgrano cuatro mil escapularios de la Virgen de la Merced para que los distribuyera a las tropas. Antes de partir rumbo a Salta, el batallón de Tucumán se congregó frente al atrio del templo de Merced, donde fueron entregados los escapularios, Tanto los jefes como oficiales y tropas los colocaron sobre sus uniformes.
El 20 de febrero de 1813 los argentinos que buscaban su independencia se enfrentaron nuevamente con los españoles en Salta. Antes de entrar en combate, Belgrano recordó a sus tropas el poder y valimiento de María Santísima y les exhortó a poner en Ella su confianza como en Tucumán, ofrendándole los trofeos de la victoria si por su intercesión la obtenía.
Así paso, vencieron nuevamente a los españoles y de las cinco banderas que cayeron en poder de Belgrano, una la destinó a la Virgen de las Mercedes de Tucumán, dos a la Virgen de Luján y dos a la Catedral de Buenos Aires.


A partir del año 1812, el culto a Nuestra Señora de las Mercedes adquiere una gran solemnidad y popularidad. Ya no solo era el fervor católico sino la representación de libertad lograda, lo que representaba la Virgen de la Merced al pueblo tucumano; ella no le pertenecía ya solo a los católicos, sino a todos los tucumanos, trascendió la fe y se estableció como un referente de la sociedad tucumana, al punto que en 1813, el Cabildo de Tucumán pide al gobierno eclesiástico la declaración del vicepatronato de Ntra. Sra. de las Mercedes "que se venera en la Iglesia de su religión" y ordena de su parte que los poderes públicos celebren anualmente su fiesta el 24 de septiembre. El 4 de septiembre de 1813 la Autoridad Eclesiástica, por Decreto especial, declara festivo en homenaje de la Virgen el 24 de septiembre. Fecha que es en la actualidad una de las más sentidas de Tucumán y el norte argentino.


En la gran victoria de Tucumán, con la bendición de la Virgen de la Merced, aquella bandera creada tiempo atrás y obligada a ser olvidada, se dirigió airosa a la cabeza del ejercito y marcho con él hacia el norte; ondeó en la famosa batalla de Salta, entró al Alto Perú, paso parte del altiplano y estuvo en Potosí y en Charcas; es la bandera de Vilcapujio, donde nadie se explicó el porqué de la derrota, pero sobre la que el general Belgrano levantándola frente a su debilitada tropa los arengó diciendo: “Soldados hemos perdido la batalla después de tanto pelear, la victoria nos ha traicionado pasándose a las filas enemigas en medio de nuestro triunfo. ¡NO IMPORTA! Aún flamea en nuestras manos la bandera de la Patria”
Nadie había pronunciado palabras que enaltecieran tanto a la bandera como las transcriptas; demostrando que la bandera blanca y celeste se encontraba enhiesta cobijando a altoperuanos y argentinos decididos a combatir por la causa de la emancipación.


Quiso Belgrano aprovechar la inacción del vencedor y estableció en Macha su cuartel, para luego salir en busca del enemigo el 12 de noviembre, con dirección a Ayohuma. El 14 de noviembre se empeño en combate que resulto en desastre a las armas del ejército del norte, pero a pesar de la derrota, no tuvo el vencedor la bandera victoriosa de la gesta norteña; ella fue preservada junto a la creada más tarde, en un lugar seguro. Una vez más, aquella bandera que fuera renegada desde sus orígenes pero responsable de los triunfos más importantes, había salido victoriosa.
Después de la batalla de Ayohuma, una de las más notables de la campaña de la emancipación colonial, cuya gloria no se atenuó por el éxito desgraciado de sus armas, los esfuerzos de Belgrano por preservarla no fueron en vano. Sobre quienes se encargaron de guardar la bandera giran diferentes versiones; para algunos fueron un grupo de indios identificados con la causa americana, para otros fue un Coronel que antes de la orden de retirada, es enviado a Macha por el general Belgrano con igual objetivo; en ambos casos, se plantea que no pudiendo ingresar a la Villa por encontrarse con las avanzadas realistas, se detienen en Titirí donde el párroco que también comulgaba con las ideas independentistas la ponga en lugar seguro.


Más allá de las anécdotas y teorías, lo relevante es que para Belgrano el cuidado de la bandera era un tema mayor; porque en cualquiera de ambos casos, fue el mismo en persona quien impartió órdenes reservadas de ocultar la bandera jurada para no ser extraviada ni arrebatada por los realistas. Se evito así que la bandera fuera trofeo de guerra.
En 1885 al asearse la iglesia de Titiri anexo de Macha sale nuevamente a la luz la bandera blanca y celeste; fue llevada a Sucre donde el Arzobispo dispuso que se la coloque en el santuario de la Virgen de Guadalupe.
Enterado de esto un ministro Plenipotenciario de la Republica Argentina, pasa un oficio con fecha 4 de junio de 1893 a la Cancillería de Bolivia, reclamando no solo la bandera blanca y celeste, sino también aquella segunda (celeste y blanca) que fuera reconocida y jurada tiempo después.
En 1896, se suscribe un protocolo entre las cancillerías de Bolivia y Argentina por el cual la primera accedía a entregar una de las banderas encontradas.


En la actualidad, la bandera celeste y blanca entregada por Bolivia, se expone en el Museo Nacional de Historia, mientras que la bandera Blanca y celeste se exhibe con recelo en la Casa de la Libertad, en Sucre, Bolivia.
No es azaroso que la República de Bolivia decida entregar una y no otra de las banderas. Ella representa más que soberanía; la bandera blanca y celeste es símbolo de alta moral, su creación no fue una estrategia militar sino una posición política de quien entendía soñaba con la Patria Grande; ella flameó con fuerza y orgullo en las batallas más significativas de las luchas por la Independencia y represento el sentir de los pobladores del actual norte argentino, que prefirieron morir luchando antes que ser esclavos.
La bandera de Macha o Bandera de Belgrano, como también se la conoce, es entonces el símbolo de los esfuerzos comunes a favor de la causa americana.


Esta bandera, que en definitiva pudo haber sido nuestra primera bandera debe ser reconocida no solo por su importancia histórica sino por su representación simbólica y debe ir acompañada por la imagen de la Virgen de la Merced porque es nuestra Patrona, es la mayor expresión de fe y valor de los hombres y mujeres del norte, por encima de toda diferencia.
Ellas encarnan la fuerza indomable del norte argentino, donde bajo la advocación de María santísima se desarrollaron las acciones claves para lograr no solo la independencia de las provincias unidas a través de las batallas, sino el nacimiento de una nación; donde años más tarde, un grupo de hombres que representaban a sus pueblos, tomaron la decisión política de declararse libres del dominio extranjero, firmándolo a costa de sus vidas, pero convencidos de que tanta sangre derramada no fue en vano. Donde en la actualidad quienes representamos voluntades distintas buscamos juntos destinos comunes en la misma provincia donde flameo por primera vez y donde se le entrego el bastón de mando; ellas nos representan y nosotros debemos honrarlas como lo merecen, es por eso que pido a mis pares que me acompañen aprobando el presente proyecto.




Nuevos datos sobre San Martín


En la revista Todo es Historia, se publicó un artículo del embajador Guillermo Jacovella[1], que aporta nueva información, debidamente documentada, que complementa lo sostenido en nuestro artículo "San Martín no fue masón" (http://forosanmartiniano.blogia.com/2006/octubre.php ).

1. Nos interesa detenernos en lo que se expone respecto a la medalla confeccionada por el artista belga Jean Henri Simon, una de las diez que preparó por encargo del Rey, como homenaje a otros tantos hombres célebres. Para esta medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de perfil de nuestro héroe. Se conserva una sóla medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas, que tiene escrito, en el reverso: “Loge La Parfaite Amitié constituée a l’Oriente de Bruxelles le 7 julliet 5807 (1807) au Géneral San Martín 5825 (1825)”.
En el anverso, figura “General San Martín”, alrededor del retrato, y abajo “Simon F”, indicando el nombre del grabador y su pertenencia a la masonería (F: frere, hermano).

2. Se puede deducir que esta medalla fue confeccionada sobre el molde de la oficial, encargada por el Rey, y no hay constancias de que San Martín la haya recibido. No figura en ella como “F”, sino como General. Tampoco figura su nombre en las listas y actas de la logia mencionada, como lo ha reconocido Frank Langenauken, director del Centro de Documentación Masónica de Bruselas. Esto es muy importante, pues, al ser ocupada Bélgica en la 2da. Guerra Mundial, los alemanes incautaron archivos oficiales y de la masonería. Luego esos archivos quedaron en poder de la Unión Soviética en Moscú, y el gobierno belga consiguió recuperarlos recientemente

3. Hace una década, el Dr. Terragno escribió: “Cuando todos los materiales estén clasificados y al alcance de los investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre la Parfeite Amitié y los vínculos masónicos de San Martín en Bruselas”[2]. Pues bien, estando ya los documentos disponibles, se realizó una exhaustiva investigación, “sin que se pudiera encontrar mención alguna al general San Martín o al homenaje de la referida medalla”[3].

4. Consideramos muy valiosa la información aportada por el señor Jacovella, para desmentir una falsedad histórica. Debemos discrepar, sin embargo, con dos afirmaciones del autor:
a) que “se puede afirmar que era de claras convicciones liberales”;
b) que la masonería no estuvo condenada por la Iglesia hasta 1884.

5. Sostiene Jacovella que “si San Martín hubiera querido iniciarse en la masonería durante los largos años que vivió en Europa (hasta 1850), ello no hubiera sido abiertamente incompatible con su condición de católico y mucho menos de liberal” (p.25). La encíclica de 1884, a la que se refiere el autor, es la Humanum genus, de León XIII. Pues bien, ese documento ratifica expresamente las constituciones:

“In eminenti”, de 24-4-1738, de Clemente XII.
“”Providas”, de 18-5-1751, de Benedicto XIV.
“Ecclesiam a Iesu Christo”, de 13-9-1821.
“Quo graviora”, 13-3-1825, de León XII.

A través de dichos documentos, la “Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la masonería, constituída contra todo derecho divino y humano, era tan perniciosa para el Estado como para la religión cristiana. Y amenazando con las penas más graves que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad”[4].

6. Sobre el liberalismo, nos pronunciamos en "San Martín, ni masón ni liberal" (www.mario-meneghini.blogspot.com ).

7. Félix Luna, director de la revista Esto es Historia, hasta su fallecimiento, escribió en el editorial del número comentado, refiriéndose a San Martín:

“…no hizo falta ninguna medida de gobierno para imponer su culto. En este aspecto, vemos cómo han sido inútiles algunos intentos de revisar el recuerdo histórico de San Martín aportando pretendidos documentos o revelaciones que modificarían sustancialmente su personalidad. Así, los intentos de presentarlo como un mestizo, hijo de una india guaraní, o los que le adjudican hijos ilegítimos habidos en el Perú. Aparte de la orfandad de las pruebas que se presentaron en estos casos, estas revisiones no calaron popularmente ni sirvieron paa que la imagen clásica del Libertador se modificara”.

Córdoba, 9-1-2010.

[1] Jacovella, Guillermo. “San Martín y los ideales masónicos”; Todo es Historia, Nº 505, agosto de 2009, páginas 20-25.
[2] Terragno, Rodolfo H. “Maitland & San Martín”; Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, p. 193.
[3] Jacovella, op. cit., p. 23.
[4] “Humanum genus”; p. 4.

Sus padres y hermanos


José A. Torre Revello (1893-1964)

EL PADRE: DON JUAN DE SAN MARTÍN

En el antiguo reino de León -cuyas vicisitudes históricas corren parejas con el de Castilla- nacieron los padres del Libertador.

En el pueblo de Cervatos de la Cueza nació don Juan de San Martín y Gómez, un 3 de febrero de 1728, hijo de Andrés de San Martín e Isidora Gómez. La aldea se levanta en la comarca de la Cueza, por donde atravesaba una calzada romana, y cuyo nombre lo toma por el del río que la cruza. El investigador Eugenio Fontaneda, a quien seguimos en parte de esta exposición, supone que debió existir una antigua fortaleza Celta, origen de la actual población, en las cercanía del que fuera solar de los San Martín, hoy casa-museo salvada para la posteridad por el mismo autor.

Se trata de una morada noble castellana, austera, fuerte, construida de adobe, con tapial revestido de barro y paja, y concebida para guardar de los fríos de invierno. De este tipo de edificación cabe decir, como observó González Garrido, que fue llevada a América por Alonso de Ojeda, Juan de Garay y el mismo Juan de San Martín convirtiéndose, allende los mares, en la "técnica criolla por antonomasia".

Cervatos es, probablemente, la cuna del apellido San Martín. Parece ser originario del nombre de un santo hidalgo caballero andante, San Martín de Tours.

El mismo que providencialmente, fue patrono de la ciudad de Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, hoy Buenos Aires, Capital de la República Argentina.

El hogar donde naciera Juan de San Martín era morada de humildes labradores.

Al amparo de sus mayores, fortaleció su noble espíritu de cristiano y cuando cumplió dieciocho años, algo tarde para lo acostumbrado en la época, dijo adiós a sus buenos padres, orgulloso por ingresar en las filas del ejército de su patria, para seguir las banderas que se trasladaban de uno a otro confín del mundo.

El joven palentino se incorporó al Regimiento de Lisboa como simple soldado.

Inició su aprendizaje militar en las cálidas y arenosas tierras de Africa (al igual que lo haría su hijo José Francisco), donde realizó cuatro campañas militares. El 31 de octubre de 1.755 alcanzó las jinetas de sargento y, seis años más tarde, las de sargento primero. Cuando después de guerrear en tierras de las morerías regresó a la metrópoli, siguió a su regimiento a través de las distintas regiones en que estuviera de guarnición. Así le vemos actuar en la zona cantábrica y en la fértil Galicia, en la activa y fértil Guipúzcoa, en la adusta y sobria Extremadura y en la alegre Andalucía. Era Juan de San Martín un soldado fogueado y diestro en los campos de batalla cuando, en 1764, se le destinó para continuar sus servicios en el Río de la Plata. Cuando el 21 de octubre de 1764 se regularon en Málaga los servicios de Juan de San Martín, se le computaron diecisiete años y trece días en campañas. A raíz de su meritoria foja de servicios, se le ascendía a oficial del ejército real con los galones de teniente, cuyo título le fue extendido el 20 de noviembre de 1764. Su embarque con destino al Río de la Plata lo debió efectuar en Cádiz.La carrera militar de Juan de San Martín es, pues, aparentemente modesta; pero, en la hondura de su abnegada vida, se puede percibir el anuncio de las virtudes heroicas de su hijo menor, José Francisco.

Cuando desembarcó en el Riachuelo ejercía las funciones de gobernador Pedro de Cevallos, quien le confió el adiestramiento e instrucción del Batallón de Milicias de Voluntarios Españoles, hasta que, en mayo de 1765, lo destinó al bloqueo de la Colonia del Sacramento y del Real de San Carlos. Permaneció en esa zona hasta julio de 1766, en que se le confió la comandancia del Partido de las Vacas y Víboras, en la actual República Oriental del Uruguay.

En ese nuevo destino prestó imponderables servicios en la persecución del contrabando. En 1767 ocurrió el extrañamiento de los jesuitas con la confiscación de los edificios y toda suerte de bienes que poseían en España y en América.- Los religiosos tenían en la actual República Oriental del Uruguay, dependiente del Colegio Belén de Buenos Aires, una extensa y bien poblada estancia llamada "Calera de las Vacas" -que fue conocida después con el nombre de "Las Huérfanas"-; se extendía ésta por el norte hasta el arroyo de las Vacas, al este lindaba con el Migueletes y el San Juan y al oeste y suroeste con el caudaloso Río de la Plata.

En ese rico latifundio de cuarenta y dos leguas cuadradas, pastaban por millares distintas especies de ganado. El entonces gobernador Francisco de Paula Bucareli y Ursúa, le confirió al teniente San Martín la ocupación de la referida estancia, encargándole después su administración, que desempeñó hasta 1744, haciendo aumentar en forma extraordinaria sus beneficios.

Al mismo tiempo que Juan de San Martín ejercía las funciones de administrador, no dejó inactivas sus funciones militares, cooperando de acuerdo con órdenes de sus superiores en el bloqueo establecido permanentemente por España a la Colonia del Sacramento.

El gobernador Bucareli otorgó el 10 de abril de 1769 al padre del Libertador, el empleo de ayudante del Batallón de Voluntarios de Buenos Aires, que confirmó el monarca por título expedido en San Lorenzo el Real el 30 de octubre de 1772.

Varios hechos trascendentales ocurrieron en la vida de nuestro personaje durante su actuación n el Uruguay. Su casamiento con Gregoria Matorras y el nacimiento deç sus tres hijos mayores.

El matrimonio se realizó en el palacio episcopal, estando a cargo del obispo titular, Manuel Antonio de la Torre, el 1º de octubre de 1770. Los nuevos esposos se reunieron en Buenos Aires el día 12 de octubre de ese año, trasladándose poco después a Calera de las Vacas. Allí formaron su hogar y en ese lugar, en octubre nacieron tres de sus hijos: María Elena, el 18 de agosto de 1771; Manuel Tadeo, el 28 de octubre de 1772 y Juan Fermín Rafael, el 5 de octubre de 1774.

Cuando el teniente Juan de San Martín cesó en las funciones de administrador de la estancia de Calera de las Vacas, el gobernador de Buenos Aires, Juan José de Vértiz y Salcedo, lo designó el 13 de diciembre de 1.774 teniente gobernador del departamento de Yapeyú, haciéndose cargo de sus nuevas funciones "desde principios de abril de 1.775."

Yapeyú había sido una de las reducciones más florecientes y ricas en tierras y ganados, que fundó la acción fervorosa y ejemplar de los padres de la Compañía de Jesús. Fue erigida a iniciativa del provincial P. Nicolás Mastrilli, con la cooperación del mártir y beato P. Roque González de Santa Cruz, superior de las misiones del Uruguay, y el P. Pedro Romero, su primer párroco. Su instalación se efectuó el 4 de febrero de 1.627, junto al arroyo llamado Yapeyú por los indígenas, bautizándose con el nombre de Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú.

Yapeyú fue baluarte de civilización y del cristianismo frente a los indomables indígenas, como los charrúas y los yaros, y t ambién lo fue contra los temibles bandeirantes, hordas de hombres blancos que vivían al margen de toda ley humana y que a sangre y fuego sembraron el terror y la muerte, asolando a las incipientes misiones.

Con el correr de los años, Yapeyú se convirtió en uno de los pueblos más ricos de las misiones. Poseía estancias en ambas bandas del río Uruguay.

El pueblo quedó casi abandonado después de la expulsión de los misioneros de la Compañía de Jesús.

Dos nuevos vástagos aumentaron la familia San Martín-Matorras en Yapeyú: Justo Rufino, nacido en 1776, y nuestro Libertador, José Francisco, que vio la luz el 25 de febrero de 1778.

Siendo el pueblo de Yapeyú fronterizo a zonas de litigio, sus habitantes vivían bajo continuas amenazas de guerra.

El nuevo mandatario, Juan de San Martín, desde que ocupara la tenencia, activó la organización de un cuerpo de naturales guaraníes compuesto por 550 hombres, que al ser revistados por el gobernador de Misiones, Francisco Bruno de Zabala, le hicieron decir que era como la más arreglada tropa de Europa. Esas fuerzas, adiestradas por el teniente San Martín, se destinaron a contener los desmanes de los portugueses y las acometidas de los valerosos y aguerridos charrúas y minuanes.

Merced a un informe emitido por el Virrey Vértiz, Juan de San Martín ascendió al grado de capitán del ejército real, por título que se expidió en El Pardo el 15 de enero de 1.779. Cuando este despacho llegó a sus manos hacía algunos meses que había cumplido cincuenta y un años de edad.

El constante estado de intranquilidad en que se vivía en la región motivó el traslado de Gregoria Matorras de San Martín a Buenos Aires, trayendo consigo a sus cinco hijos. En la capital se le reuniría su esposo en los primeros meses de 1781. El capitán San Martín, con actividad y celo encomiables no sólo puso en estado de defensa el departamento a su mando, sino que lo impulsó por las vías del progreso, realizando diversas obras de carácter público.

Terminada su actuación en Yapeyú, el capitán San Martín embarcó con rumbo a Buenos Aires el 14 de febrero de 1781, volviendo a reunirse entonces con su esposa e hijos e incorporándose de nuevo a las filas del ejército para ejercer las funciones de ayudante mayor de la Asamblea de Infantería. Desde Buenos Aires, el 18 de agosto, se dirigió por escrito al virrey Vértìz, a la sazón en Montevideo, ofreciéndose para cualquier servicio o bien para instruir a los naturales, en cuyo ejercicio se había distinguido durante su residencia en Yapeyú.

El padre del Libertador se dirigió a las autoridades superiores de la Corte pidiendo la correspondiente licencia para embarcarse con su familia con destino a la metrópoli. Le fue concedido lo solicitado por Real Orden, expedida el 25 de marzo de 1783. Casi un cuarto de siglo de constante actividad había consagrado a las regiones del Plata el veterano soldado; había actuado en campañas militares que acreditaron su valentía y había administrado con suma pureza bienes confiados a su cuidado.

En abril de 1784, Juan de San Martín llegaba a Cádiz; retornaba al suelo patrio con su mujer y cinco hijos. Los cuatro varones, al igual que su padre, abrazarían la carrera de las armas, pero de todos ellos, sólo el benjamín daría gloria inmortal al apellido paterno.

En Málaga pasaría los últimos años de su existencia, mientras sus hijos avanzaban en edad y aspiraciones. En esa ciudad iniciaron o completaron, en parte, los estudios los jóvenes hermanos San Martín. Con los ojos mirando más allá de los mares, Juan de San Martín exhalaba, el 4 de diciembre de 1796, su último suspiro. Se hizo constar que no había testado y que habitaba en un lugar de Málaga conocido por Pozos Dulces, camino de la Alcazabilla.

La viuda del antiguo teniente de Yapeyú, al mes siguiente del óbito de su esposo, dirigió una instancia al monarca Carlos IV en la que solicitaba una pensión. En 1.806. gestionó e insistió para que la reducida pensión que disfrutaba, de 175 pesos fuertes anuales, fuera transferida a su hija después de su fallecimiento. El rey resolvió no acceder a lo solicitado. Sus restos descansan hoy en el cementerio dela Recoleta de Buenos Aires.

LA MADRE: GREGORIA MATORRAS

La madre del futuro Libertador, doña Gregoria Matorras del Ser, fue el sexto y último vástago del primer matrimonio de Domingo Matorras con María del Ser. Fueron sus hermanos mayores: Paula, Miguel, Francisca, Domingo y Ventura. Vino al mundo el 12 de marzo de 1738, en el pueblo de la Región de Palencia, Reino de León, llamado Paredes de Nava (la villa debió su origen a antiguas construcciones castrenses, de donde viene su nombre "Paredes", en tanto que "Nava" significa llanura en lengua vasca y majada en hebreo).

Fue bautizada en la parroquia de Santa Eulalia al cumplir diez días (el mismo lugar donde nacieron y se bautizaron genios del Renacimiento español como Pedro Berruguete y su hijo Alonso, o Jorge Manrique, autor de "la mas bella poesía del Parnaso castellano de la Edad Media", según Marcelino Menéndez y Pelayo).

Haciendo valer el contenido del viejo proverbio "Una madre vale mas que cien maestros", muchos biógrafos aciertan a observar que en la idiosincrasia de la madre de José radicaron las razones más profundas de la nobleza y el desinterés del Emancipador. A los seis años, quedó huérfana de madre. A los treinta, aún soltera, viajó al Río de la Plata con su primo Jerónimo Matorras, ilustre personaje que aspiraba a colonizar la región chaqueña, obteniendo para el logro de esa empresa el título de gobernador y Capitán General de Tucumán. Antes de emprender el viaje obtuvo Matorras licencia, otorgada el 26 de mayo de 1.767, para traer consigo a su prima Gregoria, a su sobrino Vicente y a otras personas.

Llegada a Buenos Aires con don Jerónimo en 1767, fue el azar o la añoranza de su Tierra de Campos lo que le motivó a reunirse con paisanos. Así empezó a relacionarse con un bizarro capitán, oriundo de un pueblo próximo al suyo, que luego sería su esposo. En poco tiempo, se onocieron, se amaron y se prometieron.

Pero, como el deber de las armas llevó al novio a un destino en las Misiones Jesuíticas del norte, la novia hubo de casarse, por poder, con un representante de su marido el capitán de dragones D. Juan Francisco de Somalo, el 1 de octubre de 1770, con las bendiciones del obispo de Buenos Aires, don Manuel de la Torre, también oriundo de otro pueblo palentino, Autillo de Campos. La escritura, otorgada por don Juan cuatro meses antes de la celebración, "por palabra de presente como ordena Nuestra Santa Madre, la Iglesia Católica Romana", se refiere a la novia con estas palabras: "doña Gregoria Matorras, doncella noble, con quien tengo tratado, para más servir a Dios Nuestro Señor, casarme".

Es revelador conocer el testamento de doña Gregoria para vislumbrar su personalidad. firmado en Madrid, el año 1803, diez antes de morir. En el mismo se puede leer: "En el nombre de Dios Todopoderoso y de la Santísima Reina de los Angeles, María Santísima, Madre de Dios y Señora Nuestra, amen. Sépase por esta pública escritura de testamento (...) como yo, Doña Gregoria Matorras, viuda de Don Juan de San Martín capitán (...). Teniéndome la muerte, como cosa natural a toda creatura viviente, su hora tan cierta como incierta la de su advenimiento (...)."

En sus palabras se destacan una serenidad firme ante la muerte, una intensa fe religiosa y una gran reciedumbre de carácter. De hecho, los escritos de doña Gregoria y don Juan son testimonios de tales rasgos que, junto al amor por las Indias, eran principios que transmitían cuidadosamente a sus hijos, aunque de un modo muy particular fueron desarrollados por el general.

En otra parte del documento, se entrevé cierta predilección hacia José Francisco; porque, tras referirse a provisión económica destinada a la atención de las necesidades de sus hijos mayores, Manuel Tadeo, Juan Fermín y Justo Rufino, "para su decoro y decencia en la carrera militar", destaca que el que más le había costado era Justo Rufino, "actualmente guardia de Corps en la Compañía Americana", pues principalmente con él "se han gastado muchos maravedíes". A lo que añade, con entrañable acento: "Pero sí puedo asegurar que el que menos costo me ha tenido ha sido don José Francisco." ¿Cómo explicar esto, sabiendo que éste tomó lecciones de guitarra del compositor don Fernando Sors; que reunió una gran biblioteca, cuyo valor equivaldría a su sueldo integro de militar durante tres años; que tomó lecciones de canto, que nunca pidiera dinero a sus padres? El aparente misterio se aclara, si aceptamos que obtenía ingresos extra con actividades artísticas, que percibía, tal vez, de sus amigos y comerciantes de la logia de los "Caballeros Racionales", asamblea de inspiración francmasónica a que pertenecía. En efecto, en una de sus cartas comentaba que, si fracasaba en la carrera de armas, siempre podría ganarse la vida pintando paisajes de abanico. De hecho, la bandera de los Andes pintada al gouache él por nos le revela como avezado pintor. No obstante, como militar decimonónico, tuvo el pundonor de ocultar sus trabajos manuales como medio de obtener ingresos; y es que, en general, lo artesanal y las actividades mercantiles estaban mal vistas en aquella época. Doña Gregoria tuvo otro hermano, presbítero, llamado don Miguel, capellán de numero de la Santa Iglesia Catedral de Palencia,que aparece citado en documento de su esposo, autorizándole a administrar su bienes raíces adquiridos por herencia, sitos en Paredes de Nava. Tenía también otros hermanastros -pues el padre enviudó y volvió a casarse- que alcanzaron importantes puestos en la sociedad, como don Andrés, procurador de tribunal civil, don José, medico cirujano, y don Simón, medico de cámara de la reina Isabel II.

Desde que don Juan falleciera en Málaga a los sesenta y ocho años, teniendo José Francisco dieciocho, doña Gregoria no estuvo sola. Siempre le acompañaba el matrimonio formado por su hija María Elena y don Rafael González Menchaca, empleado de rentas, que le dio a su nieta Petronila.

La muerte de dona Gregoria acaeció en Orense ( Galicia) el primero de junio de 1813, donde estaba destinado don Rafael. Tanto él como María Elena cumplieron los deseos de su madre, que había expresado en el mencionado testamento, la voluntad de que su cuerpo "sea amortajado con el habito de Santo Domingo de Guzmán". Ambos habían profesado en la Orden Tercera de Santo Domingo, en cuyo convento orensano fue inhumada.

En ese mismo año, don José Francisco de San Martín y Matorras se manifestaba por primera vez como triunfador de la causa de la Emancipación americana, en combate de San Lorenzo, demostrando una valía militar extraordinaria.

Contemplando el pasado del general, sus raíces, cimentadas en la aguerrida tierra palentina donde sus padres nacieron, y estableciendo sus virtudes humanas en un cristianismo auténtico, e comprende mejor como: "De azores castellanos nació el cóndor que sobrevoló los Andes" (lema de la casa- solar de los San Martín, en Cervatos de la Cueza).

LOS HERMANOS: MARÍA ELENA, MANUEL TADEO, JUAN FERMÍN, Y JUSTO RUFINO

Del matrimonio contraído entre don Juan de San Martín, ayudante mayor de la Asamblea de Infantería de Buenos Aires, y doña Gregoria Matorras, nacieron en la Real Calera de las Vacas, jurisdicción de la parroquia de Las Víboras -actualmente en la República Oriental del Uruguay- sus hijos María Elena (18 de agosto de 1771), Manuel Tadeo (28 de octubre de l772) y Juan Fermín (5 de febrero de l774).

Trasladada la familia al departamento de Yapeyú, donde don Juan fue designado Teniente de Gobernador, nacieron los otros dos hijos: Justo Rufìno (l776) y José Francisco (25 de febrero de l778).

Se casó en Madrid el 10 de diciembre de 1802 con Rafael González y Alvarez de Menchaca.

En su testamento, el Libertador estableció: "... es mi expresa voluntad el que mi hija suministre a mi hermana María Elena una pensión de mil francos anuales y, a su fallecimiento, se continúe pagando a su hija Petronila una de doscientos cincuenta hasta su muerte, sin que para asegurar este don que hago a mi hermana y sobrina, sea necesario otra hipoteca, en la confianza que me asiste de que mi hija y sus herederos cumplirán religiosamente ésta mi voluntad". (París, 23 de enero de 1844).

María Elena falleció en Madrid el año 1852.

Como María Elena, nació en Calera de las Vacas, territorio de Misiones del Uruguay el 28 de octubre de 1772.

La hoja de servicios de Manuel Tadeo le presenta robusto y de corta estatura.Tuvo especial gusto por la música, acaso originado en el Colegio de San Telmo, de gran prestigio entonces, al que pudo asistir desde su llegada a Málaga, y también debe suponerse que como José Francisco fuera un buen matemático, pues desde sus primeros años de oficial se le dieron cargos de artillería, arma facultativa, ya entonces muy científica y, por ello, solo accesible a los técnicos y marinos.

Del mismo modo que todos sus hermanos varones, siguió la carrera de las armas, iniciándose en el Regimiento de Infantería Soria, "El Sangriento". en el que ingresó como cadete en 1788. Con dicha unidad tomó parte en la campaña de Africa (l790), participó en las campañas de Ceuta y de los Pirineos Orientales (l793-l794). Quedó prisionero de los franceses, junto con su regimiento, al rendirse la plaza de Figueres. Firmada la Paz de Basilea (julio de 1795) fue liberado. Concluida la guerra contra Francia, sirvió como maestro de cadetes durante dos años y medio y fue comisionado, por el término de nueve meses, en el reino de Murcia en persecución de malhechores y contrabandistas.

Al iniciarse el siglo XIX obtuvo el grado de capitán y pasó a revistar en el Regimiento de Infantería Valencia. En 1806 fue agregado al Regimiento de Infantería de la plaza de Ceuta.

Participó en la guerra de la Independencia y luchó contra los franceses; el 16 de setiembre de 1808 fue nombrado ayudante de campo del general conde de Castrillo y Orgaz, revistando en los ejércitos del Centro, Extremadura, Cataluña y Valencia. Participó en las jornadas de Tudela, Navarra, Ciudad Real y en la retirada de Despeñaperros. En los últimos años de esta guerra se halló en el sitio y defensa de Valencia.

Se graduó de coronel en 1817; revistó en el Regimiento de Infantería León y, en 1826, se le concedió el gobierno militar de la fortaleza de Santa Isabel de los Pasajes, en San Sebastián. Falleció en Valencia en 1851.

JUAN FERMÍN RAFAEL

Ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería Soria el 23 de setiembre de 1788, en el cual revistó durante catorce años.

Permaneció luego tres años en el Batallón Veterano Príncipe Fernando. Luego pasó a la caballería, prestando servicio en el Regimiento Húsares de Aguilar y, posteriormente, en el Escuadrón Húsares de Luzón, con destino en Manila, Filipinas. Según su foja de servicios, se encontró en la plaza de Ceuta; hizo la guerra contra Francia desde el 17 de julio de 1793; estuvo en la retirada del Rosellón en mayo de 1794. Continuó en el mismo regimiento incorporándose a la guerra marítima y participó en la batalla naval del 14 de febrero de 1797, contra los ingleses.

En el año 1802 se trasladó a Filipinas, donde contrajo matrimonio con Josefa Manuela Español de Alburu. Falleció en Manila el 17 de julio de 1822.

Los descendientes de Juan Fermín Rafael eran hasta hace unos pocos años los únicos miembros de la familia comprobados que seguían con vida.

JUSTO RUFINO

El 18 de agosto de 1793 solicitó ingresar en el ejército español siendo admitido en el Real Cuerpo de Guardias de Corps el 9 de enero de 1795. Permaneció en ese cuerpo durante trece años, en cuyo transcurso fue ayudante de campo del marqués de Lazán y ascendido a teniente el 9 de enero de 1807.

Posteriormente se incorporó al Regimiento de Caballería Húsares de Aragón, con el grado de capitán.

Asistió a los acontecimientos de Aranjuez (mayo de 1808); al ataque y defensa de Tudela (junio de 1808); a los dos sitios de Zaragoza (1808 y 1809), donde fue hecho prisionero cuando se rindió la ciudad. Fugó de sus captores y se presentó al gobierno, que lo destinó -ya graduado de teniente coronel- junto al teniente general Doyle.

Participó en la destrucción del fuerte de Sant Carles de la Rápita y asistió al sitio de Tarragona.Falleció en Madrid en 1832. Fue el único de los hermanos varones que estuvo junto a José Francisco durante su período de ostracismo en Europa.

(Reproducido de la página del Instituto Nacional Sanmartiniano)